martes, 16 de agosto de 2022

Un antídoto contra el miedo

 

Prólogo del libro Mercado o democracia. Los tratados comerciales en el capitalismo del siglo XXI

Un antídoto contra el miedo

 

Por Amaia Pérez Orozco

Rebelion

11/01/2019 


Fuentes: La Tizza


Este texto se publica con la amable autorización de la Asociación Paz con Dignidad

«Un antídoto contra el miedo». Así define el conocimiento Sil­via Federici (2017). Y un antídoto contra el miedo es este libro [1]. Aunque, de primeras, al ir leyéndolo, al acabar de leerlo, pueda parecer lo contrario. Nos obliga a ver el asedio al que están some­tidas nuestras vidas por la rearticulación de la cosa escandalosa que habitamos y, más en concreto, por la nueva oleada de tratados co­merciales. Y saber esto, por supuesto, amedrenta. Pero no paraliza: nos carga de fuerzas motivos para construir un algo diferente. Este trabajo amplía el «marco de lo posible», precisamente porque cuestiona el marco al que nos constriñe el sistema hegemónico. La confianza cambia de bando: de una confianza ciega y suicida en la continuidad de lo ya conocido, a la firme creencia en que las cosas pueden ser distintas. Y es que «nos jugamos demasiado, nos jugamos la vida» (Gil, 2016).[2] Por todo ello, la lectura de este libro es fundamental en el momento que atravesamos. A continuación se apuntan algunos de sus aportes más relevantes; nos hemos centrado en aquellos que resultan especialmente reseñables desde una mirada marcada por el feminismo.

Una urgencia histórica, vista desde la vida

Si somos capaces de salirnos de nuestro minúsculo espacio tem­poral (corto en tanto que vidas concretas, pero mucho más breve aun por la imposición de un cortoplacismo capitalista extremo); si logramos pensarnos como parte de una historia que viene de más largo que unos pocos años y va más lejos de otro puñado de años, podemos entender que estamos protagonizando la fase descendente de lo que en este libro se llama una onda larga capitalista. Si ampliamos aún más la perspectiva temporal, podemos ver que estamos presenciando el fracaso de un proyecto civilizatorio que tiene, cuando menos, quinientos años de recorrido. Eso significa que, aunque el próximo amanecer no nos vaya a mostrar un paisaje repentinamente destruido, sí estamos habitando un final; y un principio de un algo distinto. Sobre todo, estamos habitando una transición. Y esta se da en una situación de colapso ecológico y, por tanto, de emergencia planetaria. Una emergencia que, como dice Jorge Riechmann (2018), intelectualmente defendemos, pero que no llegamos a creernos: «No nos creemos lo que sabemos»; en parte, porque nos falta arrojo; en parte, porque carecemos de «com­prensión de las dinámicas que nos están llevando a la catástrofe».

A suplir esta doble carencia nos ayudan estas páginas. Y lo hacen afrontando un complejo reto: ver la crisis del capital miran­do desde la vida; entender en qué consiste la crisis para el poder corporativo (porque su proyecto surge precisamente del intento de afrontarla), sin pensar que esta sea nuestra crisis. Es la tensión que ya venimos tiempo nombrando: la dificultad de poner la sostenibilidad de la vida en el centro al mirar a un mundo donde son los mercados capitalistas los que están en el centro y es la vida la que está asediada. Así, este trabajo nos da herramientas para entender este momento crítico que enfrentamos (la transición ecosocial) mirando desde la sostenibilidad de la vida. Es un momento crítico para el poder corporativo, pero, sobre todo, es un momento crítico para la vida común. Más aún lo será si el poder corporativo logra completar su proyecto anti-crisis.

El poder corporativo enfrenta un grave y doble problema: la incapacidad del capital para seguir en una espiral creciente de negocio y el fin de la energía abundante y barata (entre otros límites biofísicos). Desde aquí, la pregunta que nos interpela no es si se abrirá una nueva onda larga de acumulación y de si esto puede hacerse en el marco de la crisis ecológica global. La pregunta que nos atraviesa es qué significa esto en términos de sostenibilidad de la vida: si nuestras vidas están sujetas a los mercados capitalistas, en la medida en que estos se hundan, nos hunden. Pero, si se recuperan, lo hacen a costa de nuestras vidas y del planeta; nos hunden definitivamente. ¿Cómo aprovechar su momento de ruptura para emanciparnos, para construir so­beranías sobre la vida colectiva?

Y es que, mirando desde nuestro terreno, el de la vida, y no desde el suyo, el de los mercados, vemos que lo que está en crisis es la vida misma, que esta crisis es multidimensional (ecológica, de reproducción social, política y de sentido ético) y que se enmarca en el fracaso del proyecto civilizatorio de la modernidad capitalista.

