50
años de guerras imperiales: resultados y perspectivas
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09.03,2015
Traducido
del inglés para Rebelión por Sara Plaza
El
imperialismo contemporáneo: perspectivas presentes y futuras
Para
entender el futuro del imperialismo estadounidense es importante resumir y evaluar
la experiencia y las políticas del último cuarto de siglo.
Entre
1990 y 2015 observamos un declive económico, político e incluso militar en la
construcción del imperio estadounidense en la mayoría de regiones del mundo,
aunque el proceso no es lineal y probablemente tampoco irreversible.
A
pesar de que en Washington se ha hablado mucho de la necesidad de reconfigurar
las prioridades imperiales para tener en cuenta los intereses económicos de las
multinacionales, se ha conseguido muy poco... La estrategia de Obama de
"bascular hacia Asia" se ha concretado en nuevos acuerdos militares
con Japón, Australia y Filipinas alrededor de China, y refleja la incapacidad
de diseñar acuerdos de libre comercio que excluyan a este país. Entre tanto,
Estados Unidos ha reanudado la guerra y ha vuelto a entrar en Iraq y
Afganistán, además de haber iniciado nuevas guerras en Siria y Ucrania. Está
claro que la primacía de la facción militarista sigue siendo el factor
determinante en el diseño de las políticas del estado imperial.
El
motor militar imperial es aún más evidente en la intervención estadounidense en
apoyo del golpe de Estado en Ucrania y la decisión subsiguiente de financiar y
armar a la junta de Kiev. La ofensiva imperial en Ucrania y los planes para
incorporarla a la Unión Europea y la OTAN constituyen una flagrante agresión
militar: la extensión de las bases, las instalaciones y las maniobras militares
estadounidenses hasta la frontera de Rusia, junto con la imposición de
sanciones económicas, han perjudicado duramente el comercio y las inversiones
estadounidenses en Rusia. La construcción del imperio estadounidense sigue
dando prioridad a la expansión militar incluso a costa de los intereses
económicos imperiales occidentales en Europa.
El
bombardeo de Libia por parte de Estados Unidos y la Unión Europea arruinó el
floreciente comercio y los acuerdos de inversión entre las multinacionales
imperiales del petróleo y el gas y el gobierno de Gadafi... Los ataques aéreos
de la OTAN destrozaron la economía, la sociedad y el orden político,
convirtiendo Libia en un territorio invadido por clanes enfrentados, bandas,
terroristas y la violencia armada.
Durante
el último medio siglo, el liderazgo político y las estrategias del estado
imperial han cambiado drásticamente. En el periodo que va de 1975 hasta 1990
las multinacionales tuvieron un papel central marcando la dirección de la
política del estado imperial: aprovechando los mercados asiáticos, negociando
la apertura del mercado con China, promoviendo y apoyando gobiernos
neoliberales militares y civiles en América Latina, e instalando y financiando
gobiernos pro-capitalistas en Rusia, Europa del Este, los Balcanes y los
estados bálticos. Incluso en los casos donde el estado imperial recurrió a la
intervención militar, Yugoslavia e Iraq, los bombardeos crearon oportunidades
económicas favorables para las multinacionales estadounidenses. El gobierno de
Bush padre favoreció los intereses petroleros de Estados Unidos mediante el
programa "petróleo por comida" acordado con Sadam Husein en Iraq.
Por
su parte, Clinton promovió gobiernos de libre comercio en los mini-estados
resultantes de la división de la Yugoslavia socialista.
No
obstante, el liderazgo y las políticas del estado imperial cambiaron
radicalmente desde finales de los noventa en adelante. El estado imperial del
presidente Clinton estaba formado por antiguos representantes de las
multinacionales, banqueros de Wall Street y conocidos militaristas y sionistas
recién ascendidos.
El
resultado fue una política híbrida con la que el estado imperial promovió de
manera activa las oportunidades de las multinacionales bajo los regímenes
neoliberales de los países ex comunistas de Europa y de América Latina, y
amplió los lazos de éstas con China y Vietnam, mientras llevaba a cabo
devastadoras intervenciones militares en Somalia, Yugoslavia e Iraq.
