El
movimiento queer tiene mucho que ver con el llamado post-anarquismo. Comparten
presupuestos importantes, como la posibilidad de vivir sin una autoridad
inmutable y sin relaciones de dominación.
La teoría queer y el anarquismo
El Viejo Topo
30 diciembre, 2021
Con este
artículo, repasamos someramente lo que ha supuesto en los últimos 30 años la
teoría queer, con su permanente crítica de la construcción de una identidad
sexual ajustada a lo que se considera normalidad social, ya que considera que
en ella intervienen factores muy complejos a tener en en cuenta, y su innegable
vínculo con un anarquismo siempre propiciador de que las minorías posean sus
propios mecanismos de expresión
El término
queer viene a significar en inglés «raro» o «extraño», pero que también se
utiliza para referirse de modo despectivo a alguien diferente («maricón» si se
refiere a alguien gay, pero puede usarse para alguien simplemente con una conducta
que se considera fuera de lo normal). La teoría queer, que tiene mucho
que ver con la posmodernidad, considera que las identidades sexuales son en
realidad construcciones sociales, por lo que no puede hablarse de que se
encuentren instaladas en la naturaleza humana; se rechazan entonces las
categorías universales e inamovibles (hombre, mujer, heterosexual, homosexual,
transexual…), ya que parten de considerar lo heterosexual como lo aceptable y
todo lo demás como anómalo. Por lo tanto, la teoría queer parte de cuestionar
una sexualidad dominante que observa la realidad en términos duales enfrentados
(hombre/mujer, heterosexual/homosexual…), propiciando mecanismos reguladores de
lo que considera normal (lo heteronormativo) e ignorando la complejidad de los
factores que intervienen en la construcción de la identidad sexual, donde lo
político es también importante. En cualquier caso, la teoría queer
recoge diversas interpretaciones de una sexualidad que observa como diversa,
por lo que es importante comprender su complejidad; se trata, tanto de una
crítica radical de la cultura imperante, pero también todo un movimiento social
reivindicativo y emancipatorio, que se inicia en la década de los 80 del siglo
XX. Hay así una doble vertiente: la teórica y la activista. Es importante que
se comprenda la teoría queer como rabiosamente posmoderna, ya que realiza una
permanente crítica a todo lo quiere entenderse como natural e inamovible.
Como hemos dicho, el término queer tiene en el lenguaje un uso peyorativo, estigmatizador
y excluyente; el componente social tenía una gran importancia, ya que las
personas que no se ajustaban a los cánones de la burguesía eran los más
perjudicados e incluso aquellos homosexuales que adquirían cierto estatus se
convertían en parte del engranaje del sistema para discriminar a otros
(lesbianas, transexuales, negros…). Es más, hay quien considera que la
teoría queer nace precisamente contra esa especie de «identidad gay» cada vez
más extendida, que buscaba la respetabilidad y la normalización con valores
obviamente conservadores como es la institución del matrimonio. Así, puede
considerarse que el movimiento queer nace como respuesta a una doble exclusión:
la que llevó a cabo la predominante en la sociedad, la normalizadora de lo
heterosexual, pero también la que practicó una llamada «identidad gay», que
igualmente se estaba imponiendo, contra aquellos movimientos radicales y
antisistema que ponían en peligro su propia integración y legitimación dentro
de la sociedad.
De esta manera,
el concepto queer se despojó de toda connotación despectiva y adquirió su
propio discurso reivindicativo propiciador de la diversidad. Como no podía ser
de otra manera, encontramos a un anarquista como uno de los
responsables de que el término queer adquiera unos tintes subversivos y
reivindicativos dando la vuelta al significado tradicional de ‘raro’,
‘extraño’ o ‘sospechoso’; se trata de Paul Goodman y su obra de 1969 The
Politics of Being Queer. El movimiento queer tiene mucho que ver con el
anarquismo, siempre preocupado por el reconocimiento de las minorías, excluidos
a nivel económico y social, pero también con la dificultad para dotarse de sus
propios mecanismos de identidad con el fin de expresarse activamente. Al igual
que en las ideas anarquistas, en las teoría queer se propicia permanentemente
la crítica, no se da nada por sentado ni se pretenden verdades
definitivas; la identidad no es algo dado para siempre, algo estático,
sino que se encuentra en constante movimiento. Recapitulando, la teoría
queer considera que las categorías sexuales no son estables ni pueden
unificarse fácilmente, piensa que la identidad sexual puede encontrarse en
permanente cambio, ya que depende de circunstancias sociales muy concretas (se
encuentra, por así decirlo, en constante construcción), y que los criterios
para establecer las categorías sexuales deben ser cuestionados y refutados.
El vínculo
entre lo queer y lo ácrata es obvio, ya que comparten presupuestos importantes
como es la posibilidad de vivir sin una autoridad inmutable y sin relaciones de
dominación. Si hay quien ha considerado que la reflexión queer ha puesto
excesivo énfasis en la identidad personal y en el individualismo, ignorando
algunas injusticias sociales, tal reproche no puede hacérsele al anarquismo
cuyo objetivo es siempre la emancipación colectiva, aunque teniendo en cuenta
siempre la libertad individual (pero no es simplemente «una forma radical de
individualismo», tal y como sostienen algunos de sus críticos, algo que
demuestra una notable ignorancia). El anarquismo, precisamente, trata
de tener en cuenta todas las formas de discriminación, por lo que puede aportar
a la teoría queer una ampliación de lo que se consideran excluidos sociales y
una notable comprensión de lo que son las injusticias sociales de diverso tipo.
Aunque no somos amigos de colocar prefijos y epítetos al anarquismo, sí hay que
aceptar que la teoría queer tiene mucho que ver con el llamado posanarquismo.
Los problemas que pueden surgir con la teoría queer, que recordemos nace
asumiendo los presupuestos de la modernidad, son los propios de quien establece
una separación radical entre anarquismo clásico y posanarquismo. Entre esas
premisas ya inaceptables para la posmodernidad se encuentra la imposibilidad de
establecer categorías universales, entre las que se encontraría también una
teoría ética, algo precisamente objeto de crítica contra lo queer por parte de
algunos autores. Aceptando esta permanente crítica a establecer un modo de
comportarse universal, válido para todos los seres humanos del planeta, sí hay
que conocer y validar el rico corpus anarquista para establecer relaciones
sociales solidarias y cooperativas; tal vez, pueda verse como paradigmas
locales con aspiraciones de ser universales, sin que intervenga mecanismo
autoritario alguno. Eso es, también, anarquismo.
Texto publicado en el blog del autor Reflexiones desde Anarres.
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