viernes, 28 de febrero de 2025
La ODS y la educación
Para cambiar el mundo
hemos de empezar por cambiarnos a nosotros mismos, y para ello no hay mejor
herramienta que la educación. Cosa que también saben los que no pretenden
cambiarlo, ya les está bien como está.
La ODS y la educación
El Viejo Topo
28 febrero, 2025
LOS OBJETIVOS
DE DESARROLLO SOSTENIBLE (ODS) Y LA EDUCACIÓN
La Organización
de Naciones Unidas (ONU) define la Agenda 2030 sobre el
Desarrollo Sostenible como “un plan de acción a favor de las personas, el
planeta y la prosperidad, que también pretende fortalecer la paz universal y el
acceso a la justicia”. La Asamblea General de la ONU –compuesta por los Estados miembros– aprobó
por unanimidad este plan en 2015, TÑUTULOque contiene los 17 Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS)
Estos objetivos incluyen
la erradicación de la pobreza, el fin del hambre, la promoción de la salud y el
bienestar, la educación de calidad, la igualdad de género, el acceso al agua
potable y saneamiento, el acceso a energía asequible y no contaminante y el
fomento del crecimiento económico inclusivo.
Uno de los
fines clave de los ODS y la Agenda 2030 es implicar a las nuevas generaciones
en el desarrollo sostenible. Siempre se dice que los jóvenes son el futuro. Y,
sin lugar a duda, los pequeños y las pequeñas de ahora serán determinantes a la
hora de diseñar el mundo que habitaremos mañana.
Todas estas
declaraciones serían un buen paso adelante para hacer frente a la gran
desigualdad, pobreza y guerras de la sociedad actual, así como para combatir el
cambio climático y sus consecuencias. Sin embargo, los mismos gobiernos que se
comprometieron a estos objetivos son los que mantienen políticas que van,
justamente, en la dirección contraria y que son, en muchos aspectos, totalmente
contradictorias. Por lo que, unos objetivos del todo necesarios y deseables,
terminan siendo totalmente inútiles.
1. Para reducir la pobreza, se propone un crecimiento más industrial, lo
que implica mayor extracción, producción y consumo, lo que es totalmente
negativo para parar el calentamiento global. Menos consumo y mayor repartición
de la riqueza es lo que hace falta. Sin decrecimiento no habrá forma de hacer
frente al cambio climático.
Señala el
crecimiento para reducir la pobreza. Pero el crecimiento no reduce
la pobreza, sino que aumenta la desigualdad y ésta es la mayor fuente de
pobreza. No proponen más regulación de los bancos o de los mercados y se niegan
a pedir la cancelación de la deuda, a pesar de que ésta supone para
los países en desarrollo más de 700.000 millones de dólares al año, dinero que
podría destinarse a la reducción de la pobreza.
Se admite que estamos
ante una emergencia climática y que para detener el
calentamiento global sería necesario reducir un 6 % las emisiones CO2 de los combustibles fósiles, pero cada año se
está aumentando un 1%, en vez de disminuir.
Se habla de la
necesidad de salvar los bosques, pero en la Amazonia ya se ha perdido un 17 % y
no se habla de ninguna medida para detener la deforestación.
También se
propone un aumento de la agricultura extensiva olvidando que
ésta es una de las que más emisiones de CO2 emiten. Así como la agro-exportación que significa que algunos
alimentos viajen más de 4.000 Kms. desde el cultivo a la nevera, con la
cantidad de energía que ello supone.
Se recurre a
las Nuevas Tecnologías como una salvación, sin mencionar el
consumo de agua y energía que ellas suponen. Se calcula que sólo dos Centros de
Datos consumen el agua de 28.000 hogares. Igualmente sucede con la llamada “transición
energética”, con coches eléctricos que necesitan una gran cantidad de
minerales (litio, cobalto…) para su fabricación y sus grandes baterías.
Minerales que están sólo en algunos países, donde ahora ya mueren los niños en
las minas, como en el Congo.
Se obvia la “injusticia
ecológica”, que nos dice que no todos somos iguales de responsables. De
hecho, el 1% más rico emite el mismo CO2 que dos tercios de los más pobres. Así, el 10 % más rico emite el 50
% y el 50 % más pobre, sólo emite el 8 %.
Y todo ello
tiene consecuencias negativas, sobre todo para la población más pobre que es,
además, la que sufre mayoritariamente las consecuencias. El calentamiento hace
disminuir la lluvia, y sin lluvia no hay agua, y sin agua no hay alimentos.
Se
propone fortalecer la paz, pero se aumentan los presupuestos
militares, se envían armas para que continúe la guerra en Ucrania y los países
con más poder no son capaces de parar un genocidio como el que está sucediendo
en Palestina y en algunos países de África.
2. Los Objetivos en la educación
Los ODS dan
mucha importancia a la educación y sostienen que una mejor educación permite
salir antes de la pobreza. También señalan que la educación es clave para
alcanzar los demás objetivos: reducción de la pobreza, la paz y la
sostenibilidad.
Pero, en
realidad, se ha avanzado muy poco y en el 2018 todavía había 260 millones de
niños y niñas (sobre todo niñas) sin escolarizar. Más de la mitad de los niños
y niñas del mundo no alcanzan las competencias de lectura y matemáticas, y si
se sigue como hasta ahora, en 2030 habrá 84 millones de niños y niñas fuera de
la escuela y 300 millones sin los conocimientos básicos para prosperar.
Es evidente, y
con ello estamos todos de acuerdo, que la educación es básica, el problema es
que:
¿Cómo vamos a
educar para la paz en un mundo con guerras constantes y con un genocidio cruel
en Palestina? Cómo podemos aspirar a que nuestros alumnos y alumnas aprendan a
resolver sus conflictos sin violencia, si el mundo les dice que la violencia es
la que sirve para resolver los conflictos.
¿Cómo podemos
educar para parar el cambio climático si no hay medidas contra las empresas y
las personas más ricas, que son los causantes del desastre medio-ambiental? No
podemos engañar a nuestro alumnado diciéndoles que si consumen menos agua y
echan los plásticos en la basura de reciclaje van a parar el calentamiento
global.
¿Cómo educar
para la igualdad y la cooperación si los que tienen el poder no erradican la
desigualdad? ¿Cómo educar en la igualdad entre hombres y mujeres y contra la
violencia de género, si los partidos de derecha (cada vez más mayoritarios) lo
niegan, si las redes están llenas de videos y mensajes machistas y los niños
ven pornografía desde los 8 años?
3. ¿Qué hacer?
Ante esta
situación, ¿qué puede hacer la educación? ¿Qué efectos tiene la educación?
¿Cómo fomentar en nuestros jóvenes ideales y actitudes que puedan ayudar a
conseguir algunos de los objetivos que señalan los ODS?
Hay que
formar-se, organizar-se, luchar y dar una educación en valores. Porque, como
decía Paulo Freire, “la educación no puede cambiar el mundo, pero puede cambiar
las personas que cambiarán el mundo”
Debemos luchar
contra la privatización, la segregación escolar y la falta de igualdad de
oportunidades. Hay que luchas para disminuir los presupuestos en armamento, que
promocionan guerras, muertes, dolor y destrucción, y aumentar los presupuestos
en educación pública.
Y debemos dar
una educación que promocione la paz, la igualdad, la no discriminación, la
solidaridad, la indignación ante la injusticia y la conservación de la
naturaleza.
Para ello es
preciso:
- Menos pantallas y más profesorado. La educación presencial permite la
socialización, el aprendizaje a partir de la interacción y los contenidos
que ayuden a entender el mundo y poder mejorarlo. Las pantallas dificultan
el aprendizaje y la adquisición del espíritu crítico, y las redes sociales
aumentan el aislamiento en nuestros jóvenes, la incomunicación, la
dependencia, el acceso rápido a la pornografía y las falsas informaciones.
- Transmitir conocimientos que ayuden a entender cómo funciona el mundo
y den herramientas para poder cambiarlo.
- Educar para la paz, hablando de lo que suponen de inhumanidad las
guerras y ayudando a evitar la violencia y la discriminación. Hay que
explicarles que las guerras no son justas, que siempre son por intereses de
una minoría, pero que siempre pagan la gran mayoría de los que tienen
menos dinero y menos poder.
- Educar los hábitos individuales que impliquen el respeto a la
naturaleza, reduciendo el consumo, aumentando el reciclaje y apostando por
una alimentación sana y ecológica. Que sean conscientes que el mundo nos
pertenece a todos y todas y que si no lo cuidamos nos espera un futuro
lleno desastres. Que el crecimiento infinito en un planeta finito es del
todo imposible.
- Transmitir valores de solidaridad, antirracismo, feminismo,
cooperación e indignación contra todo tipo de injusticias y violencias.
- Estimular la implicación en la sociedad, la participación en las
acciones y organizaciones que luchan por un mundo mejor y presionar a los
gobiernos y a las empresas.
4. Para terminar
Es importante
que los chicos y chicas salgan del Instituto y la Universidad con la convicción
de que es necesario luchar contra todo tipo de violencias y que hay que
defender los derechos humanos, que no se acostumbren a que las guerras y las
masacres son normales, que no terminen insensibles ante el dolor ajeno, que se
preocupen por la destrucción del planeta y sus consecuencias y que sean capaces
de indignarse ante las injusticias y ante la violencia. Que se sientan
solidarios con las personas que sufren y tengan ganas de implicarse en detener
todo tipo de agresiones, guerras y violencias.
Éste debería
ser el mandato ético de todas las personas implicadas en la educación. Porque
no se trata de educar para que el día de mañana, nuestros alumnos y alumnas, se
“adapten” lo mejor posible a un mundo injusto, violento y lleno de injusticias
y desigualdades, sino para que tengan información y conocimientos que les
permitan entender cómo funciona el mundo y tengan elementos y voluntad de
mejorarlo.
Sólo así
podemos ayudar a cumplir los objetivos que marcaron los ODS para un futuro
mejor.
El enfrentamiento entre EE.UU y la UE. Nuevas oportunidades se abren
El
enfrentamiento entre EE.UU y la UE. Nuevas oportunidades se abren
KAOSENLARED / 27 de febrero de 2025 /
Por Comunicados
Declaración de la
Coordinación de Núcleos Comunistas
Para las organizaciones
revolucionarias es importante analizar las líneas de tendencia que rigen el
desarrollo de las crisis del capitalismo en su etapa imperialista y que la
burguesía ha intentado resolver históricamente mediante la destrucción y la
guerra. Pero, tan crucial o más, es identificar adecuadamente las
contradicciones entre las clases dominantes, que se muestran de forma muy aguda
en periodos de crisis, precisamente cuando el sistema no puede ocultar su
incapacidad para resolver los problemas más acuciantes de las masas. En estos
momentos de duras luchas internas, cuando el capital pierde toda máscara de
legitimidad, es más fácil que las clases oprimidas comprendan con claridad la
necesidad ineludible de la revolución.
Las contradicciones entre
el imperialismo norteamericano y el imperialismo subordinado europeo (este
último sometido económica y militarmente desde el final de la II Guerra
Mundial), que se han ido bandeando mal que bien durante décadas, se muestran
ahora con crudeza. Y lo hacen, cuando la UE, gobernada por una oligarquía que
ha aplicado disciplinadamente las medidas dictadas por EE.UU, ve hundirse en un
tiempo récord sus economías, ya afectadas gravemente por la crisis y cuando además,
enfrenta una fractura política sin precedentes.
Desde el primer momento fue
evidente que las políticas adoptadas “conjuntamente” por EE.UU y la UE, hacían
de la economía norteamericana la gran beneficiaria de la voladura del Nord
Stream y de las sanciones a Rusia. Washington ha aumentado en gran medida la
venta a los países de la UE de gas licuado, peor y más caro que el ruso, y ha
aprovechado la ruina de la industria europea por el encarecimiento de la
energía para incentivar el traslado de sus fábricas a EE.UU.
El hundimiento económico de
Europa, acelerado espectacularmente con el cierre de la economía en 2020 con el
pretexto del Covid y que acabó con buena parte de la pequeña y mediana expresa,
se ha intentado enmascarar recurriendo cada vez más a la Deuda pública. Con la
excusa del Covid primero “para mejorar la sanidad pública”, del cambio
climático y las políticas “verdes” después, y finalmente declarando que el
envío masivo de armas y dinero a Ucrania para asegurar su victoria sobre Rusia
era vital para la seguridad europea, se han destinado cantidades ingentes de
dinero público a la gran banca, multinacionales y fondos de inversión.
