Un poder imperial en la cuesta abajo
UN DESAFIO AL PODER DE ESTADOS UNIDOS (I)
3/5
Rebelión
TomDispatch
17.05.2016
Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba
García.
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Un poder
occidental bajo presión
Por supuesto,
hay mucho más que decir sobre los factores que inciden en la determinación de
la política de un país que son dejados a un lado si adoptamos la convención
estándar que supone que los países son los actores de los asuntos
internacionales. Pero con una advertencia de ningún modo trivial como es esta,
permitidnos que de todas maneras la adoptemos, al menos como una primera
aproximación a la realidad. Entonces, la cuestión de quién gobierna el mundo
nos conducirá inmediatamente a asuntos tales como el surgimiento de China en el
poder mundial y el reto que esto representa para Estados Unidos y el ‘orden
mundial’, la nueva guerra fría que se cuece a fuego lento en la Europa del Este,
la Guerra Global contra el Terror, la hegemonía de Estados Unidos, la
decadencia estadounidense y una variedad de consideraciones similares.
Los desafíos
planteados por el poder de Occidente en el comienzo de 2016 están muy bien
resumidos dentro del marco convencional por Gideon Rachman, columnista jefe de
asuntos internacionales del Financial Times, de Londres. Empieza con una
mirada general a la imagen del orden mundial: “Sin cesar desde el final de la
Guerra Fría, la abrumadora supremacía del poder militar estadounidense ha sido
el elemento central de la política internacional”. Eso es particularmente
crítico en tres regiones: el Este de Asia, donde “... la marina de Estados
Unidos se ha acostumbrado a considerar el Pacífico como un ‘lago estadounidense’”;
Europa, donde la OTAN –es decir, Estados Unidos, a cargo de un sorprendente 75
por ciento del gasto militar de la Organización– “garantiza la integridad
territorial de sus estados miembros”; y Oriente Medio, donde la existencia de
enormes bases navales y aéreas de Estados Unidos “tranquiliza a los amigos e
intimida a los rivales”.
El problema
actual del orden mundial, continúa Rachman, es que “esos órdenes destinados a
la seguridad están hoy siendo desafiados en las tres regiones” debido a la
intervención rusa en Ucrania y Siria y debido a que China está convirtiendo sus
mares territoriales junto al lago estadounidense en “aguas claramente en
discusión”. La cuestión fundamental de las relaciones internacionales,
entonces, es si acaso Estados Unidos “aceptaría que otras potencias importantes
tengan ciertas zonas de influencia en su vecindad”. Rachman piensa que sí
debería, tanto por razones de “difusión del poder económico en todo el mundo
como por simple sentido común”.
Para mayor
seguridad, existen formas de mirar al mundo desde distintos puntos de vista.
Pero permitánosno atenernos a estas tres regiones que, con toda seguridad son
muy importantes.
Los desafíos de
hoy en día: Asia del Este
Comencemos por
el “lago estadounidense”. Es posible que algunas cejas se arqueen con la
información de mitad de diciembre de 2015 de que un bombardero B-52 de Estados
Unidos en misión de rutina en el mar Meridional de China cruzó, sin
proponérselo, el límite de dos millas marinas de una isla artificial construida
por China, dijeron funcionarios de Defensa, empeorando una situación de
división ya de por sí caliente entre Washington y Beijing”. Quienes están
familiarizados con los nefastos acontecimientos de los setenta del siglo
pasado, en la época de las armas nucleares, saben muy bien que este tipo de
incidentes son los que a menudo acercaron peligrosamente el mundo a la ignición
de una guerra nuclear que sería la última. No es necesario ser partidario de
las acciones provocativas y agresivas chinas en el mar Meridional de China para
percibir que en el incidente no estuvo implicado un bombardero chino con
capacidad nuclear en el mar Caribe ni frente a las costas de California, zonas
en la que China no pretende establecer un “lago chino”. Afortunadamente para el
mundo.
Los líderes
chinos comprenden muy bien que las rutas comerciales marítimas de su país están
rodeadas de potencias hostiles desde Japón hasta el estrecho de Malacca y más
allá, todas ellas respaldadas por abrumadoras fuerzas militares de Estados
Unidos. Por consiguiente, China está expendiéndose hacia el oeste con
cuantiosas inversiones y cuidadosos movimientos en pro de la integración. En
parte, esos desarrollos están dentro del marco de la Organización de
Cooperación de Shanghai (SCO, por sus siglas en inglés), que incluye a los
países de Asia Central y Rusia, y pronto a India y Pakistán, junto con Irán en
calidad de observador, un estatus que le ha sido negado a Estados Unidos, al
que además se le pidió que cierre todas las bases militares en la región. China
está construyendo una versión modernizada de las antiguas ‘rutas de la seda’,
con la intención no solo de integrar la región a la zona de influencia china
sino también de llegar a Europa y las zonas de producción petrolífera de
Oriente Medio. Está destinando enormes cantidades de dinero a la creación de un
sistema asiático integrado de energía y comercio con extensos ferrocarriles de
alta velocidad y oleoductos.
Uno de los
componentes del programa es una carretera que atreviese las cordilleras más
altas del mundo hasta llegar al puerto de Gwadar, Pakistán –desarrollado por
China– que protegerá las cargas marítimas de crudo de posibles interferencias
de Estados Unidos. El programa también puede –así lo esperan en China y
Pakistán– estimular el desarrollo industrial pakistaní, de lo que no se ha
ocupado Estados Unidos a pesar de la importante ayuda militar; esto podría
incentivar también la represión del terrorismo local, un tema muy serio para
China en la provincia occidental de Xinjiang. Gwadar formará parte del ‘collar
de perlas’, es decir, las bases construidas en el litoral del océano Índico
para fines comerciales pero potencialmente también para uso militar, con la
expectativa de que China sea un día capaz de proyectar poder hasta el golfo
Pérsico por primera vez en tiempos modernos.
Todos estos
movimientos siguen siendo inmunes al aplastante dominio militar de Washington,
a menos que se produjera una guerra nuclear de aniquilación de la que Estados
Unidos sería una víctima más.
En 2015, China
también creó el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por sus
siglas en inglés) del que es el principal accionista. En su inauguración –junio
de 2015– participaron 56 países, entre ellos varios aliados de Estados Unidos,
como Australia y Gran Bretaña, además de otros que lo hicieron desafiado los
deseos de Washington. Estados Unidos y Japón no estuvieron presentes. Algunos
analistas creen que el nuevo banco podría convertirse en un competidor de las
instituciones nacidas en Bretton Woods (el FMI y el Banco Mundial), en las que
EEUU mantiene el poder de veto. Existen también ciertas expectativas de que el
SCO podría con el tiempo convertirse en el equivalente de la OTAN.
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