sábado, 11 de enero de 2014

BRASIL, LO MISMO QUE GRECIA, IRLANDA, ESPAÑA, PORTUGAL, ITALIA, ALEMANIA, FRANCIA O USA, ETC., NO TIENE SOLUCIÓN DENTRO DE LOS PARAMETROS CAPITALISTAS




2013: jaque al "lulismo"

06-01-2014

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La solución a la crisis capitalista mundial, insalvable hoy en todas partes, no tiene más que una solución posible: la erradicación, sacar de raíz (que eso es ser radical) las relaciones de explotación capitalistas dominantes, para sustituirlas por unas nuevas relaciones de cooperación, que es lo contrario de la competitividad capitalista.

El 15 de junio de 2013, en el momento que Dilma Rousseff y Joseph Blatter se disponían a inaugurar la Copa de las Confederaciones en el estadio Mané Garrincha de Brasilia, el público abucheó de forma estridente a la mandataria brasileña y al execrable presidente de la FIFA, dejando en evidencia que el fútbol ya no funcionaba con tanta facilidad en el país como entorpecedor de conciencias. Pero la señal más alarmante para el PT y la élite política, fue que se trataba de un claro rechazo a un gobierno que se empezaba a juzgar en la calle como impopular.
En el sexto mes de 2013, con una alianza en el Congreso que reunía a todo el espectro burgués alrededor del PT, -desde los más retrógrados hasta los liberales de "centro"-, el gobierno de Dilma estaba convencido que el "lulismo" /1 había aplacado por tiempo indeterminado a los movimientos sociales y populares. Se trataba de un régimen que había cooptado a la institucionalidad a la mayoría de las centrales sindicales y se sustentaba en el clientelismo electoral de amplias capas del sub-proletariado que por primera vez, alimentadas con mesura por el asistencialismo social y el crédito fácil, accedían al mercado. Pero de improviso una rebelión callejera ponía en jaque la estabilidad institucional, llegando en el momento de auge a más de 2 millones de manifestantes en el conjunto del país.
Las movilizaciones de junio de 2013 develaron que existía una insatisfacción legítima en amplios sectores de la población brasileña. El detonante fue la lucha contra el aumento de las tarifas del transporte, lanzada por el Movimento do Passe Livre (MPL), que también fue sorprendido por los resultados masivos de su convocatoria. El movimiento se inició en São Paulo y se expandió por más de 400 ciudades de todo Brasil. El MPL no perdió el eje de sus demandas y aunque no logró imponer el transporte gratuito que es su exigencia central, obtuvo con éxito la reducción de las tarifas en todo el país.
Los grandes medios e Internet destacaron la participación de la juventud "apolítica" pero en verdad los detonadores de la revuelta fueron los trabajadores informales o precarios, los tercerizados, los empleados de comercio, familias que sobreviven con un salario mínimo, pobladores subyugados por el racismo /2. Para dar sólo un ejemplo, en este último año la informalidad laboral todavía alcanza al 43,1% del total de trabajadores (Síntese de Indicadores Sociais - SIS 2013). Es decir el descontento partió de las capas más pobres y excluidas en términos históricos de una de las sociedades más desiguales del planeta.
En una de las primeras movilizaciones que ocuparon la avenida São Paulo y fue violentamente reprimida por la policía, un barrendero de calles de una empresa tercerizada, un mensajero, una auxiliar administrativa de comercio y una estudiante de familia de bajos ingresos, declararon a un periodista de la UOL que con el aumento deberían saltearse alguna de las comidas del día /3. La movilización derribaba las fantasías petistas y del Banco Mundial sobre una "nueva clase media" brasileña.
En diciembre de 2012 el Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (IBGE) /4 informó que entre los 84 millones de brasileños con algún ingreso, los 8,4 millones (10%) que recibieron el menor rendimiento mensual disminuyeron su participación, entre 2000 y 2010, en los ingresos totales. De un entrada mensual de R$ 134 (U$S 67 en aquella fecha) pasaron a R$ 101 (U$S 50), es decir a contar para todos sus gastos con R$ 3,36 por día. Les sobraría 16 centésimos luego de pagar un pasaje de ómnibus en São Paulo. Un reajuste de R$ 0,20 en el precio de la tarifa de los transportes públicos en esa ciudad puede parecer insignificante para algunos, pero para aquellos que reciben un salario mínimo (en São Paulo era de R$ 755) y utilizan un ómnibus y un metro para ir y lo mismo para volver del trabajo -cosa normal-, el gasto de transporte al final del mes será R$ 200. Más de la cuarta parte del total de su ingreso. Y para los 30 millones (15% de la población brasileña) que pasaron en la última década a un ingreso mensual per cápita de R$ 250 (125 dólares o 4 dólares diarios)/5 el transporte les comería el 80% del ingreso. Y eso por un servicio privatizado pésimo, en ómnibus repletos.
Cuando se sumó una multitud de jóvenes, convocados por las redes sociales, a la Policía Militar le faltaba en el manual que su enfrentamiento a las enormes movilizaciones populares no podía equipararse al vandalismo impune con que actúan hace décadas contra las protestas puntuales en la periferia y la brutalidad con que tratan a los pobres, los indigentes y excluidos. El movimiento resistió los ataques y las provocaciones de la policía militar, que de inmediato pasó a ser el símbolo de la brutalidad anti-democrática.
Tampoco los "petistas" descontentos con el gobierno y los partidos de la antigua "izquierda radical" previeron que miles ocuparían -en su mayoría en forma pacífica- las calles, creciendo en cantidad y descontento. En la agitación callejera, algunos abucheos o forcejeos contra los portadores de banderas del PT u otros partidos del gobierno, eran explicables. El rechazo al PT de muchos jóvenes proviene sobre todo de su ejercicio del poder en alianza con ruralistas y oligarcas de los estados, aplicando una política que no pone en primer lugar las necesidades populares. Es cierto que la Rede Globo -el gran partido político del capital que sufrió ataques de los movilizados en esas semanas-, trató de desvirtuar las demandas y desviar el descontento hacia el anti-partidismo. Pero, los petistas que se sumaron a las movilizaciones debieron integrar el movimiento con humildad sin intentar manotear la conducción, sumándose codo con codo con quienes marchaban en las calles por justas demandas.
Y aquí es importante acotar el rol que tuvieron las "redes sociales" agitando desde Internet. Comencemos por aclarar que según la última Pesquisa Nacional por Amostra de Domicílios (PNAD) de 2012 /6, aproximadamente 83,0 millones de personas de 10 años o más de edad accedieron Internet en los 3 meses anteriores a la pesquisa. Es decir un semestre antes de la rebelión popular, menos de la mitad de la población eran internautas. Mientras el sector mayoritario de menor poder adquisitivo y más afectado por la carestía del transporte y el deterioro de los servicios públicos estuvo al margen de las convocatorias de las "redes". En Rio de Janeiro -la ciudad con las mayores movilizaciones- y en otras ciudades con amplios suburbios pobres, los protagonistas de la revuelta eran en su mayor parte las comunidades de las favelas, desplazadas por la contra-reforma urbana que utilizó como coartada los eventos futbolísticos, para hacer un gran negocio con las licitaciones para la construcción de estadios y otras instalaciones y con la especulación inmobiliaria. Expulsando pobladores para regiones sin servicios y más alejadas de sus trabajos.
Es exagerado entonces alegar que: "Lo que se percibe en las redes sociales, cada vez más, es la voz de las mayorías antes silenciosas.", como afirma ahora un periodista brasileño haciendo el balance de las movilizaciones de junio pasado/7. Ni las redes sociales fueron las detonantes de la movilización, ni son las voces auténticas de las mayorías. Más aún, las redes sociales se prestaron también a la manipulación tratando de imponer consignas que no eran las originales del movimiento. La agitación contraria a la PEC 37/8, aunque justa, no reflejaba el sentir mayoritario, que se centraba en el costo del transporte y las carencias en la Salud y en la Educación pública. Operadores "avispados"/9 de las redes sociales lanzaban consignas ajenas al movimiento y luego repartían en las marchas cartelitos prefabricados en serie con el texto correspondiente. Es decir que hay que ser muy cuidadoso con relación a la autenticidad y el poder real de convocatoria de las llamadas "redes sociales" de Internet.


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