No es una crisis procedimental, es una crisis de los principios y objetivos hegemónicos: «Es el conjunto el que falla» (Fernández, Piris Rami­ro, 2013). Vemos también que el problema medioambiental no es resoluble con promesas de eficiencia energética, desmaterialización de la economía cantos adormecedores similares. El problema es cómo afrontar y, sobre todo, cómo distribuir el obligado decreci­miento en el uso de energía materiales y en la generación de resi­duos al que nos obliga el colapso: ¿será un decrecimiento impuesto a quienes tienen la huella ecológica de una mosca, o a los territorios del mundo y los sujetos sociales que viven - ¿vivimos? - como si tuvieran otra ristra de planetas en la recámara?

La labor urgente que nos atañe a las perspectivas críticas (emancipadoras, en los términos de este libro) es mirar con va­lentía e intentar encauzar la transición: evitar que la manejen las actuales relaciones de dominación completando su proyecto, nueva oleada de tratados mediante. Y en esta labor colectiva se embarca de lleno este libro.

Desde la economía política, articulándonos contra el capitalismo y más

¿Cuál es el sistema que está en transición y que busca rearticularse? El autor nos habla del capitalismo, estrechamente aliado con «otros dos longevos sistemas de dominación: el heteropatriarcado y la colonialidad». En otros lugares ha usado la denominación de «sistema de dominación múltiple» para referirse a este régimen que es capitalista, pero también heteropatriarcal, colonialista, racista, ecocida… (por eso en ocasiones ironizamos y abreviamos hablando de esa cosa escandalosa). Y argumenta que en él hay una única vida puesta en la cúspide: la vida del BBVAh, sujeto definido por la intersección de esos sistemas de privilegio/opresión: el blanco, burgués, varón, adulto, hetero (y urbano). ¿Cómo abordar en términos analíticos y, sobre todo, políticos la complejidad de este sistema?

Este libro reclama la importancia de leer en clave de economía política y, desde ahí, se abre al diálogo con otras miradas hetero­doxas, ecologista y feminista entre ellas. Utiliza ese enfoque para identificar la dinámica básica de funcionamiento del sistema (la dinámica mercantilización-dominación-expulsión) y los modos renovados en que esta operaría de llegar a completarse el proyecto de rearticulación, merced a la nueva oleada de tratados.

Gonzalo Fernández nos habla del hilo de continuidad entre la mercantilización (la conversión de todo rincón de la vida en potencial nicho de negocio), la dominación (las dinámicas de pri­vilegio/opresión sobre las que se sostiene el negocio) y la expulsión (la exclusión y la aniquilación como modus operandi complemen­tario a la dominación). A diferencia de una mirada economicista, plantea leer este hilo de forma no «lineal y consecutiva», sino en clave «de relación multidireccional». Para poder pensarla así, incorpora herramientas que exceden a la economía en sí y que se abren a las dimensiones que en el libro se denominan política y cultural (además de introducir una lectura de la economía no encorsetada a lo mercantil, sino que avanza en la incorporación de las dimensiones económicas no monetizadas).

En otros términos, podríamos decir que busca entender la co-construcción permanente de las estructuras materiales (econó­micas y políticas, aquellas que organizan los recursos con los que sostenemos la vida y que establecen las decisiones sobre la vida en común) y las estructuras simbólico-discursivas (las culturales, que definen la idea misma de la vida, y de la vida que merece ser sostenida).[3] Si bien es cierto que en estas páginas comienza a ararse del hilo desde lo económico-material, no lo es menos que no se aplica una mirada de causalidad directa y unidireccional (lo económico como determinante de todo el resto) y, sobre todo, que no se hace de manera que queden cerradas otras entradas posibles, sino abriendo espacio para un diálogo con ellas.

Esta apertura es crucial para comprender el funcionamiento complejo de esta cosa escandalosa. Una cuestión clave es entender cómo la apuesta II [4] de «la ampliación de la frontera mercantil a escala global» va a transformar los sentidos comunes y, viceversa, cómo los sentidos comunes que demarcan la frontera de la mer­cancía van a condicionar esta ampliación.[5] Dicho de otra forma, cómo no puede haber apuestas económicas sin cambios culturales o cómo lo cultural condiciona lo económicamente posible.

Pero, especialmente, esta apertura es crucial en términos de lucha política. El mayor riesgo de una lectura lineal - riesgo en el que este libro no cae - es equiparar mercantilización con capitalismo y conflicto de clases; y dominación y expulsión con otros sistemas de jerarquización (básicamente, heteropatriarcado y colonialismo/racismo). Y entender que, o bien de la mercantilización y el capitalismo surgen las formas de dominación distintas a la de clase, o bien que estas se explican solamente por el rol que juegan en el capitalismo. De aquí se ha derivado una tendencia histórica a priorizar lo que se entendían como luchas por la redistribución (la lucha de clases) frente a las luchas por el reconocimiento (luchas identitarias, como la de género o por racialización), viendo estas segundas como derivadas o secundarias; o, peor aún, menospre­ciándolas al considerar que dividen a la clase obrera. En sentido opuesto, otra tendencia histórica ha sido desvincular las luchas por la redistribución del cuestionamiento del reparto de los recursos y, en sentido más amplio, del capitalismo. Creer, por ejemplo, que la no discriminación de personas LGTBI es posible sin cambiar las estructuras económicas profundas, y terminar de alguna forma defendiendo algún tipo de capitalismo rosa.

