Rebeca Quintáns
Las cloacas del Estado -encarnadas en el siniestro comisario Villarejo en colaboración con la femme fatale Corinna-, nos acaban de brindar una entrega más del culebrón “Los Borbones son unos ladrones”. Resulta verdaderamente fascinante escuchar en esas conversaciones grabadas a traición la verdadera voz y acento de personajes que apenas conocemos por sus posados y discursos aprendidos. De las comisiones del AVE del desierto, sabíamos la letra, pero desconocíamos gran parte de la música. Es decir, sabíamos lo que se llevó el entonces monarca, por “facilitar” la licitación de la obra a sus entrañables amigos de OHL e Indra (entre otros); pero desconocíamos los términos en que se había desarrollado la negociación: “¡No me jodas, mi comisión! Yo hice el tren. Yo hablé con mi amigo, mi hermano, y con los saudíes […] Me tenéis que pagar a mí, no a Zanganeh. Yo me reuní con quien cerró el contrato”. Son las palabras del rey reclamando su dinero, ese que tiene oculto en cuentas en Suiza o Leichtenstein, invertido en terrenos en Marruecos o en acciones de Telefónica o Repsol con nombre falso.
Las grabaciones filtradas por Villarejo nos revelan que Juan Carlos no era un “facilitador” al uso, sino un simple aprovechado, un timador, que ponía el cazo sólo por ser él quién era. De hecho, para la construcción del tren que unirá Medina y Meca había dos consorcios en competencia, uno el español y otro francés, y la influencia del rey con sus hermanos saudíes no era suficiente. Para conseguir el contrato de más de 6.300 millones de euros, los españoles tuvieron que contratar a una “facilitadora” profesional, de las de verdad: la empresaria iraní Shahpari Zanganeh, tercera esposa del empresario y traficante de armas Adnan Khashoggi. Pero eso al rey Juan Carlos le dio exactamente lo mismo: a él había que pagarle igual, y a ver quién era el guapo que se atrevía a decirle que no.
En general, podemos presumir que los amigos de Juan Carlos se beneficiaban, y no poco, de su proximidad; pero nunca les salió barato y alguna que otra vez incluso salieron perdiendo. Porque los negocios del monarca, ya desde los tiempos de Manolo Prado, no siempre tenían éxito. En los últimos años de su reinado, hizo perder millones a sus leales en varias aventuras que patrocinó con entusiasmo, como el Fondo Hispano-Saudí de Inversión o las primas a las energías renovables. Y no digamos lo que les costó en cárcel a unos cuantos, empezando por el propio Manolo Prado y terminando por Iñaki Urdangarín, sobre cuyos negocios nos desvela ahora Corinna de la mano de Villarejo: “Si mañana tuviera que ir a un tribunal y dar explicaciones… En el Instituto Nóos, ¿quién hizo todas las llamadas para el dinero? El Rey”.
Hasta ahora, siempre ha caído de pie. Pero el Sindicato de Técnicos de Hacienda Gestha está reclamando que se inicie una investigación del emérito por fraude fiscal y blanqueo, si se acredita la veracidad de las cintas en lo que se refiere a tejemanejes con varias cuentas en Suiza y un terreno en Marrakech. Así que nunca se sabe. Hasta ahora, nos hemos tenido que conformar con pequeñas satisfacciones, como ver en el banquillo a Cristina de Borbón, aunque no fuera condenada; como ver en la cárcel a Iñaki Urdangarín, aunque sea con privilegios y poco tiempo… Pero puede que pronto nos alegremos mucho más con la oportunidadde ver a Juan Carlos condenado por delito fiscal, como Al Capone. A todo cerdo le llega su San Martín. No sé que pensará Felipe de todo esto, está muy callado últimamente…
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