Cataluña
y nuestro particular “Estado de derecho”
(I)
Antonio
Maira /Analista político y Capitán de Fragata, jubilado, de la Armada
20-11-2017
Cataluña: la revolución, paso a paso
Hace unos días leí una frase de Lenin
dirigiéndose a los bolcheviques que más o menos decía: "cuando los
procesos son vertiginosos no podemos intentar conducirlos, pero tampoco podemos
permitir que nos dejen atrás".
Según yo lo entiendo eso quiere decir, más
o menos, que en las urgencias la respuesta es una cuestión
estratégica, no táctica. O, en todo caso, ambas cosas a la vez. Saber hacia
dónde ir pero no dejarse arrastrar. Y menos por el enemigo. Un paso
adelante y dos atrás.
Creo recordar que la frase fue pronunciada
entre la revolución de Febrero y la Revolución de Octubre de 1917. Si mi
memoria es fiel entre esos meses en los que Lenin escribió una de sus
aportaciones principales al marxismo, la teoría del imperialismo: “El imperialismo,
fase superior del capitalismo”. De máxima actualidad, por cierto.
Eso mismo –fijar un objetivo estratégico y
adaptar la táctica a los movimientos del enemigo-, están haciendo los
catalanes. Es decir: el Parlamento elegido democráticamente, su Presidente y
sus Consejeros. También los partidos que habían incluido entre sus objetivos
electorales promover la independencia de Cataluña. Por ejemplo, las CUT.
Todos ellos han cumplido escrupulosamente
los mandatos populares para los que han sido elegidos. También han seguido,
evidentemente, una “hoja de ruta”, con la presencia y el apoyo de las
organizaciones sociales, Ómnium y ANC y -enormemente decisivo para comenzar-,
los estudiantes más combativos, las organizaciones sindicales independientes y
una parte muy mayoritaria de la población catalana. La que han señalado las
urnas.
Sin embargo, los y las obreras jóvenes,
caracterizados por la precariedad laboral absoluta, por el paro creciente y en
buena parte por una cualificación profesional sin lugar en el mercado laboral,
se han adaptado al apoyo familiar y a la precariedad subvencionada, y no se han
incorporado, con decisión, a la lucha de clases. Lo mismo ha ocurrido con los y
las jóvenes estudiantes, en gran parte clase obrera desempleada del mañana
inmediato, desarmada por el discurso político de Podemos que siempre ha
escapado, “como alma que huye del diablo”, de toda referencia a la lucha de
clases.
En el entorno del artículo 155: El
prefascismo de Rajoy y el fascismo urgente de Albert Rivera
El Gobierno español se ha aferrado también
a su “hoja de ruta” en la convicción de que contaba con los elementos
necesarios para someter a Cataluña o a cualquier movimiento de rebeldía: en el
presente, durante todo el período del process y, sobre todo,
en el futuro.
Ese futuro viene marcado por el 21 de
diciembre y también, a medio/corto plazo, por el establecimiento de una
República Popular y la caída de la Monarquía autoritaria y muy armada.
Rajoy y su Gobierno prefascista, maestro
en operaciones propagandísticas y sicológicas, lanzó un reto –político,
represivo y económico-, y un doble lazo para ganar la primera parte de la gran
partida que se estaba produciendo en Cataluña y en el resto del Estado.
El escenario inmediato de Rajoy era el
catalán pero el escenario estratégico era y sigue siendo, sin duda, la defensa
del Estado español y de su monarquía Borbónica en Cataluña, en el Estado, y en
el exterior.
Su referencia publicitaria y legal era, en
los tres frentes, la defensa del tan publicitado “Estado de derecho”
o, lo que es lo mismo, la defensa cerrada de la Constitución. Esta era, en
todos los frentes, su tabla de salvación y la de todos los otros partidos del
llamado “frente constitucional”.
No tenía otra. Pero la tabla, dada la nula
capacidad e interés del PSOE por la defensa del pueblo, y su intolerancia ante
cualquier cambio constitucional; y la posición irrelevante y fuertemente
electoralista de Podemos que jugaba al mismo tiempo contra el pueblo catalán, y
contra su historia (la DUI); y a favor del “Estado de derecho” y contra
su enorme maquinaria represiva, resultó tan fuerte como sigue siendo -de
momento- el Pacto Constitucional de la Transición.