¿Cómo superar este impasse? En esta publicación se apuesta por recuperar la importancia crítica de la lucha anticapitalista de la clase trabajadora, y en concreto de la lucha contra la nueva oleada de tratados como «buque insignia» del capitalismo del siglo XXI. Pero lo plantea desde una comprensión renovada del capita­lismo, que lo entiende en su interacción con el heteropatriarcado y el colonialismo y que sitúa como conflicto angular el conflicto capital-vida (que incluye y desborda el conflicto capital-trabajo). La propia clase trabajadora es un sujeto político que se construye «vinculando agendas y sujetos en defensa de la vida, a la vez que excluyendo y señalando sin miramientos a los antagonistas que la ponen en peligro».

Podemos pensar el capitalismo como un conjunto de instituciones socioeconómicas (y, cada vez más, tal como este libro muestra, políticas) que permiten acumular poder y recursos en torno al BBVAh, la única vida que globalmente se impone como plenamente humana. Esta vida se garantiza a costa del ataque a la vida del planeta y del ataque a la vida común, materializado en ataques a las vidas concretas de virulencia radicalmente desigual según cuánto nos alejemos de ese BBVAh, llegando al extremo de la expulsión. Lo que se acumula en esta cosa escandalosa no es solo capital o renta, es también poder y prestigio; es todo aquello que dota de sentido pleno a la vida de ese sujeto erigido sobre el resto.

La mercantilización permite la dominación de una única vida (la vida del BBVAh, quien detenta el poder corporativo) sobre la vida del planeta y la vida común (lo que en este libro se denomina la vida de la «clase trabajadora»). Hay injusticia en la distribución de recursos con los que sostener la vida, pero también hay injusticia en el reconocimiento de cuáles son las vidas que merecen ser soste­nidas.[6] Esta disputa es lo que captamos con la noción, compartida por estas páginas, del conflicto capital-vida.

Desde aquí, podemos plantear que el esfuerzo ha de ser convertir toda lucha por el reconocimiento en una lucha por la redistribución y toda lucha por la redistribución en una lucha por el reconocimiento: por lo que peleamos es por reconocer que todas las vidas importan, y que importan igualmente en su diversidad; por tanto, todas han de acceder a recursos para sostenerlas y ninguna es sacrificable por otra superior. Esta com­prensión compleja del capitalismo tiene la potencia de articular luchas diversas sobre la base de problemas comunes, sin negar que nos afectan de forma desigual en función de nuestra posición en ese sistema de dominación múltiple y de nuestra lejanía al poder corporativo.

La espiral mercantilización-dominación-expulsión y la triple dimensión económica, política y cultural son los elementos que este libro aporta para comprender el funcionamiento complejo del sistema a partir del eje vertebrador del capitalismo y, sobre todo, para construir una «agenda emancipadora» que siga una «lógica inclusiva». Otros ángulos de entrada son posibles y necesarios, pero el que el autor nos da es imprescindible.

Huyendo de falsos debates: hay un proyecto

Este trabajo nos ayuda a esclarecer que el propio sistema quebrado está recomponiéndose, tiene lo que Gonzalo Fernández denomina «el proyecto del capitalismo del siglo XXI». Cierto es que este «no es homogéneo», sino que tiene agendas «en disputa». De esta forma, encontramos la versión seductora del «capitalismo más universalista y globalizador» y la abiertamente violenta del «capitalismo más unilateralista y reaccionario». Pero igualmente cierto es que ambas persiguen un objetivo común de mercantilización capitalista global y tienen, por tanto, las mismas funestas implicaciones en términos de asedio directo a la vida.

Estas páginas nos dan herramientas para comprender esa confluencia y desmontar los falsos debates que la nublan, siendo especialmente relevante en el marco de la oleada de tratados la aparente contradicción entre multilateralismo y unilateralismo, mal entendida como una oposición entre librecambismo y proteccionismo. Por un lado, se sitúa la propuesta, en gran parte liderada por la UE, de multilateralismo en la negociación de tratados. Por otro lado y abanderada por los Estados Unidos de Trump, hallamos otra apuesta de corte más unilateral, de defensa de capitales nacionales a la cabeza de esa expansión global. Como estas páginas explican, el capitalismo universalista y el capitalismo de guerra económica son dos agendas pro-sistema tras las cuales hay intereses geopolíticos en disputa: Estados Unidos, China, Reino Unido, Unión Europea… pero, por encima (o, más bien, por debajo) de sus diferencias está el proyecto común, que es el que nos importa desde una perspectiva de sostenibilidad de la vida: el proyecto «multidimensional e integral» de rearticulación económica, política y cultural para «mantener el patrón hegemónico de poder».

Bien sea desde la defensa del capital ya transnacionalizado o de la mayor transnacionalización de los capitales nacionales, en todo caso se trata del poder corporativo que se impone sobre el ataque a la vida común y del planeta.