La gran estafa que todo
esto ha supuesto cada vez es más difícil de ocultar. La pandemia y todos los
estados de alarma y emergencias, además de servir para llevar a cabo un
gigantesco experimento de control social, permitieron unos niveles de
corrupción escandalosos en las administraciones públicas. Mientras tanto, la
sanidad pública, no sólo no han mejorado sino que se ha acelerado su
desmantelamiento, a mayor gloria de la industria farmacéutica y la sanidad
privada. Por su parte, la pequeña y mediana empresa industrial, agrícola o
ganadera, no sólo no ha recibido apenas nada de los fondos europeos (dinero
público) que, una vez más, se ha embolsado el gran capital, sino que las
drásticas medidas del capitalismo “verde” les han dado el empujón definitivo a
la ruina.
Las
contradicciones, ahora las de clase, se agudizan. La caída en picado de las
condiciones de vida de millones de personas arroja cifras espectaculares1 que ocultan el dolor
y la desesperación de quienes no sólo se dejan la vida y la salud en el
trabajo, sino que no pueden siquiera satisfacer sus necesidades básicas, la
primera, la vivienda. El malestar social que, dadas su dimensiones, apenas se
transforma en protesta, intenta ser aplastado con un desproporcionado aumento
de la represión2 y la censura. Los
mismos métodos de control absoluto de la información y de imposición del
pensamiento único implantados con el Covid, han continuado su trabajo con la
guerra de la OTAN contra Rusia.
Por otro lado, como los
nichos de negocio son cada vez más escasos, a la intensificación de la
explotación con el alargamiento de la edad de jubilación (cuando en las dos
últimas décadas de la vida laboral se disparan los accidentes mortales de
trabajo), se añade el robo de los planes de pensiones privados en los Convenios
Marco de la mano de la patronal, la banca y CC.OO y UGT, amparados por el
gobierno.
Y así pensaban seguir….
La continuación de la
guerra “hasta el último ucraniano “ debía seguir sirviendo a la Comisión
Europea y a sus gobiernos de pretexto ante sus pueblos para justificar, en aras
de la “economía de guerra”, el aumento del ya desmesurado gasto militar. Hace pocos
días se anunciaba el levantamiento de las reglas fiscales para permitir un
endeudamiento sin precedentes, en torno a los 500.000 millones de euros. Por
otra parte, la OTAN presionada por EE.UU, exige a Europa que asuma sus propios
gastos militares y que cada país aumente sus presupuestos hasta el 5% del PIB.
El agonizante capitalismo
europeo, que hace décadas se nutre del dinero público vía subvenciones y
privatizaciones, ha colocado ahora prácticamente todos sus huevos en la cesta
del gasto militar. “Reindustrializar España con la industria armamentística”, anuncia
Robles, ministra de la guerra, a unos pueblos asolados por la desertificación
industrial, agrícola y ganadera; pero sobre todo se lo ofrece a los grandes
capitalistas – principalmente fondos de inversión de EE.UU – a los que este
gobierno y los anteriores han vendido las empresas públicas de armamento y a
los que riega generosamente con nuestro dinero.
Para dar una idea de las
dimensiones actuales del presupuesto militar del gobierno PSOE-Sumar valgan
estos datos referentes a 2025. Techo de Gasto Público: 195,353 millones de
euros. Gasto militar total real: 60.000 millones, Pago de intereses de la
Deuda: 36.000 millones que irán a parar a los bancos a los que “rescatamos” con
100.000 millones, de los que no han devuelto nada. Como puede verse, la suma de
los intereses de la Deuda más el gasto militar equivale a más más de la mitad
del Techo de Gasto Público.
La causa del desconcierto y
del terror que recorre los despachos de la UE y los de los gobiernos reside en
que la administración republicana, una vez hundida Europa, trata a sus vasallos
como trastos inservibles, sin dejarles sentar siquiera en las negociaciones
para el final de la guerra en Ucrania. Pero lo más grave para ellos es que les
deja sin “la amenaza rusa” para justificar los gastos de guerra, que por otro
lado es la única fuente de beneficios segura y el siniestro motor con el que
pretenden mover la agonizante economía europea.
El grave problema que tiene
ahora la oligarquía europea, y la gran debilidad que debemos aprovechar las
organizaciones de clase, es que va a ser muy difícil convencer a una población
que ve hundirse cada día más sus condiciones de vida de que su prioridad sea
destinar cada vez más fondos públicos a la fabricación de armamento. La gente
sólo acepta medidas brutales como fue el confinamiento o la prioridad absoluta
del gasto militar, si previamente se la ha aterrorizado y se han silenciado o
desacreditado las voces contrarias. Y ahora, aun contando con todo el control
de los medios de comunicación y el enorme aparato represivo, el enfrentamiento
con EE.UU. y el cambio de prioridades de la administración republicana,
debilita significativamente el belicismo de la UE. Hoy por hoy, una guerra de
la UE contra una Rusia que ha derrotado a la OTAN , más allá de las bravuconadas
del grupo de Weimar3, del que forma parte el
gobierno “progre” PSOE-Sumar, no tiene fundamente alguno. Máxime cuando tanto
la UE como la OTAN están profundamente divididas.
La guerra seguirá estando
en el horizonte del capitalismo en crisis y la clase obrera debe saberlo y
prepararse para ello, pero el análisis concreto de la situación concreta, nos
exige hoy actuar con toda la fuerza posible sobre el punto más débil del
fantoche belicista, en la UE y en el Estado español.
La denuncia del gasto
militar debe estar presente en las movilizaciones de la clase obrera y ocupar
un lugar prioritario de la lucha antiimperialista, además de la exigencia de
salir de la UE y de la OTAN, que cobra más sentido que nunca.
Hoy es más evidente que
antes que el imperialismo europeo tiene los pies de barro y que “el capitalismo
de rostro humano” del que presumía la UE, es un cadáver que sólo la coraza
militar mantiene en pie. La tarea ahora es saber fortalecer a sus enterradores.
1[1]
Casi cuatro millones de personas viven en situación de pobreza severa (hogares
con ingresos inferiores a 611 euros/mes) y más de ¼ de la población española,
casi 13 millones de personas, viven con menos de 840 euros/mes. Informe oficial
de la Red Europea contra la Pobreza https://www.eapn.es/estadodepobreza/ARCHIVO/documentos/14_informe_AROPE_2024_avance_resultados.pdf
2[1]
https://static1.ara.cat/ara/public/content/file/original/2025/0220/13/dqd-derecho-a-la-protesta-2024-pdf.pdf
3[1]
https://www.ukrinform.es/rubric-polytics/3959539-declaracion-conjunta-de-weimar-en-paris-estamos-dispuestos-a-reforzar-el-apoyo-a-ucrania.html
jueves, 27 de febrero de 2025
El Sur global y la nueva vía ártica
La apertura del corredor
que conecta Rusia con China a través de la Ruta del Mar del Norte (NSR), no es
sólo un asunto de interés para las grandes potencias mundiales. Este proyecto
también tiene implicaciones significativas para el Sur Global.
