La significación del sexo en el desarrollo del individuo
Por Manuel Sogas
La idea del sexo
como característica intrínseca e inherente a la naturaleza humana no parece que
pudiera ser discutida por nadie desde un punto de vista racional…
… y lógicamente válido, dada su absoluta
necesidad para la reproducción de la especie humana que es llevada a cabo por
la relación sexual entre una mujer y un hombre. Pero sin embargo, su
percepción tanto personal como social ha tenido diferentes significados a lo
largo del tiempo, sin que ello naturalmente haya podido afectar a su naturaleza
ni a la importancia biológica como sistema de reproducción hasta alcanzar la
nueva dimensión social y política con que hoy se presenta en prácticamente
todos los estamentos sociales, si bien esta consideración en sus diferentes y a
veces contradictorias percepciones resulta más aceptada en el plano teórico y
legal que en la práctica.
El desarrollo
de los medios de telecomunicaciones ha contribuido de una forma singular
a la divulgación de la noción de sexo. No obstante, y a pesar de esta gran
divulgación no se ha visto acompañado su tratamiento en igual proporción ni con
la rigurosidad ni con la profundidad que le correspondería, dada la relevancia
social y política adquirida, sino que más bien y por el contrario, ha
contribuido a extender su superficialidad y banalización no exentas de
fetichismo consumista. A la palabra sexualidad se le relaciona con los
genitales y a estos a su vez con el sexo [[i]], lo que contribuye a empañar y
oscurecer su significado más que a esclarecerlo.
En este sentido
afirma Cardinal: “Al sexo se le trata dentro de una confusión entre la
ignorancia y la sofisticación, la negación y la indulgencia, la represión y el
estímulo, el castigo y la explotación, el secreto –sucio secretito-, como decía
Henry Miller; la exhibición y la comercialización. Se le asocia a una
duplicidad e indecencia que no conduce ni a la honestidad intelectual ni a la
dignidad humana.” (P. A. Serna Carmona), lo que le hace aparecer con un
carácter punitivo y receloso en los diferentes ámbitos sociales como el
familiar o religioso, que lo delimitan entre lo normal y lo anormal, entre lo
permitido y lo prohibido y entre lo que se puede hablar y lo que se debe
ocultar.
Foucault señala
(1991) que el sexo no siempre tuvo un carácter restringido y sancionador. En la
Europa del siglo XVII “las prácticas no buscaban el secreto; las palabras se
decían sin excesivas reticencia, y las cosas sin demasiado disfraz; se tenía
una tolerante familiaridad con lo ilícito. Los códigos de grosero de lo obsceno
y de lo indecente si se los compara con los del siglo XIX, eran laxos. Gestos
directos, discursos sin vergüenza, trasgresiones visibles, anatomías exhibidas
y fácilmente entremezcladas, niños desvergonzados vagabundos sin molestia ni
escándalo entre las risas de los adultos: los cuerpos se pavoneaban.”
De igual manera que
Foucault se expresa Calame en su obra “Eros en la Antigua
Grecia”, en la que expone la noción que tenían los griegos acerca del
sexo como origen de un placer infinito de un profundo carácter divino. Los
griegos adoraban la belleza, y por ello no estaba mal visto quedar anonadado
ente un hombre o mujer hermosa, con independencia del género que tuviera el
observador.
Asimismo señala que
la antigua sociedad romana fue muy permisiva respecto del sexo, dado que este
junto a la moral estaban mediados por el control. Así, un ciudadano romano
podía tener relaciones sexuales con su esposa, con una prostituta en un burdel
o con otro hombre en los baños públicos, con la condición para librarse de toda
crítica que mantuviera cada cosa en su sitio, sin que nadie ocupara el lugar de
otro.
En la época
victoriana cambió radicalmente la percepción del sexo con el discurso del
pecado y lo prohibido que desemboca en un proceso de represión en torno al
mismo, y de esta manera “la sexualidad es cuidadosamente encerrada. Se muda, la
familia conyugal la confisca y absorbe por entero en la seriedad de la
función reproductora. En torno al sexo, silencio. Dicta la ley, la pareja
legítima y procreadora” (P. A. Serna Carmona: 2013), apareciendo junto a este
proceso otro en sentido inverso: su práctica de forma oculta, lo que suponía la
trasgresión a la ley con lo que apareció una nueva forma de placer, dejando en
evidencia que: “Tal vez hay otra razón que torna tan gratificante para nosotros
el formular, en términos de represión, las relaciones del sexo y del poder lo
que podría llamarse el beneficio del locutor. Si el sexo está reprimido, es
decir, destinado a la prohibición, a la inexistencia y al mutismo, el solo
hecho de hablar de él, y de hablar de su represión, posee como un aire de
trasgresión deliberada. Quien usa ese lenguaje hasta cierto punto se coloca
fuera del poder; hace tambalearse la ley; anticipa, aunque sea poco, la
libertad futura.” (P. A. Serna Carmona: 2013).