Esas dos agendas tienen también relatos diferentes. El capi­talismo universalista retiene aún grandes dosis de la estrategia seductora del neoliberalismo de colores, prometiéndonos un juego todos ganan con la expansión global del capital. El capita­lismo de guerra económica parte de la constatación de que esa promesa era inviable y que, más bien, lo que se ha hecho evidente es que en este sistema no cabemos todos. Es un planteamiento de otro tipo: queden entonces dentro los míos.[7] Y este proyecto de expulsión requiere dosis de violencia mucho más explícitas para imponerse.

Vemos así un doble juego entre la seducción y la violencia (o el consentimiento y la coacción, en términos gramscianos más afines a la perspectiva de economía política de este libro), que, en el fondo, son dos caminos complementarios. Esta complementariedad la vemos en la doble apuesta cultural de rearticulación del sistema. La apuesta V por «el fascismo social y el fomento de la guerra entre pobres» nos lleva al relato de los míos, un plantea­miento de salvación colectiva sobre la expulsión del otro y, sobre todo, de la otra. Se trata de una salvación colectiva que pasa por situarse en el orden correcto en base a una estricta jerarquía colonial-racial, de género y de clase. Queda dentro quien pertenece, y pertenece quien acepta la norma jerárquica. Aceptar la norma es asumir una identidad que distingue entre quienes pueden aspirar al éxito propio y quienes han de aspirar al éxito derivado (por su pertenencia a una comunidad que les desborda - la patria, la familia - o por su relación servil con alguien de éxito: el marido, el patrón…). Frente a ello, como en un espejo, aparece la apuesta VI de «la emulación del horizonte de Silicon Valley», que ofrece ese horizonte de éxito estrictamente individualizado: en una tierra de oportunidades, si quieres, puedes. El lema de Donald Trump, America first, frente al «eslogan neoliberal del American dream. Dos discursos que por momentos pueden parecer contradictorios, pero que sirven a un mismo proyecto de híper-segmentación social y negación de derechos colectivos.

Además de los falsos debates a desmontar entre muitilateralismo y unilateralismo, librecambismo y proteccionismo, American dream y America first, podemos señalar otro que tiene el género como núcleo de la disputa. Es un debate que estas páginas no abordan directamente, pero al que sí dan cabida. Entre las ama­bilidades que nos ofrece la agenda universalista está su aparente entusiasmo feminista condensado en la promesa de la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres. Frente a este discurso, encontramos la profunda animadversión del capitalismo de guerra económica ante lo que despectivamente denominan la ideología del género.

¿Significa eso que, ante un demonio con cuernos, hemos de quedarnos con el ángel igualitario?

En el juego seductor del proyecto universalista, es crucial de­fender que todas y todos hemos de tener las mismas posibilidades de ascenso y éxito (Silicon Valley). La igualdad de oportunidades, lejos de estar reñida con la desigualdad de resultados, la justifica: para un discurso meritocrático, si partimos del mismo punto no hay problema en que lleguemos a lugares distintos, son reflejo de nuestro esfuerzo diferente, lo que nos merecemos. Las críticas femi­nistas a la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres son muchas: que dicha igualdad de facto no existe nunca, sino que es una ficción construida en base al espejo femenino del BBVAh. Que la igualdad relevante es la que abarca todo el proceso (principio, llegada y camino) y llega a todos-todas-todes. Y que eso es inviable en el marco de una cosa escandalosa inherentemente jerárquica.

Un ámbito en el que queda especialmente clara la inviabilidad de la igualdad (de todo tipo) en el marco de este sistema es la necesidad estructural de trabajos ocultos de cuidados, la cara B del trabajo asalariado: trabajos carentes de remuneración, derechos, regulaciones; trabajos que no constituyen ni ciudadanía económica y social ni identidad política; trabajos, por tanto, invisibilizados, cuya inexistencia política permite derivar en ellos la responsabilidad de sacar adelante la vida en un sistema que la ataca. Su invisibilidad garantiza que el conflicto capital-vida desaparezca: los trabajos que lo abordan en toda su crudeza no se ven. Garantiza por tanto cierta paz social. Así, como Gonzalo Fernández nos señala, la profundización en la explotación del trabajo asalariado que trae consigo la nueva oleada, va de la mano de la profundización del expolio de los trabajos de cuidados. Estos trabajos están privatizados (metidos en lo privado-doméstico) y feminizados (constituyen la identidad femenina y se dan en el marco de una división sexual del trabajo que es también una división racializada, internacional y por clase social). El discurso de la igualdad de oportunidades esconde esta desigualdad estructural. El ángel igualitario necesita cuidados ocultos.

Necesitamos desvelar cuestiones que el discurso de la igualdad de oportunidades esconde y que son pilares del sistema.[8] Además del papel angular de los cuidados en el sistema (y de los mecanis­mos que garantizan ese ejército de cuidadoras inmoladas, entre los que están el amor romántico, la maternidad como destino vital y el control del cuerpo de las mujeres), otro aspecto especialmente relevante, aunque aquí no lo profundicemos, es la violencia heteropatriarcal como núcleo duro de la violencia múltiple del sistema (Segato, 2016).

