viernes, 10 de julio de 2015

SOBRE IMPERIALISMO


Imperialismo del siglo XXI (I)

La teoría clásica del imperialismo

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18.05.2011

RUPTURA DE LA SOCIALDEMOCRACIA
El líder bolchevique encabezaba el ala izquierda de la socialdemocracia rusa, que a su vez integraba la II Internacional. Participaba activamente en las discusiones de ese agrupamiento, cuyo epicentro era Alemania. El partido socialista germano era una organización obrera de masas, con gran predicamento sindical y fuerte protagonismo parlamentario.

Los debates sobre el imperialismo desataron una fuerte polémica interna, cuando gobierno presionó a los socialistas para que aprobaran los créditos de guerra, necesarios para el financiamiento de la acción colonial. La corriente derechista influenciada por Bernstein aceptó esta exigencia, argumentando que el país debía protegerse frente a las agresiones externas, asegurando la paz desde una “posición de fuerza”. Justificaba, además, la expansión imperial, afirmando que Europa debía contribuir a la civilización de los pueblos más atrasados.

La vertiente centrista encabezada por Kaustky se opuso. Denunció los crímenes coloniales y presagió terribles consecuencias de una escala bélica. Explicó, además, que Alemania intentaba contrarrestar su arribo tardío al reparto mundial, con acciones militaristas desenfrenadas . Pero esta crítica no le impidió cambiar de actitud frente al acrecentamiento de las presiones oficiales, para alinear a los parlamentarios socialistas con la causa patriótica.

Para evitar el inminente desangre, Kautsky propuso arrastrar a las clases dominantes a una perspectiva de paz. Consideraba que la guerra era un proyecto exclusivo de los financistas y proveedores de armamentos, resistido o aceptado con desgano por la mayoría de los capitalistas . Estimaba que el gasto militar constituía un privilegio de las burocracias y una carga para la burguesía. Consideraba que el imperialismo no era una necesidad económica del capitalismo, sino tan sólo un curso ruin de ese sistema, que podía revertirse con el concurso de los empresarios [4] .

Con este enfoque convocó a evitar la guerra, mediante un desarme internacional acordado entre las principales potencias. Esperaba frenar la escala militar a través de conferencias internacionales, cortes de arbitraje y negociaciones inter-gubernamentales. Apostaba a un liderazgo británico-alemán, que sería auspiciado en ambas partes por las fracciones industriales (interesadas en la prosperidad de los negocios) y enfrentadas con los financistas (que lucraban con la guerra). Estas caracterizaciones eran compartidas por muchos teóricos socialdemócratas [5] .

Luego de muchas vacilaciones Kautsky avaló la aprobación de los créditos de guerra. Esta decisión precipitó una ruptura definitiva con la izquierda del partido. Lenin compartió este rechazo y propició junto a este sector la construcción de una nueva Internacional, opuesta a la capitulación socialdemócrata. Retomaron la denuncia del colonialismo y proclamaron el apoyo activo a la resistencia antiimperialista de los pueblos invadidos.

Este nuevo agrupamiento adoptó un perfil revolucionario. Cuestionó la ilusión de mitigar los conflictos internacionales mediante el desarme y subrayó el carácter efímero de los acuerdos concertados entre las potencias. Destacó que las apetencias coloniales conducían a confrontaciones bélicas, que expresaban necesidades (y no opciones) del capitalismo.

Esta postura fue encabezada en Alemania por Luxemburg, que subrayaba la imposibilidad de congelar la expansión de ultramar. Describía cómo la dinámica competitiva conducía a la sistemática violación de los pactos acordados entre los beligerantes. Cuestionaba especialmente la expectativa de desactivar los preparativos bélicos, con exhortaciones morales o llamados al respeto del derecho internacional.

Luxemburg cuestionaba las políticas exteriores capitalistas basadas en ambiciones de lucro, que corroían la estabilidad de todos los acuerdos internacionales. Objetaba las ilusiones de Kautsky y convocaba a la lucha por el socialismo, como única forma de impedir la matanza de los pueblos. Esta visión sintonizaba plenamente con el enfoque de Lenin [6] .

LAS CAUSAS DEL MILITARISMO
El líder bolchevique encaró una polémica más frontal contra Kaustky. Consideraba que las guerras inter-imperialistas eran inevitables, en cierto estadio de la acumulación. Estimaba que los capitalistas debían lanzarse a la conquista exterior, una vez completado el desenvolvimiento de los mercados internos. Esta compulsión derivaba en confrontaciones por los mercados y las fuentes de abastecimiento.

El carácter violento de estas pugnas obedecía a juicio de Lenin al agotamiento de extensiones coloniales, ya repartidas entre las viejas potencias. Esa distribución reducía los márgenes de cualquier negociación. Los imperialismos emergentes estaban obligados a disputar territorios, al tener bloqueado su ascenso. La intensidad de la acumulación y la estrechez de las regiones apetecidas imponían estos desenlaces bélicos.

En estos choques se jugaba el manejo de las materias primas necesarias para el desenvolvimiento industrial de cada metrópoli. Todas las tratativas ensayadas para evitar las confrontaciones, fracasaban por esa imposibilidad de acordar el reparto de las áreas que proveían insumos.

Lenin resaltaba el desinterés de todas las potencias por estabilizar soluciones de compromiso. Se indignaba frente a la ceguera que exhibían los socialdemócratas, ante la hipocresía oficialista. Consideraba que esa retórica anestesiaba la conciencia popular, al generalizar ilusiones que enmascaraban la preparación de la guerra. También estimaba que las rivalidades económicas se transmitían a la esfera militar y cuestionaba tanto las utópicas expectativas de desarme, como los llamados a la cooperación de los industriales.

Con el mismo argumento objetaba la presentación del militarismo, como un simple acto electivo de las clases dominantes. Entendía que el armamentismo era indisociable del capitalismo y de las consiguientes confrontaciones entre potencias. Consideraba absurdo presentar al imperialismo como una “política preferida del capital”, al estimar que esa orientación constituía una necesidad para el conjunto de los opresores.

Siguiendo esta caracterización, Lenin destacaba la inutilidad de cualquier intento de persuasión de los acaudalados. Consideraba que estos sectores discutían en la mesa de negociación, lo que resolvían en las trincheras. Por esta razón los acuerdos de un periodo se transformaban en confrontaciones de la fase ulterior. Cuestionaba las ingenuas creencias en la primacía del primer curso y alertaba contra las falsas expectativas pacifistas.

Lenin no aceptaba la presentación de la guerra como una decisión aberrante de las elites. Estimaba que el curso belicista correspondía a tendencias objetivas del capital, derivadas de la competencia por la ganancia. Sostenía que el único sendero de pacificación genuina era el inicio de una transición al socialismo. El estallido de la Primera Guerra confirmó las caracterizaciones de Lenin y puso de relieve todos los errores de la apuesta pacifista de Kautsky.

Esta diferencia de percepciones obedeció a causas y posturas políticas. El dirigente bolchevique detectó las principales contradicciones del capitalismo de su época y mantuvo una actitud revolucionaria. El líder socialdemócrata privilegió sus deseos a la consideración de las tendencias reales y demostró una gran permeabilidad a las exigencias de los poderosos.

Estas asimetrías ilustraron también la distancia que separaba a los políticos revolucionarios y reformistas de ese período. El punto en discordia era el rechazo o la resignación frente a una guerra inter-imperialista. Lenin encabezó la resistencia al desangre bélico e impulsó el internacionalismo. Su teoría del imperialismo se cimentó en esta estrategia política.


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