Migración, ¿de
qué hablamos?
Nueva conquista de África y “crisis migratoria” en Europa
2/3
Pietro Basso
Rebelion
07.08.2018
En Europa (en las altas esferas)
Mientras que en África la presión migratoria alcanza máximos, en Europa
estamos en el punto más alto de la hostilidad de los Estados, de las
administraciones públicas y las privadas hacia las personas refugiadas y
migrantes que llegan de África. ¡Estamos ante una invasión de gente
africana! ¡Debemos pararles en África!. El eslogan del jefe más importante
de la Liga13/,
Matteo Salvini, convertido en ministro del Interior en Italia, tiene un fuerte
eco en Europa del Este, en Austria, pero también en los países cuyos gobierno
se desmarcan de su violencia verbal.
Es, a fin de cuentas, la materialización del efecto bola de nieve. En
efecto, el ascenso de los discursos públicos contra las personas inmigrantes es
algo que viene de hace decenios en Europa. Ya al comienzo de los años 1970 el
FN (Frente Nacional) de Jean-Marie Le Pen lanzó hábilmente la consigna de “Alto
a la inmigración salvaje”. Luego, en los años 1980 y 1990, las temáticas
viscosas del racismo diferencialista 14/ fueron apareciendo, lenta
pero inexorablemente. Primero en las universidades, de ahí un poco a todas
partes, anticipando y legitimando las prácticas estigmatizantes y
discriminatorias en boga actualmente. En el umbral del nuevo siglo, la guerra
sin fin contra el terrorismo, que estalló tras los atentados del 11 de
septiembre de 2001 en Nueva York, tomó la forma de una cruzada obsesiva contra
las poblaciones de orígenes islámicos en Europa. Lo que no es
extraño, entre otras cosas, a la masacre de Oslo, el 22 de julio de 2011,
perpetrado por el autodenominado fundamentalista ario-cristiano Anders Behring
Breivik. A partir de ahí y más allá de las declaraciones de fachada, el racismo
institucional contra las personas migrantes, hecho de leyes, circulares,
prácticas discriminatorias y controles, se ha exacerbado. Y las fuerzas de la
nueva derecha, que han sido sus promotoras, ha abandonado progresivamente su
posición minoritaria, incluso residual, llegando incluso al gobierno en
Noruega, Hungría, Polonia, Austria y, últimamente, Italia. Han rozado este
objetivo en Francia y han logrado poner en el centro de los debates públicos de
Reino Unido, Alemania y Países Bajos, la necesidad de una política agresiva y
restrictiva hacia las personas migrantes.
Como ha subrayado Liz Fekete, en su obra Europe´s Fault Lines:
Racism and the Rise of the Right (ediciones Verso, 2018), esta marcha
triunfal de las derechas europeas xenófobas y racistas ha sido facilitada, de
formas diversas, por los aparatos represivos públicos y privados y por el
sistema de medios de comunicación social en manos del gran capital. La
complicidad entre las fuerzas que se jactan de ser anti sistema y
los círculos capitalistas más poderosos no tiene nada de sorprendente, si nos
referimos a las fuerzas particulares que, localmente, apoyaron y facilitaron la
ascensión del nazi-fascismo en los años 1920 y 1930 del siglo pasado.
Lo mismo ocurre con el efecto bola de nieve mencionado más arriba; si
explica ciertas cosas, no podría constituir la respuesta a una pregunta de gran
importancia: ¿cuáles son las razones de fondo de la irresistible agravación de
las medidas tomadas, tanto en Italia como en toda la Unión Europea, contra las
personas migrantes provenientes del continente africano? Y esto tres años
después de la apertura de las fronteras alemanas a más de un millón de personas
refugiadas y demandantes de asilo (además) sirias.
La primera de estas razones reside en el hecho de que existe ya, en Europa,
un un ejército de reserva pletórico 15/,
que quita toda necesidad de llegada masiva de personas inmigrantes
contrariamente a lo que ocurría en los años 1990 y durante el primer decenio de
este siglo. En efecto, desde hace una decena de años, la Unión Europea realiza
una tasa de acumulación del capital muy reducida en relación a sus principales
competidores (China y Estados Unidos). A golpe de contrarreformas del mercado
de trabajo, la UE ha creado un vasto contingente de trabajadores y trabajadoras
ultraprecarios y subremunerados, inmigrantes y autóctonos, de quienes las
empresas pueden servirse a su guisa.
La segunda razón es que la inmigración actual proveniente del África negra,
a diferencia de la de los decenios pasados, está constituida en su mayor parte
de una fuerza de trabajo poco escolarizada, como ha declarado explícitamente
Manfred Weber, jefe del grupo del Partido Popular europeo en el Parlamento
europeo de Estrasburgo: “Las y los migrantes africanos no tienen las
competencias profesionales necesarias para países como Alemania y los Países
Bajos; su formación sería demasiado onerosa para Europa”. Mientras que, para
países como Italia o España, pueden servir en el campo y las actividades de
peón, a 2-3 euros la hora, pero en menor medida que en el pasado reciente.
La tercera razón, y la más fundamental, es que la pretendida invasión de
personas africanas constituye un excelente pretexto para militarizar el
Mediterráneo (¡Fuera las ONG! Solo deben estar las embarcaciones
militares). Siendo el objetivo dejar la vía libre al secretario de la OTAN,
Jens Stoltenberg, dispuesto a reforzar las patrullas en al área mediterránea,
dispuesto a enviar tropas a Libia y otras partes, a crear una red de campos de
concentración en Libia, Níger, Malí, etc., destinada a detener a las personas
migrantes y a filtrar a las “verdaderas” personas que requieren asilo, a
instalar en África del Norte (luego cada vez más lejos…) contingentes militares
italianos, europeos, de la OTAN, lo que permitiría llegado el caso estar
presente de forma más sólida en el terreno africano frente sus competidores
chinos y otros.
Pero estoy convencido de que, en las altas esferas de la UE, se desarrolla
una reflexión paralela desde hace años, sobre otro aspecto de la cuestión. En
primer lugar sobre Egipto y Túnez alrededor de 2011-12 y luego, del Norte al
Sur y del Este al Oeste, sobre África del Sur, Tchad, Liberia, Mozambique,
Marruecos, Lesotho, Etiopía, Tanzania, Argelia, Burundi, Zimbabwe16/,
donde se han desarrollado intensas luchas económicas y políticas de la clase
obrera y de los y las explotadas. Capitalistas y gobernantes europeos que, en
el momento actual, gozan de una cierta paz social, no desean de forma alguna
importar gente peligrosa; en Italia, son justamente las y los
proletarios árabes y subsaharianos quienes ha animado con fuerza las luchas en
el sector logístico. Que se queden allá abajo, desencadenando sus
espíritus contra el efecto deprimente del paro y de las angustias de la
economía informal. Esto permitirá incluso hacer bajar el valor de la fuerza de
trabajo africana, que las y los usureros de la globalización juzgan
excesivamente elevada, en la medida en que su papel es compensar la
ineficiencia de las estructuras y de las infraestructuras públicas 17/.
En Europa (entre la gente asalariada)
Tanto en Italia como en Europa, este virulento racismo institucional, en
particular los temas planteados por las derechas más agresivas (en Italia la
Liga y CasaPound 18/ la gente
trabajadora. Lo que da toda libertad al gobierno Liga&Cinco Estrellas 19/para realizar un cambio total de la
relación causa-efecto: poner en práctica políticas de Estado contra las
personas migrantes africanas dictadas, como hemos visto, por intereses
puramente capitalistas y neocoloniales, que propulsan la difusión del racismo
popular, significa ponerles en primer plano como si fueran una política de
defensa de los autóctonos, de todas las personas autóctonas
(las italianas en primer lugar, las austríacas primero, etc.), en particular de
las más desfavorecidas, como si esas políticas emanaran de las capas populares.
