50
años de guerras imperiales: resultados y perspectivas
1/5
09.03,2015
Traducido
del inglés para Rebelión por Sara Plaza
Introducción
En
los últimos 50 años Estados Unidos y las potencias europeas han desatado
incontables guerras imperiales en todo el mundo. La ofensiva hacia la
supremacía mundial ha estado envuelta en la retórica del "liderazgo
mundial", y las consecuencias han sido devastadoras para los pueblos
contra los que se han dirigido esas guerras. Las más grandes, largas y
numerosas las ha llevado a cabo Estados Unidos. Presidentes de ambos partidos
han estado al frente de esta cruzada por el poder mundial. La ideología que anima
el imperialismo ha ido cambiando del "anticomunismo" del pasado al
"antiterrorismo" actual.
Como parte de su proyecto de dominación mundial,
Washington ha utilizado y combinado muchas formas de guerra, incluyendo
invasiones militares y ocupaciones; ejércitos mercenarios y golpes militares;
además de financiar partidos políticos, ONGs y multitudes en las calles para
derrocar gobiernos debidamente constituidos. Los motores de esta cruzada por el
poder mundial varían según la localización geográfica y la composición
económica de los países destinatarios.
Lo
que queda claro cuando se analiza la construcción del imperio estadounidense en
el último medio siglo es el relativo declive de los intereses económicos y la
aparición de consideraciones de tipo político y militar. Esto se debe en parte
a la desaparición de los regímenes colectivistas (la URSS y Europa Oriental) y
a la conversión al capitalismo de China y los regímenes de izquierdas en Asia,
África y Latinoamérica. El declive de las fuerzas económicas como motor del
imperialismo es el resultado de la llegada del neoliberalismo global. La
mayoría de las multinacionales de Estados Unidos y la Unión Europea no están
amenazadas por nacionalizaciones o expropiaciones que podrían desencadenar una
intervención política imperial. De hecho, incluso los regímenes posneoliberales
invitan a las multinacionales a invertir, comerciar y explotar recursos
naturales. Los intereses económicos entran en juego en la formulación de
políticas imperiales solo si (y cuando) surgen regímenes nacionalistas que
desafían a las multinacionales estadounidenses, como en el caso de Venezuela
bajo el presidente Chávez.
La
clave de la construcción del imperio estadounidense en el último medio siglo se
halla en las configuraciones del poder político, militar e ideológico que se
han hecho con el control de las palancas del estado imperial. La historia
reciente de las guerras imperiales estadounidenses ha demostrado que las
prioridades militares estratégicas –bases militares, presupuestos y burocracia–
han estado muy por encima de cualquier interés económico localizado de las
multinacionales. Por otra parte, la mayoría de los gastos y las largas y
costosas intervenciones militares del estado imperial estadounidense en Oriente
Medio han sido a instancias de Israel. El acaparamiento de posiciones políticas
estratégicas en el Ejecutivo y en el Congreso por parte de la configuración del
poder sionista estadounidense ha reforzado la centralidad de los intereses
militares en detrimento de los económicos.
La
"privatización" de las guerras imperiales –el gran aumento y uso de
mercenarios contratados por el Pentágono– ha supuesto el saqueo de decenas de
miles de millones de dólares del Tesoro estadounidense. La industria militar
privada, que provee de combatientes mercenarios, se ha convertido en una fuerza
muy "influyente" que está moldeando la naturaleza y las consecuencias
del proceso de construcción del imperio estadounidense.
Los
estrategas militares, los defensores de los intereses coloniales israelíes en
Oriente Medio y las corporaciones militares y de inteligencia son actores
fundamentales del estado imperial, y es su influencia en la toma de decisiones
la que explica porqué el resultado de las guerras imperiales estadounidenses no
ha sido un imperio económico próspero y políticamente estable. En vez de eso,
sus políticas han tenido como resultado economías devastadas e inestables que
se rebelan continuamente.
Vamos
a empezar identificando las cambiantes áreas y regiones implicadas en la
construcción del imperio estadounidense desde mediados de los setenta hasta la
actualidad. Luego examinaremos los métodos, las fuerzas impulsoras y los
resultados de la expansión imperial. A continuación pasaremos a describir el
actual mapa geopolítico de la construcción imperial y el carácter variado de la
resistencia antiimperialista. Concluiremos examinando el porqué y el cómo de la
construcción del imperio y, más concretamente, las consecuencias y los
resultados de medio siglo de expansión imperial estadounidense.
Imperialismo
en el periodo post Vietnam: guerras por poderes en América Central, Afganistán
y el sur de África
La
derrota del imperialismo estadounidense en Indochina marca el final de una fase
de construcción del imperio y el comienzo de otra: el paso de invasiones
territoriales a guerras por poderes. A partir de las presidencias de Gerald
Ford y James Carter, el estado imperialista estadounidense empezó a recurrir
cada vez más a apoderados. Reclutó, financió y armó ejércitos por poderes para
destruir una gran variedad de regímenes y movimientos nacionalistas y
social-revolucionarios en tres continentes. Con el apoyo logístico del ejército
y las agencias de inteligencia paquistaníes, y con el respaldo económico de
Arabia Saudita, Washington financió y armó fuerzas extremistas islámicas en
todo el mundo para invadir y destrozar el régimen afgano, laico, progresista y
apoyado por la Unión Soviética.