La demonización de la ideología del género (y por tanto la defensa de la domesticidad de las mujeres, de nuestra innata capacidad cuidadora y amorosa) es más bien un espejo que nos muestra con toda su crudeza lo que pretende ocultarse. Las dos agendas tienen un proyecto común de rearticulación del heteropatriarcado. En uno, el éxito de unas pocas (a costa de otras) se nos vende como el éxito de todas; en el otro, se nos insiste en que hemos de mantener el orden: mujeres en su sitio y hombres en el suyo, con pleno cumplimiento de una jerarquía racial y de clase. Para construir esa «agenda emancipadora» y esa «clase trabajadora» inclusiva que la pelee, hemos de dejar claro que nuestra apuesta no es ni la igualdad de oportunidades para insertarse en un sistema desigual ni la defensa expresa de la jerarquía de género. Necesitamos desvelar la dimensión heteropatriarcal del proyecto de recomposición del capitalismo, sacando a la luz elementos clave de lo que podríamos llamar su agenda oculta.

Una lectura (no) técnica de los tratados para la lucha política

Argumentábamos antes que esta cosa escandalosa se impone con un doble juego de seducción y violencia y que, a día de hoy, el componente seductor pierde peso frente a la imposición violenta de un modelo basado en la exclusión, la jerarquía y el despojo explícitos. Pero siempre es preciso un tercer elemento: la articulación de un entramado institucional que dé soporte a las relaciones socioeconómicas y políticas seductora o violentamente impuestas. Y aquí entra esta nueva oleada, que el autor nos propone leer como esa constitución económica global, que metapolitiza definitivamente la mercantilización del espectro completo de la vida.

Al denunciar esa metapolitización estamos denunciando que la mercantilización global se sitúa por encima del debate político, como algo colectivamente (y por tanto políticamente) indiscutible. En otro lugar, Gonzalo Fernández argumenta que la democracia de baja intensidad es constitutiva del sistema de dominación múltiple (Fernández, Piris y Ramiro, 2013). Y que también lo son algunos principios que están tras esos derechos hoy desregulados (la libertad, la igualdad, etc.), pero en calidad de valores débiles frente a los valores fuertes del mercado, aquellos que los tratados de nueva generación erigen en «los diez mandamientos corporativos». Esa metapolitización que trae consigo la nueva oleada no sería entonces sino un paso más en el debilitamiento de lo que podríamos denominar la cara amable de la Ilustración. Pero son el paso definitivo.

Que estamos frente a una auténtica oleada queda claro al leer estas páginas. Así como quedan claros los elementos de continuidad con el proyecto globalizador previo y los elementos de ruptura. El hablar de nueva no debe llevamos a confusión. Esta oleada no es nueva en términos de su objetivo. Pero sí lo es en términos de su estrategia, que es más gradual y menos multilateral; y de la agresividad con que se impone. Esta viru­lencia se percibe en su contenido: más agresivo, por ejemplo, al vincular directamente comercio e inversión; y al revertir el criterio de inclusión (se incluye por defecto todo aquello que no está expresamente excluido). Se ve también en la forma de negociación: más opaca y más bilateral, con lo que la desigualdad relativa entre países a la hora de negociar cobra mayor relevancia que en la anterior oleada (donde países menos poderosos podían intentar reforzarse conjuntamente).

Leer esta oleada en continuidad con la previa nos permite entender que la economía global que enfrentamos hoy es la que se configuró merced a la anterior oleada. Así, por ejemplo, la destruc­ción de las economías campesinas, asediadas por el agronegocio, no se inicia ahora, sino que se apuntala. La desregulación de los mercados laborales y la precarización del empleo no surgen,[9] sino que se profundizan a escala global. Pero leer las oleadas en conti­nuidad nos posibilita algo si cabe más relevante: aprender de cómo se articuló la resistencia a la primera para enfrentar la actual. Y, en ese sentido, este libro está escrito en claro aprendizaje histórico, como muestran varios de sus puntos de partida.

Por un lado, Gonzalo Fernández nos alerta de que los tratados no han de leerse en clave de países enfrentados, sino de pueblos frente a poder corporativo. Esto, que siempre fue así, es hoy si cabe más obvio, dado que la renovada oleada se da en el marco de un proceso de periferización del Centro. La pregunta no es qué país va a salir más beneficiado o perjudicado por la firma de un tratado en el marco de una geopolítica neocolonialista, sino de entender quién domina el proceso de acumulación en cada país y a escala global. Con ello buscamos comprender el significado de los tratados en términos de sostenibilidad de la vida común (cuánto de la vida en común va a morir para garantizar la vida de quienes detentan el poder corporativo).

Abordar de esta forma la oleada nos abre nuevas posibilidades de alianzas políticas, pero no nos ahorra complejidades. En la lucha contra la anterior oleada, un aspecto que sorprendió a quienes se resistían desde el Sur Global (y que reforzó su lucha) fue ver la pobreza en el Norte Global, la falsedad por tanto de ese sueño del éxito. ¿Cómo compaginar esta constatación a la par que no olvidamos que los modos de vida instalados en el centro, aunque no son accesibles para todas quienes habitamos ese lugar, sí se basan en la desigualdad global? ¿Cómo abordar esta nueva oleada entendiendo que es una amenaza común, sin escamotear el problema de que la afrontamos desde posiciones radicalmente distintas en este complejo entramado global de sistemas de opre­sión/privilegio? ¿Cómo, en los términos de este libro, construir esa clase trabajadora a escala global?

Por otro lado, en estas páginas se nos invita a comprender los impactos de la nueva oleada, pero no desde la clave de que estos po­drían ser positivos o negativos; ni desde la perspectiva de que pueden introducirse cambios o cláusulas que aseguren que no nos dañan, sino que garanticen sus efectos beneficiosos. Los tratados son una herramienta de un sistema que, primero, es inherentemente insostenible e injusto, por lo que solo cabe una enmienda a la totalidad de los mismos. Por eso la «radicalidad» de la agenda emancipadora. Segundo, en tanto que herramienta, no son el problema en sí mismo: si se logra que un tratado no se firme, esta cosa escandalosa buscará otros modos. De hecho, la estrategia innovadora actual es una búsqueda de un nuevo modo cuando el anterior, basado en instituciones multilaterales como la OMC o el AMI, ha fallado. Esto significa que la lucha política no puede ceñirse a ir contra la nueva oleada, sino que la resistencia (¡fundamental!) a firmar un solo tratado más ha de ser parte de una lucha política mucho más amplia que actúe en una multiplicidad de frentes y niveles.

Por último, este libro logra un complejo equilibrio entre lo técnico y el accionar político. Como en otro lugar hemos alertado (Pérez Orozco, 2018), el trabajo experto de comprensión de los tratados es fundamental, pero hay riesgos en sobredimensionarlo. Lo relevante de conocer los tratados y sus posibles impactos no es saberse los tecnicismos, sino poder alimentar la lucha política. Gonzalo Fernández huye de esos tecnicismos. Su trabajo nos per­mite conocer detalles, vincular aspectos aparentemente inconexos y descifrar complicados enunciados para saber qué está en juego y cómo se está jugando la partida. Lo que tienes entre manos no es un texto rebuscado y cuasi incomprensible al que mirar, en el mejor de los casos, de forma tan reverencial como lejana (¡qué listo hay que ser para entender y contar cosas tan complejas!). Por el contrario, es un libro franco, que explica con relativa sencillez un proceso muy complejo, abriéndonos así el «marco de lo posible» al comprender cómo nos atraviesa la vida esa cosa distante llamada TTIP, CETA, TISA o TPP.

Es un libro en el que, volviendo al inicio de estas páginas, el conocimiento funciona como antídoto contra el miedo. ¡Que os aproveche la lectura!

Notas:

[1] Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate. Mercado o democracia. Los tratados comerciales en el capitalismo del siglo XXI. Icaria editorial, s. a., Barcelona, 2018.

[2] Silvia L. Gil se refiere aquí a las movilizaciones contra la violencia machista, pero consideramos que esta idea es igualmente aplicable en el caso que nos concierne, entre otras cosas, porque el proyecto de rearticulación del sistema sobre el que este libro nos habla es un proyecto heteropatriarcal que tiene en la violencia un pilar central.

[3] Lo que Butler (2009) denomina «marcos de intelegibilidad» de la vida.

[4] Para conocer estas apuestas, véase la página 53 de este libro [N. de la Ed.]

[5] Por poner un ejemplo, esta interacción mercantilización-dominación, material-discursivo la hemos visto claramente en el proceso de mercantilización de la vida íntima (Hochschild, 2003). Con este término nos referimos a la apertura de nuevos nichos de negocio en el ámbito del trabajo doméstico y de cuidados. El sector de los cuidados ha estado históricamente caracterizado por lo que se ha denominado la «enfermedad del coste», esto es, la imposibilidad, más allá de un umbral, de generar incrementos constantes de productividad a costa de sustituir trabajo por capital. Esta imposibilidad se ha compensado vía explotación de la ética del sacrificio de las trabajadoras, que se les impone en tanto que mujeres y en tanto que sirvientas. En otros términos, la generación de nuevas éticas reac­cionarias del cuidado neoserviles ha sido fundamental para permitir el proceso de mercantilización de la vida íntima.

[6] Gonzalo Fernández se suma al planteamiento de Fraser (2015) de que podemos distinguir las dimensiones de distribución (reparto de los recursos), reconocimiento (ejercicio de identidades diversas) y representación (política). Este triple marco de distribución, reconocimiento y representación está en total concordancia con la triple dimensión económica, política y cultural que utiliza este libro. De aquí se deriva una comprensión de la lucha por la subversión del sistema que ha de combinar todas ellas.

[7] De nuevo, el masculino es ex profeso, para señalar el carácter heteropatriarcal de estos relatos.

[8] Antes bien, es un discurso que ha servido para legitimar políticas cuyo impacto en términos de igualdad han sido nefastos, pero que han podido ser muy lucrativos para un grupo selecto de mujeres (por ejemplo, al introducir ciertos derechos de conciliación de la vida laboral y familiar en el marco de procesos de desregulación y precarización del mercado laboral).

[9] Una desregulación que, como se argumentó en la anterior oleada, fue de la mano de la «feminización de la mano de obra» (Standing, 1999).

Fuente: http://medium.com/la-tiza/un-ant%C3%ADdoto-contra-el-miedo-e4daf5ecf817

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Se desploma la compra de alimentos básicos. [Esta publicación según mi señor, ¿oh, mi señor Facebook!, “infringe las normas (sus normas) comunitarias sobre spam”, y por ello, mi señor, ¿oh, mi señor Facebook!, obedeciendo a las más prístinas razones del nuevo fascismo que se está implantando de la libertad de expresión no ha dejado que se comparta en los grupos de: amigos a los que les gusta Partido de los Trabajadores de España (PTE-ORT) y Chalecos Amarillos España (Grupo Oficial)]

 

Se desploma la compra de alimentos básicos

 

INSURGENTE.ORG / 16 agosto 2022

 

Según los datos Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, los alimentos subieron el pasado mes de julio el 13,5%. Lo grave es que ya venían subiendo de meses anteriores. Así, por ejemplo, el propio ministerio informaba que a caballo de junio y julio había fruta que subía más del 10%. Se está asistiendo, pues, a un desplome sin precedentes en los últimos años en lo que se refiere a la compra de alimentos básicos. Efectivamente, y según el Instituto Nacional de Estadística (INE), estamos ante el mayor incremento de precios desde que comenzó la serie histórica en 1994.

Todo esto ha provocado que, según la misma fuente ministerial, las ventas hayan caído en total un 8,6% en volumen en el último año al cierre de junio respecto al mismo periodo del año anterior. La venta de pescado ha caído un 13,8%; la de carne, un 12%;  la de aceite, un 11,6%; la de huevos, un 10,7%; la de fruta fresca, un 10,5%. La palma se la llevarían las hortalizas, cuyo consumo se ha desplomado un 13,1%.

Desde el Ministerio de Agricultura se advierte en el informe correspondiente a junio que en ese mes, en concreto, «la reducción de las compras se traslada a cualquiera de las categorías principales de alimentos, exceptuando a las bebidas de agua envasada, que incrementan tanto sus compras (2,1%), como su facturación (4,3%), si bien, su precio medio experimenta el crecimiento menos intenso del mercado (2,1%)».

En el mes de junio «la pesca es el sector que mayor contracción experimenta (14,7%), principalmente impulsada por la reducción de compras de pescados frescos, pues representan el 43,1% del sector y se contraen incluso por encima del sector (17,8%), especialmente el rodaballo (55,8%), el lenguado (41%) y el salmón (37,1%)».

La compra de carne también retrocede un 13,2%; especialmente la congelada, un 25,5%. Las compras de carne fresca y transformada retroceden a un ritmo inferior (13,5% y 11,1%, respectivamente), aunque representan el 97,5% del segmento cárnico, por lo que su contracción contribuye más que la de congelada a la caída del mercado. La carne de ovino y caprino es la carne fresca que mayor contracción experimenta (27,8%), pollo y cerdo retroceden 13,3% y 11,1%, respectivamente.

El sector oleícola experimenta la segunda contracción más fuerte (13,8%), si bien, experimenta el crecimiento en el precio medio más alto del mercado (48,8%), por lo que su facturación cierra un 27,6% por encima del mismo mes de 2021. Después de que la inflación haya alcanzado en julio el 10,8%, seis décimas superior a la del mes anterior, en el sector consideran poco probable que haya una recuperación del consumo a corto plazo.

Por supuesto que oficialmente se echa las culpas a la guerra de Putin, a lo que ahora se suma la sequía. Pero ya empiezan a surgir voces dentro del mismo establishment que ligan la subida brutal de la inflación a la emisión artificial de moneda.

Sea como fuere, a pesar de la subida de precios, la industria agroalimentaria ve cómo la facturación se hunde un 5,2%hasta 72.662 millones de euros en los seis primeros meses del año, dado el desplome en el consumo de las familias que se está produciendo, que no lo compensa la subida de los precios.

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Fallece Carlota Leret O’Neill

 

Ha fallecido Carlota Leret O'Neill, hija de Virgilio Leret, comandante del ejército republicano y primer oficial fusilado en acto de guerra el 17 de julio de 1936, y de Carlota O'Neill, escritora y periodista. Tuvo una vida de lucha por la recuperación de la Memoria Histórica.


Fallece Carlota Leret O’Neill

 

Antonio Cruz González

El Viejo Topo

16 agosto, 2022

 

Carlota nos ha dejado. Hija de Virgilio Leret, comandante del ejército republicano y primer oficial fusilado en acto de guerra el 17 de julio de 1936, así como inventor del mototurbocompresor a reacción para aviones, y de Carlota O’Neill, escritora y periodista. Tuvo una vida de lucha antifascista, intentando encontrar el cuerpo desaparecido de su padre y acompañando a su madre en el exilio en México y Venezuela.

