Todo el mundo se
queja, pero nadie hace nada. O casi nada. La educación en Occidente, a tenor de
los resultados, no sirve para lo que debería servir: formar personas cultas y
con espíritu crítico. ¿Por qué será?
Escuelas occidentales
EL VIEJO TOPO /19 febrero, 2025
ESCUELAS
OCCIDENTALES
Por Alberto
Giovanni Biuso
Los fenómenos
sociales, ya sean espontáneos o construidos por un deseo de controlar cuerpos
colectivos, en última instancia se encuentran y chocan con las estructuras
antropológicas, con lo que lo humano es por naturaleza más
allá del construccionismo político que, sin embargo, ejerce
una gran influencia en la vida de los individuos y las comunidades.
Un ámbito en el
que esta dinámica es particularmente evidente, delicada y por tanto también
destructiva es la educación, la escuela. Desde hace algunas décadas, y de forma
cada vez más acelerada, la escuela permeada por los principios pedagógicos del
Occidente anglosajón -y por tanto sustancialmente por el conductismo combinado
con el moralismo- ha visto en su centro algunos fenómenos, tales como:
-la presencia
cada vez más obsesiva de los padres en las escuelas, con la consiguiente
primacía del componente emocional y privado en detrimento del componente
profesional y objetivo, es decir, los educadores, maestros, profesores;
-la
consiguiente pérdida de identidad y seguridad por parte de los docentes,
reducidos ya sea a burócratas o a empleados domésticos, y ahora afectados de
manera preocupante por el síndrome de burnout;
-una obsesión sobreprotectora
dirigida a los niños y adolescentes, a quienes se supone que hay que proteger
incluso de la más mínima dificultad, de los disgustos y sobre todo de los
conflictos.
No sólo es
evidente la imposibilidad empírica de un programa así -la existencia es
fricción y conflicto- sino también la consecuencia destructiva de no
dejar crecer a las personas, dejándolas en una condición de infantilismo y de
dependencia perpetua que perciben claramente (a veces incluso con
consternación) quienes enseñan en la universidad -y por tanto se ocupan de la
educación en una fase en la que las personas ya deberían ser autónomas y
adultas.
Este es el
contexto educativo en el que se desarrolla la historia de la
película La tutoría (Armand, Halfdan Ullmann Tøndel,
Noruega, 2024). Esto sucede en una escuela noruega, es decir, en aquella
Escandinavia que desde hace mucho tiempo ha aceptado acríticamente los dogmas
de la pedagogía anglosajona y de la sociedad de control en la que se sigue al
individuo de forma vigilante y en última instancia tiránica «desde la cuna
hasta la tumba».
Sucede que un
niño de seis años, Jong, es encontrado llorando en el baño y responde que su
compañero, Armand, también de seis años, intentó violarlo en el ano. La
inverosimilitud de tal eventualidad (a los seis años de edad el pene humano no
es capaz de una erección tan potente) queda casi descartada. Se convoca a los
padres de los niños. Elisabeth, la madre de Armand, pronto se ve sometida a un
juicio que se basa en su vida privada y que no tiene nada que ver con el
episodio objeto de la citación. Delante de los padres hay una profesora joven,
honesta y voluntaria, cuya presencia se ve anulada por la de un director tan
cobarde como inestable e incompetente (tres características que describen
perfectamente a la mayoría de los «directores de escuela» italianos) y por un
psicólogo completamente inconcluyente y aquejado de continuas hemorragias
nasales.
Pero el sentido
y el valor de esta película reside en la diferencia con una trama que, contada
de esta manera, parece la de una película sociológica. No, se trata
de una obra antropológico-simbólica en la que algunos
acontecimientos, su ubicación espacio-temporal, los diferentes colores de las
salas adquieren una función primordial. Una función particularmente y
densamente física. De hecho, la película se aleja de cualquier
simple verosimilitud en al menos tres escenas: la sonrisa y la risa de
Elisabeth durante la conversación con sus padres y profesores; esta madre está
bailando con un niño de escuela; el paso del odio de los otros padres hacia
Elisabeth desde una dimensión interna y psicológica a una completamente física
en la que muchos se lanzan poco a poco unos contra otros. Excepto para luego
revertir el resultado cuando se aclaren los hechos tal como realmente
sucedieron.
Cada elemento
de esta película está cuidadosamente pensado y meditado. El sentido de la
historia queda claro desde el principio gracias a un elemento que no describiré
aquí para dejar que quienes vean La tutoría lo descubran por
sí mismos, pero es un elemento “técnico” muy claro.
El director, de
treinta años, era maestro de escuela primaria. Una condición tal vez necesaria
para pensar, proyectar y realizar una película tan correspondiente al absurdo
que hoy sucede en las escuelas del Occidente anglosajón y que había sido
prefigurada con la lucidez habitual por Ivan Illich en Herramientas para
la convivialidad: «El evento catastrófico inevitable podría ser o bien una
crisis en el final: final por aniquilación o final en el campo de concentración
mundial de BF Skinner dirigido por un TE Frazier».
Illich lo había
entendido bien, pero no era difícil para los espíritus libres que, ante la
inmensidad del crecimiento infinito postulado por el capitalismo, una de las
posibles consecuencias habría sido la sociedad de control. El control que ya
había intuido Hannah Arendt sería totalitario y conduciría al colapso de las
sociedades liberales, que nacieron como “sociedades abiertas”. Illich analiza y
critica por ello la «Caja de Skinner», una sociedad guiada por algoritmos a
través del uso sistemático del protocolo estímulo/respuesta, que para Skinner
–a diferencia de Watson– no debe ser pasivo sino que requiere la adhesión
activa y positiva de los controlados. De este modo, el conductismo aparece como
lo que siempre ha sido: una práctica orientada a la obediencia interna y al
control generalizado. Es obviamente emblemático que uno de los libros más
importantes del psicólogo estadounidense Burrhus Frederic Skinner se
titule Más allá de la libertad y la dignidad (1971). Tal es la
tendencia del Occidente contemporáneo y por tanto de sus escuelas y
universidades. La tutoría también habla de esto.
Fuente: Aldousblog
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