El Sur global y la nueva vía ártica
El Viejo Topo / 27 febrero, 2025
Por Fabricio
Verde
La apertura del
corredor multimodal » Arctic Express No. 1 «, que conecta Rusia con China a
través de la Ruta del Mar del Norte (NSR), no es sólo un asunto de interés para
las grandes potencias mundiales. Este proyecto también tiene implicaciones
significativas para el Sur Global, en particular para países como Malasia,
India, Arabia Saudita, Brasil y otras naciones emergentes que buscan
diversificar sus rutas comerciales y reducir la dependencia de las rutas de
transporte tradicionales dominadas por Occidente. La participación de
diplomáticos de estos países en la ceremonia inaugural en Arkhangelsk y las
declaraciones del embajador de Malasia, Cheong Loon Lai, resaltan la
importancia estratégica de esta nueva ruta para el Sur Global.
El Sur Global,
compuesto por economías emergentes y en desarrollo, busca cada vez más
liberarse de los patrones tradicionales de dependencia logística y económica de
Occidente, gracias también al surgimiento del bloque BRICS+. La actual
globalización multipolar está empujando a estos países a buscar alternativas a
las rutas comerciales tradicionales, a menudo controladas por potencias
occidentales o sujetas a tensiones geopolíticas. En este contexto, “Arctic
Express N° 1” representa una oportunidad única para diversificar las rutas de
transporte y acceder a nuevos mercados.
El embajador de
Malasia en Moscú, Cheong Loon Lai, destacó que la Ruta del Mar del Norte podría
ampliarse aún más, haciendo accesibles a países como Malasia e India. Esta
afirmación no es casualidad: Malasia, un centro logístico clave en el sudeste
asiático, está estudiando cómo aprovechar esta ruta para mejorar su
conectividad con Europa y Rusia, reduciendo los tiempos de transporte y los
costes logísticos.
Malasia: un
puente entre Asia y el Ártico
Malasia, con su
ubicación estratégica en el Estrecho de Malaca, ya es un actor clave en el
comercio marítimo mundial. Sin embargo, la creciente competencia en la región
Asia-Pacífico y las tensiones geopolíticas en el Mar de China Meridional están
empujando a Kuala Lumpur a buscar alternativas. La participación de la
delegación de Malasia en la ceremonia de inauguración del “Arctic Express No.
1” demuestra el interés del país en esta nueva ruta del Ártico.
El Embajador
Cheong Loon Lai dijo que Malasia está estudiando la posibilidad de ampliar el
uso de la Ruta del Mar del Norte, aprovechando las oportunidades que presenta
el calentamiento global. Esto no sólo abriría nuevas oportunidades comerciales
para Malasia, sino que también podría posicionar al país como un puente
logístico entre Asia y el Ártico, fortaleciendo su papel en el comercio global.
Implicaciones
para el Sur Global: acceso a nuevos mercados
Para muchos
países del Sur Global, “Arctic Express No. 1” representa una forma de acceder a
nuevos mercados y reducir la dependencia de las rutas tradicionales. Por
ejemplo, India, que busca diversificar sus fuentes de suministro de energía y
sus rutas comerciales, podría aprovechar esta ruta para fortalecer sus lazos con
Rusia y Europa. De la misma manera, países como Arabia Saudita y Brasil, que
son importantes exportadores de energía y recursos agrícolas, podrían utilizar
esta ruta para llegar de manera más eficiente a los mercados asiáticos y
europeos.
Además, la
participación de países como Kazajstán y Uzbekistán en la ceremonia inaugural
(2024) subraya la importancia de esta ruta para las economías de Asia Central,
que buscan integrarse más en el comercio global. Para estos países, la ruta del
Ártico representa una oportunidad de evitar las rutas tradicionales a través de
Europa Occidental, reduciendo los tiempos de transporte y los costos
logísticos.
Desafíos y
oportunidades para el Sur Global
A pesar de las
oportunidades, el Sur Global enfrenta varios desafíos para explotar plenamente
el potencial del “Expreso del Ártico Nº 1”. En primer lugar, muchos de estos
países carecen de la infraestructura necesaria para integrarse eficazmente en
esta nueva ruta. Por ejemplo, la falta de puertos adecuados o de enlaces
ferroviarios eficientes podría limitar la capacidad de estos países de
beneficiarse de la ruta del Ártico.
Una nueva era
de colaboración
El «Arctic
Express No. 1» no es sólo una ruta comercial, sino un símbolo de la creciente
multipolaridad del sistema global. Para el Sur Global, esta ruta representa una
oportunidad para diversificar las rutas de transporte, reducir la dependencia
de las rutas tradicionales y fortalecer los vínculos con nuevas regiones como
el Ártico. Sin embargo, para aprovechar plenamente estas oportunidades, los
países del Sur Global deben invertir en infraestructura y abordar los desafíos
ambientales y logísticos que conlleva esta nueva ruta.
La
participación de países como Malasia, India y Brasil en esta iniciativa
demuestra que el Sur Global se está convirtiendo en un actor cada vez más
importante en el comercio global, capaz de influir en los equilibrios
geopolíticos y económicos. En un mundo cada vez más interconectado, el «Arctic
Express No. 1» podría convertirse en un pilar de cooperación entre el Norte y
el Sur, ayudando a crear un nuevo orden global basado en la diversificación y
la conectividad.
Fuente: Lantidiplomatico
miércoles, 26 de febrero de 2025
Trump, hijo legítimo de Europa
Ya no es posible ocultar
más la subordinación (militar, económica, militar, cultural) de Europa a EEUU.
Trump no lo permite: ha decidido dejar las cosas claras y obviar los
eufemismos. Y Europa está paralizada por el estupor.