Fruto de su lucha por la recuperación de la Memoria Histórica, se logró el traspaso de datos y fotos de su padre, Virgilio, con el que pudimos realizar su biografía: Virgilio Leret Ruiz. Una vida al servicio de la República, publicada por El Viejo Topo.

Su vida se truncó en las vacaciones del 1936, cuando su padre y su madre fueron a Melilla, a la Base de Hidroaviones “El Atalayón”, acompañados de sus dos hijas: Carlota y su hermana María Gabriela (“Mariela”). Aquel fatídico día (el 17 a las 17), las fuerzas regulares sublevadas del ejército fascista del General Franco atacaron la Base, y su padre −entonces capitán− fue capturado, y sus propios soldados se vieron obligados a fusilarle junto con dos suboficiales. Sin juicio ni procedimiento jurídico alguno, simplemente por defenderse del ejército sublevado.

Luego fue arrojado a una fosa que no se ha podido encontrar, pese a los esfuerzos de Carlota.

La madre −Carlota O’Neill− fue detenida y, siendo acusada por sus escritos antifascistas, estuvo presa durante dos años.

Las dos niñas permanecieron con algunos parientes de los soldados a las órdenes de Virgilio hasta que las recogieron sus tías, presionadas por el abuelo de Virgilio, quien también era militar aunque proclive a las fuerzas franquistas. Las internaron en un colegio-hospicio de Aranjuez, y allí las visitó por primera vez su madre cuando le dieron la libertad provisional.

Después, sin contar con la autorización de su madre, las trasladaron a Barcelona. Desde allí, aprovechando una visita de su madre, consiguieron huir y embarcarse rumbo a México, pese a no disponer de visados. El capitán de aquel barco mercante, Gorostiza,, un buen hombre, las autorizó a pasar, no sin advertirles que no podrían desembarcar, y tendrían que volver a España, si no llegaban los visados.

Afortunadamente, un amigo les estaba esperando en el puerto con los visados en la mano. Y allí comenzó el exilio de las dos Carlotas, madre e hija, y de Mariela, su hermana.

Todo esto está detalladamente expuesto en el libro antedicho. Si no me lo hubiera contado Carlota, una verdadera amiga, no lo podría haber referido.

Carlota volvió muchas veces a Madrid desde su residencia en Venezuela y participó en varios actos, siempre con el propósito de reivindicar a sus padres como personas dignas de toda consideración.

Carlota O’Neill fue la escritora del libro Una mujer en la guerra de España, donde narra también los hechos acaecidos.

Participamos juntos en varias presentaciones del libro de su padre, en Pamplona (donde había nacido Leret) y en Madrid.

Según su hija Laura y su prima Lucía Falcón, en los últimos años Carlota se encontraba delicada de salud. A consecuencia de una caída, parece que su situación empeoró y, finalmente, falleció.

Descansa en paz, Carlota, y que sirvas de ejemplo, como hija, como amiga y como luchadora por la justicia y la reparación.

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China advierte a EEUU por Taiwán: Quien juega con fuego morirá

 

 

 China advierte a EEUU por Taiwán: Quien juega con fuego morirá


DIARIO OCTUBRE, 15.08.2022

Un diplomático chino advierte a EE.UU. sobre las consecuencias de “jugar con fuego” tras la provocativa visita de otra delegación estadounidense a Taiwán.


Funcionarios de EE.UU. y Taiwán se dan la mano, a la llegada de una delegación estadounidense a Taipéi, 14 de agosto de 2022.

“Este es un movimiento muy peligroso que es como jugar con fuego, y quien juegue con fuego morirá”, dijo el enviado chino para los Asuntos de la Península de Corea, Liu Xiaoming, el domingo su cuenta de Twitter, en alusión a la visita de cinco congresistas estadounidenses a Taiwán, isla que China considera parte integral de su territorio.

 

Llamó a todos los países, y en especial a Estados Unidos, a que se ciñan a la política de “una sola China” y a dejar de entrometerse en los asuntos internos de Pekín.

Liu lanzó además otra dura advertencia, diciendo que cualquiera que intente evitar la reunificación de China se enfrentará a un “gran muro de acero” forjado por las manos de más de 1400 millones de chinos.

La visita de la delegación estadounidense a la isla tuvo lugar a menos de dos semanas después de un controvertido acto similar por parte de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, pese a las advertencias de Pekín.

El viaje de la congresista demócrata a Taipéi hizo sonar los tambores de guerra en la zona y llevó a Pekín a realizar unos ejercicios con fuego real y simular una ofensiva que, en la práctica, aislaron por mar y aire a Taiwán.

Pekín, que se opone a cualquier nexo político entre Washington y Taipéi, así como el suministro de armas estadounidenses a la isla, ha avisado una y otra vez a las autoridades estadounidenses que no envíen señales equivocadas a las fuerzas separatistas para la independencia de Taiwán, si no deben asumir las consecuencias.

Pekín ve a Taiwán como una parte integral de su territorio nacional, mientras que la isla se cree una nación independiente. En el marco de esta discrepancia, el acercamiento y apoyo militar de Washington a Taipéi ha convertido el tema en un gran foco de tensión entre EE.UU. y China.

FUENTE: hispantv.com

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