El
"equilibrio de fuerzas" dentro del estado imperialista cambió
drásticamente, inclinándose a favor de la facción militarista-sionista, a
partir del 11 de septiembre de 2001: el ataque terrorista de origen dudoso y
las demoliciones de bandera falsa en Nueva York y Washington sirvieron para
afianzar a los militaristas que estaban al mando del enorme aparato del estado
imperial. Como consecuencia del 11 de septiembre la facción militarista-sionista
del estado imperial subordinó los intereses de las multinacionales a su
estrategia de guerras totales. Esto, a su vez, llevó a la invasión, ocupación y
destrucción de la infraestructura civil de Iraq y Afganistán (en lugar de
aprovecharla para la expansión de las multinacionales). El régimen colonial de
Estados Unidos desmanteló el estado iraquí (en lugar de reorganizarlo en
función de las necesidades de las multinacionales). El asesinato y la migración
forzosa de millones de profesionales cualificados, administradores y miembros
del ejército y de la policía paralizaron cualquier recuperación económica (en
lugar de emplearlos al servicio del estado colonial y las multinacionales)
La
enorme influencia militarista-sionista en el estado imperial introdujo
importantes cambios en la política, la orientación, las prioridades y el modus
operandi del imperialismo estadounidense. La ideología de la
"guerra global al terror" sustituyó a la doctrina de las
multinacionales a favor de la "globalización económica".
Las
guerras perpetuas (los "terroristas" no estaban circunscritos a
determinados lugares ni momentos) reemplazaron a las guerras limitadas y a las
intervenciones para abrir mercados o instalar regímenes favorables a las
políticas neoliberales que beneficiaran a las multinacionales estadounidenses.
Las
guerras en Oriente Medio, el sur de Asia y el norte de África –contra países
islámicos que se oponían a la expansión colonial de Israel en Palestina, Siria,
el Líbano y el resto– pasaron a ocupar el centro de la actividad del estado
imperial, desplazando a la estrategia para explotar las oportunidades
económicas en Asia, América Latina y los países ex comunistas de Europa del
Este.
La
nueva concepción militarista de la construcción del imperio supuso gastos
billonarios y no tuvo en cuenta ni se preocupó por las ganancias del capital
privado. En cambio, bajo la hegemonía de las multinacionales, el estado
imperial intervino para garantizar concesiones de petróleo, gas y minerales en
América Latina y Oriente Medio, y las ganancias de las multinacionales
compensaron de sobra los gastos de la conquista militar. La configuración
militarista del estado imperial permitió el saqueo del Tesoro estadounidense
para financiar sus ocupaciones, gastando enormes sumas en un ejército de
colaboradores coloniales corruptos, en los "contratistas militares"
privados, y en funcionarios militares estadounidenses responsables de
adquisiciones (sic).
Anteriormente
la expansión de las multinacionales en el exterior había generado beneficios
para el Tesoro de Estados Unidos por el pago de impuestos directos y mediante
los ingresos procedentes del comercio y la transformación de materias primas.
En
la última década y media los mayores y más estables beneficios de las
multinacionales se han producido en zonas y países donde la participación del
estado imperial militarizado ha sido mínima: China, América Latina y Europa.
Donde menos beneficios han obtenido y más han perdido las multinacionales ha
sido en las regiones donde la implicación del estado imperial ha sido mayor.
Las
"zonas de guerra" que se extienden desde Libia hasta Somalia, el
Líbano, Siria, Iraq, Ucrania, Irán, Afganistán y Paquistán son las regiones
donde las multinacionales imperiales han sufrido un mayor deterioro y abandono.
Los
principales "beneficiarios" de las actuales políticas del estado
imperial son los contratistas militares privados y el complejo
militar-industrial-securitario estadounidense. En el exterior, los
beneficiarios del estado incluyen a Israel y Arabia Saudita. Por otro lado, los
gobernantes clientelistas jordanos, egipcios, iraquíes, afganos y paquistaníes
han guardado decenas de miles de millones en cuentas off-shore.
Entre
los beneficiarios "no estatales" se encuentran los ejércitos
mercenarios por poderes. En Siria, Iraq, Libia, Somalia y Ucrania también se
han visto favorecidos decenas de miles de colaboradores en las autodenominadas
organizaciones "no gubernamentales".
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