Trump, hijo legítimo de Europa
El Viejo Topo
26.02.2025
Trump es un
hijo legítimo, no bastardo, de la Europa moderna. Como lo fue Hitler en su
tiempo. La madre que dio a luz a estos hijos dará a luz a otros hasta que sea
devorada por uno de ellos, tal vez por el propio Trump. En lugar del Saturno de
Goya devorando a sus hijos, Europa será devorada por sus hijos. En esta
metáfora, ser devorada no significa extinguirse. Significa volver a ser lo que
fue hasta el siglo XIV, un rincón insignificante de la Gran Eurasia en el que
el Mediterráneo oriental se erigía como puente entre los mundos oriental y
occidental conocidos entonces. Trump comenzó a desestabilizar Europa en 2016,
devorándola para mitigar las peores consecuencias del declive del imperialismo
estadounidense. El proceso no empezó con él y continuó después, con Biden y por
otros medios: en lugar de la guerra comercial, la guerra de Ucrania. Estamos,
pues, ante un proceso histórico que analizamos con la dificultad de quien
analiza la corriente de las aguas mientras es arrastrado por ellas.
A partir del
siglo XV, Europa se llamó a sí misma la educadora del mundo. Y la cartilla de
los educadores estaba dominada por la idea de que educar al otro es devorar al
otro. Devorar es un progreso para los que devoran y un destino común para los
que son devorados. Devorar es siempre progreso, ya sea devorar mediante la
evangelización, la compra, el robo, la ocupación, la guerra o la asimilación.
Por devorar entendemos una forma de antropofagia. La forma europea se
autodenominó civilización y, en consecuencia, todas las demás formas de
antropofagia que los educadores europeos encontraron en el mundo fueron declaradas
bárbaras y, como tales, proscritas y demonizadas. Trump no es sólo un hijo
legítimo, sino también un alumno que ha aprendido bien la lección que le dieron
los educadores europeos.
Por llamativas
que sean las rupturas entre la política de siempre y el tsunami Trump, tiendo a
ver continuidades y son éstas las que significan el peligro de los tiempos que
vivimos. El hecho de que se enfaticen las rupturas nos hace pensar que una vez
que Trump sea historia, todo volverá a ser como antes. No será así. Trump es históricamente
el espectáculo del declive de lo que llamamos Occidente. No es el declive de
EEUU, es el declive de Europa y del mundo occidental. El largo ciclo que
comenzó en el siglo XV está llegando a su fin. La inconsciencia de este hecho
por parte de la socialdemocracia europea (que lleva suicidándose desde 1980)
queda bien expresada en la reciente publicación de Social Europe, de la
Fundación Friedrich-Ebert, titulada «EU Forward: Shaping European Politics
& Policy in the Second Half of the 2020s» (2025). Las ruinas explicadas por
quienes las provocaron se limitan a proponer soluciones que ellos mismos
rechazaron en un momento en que podrían haber sido posibles y evitado el
desastre. Desde 1945, el pacto colonial entre Europa y Estados Unidos se ha invertido.
La autonomía concedida a la Europa dividida y la generosidad de su defensa
(OTAN) tenían como objetivo contener el peligro comunista. Europa ha
interiorizado tanto este papel que ahora no tiene más remedio que inventar el
inexistente peligro comunista para sobrevivir. Europa es ahora una colonia de
su antigua colonia, sin que ninguna de ellas haya pasado por un verdadero
proceso de descolonización.
La matriz
europea de Trump
La matriz
europea tiene los siguientes componentes: superioridad civilizatoria;
racionalidad instrumental; exclusividad epistémica de la ciencia y la
tecnología; íntima relación entre comercio y guerra; conquista o contrato
desigual; pacta sunt servanda cuando conviene; línea abisal entre seres
plenamente humanos y seres infrahumanos; la naturaleza nos pertenece, nosotros
no pertenecemos a la naturaleza; soberanía, enemigos internos y enemigos
externos; dialéctica revolución/contrarrevolución. Esta matriz no bajó de los
cielos, ni fue revelada a ningún descendiente tardío de Moisés. Es constitutiva
de la estructura de dominación (explotación, opresión, discriminación) de la
modernidad occidental, compuesta por tres pilares de dominación principales e
intrínsecamente vinculados: capitalismo, colonialismo y patriarcado. Esta
tríada ha variado mucho a lo largo de los siglos, pero permanece intacta, ayer
como hoy, y siempre se ha servido de dominaciones satélites, ya sean de casta,
de capacitismo, de etarismo, de religión, de política, etc.
Esta matriz no
es exhaustiva, ha tenido múltiples interpretaciones y versiones y ha producido
efectos contradictorios. La modernidad europea también permitió a dos grandes
intelectuales malditos, uno al principio del ciclo y otro al principio del fin
del ciclo, ver como nadie las contradicciones de las interpretaciones
dominantes de esta matriz y las catástrofes que produciría. Me refiero a Baruch
Espinosa y a Karl Marx.
La superioridad
civilizatoria
En la
modernidad occidental, la superioridad civilizatoria presupone la superioridad
racial. A su vez, la superioridad racial presupone que no se pueden utilizar
los mismos procedimientos e instituciones con los inferiores que con los
iguales. Según la lógica secular, de Aristóteles a Nietzsche, sería una
contradicción tratar a los desiguales como iguales. El racismo y el militarismo
han sido siempre los subtextos de la superioridad civilizatoria. Devorar en
nombre de la superioridad civilizatoria, sea cual sea el instrumento utilizado,
provoca una forma específica de ansiedad derivada de la posible reacción de
aquellos destinados a ser devorados. El racismo deshumaniza para legitimar la
brutalidad de la represión, el militarismo elimina. Trump prefiere el racismo
extremo porque le permite combinar la deshumanización con la eliminación. A
diferencia de los indios, los inmigrantes no tienen que ser eliminados. Se les
traslada a sus países de origen o a nuevas reservas, ya sea en Guantánamo o en
El Salvador. Los inmigrantes son esposados para dramatizar el contraste con la
liberación de los verdaderos estadounidenses.
