El cuaderno de Kiev. Un diario
desde el 19 hasta el 24 de febrero
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La Vanguardia
Sociología crítica
2014/02/27
Jueves 20 –
¿Representa el Maidán a toda la nación?. La respuesta es no. ¿A toda la capital?,
tampoco pero sí a una mayoría de su población. Hay mucha gente harta de la
violencia. La jornada de tregua de hoy ha comenzado con disparos de ambos
bandos que han dado lugar a una carnicería con varias decenas de muertos.
Francotiradores han matado desde los tejados tanto a activistas de la oposición
como a policías. Se ha visto una veintena de cadáveres de civiles. Los informes
que se recogen al pie de las barricadas son confusos. A primera hora gana la
sensación de que el poder está al caer, porque los manifestantes han avanzado
las posiciones perdidas el miércoles, pero la jornada concluye con la
sospecha de que una acción de fuerza de ese mismo poder tambaleante podría ser
inminente. Entre una y otra percepción, varias docenas de muertos entre primera
hora de la mañana y el mediodía. No hay mejor ilustración de la volatilidad de
la situación y del polvorín en el que se ha convertido esta revuelta bendecida
desde Occidente.
Converso con
cuatro personajes de este drama en la esquina de la calle Institutska con
Shokóvichna. Conforme me he ido acercando al epicentro de la batalla, disminuye
el número de gente por la calle. A apenas diez minutos de aquí, el pulso de la
ciudad fluye con completa normalidad, tráfico, comercios, peatones… Un detalle,
los guardias de tráfico llevan fusil, por primera vez. Algo más abajo, varios
miles de personas mantienen el frente en la plaza (Maidán). Maidán no
es palabra eslava, sino turca. Recuerda que tres imperios se disputaron esta
tierra históricamente; austro-húngaros, rusos y otomanos. Hoy el juego es entre
dos, rusos y euro-atlánticos.
Desde que se
cruzó la frontera de la sangre, hay mucha gente harta del desorden y
harta del presidente, unos por considerarlo un calzonazos que no ha puesto
orden, otros por considerarlo encarnación de todo lo que se ha deteriorado en
el país en los últimos años, la corrupción, el nepotismo, sus negocios
familiares, toda una manera de funcionar. Pero por antipático que sea, este
presidente no es Mobutu: fue elegido en 2010 en unas elecciones limpias (según
la OSCE) cuyo mandato concluye antes de un año. ¿Vale la pena toda esta sangre
y la tragedia que contiene, por echar a Yanukovich un año antes? Los líderes de
la oposición, sostenidos por Estados Unidos y la UE, creen que sí. Moscú, que
sostiene y al mismo tiempo maltrata a sus socios ucranianos y no confía en
Yanukovich porque le chantajeó con una venta a Occidente, apuesta por el no.
Respecto al Maidán, parece un objeto incontrolado en el que los más brutos
mandan cada vez más sin que los líderes de la oposición puedan imponerse.
Marina,
funcionaria de uno de los museos del barrio gubernamental es muy crítica con
Yanukovich, pero aún más con la violencia. “Es una cuestión de principio,
cuando se empieza a matar, se acaban las razones”, dice. Tatiana, que tiembla
tanto por el frío como por la tensión quiere que la autoridad corte de una vez
con esta anarquía. Su marido es policía, dice que han disparado contra ellos y
que ya no se puede aguantar, aunque hay muchos más civiles que uniformados
muertos. Slava, joven historiador votante de “Svoboda” un partido nacionalista
con conexiones ultraderechistas, dice que todo se solucionaría si Yanukovich se
fuera y se convocaran elecciones anticipadas. Dice que no existe el
peligro de que las regiones del Este y del Sur del país no aceptaran un nuevo
poder y se abriera un proceso degenerativo para la integridad de este país
bicéfalo, con identidades, religiones y lenguas diversas. Es el más optimista
de los que encuentro y, desde luego, el más representativo, de la opinión de la
buena gente que hay en la plaza.
En el país
hay adversarios y partidarios del Maidán, la diferencia es que los segundos
demuestran una “pasionarnost” (una pasión y una febril voluntad para
realizarla) de la que los primeros carecen por completo. La gran mayoría de
Ucrania que no quiere esto no se moviliza y contempla la situación desde la
barrera. Las manifestaciones de apoyo al presidente que se han visto son
asuntos de empresa organizados y subvencionados, una figura familiar y bien
conocida en la ex URSS: Protestas sin alma.
Una
conversación agradable y plural, la que mantengo con Tatiana, Marina, Slava y
Viktor, éste último un veterano, si no fuera por su contexto. Bajo ruido de
ráfagas de fuego real y junto a una barricada con camiones “Kamaz”
completamente calcinados que han quedado fuera de la zona de combate. Detrás
nuestro un Mercedes nuevo de trinca incendiado y más allá un grupo de
ambulancias esperando intervenir en las muchas emergencias del día. Un agente
de los cuerpos especiales explica que les han ametrallado desde la protesta.
“Han matado a cincuenta de los nuestros”, dice, algo completamente exagerado
pero que ilustra las ganas de la policía por cargar de una vez. El enfermero de
la ambulancia confirma haber retirado a un herido de bala en la zona, pero no
era policía, sino civil.
En Maidán y
sus alrededores el adoquinado ha sido arrancado para aprovisionarse de
proyectiles. Debajo aparece la tierra y el barro. En el vecino
monasterio Mijailovski hay una especie de cuartel general que incluye una
iglesia, la de San Juan Bautista, que ejerce de hospital de campaña. Un médico
que sale a fumar explica que practican operaciones. Son las cuatro de la tarde
y dice que le han traído diez heridos de bala, pero ningún muerto. Algunos
heridos, cuya condición no es crítica, prefieren no ir a hospitales por miedo a
que los fichen o cosas peores. Después de casi tres meses de protesta,
que desde el 19 de enero es muy violenta en respuesta a la también violenta carga
policial de aquel día, el verdadero milagro es que no haya habido mucha más
sangre.
A las cinco
de la tarde me repongo en una cafetería, ya fuera de la “zona cero”. La
camarera me dice que van a cerrar excepcionalmente. Esperan medidas de fuerza
para esta noche. Le pregunto qué le parece la situación y me dice que “no se
puede disparar contra la policía”. “La gente está harta de todo esto”, dice. El
gran peligro es la general debilidad. También las soluciones de fuerza se
pueden volver contra el gobierno. Este país es sustancia inflamable. La jornada
que comienza con la idea de que cae el gobierno, se cierra con la sospecha de
una inminente acción de fuerza.
- Recapitulo:
En el día de la tregua y del duelo por los muertos del martes, con las banderas
a media asta en luto por las víctimas de las violencias de la víspera, es
cuando más muertos se han registrado. Y cada vez hay más armas. La jornada
empezó sobre las nueve de la mañana con una agresiva ofensiva de los grupos
paramilitares de la plaza que rompió todo propósito de paz. “Los hemos echado
hacia allá”, explicaba a medio día un activista de esa escena armado de casco y
barra de hierro. Es verdad, los echaron, los arrollaron recuperando algunas de
las posiciones y edificios perdidos en la jornada anterior. Por el camino
tomaron más de sesenta policías “prisioneros”. La situación se hizo tan tensa
que la sede del parlamento fue evacuada. Parecía que Maidán iba a tomar el
poder. Entonces aparecieron los francotiradores.
El
ministerio del Interior fue el primero en denunciar el hecho, diciendo que
tiraban contra los policías. La oposición dijo que los baleados fueron ellos y
un diario local ofreció un informe detallado cuya tesis era que los tiradores
eran una docena de miembros de una unidad de élite con domicilio en la sede del
consejo de ministros. El informe es una noticia en sí mismo, tanto si es cierta
como si es una intoxicación, una “utka” como dicen aquí, que proviene de la
cocina de los servicios secretos. Hay motivos para dudar de todo lo que se publica,
y hay que observar los resultados: estamos sobre los 67 muertos, según cifras
oficiales, entre ellos 13 policías desde el martes.
