Información y
desinformación. Independencia y contrapoder
Vientosur
2 ABRIL 2021
Logo de Cuartopoder,
diario digital cerrado el 31/3/2021
La desaparición de Cuartopoder,
uno de los 16 componentes de la Plataforma de Medios Independientes que
preguntó a la ciudadanía sobre la monarquía española, es una cruda metáfora de
la realidad política y económica, y también de los medios de comunicación. El
cierre resalta la pertinencia del debate en torno al binomio independencia
periodística – contrapoder mancomunado. Debate en el que, dado que no soy
experto en comunicación, mi opinión es la de un usuario que pretende discernir
en los mensajes que circulan entre episteme y doxa. O sea,
diferenciar la verdad asociada a los hechos de los que se informa de la
interpretación y opiniones que suscitan.
Parece que resulta
difícil lograrlo con unos medios que durante décadas han silenciado las
fechorías del monarca, convierten en noticia de portada una foto de Díaz Ayuso
en su paseo dominical, exhiben el espantapájaros del bolivarianismo, insultan a
los discrepantes, incurren en calumnias, callan ante el atropello
antidemocrático del parlamento andaluz para poner sordina a las voces díscolas
de 11 parlamentarios de izquierda, azuzan los odios nacionalistas españolistas
contra la ciudadanía catalana, transforman en expertos universales a
tertulianos y “famosos” o confunden al telespectador con el ruido multicolor de
mil imágenes, voceríos y “última hora” del espectáculo permanente. Es una
muestra de cinismo que la mayor parte de medios afirmen que en el Reino de
España se puede ser republicano respetando las leyes, pero ocultan que cambiar
esa Constitución de 1978 exige unos requisitos antidemocráticos prácticamente
insalvables si no media un proceso destituyente de ruptura democrática.
La mayoría de los medios
en simbiosis con las redes sociales y el juego político oligárquico hegemónico
se retroalimentan en bucle vicioso. A una sociedad cuya ciudadanía ha quedado
reducida al papel de espectadora pasiva ante una representación política
autonomizada que acapara la escena, se corresponden unos medios que alimentan
sentimientos frente a las razones y que hablan más de los protagonistas
políticos que de los intereses reales de sus representados. Todo ello se
completa con un eurocentrismo exacerbado que ignora los cambios que se han
producido en un mundo globalizado que ha situado el centro de gravedad mundial
a miles de kilómetros.
Desiderátum
¿Qué me gustaría
encontrar en un medio de comunicación? Que sea útil para discernir el qué, cómo
y dónde ocurrió a la vez que criba con honestidad y veracidad la relevancia de
los hechos objeto de información. Ello puede posibilitar la creación de
vínculos entre los individuos mediante el desarrollo de los hilos de la razón,
el sentido y la memoria, tres ingredientes necesarios, aunque no suficientes,
para la emancipación humana. En la sociedad de clases, patriarcal, ecocida y
desigual bajo el dictado del mercado y la ley de la ganancia privada, los
medios de comunicación si quieren estar al servicio de la mayoría social no
pueden perder la capacidad de indagación, asombro e indignación para poner en
evidencia las lógicas del poder. Lo que exige de una profesionalidad basada en
la independencia, la constancia y la suficiencia ajenas a la superficialidad,
la irresponsabilidad y la venta al mejor postor.
Los medios no pueden ser
cautivos de sus propietarios ni en la actual sociedad ni en una futura de
mujeres y hombres libres e iguales. Desde hace décadas en diversos ámbitos han
surgido propuestas muy interesantes como la que en 2008 Mediapart y Reporteros
sin fronteras formularon en el “Llamamiento desde la colina” por una prensa
libre e independiente. La lógica de todas ellas es diseminar el poder en los
medios de comunicación, evitar la concentración, mancomunar esfuerzos, dar voz
y voto a profesionales y usuarios, favorecer el pluralismo, conjurar el miedo
al Leviatán estatal y su burocracia, pero también al del auténtico poder, el
del capital.
Precisamente ahora que
se cumple el 150 aniversario de la Comuna de Paris, cabe señalar la importancia
de la existencia de una prensa pluralista y libre de ataduras. Durante los 72
días que duró el primer gobierno en manos de la mayoría popular, las medidas
sociales y democráticas fueron acompañadas, como no podía ser de otra manera,
de lo que se denominó la política de “información instantánea”. Surgieron 70
periódicos y revistas, proliferaron los murailles y affiches escritos por quien
tuviera algo que decir, aún con faltas de ortografía, experiencia que Rimbaud
celebró y que en opinión de Kristin Ross permitió el surgimiento de un nuevo
espacio social 1/. Efectivamente, entonces y hoy, los medios de
comunicación juegan un papel esencial en nuestra comprensión de la realidad y
en la configuración de la esfera pública.
Para Alexis de
Tocqueville la prensa era un garante de la protección de la libertad; aún más,
era el sostén de la civilización. Si la prensa libre es un indicador y una
condición para la existencia de una sociedad democrática ¿de quién debe
protegernos? El jurista francés afirmó que de la centralización y la burocracia
gubernamental y por ello debía estar en manos de la sociedad. Sí, pero la cosa
era y es algo más complicada ya que la sociedad civil no es un todo homogéneo y
una minoría determina la voluntad estatal. No es Marx ni Bakunin, sino Adam
Smith quien escribió “el estado civil, en cuanto instituido para asegurar la
propiedad, se estableció realmente para defender al rico del pobre” 2/.
Al servicio de su
majestad
Ello nos remite a una
pregunta central: ¿a quién sirven los medios de comunicación? Tanto sean de
propiedad privada como pública en las actuales condiciones, están al albur de
intereses minoritarios. No es que los medios de comunicación en nuestro país
sean monárquicos, es que la monarquía asegura mejor que otras fórmulas los
intereses que defienden. Cabe señalar que José María Aznar (ayudado por sus
secuaces) fue un estratega muy útil para los intereses del capital
inmobiliario, financiero y eclesiástico usando dinero público y el BOE a favor
de medios de comunicación afines al frente de los cuales se situaron
“periodistas” de dudosa catadura ética.
Pero el alcance de la
pregunta va más allá de los confines de la derecha neoliberal posfranquista
pues mayoritariamente los medios de comunicación, salvando ejemplares
excepciones, juegan un papel en la difusión de los mitos ideológicos del
neoliberalismo. Prueba de ello en nuestro país fue la acrítica aceptación de
los postulados del Pacto de Estabilidad y Crecimiento o la filosofía, poquedad
y tipo de reparto previsto de los Fondos Europeos “Next Generation”. Además,
esos mismos medios se encargan de seleccionar y reclutar el personal político
afín y funcional a esos mitos. Construyen y destruyen portavocías políticas o
sociales frente a la voluntad de los restos de liquidación de las
organizaciones populares o de los partidos políticos. Díaz Ayuso es un caso
emblemático por más que cueste creerlo.
Con ello los medios de
comunicación de masas más importantes contribuyen a la banalización de la cosa
pública y a hacer realidad el temor de Hannah Arendt en su ¿Was ist
Politik? respecto a la desaparición de la política por la vía de su falta
de significado. El trumpismo periodístico, muy presente en nuestro país, es un
activo agente de ese movimiento. Y, lo que es más grave, esos medios acaban
jugando el papel de Herr Vogt señalado por Marx en la Contribución a la
crítica de la economía política, el de pseudo demócratas al servicio de
intereses espurios, ocultados e inconfesables.
Manolo Garí. Economista.
Forma parte del Patronato y del Consejo de Redacción de viento sur.
Notas
1/ Ross, Kristin. El
surgimiento del espacio social. Rimbaud y la Comuna de Paris. Akal, 2018.
2/ Smith, Adam. La
riqueza de las naciones. (Libro 5, Cap. 1, parte2). Fondo de Cultura Económica,
México 1982.
*++