Lecciones para los tiempos que corren
2/4
Rebelión
14/03/2020
Fuentes: Rebelión
La importancia
de la teoría
Así como hay
aspectos del pensamiento de Rosa Luxemburgo que resultan distorsionados en la
literatura corriente de izquierda, hay otros, en cambio, que son omitidos,
resultando en gran medida desconocidos para quienes se acercan indirectamente a
la obra de la revolucionaria. Uno de esos aspectos es el rol que juega la
teoría en la elaboración y acción política revolucionaria.
En general, y
especialmente en las vertientes popular comunitaristas, se presenta un culto
por el espontaneísmo, el cual minusvalora el rol de la teoría en desmedro de la
“práctica”. “Práctica” que por lo demás se identifica, estrecha y
unilateralmente, con su aspecto subjetivo-individual (ético).
Dicho fenómeno
no deja de tener cierta razón de ser en la medida que plantea un rechazo al
academicismo vacío que la producción teórica de izquierda ha cobrado en las
últimas décadas. En tal “producción teórica” la pedantería intelectual y el
lenguaje rebuscado van en sentido inverso a la profundidad y claridad del
pensamiento.
No obstante, no
se puede soslayar que Rosa era de la idea de que la teoría juega un papel
primordial en la elaboración y determinación de la política revolucionaria. De
hecho, ella misma fue una brillante exponente de la teoría marxista, realizando
importantes avances en el terreno científico de esta.
Precisamente
sobre este tema particular ella sostenía que la fuerza del moderno movimiento
obrero residía en el conocimiento científico. No en la voluntad de lucha, la
acción heroica, la mística u otro elemento similar, sino en el…
¡conocimiento científico!
Se puede
establecer así un contraste importante entre las posiciones de Rosa y las del
voluntarismo revolucionarista que pregona como fórmula predeterminada, y ante
cualquier circunstancia, la “acción”. En estas últimas, toda la política queda
reducida –previsiblemente– a consignas como “a la calle”, “luchar hasta vencer”
o a recriminaciones moralistas de “consecuentes contra traidores”. Más allá de
lacrimosas exhortaciones por la salvación de la humanidad y nostálgicas
añoranzas por supuestas “formas comunitarias” de convivencia social, el
problema es que con consignas así no se avanza en orientación táctica alguna
para las coyunturas concretas que enfrentan los trabajadores.
¿Por qué Rosa
sitúa entonces en el conocimiento científico la fuerza del socialismo como
movimiento político-social? ¿Por simple desviacionismo intelectual?
El conocimiento
científico es el único que permite, de acuerdo a la concepción marxista,
desentrañar los mecanismos reales del funcionamiento y tendencias de desarrollo
de la sociedad burguesa, a los cuales la política revolucionaria debe
ajustarse.
Esto tiene
directo impacto para la elaboración programática de las organizaciones
revolucionarias. Así,
Si los partidos
socialistas no tuvieran un criterio objetivo para establecer claramente lo que
corresponde a los intereses de clase del proletariado y se dejaran guiar por lo
que ciertas personas consideran bueno o útil para los trabajadores, los
programas socialistas serían una colección caprichosa de deseos subjetivos y
casi siempre utópicos.
En contraste,
la actual
socialdemocracia deduce sus intereses inmediatos (las demandas del proletariado
actual) […] a partir del análisis del desarrollo objetivo de la sociedad,
con el fin de cerciorarse de sus intereses reales e identificar los medios
materiales de su realización.[iii]
Por lo tanto,
es la consonancia de las reivindicaciones que levanta la organización política
con las tendencias del desarrollo capitalista lo que asegura que las primeras
expresen los reales intereses de clase de los trabajadores, y no su supuesto
radicalismo o que se les pongan altisonantes adjetivos (como, por ejemplo,
“clasista”). Precisamente sobre esto advertía cuando señalaba que «el carácter
de clase de un postulado no se establece automáticamente por el mero hecho de
incorporarlo al programa de un partido socialista»[iv].
La teoría
constituye una “traba” (sic) contra la charlatanería y la demagogia
revolucionarista al interior de las organizaciones (partidos) socialistas. Al
respecto, vale la pena remitirse a los siguientes pasajes:
El socialismo
de la moderna clase obrera, es decir, el socialismo científico, no gusta de
soluciones radicales, maravillosas y biensonantes a los problemas sociales y
nacionales, sino que examina ante todo los verdaderos temas implicados en estas
cuestiones.
Las soluciones
que propone la socialdemocracia no se caracterizan en general por la
“magnanimidad” y, en este sentido, siempre habrá partidos socialistas que, sin
las “trabas” que suponen las doctrinas científicas, tengan a punto en sus
bolsillos regalos maravillosos para todo el mundo que superen con creces
nuestras propuestas […] Comparada con tales partidos, la socialdemocracia es y
siempre será un partido pobre […][v]
Remitía al caso
del partido socialrevolucionario ruso (populistas), que ofrecía «una receta
para la inmediata instauración parcial del socialismo»[vi]. El programa de
“poder popular” de las actuales vertientes comunitaristas coincide en gran
medida con los planteamientos del populismo ruso que ella denunciaba,
aplicándosele, en consecuencia, los mismos reparos hechos por Rosa a aquél.
Precisamente
contra este tipo de planteamientos retrucaba:
La
socialdemocracia, en cambio, asienta firmemente sus aspiraciones en terreno
histórico y, por consiguiente, tiene en cuenta las posibilidades históricas. El
socialismo marxiano difiere de los demás socialismos porque, entre otras cosas,
no finge tener parches en sus bolsillos para tapar todos los agujeros que ha
creado el desarrollo histórico.[vii]
En otras
palabras, un programa socialista no puede ser un ofertón de medidas demagógicas
e inconsistentes, sin ninguna posibilidad práctica real de ser llevadas a cabo.
Parte
importante de la impotencia política actual de las organizaciones de izquierda
radica en el abandono de la teoría (marxista) o de su rebaja a mero adorno. En
este último caso, resulta evidente que la teoría y el análisis riguroso de la
realidad no desempeñan ningún rol significativo, salvo el de servir de justificación
a posteriori de una práctica política oportunista definida de antemano.
La teoría es
parte intrínseca de la política socialista. Por lo mismo, la formación es una
tarea ineludible al interior de las organizaciones revolucionarias. No se trata
de una formalidad administrativa o una cuestión de “identidad cultural”
militante (“ser marxistas”), en que, una vez terminadas las respectivas
“escuelas de cuadros”, la teoría termina archivada y olvidada; sino de un
elemento central sobre el cual la organización se juega la posibilidad de
determinar las líneas de intervención correctas en la realidad política.
La formación
teórica cumple además otra función. Constituye un elemento fundamental de
cualquier vida militante orgánica activa. Democratiza y sienta los debates
sobre una base racional y objetiva, inmunizando a las organizaciones contra el
caudillismo y la demagogia interna, ya que solo una militancia formada
teóricamente es menos propensa a ser embaucada, manipulada y arrastrada hacia
cursos de acción sin sentido.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario