SOBRE ROBESPIERRE Y LA TRADICIÓN REVOLUCIOANRIA
POPULAR
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Joaquín Miras Albarrán
Sociología Crítica31.12.2015
ROBEPIERRE
Epílogo
Deseo referirme
antes de terminar, a otra de las ideas que Ramón Franquesa destaca del
pensamiento político de Babeuf, con la que estoy plenamente de acuerdo. La idea
de la felicidad. Franquesa recuerda que Babeuf defiende que el fin de la
revolución es la felicidad humana, no el desarrollo de la productividad, o
avance de las fuerzas productivas. Esta idea es de fundamental importancia.
Pertenece a la tradición demo-republicana clásica, mediterránea, para la que la
felicidad –eudaimonía, vita beata– de un individuo, que es por naturaleza un
ser político- social, depende del orden político de esa sociedad, y es el motor
de Robespierre, de Saint Just y de los jacobinos robespierrianos. El fin de la
sociedad es la felicidad del individuo, y esto exige que sea libre y que
disponga de las condiciones materiales que posibilitan su autodesarrollo
individual. Consiguientemente, el objetivo a construir para lograr la
felicidad es un poder político en el que la plebe sea en verdad soberana, y no
simple “soberano representado”, y que permita al demos decidir mediante
deliberación pública, permanentemente, qué y cómo desea su mundo. La economía
es un mero instrumento puesto al servicio de la felicidad, que sirve para
consolidar la libertad de los individuos plebeyos. La ordenación de la economía
debe ser decidida, políticamente, por el Soberano, y no es una “variante
independiente”.
Hubo a
principios del siglo XX un revolucionario que, tras sus primeros escarceos con
la teoría liberal, o burguesa, de élites en su variante socialdemócrata –unida,
como sabemos al positivismo científico: la ciencia como excelencia que señala a
la nueva aristocracia que debe regir el mundo– se puso a leer historia y
descubrió el jacobinismo; esto es: el principio de que la felicidad y no
otra idea es el fin que orienta la revolución, lo que implica el primado de la
política, y, consiguientemente, la constitución de un poder institucional
estable que posibilite el protagonismo de la plebe sobre su sociedad. Este
revolucionario escribió:
“ (1Dicho de
otra manera (los burgueses) están dispuestos a ‘conceder’ a los obreros la
libertad de huelga y de asociación (casi conquistada ya de hecho por lo mismos
obreros) con tal de que éstos renuncien al ‘espíritu’ de rebeldía, al
‘revolucionarismo estrecho’, a la hostilidad a los compromisos útiles en la
práctica, a la pretensión y al deseo de imprimir ‘a la revolución popular rusa’
el sello de su lucha de clase, el sello de la perseverancia proletaria, del
‘jacobinismo plebeyo”. (15)
Por tanto,
idearía como fin de la revolución la instauración de un poder político plebeyo,
es decir, democrático, basado en la alianza del campesinado, la clase obrera y
la pequeña burguesía. Este revolucionario se tendría que enfrentar a quienes
consideraban que el fin de la revolución consistía en promover el desarrollo de
las fuerzas productivas, lo que significaba que había que poner Rusia en manos
de la burguesía –los mencheviques– o había que proceder a exportar la
revolución a los países capitalistas desarrollados de Europa para que el poder
económico occidental salvase la revolución –la revolución permanente.
Por ello este
neojacobino consideraría justas, respecto de la economía, aquellas medidas que
fuesen resultado de la voluntad popular, y cuya instauración concitase la
adhesión política activa y la movilización de las masas; no las ideas
prejuzgadas desde los estados mayores políticos como apropiadas. En
consecuencia, cuando los campesinos exigieron la parcelación de la tierra, él
se convirtió en el primer defensor de la misma: en el intelectual orgánico
ejecutor de ese proyecto: “Se dice que el decreto y el mandato [de la
parcelación de la tierra] han sido redactados por los social revolucionarios.
Sea así. No importa quién lo haya redactado; mas como gobierno democrático no
podemos dar de lado a la decisión de las masa populares, aun en el caso de que
no estemos de acuerdo con ella. En el crisol de la vida, en su aplicación
práctica, al hacerla realidad en cada lugar, los propios campesinos verán dónde
está la verdad. (…) La vida nos obligará a acercarnos en el torrente común de
la iniciativa revolucionaria, en la concepción de nuevas formas de Estado.