La
segunda intervención por poderes tuvo lugar en el sur de África, donde el
estado imperial estadounidense, aliado con Sudáfrica, financió y armó ejércitos
por poderes contra los regímenes antiimperialistas de Angola y Mozambique.
La
tercera ocurrió en América Central, donde Estados Unidos financió, armó y
entrenó escuadrones de la muerte en Nicaragua, El Salvador, Guatemala y
Honduras para acabar con los movimientos populares y las insurgencias armadas,
causando más de 300.000 civiles muertos.
La
"estrategia de guerra por poderes" del estado imperial de Estados
Unidos se extendió a América del Sur: la CIA y el Pentágono apoyaron golpes de
Estado en Uruguay (general Álvarez), Chile (general Pinochet), Argentina
(general Videla), Bolivia (general Banzer) y Perú (general Morales). La
construcción del imperio por poderes se hizo en gran medida a instancias de las
multinacionales estadounidenses, que durante ese periodo tuvieron un papel
destacado a la hora de establecer las prioridades del estado imperial.
Las
guerras por poderes estuvieron acompañadas por invasiones militares directas:
la diminuta isla de Granada (1983) y Panamá (1989) bajo los presidentes Reagan
y Bush padre. Blancos fáciles, con pocas víctimas y pocos gastos militares:
ensayos generales para relanzar importantes operaciones militares en un futuro
cercano.
Lo
que sorprende de las "guerras por poderes" son sus resultados
contrapuestos. En América Central, Afganistán y África esas guerras no
desembocaron en prósperas neo-colonias ni resultaron lucrativas para las
corporaciones estadounidenses. En cambio, los golpes de Estado por poderes en
América del Sur se tradujeron en extensas privatizaciones y abultados
beneficios para las multinacionales estadounidenses.
La
guerra por poderes en Afganistán trajo consigo el ascenso y la consolidación
del "régimen islámico" talibán, que se oponía tanto a la influencia
soviética como a la expansión imperial estadounidense. Con el tiempo el ascenso
y la consolidación del nacionalismo islámico desafiaría a los aliados de
Estados Unidos en el sur de Asia y en la región del Golfo, y conduciría a la
invasión militar estadounidense de 2001 y a una larga guerra (15 años) que aún
no ha terminado, y que probablemente supondrá la derrota y retirada militar de
Estados Unidos. Los principales beneficiarios desde el punto de vista económico
fueron los clientes políticos afganos de Washington, los
"contratistas" mercenarios estadounidenses, los funcionarios
militares responsables de adquisiciones y los administradores coloniales que
saquearon cientos de miles de millones de dólares del Tesoro estadounidense a
través de transacciones ilegales o fraudulentas.
Las
multinacionales no-militares no se beneficiaron en absoluto del saqueo del
Tesoro de Estados Unidos. De hecho, la guerra y el movimiento de resistencia
dificultaron la entrada de capital privado estadounidense a largo plazo en
Afganistán y las regiones fronterizas limítrofes de Pakistán.
La
guerra por poderes en el sur de África arrasó las economías locales,
especialmente las economías agrícolas nacionales, desarraigó a millones de
trabajadores y campesinos e impidió la entrada de las empresas petrolíferas
estadounidenses durante más de dos décadas. El resultado "positivo"
fue la des-radicalización de la elite nacionalista revolucionaria. Sin embargo,
la conversión política de los "revolucionarios" del sur de África al
neoliberalismo no benefició demasiado a las multinacionales estadounidenses,
pues los nuevos gobernantes se volvieron oligarcas cleptócratas y pusieron en
marcha regímenes patrimoniales asociándose con diversas multinacionales, sobre
todo asiáticas y europeas.
Las
guerras por poderes en América Central también tuvieron resultados
contrapuestos. En Nicaragua la revolución sandinista derrotó al régimen de
Somoza apoyado conjuntamente por Estados Unidos e Israel, pero inmediatamente
después tuvo que enfrentarse a un ejército mercenario contrarrevolucionario
financiado, armado y entrenado por Estados Unidos ("la contra") con
base en Honduras. La guerra estadounidense destrozó muchos proyectos económicos
progresistas, socavó la economía y eventualmente derivó en la victoria
electoral de Violeta Chamorro, que contó con el patrocinio y el respaldo de
Estados Unidos. Dos décadas más tarde los apoderados de Estados Unidos fueron
derrotados por una coalición política liderada por sandinistas
des-radicalizados.
En
El Salvador, Guatemala y Honduras, las guerras por poderes estadounidenses
terminaron consolidando regímenes clientelistas que se encargaron de destruir
la economía productiva y provocaron la huida de millones de refugiados de
guerra hacia Estados Unidos. El dominio imperial estadounidense erosionó las
bases del mercado laboral productivo y engendró bandas asesinas de
narcotraficantes.
En
resumen, en la mayoría de los casos las guerras por poderes de Estados Unidos
lograron evitar el ascenso de regímenes nacionalistas de izquierdas, pero
también condujeron a la destrucción de las bases económicas y políticas de un
imperio neocolonial próspero y estable.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario