Huelga contra la reforma de las pensiones en Francia:
«Dada su determinación, el movimiento puede encontrar un segundo aliento»
Por Raphaëlle Besse-Desmoulières
KAOSENLARED
Ene 9, 2020
Sophie Béroud, politóloga en la universidad de Lyon,
nos habla de las características y perspectivas del movimiento huelguístico que
vive Francia contra la reforma de las pensiones desde el pasado 5 de diciembre
y que no ha concedido tregua alguna en navidades. La próxima jornada de
movilización general estaba convocada para el día 9 de enero, pero dada la
dinámica del movimiento, los sindicatos han añadido a esta convocatoria otra
jornada de movilización el día 11, sábado.
Raphaëlle Besse-Desmoulières: ¿Cuáles son las características del conflicto
social actual?
Sophie Béroud: Se trata de un movimiento bastante original.
Asistimos a una huelga programada. La huelga del 5 de diciembre se anunció con
tiempo y el gobierno sabía a que atenerse. Las y los huelguistas tuvieron
tiempo para organizarse y sobre todo planificar cómo hacer frente al coste
salarial de la huelga, como se puede ver en lo que respecta a la caja de
resistencia. Esto muestra que se ha aprendido en relación a otros movimientos
huelguísticos como el vivido durante el conflicto contra la reforma de la Ley
del Trabajo en 2016. Se percibe una fuerte determinación para hacer recular al
gobierno.
También hay que tomar en cuenta el hecho de que en diferentes
sectores (SNCF –red ferroviaria-, RATP –transporte público en Île de France- y
en cierta medida en la enseñanza) se haya optado por la huelga reconducible y
no con fechas fijas escalonadas como fue el caso en la SNCF en 2018. Estos últimos años hemos asistido
al predominio de las manifestaciones como forma de acción. La idea de fondo es
que no basta con sacar 2 millones de personas a la calle como en 2010, que es
necesario volcarse en los centros de trabajo y ser capaces de bloquear la
economía.
R. B-D.: ¿Crees que el gobierno ha optado porque la situación se vaya
pudriendo?
S. B.: En todo caso, no parece que quiere poner en el centro del
juego a organizaciones sindicales, como la CFDT, partidarias del diálogo social
[que no exige la retirada del proyecto como lo hacen la CGT, FO, Solidaires o
la FSU]. El hecho de que no haya mostrado la más mínima apertura hacia ese sindicato,
que es mayoritario si sumamos su representatividad en el sector público y en el
privado, da la impresión de que el gobierno opta porque el movimiento se vaya
agotando. El gobierno no le permite jugar a la CFDT el rol que le
correspondería sobre el papel y al que aspira: un rol central en el campo
sindical.
Marginalizando la CFDT no solo apuestan a que el conflicto se
vaya pudriendo, sino a transformar el conjunto del campo sindical. Si
sindicatos como la CGT, FO o Solidaires logran hacer retroceder al gobierno van
a mostrar la legitimidad de una posición combativa, del sindicalismo de lucha
como única vía para hacer frente a las políticas del gobierno y a las
diferentes contraofensivas acumuladas.
R. B-D.: ¿Qué queda de los chalecos amarillos?
S. B.: Se sembraron semillas, sobre todo en lo que respecta a la
determinación para luchar. El año pasado, los sindicatos y sus organizaciones
se vieron sorprendidos por un movimiento que partía no se sabe de dónde podía
tener tanta fuerza y hacer retroceder al gobierno, algo que no habían logrado
los sindicatos desde hacía mucho tiempo.
Ahora, las secciones sindicales están demostrando que también
pueden tener esa determinación y movilizarse con fuerza en los centros de
trabajo. Quizás se anunció demasiado pronto que el sindicalismo se había
debilitado en relación a los chalecos amarillos.
R. B-D.: ¿Cómo explicas que a pesar del llamamiento a la tregua
lanzado ante las vacaciones navideñas por determinadas direcciones sindicales,
como la de UNSA, sus bases no les hayan seguido?
S. B.: Siempre hay una tensión entre la dinámica a nivel de empresa
y a nivel confederal. Actualmente estamos menos ante una crítica de las
direcciones que ante una forma de autonomía asumida de las secciones sindicales
que se movilizan. Se da una forma de aprendizaje de prácticas de lucha, de
democracia de base, de dirigir el movimiento, dotándose de los medios para
hacerlo.
R. B-D.: ¿Podemos asistir a fenómenos de radicalización?
S. B.: Lo que es seguro es que existe un fuerte determinación por
parte de los sectores movilizados que no aceptarán volver al trabajo en base a
concesiones mínimas. La huelga está siendo larga y ya han perdido mucho.
También es cierto que una se las semillas sembradas por
los chalecos amarillos, es que es preciso ir a una confrontación
más violenta para hacerse oír; alguna gente está dispuesta a
ello. Las direcciones sindicales son conscientes. Esto les obliga a tener que
arrancar conquistas de peso que les permitan llamar a volver al trabajo;
incluso a una organización como la CFDT. Es lo que puede indicar que el
conflicto va a ser duradero.
R. B-D.: ¿Cómo prevés que continuará el conflicto tras las vacaciones
navideñas?
S. B.: Dada la determinación del movimiento, hay muchas
posibilidades que encuentre un segundo aliento, también en la enseñanza. Y no
hay que olvidar a otros sectores movilizados como EDF (electricidad) o las
refinerías.
Puede que asistamos, como en 2016, a una rotación de sectores
movilizados que permita al movimiento garantizar su densidad y mantener viva la
contestación. No me parece que la situación vaya a calmarse a la vuelta de
vacaciones; creo que asistiremos a una continuidad y a una ampliación de la
movilización en la jornada del 9 de enero. Aún cuando [a la hora de ser
convocada] esta fecha aparecía lejana a alguna gente, ello dio una perspectiva
fuerte a la misma.
R. B-D.: ¿Qué salida para esta crisis?
S. B.: No veo salida posible sin que el gobierno de marcha atrás o
retire la reforma para repensarla. Pero, al mismo tiempo, para el gobierno esto
supondría deslegitimarse totalmente.
Estamos frente a un pulso muy duro. La apuesta porque el
movimiento se pudra es una mala estrategia que puede obligar al gobierno a
retroceder más de lo que piensa. A partir del momento en el que comienza a
ceder en relación a determinados regímenes especiales [que es lo que está
haciendo para dividir al movimiento, cargándose de hecho el carácter universal con
el que defiende la necesidad de la reforma], empieza a mostrar que puede ceder
y esto, en cierta medida, da confianza a los sectores movilizados.
R. B-D.: Después de dos años de negociaciones sobre la reforma, ¿era
inevitable este conflicto?
S. B.: Hemos asistido a un proceso [de negociación] largo puesto en
pie por un gobierno que no ha concluido con un acuerdo negociado, aceptado.
Para el gobierno se trata de una gran pérdida de tiempo y una muestra de
impotencia.
Ha sido víctima de su concepción de la democracia social: no
se puede marginar a los actores sociales y, al mismo tiempo, pensar que vaya a
funcionar un dispositivo de concertación social. Es preciso dotar de contenido
a este dispositivo. Tras dos años de concertación, para el gobierno es un
enorme fracaso llegar al mayor conflicto social desde 1995.
28/12/2019
Traducción: viento sur
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