jueves, 6 de agosto de 2009

CARTAS DE AMOR


(9)

(Camino de entrada al lugar donde estaba Santa Rita, Isla Mayor, Sevilla)


RECUERDOS

Recuerdos. Recuerdos. ¿Pero que es recordar?

Sí. Media noche por lo menos. Es muy tarde, más de las doce. La Misa de El Gallo ha sido ya y no me gusta.
A mi no me parece que un niño de yeso, o de piedra, porque es muy duro, sea El Niño Dios. Además tiene los pies muy fríos y tampoco sé porqué se le tiene que besar en los pies y no en la cara o en la frente o en la cara, como me besan mis padres a mi.
Y tampoco sé porqué hay que comerse las doce uvas de golpe y porrazo. De prisa no se debe comer, y los pasteles si te gustan no es malo, pero si te gustan mucho y el pastel es de grande como la cabeza de un hombre, y te lo quieres comer todo tu solo, como está dibujado en el Nuevo Catón que mi padre me ha traído de Sevilla, entonces eres un glotón.
Un glotón es un niño que se quiere comer un pastel como la cabeza de un hombre, pero yo no sé si hay pasteles tan grandes. A lo mejor no hay ningún pastel tan grande. Los del Pastelero que está en la esquina de García, frente al cine de madera de la Compañía, donde los hombres que hacen los canales dejan sus bicicletas por el día, mientras comen, y que nos compra mi padre a mi madre y a mi, cuando nos lleva al cine del pueblo los domingos por la noche, son como mi mano.
El pastel más grande que he visto es como media mano de mi padre, cuadrado, como un helado de corte de los que vende Garrigós, junto al puente de Jordana. Tiene galletas y todo y es blanco, igual que el helado, pero el pastel no está helado.
A mi padre le gustan mucho y mi madre se los compra. A mi también me gustan, pero no mucho, porque al comértelos, la cosa blanca que tiene entre las galletas, que está muy dulce, como una espuma, pero mas espesa, te mancha y se te queda pegajosa la cara y te tienes que lavar y a mi tampoco me gusta mucho lavarme.
De todo lo que he comido esta noche, lo que más, lo que más me ha gustado, ha sido el melón.
Mi padre dice que las cosas que no hay son las mejores cuando te las comes. Y por eso mi padre, cuando es verano, y los melones están gordos y maduros en las matas, va al melonar muchas veces y se va fijando en los mejores melones, los coge, los ata con una cuerda, o con una enea y los cuelga en unos clavos que tiene puestos en las vigas de madera del almacén, y así están colgados hasta que llegan Las Pascuas.
A Las Pascuas por ahí fuera, en Sevilla también, me parece que le llaman Navidades, pero aquí son Las Pascuas.
Lo que más me gusta de las Pascuas es lo de ahora, cuando ya es muy de noche muy de noche, y entra mi padre o mi madre a la habitación para despertarme, porque han venido a felicitarme a la casa de Santa Rita Los Campanilleros. Me han cantado unas canciones que se llaman villancicos.
Los Campanilleros son como las comparsas de Cádiz, pero en vez de cantar canciones metiéndose con la gente, cantan villancicos.
Algunos villancicos son muy graciosos y divertidos. En un villancico, de todos el que más me gusta, entran unos ratones al Portal de Belén y hacen un destrozo grande.
A San José le rompen los pantalones. Se los muerden, luego se le comen el chocolate, y a María también le hacen algo, pero no me acuerdo ahora mismo qué.
Mi nombre verdadero, como yo querré que me llamen cuando sea un hombre, como Paco o Curro, es Manuel, pero me llaman Manolito, y porque me llamó así es por lo que vienen los Campanilleros a mi casa el día uno de Enero, bueno, antes de que se haga de día, y mis padres le ponen en la mesa grande muchas cosas dulces para que Los Campanilleros después de cada villancico que cantan, cojan lo que quieran: polvorones de Estepa, un pueblo que está muy lejos de aquí, más allá de Sevilla, y mojones de perros, aunque en realidad no se llaman así, en el papel que los envuelven pone “alfajores”, pero yo no sé leer todavía bien.
En la mesa grande también ponen mis padres muchas botellas de vino, aguardiente de los dos, del dulce y del seco, y otras botellas muy raras, para que los Campanilleros puedan beber también todo lo que quieran.
Dicen que si bebes mucho la vista se te nubla, pero yo creo que lo dicen los mayores para meternos miedo a los niños y no bebamos. Así que no me lo creo.
Lo que si pasa, como me pasó a mí, es que si te bebes dos vasos de mistela, un vino muy dulce, que la mesa grande se menea, va de un sitio a otro, pero la vista no se nubla, y te dan muchas ganas de cantar aunque no sepas, porque yo no se cantar y canté. Y de esto los mayores se ríen, no sé por qué.
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