Debate
Dependencia y teoría del valor
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Claudio
Katz
Vientosur
13.07.2018
Monopolio y dualidad del valor
Los cuestionamientos a las transferencias
internacionales de valor -postuladas por el dependentismo- se basan también en
la relevancia asignada a los monopolios. Los críticos estiman que la
gravitación otorgada por esa escuela, a las grandes empresas en la
determinación de los precios, divorcia a esas cotizaciones de la lógica
objetiva de la ley del valor (Astarita, 2014a).
Pero esa incidencia de los monopolios sólo es
concebida con duraciones transitorias, a favor de las firmas que detentan un
relativo dominio del mercado. Como tarde o temprano enfrentan la competencia de
otras compañías del mismo peso, no pueden eternizar su control. Reconocer la
capacidad de los monopolios para multiplicar beneficios en segmentos
diferenciados, no entraña ningún desconocimiento de la ley del valor. Sólo se
registra otra esfera de funcionamiento de ese principio.
Marini siempre estuvo más próximo a los pensadores
marxistas que resaltaban esa dinámica de competencia diferenciada entre
monopolios (como Mandel). Mantuvo más distancias con los teóricos que
subrayaban la capacidad de las grandes firmas para manejar los precios en forma
descontrolada (como Sweezy).
Quienes, por el contrario, adoptaron la acertada
crítica de varios economistas a la magnificación de los monopolios (como
Shaik), ahora se ubican en al extremo opuesto. Niegan la evidente existencia de
gigantescas corporaciones que obtienen ganancias extraordinarias en ciertos
mercados, a costa de las compañías de menor envergadura.
Los monopolios logran beneficios extraordinarios por
su peso dominante. Pero a largo plazo, no pueden sustraerse de los principios
que rigen la conformación de todos los precios, bajo el impacto combinado de la
productividad y las necesidades sociales. El primer factor incide en esa
valoración a través del tipo de empresas predominantes en la oferta de cada
sector. El segundo influye mediante el perfil que asume la demanda (Rosdolsky,
1979: 101-125).
Si por ejemplo una rama está ascendiendo (calzado
deportivo), habrá lugar para las firmas de menor y mayor productividad,
mientras que en el caso inverso (sombreros) tenderán a subsistir sólo las más
eficientes. El cruce de ambos procesos genera los premios y castigos del
mercado, a las empresas que economizan o derrochan trabajo social (Katz, 2009:
31-60).
Las grandes compañías suelen obtener beneficios
superiores al promedio por su primacía en la innovación (rentas tecnológicas) o
por su control de la oferta de un bien escaso (renta natural). Pero sólo
preservan esas plusganancias durante el lapso que limitan la competencia en el
sector hegemonizado y aprovechan la vigencia de necesidades sociales amoldadas
a la demanda de sus mercancías. Ambos determinantes condicionan los precios
finales de todas las mercancías (Mandel, 1985: 209-216).
Esta caracterización de la dimensión dual del valor no
sólo clarifica las singularidades y límites de los monopolios. También resalta
la gravitación del mercado, en el reconocimiento ex post del
trabajo incorporado a las mercancías. Esta última dimensión clarifica la
existencia de crisis específicas de realización del valor.
Marini estudió este tipo de problemas derivados de la
doble faceta de las mercancías. Indagó la pirámide de los monopolios, los
desequilibrios de la demanda y las crisis generadas por la estrechez del
consumo en la periferia (Marini, 1979: 18-39).
Adscribió a una tradición de la economía marxista, que
discrepa con las vertientes exclusivamente centradas en el análisis del valor
en la esfera de la producción. Ese enfoque cuantifica a esa variable sólo en el
ámbito inicial de generación de la plusvalía. Subraya en forma insistente la
gravitación asignada por Marx a la lógica de la explotación y deduce todas las
contradicciones del capitalismo de lo ocurrido en esa esfera. Con esa óptica
descalifica los desequilibrios localizados en el plano de la demanda.
La crítica al dependentismo está enraizada en esta
vieja interpretación “tecnológica” del valor, que algunos analistas han
objetado recientemente (Solorza; Deytha, 2014). Con ese fundamento conceptual
es muy difícil captar las singularidades de las economías periféricas que
investigó Marini.
Incomprensión del subdesarrollo
Las transferencias de valor aportan el sustento
teórico para evaluar cómo se canaliza la plusvalía entre las distintas
fracciones burguesas de la periferia. Si se desconoce esta dimensión, resulta
imposible entender la forma que asumen los conflictos distributivos, en países periódicamente
afectados por esas pugnas. Un ejemplo de ese tipo fue la disputa con los
agro-sojeros de Argentina en el 2008.
Se afirma que esa indagación oscurece la contradicción
central entre el capital y el trabajo (Astarita, 2009b). Pero en los hechos ocurre
lo contrario. Clarifica el escenario de ese antagonismo social, al situarlo en
el marco de las tensiones que acosan a los opresores. Ninguna acción política
de los asalariados es efectiva si se ignoran los conflictos por arriba.
Esa gravitación de los choques entre dominadores es
desconsiderada como un desvío de la atención prioritaria en el proletariado. Se
estima que esa deformación es propia del “marxismo nacional y popular”, que
postula caminos de convergencia del antiimperialismo con el socialismo
(Astarita, 2014a). La teoría marxista de la dependencia es visualizada como una
expresión suprema de ese desacierto.
Pero esa actitud cierra todas las posibilidades de
participación en las luchas populares de América Latina, promoviendo
estrategias de radicalización para avanzar hacia el logro de las metas
anticapitalistas.
El rechazo de esta intervención política corona las
dificultades teóricas para explicar el subdesarrollo. Al objetar la existencia
de transferencias de valor de la periferia al centro queda obstruida la
comprensión de la estratificación global. La relativa estabilidad histórica de
esa fractura se convierte en un enigma irresoluble.
La simple constatación de mayor productividad en las
economías avanzadas, no explica la reproducción de esa brecha en un sistema
regido por la competencia. Las tesis antidependentistas rehúyen estos dilemas.
A lo sumo evalúan el origen histórico de las
asimetrías de desarrollo, señalando el lugar que ocupa cada país en la división
internacional del trabajo (Astarita, 2013c). También recuerdan la herencia
legada por los sistemas pre-capitalistas y el rol jugado por las distintas
burguesías (Astarita, 2004: cap 8). Pero esas observaciones se limitan a
describir la polarización de la acumulación a nivel mundial, sin esclarecer los
mecanismos de esa fractura.
El problema no radica en lo ocurrido durante el
surgimiento del capitalismo, sino en lo sucedido a posteriori. El proceso
contemporáneo de subdesarrollo y su continuidad requieren alguna explicación.
Frente al silencio de sus críticos, la teoría marxista de la dependencia ofrece
una interpretación basada en las transferencias de plusvalía.
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