Todo ello da, todavía para muchísimo
juego, la mayor parte electoralista o simulado. El PSOE, animado por el PP con
el cebo de un inmediato cambio constitucional ya ha recibido su primer varapalo
formal. Podemos está sufriendo una enorme división interna y Ada Colau ha
tenido que romper su pacto con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona. Su
interpretación de los hechos es que Barcelona permite cualquier cosa y que
“tanto monta, monta tanto”.
El frente internacional
Rajoy pensaba actuar primero para desarmar
a Cataluña en los dos escenarios externos: el estatal y el internacional.
En el frente internacional, Rajoy, pese a
las salvajes imágenes represivas del 1 de octubre, y al recurso legislativo y
judicial del artículo 155 consideró que los dos frentes le eran muy propicios.
En primer lugar hizo su primera visita a
Donald Trump, presidente de los EE.UU., sin duda para explicarle el alcance de
la “algarada catalana”, su capacidad de contagio y la desestabilización europea
que traería consigo.
Trump, sin dar la menor importancia a su
anfitrión, y la menor muestra de interés por conocer la situación de Cataluña,
le manifestó, con evidente desgana, el apoyo de Washington a las medidas
tomadas o por tomar. Es obvio que a Trump los golpes de porra e incluso los
tiros de disuasión le traen sin cuidado.
La segunda respuesta a la petición de
auxilio del Presidente del Gobierno para lanzar al escenario político heredado
del franquismo -y presentado por los partidos del “arco constitucional” como “Estado
de derecho”-, fue la complicidad expresa del Rey Borbón, Felipe VI, en su
discurso de la entrega de los premios Princesa de Asturias. La Constitución tenía
que ser la gran estrella; el “Estado de derecho”, de origen franquista,
su única manifestación.
Los Premios Princesa de Asturias
La presencia de Rajoy en ese acto,
frecuentemente muy formal, sirvió para “constitucionalizar” el discurso del
Rey, y el de éste para “legitimar” la intervención e interpretación dictatorial
del Presidente del Gobierno.
En aquella sopa de legitimidades y
discursos compartidos se metieron las tres máximas autoridades de la Unión
Europea, El Presidente del Parlamento Europeo, El Presidente del Consejo y el
Presidente de la Comisión.
Entre los tres llevaron aquél asombroso ¡y
punto! al discurso integral Felipe VI-Rajoy que había perdido todo rastro de
moderación e imparcialidad de la sagrada “Corona de todos” y su no menos
inviolable portador.
Por allí circulaba, casi sin asiento y sin
cámaras, el presidente de la Comunidad Asturiana, dispuesto a que sus gaiteros
cerrasen el hermoso evento con su Asturias Patria Querida. Lo mejor
que puede decirse de lo sucedido en aquél gran escenario del Teatro Campoamor
es que todos iban a sus negocios:
-Felipe VI a conservar la corona ante una
fatídica y premonitora República Catalana;
-Rajoy a mejorar su ranking electoral
y a legitimar su artículo 155 ante los máximos representantes de la Unión
Europea.
-Estos últimos próceres a plantear que la
única opción posible en Europa es: “liberalismo salvaje o fascismo” y a negar
la viabilidad de cualquier revuelta de los pueblos que les estropearía el gran
negocio.
-Los actores menores también tenían su
“papel”: el fascista Albert Rivera el de primer animador de la represión en
Cataluña y el Presidente de Asturias Javier Fernández.
Ambos representaban el apoyo de CIU y de
las dos ramas del PSOE a la aplicación de las medidas represivas del artículo
155.
Un reto y un doble lazo
Rajoy sabía que en el escenario estatal
–pero no así en Cataluña- la demostración de fuerza y la aplicación de medidas
extremas de autoridad, le permitía, por el momento aunar en su entorno a una
parte considerable de un pueblo despolitizado que, por el momento, parece haber
asumido la cultura de la indiferencia política, la desconfianza en los cambios
y las propuestas revolucionarias ante la crisis; y del clientelismo salvador
que incorpora a los ciudadanos a los circuitos del poder y, en definitiva, a la
corrupción reinante.
El reto de Rajoy a la República Catalana
tuvo cuatro brazos principales: político, represivo, económico y mediático-, y
un doble lazo para ganar la primera parte de la gran partida que se estaba
produciendo en Cataluña y en el resto del Estado.
Para el doble lazo contaba con atrapar,
con uno de ellos al PSOE y al PC, en su posición obligadamente constitucionalista;
lo cual resultó un éxito absoluto en el primer caso y parcial en el segundo.
Con el segundo lazo el Gobierno de Rajoy
cazó a Ciudadanos atribuyéndole el doble papel en el que se mueve como pez en
el agua: aparecer como el joven y desprejuiciado fascismo -catalán y estatal-,
en su deseado papel de guapo y urgente incitador del estado de
excepción en Cataluña.