La policía,
ahora sí, está recibiendo armas de combate. Hay muchos heridos de bala y los
hospitales están llenos, dice la defensora del pueblo, Valeria Lutkovskaya. En
trenes y vehículos se han confiscado alijos con destino a Kíev. Todos se acusan
de todo. En círculos próximos al gobierno se constata que la plaza no quiere
acuerdos, solo que se vaya el Presidente. En la plaza se acusa al Presidente, e
incluso a Rusia, de estar detrás de los francotiradores. La plaza es un sujeto
autónomo y sin aparentes problemas de dinero, se dice sugiriendo una fluida
financiación, pero en el campo del gobierno hay brechas, diputados que se van
del partido del presidente, y deserciones tan significativas como la del
alcalde de Kíev. El poder está en el suelo y parece tan fácil tomarlo que nadie
parece preguntarse por el siguiente paso: qué pasará después. Después de un
hipotético cambio de gobierno, o después de un “restablecimiento del orden”.
Los tres
ministros de la UE, Fabius, Steinmeier y Sikorski han mantenido consultas con
el Presidente Yanukovich. Lo que debía durar hora y media, duró cinco horas e
incluyó contactos con la oposición. Los ministros llegaron con una amenaza de
sanciones en su cartera y se encontraron con decenas de muertos y con que el
Presidente iba a declarar el estado de excepción. La reunión evolucionó en una
dirección más constructiva. Una “hoja de ruta para salir de la crisis”, señalan
fuentes diplomáticas occidentales. En el aire una propuesta de elecciones
anticipadas este año que Yanukovich acepta, se dice. No todos están contentos
con tal “concesión”. “Soy pesimista” (en el sentido de que Yanukovich no sea
destronado para siempre jamás), nos dice el influyente eurodiputado alemán
Elmar Broch, un halcón de la CDU de Merkel.
La UE no
tiene plan ni programa. Lo único que ha hecho hasta el día de hoy ha sido
pasear a más de veinte de sus políticos por el Maidán en solidaridad con
una protesta que en cualquiera de sus países habría dado lugar a un estado de
excepción “antiterrorista” de tomo y lomo hace muchas semanas. Desde que en
2008 se ideó el esquema para arrebatarle a Moscú nuevas influencias en la
región, la UE actúa en el Este como un imperio. El acuerdo de integración
ofrecido es, manifiestamente, una antesala para el ingreso del país en la OTAN.
La UE actúa como un imperio ineficaz y torpe. Su credibilidad mediadora vale
poco. Carl Bild, el ministro sueco neocón que está en el origen del plan de
“integración” y que dice que el presidente ucraniano es el único responsable de
todo lo que ha pasado aquí, fue acusado ayer por un conocido intelectual
progubernamental de “tener las manos manchadas de sangre ucraniana”.
Moscú, que ha enviado a uno de sus diplomáticos más capaces, el defensor del
pueblo Vladimir Lukín, tampoco tiene credibilidad. No se trata tanto de Rusia
(aunque en el Oeste de Ucrania también se trata de eso por claras razones
históricas), sino de su régimen, del carácter siempre “sumergido” y elitario de
las relaciones que el Kremlin mantiene con los políticos ucranianos. Hace falta
una figura independiente y con autoridad que reúna a todas las partes y detenga
esta peligrosa espiral de violencia.
Una
diplomacia desmarcada del “o todo, o nada” (la practicada hasta ahora con
enorme torpeza e irresponsabilidad por el eje
Bruselas/Berlín/Varsovia, sobre un agresivo guión más americano que
europeo) y que integrara a Rusia, contribuiría a disminuir muchas
tensiones. Ucrania es un país clave para Rusia, en gran parte forma parte
de la Rusia histórica, que nació en Kíev en el siglo IX, y el intento de
hacerla elegir entre uno y otro imperio contiene serios riesgos de violencia y
desintegración territorial, por la sencilla razón de que la mayoría de los
ucranianos se sienten vinculados a Rusia, algo que está mucho más allá de la
política. Ignorar ese dato es criminal. Mientras en Moscú hay plena
conciencia de ese factor, en Bruselas y Berlín se prefiere jugar a la ruleta
rusa con el espectro de una nueva Yugoslavia.
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