martes, 13 de agosto de 2024

Golpismo, fisiología del capitalismo

 

Golpismo, fisiología del capitalismo

 


DIARIO OCTUBRE / agosto 12, 2024



Fabrizio Casari (Radio La Primerísima).— Las escenas de violencia en Venezuela, donde los nuevos “guarimberos” atacaron a hombres, oficinas y símbolos de la institucionalidad del país, deben ser descifradas como lo que son: un intento de golpe de Estado querido y apoyado por Estados Unidos como todos los intentos anteriores en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela. El objetivo era (y sigue siendo) el derrocamiento del gobierno de Maduro y la instauración de un régimen de ultraderecha similar, en muchos aspectos, al de Noboa en Ecuador y – con algunos rasgos prestables – al de Milei en Argentina.

 

La fisonomía golpista de la derecha venezolana no sorprende. La identidad subcultural, hidrofóbica, impregnada de clasismo, racismo y odio hacia adentro combinada con dosis masivas de malinchismo hacia afuera, son las connotaciones típicas de la derecha latinoamericana en general y encuentran en la venezolana el punto de máxima expresión.

Pero aunque la derecha continental cuente con bloques sociales, votos duros, apoyo político y empresarial, herramientas mediáticas, finanzas y relaciones internacionales, donde hay una izquierda que cumple con su misión la derecha no puede convertirse en mayoría electoral. El único instrumento viable para ella, además, connotado a su dimensión ideológica, es por tanto la toma violenta del poder. Porque los tiempos de espera para volver a ser mayoría electoral son largos (allí donde existen) e irreconciliables con la urgencia de frenar el cambio internacional del que la propia América Latina es en parte inspiradora y en todo caso protagonista.

El golpismo no es (sólo) una conspiración de perversos, sino un modo preciso de acción política. Pero si bien no es (sólo) una conspiración de perversos, también es cierto que no hay conspiración de perversos que no haya sido concebida por un conspirador aún más perverso. Los funcionarios del terror actúan en referencia a una idea de gobierno que representa sin pudor intereses poderosos. Surge principalmente de la negación de las reglas democráticas, de la no aceptación del fundamento de la democracia, es decir, la libertad de expresión y la participación en la vida política y electoral de todos los ciudadanos. El principio universal de participación es visto como una afrenta a la dimensión del poder político que pertenece, según ellos, a la clase a la que pertenecen y tiene como rasgos identitario el fascismo, el racismo, el clasismo y el machismo.

Con su reivindicación de la supremacía de una raza hispánica de raíces europeas y la confirmación de su destino pretendiendo estar en la cúspide de toda pirámide social, maldicen haber nacido en el Sur y creen que apoyando al Norte pueden encontrar su lugar. Contiene una idea de la dominación del Norte sobre el Sur que nunca ha perdido su vigor, incluso cuando se ha querido hacer creer que era la adhesión a los principios democráticos y el fin de la guerrilla lo que habría eliminado de raíz los impulsos golpistas y dictatoriales.

Saben que la mera función de vasallaje al gigante del Norte mantiene a pueblos y países en la miseria, pero garantiza su riqueza y defiende los asquerosos privilegios que la caracterizan. Es, por excelencia, la aplicación del postulado principal de la Doctrina Monroe, que produce una coincidencia de intereses entre el imperio y la oligarquía latinoamericana: la cooptación de la casta oligárquica encuentra, en la alianza con EEUU, una extraordinaria coincidencia ideológica y programática que se expresa en la ayuda mutua y ve en el anexionismo una especie de destino natural al que hay que acompañar y nunca oponerse.

Luego está el aspecto de contrarrestar las políticas socioeconómicas que, allí donde se establecen gobiernos de izquierdas, tienden a invertir las prioridades de gasto en dirección a los menos pudientes, interrumpiendo la transferencia de recursos públicos al sector privado. Las inversiones en derechos universales suponen una amenaza mortal para la dominación de clase, porque allí donde las necesidades generan derechos, los privilegios pierden ciudadanía.

Sin embargo, el golpismo no es patrimonio exclusivo del paisaje latinoamericano: la propia Europa –España, Italia, Grecia, Portugal, Romania entro otros– ha sido su víctima. Pero el continente latinoamericano sigue siendo el territorio más propicio para los experimentos de torsión violenta del orden democrático: por otra parte, esto se ve reconfortado por su historia como laboratorio político de las técnicas de dominación a las que Estados Unidos ha sometido históricamente al subcontinente.

Los modelos operativos del golpismo

La entrada de la tecnología en los procesos de cambio social ha provocado modificaciones prácticas, no conceptuales, en las doctrinas golpistas. Éstas se producen en medio de una transición que, en algunos casos, todavía tiene el rostro histórico de la aventura en la que los militares toman el mando de los países; en otros, la metodología aplicada se basa en la desestabilización y se apoya en una alianza entre sectores oligárquicos, jerarquías eclesiásticas y extrema derecha.

Cuando, por falta de condiciones objetivas, las dos opciones mencionadas se tornan impracticables, existe el “Plan C”: dejar el gobierno de algunos países clave para el orden geopolítico latinoamericano a una opción electoral diferente en la forma pero similar en el contenido. Esta apertura parcial y a veces forzada de la fiera permite el mensaje de una supuesta veta democrática en la que se reconocerían militares y empresarios, extrema derecha e iglesia. Nada más falso. Se trata del gorila, que para la ocasión se presenta con traje y corbata.

La particularidad del golpismo latinoamericano es que cruza las necesidades de dominación de las oligarquías locales y del capitalismo estadounidense, y que ambas adquieren connotaciones numéricamente significativas gracias también al apoyo incondicional de las jerarquías eclesiales y del evangelismo (entre ellos en feroz competencia pero ambos alistados para la causa común) y por tanto decisivos para cimentar y estructurar el consenso de masas a la estrategia imperial. Y es precisamente en Estados Unidos donde el modelo contemporáneo de conspiración golpista, comúnmente identificado con las estrategias de guerra híbrida, expresa el sentido más profundo de los intereses estadounidenses. Funciona en clave de escuela el intento (y repetido) de golpe de Estado en Venezuela. Difícil de ignorar que la idea de derrocar al chavismo mediante un golpe de Estado ha existido desde el primer día en que el Comandante Chávez asumió su cargo en Miraflores. Hoy, cualquiera que sea la interpretación que se le quiera dar, debe catalogarse como parte fundamental de una más amplia operación de “recuperación” del continente por parte de Washington.

En el actual contexto internacional, con los capitales desplazándose del Norte al Sur, con la reconversión verde de las economías marcando los tiempos y los combustibles fósiles conservando su valor estratégico, con todo el Occidente colectivo teniendo que prescindir de los hidrocarburos rusos pero teniendo en el Golfo Pérsico amigos menos fiables que antaño, las extraordinarias reservas de petróleo convencional y no convencional de Venezuela, así como sus preciosos minerales, agua dulce y reservas de la biosfera, tienen un valor estratégico absoluto.

Veinte millones de barriles de petróleo al día transitan desde el Estrecho de Ormuz hasta las costas estadounidenses, y en la diferencia de coste entre los 44 días que tarda en navegar y los cuatro días que tardaría si el crudo procediera de Venezuela, se mide toda la “ansiedad por la democracia” de la Casa Blanca. Aquí, incluso antes de la narrativa política, se mide la actitud de EEUU hacia el continente.

Pasan las décadas y la historia no cambia: a cada proceso de emancipación y liberación, la derecha reaccionaria y conservadora opone la fuerza a la razón. Revoluciones que han sido enderezadas por un flagelo como las dictaduras oligárquicas que patinaron en la sangre de los justos, ya experimentaron en formas similares el intento estadounidense de derrocarlas por la fuerza. Las respuestas llegaron de forma tajante e inapelable. Parafraseando a Bertolt Brecht, no se podía ni se puede ser amable.

Esto nos enseñaron los procesos revolucionarios que se convirtieron en gobierno: la afirmación de un proceso democrático basado en la participación popular no puede separarse de la necesidad de defender la constitucionalidad y la naturaleza institucional del sistema político y el resultado de la votaciones por cualquier medio y en cualquier momento. Defender la voluntad popular es la antesala de cualquier proyecto democrático y progresista, aún más de un proyecto socialista.

Incluso antes de ver afianzarse un proceso de cambio socioeconómico –deseable y necesario– luchar contra el golpismo significa reafirmar la legitimidad del cambio social y político. Un siglo y medio después, se reafirma la tesis de Marx que, al tiempo que rechazaba la idea de una democracia formal que no aboliera las desigualdades, preveía que la propia democracia liberal se volvería incompatible con el dominio del capitalismo desarrollado. Sigue vigente su invitación a elegir: socialismo o barbarie.

Fuente: radiolaprimerisima.com

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La Europa de la nada

 

El reparto de cargos en la cúspide de la Unión Europea, con Ursula von der Leyen a la cabeza, ha mostrado la escasa voluntad democrática real de los burócratas de Bruselas. El “qué hay de lo mío” impera.


TOPOEXPRESS


La Europa de la nada


Salvatore A. Bravo

13 agosto, 2024 



Ursula von der Leyen fue reelegida como Presidente de la Comisión Europea, pese a que el Tribunal de la UE la acusó de falta de transparencia en la gestión empresarial de las vacunas Covid y las investigaciones continúan. La calidad de una Europa unida está ante nuestros ojos. Cada día circulan en los medios imágenes de esta mujer al frente de la Unión, mientras al mismo tiempo seguimos gritando contra el patriarcado y pidiendo más derechos individuales.

Europa necesita moral y ética política, nadie se atreve a plantear esta verdad. Se predica la guerra, continúan las homilías sobre los derechos individuales, se dan puñetazos en los  pechos sobre la inclusión y al mismo tiempo la calidad de la política cae en picado. Una señora acusada de falta de transparencia en la emergencia del Covid fue reelegida con mayor número de votos que en las elecciones anteriores. Europa se revela en su verdad: no tiene moral, no hace política, sino que es sólo un Versalles cerrado que se relaciona con el mundo empresarial y que desvía la atención de la gente con la retórica de los derechos individuales. La vida cotidiana en la época de los derechos individuales nos da la verdad: nunca las relaciones humanas han sido tan inhumanas y vehículo de patología psiquiátrica. El primer derecho de los ciudadanos es la transparencia, donde no hay transparencia sólo existe el privilegio de algunos y el sometimiento de los subordinados, quienes no tienen derecho a saber toda la verdad sobre las vacunas que hay en sus cuerpos.

En este clima de negocios y guerra asistimos a un notable empeoramiento de las relaciones sociales e institucionales en nuestra vida diaria. En hospitales y escuelas reina un clima de indiferencia y competencia darwiniana. El dinero y el incienso decretan el trato que recibes. Detrás de la pantalla de bellas palabras, el Versalles europeo, entre el biopoder y el poder disciplinario, está estableciendo un sistema relacional en el que la retórica de los derechos se convierte en la ley del más fuerte. El más fuerte establece la ley y hace negocios. Pero la libertad de los derechos individuales es libertad abstracta, ya que el otro no es reconocido en su humanidad desesperada, su mirada no es escuchada ni sentida en el cuerpo vivido.

Los eurodiputados elegidos por el pueblo con una mínima participación en las elecciones aplauden a Ursula von der Leyen, que poco a poco se convierte en el «modelo europeo» que las nuevas generaciones miran con ciego asombro. El Versalles europeo atrapado entre el biopoder y el poder disciplinario de la información está ante nosotros, mientras las guerras continúan (no parecen contaminar) y la economía verde se compara, sin escándalo, con la economía de guerra. Balas y medidas verdes coexisten en una contradicción que hasta un niño podría captar. La educación de las nuevas generaciones está ahora tan desestructurada que no comprenden las evidentes contradicciones del sistema europeo. Ante contradicciones lacerantes y sangrientas deberíamos preguntarnos «por qué» todo esto no provoca un «escándalo» y los pueblos europeos no salen a la calle; Todo está en silencio, mientras el rugido de los cañones sigue cobrando víctimas tanto en Gaza como en Ucrania.

Todo es guerra y en todo conflicto las leyes no son las mismas para todos.

En 2011 el ministro de Defensa, Karl Theodor Gutenberg, del CSU bávaro, y en 2021 la ministra de la Familia alemana, Franziska Giffey, de 43 años (SPD), fueron despedidos por plagio de tesis, un despropósito comparado con la acusación de falta de transparencia en el asunto covid, pero la ley ética no parece aplicarse a Ursula von der Leyen. Dobles raseros como ocurre en sistemas en los que no es el Estado de derecho el que gobierna sino el privilegio. Hay quienes pueden gobernar más allá del bien y del mal. En una Europa de este tipo, debemos tener el coraje de volver a predicar, disculpe el término, la moral pública y la libertad concreta capaz de reconocer al otro. La hostilidad hacia la filosofía y la religión tiene su raíz en el rechazo del individuo concreto y social. Si el pueblo no sale a la calle, la razón es que décadas de neutralización de toda moral, enmascarada por la retórica de los derechos individuales, verdadero instrumento para desmantelar lo público y sustituirlo por el comité de asuntos privados, han establecido el reino del Nihilismo pasivo. Los europeos ya no creen en nada. La esperanza en una existencia digna de ese nombre ha sido sustituida por la lógica de la supervivencia y la naturalización de la ley del más fuerte. El futuro es sólo la migración, por lo que el inglés de los inmigrantes debe ser el fundamento único de generaciones sin identidad y sin cultura. Sin esperanza y con la conciencia de ser sujetos sin alternativa, las personas aceptan lo inaudito. El término «sin» se repite deliberadamente: el europeo medio está a punto de convertirse en un «simple soplo de vida» si no reacciona adecuadamente a esta condición que nos lleva al abismo.

Para reconstruir la política es necesario volver a poner en escena la ética pública con la jurisprudencia, pero no la del Versalles de Bruselas, medio que se puede utilizar si es necesario contra los disidentes, sino la ética que defiende la honestidad y la transparencia sin las cuales no hay política, sino sólo el comité de negocios. Las nuevas generaciones deben reapropiarse de los contenidos de conocimientos con los que comprender el presente. El tiempo del debate debe ser sustituido por la voluntad de saber y la voluntad de verdad. Parecen virtudes obsoletas, ya que Europa nos ha enseñado que el mercado (la oligarquía financiera) decide las elecciones de los individuos y los pueblos. Retomemos la política, hagámosla, exijamos y vivamos la transparencia, el valor objetivo de la vida civil sin el cual estamos destinados a un sombrío sometimiento a los más fuertes. A quienes nos dicen que no hay moral, pero que todo es relativo, respondemos poniéndonos de pie entre los escombros europeos.

 

Fuente: Sinistrainrete

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SEGUNDO ATAQUE NUCLEAR VS RUSIA DE UCRANIA FALLA: UNO MAS SERIA LETAL | ...