Debemos marchar al paso con la vida; debemos conceder plena libertad al genio
creador de las masas po pulares. (…) los campesinos han aprendido algo en estos
ocho meses de nuestra revolución y quieren resolver por sí mismos todos los
problemas relativos a la tierra. Por eso nos pronunciamos contra toda enmienda
a este proyecto de ley (…) Confiamos en que los propios campesinos sabrán,
mejor que nosotros, resolver el problema con acierto, como es debido. Lo
esencial no es que lo hagan de acuerdo con nuestro programa o con el de los
eseristas. Lo esencial es que el campesinado tenga la firme seguridad de que
han dejado de existir los terratenientes, que los campesinos resuelvan ellos
mismos todos los problemas y organicen su propia vida”. (16)
El mismo
principio democrático era el vigente para los obreros: “Es fácil promulgar
un decreto aboliendo la propiedad privada, pero sólo los obreros mismos pueden
y deben llevarla a la práctica. (…) No hay ni puede haber un plan concreto de
organización de la vida económica. Nadie puede proporcionarlo. Eso sólo pueden
hacerlo las masas desde abajo, por medio de la experiencia” . (17)
“Experiencia”.
La “experiencia” no es una consecuencia de la aplicación técnica de un
conocimiento científico, sino saber vivencial inherente a toda actividad
individual humana o praxis. La praxis no requiere de ningún saber especial; se
basa en el sentido común o doxa –opinión–, que dirige la acción y registra sus
consecuencias a partir de las propias expectativas. Lenin invoca esperanzado,
no las tendencias de la doxa más propensas a la reiteración, sino las más
intuitivamente creativas –frónesis, prudentia– de las que está dotado el ser
humano. ¿Y cuál es el estatuto epistemológico de la opinión de Lenin aquí
expresada? La de un saber segundo, orgánico de la praxis, que reflexiona
críticamente sobre la misma: una praxeología. Un filosofar, no un sistema
filosófico.
Tras la guerra civil,
Lenin validaría de nuevo la fidelidad a la alianza de los obreros con los
campesinos sobre la que se basaba el régimen. Frente a los que planteaban una
industrialización forzada, desarrollada a partir de un ahorro a expensas y
sobre las costillas de los campesinos, para revolucionar el “modo de
producción”, propugnó la NEP, simplemente, porque acogía las expectativas de la
mayoría de la sociedad.
Se trata aquí
de la democracia, por supuesto. Y de la democracia comprendida, no sólo como
mera participación en las elecciones de representantes, sino como
radicalización del poder directo de las clases subalternas sobre su vida y, en
particular, sobre las condiciones materiales de las que depende ésta.
Democracia, esto es, poder popular directo, estable, microfundamentado en la
sociedad civil por parte del demos. Y para ello, ¿qué programa ha de ser
considerado justo? El que consideren justo las masas. Esto es el jacobinismo,
la búsqueda de la felicidad y como objetivo la instauración de un poder
democrático a cuyo fin se instrumentan las medidas económicas.
Todos estos
periodos históricos de lucha por la libertad, a los que me he referido,
terminaron en derrotas de la plebe. Pero constituyen nuestra tradición y
nuestro ser, porque, por propia voluntad, los asumimos como nuestro patrimonio
y nos auto elegimos en ellos; en ellos nos inspiramos y de ellos aprendemos.
“La causa vencedora place a los dioses; la vencida a Catón”
Notas
1. Federico
Engels, Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata de
Erfurt de 1891, en Carlos Marx y Federico Engels, Obras Escogidas, en tres
tomos , Ed. Pogreso, Moscú, 1974, tomo. 3 pp. 456 y 458. Véase también, de
Engels, “La fiesta de las naciones en Londres, en ocasión de celebrarse la
instauración de la Primera república francesa, el 22 de setiembre de 1792” en
OME, Ed. Crítica, B., 1978, tomo 6, pp. 562 y ss. O el capítulo “movimientos
proletarios” de La situación de la clase obrera en Inglaterra, en el mismo tomo
de OME, p 463 a 490, en especial la segunda parte del capítulo.
2. Se puede
encontrar p. e. en la antología de Ed. Sarpe, François-Noel Babeuf, realismo y
utopía en la revolución francesa, B. 1985, que reproduce otra anterior de
Edicions 62/ Ed Península, B. 1970. También en Babeuf, Écrits, par Claude
Mazauric, Messidor –Éditions Sociales, Paris, 1988, pp. 285 a 287. Este texto
en francés es el que yo adopto.