Con CIU en ese papel de comparsa el propio
PP organizaba las armas más pesadas y la organización institucional más
conveniente. Con ello el PP, desarmaba, además, a Ciudadanos en su promesa
electoral de controlar los desmanes de corrupción del Partido Popular que caen,
como granizo de gran calibre, por todas partes.
El reto iba dirigido a los partidos
“constitucionalistas” de izquierda. En este momento el PP ha anunciado ya que
la reforma Constitucional va a reducirse a cuestiones formales. Con ello,
simulaciones e hipocresías aparte, ha reforzado a la monarquía, al Régimen del
78 y a su pacto bipartidista con el PSOE. En este caso la simulación le
corresponde al PSOE estatal y la aparente indignación al PSC.
Podemos y sus variadas confluencias en Cataluña
con Ada Colau de cabeza de puente –nacionalista, pero no independentista -en su
papel fundamental como alcaldesa de Barcelona-, ha sido particularmente
ambiguo. con su pacto con el PSOE y con su estrategia a medio camino entre la
DUI y la puesta en marcha de la “represión a la carta” (Carta Magna,
deberíamos decir) del artículo 155.
Sus últimos movimientos para salirse del
territorio de nadie la llevarán (a Colau) probablemente, al desconcierto de sus
votantes, a la ruptura más abierta de Podemos en Cataluña, a la dificultad de
gobernar Barcelona y a su pérdida de poder político a nivel catalán y estatal.
La “hoja de ruta”, la República
catalana y el Artículo 155
El Gobern ha seguido de una manera muy
inteligente, aunque no sin dificultades (adaptando sus acciones a las
resoluciones legales y represivas del Gobierno de Rajoy, incluidas la ocupación
policial y militar -esta última en grado de alistamiento y amenaza-), el inicio
de los procesos judiciales, el encarcelamiento del Vicepresidente y varios
consejeros, el de los dirigentes de Ómnium Cultural y de la ANC, el exilio y la
orden de captura del Presidente Puigdemont y de otros Consejeros exiliados a
Bélgica sede de las instituciones de la Unión Europea.
El Gobern ha conseguido colocar la agenda
catalana en Europa y darle la vuelta al cierre europeo que habían decretado el
Rey, Rajoy y el PSOE.
El Gobierno de Rajoy se reserva grandes
bazas, una de ellas es el procesamiento –por el Tribunal Supremo o por la
Audiencia Nacional- de todas aquellas personas de las que se pueda demostrar su
apoyo a la declaración de independencia de Cataluña especialmente los
enseñantes responsables de la colocación de las urnas el 1 de Octubre, los
miembros de la Policía Autónómica que no protegieron al jefe del dispositivo
judicial y a varios cientos o miles de personas, entre ellos los alcaldes que
apoyaron, vara en mano, al Presidente Puigdemont y a sus Consejeros.
El tema básico es, a mi juicio y estos
momentos, la aplicación de un estado de excepción -más que camuflado,
desenmascarado- en Cataluña, fácilmente extensible al resto del país. Como para
echarse a temblar o tirarse al monte.
En ese caso la aplicación de las medidas
represivas abiertas como las que establece el artículo 155 sería sin
limitaciones ni simulaciones, y con el aplauso general de todos los partidos
del ámbito constitucional y de los que se queden a mitad de camino. No hay
espacio político entre una represión absoluta, ampliable y proyectable en el
tiempo, el artículo 155 a todo trapo, como acaba de anunciar el Gobierno: “si
ganan la mayoría parlamentaria los independentistas y realizan cualquier acto
que la promueva”, según palabras del Ministro de Justicia del Estado español y
Consejero de Justicia para la Generalitat de Cataluña, Rafael Catalá Polo. No
hay ninguna barricada contra la represión, que utilizará a las Fuerzas armadas
si hace falta, tal como afirmó, la Ministra de Defensa, María Dolores de
Cospedal, pese al olvido de los medios que han hecho desaparecer esa imagen tan
significativa de sus archivo de vídeos (la famosísima hemeroteca).
El
Gobierno de Cataluña, los partidos que promovieron la República Catalana, y
aproximaron la nuestra, han perdido su primera batalla, aunque han reconocido
que no previeron la enorme dureza de Rajoy y actuaron con ingenuidad.
Han derribado sus barricadas, han
corregido su desconcierto y han vuelto a empezar.
“Un paso adelante y dos atrás”.
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