Lucha
sin clases: ¿por qué el proletariado no resurge en el proceso de crisis
capitalista?
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La “clase” como
totalidad positiva
XVII. Como ya he tratado de demostrar, los mismos defensores de aquel
paradigma tienen que conceder implícitamente, que el concepto de clase está
vaciado. Sin embargo esto no los induce a cambiar de perspectiva, sino a
efectuar todo tipo de evasivas y a borrar sus propias huellas. Como
consecuencia se abre un abismo insalvable entre el enfoque teórico y el
análisis empírico. Por un lado, mantienen el concepto de clase, ampliándolo
hasta ser una metacategoría abstracta vacía de contenido que,
precisamente por esto, queda inmunizada contra toda crítica. Por otro lado,
eliminan furtivamente este mismo concepto porque ya no desempeña ningún rol
real en los análisis empíricos, salvo como una difusa instancia de evocación
que impregna la perspectiva de investigación y tiñe los resultados de
determinada manera.
XVIII. Suena un
tanto a una ironía inconsciente cuando van der Linden concluye su ensayo con el
siguiente comentario: “Cabe advertir sobre toda gran teoría empíricamente
vacía” (ibíd., p. 34), porque esto es exactamente lo que caracteriza su enfoque
y el de todos los nuevos protagonistas del discurso de clases: empíricamente su
teoría yace vacía cuando al mismo tiempo su análisis empírico no tiene sustento
teórico; se aferra al mito de la lucha de clases pese a que en la realidad
social no encuentra ni sujeto ni movimiento para vindicar esto, sin hacer
grandes acrobacias argumentativas. Autores como Deppe y van der Linden
describen de manera empíricamente correcta las jerarquías y desigualdades
sociales que se conforman y agudizan en el contexto del capitalismo global en
crisis; pero resumir estos resultados bajo el título “Fragmentación de la clase
trabajadora” implica una perspectiva forzada, totalmente extrínseca a su
análisis. Es asumida aquí una unidad fundamental, presupuesta previa
a todas esas “fragmentaciones”, incluso cuando no es posible explicar en qué
consiste ella. Porque el hecho de que todos los grupos y todas las personas a
las que se refiere el análisis de alguna forma estén obligados a vender su
fuerza de trabajo no constituye ninguna base común más allá de que todos
participan en la competencia del mercado laboral. Deppe y van der Linden, sin
embargo, implícitamente presuponen un sujeto colectivo, que posteriormente ha
sido “fragmentado”; es decir, según ellos existe algo así como una unidad
substancial de clase, esencialmente anticapitalista, que aunque actualmente no
aparece a nivel empírico, puede y debe ser reconstituida.
XIX. Deppe
incluso extiende este constructo esencialista, cuando, en referencia a Gramsci,
habla de un “nuevo bloque de subalternos”, que junto con la “clase
trabajadora”, incluye a todos los movimientos sociales de los últimos años
(“las protestas de campesinos sin tierra en Brasil, el levantamiento en
Chiapas, las manifestaciones masivas que a nivel mundial se pronunciaron contra
la guerra o su amenaza”). Este bloque sin embargo no se halla articulado
“todavía políticamente, por ausencia de un programa y un accionar apropiado
para enfrentar al neoliberalismo de manera tal, que pudiese hacer
confluir a las diferentes fracciones (pág. 11). Es decir, este bloque ya existe
“en sí” pero aún no se expresa políticamente como tal.
No es casual
que esto evoque a la forzada construcción de la “conciencia de clase
atribuida”, inventada por el filósofo leninista Georg Lukács en los años 1920
para explicar por qué la mayoría de los obreros europeos no disponía de una
conciencia revolucionaria, en contraste con lo que la teoría marxista
predicaba. De ahí surgió la idea metafísica de una “clase en sí” que debe ser
concientizada para llegar a ser “clase para sí”, lo que a la vez justificaba
todas las medidas “educativas” por parte de los partidos comunistas definidos
como representantes de una “conciencia avanzada de clase” y por lo tanto como
“vanguardia del proletariado”.[6] Deppe
no se eleva a las alturas de tales especulaciones metafísicas (y a la vez
autoritarias), pero no por haberlas superado, sino por arrastrarlas
implícitamente sin ponerlas en discusión. Sólo por eso puede reducir el
problema de cómo superar la “fragmentación” a la pregunta superficial por un
“programa alternativo, que podría soldar las diferentes “fracciones” de aquel
“bloque” presupuesto ya esencialmente.
XX. De tal modo,
Deppe a la vez, sin reflexionar sobre ello, reproduce otra de las figuras
argumentativas clásicas del marxismo tradicional. De acuerdo a ella, la clase
trabajadora representaba, en esencia, la universalidad social, la cual, según
el marxismo tradicional, era constituida por el trabajo. Por lo tanto la clase
trabajadora había heredado el legado de la burguesía, la que en sus tiempos
revolucionarios reclamaba representar la sociedad entera, para luego traicionar
este punto de vista ante sus intereses particulares de clase.[7] En
consecuencia, el objetivo revolucionario de la clase trabajadora debía
consistir en realizar finalmente aquella meta de la revolución francesa y
generar una totalidad social, mediada de modo “consciente” por el trabajo. Como
Moishe Postone lo ha demostrado exhaustivamente en su libro Tiempo,
trabajo y dominación social, esta idea equivale en un doble sentido a una
proyección deformada de las relaciones capitalistas. En primer lugar, es una
contradicción en sí misma, querer configurar como “consciente” la mediación a
través del trabajo, porque ésta de por sí es idéntica a la mediación a través
de la producción de mercancías, la cual obedece a sus propias leyes
cosificadas, que se imponen a la sociedad tal como si fueran leyes naturales;
todo intento de “manejar” esta dinámica cosificada en forma consciente está
condenada al fracaso. Más bien se deben crear nuevas formas de mediación
directa más allá de la forma mercancía-dinero.
En segundo
lugar, la constitución del conjunto social como totalidad es
también una característica histórica muy específica de la sociedad capitalista,
que, a diferencia de cualquier otra configuración social que jamás
existió, es mediada por un principio único. Por esto la emancipación social no
puede consistir en realizar la totalidad social (supuestamente
mediada de modo consciente) sino en superarla, para abrir paso
a una sociedad de individuos libremente asociados. Moishe Postone ha explicado
muy claramente, porqué y en qué manera la sociedad capitalista puede ser
considerada como totalidad en un sentido histórico-específico: “La formación
social capitalista, de acuerdo a Marx, es única en tanto es constituida por una
‘sustancia’ social cualitativamente homogénea, por lo tanto, existe como
totalidad social. Otras formaciones sociales no son totalizadas de tal forma,
sus relaciones sociales fundamentales no son cualitativamente homogéneas. No
pueden ser concebidas según el concepto de ‘substancia’ ni desarrollarse a
partir de un único principio estructurante. Tampoco presentan una lógica
histórica inmanente y necesaria que le sea propia” (Postone 2003, p. 133 [trad.
cast., pp. 132-133]). La consecuencia lógica de esta determinación es “que la
negación histórica del capitalismo no implicaría la realización, sino la
abolición de la totalidad” (ibíd. [trad. cast., p. 133]; cf. también pp.
156-157 [trad. cast., p. 157]).
XXI. Aunque el
nuevo discurso clasista pretende criticar a su vez las unificaciones
falsas por parte marxismo tradicional, sin embargo se contradice debido a la
persistente fijación a la categoría de “la clase”. Es más: la tendencia a sobredimensionar
esta categoría particular hasta hacer de ella una metacategoría de la sociedad
como un todo, exagera la afirmación de la totalidad hasta un punto tal, que ya
cae en el absurdo. Porque si una mayoría casi absoluta de la humanidad
perteneciera a “la clase” (o al “bloque de subalternos”), la totalidad social
que el marxismo tradicional dibujaba en el horizonte del futuro, estaría ya
potencialmente realizada. Pero así, se pierde la base para una crítica adecuada
del capitalismo. La totalidad constituida por medio de la mercancía y el
trabajo abstracto no tendría que ser superada, sino que debería tan sólo tomar
conciencia de sí misma. Sólo unos pocos dicen esto tan explícitamente como
Hardt y Negri, que ya ven al comunismo asomándose por todas partes bajo la fina
manta del capitalismo, pero esto no es de ningún modo un capricho individual,
sino una consecuencia lógica del enfoque teórico, que ellos comparten en lo
fundamental con todo el nuevo discurso sobre las clases.
XXII. Este
discurso pretende estar más allá del marxismo tradicional, porque rompe con la
idea de unidad del sujeto y en su lugar evoca permanentemente la heterogeneidad
de la supuesta clase trabajadora. Pero efectivamente con esto sólo se refiere
el desgarramiento interno de la sociedad productora de mercancías, que por
causa de sus contradicciones internas, se desintegra, en innumerables sujetos
particulares, que compiten entre sí.Si esta totalidad fragmentada se identifica
con “la clase trabajadora” definida como sujeto colectivo esencialmente
anticapitalista, resulta casi imposible criticar las dinámicas regresivas y
destructivas desencadenadas por la competencia generalizada y los efectos de la
crisis global, se manifieste esto en las formas de violencia racista y sexista,
en los delirios antisemitas, en los etnicismos agresivos o los fundamentalismos
religiosos. Desde la perspectiva de clase estas dinámicas no pueden ser
descifradas como un accionar inherente a la subjetividad moderna, es decir, la
forma de subjetividad propia de todos los individuos miembros
de la sociedad capitalista, sea cual fuera su posición social. Como esa crítica
no concordaría con la referencia positiva al supuesto sujeto de clase, todo
aquello que perturba esta perspectiva, es tratado como una suerte de factor
externo que de alguna forma u otra puede fraccionar aquel sujeto pero nada
tiene que ver con lo que encubiertamente es supuesto como “ser esencial de
clase”.
Por lo tanto,
en última instancia quedaría como una cuestión más o menos de gusto personal, si
movimientos etnicistas como el separatismo catalán u organizaciones
fundamentalistas como Hamas se incluyen o no en el gran consenso de la lucha
anticapitalista.
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