3. No la de
Babeuf quien, junto con Darthé, al enterarse de la sentencia, se suicida en la
cárcel, imitando a Catón de Útica, que se había dado muerte tras ser derrotado
en el norte de África por César. Catón era uno de los héroes de Plutarco, y en
consecuencia era tan admirado por Babeuf, lector asiduo de Plutarco, como el
mismo tribuno Cayo Graco, de quien Babeuf había tomado el nombre. Este Catón
era un símbolo del republicanismo histórico, y, en consecuencia, al proceder a
suicidarse como él, Babeuf elige un emblema simbólico con el que recalcar la
propia autocomprensión de sí mismo. Con ello no hace sino manifestar la
continuidad ideológica con una traditio. Todas estas referencias a la
antigüedad –nombre autoelegido, suicidio, etc.– muestran un Babeuf nada
rupturista con la tradición intelectual.
4. El texto
traducido por Ed. Sarpe-Eds 62 traduce aquí “revolucionario” en vez de
“dictatorial”, según el original francés
5. Aristóteles,
Política 1279b 1280. Ver tambiéna Platón , República. De 557a, hasta 558c:
“Nace, pues, la democracia, creo yo, cuando habiendo vencido los pobres, matan
a algunos de sus contrarios, a otros los destierran, y a los demás los hacen
igualmente partícipes del gobierno y de los cargos, que, por lo regular, suelen
cubrirse en este sistema mediante sorteo.
6. Philippe
Buonarroti, Conspiration pour l´egalité, dite de Babeuf, Éditions Sociales,
París, 1957, 2 tomos; tomo 1, pp. 39, 45, 46 47, 49, 50 Esta edición es la
última que se ha publicado de esta obra. En castellano no existe edición de la
misma.
7. Ver:William
H. Sewel, Trabajo y revolución en Francia. El lenguaje del movimiento obrero
del Antiguo Régimen a 1848, Ed Taurus 1992. Alain Maillard, La communauté des
égaux. Le communisme neóbabuviste dans la France des annés 1840, ed. Kimé,
Paris 1999.
8. La palabra
“comunismo” procede del término “comunidad”, communitas; y estas de “munus”,
municipio en latin. Communis hace pues, referencia a la idea política de res
publica o res communis, no a la idea simple de cosa tenida por varios en común;
habla de comunidad políticamente organizada antes que de propiedad de algo
tenida en común por varios, y procede de la traditio republicana.
9. Robespierre,
“Discurso sobre el plan de educación nacional de Michel Lepelletier, de julio
de 1793, en Robespierre, écrits, Ed. Messidor/éditions sociales, Paris, 1989,
p. 265.
10. Blanc
Louis, (s/f ) Leettre sur la terreur, París, Obsidianne, L´impossible terreur,
p 14. WWW// gallica.bnf.fr
11. Para un
resumen de los argumentos historiográficos de izquierdas, y una presentación de
la bibliografía pro revolucionaria, a comenzar por la obra del gran Albert Ma t
t h i ez , permítaseme una autocita: Joaquín Mi ras: “La república de la virt u
d” en VV AA Republicanismo y democra c i a, Ed. Miño y Dávila, Buenos Aire s,
2005. Con buena distribución en España.
12. “La
Internacional fue fundada para reemplazar las sectas socialistas o
semisocialistas por una organización real de la clase obrera con vistas a la
lucha (…) la organización lassalleana era, simplemente, una organización
sectaria y, como tal, hostil a la organización de un movimiento obrero
efectivo”. “Marx a Friederich Bolte”, 23 de noviembre de 1871, en Carlos Marx,
y Federico Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, tomo 2, pp 446 y 447 .
13. Eduard
Berstein, Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia, Ed
siglo XXI, México 1982.
14. En uno de
sus cuentos, narra Borges la historia de dos teólogos que se pasaron la vida
odiándose a muerte: Juan de Panonia y Aureliano. Tras una vida de triunfos de
uno de ellos y de paralelas humillaciones del otro, el marginado pudo, por fin,
darle la vuelta al asunto y conseguir que su rival anteriormente victorioso
fuera condenado y quemado por hereje. A su vez, él murió también. Dios, en su
infinita bondad los acogió a ambos en su seno, pero Dios, a pesar de su
infinita sabiduría, era incapaz de distinguirlos.
15. Lenin, Dos
tácticas de la sociademocracia rusa, en Obras Escogidas en tres tomos, Ed
Progreso,, Moscú, 1979, tomo 1, p 554. Obra de 1905.
16. V. I.
Lenin. “Informe acerca de la tierra ante el segundo congreso de los Soviets de
Rusia del 8 de noviembre de 1917”, Obras Escogidas en tres tomos, Ed Progreso,
Moscú 1978, tomo 2, p. 492.
17. ”Informe
sobre la situación económica de los obreros de Petrogrado… del 17 de diciembre
de 1917”, Obras Escogidas, en tres tomos, tomos 2, p. 522.
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