jueves, 6 de agosto de 2009

CARTAS DE AMOR

(8)

De escuelas siempre anduvimos mal. Ahora ya es otra cosa, pero entonces estábamos mal del todo. Tanto que en Isla Mayor (ni siquiera el pueblo se llamaba así) no había ninguna.
A la primera escuela que fui fue a la de Juana “La Loca,” que estaba en el barracón de Maquique. Mamá me hizo un babi y todo, y una cartera de tela que me la podía poner en bandolera, en la que llevaba la cartilla “RAYAS”, pero la de muy pocas hojas; un lápiz; un sacapuntas y una goma de borrar, y la reiterada advertencia de que me portara bien. Y me porté, eh.
En aquella escuela me aprendí la a de abanico; la e de erizo; la i de iglesia; la o de ojo y la u de uva. Después que la m con la a se decía ma y días más tarde me aprendí “amo a mi mamá.”
Pero en realidad donde de verdad aprendí antes de empezar a estudiar fue en la escuela de usted, o sea, en nuestra casa del Grupo Beca, 23, frente a la herrería de Salvador, que yo creo que fue la primera escuela mixta, porque venían muchos niñas y niños, a los que usted o mamá, no lo sé, nos ponía en dos habitaciones aparte, pero luego nos juntábamos todos, y las más mocitas buscaban estar con el mocito que le gustaba.
Después, cuando nos mudamos a la casa del Toro, muchos niños de aquellos, como Alfonso y José siguieron viniendo y otros nuevos de zonas de más allá del Sanatorio, pero cuando nos fuimos a Santa Rita, como quedaba muy lejos, ya fueron otros los niños y una niña y dos tractoristas que acudían a sus clases, estos dos últimos, como querían sacarse el carnet de tractorista y no sabían leer, también tuvieron que ir.
Pero ahora lo que yo le quería decir, es que de nuestra casa del Grupo Beca la han hecho almacén, juntándola con la de Arturo.
Si la viera le pasaría como a mí, que no la reconocería por la forma. La ventana que da a la calle Cervantes, la de mi habitación, está en el mismo sitio, pero un poco más grande y más fea, y la puerta de entrada, por la que yo miraba por el postigo para ver si había pasado la flama del sol, a la hora de la siesta, y poder salir a la calle, y donde tantas veces vi como le despedía y le recibía mamá cuando se iba y venía del trabajo, también la han hecho más grande, y la han corrido un poco a la derecha, yo creo que queda a la altura del patio, donde usted plantó aquel eucalipto que trajo de Colinas, pero que luego tuvo que arrancar, porque se hacía muy gordo y podía tirar la pared.

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