Cuarenta años de políticas de Estado antiobreras y de ofensivas
capitalistas en los centros de trabajo explican la influencia creciente de los
temas racistas. Cuatro decenios que han hecho estallar la precariedad, el paro,
la intensificación del trabajo, la corrosión de las redes colectivas por los
procesos de automatización, decenios de marginación de las personas más
desfavorecidas y de difusión de las drogas, etc. Fenómenos que se explican
igualmente por el hundimiento subsiguiente de la conflictividad obrera y
proletaria, por la progresiva descomposición física e ideológica de las
estructuras del antiguo movimiento obrero. Estar cautivo de una situación así y
activar importantes sectores de las capas medias, de las y los obreros y
proletarios alrededor de una propaganda antiinmigrantes ha sido -cuando había
un vacío de luchas sociales, repito- una cosa relativamente simple. Poco a poco
las y los migrantes de los países del Este (rumanos, albaneses, así como los
famosos fontaneros polacos), luego los de los países árabes y de culturas
islámicas, candidatos en masa al “terrorismo yihadista”, los gitanos, los
chinos, los demandantes de asilo “abusadores” por definición, las y los
africanos de los países subsaharianos que amenazan con “invadirnos” como los
bárbaros de antaño, etc., se han convertido primero en chivos expiatorios y
luego en las principales causas del desconcierto social. Son discursos que se
fundan ciertamente en falsificaciones en cuanto a la situación realmente
existente. Pero se fundan también en realidades indiscutibles, como la
utilización de la mano de obra inmigrada para reducir los salarios y limitar
los derechos de las personas asalariadas, en ausencia de luchas sociales y de
organizaciones adecuadas. O bien, como es el caso, en la integración de una
(muy pequeña) franja de personas migrantes, además ilegales, en las actividades
de la criminalidad organizada, ante todo en el trapicheo de drogas.
Los sectores más sutiles de la derecha racista combinan esta propaganda con
la denuncia de las altas esferas de la UE y de los potentados de la
mundialización, a quienes acusan de instrumentalizar a las personas migrantes
contra las autóctonas a fin de ahogar las identidades nacionales y de
deteriorar las condiciones de existencia, prefiriendo dedicarse a las
actividades especulativas más que a las productivas. En los dos casos el
enemigo es el extranjero, el del interior y el del exterior, según
el experimentado método que remonta al Mein Kampf, de Hitler. En
efecto, en ese texto el extranjero es el judío y tiene dos rostros: de una
parte, el proletario internacionalista y marxista, de otra, el financiero
cosmopolita, imágenes sociales totalmente antitéticas, pero unificadas por la
venenosa propaganda nazi de la pertenencia racial. El éxito actual de la Lega
en Italia no es extraño al uso de este tipo de retórica difundida a muy amplia
escala por los últimos medios de comunicación de masas. Por ejemplo, la página
Facebook de su dirigente Matteo Salvini tiene más de 2.800.000 followers…
El progresivo ascenso del discurso público antiinmigrantes, de su puesta en
marcha promovida por la antigua derecha así como por gobiernos de
centro-izquierda, así como de las fuerzas que han lanzado/promovido el nuevo
curso político europeo cada vez más explícitamente racista, ha permitido
proclamar alto y fuerte un mensaje recurrente que unifica hoy a los Estados y
los gobiernos europeos: ¡Alto a la inmigración!.
Ascensión acompañada por el cierre de las fronteras europeas contra la tan
temida invasión de África, devolución de las embarcaciones en el Mediterráneo,
refuerzo de la policía de fronteras Frontex, edificación de una cadena de
campos en África del Norte, además de los macabros centros actualmente en pie,
y de muros para cerrar el camino a las hordas de inmigrantes, tras haber
cerrado el acceso por Turquía de acuerdo con Recep Tayyip Erdogan. Sobre esta
base el gobierno Liga&Cinco Estrellas ha desencadenado una querella europea
sobre la necesidad imperativa de repartir las personas migrantes que logran a
pesar de todo pisar el suelo europeo. Declaraciones inmediatamente contestadas
por el ministro del interior alemán Horst Seehofer, que ha hecho una declaración
de acentos apocalípticos: economía, sociedad, identidad, historia nacional de
Alemania van a hundirse si Italia y Grecia no retoman [según el Reglamento de
Dublín] los 63.691 refugiados actualmente en su país pero entrados por la
puerta de otro país. Sin hablar de los Viktor Orban (Hungría), Mateusz
Morawiecki (Polonia), Sebastián Kurz (Austria) y demás campeones de las nuevas
depuraciones étnicas. La situación europea se ha vuelto tan grave que el nuevo
primer ministro español, Pedro Sánchez, podría parecer un héroe humanitario por
sencillamente haber autorizado al navío Aquarius, vergonzosamente rechazado por
Italia, a amarrar en Sevilla. Muy evidentemente solo tras haber obtenido las
garantías necesarias sobre el reparto de sus 629 pasajeros y pasajeras
demandantes de asilo (¡que han sido repartidos y repartidas entre 9 países!).
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario