Hay
17 Españas
Por Jaime Richart
kaosenlared
12 de noviembre de 2025
Gracias a Aznar y a su
política ofensiva durante estos ocho años, en España se ha ido abriendo poco a
poco la vieja herida que encendió la chispa de la guerra civil.
Habrá contribuido Aznar a
librar al mundo de un Hussein que en realidad no nos molestaba: un tirano,
según la nomenclatura occidental, cuyos supuestos genocidios fueron cometidos
quince años atrás, pero había conseguido que su país viviese en paz. El mismo
argumento que esgrimió nuestro dictador para justificar la supuesta
pacificación de España tras la confrontación permanente entre compatriotas.
Hussein era, en definitiva, el representante de una nación más entre las
muchas que el imperio yanqui ha tratado sin piedad durante un siglo, dejando
en Irak once mil muertos, según cifras oficiales.
Pero además de que la
ocupación de Irak, en la que Aznar participó entusiasta, ha provocado más
terrorismo, más inestabilidad y más incertidumbre, el expresidente dejará
entre nosotros una fractura profunda: la resurrección de las dos Españas que
Franco ensambló a la fuerza. Su actitud y la de sus correligionarios encarnan
aquella vieja España negra, miserable, hipócrita, rencorosa, provocadora,
desafiante, engreída, petulante y necia, que la otra España —la seria, sensible
e inteligente— ha ignorado cuando ha podido y en el fondo detesta.
Pero tampoco este nuevo
régimen, una democracia deficiente por serlo sólo en apariencia, será capaz de
superar el viejo esquema de las dos Españas, porque en realidad hay tantas
como Comunidades Autónomas.
La idea de las dos Españas
sostenida, en claves distintas, por Sánchez Albornoz y Madariaga me parece hoy
pobre y simplista. Cada Comunidad es un espacio ideológica y culturalmente
independiente. La homogeneidad que caracteriza a las naciones europeas
—Francia, Italia, Alemania, Holanda o los países nórdicos— es, en España,
definitivamente imposible. El esfuerzo de aquel caudillo gallego por
conseguirla fue baldío tras 47 años de empeño. De ahí que España siga siendo
un meltingpot, metáfora del lugar donde diversas culturas y
nacionalidades se mezclan para crear una nueva identidad, como se dice de
Estados Unidos. Una nación con cincuenta estados de sensibilidades muy
distintas, aunque en España, incluso, cada clima influya en el temperamento.
Si se desea una España
compacta, sólo será posible organizándola como un Estado federal, con un
gobierno central dedicado casi exclusivamente a la política exterior y poco
más. Mientras no sea así, España seguirá siendo un vivero de violencia política
más o menos contenida, un Estado artificioso, ridículo o fallido.
Jaime Richart
24 marzo 2004
Imagen de portada:
España – Creative Commons Wikimedia

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