Imperialismo del siglo XXI (I)
La
teoría clásica del imperialismo
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18.05.2011
EL
SENTIDO DE LA POLÉMICA
La
discusión sobre los intereses en juego en las acciones imperiales dividía en
forma categórica a los marxistas de esa época. Aunque Lenin reconocía el
carácter lucrativo de la guerra para los financistas y fabricantes de armas,
resaltaba la dinámica estructuralmente militarizada del capitalismo.
Consideraba que las conflagraciones eran el mecanismo utilizado por los poderosos
para zanjar sus principales diferendos. Esos enfrentamientos dirimían, además,
las relaciones de fuerza y reabrían la expansión económica. La guerra cumplía
una función depuradora de los capitales obsoletos.
Luxemburg
presentó otra explicación del mismo diagnóstico. Describió cómo el imperialismo
servía para descargar los sobrantes invendibles en las metrópolis. Las
dificultades para vender esos productos (y asegurar la consiguiente realización
de la plusvalía), forzaba la búsqueda de mercados adicionales en la periferia.
La conquista de estas regiones aportaba una válvula de escape a los desajustes
creados por ritmos de acumulación superiores a la capacidad de consumo de la
población [7] .
Otras
interpretaciones convergentes ponían el acento en las contradicciones creada
por la internacionalización del capital. Trotsky sostenía que el sistema había
alcanzado a principio del siglo XX una dimensión mundial, que desbordaba los
marcos vigentes para el desenvolvimiento de las fuerzas productivas. Esa estrechez
de las economías nacionales forzaba una sucesión de expansiones externas, que
terminaban en conflictos armados [8] .
Todos
estos enfoques resaltaban en común las causas objetivas de la guerra.
Cuestionaban la reducción socialdemócrata del problema a una conspiración de
los bancos y la industria militar. Destacaban que esa simplificación omitía el
generalizado compromiso de los principales sectores de las clases dominantes
con la acción imperial.
Lenin
fue el principal vocero de estas posturas y su texto resumía el programa de
todas las vertientes de la izquierda frente a la guerra. El escrito subrayaba
que los enfrentamientos bélicos expresaban contradicciones, que el capitalismo
no podía regular. Por esta razón objetaba la propuesta de desarme, señalando
que la paz debía conquistarse, junto a una lucha popular simultánea por la
erradicación de la explotación.
Esta
visión criticaba la búsqueda de concertaciones y equilibrios entre las
potencias, que promovía Kautsky, resaltando el carácter coercitivo del capitalismo.
Recordaba que las burguesías necesitaban ejércitos, marinos y cañones para
imponer tratados de libre-comercio, forzar el cobro de las deudas y garantizar
los réditos de la inversión externa.
Lenin
intentaba presentar una caracterización política completa de las fuerzas en
pugna. No sólo distinguía dos bloques de agresores y agredidos, corporizados en
los capitalistas y los trabajadores. También llamaba la atención sobre las
diversas formas de opresión nacional, que generaba la belicosidad imperialista
en la periferia. En oposición la expectativa de Kaustky de avanzar hacia una
paulatina distensión en estas áreas, proponía extender la resistencia contra la
guerra a todo el universo colonial.
El
líder bolchevique destacaba la existencia de dramáticas conversiones de
antiguas víctimas en nuevos victimarios imperiales. Alemania ya no libraba
guerras defensivas contra el expansionismo ruso, sino que actuaba como potencia
ocupante de regiones vecinas. El registro de estos cambios era vital para
impugnar las justificaciones de la belicosidad germana, con falsos enunciados
de soberanía.
Lenin
escribió su folleto en un terrible escenario de inmolación popular al servicio
de lucro. El tono virulento del texto refleja la conmoción que suscitaba esa
masacre. Es importante recordar ese contexto omnipresente de la guerra, para
comprender la función política del libro y registrar en este marco los
problemas teóricos en juego.
¿ASOCIACIÓN
O RIVALIDAD?
Kaustky
concibió su propuesta de desarme como parte de un proyecto de desenvolvimiento
pacífico del capitalismo. Consideraba que ese proceso sería factible, si los
grupos capitalistas de los principales países concertaban una asociación
“ultra-imperialista”.
Estimaba
posible erradicar la amenaza guerrera, conformando una red multinacional de
empresas, que actuarían en común en áreas específicas. Kautsky resaltaba el
interés de muchas fracciones burguesas por realizar negocios conjuntos, que
superaran las viejas rivalidades. Pensaba que las conflagraciones inter-imperialistas
bloqueaban esa convergencia y propugnaba la erradicación de esa traba, mediante
una neutralización de la carrera armamentista [9] .
El
líder socialdemócrata deducía esa posibilidad de la preeminencia alcanzada por
las grandes corporaciones. Si se evitaba la guerra, la nueva red de alianzas
conduciría a federaciones políticas, que consolidarían un nuevo cuadro de
tolerancia internacional y negocios asociados.
Lenin
rechazó esa tesis de manera contundente. Consideró que la teoría del
“ultra-imperialismo” era un “ultra-disparate”, basado en la falsa expectativa
de alianzas permanentes, entre capitalistas de distinto origen nacional. Para
el líder bolchevique esa concertación era una burda fantasía. Estaba concebida
a partir de razonamientos abstractos, que presuponían escenarios económicos
inviables.
La
principal objeción que Lenin interponía a ese modelo era la naturaleza
conflictiva del capitalismo. Para el dirigente ruso el modo de producción
vigente estaba sujeto a un desarrollo desigual, que multiplicaba los
desequilibrios e intensificaba las contradicciones. Estimaba que las tensiones
se acumulaban con la expansión del sistema, impidiendo la concreción de
asociaciones empresarias estables. Pensaba que los acuerdos ultra-imperiales
eran tan impracticables, como la disipación de la competencia militar [10] .
Pero
Lenin no expuso este argumento de forma genérica. Lo refería a la coyuntura
bélica que imperaba al comienzo del siglo XX. La presión hacia la colisión
militar era tan fuerte, que tornaba imposible la constitución de las compañías
multinacionales.
Lenin
registraba cuál era la tendencia geopolítica predominante en ese momento,
aplicando el realismo que signó toda su acción política. Percibía claramente el
agotamiento del período de alianzas que había prevalecido durante la etapa
precedente. Observaba que en el nuevo siglo, la competencia asfixiaba los
compromisos y el proyecto ultra-imperial sucumbía, ante la inminencia de la
guerra. Kautsky había perdido el olfato básico para captar este contexto.
El
análisis de Lenin estaba específicamente referido a esa coyuntura. No
desconocía, ni objetaba la existencia de tendencias asociativas entre los
distintos grupos capitalistas. Incluso postulaba una teoría del monopolio que
resaltaba la intensidad de las concertaciones, los pactos de caballeros, las
coaliciones y los acuerdos secretos, entre los principales grupos de
financistas e industriales.
Esos
compromisos eran explícitamente reconocidos como una tendencia dominante. Pero
Lenin restringía su viabilidad a las firmas y los bancos del mismo origen
nacional. Esta caracterización se basaba en una minuciosa lectura de los datos
de la época. Las concertaciones eran numerosas, pero sólo incluían acuerdos
entre capitalistas norteamericanos, alemanes, franceses o ingleses. No se
extendían a los entrelazamientos multinacionales.
Para
Lenin esta combinación de acuerdos nacionales y disputas internacionales era un
rasgo predominante del capitalismo. Consideraba que a principios del siglo XX,
la internacionalización de la economía no se extendía a la gestión global de
este proceso y estimaba que el choque entre ambas tendencias inducía a la
guerra. Al igual que Bujarín destacaba la fractura creada por capitales que
cruzaban las fronteras y estados que se retraían hacia la administración
cerrada, para proteger territorios, mercados y materias primas. La expansión
global chocaba con esta restricción, generando batallas inter-imperiales por el
reparto del mundo [11] .
Esta
interpretación reconocía la creciente gravitación de las asociaciones
capitalistas, pero restringía su alcance al ámbito nacional. La tendencia a la
internacionalización que subraya Kautsky era aceptada en ciertas áreas
restrictivas (migraciones, circulación de capital), pero desechada como curso
prevaleciente del capitalismo.
Este
enfoque remarcaba la gravitación de las presiones nacionalizadoras en todas las
actividades centrales de la producción, las finanzas y el comercio. El impulso
globalizador era neutralizado por las fuerzas que estimulaban el repliegue de
los cuerpos nacionales y la conformación de bloques competitivos. Esta
autarquía bloqueaba la internacionalización, potenciaba el gasto militar y
generalizaba las conflagraciones bélicas [12] .
La
crítica de Lenin al ultra-imperialismo de Kaustky se inspiraba, por lo tanto,
en un análisis concreto del capitalismo de ese período. Resaltaba el predominio
de la rivalidad sobre la asociación internacional, mediante un registro de las
evidencias de ese momento. Observaba en la coyuntura bélica una confirmación de
las tenencias al choque, en desmedro de las presiones hacia la concertación.
Este
mismo razonamiento utilizó Lenin para remarcar la primacía de la crisis sobre
la prosperidad, en el debut de la prolongada turbulencia de entre-guerra. El
líder bolchevique no le asignaba a las regresiones económicas un carácter
absoluto, como lo prueba su polémica con los populistas en torno al desarrollo
capitalista de Rusia.
En
oposición a los teóricos narodnikis -que descalificaban la posibilidad de ese
desenvolvimiento- Lenin detallaba todas las áreas de potencial expansión del
capitalismo, en la atrasada economía rusa. Todos sus diagnósticos estaban
invariablemente referidos a situaciones, contextos y momentos específicos [13] .
La
polémica contra el ultra-imperialismo estaba condicionada por ese escenario. Su
objetivo era cuestionar las terribles consecuencias políticas de un diagnóstico
irrealista y un razonamiento asustadizo, que negó primero la inminencia de la
guerra y desconoció posteriormente los efectos de esa matanza.
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