La racionalidad
instrumental y la exclusividad epistémica de la ciencia y la tecnología
El principio
moderno de que el conocimiento es poder sólo sería un principio benévolo si se
reconociera la pluralidad de conocimientos existentes en el mundo y se
celebraran las posibilidades de enriquecimiento mutuo. En lugar de ello, se dio
prioridad exclusiva a la ciencia y, más tarde, a la tecnociencia. Esto tuvo las
siguientes consecuencias: un desarrollo científico y tecnológico sin
precedentes; el epistemicidio masivo, es decir, la destrucción, supresión o
marginación de todos los conocimientos considerados no científicos; la
construcción de un sentido común según el cual ser racional es adaptar los
medios a los fines propuestos sin que éstos sean objeto de discusión
(eficacia); la devaluación de la ética resultante de la sustitución de lo razonable
por lo racional; creciente discrepancia entre la conciencia técnica y la
conciencia ética, en detrimento de esta última; rechazo de los límites externos
del conocimiento científico, es decir, de las preguntas que la ciencia nunca
podrá responder por mucho que avance, por la sencilla razón de que esas
preguntas no pueden formularse científicamente (por ejemplo, ¿cuál es el
sentido de la vida? ); la tendencia a convertir los problemas políticos en
técnicos y a reducir las cuestiones cualitativas a cuantitativas. Elon Musk es
la cara visible y caricaturesca del extremismo al que puede conducir este tipo
de racionalidad. Pero él no es la causa, sino la consecuencia. Quienes le
critican por su triunfalismo delirante son los mismos que celebran la
inteligencia artificial sin darse cuenta de que son dos manifestaciones del
mismo tipo de inteligencia y del mismo tipo de artificialidad. Llevada a su
extremo, la racionalidad instrumental implica irracionalidad ético-política. El
crecimiento actual de la extrema derecha es una de las muestras de ello.
El uso racional
de los recursos naturales y humanos
La racionalidad
instrumental de la dominación capitalista, colonialista y patriarcal moderna se
fijó como objetivo la maximización de la acumulación de recursos como condición
para maximizar los beneficios; los medios para lograrlo fueron los que cada
época posibilitó, frente a la resistencia de los «desacumulados» o desposeídos,
fueran seres humanos o naturaleza. Antes de ser utilizado por los marxistas
para caracterizar las relaciones laborales, el concepto de explotación se había
utilizado durante mucho tiempo para explotar la naturaleza según el mismo
principio de que el conocimiento es poder. El neoliberalismo en las relaciones
laborales y el colapso ecológico son dos caras de la misma moneda. Del mismo
modo que «¡perfora, bebé, perfora!» (“drill, baby, drill!”) y el trato a los
trabajadores inmigrantes son dos caras de la misma moneda.
En la lógica de
la racionalidad moderna, todo lo que es racionalmente utilizable es naturaleza.
Parece contradictorio porque la distinción entre naturaleza y humanidad ha sido
central al menos desde la Ilustración: la naturaleza nos pertenece; nosotros no
pertenecemos a la naturaleza. De hecho, no hay contradicción porque la
definición de cada uno de los términos siempre permanece abierta, de modo que
todo lo que puede utilizarse racionalmente como recurso acumulativo se
convierte en naturaleza. Los pueblos indígenas eran naturaleza, como lo eran
las mujeres, como lo eran los esclavos. Y si observamos hoy cómo se
industrializan los cuerpos humanos para funcionar eficazmente en las nuevas
configuraciones del trabajo, lo que está en juego es la re-naturalización de lo
humano.
Íntima relación
entre comercio y guerra
Desde sus
inicios, el comercio y la guerra han sido las dos caras de la expansión
colonial europea. Francisco de Vitoria (1483-1546), el gran defensor del libre
comercio, la propiedad individual y el derecho internacional, es también el
partidario de la guerra justa cada vez que se violan los valores mencionados.
De hecho, en opinión de los críticos del universalismo liberal, éste siempre ha
llevado el estigma de justificar la guerra en nombre de principios que sólo
favorecen a una parte, la que tiene el poder, en un momento histórico dado, de
definir lo que es el universalismo liberal. El doble rasero como principio de
gobierno es inherente a la modernidad occidental. El principio de que los
pactos deben cumplirse (pacta sunt servanda) siempre se ha aplicado con una
cláusula invisible (para los incautos): «siempre y sólo cuando convenga a los
poderosos»
En la matriz de
la dominación moderna, la guerra es el principio y el fin, el primer y el
último recurso. Entre medias, la desposesión o la acumulación primitiva (y
permanente), el robo, el comercio, el intercambio desigual, la esclavitud, el
trabajo femenino no remunerado, etc. Para que todo se desarrolle en el marco de
la civilización y no de la barbarie, se inventaron la diplomacia y los
contratos desiguales. Adam Smith advertía de la existencia de contratos
desiguales siempre que hubiera una desigualdad de condiciones materiales o de
otro tipo entre las partes del contrato. La mayor desigualdad se produce cuando
la parte más débil no tiene más remedio que aceptar el contrato con las
condiciones ofrecidas por la parte más fuerte. Desde los contratos laborales y
de servicios entre particulares y empresas multinacionales hasta los contratos
de explotación de recursos naturales y los acuerdos comerciales entre países
centrales y periféricos, existe una larga historia de contratos desiguales en
la modernidad occidental.
La línea abisal
entre seres plenamente humanos y seres infrahumanos
La jerarquía
entre civilización y barbarie ha adoptado características diferentes a lo largo
de los siglos. A partir del siglo XVI, esta jerarquía se utilizó para
justificar el colonialismo, primero justificado por la religión y luego, con la
Ilustración, justificado por la ciencia. La superioridad civilizatoria se
convirtió en racial, blanca. Como dice Frantz Fanon en Pieles negras,
máscaras blancas, es el racista quien crea a su inferior. A partir de
entonces, la idea de humanidad universal, tan cara a la Ilustración, pasó a
depender de los límites del universo de lo que se considera humano. Y, por
definición de superioridad civilizatoria, este universo no abarca a todos los
humanos. Surge una línea abisal entre los seres plenamente humanos (los que
pertenecen a la sociabilidad metropolitana) y los seres infrahumanos (los que
pertenecen a la sociabilidad colonial). La demarcación de exclusión/inclusión
es tan radical que, aunque se institucionalizó durante el periodo del
colonialismo histórico (la esclavitud, el código negro de 1695, las leyes
segregacionistas de Jim Crow de finales del siglo XIX y principios del XX, los
códigos de indigenismo portugueses a partir de la década de 1920), se convirtió
en la segunda naturaleza de la civilización occidental y, como tal, sobrevivió
al final del colonialismo histórico y al final de toda legislación
discriminatoria.
Hoy es una
línea tan radical como invisible en el plano de la normatividad institucional.
