"recuperemos el concepto Estado de bienestar tal y como lo concebía Polanyi"
Sobre la huelga del 29S aún queda mucho por escribir. A cuanto ya he dicho, permítanme añadir unos apuntes más sobre el reto europeo, la ofensiva derechista, la reforma social, el adiós a la Bandera Roja, y los antisociedad.
El reto europeo: Hacer de la CES (Confederación Europea de Sindicatos) un verdadero sindicato europeo es prioridad principal. No basta con enviar a la CES sindicalistas más o menos brillantes, necesitamos que tengan liderazgo europeo y ese liderazgo ha de construirse con la ayuda de todos y superando las distancias mentales entre el sindicalismo del norte y el del sur de Europa.
Para hacer frente a este mundo-gran-casino-financiero, debemos huir de los nacionalismos e internacionalismos extremos; ni el marco nacional es la solución, ni el marco mundial es hoy posible: comencemos construyendo un espacio sindical europeo con suficiente peso específico en el mundo: ¡Eso sí es posible!
No hace tantos años que Europa era nuestro espejo. Antes significaba la salida del franquismo; después, entrar en la Europa política fue el hito principal de la consolidación democrática de España. Quizá por eso los españoles somos los más europeístas, como demostramos en el referéndum sobre la Constitución europea. Pero las cosas no van como querríamos: el no francés e irlandés al Tratado; las medidas sobre inmigración; la abortada propuesta de jornada laboral de 65 horas; el descontrol financiero,... y podríamos seguir. ¡Demostremos con hechos nuestro europeísmo social! ¡Hagamos de la CES la herramienta que necesitamos los trabajadores europeos! Hoy, 100.000 personas han desfilado por Bruselas respondiendo a su llamamiento (en España, 100.000 manifestantes suelen contabilizarse como dos millones).
En este orden de cosas, subrayar que ha sido un paso importantísimo la fundación de la CSM (Confederación Sindical Mundial), hace ahora tres años en Viena, como consecuencia de la disolución de las dos viejas internacionales del sindicalismo: la CIOSL (socialdemócrata) y la CMT (socialcristiana), que optaron por el futuro en vez de continuar mirando al pasado.
La ofensiva derechista: Lo que comenzó con un: “Estamos contra la huelga, pero ZP se la merece”, ha terminado con una auténtica ofensiva antisindical de la derecha, que, de fracasar la huelga, se hubiera convertido en un intento en toda regla de linchamiento de los sindicatos.
Nunca en España había habido un tal posicionamiento, ni siquiera cuando se produjo la Huelga general contra el gobierno del presidente Aznar. La lideresa Esperanza Aguirre, que preside la Comunidad de Madrid, ha encabezado la carga haciéndonos ver que, de llegar a gobernar los suyos (Partido Popular), podría abrirse una etapa como la que protagonizó Margaret Thatcher en el Reino Unido.
Como complemento a lo dicho, sépase que las derechas nacionalistas (PP, CiU y PNV) aún es hora de que nos digan cuales son sus propuestas para salir de esta crisis internacional, por lo que pierde validez su crítica a las propuestas de ZP.
La reforma social: Continúo sosteniendo como cuestión principal la seguridad del trabajador; del ciudadano.
En España, la patronal, sus ideólogos y la prensa afín están procurando hacer calar la idea de que todo se centra en abaratar el despido, lo cual es un error. La cuestión de fondo es cómo hacer que las reformas no mengüen la seguridad del trabajador en el universo social.
Como he apuntado otras veces, recuperemos el concepto Estado de bienestar tal y como lo concebía Polanyi, y que podríamos definir como la circunferencia que marca los límites, que la sociedad se ha trazado a si misma, para delimitar lo que está dispuesta a aportar colectivamente para garantizar la seguridad de todos.
El concepto es importante: no se trata de ayudar al débil, sino de ayudarnos todos a todos para vivir seguros colectiva e individualmente, lo que traducido a moneda corriente significa: universalización de la educación, nutrición, sanidad, seguridad, acabar con la pobreza infantil, etc.
Hemos de rebatir la idea según la cual el Estado de bienestar es un despilfarro para ayudar a vagos e inútiles. Argumentos para refutarla los hay, basta recordar los trabajos del profesor Esping-Andersen, donde se demuestra, empíricamente, que en EE.UU., con su sistema sanitario privado, se gasta más dinero por habitante que en Suecia, pero se atiende a muchos menos ciudadanos: más PIB (capital privado + público) y menos porcentaje de población asistida. No hace falta aclarar que en la diferencia está el negocio.
En España, la argumentación sobre la necesidad que sostiene la patronal (y también el gobierno) de flexibilizar el mercado laboral, rebajar pensiones y cambiar el sistema sanitario es una muestra de cómo no debe llevarse el debate sobre la puesta al día del Estado de bienestar. No podemos excluir una parte del todo, puesto que el Estado de bienestar es un sistema de vasos comunicantes en el cual, si uno se rompe, todo el líquido se derrama por el suelo. Y el todo es el mantener la seguridad colectiva social.
Cojamos los ejemplos que ya expuso en esta revista José María Zufiaur. El primero sobre el sistema de pensiones. Un par de datos pueden contribuir a relativizar las comparaciones de la patronal respecto otros países europeos. El primero: en algunos de los países europeos el gasto en pensiones representa el 13% del PIB (Francia, Holanda o Alemania), el 14% (Austria), o cerca del 15% (Italia) y en torno al 12%, por término medio, en el conjunto de la UE. En España, en cambio, no llega al 9%. Hace falta preguntarse, a la luz de estos datos, si la insostenibilidad sistémica que nos anuncian para el año 2050 consistiría, por lo tanto, a llegar a un porcentaje de gasto en nuestro sistema de pensiones que seria algo superior al que ahora (cuarenta años antes del 2050) ya destinan otros países de nuestro entorno.
El segundo ejemplo. Es igualmente relevante tener en cuenta que el gasto público total en España es inferior al 39% del PIB mientras que en Suecia, por ejemplo, es superior al 52%. Y en la Europa-15 es del 46%. Probablemente podríamos reflexionar mejor sobre las medidas de sostenibilidad y reforma del sistema de pensiones si incorporamos todos los datos del problema.
Para colmo, se nos presenta la Seguridad Social como si fuera una compañía de seguros y no un sistema de reparto y solidaridad: se insiste en la contributividad pura. En realidad, sólo en 8 de los 27 países de la UE se financian exclusivamente las pensiones mediante cotizaciones.
Igual pasa con la flexibilización del despido. Nuestra patronal podría partir del modelo danés, país gobernado por la derecha, dónde la flexibilidad laboral es sinónimo de seguridad social.
La flexiseguridad danesa, es mucho más elástica en el despido individual; implica un reforzamiento del poder sindical, que alcanza niveles de afiliación superiores al 80%; los despidos colectivos tienen más garantías en términos de procedimientos, preavisos, causas de rescisión de los contratos; conlleva un gasto público en políticas activas, para favorecer la recolocación de los parados, equivalente al 5% del PIB; asegura prestaciones por desempleo a los parados durante 4 años equivalentes al 90% de lo que cobraban en activo; y acarrea niveles impositivos muy superiores a los españoles para poder mantener este tipo de políticas.
Con puntos de partida como los descritos, no creo que el pacto social resultara imposible.
Catalunya: Bandera Roja, adiós: Como todo lo importante, la clase trabajadora también tiene su iconografía. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, la componía la gorra, que todo obrero llevaba cuando iba a la fábrica; y si se trataba de la clase trabajadora concienciada y militante, había que añadir la Bandera Roja de las cuatro Internacionales. También el Mayo del 68 tuvo su premonición simbólica: un año antes, en Galeries Lafayette y la hoy difunta Samaritaine, las jóvenes parisinas compraron más pantalón tejano que faldas, a los que toca añadir la barricada para la juventud que fue activista de aquel acontecimiento. Era el gran cambio generacional.
En las recientes manifestaciones europeas de este 29S, quienes desfilaban habían cambiado la gorra por los tejanos, pero mantenían la bandera roja, excepción hecha de Catalunya. Tanto en los grandes como en los pequeños núcleos urbanos, aquí los manifestantes enarbolaban alguna enseña republicana y estrellada, poquísimas rojas y un aluvión de banderas catalanas, iconografía más cercana a Baviera y Padania que a la Europa sindicalista y de izquierdas.
Hace unos años aquel adiós al proletariado hizo furor: ¿Asistiremos en Catalunya a un adiós a la clase trabajadora? Ya nos dijo Bertolt Brecht que el nacionalismo es tan peligroso, que hasta puede llegar a enamorarte.
Espero me hayan permitido esta nota, que no por su particularismo merece menos interés.
Los antisociedad: Añadir a lo expuesto en artículos anteriores sobre este particular, que es del todo incomprensible que los sindicatos convocantes de la huelga, a día de hoy, no hayan hecho pública una declaración expresando su rotunda condena y rechazo a este tipo de actos: la violencia, el sellado de cerraduras o la coacción. Nunca han sido los medios del sindicalismo cabal, y en ello incluyo las agresiones a la Librería Europa de Barcelona, por muy de extremaderecha y pronazi que sea: la libertad de expresión es sagrada para todos. No condenar tales acciones separa a los sindicatos de la sociedad, y del comercio en particular.
Sobre la huelga del 29S aún queda mucho por escribir. A cuanto ya he dicho, permítanme añadir unos apuntes más sobre el reto europeo, la ofensiva derechista, la reforma social, el adiós a la Bandera Roja, y los antisociedad.
El reto europeo: Hacer de la CES (Confederación Europea de Sindicatos) un verdadero sindicato europeo es prioridad principal. No basta con enviar a la CES sindicalistas más o menos brillantes, necesitamos que tengan liderazgo europeo y ese liderazgo ha de construirse con la ayuda de todos y superando las distancias mentales entre el sindicalismo del norte y el del sur de Europa.
Para hacer frente a este mundo-gran-casino-financiero, debemos huir de los nacionalismos e internacionalismos extremos; ni el marco nacional es la solución, ni el marco mundial es hoy posible: comencemos construyendo un espacio sindical europeo con suficiente peso específico en el mundo: ¡Eso sí es posible!
No hace tantos años que Europa era nuestro espejo. Antes significaba la salida del franquismo; después, entrar en la Europa política fue el hito principal de la consolidación democrática de España. Quizá por eso los españoles somos los más europeístas, como demostramos en el referéndum sobre la Constitución europea. Pero las cosas no van como querríamos: el no francés e irlandés al Tratado; las medidas sobre inmigración; la abortada propuesta de jornada laboral de 65 horas; el descontrol financiero,... y podríamos seguir. ¡Demostremos con hechos nuestro europeísmo social! ¡Hagamos de la CES la herramienta que necesitamos los trabajadores europeos! Hoy, 100.000 personas han desfilado por Bruselas respondiendo a su llamamiento (en España, 100.000 manifestantes suelen contabilizarse como dos millones).
En este orden de cosas, subrayar que ha sido un paso importantísimo la fundación de la CSM (Confederación Sindical Mundial), hace ahora tres años en Viena, como consecuencia de la disolución de las dos viejas internacionales del sindicalismo: la CIOSL (socialdemócrata) y la CMT (socialcristiana), que optaron por el futuro en vez de continuar mirando al pasado.
La ofensiva derechista: Lo que comenzó con un: “Estamos contra la huelga, pero ZP se la merece”, ha terminado con una auténtica ofensiva antisindical de la derecha, que, de fracasar la huelga, se hubiera convertido en un intento en toda regla de linchamiento de los sindicatos.
Nunca en España había habido un tal posicionamiento, ni siquiera cuando se produjo la Huelga general contra el gobierno del presidente Aznar. La lideresa Esperanza Aguirre, que preside la Comunidad de Madrid, ha encabezado la carga haciéndonos ver que, de llegar a gobernar los suyos (Partido Popular), podría abrirse una etapa como la que protagonizó Margaret Thatcher en el Reino Unido.
Como complemento a lo dicho, sépase que las derechas nacionalistas (PP, CiU y PNV) aún es hora de que nos digan cuales son sus propuestas para salir de esta crisis internacional, por lo que pierde validez su crítica a las propuestas de ZP.
La reforma social: Continúo sosteniendo como cuestión principal la seguridad del trabajador; del ciudadano.
En España, la patronal, sus ideólogos y la prensa afín están procurando hacer calar la idea de que todo se centra en abaratar el despido, lo cual es un error. La cuestión de fondo es cómo hacer que las reformas no mengüen la seguridad del trabajador en el universo social.
Como he apuntado otras veces, recuperemos el concepto Estado de bienestar tal y como lo concebía Polanyi, y que podríamos definir como la circunferencia que marca los límites, que la sociedad se ha trazado a si misma, para delimitar lo que está dispuesta a aportar colectivamente para garantizar la seguridad de todos.
El concepto es importante: no se trata de ayudar al débil, sino de ayudarnos todos a todos para vivir seguros colectiva e individualmente, lo que traducido a moneda corriente significa: universalización de la educación, nutrición, sanidad, seguridad, acabar con la pobreza infantil, etc.
Hemos de rebatir la idea según la cual el Estado de bienestar es un despilfarro para ayudar a vagos e inútiles. Argumentos para refutarla los hay, basta recordar los trabajos del profesor Esping-Andersen, donde se demuestra, empíricamente, que en EE.UU., con su sistema sanitario privado, se gasta más dinero por habitante que en Suecia, pero se atiende a muchos menos ciudadanos: más PIB (capital privado + público) y menos porcentaje de población asistida. No hace falta aclarar que en la diferencia está el negocio.
En España, la argumentación sobre la necesidad que sostiene la patronal (y también el gobierno) de flexibilizar el mercado laboral, rebajar pensiones y cambiar el sistema sanitario es una muestra de cómo no debe llevarse el debate sobre la puesta al día del Estado de bienestar. No podemos excluir una parte del todo, puesto que el Estado de bienestar es un sistema de vasos comunicantes en el cual, si uno se rompe, todo el líquido se derrama por el suelo. Y el todo es el mantener la seguridad colectiva social.
Cojamos los ejemplos que ya expuso en esta revista José María Zufiaur. El primero sobre el sistema de pensiones. Un par de datos pueden contribuir a relativizar las comparaciones de la patronal respecto otros países europeos. El primero: en algunos de los países europeos el gasto en pensiones representa el 13% del PIB (Francia, Holanda o Alemania), el 14% (Austria), o cerca del 15% (Italia) y en torno al 12%, por término medio, en el conjunto de la UE. En España, en cambio, no llega al 9%. Hace falta preguntarse, a la luz de estos datos, si la insostenibilidad sistémica que nos anuncian para el año 2050 consistiría, por lo tanto, a llegar a un porcentaje de gasto en nuestro sistema de pensiones que seria algo superior al que ahora (cuarenta años antes del 2050) ya destinan otros países de nuestro entorno.
El segundo ejemplo. Es igualmente relevante tener en cuenta que el gasto público total en España es inferior al 39% del PIB mientras que en Suecia, por ejemplo, es superior al 52%. Y en la Europa-15 es del 46%. Probablemente podríamos reflexionar mejor sobre las medidas de sostenibilidad y reforma del sistema de pensiones si incorporamos todos los datos del problema.
Para colmo, se nos presenta la Seguridad Social como si fuera una compañía de seguros y no un sistema de reparto y solidaridad: se insiste en la contributividad pura. En realidad, sólo en 8 de los 27 países de la UE se financian exclusivamente las pensiones mediante cotizaciones.
Igual pasa con la flexibilización del despido. Nuestra patronal podría partir del modelo danés, país gobernado por la derecha, dónde la flexibilidad laboral es sinónimo de seguridad social.
La flexiseguridad danesa, es mucho más elástica en el despido individual; implica un reforzamiento del poder sindical, que alcanza niveles de afiliación superiores al 80%; los despidos colectivos tienen más garantías en términos de procedimientos, preavisos, causas de rescisión de los contratos; conlleva un gasto público en políticas activas, para favorecer la recolocación de los parados, equivalente al 5% del PIB; asegura prestaciones por desempleo a los parados durante 4 años equivalentes al 90% de lo que cobraban en activo; y acarrea niveles impositivos muy superiores a los españoles para poder mantener este tipo de políticas.
Con puntos de partida como los descritos, no creo que el pacto social resultara imposible.
Catalunya: Bandera Roja, adiós: Como todo lo importante, la clase trabajadora también tiene su iconografía. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, la componía la gorra, que todo obrero llevaba cuando iba a la fábrica; y si se trataba de la clase trabajadora concienciada y militante, había que añadir la Bandera Roja de las cuatro Internacionales. También el Mayo del 68 tuvo su premonición simbólica: un año antes, en Galeries Lafayette y la hoy difunta Samaritaine, las jóvenes parisinas compraron más pantalón tejano que faldas, a los que toca añadir la barricada para la juventud que fue activista de aquel acontecimiento. Era el gran cambio generacional.
En las recientes manifestaciones europeas de este 29S, quienes desfilaban habían cambiado la gorra por los tejanos, pero mantenían la bandera roja, excepción hecha de Catalunya. Tanto en los grandes como en los pequeños núcleos urbanos, aquí los manifestantes enarbolaban alguna enseña republicana y estrellada, poquísimas rojas y un aluvión de banderas catalanas, iconografía más cercana a Baviera y Padania que a la Europa sindicalista y de izquierdas.
Hace unos años aquel adiós al proletariado hizo furor: ¿Asistiremos en Catalunya a un adiós a la clase trabajadora? Ya nos dijo Bertolt Brecht que el nacionalismo es tan peligroso, que hasta puede llegar a enamorarte.
Espero me hayan permitido esta nota, que no por su particularismo merece menos interés.
Los antisociedad: Añadir a lo expuesto en artículos anteriores sobre este particular, que es del todo incomprensible que los sindicatos convocantes de la huelga, a día de hoy, no hayan hecho pública una declaración expresando su rotunda condena y rechazo a este tipo de actos: la violencia, el sellado de cerraduras o la coacción. Nunca han sido los medios del sindicalismo cabal, y en ello incluyo las agresiones a la Librería Europa de Barcelona, por muy de extremaderecha y pronazi que sea: la libertad de expresión es sagrada para todos. No condenar tales acciones separa a los sindicatos de la sociedad, y del comercio en particular.
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(1) LA FACTORIA. La revista catalana de pensamiento social más leída del mundo. 13.10.2010
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