lunes, 16 de marzo de 2020

ROSA LUXEMBURGO

 
Lecciones para los tiempos que corren

2/4

Rebelión
14/03/2020  

Fuentes: Rebelión
  
La importancia de la teoría

Así como hay aspectos del pensamiento de Rosa Luxemburgo que resultan distorsionados en la literatura corriente de izquierda, hay otros, en cambio, que son omitidos, resultando en gran medida desconocidos para quienes se acercan indirectamente a la obra de la revolucionaria. Uno de esos aspectos es el rol que juega la teoría en la elaboración y acción política revolucionaria.

En general, y especialmente en las vertientes popular comunitaristas, se presenta un culto por el espontaneísmo, el cual minusvalora el rol de la teoría en desmedro de la “práctica”. “Práctica” que por lo demás se identifica, estrecha y unilateralmente, con su aspecto subjetivo-individual (ético).

Dicho fenómeno no deja de tener cierta razón de ser en la medida que plantea un rechazo al academicismo vacío que la producción teórica de izquierda ha cobrado en las últimas décadas. En tal “producción teórica” la pedantería intelectual y el lenguaje rebuscado van en sentido inverso a la profundidad y claridad del pensamiento.

No obstante, no se puede soslayar que Rosa era de la idea de que la teoría juega un papel primordial en la elaboración y determinación de la política revolucionaria. De hecho, ella misma fue una brillante exponente de la teoría marxista, realizando importantes avances en el terreno científico de esta.

Precisamente sobre este tema particular ella sostenía que la fuerza del moderno movimiento obrero residía en el conocimiento científico. No en la voluntad de lucha, la acción heroica, la mística u otro elemento similar, sino en el…  ¡conocimiento científico!

Se puede establecer así un contraste importante entre las posiciones de Rosa y las del voluntarismo revolucionarista que pregona como fórmula predeterminada, y ante cualquier circunstancia, la “acción”. En estas últimas, toda la política queda reducida –previsiblemente– a consignas como “a la calle”, “luchar hasta vencer” o a recriminaciones moralistas de “consecuentes contra traidores”. Más allá de lacrimosas exhortaciones por la salvación de la humanidad y nostálgicas añoranzas por supuestas “formas comunitarias” de convivencia social, el problema es que con consignas así no se avanza en orientación táctica alguna para las coyunturas concretas que enfrentan los trabajadores.

¿Por qué Rosa sitúa entonces en el conocimiento científico la fuerza del socialismo como movimiento político-social? ¿Por simple desviacionismo intelectual?

El conocimiento científico es el único que permite, de acuerdo a la concepción marxista, desentrañar los mecanismos reales del funcionamiento y tendencias de desarrollo de la sociedad burguesa, a los cuales la política revolucionaria debe ajustarse.

Esto tiene directo impacto para la elaboración programática de las organizaciones revolucionarias. Así,

Si los partidos socialistas no tuvieran un criterio objetivo para establecer claramente lo que corresponde a los intereses de clase del proletariado y se dejaran guiar por lo que ciertas personas consideran bueno o útil para los trabajadores, los programas socialistas serían una colección caprichosa de deseos subjetivos y casi siempre utópicos.

En contraste,

la actual socialdemocracia deduce sus intereses inmediatos (las demandas del proletariado actual) […] a partir del análisis del desarrollo objetivo de la sociedad, con el fin de cerciorarse de sus intereses reales e identificar los medios materiales de su realización.[iii]
Por lo tanto, es la consonancia de las reivindicaciones que levanta la organización política con las tendencias del desarrollo capitalista lo que asegura que las primeras expresen los reales intereses de clase de los trabajadores, y no su supuesto radicalismo o que se les pongan altisonantes adjetivos (como, por ejemplo, “clasista”). Precisamente sobre esto advertía cuando señalaba que «el carácter de clase de un postulado no se establece automáticamente por el mero hecho de incorporarlo al programa de un partido socialista»[iv].

La teoría constituye una “traba” (sic) contra la charlatanería y la demagogia revolucionarista al interior de las organizaciones (partidos) socialistas. Al respecto, vale la pena remitirse a los siguientes pasajes:

El socialismo de la moderna clase obrera, es decir, el socialismo científico, no gusta de soluciones radicales, maravillosas y biensonantes a los problemas sociales y nacionales, sino que examina ante todo los verdaderos temas implicados en estas cuestiones.

Las soluciones que propone la socialdemocracia no se caracterizan en general por la “magnanimidad” y, en este sentido, siempre habrá partidos socialistas que, sin las “trabas” que suponen las doctrinas científicas, tengan a punto en sus bolsillos regalos maravillosos para todo el mundo que superen con creces nuestras propuestas […] Comparada con tales partidos, la socialdemocracia es y siempre será un partido pobre […][v]

Remitía al caso del partido socialrevolucionario ruso (populistas), que ofrecía «una receta para la inmediata instauración parcial del socialismo»[vi]. El programa de “poder popular” de las actuales vertientes comunitaristas coincide en gran medida con los planteamientos del populismo ruso que ella denunciaba, aplicándosele, en consecuencia, los mismos reparos hechos por Rosa a aquél.

Precisamente contra este tipo de planteamientos retrucaba:

La socialdemocracia, en cambio, asienta firmemente sus aspiraciones en terreno histórico y, por consiguiente, tiene en cuenta las posibilidades históricas. El socialismo marxiano difiere de los demás socialismos porque, entre otras cosas, no finge tener parches en sus bolsillos para tapar todos los agujeros que ha creado el desarrollo histórico.[vii]

En otras palabras, un programa socialista no puede ser un ofertón de medidas demagógicas e inconsistentes, sin ninguna posibilidad práctica real de ser llevadas a cabo.

Parte importante de la impotencia política actual de las organizaciones de izquierda radica en el abandono de la teoría (marxista) o de su rebaja a mero adorno. En este último caso, resulta evidente que la teoría y el análisis riguroso de la realidad no desempeñan ningún rol significativo, salvo el de servir de justificación a posteriori de una práctica política oportunista definida de antemano.

La teoría es parte intrínseca de la política socialista. Por lo mismo, la formación es una tarea ineludible al interior de las organizaciones revolucionarias. No se trata de una formalidad administrativa o una cuestión de “identidad cultural” militante (“ser marxistas”), en que, una vez terminadas las respectivas “escuelas de cuadros”, la teoría termina archivada y olvidada; sino de un elemento central sobre el cual la organización se juega la posibilidad de determinar las líneas de intervención correctas en la realidad política.

La formación teórica cumple además otra función. Constituye un elemento fundamental de cualquier vida militante orgánica activa. Democratiza y sienta los debates sobre una base racional y objetiva, inmunizando a las organizaciones contra el caudillismo y la demagogia interna, ya que solo una militancia formada teóricamente es menos propensa a ser embaucada, manipulada y arrastrada hacia cursos de acción sin sentido.

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