La idea de
trasgresión deliberada incita al debate sobre el sexo que se convierte en una
cuestión social, política y económica que sobrepasa lo privado y despierta el
interés político, adquiriendo en los siglos XX y XXI unos valores muy
diferentes a los que tenía en la época victoriana, llegándose a plantear en los
escenarios académico, político y social, hasta que en 1997 la sexualidad queda
reconocida como un derecho en la Declaración del XII Congreso Mundial de
Sexología celebrado en España, Valencia, donde queda establecido como “Una
parte integral de la personalidad de todo ser humano. Su desarrollo pleno
depende de la satisfacción de las necesidades humanas básicas como el deseo de
contacto, intimidad emocional, placer, ternura y amor que se construye a través
de la interacción entre el individuo y las estructuras sociales. El desarrollo
pleno de la sexualidad es esencial para el bienestar individual, interpersonal
y social. Los derechos sexuales deben ser derechos humanos universales basados
en la libertad, dignidad e igualdad para todos los seres humanos. Los derechos
sexuales deben ser reconocidos, promovidos, respetados y defendidos por todas
las sociedades con todos sus medios.” (P. A. Serna Carmona: 2013). En esta declaración
se promulgan once derechos sexuales: el derecho a la libertad sexual, a la
autonomía sexual, a la integración sexual y seguridad del cuerpo sexual, a la
privacidad sexual, a la equidad sexual, al placer sexual, a la expresión sexual
emocional, a la libre asociación sexual, a tomar decisiones reproductivas
libres y responsables, a la información basada en el conocimiento científico, a
la educación sexual comprensiva y el derecho a la atención clínica de la salud
sexual, configurándose de esta manera como categoría de derecho con lo que la
sexualidad adquiere una nueva dimensión que le plantea al Estado la necesidad
de tener que procurarse los medios necesarios que garanticen el cumplimiento de
ese nuevo derecho, pero la práctica viene a demostrar que si ni siquiera la
comprensión de los derechos sexuales mencionados están bien interpretada en
todas partes y mucho menos su aplicación a la realidad.
Sin la
intención ahora entrar en las causas originarias y profundas que pudieran
explicar esa no correspondencia entre la teoría y la práctica de los derechos
sexuales, sí se menciona una de las más próximas e inmediatas que ha sido
señalada por P. A. Serna Carmona (2013) atribuida al hecho de que la noción de
los derechos sexuales no aparecen como derechos en sí mismos, sino como
derechos de segundo orden ligados siempre a otras categoría del derecho que sí
tienen reconocida tal categoría en sí mismo, como puede ser el derecho a la
salud o la educación, lo que a nuestro juicio partiría de la carencia efectiva
de la definición del concepto de naturaleza humana de una manera profunda que
es sustituida por una definición formal cargada de elementos ideológicos en
función de los intereses de las clases sociales dominantes, obviando
interesadamente o no, el poder indiscutible para la deformación de la realidad
que contiene cualquier planteamiento en el que dominen los elementos
ideológicos, sean de “izquierdas” o de “derechas”, y de esta manera se
llegan a considerar características naturales del individuo que en realidad no
las son, pero que a pesar de no serlas son tomadas como si lo fueran porque el
uso de la costumbre ha llegado a naturalizarlas.
Es tarea
prioritaria y urgente, a nuestro juicio, la de la denominada comunidad
científica que tiene a su cargo el establecimiento del saber oficial en la
sociedad, el que proceda a la definición rigurosa de todos aquellos conceptos
sobre los que luego son tratados en la sociedad y que tienen
trascendencia real en la vida practica, de manera que esté exenta de
prejuicios ideológicos y sin tener en cuenta previamente a qué intereses
sociales podrían o no servir, tarea esta última que le corresponde resolver y
determinar democráticamente a los diferentes grupos sociales de los que está
compuesta toda sociedad, y dentro del ámbito político que es al que le
corresponde. El mismo problema de falta de definición rigurosa de conceptos nos
lo encontraremos líneas más abajo cuando se llegue a la noción de desarrollo
humano.
Citando ahora
de forma sumarísima algunas ideas del pensamiento marxista con carácter
indicativo del camino que necesariamente habrá de seguirse en las ciencias
sociales si es que se pretende resolver los problemas y no justificarlos y
relacionadas con la noción de naturaleza humana, según nuestro juicio, se
mencionan las siguientes:
“En contraste
con Kierkegaard y otros Marx contempla al hombre en toda su extensión, como
miembro de una sociedad y de una clase dadas, y, al mismo tiempo, como cautivo
de estas. La plena realización de la humanidad del hombre y su emancipación de
las fuerzas sociales que le aprisionan está ligada, para Marx, al
reconocimiento de estas fuerzas y al cambio social basado en este
reconocimiento.” [[ii]].
Marx diferencia entre
“la naturaleza humana en general” y “la naturaleza humana condicionada”,
distinguiendo a su vez “dos tipos de impulsos y apetitos humanos”: los
constantes e invariables, como el hambre y el instinto sexual, que sin
modificar su esencia pueden variar sus formas de realización y tendencias en
función de las culturas de las que se trate, y de los apetitos relativos, los
que no siendo integrantes de la naturaleza humana “deben su origen a ciertas
estructuras sociales y a ciertas condiciones de producción y comunicación (…),
la necesidad de dinero es, pues, la necesidad real creada por la economía
moderna y la única necesidad que esta crea (…), se convierte así (esta
necesidad) en una servidumbre ingeniosa y siempre calculadora a los instintos
humanos, depravados, antinaturales e imaginarios que en el transcurso del
tiempo y por falta de reflexión, el individuo las llega a tomar, efectivamente,
como elementos natrales de su propia naturaleza.” [[iii]].
Así, por ejemplo, en
la organización social en la que predominan las relaciones de producción
capitalistas, se producen impulsos relativos como incentivos humanos
principales “el deseo de dinero y propiedad; otras condiciones económicas
pueden producir exactamente los deseos opuestos, como el ascetismo y el
desprecio por los bienes terrenales, como sucede en muchas culturas
orientales.” [[iv]].
La Organización de
las Naciones Unidas (ONU) concibe la sexualidad desde diferentes perspectivas.
Una de ellas es la consideración como problemas de salud para combatir el
VIH/Sida, la malaria y otras enfermedades; otra, su abordaje en conexión con el
Informe de Desarrollo Humano de 1995, denominada la revolución hacia la
igualdad en la condición de los sexos, en donde es considerada desde la
categoría de géneros y desde la aceptación de la igualdad entre los mismos. (P.
A. Serna Carmona: 2013) e igualmente se habla de un reconocimiento a las
comunidades de LGTB.
El concepto de Desarrollo
Humano que aquí se considera es el dado por el Programa de Naciones Unidas para
el Desarrollo (PNUD) que anualmente se elabora para más de 177 países y que se
interpreta como el proceso por el que pasa una sociedad cuando en ésta hay
mejoras en las condiciones de vida de sus ciudadanos y estas mejoras no
implican necesariamente un incremento de los bienes de los que disponen, los
cuales indudablemente, les van a ayudar a satisfacer sus necesidades básicas
como pueden ser la alimentación, vivienda y transporte. Implicando también la
creación de un entono en el que se respeten los derechos humanos de todos y
cada uno de los ciudadanos residentes en el país, su derecho a la educación y a
tener una vida digna, de modo que un mayor desarrollo humano que puede
entenderse como sinónimo de un alto grado de libertad y cantidad de opciones
que se dispongan para ser o hacer lo que desee. [[v]]
El origen del
concepto de Desarrollo Humano data del año 1990 cuando “Mahbub ul Haq lanzó el
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este programa no
únicamente pretendía tener en cuenta factores puramente económicos
correspondientes a la riqueza de un país, sino que, también, qué políticas
aplica el Estado que estén centradas en las personas, especialmente en cuanto a
calidad de vida y educación se refiere.” (N. Montagud Rubio. Obra citada).
Con “el Índice de
Desarrollo Humano (IDH) se tiene en cuenta diferentes factores que se
consideran necesarios (Esperanza de vida; educación y riqueza) para que las
personas vivan plenamente en el país que es ha tocado vivir (…), es un
indicador nacido de la mano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) que sirve para evaluar cómo se desarrolla una sociedad. Consiste en una
medida aritmética que sintetiza los avances e hitos de cada país que le llevan
a disponer de una mejor sociedad, analizados en base a tres dimensiones principales:
esperanza de vida, educación y riqueza económica.” (N. Montagud Rubio. O.C.).
El (IDH) se elabora
anualmente para cada país en función del Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) en base a los datos anuales que recoge la ONU de cada país y
para cada programa de cada país relacionado con la esperanza de vida; años de
escolarización y renta, cuyas fuentes respectivas de información son las
siguientes: UNDESA; UNESCO, ICF Macro Demographic and Health Surveys, UNICEF y
encuestas de la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE)
y, el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la United
Nations Statistics División. (N. Montagud Rubio. O.C.).
El principal objetivo
de este indicador es el de obtener datos objetivos sobre el nivel de vida que
hay en cada país del mundo para, de esta forma, detectar posibles carencias y
dirigir futuros programas de ayudas internacional en la resolución de las
mismas. Entre estas ayudas puede contar el ofrecer recursos monetarios para
activar la economía, además de ayudar al país en la dotación de estructuras
educativas y sanitarias para mejorar el nivel cultural y sanitario de la
población.
Esta noción de
desarrollo humano tiene diferentes interpretaciones por parte de distintos
autores, y en función de la interpretación que cada uno de ellos hace se
inscribe la cuestión de la sexualidad que también es considerada de formas
variadas. Así, Sen por su parte considera el desarrollo humano desde la
perspectiva de las capacidades que cada persona tiene para satisfacer sus
necesidades, intereses y deseos, para cuyos fines utiliza los recursos y medios
disponibles en el contexto en el que vive para alcanzar de ese modo una mejor
calidad de vida.
Martha Ussbaun se
manifiesta en el mismo sentido que Sen, la que en su trabajo sobre las mujeres
y el desarrollo humano: El enfoque de las capacidades, propone que
las capacidades son dimensiones importantes y específicas de la vida humana,
las cuales constituyen los instrumentos con los que cada persona puede
conseguir su propia concepción de lo valioso.
Otra óptica
para definir el desarrollo humano es la de Manfred Max Neef que propone una
matriz de necesidades y satisfactores en las que identifica las necesidades
humanas que divide según categorías existenciales como: ser, tener, hacer,
estar, sexualidad, hacer el amor y sensualidad, y según categorías axiológicas
como: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio,
creación, identidad y libertad.
Con este
planteamiento se establece una manera diferente de tratar la cuestión
sexual, puesto que parte del principio de las necesidades, con lo que elude los
reduccionismos biológicos o etiológicos, y de esta manera pone en primer plano
que la calidad de vida dependerá de las posibilidades que tenga la persona de
satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas.
Según entiende el
propio Max Neef (1986) “cualquier necesidad humana fundamental que no es
adecuadamente satisfecha revela pobreza humana. La pobreza de subsistencia
(debido a la alimentación y abrigo insuficiente); de protección (debido a
sistemas de salud ineficientes, a la violencia, la carrera armamentista, etc.);
de afecto (debido al autoritarismo, la opresión, las relaciones de explotación con
el medio natural, etc.); de entendimiento (debido a la imposición de valores
extraños a culturas locales y regionales, emigración forzada, exilio político,
etc.) y así sucesivamente.” (P. A. Serna Carmona: 2013. Obra citada).
Al quedar planteada
la cuestión sexual como necesidad para el desarrollo humano (desde la
perspectiva que aquí se viene considerando) implica necesariamente el
planteamiento de la necesidad de su correspondiente satisfacción como requisito
imprescindible para que ese desarrollo no se estanque y menos todavía quede
interrumpido, y esta noción del sexo es la que lleva a Krmpotic a su teoría de
las necesidades mínimas (1999) que divide en dos grupos: “las necesidades
individuales y las necesidades sociales: Las primeras hacen referencia al
estado de un individuo con respecto a los medios necesarios o útiles para su
existencia y desarrollo; la utilidad está dada por la función de preferencia la
cual es subjetiva: prima entonces la soberanía privada del consumidor y las
segundas se refieren no al individualismo, sino al estado de la sociedad en
relación con tales medios útiles para la existencia; estos medios no solo son
bienes de consumo sino también de producción”. (P. A. Serna Carmona:
2013. O. C.).
Thorstein
Veblen (1857-1929), sociólogo norteamericano realizó acertadas críticas sobe al
sociedad y la economía de su época, y tras un profundo análisis de la sociedad
de consumo llegó a la conclusión de que “el consumo de bienes no
satisface las verdaderas necesidades humanas, ni logra una plenitud de la
vida, sino que sirve para mantener el prestigio social, el status…” [[vi]]
El concepto de
lo sexual como necesidad a satisfacer Krmpotic lo equipara a un bien a
conseguir dotándolo de carácter destinado al consumo como si se tratara de una
mercancía normal que hace su recorrido habitual a través del tráfico del
mercado hasta llegar a su punto final en el que es consumido, y por ello,
lógicamente, lo liga a la producción capitalista cuyo fin primordial es la de
producir bienes con valor de cambio para el mercado como procedimiento para
lograr el acrecentamiento de los capitales invertidos. No aparecen diferencias
entre un bien de uso y un bien de cambio, si bien es cierto que todo valor de
cambio tiene que poseer una parte de bien de uso, puesto que tiene que ser útil
para satisfacer una necesidad, sea esta natural o creada artificialmente,
puesto que si el bien con valor de cambio no satisficiera ninguna necesidad
(único propósito objeto bien de uso) nadie lo querría comprar, dado que no
tendría utilidad para nadie, y el consecuencia el capitalista tampoco lo
querría producir.
A nuestro juicio el
planteamiento de Krmpotic es completamente erróneo, cuyo error desde nuestra
óptica, parte del mismo momento en que sitúa en un plano de igualdad a la
necesidad vital del sexo (que él denomina necesidad mínima) con la mercancía
que circula con normalidad por el mercado capitalista, que es precisamente lo
que le lleva de forma “natural” a tenerla que relacionar con la producción como
consecuencia lógica, y ello induce a pensar como acertadamente afirma P.A.
Serna Carmona (2013) que “… se abre una puerta a todo discurso capitalista,
donde se le da al consumo un papel protagónico, no sólo en la economía sino
también en las esferas sociales y políticas”, a lo que parece oportuno añadir
por nuestra parte, que queriéndolo o no, de forma voluntaria o involuntaria, en
Krmpotic existe cuando menos una intencionalidad implícita por naturalizar el
modo de producción capitalista desde el siguiente punto de vista: si el ser
humano es algo natural y una de sus necesidades también natural se la aporta el
capitalismo, este puede ser considerado tan natural como el ser humano, lo que
supone ni más ni menos, que una aberración científica y un disparate histórico.
Cualquier intento de
establecer un mínimo de necesidades humanas sin haber establecido previamente
en qué consiste la naturaleza humana no pasa de ser un sin sentido lógico,
porque cualquiera podría establecer arbitrariamente numerosas “necesidades
mínimas” para cualquier individuo sin necesidad de atribuir necesariamente a
tal pretensión malevolencia alguna. Para ello bastará con que no sepa
diferenciar lo que es una necesidad natural de una necesidad no natural que por
la costumbre él ha naturalizado. Por ejemplo, un individuo habituado a la
lectura considerará perfecta y lógicamente como necesidad mínima necesaria para
él el hecho de la lectura, al tiempo que otro individuo a la lectura la puede
considerar también lógica y perfectamente como una absoluta e inútil pérdida de
tiempo. Tampoco parece muy acertada la atribución a las preferencias o gustos personales
del individuo para satisfacer sus necesidades mínimas como hace Krmpotic. Quien
pase hambre involuntariamente parece evidente que no ha dejado de comer por
gusto o preferencia personal.
Krmpotic
confunde o no distingue entre “necesidades mínimas” que son difíciles de
determinar y absolutamente variables respecto de unos individuos a otros, de
unos lugares a otros y de unos tiempos a otros, y necesidades vitales o
naturales que son absolutamente determinables e invariables para cada elemento
de la especie humana en cualquier circunstancia de lugar y tiempo por ser
consustanciales, inseparables, del ser humano.
Trasladar las necesidades
vitales y no las “necesidades mínimas” según Krmpotic al campo de la naturaleza
humana que es al que corresponde, como la alimentación y el sexo, supone
inmediatamente negar radicalmente al individuo la subjetividad, gusto o
preferencia personal como procedimiento para satisfacción de las mismas como
afirma Krmpotic, dado que las leyes de la naturaleza que son las mismas que
actúan sobre el ser humano se cumplen de manera imperativa, objetivamente,
quiéralo así el individuo o no. Las únicas posibilidades que pudieran caer
dentro del libre albedrio, gusto o preferencia personal del individuo respecto
a sus necesidades vitales para satisfacerlas y, dentro siempre de determinados
límites, es la forma de realizar el modo de su satisfacción. Por ejemplo, un
individuo puede elegir entre comer carne cruda o cocinada utilizando las manos
y el desgarramiento con los dientes o bien utilizando cuchillo y tenedor, pero
lo que no puede hacer por mucho que lo desee o sea su gusto personal es comer
noventa y cinco veces al día o, por el contario, dejar de comer más allá del
tiempo que le permita su organismo seguir con vida sin comer. Respecto del sexo
con algunos matices se podría decir lo mismo: puede elegir libre y
voluntariamente la abstención de la realización del acto sexual de forma
absoluta, en cuyo caso sus facultades y potencialidades sexuales quedarían sin
desarrollar por la falta de ejercicio, y en consecuencia, su desarrollo
personal quedaría menguado. Pero lo que tampoco podría hacer por mucho que
fuera su deseo y gusto personal, sería realizar el acto sexual doscientas veces
al día.
Por desarrollo humano
debería entenderse, a nuestro juicio, la plena realización del hombre de todas
las facultades y potencialidades tanto materiales como espirituales que posee,
lo que le llevaría a convertirse en el agente principal e insustituible de todo
tipo de actividad económica, política e ideológica, es decir, autor de su
propio destino, lo que exige la desaparición de todas sus ataduras que limiten
o impidan su desarrollo integral, lo que directamente implica la extinción
previa del modo de producción capitalista que impide el pleno desarrollo
integral humano, puesto que este es considerado por el capitalismo como un
objeto más, una mercancía, con la que tiene que traficar de manera indefectible
para poder incrementar los capitales invertidos. La noción de desarrollo humano
en un mundo humanizado por el trabajo consciente, libre y voluntario, que
posibilite de forma real el desarrollo de todas las facultades y
potencialidades que como tal tiene el sujeto, según la teoría marxista.
Desde la óptica
marxista consideramos que podría darse por refutada radical y categóricamente
la postura de Krmpotic que se viene comentando, al tiempo que sirven como señal
del camino a recorrer para resolver las aparentes paradojas que muy bien señala
P. A. Serna Carmona (2013) entre el reconocimiento teórico prácticamente
reconocido en todas partes en la cuestión del sexo como derecho, y su no
aplicación en la práctica en un gran número de países.
*
[[i]]
Paula Andrea Serna Carmona. La sexualidad y el desarrollo humano:
aproximación para una posible articulación. Revista Cultural del Cuidado.
Vol. 10, nº. 2, diciembre 2013.
[[ii]]
Erich Fromm. Marx y su concepto del hombre. Fondo de Cultura
Económica, págs. 7-8, México, 1962.
[[iii]]
Erich Fromm. Obra citada, pág. 37.
[[iv]]
Erich Fromm. Obra citada, pág. 24.
[[v]]
Nahum Montagud Rubio. Índice de Desarrollo Humano (IDH): qué es y cómo
se calcula. Psicologíaymente.com
[[vi]] https://diegofirmiano.wordpress.com/2013/01/23/el-ataque-de-thorstein-veblen-a-la-cultura/
[[1]] Paula Andrea Serna Carmona. La
sexualidad y el desarrollo humano: aproximación para una posible articulación.
Revista Cultural del Cuidado. Vol. 10, nº. 2, diciembre 2013.
[[1]] Erich Fromm. Marx y su
concepto del hombre. Fondo de Cultura Económica, págs. 7-8, México, 1962.
[[1]] Erich Fromm. Obra citada, pág. 37.
[[1]] Erich Fromm. Obra citada, pág. 24.
[[1]] Nahum Montagud Rubio. Índice
de Desarrollo Humano (IDH): qué es y cómo se calcula. Psicologíaymente.com
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