Es la base del racismo, del robo continuado de los recursos naturales del Sur
global y del intercambio desigual entre los países centrales y periféricos del
sistema mundial. En la modernidad eurocéntrica, la humanidad no es posible sin
la infrahumanidad. Al tratarse de una línea abisal, su existencia no depende de
leyes o demarcaciones físicas (como el apartheid) porque está inscrita en lo
más profundo del inconsciente colectivo de la modernidad occidental. Esto no
significa que no esté siempre disponible para ser visualizada cuando conviene a
los poderes políticos encargados de reproducir la dominación moderna. Los muros
que cierran las fronteras y las deportaciones masivas de presuntos delincuentes
son las dos formas más visibles en la actualidad.
Recordemos que
las deportaciones, aunque tienen una historia muy larga, fueron una de las
principales formas de castigo-población en el primer periodo de expansión
colonial europea. Los portugueses la utilizaron a partir del siglo XVI,
enviando convictos a los territorios «descubiertos»; a partir de 1717, los
británicos deportaron a unas 40.000 personas a las colonias, primero a
Norteamérica y luego a Australia (entre 1787 y 1855). A la luz de esta
historia, se entiende por qué Trump insiste tanto en que los inmigrantes son
todos criminales. Aprendió bien la lección europea.
Conquista
El principio de
conquista es inherente a la modernidad occidental. No se limita a la conquista
territorial; también incluye la conquista de la religión, la espiritualidad, la
mente, las emociones y la subjetividad. La conquista utiliza múltiples armas, desde
las militares hasta las económicas, educativas, discursivas, religiosas y
lúdicas. La conquista «sabe» que encontrará mayor o menor resistencia y por
ello opera según la lógica de la neutralización preventiva. El uso más eficaz y
económico de la fuerza es amenazar. La conquista implica robo, compra,
apropiación, diplomacia y violencia. Si observamos el actual territorio
estadounidense, veremos que es el resultado del ejercicio más radical del
moderno plan de conquista. Trump sigue fiel a este ejercicio cuando imagina sus
nuevas conquistas territoriales
Soberanía,
enemigos internos y enemigos externos
La idea de
soberanía moderna que surge del Tratado de Westfalia (1648) está en el origen
tanto del nacionalismo como del internacionalismo modernos. Cada uno de ellos
fue tanto una realidad como una invención y sus significados políticos fueron
diferentes e incluso contradictorios a lo largo del tiempo y según las
circunstancias. La exacerbación del nacionalismo entre los países colonizadores
fue siempre el presagio de la guerra, mientras que el nacionalismo de los
países colonizados fue una condición para la independencia. Como EEUU es una
colonia que se independizó sin descolonizarse, el nacionalismo ha estado al
servicio tanto de la guerra como del aislacionismo.
Esta ambigüedad
del concepto de soberanía, al tiempo que creaba una distinción entre enemigos
internos y externos, permitía manipularlo al servicio de los intereses
políticos del momento. Así, los inmigrantes son, según Trump, una entidad
híbrida, entre el enemigo interno y el enemigo externo. La misma manipulación
es posible con los amigos internos y externos. A muchos les habrá sorprendido
que Trump empezó castigando con aranceles a sus amigos más cercanos (Canadá,
México, Europa). En la lógica de Trump, como en la de Francisco de Vitoria,
cualquiera que sea un rival económico es un enemigo político, por muy amigo que
parezca.
Dialéctica
revolución/contrarrevolución
Debido a su
incesante e incondicional expansionismo, la modernidad occidental está constituida
por la dialéctica entre insurgencia y contrainsurgencia. Ambas utilizan métodos
más o menos violentos en distintos momentos y según las circunstancias. Estamos
en un periodo en el que la insurgencia utiliza métodos no violentos
(democracia, sistema judicial, opinión pública), mientras que la
contrainsurgencia utiliza cada vez más métodos violentos (discurso del odio,
auge de la extrema derecha, amenaza de guerra). Nadie puede prever las
consecuencias de esta discrepancia. En el pasado, esta discrepancia condujo a
la prevalencia de la contrainsurgencia.
¿Y ahora?
¿Está
desconfirmado el excepcionalismo estadounidense?
Sí. Como Europa
y todos los países del mundo, Estados Unidos puede producir héroes y villanos,
puede crear democracias y destruirlas. La diferencia en beneficio o perjuicio
radica en el poder de cada país en el sistema mundial moderno
¿Puede volver
el fascismo?
Sí y no. Hitler
dio un golpe de Estado en 1933 tras ganar las elecciones de 1932. Trump ganó
las primeras elecciones en 2016 para preparar el golpe institucional (los
nombramientos en el Tribunal Supremo) y ahora está ejerciendo el nuevo mandato
como si fuera un golpe democrático. La extrema derecha mundial está muy atenta
para definir en cada país qué estrategia, en la misma línea, conducirá a los
mismos resultados
¿Habrá una
guerra mundial?
Es probable. En
el caso de guerras anteriores, algunos de los mayores defensores de la paz
fueron los que más prepararon la guerra y luego la libraron. Si hay una guerra,
será con China, y esta vez el territorio estadounidense será el escenario de la
guerra. Creo que los estadounidenses son tan adictos a la idea del
excepcionalismo que aún no se han dado cuenta.
¿Puede la
izquierda estar ocasionalmente de acuerdo con Trump?
Esta respuesta
es sin duda la más controvertida. Pero tomemos el ejemplo de USAID. Durante
años, los analistas críticos han criticado a la USAID como el lado benévolo de
la contrainsurgencia de la CIA. Se creó en 1961 para evitar que la revolución
cubana se extendiera por el subcontinente. La ayuda humanitaria siempre ha
consistido en desarrollar actitudes y comportamientos favorables al
imperialismo estadounidense. Los comentaristas al servicio del imperio (que
siempre se equivocan sobre las intenciones del imperio) se lamentan todos de
este último golpe de Trump a la benevolencia de la ayuda estadounidense a los
pueblos más desfavorecidos. Sin duda, esta ayuda ha sido preciosa para las
poblaciones y su corte abrupto creará mucho sufrimiento. Pero China y sus
aliados no tardarán en llenar el vacío dejado por USAID. ¿Con mejores condiciones
para los países beneficiarios? Probablemente sí, mientras China sea el imperio
ascendente. Entonces ya veremos.
Fuente: Othernews
Gastos militares y pobreza
Gastos militares y pobreza
Rebelion / España
26/02/2025
Fuentes: Comité
de Coordinación de la Campaña "Que no nos arrastren a la guerra"
[Ilustración: Fernando Francisco Serrano]
39 Aniversario del Referéndum de la OTAN. En el seno de la OTAN, solo en
Europa hay cerca de 100 millones de pobres que no tienen nada para invertir,
pero la OTAN y su secretario general han encontrado una solución: “aceptar
hacer sacrificios”, “gastar menos en otras prioridades”, refiriéndose a
“pensiones, sanidad, seguridad social”, dice Mark Rutte.
De un tiempo a
esta parte, y de forma creciente, somos “bombardeados” con propaganda belicista
los 365 días del año: la guerra y nuestros “enemigos”; la criminalización de
Irán, China, República Popular Democrática de Corea y, sobre todo, de Rusia.
En contraposición, hay otros asuntos casi ocultos y que,
cuando aparecen, apenas sí se les presta atención durante unos pocos días. Este
es el caso de la pobreza, elemento disruptivo del discurso del “jardín”
occidental, de su “prosperidad” y de su “modo de vida”, que tan solo emerge
cuando se publican los informes anuales que muestran las cifras de una realidad
incómoda, que se quiere invisibilizar desvinculándola de sus causas y
consecuencias.
El reciente informe núm. 14 de la EAPN (Red Europea de
Lucha contra la Pobreza) sobre la pobreza en Europa deja las cosas claras: en
Europa hay 95 millones de pobres, uno de cada cinco ciudadanos no cubre sus
necesidades básicas, es decir, sufre carencias graves que le impiden alcanzar
la “prosperidad” y formar parte del “modo de vida” del que alardea Occidente:
son los excluidos.
El Reino de España ocupa un lugar destacado en esta
clasificación. Es el tercer país más pobre de Europa, cuenta con 12 millones de
pobres, la cuarta parte de su población, a lo que hay que añadir la pobreza
infantil, que se acerca al 30%.
Estas cifras ponen en evidencia que ni técnica, ni ética,
ni moralmente podemos hablar de desarrollo, ni de progreso, ni de modo de vida
ejemplar.
Mientras esto sucede, el peligroso y temerario nuevo
secretario general de la OTAN hace campaña para aumentar los gastos militares,
intentando asustar a la gente para que lo consideren necesario, imprescindible,
prioritario.
Es la lógica belicista: si el otro se rearma, yo también
tengo que hacerlo. No importa quién sea el otro, ni que se rearme por estar
siendo hostigado. Tampoco si se trata de una posible amenaza real o inventada,
o de anteponer soluciones diplomáticas cuando haya intereses en juego. Lo que
se busca es el conflicto, alimentar el complejo militar industrial, gastar en
armas, municiones y tropas para expandir el dominio de la potencia que encarna
esa lógica belicista: EE.UU.
“Invertir en defensa es invertir en nuestra seguridad”
dice el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. ¿La guerra es una inversión?
¿Qué esperamos ganar? Estamos pasando del antiguo mecenazgo al posmoderno mercenariazgo.
Para dejarlo claro: ganar dinero pagando a quienes me aseguran seguir
ganándolo.
En el seno de la OTAN, solo en Europa hay cerca de 100
millones de pobres que no tienen nada para invertir, pero la OTAN y su
secretario general han encontrado una solución: “aceptar hacer sacrificios”,
“gastar menos en otras prioridades”, refiriéndose a “pensiones, sanidad,
seguridad social”, dice Mark Rutte. Los pobres no pueden ganar dinero
invirtiendo, pero pueden contribuir a la guerra reduciendo sus gastos sociales.
Este personaje ignora, o finge ignorar que, según los
especialistas, el aumento de la pobreza ha creado una situación en la que
cualquier restricción de ayudas a este colectivo tendría graves consecuencias.
Se estima que, solo en el Reino de España, en poco tiempo el número de pobres
aumentaría en más de un millón, aunque no se concreta qué ayudas serían las
afectadas ni en qué medida. Lo que pretende Mark Rutte es que asumamos la
necesidad de entrar en economía de guerra, donde la prioridad son los recursos
militares, sean cuales sean sus consecuencias.
Mientras, las capas medias altas se han visto afianzadas,
pero eso no significa que acepten de buen grado el aumento del gasto militar.
Lo que más les atrae es la consigna de la seguridad; por ello hay que seguir
convenciéndolas de que desatar una guerra es lo más seguro. Tomándolas en
conjunto, dado que el belicismo entraña riesgos, no mejorarán su nivel actual;
una contradicción que no se podrá resolver, aunque se puede amortiguar con la
propaganda del terror.
Este fenómeno es universal. Según los datos de la revista
Science, 4.400 millones de personas, el 50% de la población mundial, no tiene
acceso al agua potable segura, cifra que Naciones Unidas rebaja a 2.200
millones. En cualquier caso, se estima que esta situación ocasiona entre
quinientos mil y un millón de muertes anuales, de los que 365.000 son niños
menores de 5 años. Esta cifra supera con mucho el número de víctimas de los conflictos
armados, con una media de 232 mil víctimas anuales.
La situación es aún más escandalosa si comparamos los
gastos militares con la inversión necesaria para eliminar esta lacra. El gasto
anual militar declarado en el mundo es de 2,44 billones de dólares, cifra
inferior a la real por las partidas camufladas y porque los presupuestos
realmente ejecutados son siempre superiores a los previstos. La OTAN gasta el
55% del total, 1,34 billones, con un crecimiento sostenido desde hace 9 años, que
en 2023 fue del 6,8%. Frente a ello, los gastos necesarios para suministrar
agua potable a toda la humanidad se estiman en 140 mil millones anuales, es
decir, 17,5 veces menos que el gasto militar. Si la OTAN desapareciera y el
gasto militar se redujera al 1% del PIB, este problema desaparecería y
sobrarían varios cientos de miles de millones.
Ocultar esta situación es prioritario. Por eso, el
secretario general de la OTAN no tiene ningún pudor en mentir cuando afirma que
“Rusia y China lideran la inversión militar”, contrariamente a las cifras
oficiales publicadas. En ellas, China aparece con 296.000 millones y Rusia con
109.000 millones. En total, 405.000 millones, frente a los 916.000 millones de
EE.UU., más del doble, y los 1,34 billones del conjunto de la OTAN, más del
triple.
El verdadero terror es pensar que un manipulador,
ignorante, mentiroso y cínico sea el que hoy está al frente del mayor aparato
militar del mundo.
Comité de Coordinación de la Campaña
«Que no nos arrastren a la guerra»
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Fuente: Comité de
Coordinación de la Campaña «Que no nos arrastren a la guerra»