miércoles, 12 de julio de 2023

1.100 millones de personas son pobres pese a avances, estima ONU. [¿Y esta situación de la que son responsables últimos los valores y comportamientos sociales que impone el modo de producción capitalista y que llevan a cabo las, les, lis, los y lus agarrapiñas de la política de la representación representativa muy representada, no les da ni mijitilla de vergüenza? Claro que, a lo mejor es lógico, porque si a los trabajadores que somos los que soportamos esa pobreza, y que además irá aumentando, esto nos importa cojón de mico, como mucho, pues también será tontorruscamaente lógico esperar de quienes crean la pobreza vengan ahora a solucionarla.]

 

1.100 millones de personas son pobres pese a avances, estima ONU

TERCERAINFORMACION / 12.07.2023

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) informó hoy que cerca de mil 100 millones personas viven en una situación de pobreza multidimensional aguda en 110 países del mundo.

De acuerdo con el informe, África subsahariana es hogar de la mayor parte de la escasez, con 534 millones de personas sumidas en esa penuria, y el sur de Asia alberga a otros 389 millones. Así, cinco de cada seis personas pobres habitan en esas dos regiones.

El estudio enfatizó que la mitad de las personas que sufren pobreza multidimensional a nivel global son menores de 18 años.

Precisó que en más del 50 por ciento de los países que reportaron datos, no hubo una reducción estadísticamente significativa de la pobreza infantil, lo que sugiere que seguirá siendo un problema apremiante, sobre todo en materia de educación y nutrición.

Además, el informe revela que tercios de los mil 100 millones de pobres (730 millones de personas) viven en países de ingresos medios y detalla que, si bien las naciones de renta baja constituyen sólo el 10 por ciento de la población incluida en el índice, en ellos reside el 35 por ciento de todas las personas pobres.

Por otra parte, señala que la pobreza afecta sobre todo a las áreas rurales, con el 84 por ciento de todas las personas pobres viviendo en esas zonas.

El PNUD ilustra el índice como una torre apilada de las privaciones interrelacionadas experimentadas por las personas pobres, con el objetivo de que se actúe para eliminar dichas carencias.

En su última actualización, el indicador estima los niveles de 110 países y muestra que la pobreza puede disminuir con las políticas adecuadas.

La agencia destacó que 25 países redujeron con éxito a la mitad su índice en 15 años, confirmando que se puede avanzar rápidamente en el combate a la pobreza. Entre ellos se cuentan Camboya, China, Honduras, India, Indonesia, Marruecos, Serbia y Vietnam.

Mientras, otras naciones registraron una disminución de la pobreza aún durante la pandemia de Covid-19, como México, Madagascar, Camboya, Perú y Nigeria.

De este grupo, Camboya es el ejemplo más alentador: la incidencia de la pobreza cayó del 36,7 por ciento al 16,6 por ciento, y el número de personas pobres se redujo a la mitad, de 5,6 millones a 2,8 millones, todo en 7,5 años, incluidos los años de la pandemia.

Según la dependencia de la ONU, casos como el de Camboya ofrecen la esperanza de que todavía sea viable la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de reducir a la mitad la pobreza para 2030.

No bastante este optimismo, el PNUD alertó de que el impacto total de la pandemia aún está por verse pues aún no dispone de todos los datos de ese periodo y, por lo mismo, no puede evaluar las perspectivas inmediatas.

Pedro Conceição, director de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano, comentó que a la mitad de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible se puede ver claramente que hubo un progreso constante en la reducción de la pobreza multidimensional antes de la pandemia.

Sin embargo, matizó, “los impactos de la pandemia en dimensiones como la educación son significativos y pueden tener consecuencias duraderas. Es imperativo que intensifiquemos los esfuerzos para comprender los rubros más afectados».

El Índice de Pobreza Multidimensional monitorea la reducción de la pobreza y toma en cuenta factores que van desde el acceso a la educación y la salud, hasta el nivel de vida en el acceso a la vivienda, el agua potable, el saneamiento y la electricidad.

ro/adr

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Aviso a los progres: Esclarecedor viaje de Sánchez a la reunión de la OTAN horas después del «debate» con Feijóo

 

Aviso a los progres: Esclarecedor viaje de Sánchez a la reunión de la OTAN horas después del «debate» con Feijóo

 

INSURGENTE.ORG / 12.07.2023


No fue la OTAN causa de disputa entre Sáncehz y Feijóo hace unas horas en televisión. Es obvio que están de acuerdo en pertenecer a esa organización criminal. De hecho, tras el debate el líder del PSOE ha llegado a la cumbre de líderes de la OTAN que se celebra este martes y miércoles en Vilna (Lituania) anunciando el «compromiso del Ejecutivo de España en el despliegue y en el refuerzo de la presencia en el frente oriental, primero en Rumanía y con nuevas tropas en Eslovaquia», ha explicado ante los medios de comunicación a su llegada al encuentro, escoltado por Margarita Robles, ministra de Defensa, y José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores.

España tiene presencia en Rumanía, donde pilotos españoles participan en la misión del Mar Negro, pero no así en Eslovaquia… hasta ahora.

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Entrevista a Rafael Poch

 

El semanario argentino Kalewche ha publicado esta sustanciosa entrevista con Rafael Poch-de-Feliu, quien ha sido durante veinte años corresponsal de La Vanguardia en Moscú y Pekín. Sabe muy bien de qué habla.


Entrevista a Rafael Poch


Rafael Poch

EL Viejo Topo

12 julio, 2023 

 


Del cierre en falso de la guerra fría a la espiral suicida de la guerra en Ucrania

Una entrevista con el semanario argentino Kalewche

Kalewche: En tu nuevo libro, Ucrania, la guerra que lo cambia todo, que hemos reseñado en Kalewche, hablas de “responsabilidades compartidas” en los orígenes de la “Operación Especial”. Es indudable que Rusia tiene una cuota no menor de responsabilidad como «detonante», por haber invadido Ucrania desde la premisa de una guerra «preventiva». Pero no es menos cierto que la previa, muy agresiva e irresponsable expansión de la OTAN en la Europa del este, dentro del marco de lo que has llamado «cierre en falso de la Guerra Fría», también ha contribuido enormemente a la escalada del conflicto Moscú-Kiev. Se habla mucho, y con razón, de una proxy war o «guerra por delegación» de la OTAN, donde Kiev funge de peón de Washington y Bruselas, tras largos años donde el Tío Sam y la Unión Europea sembraron la discordia en Ucrania con injerencias o intrigas. A un año y cuatro meses de iniciada la invasión, ¿sería posible calibrar el grado de responsabilidades relativas de Rusia y la OTAN en la gestación y el desencadenamiento de la guerra?

Rafael Poch: La dificultad estriba en que, como digo en mi último opúsculo, no hay una guerra sino tres interrelacionadas, con las tensiones internas en Ucrania, los problemas de perpetuación del sistema autocrático ruso, el pulso entre la OTAN y Rusia, y el gran pulso de Washington para mantener su preponderancia global ante la emergencia de nuevas potencias lideradas por China. Dicho esto, los actuales dirigentes chinos “solucionaron” la valoración histórica del papel de Mao diciendo que el 70% de su legado fue positivo y el 30% restante negativo. Naturalmente, tal valoración está sometida a los vaivenes de la historia y los intereses de quienes la formulan. Así que cada generación reformula la calificación que pone a los grandes asuntos del pasado para encarar su presente. La guerra de Ucrania no será excepción. Pero a la luz de los datos que disponemos hoy, está claro que su génesis es un proceso de 30 años. La versión ofrecida ahora en Occidente ignora todo ese proceso y afirma que la guerra es algo que comienza con la invasión rusa de febrero de 2022 sin la menor provocación, como pura consecuencia de una voluntad imperial agresora y expansionista rusa, y de la maldad de su dirigente. Es evidente que esta tesis no resiste un análisis critico serio. En mi opinión, en este conflicto hay responsabilidad rusa, pero el grueso de la culpa es de Estados Unidos y sus aliados –más bien habría que hablar de vasallos– europeos. Digamos una relación de 30% de responsabilidad para la elite rusa y ucraniana, y un 70% para los americanos y europeos de la OTAN. Sin la arquitectura de seguridad europea que Washington impuso tras el fin de la guerra fría como algo primero sin Rusia y luego contra Rusia, no se habría llegado a esta guerra. La intervención occidental, es decir de Estados Unidos y de la Unión Europea, forzando la incorporación política, económica y militar de Ucrania a ese orden contra Rusia, contra la voluntad de la inmensa mayoría de los ucranianos, abrió primero una clara perspectiva de guerra civil en Ucrania y luego provocó la guerra con Rusia. Para llegar a eso, Occidente ignoró las más básicas realidades, históricas, económicas y sociales de la sociedad ucraniana así como las repetidas advertencias de Rusia al respecto.

Kalewche: ¿Cuánto piensas que ha incidido en la génesis del conflicto la propia y singular situación interna –tan enrevesada y volátil– de Ucrania, desde lo político a lo económico, pasando por lo social y cultural? ¿O te parece que solo o básicamente se trata de geopolítica global, de dos “imperios combatientes” (como se llama tu sección en CTXT), es decir, OTAN vs. Rusia, Rusia vs. OTAN? El sociólogo ucraniano de izquierdas Volodymyr Ishchenko, sin negar la importancia crucial de la puja exógena Washington/Bruselas vs. Moscú, ha puesto el foco en dinámicas endógenas. ¿Se podría plantear una responsabilidad tripartita en la génesis de la guerra de Ucrania, donde, al margen de la OTAN y el Kremlin, Kiev habría aportado lo suyo a la discordia?

Rafael Poch: Sin duda. No se entiende nada sin atender al escenario post soviético que se abre con la disolución de la URSS. En 1991 una pugna por el poder en el interior de la elite rusa determinó que ésta disolviera la URSS para que la facción de Boris Yeltsin se hiciera con el pleno poder que hasta entonces debía compartir con el aparato central de la URSS dirigido por Mijaíl Gorbachov. Eso fue la disolución “política”, podríamos decir. Hubo también un claro aspecto “de clase”: la URSS, con sus maltrechos y desprestigiados referentes simbólicos e históricos revolucionarios era un impedimento para la reconversión social de una casta administrativa-burocrática en clase propietaria. Sin la URSS, la elite rusa y las respectivas elites nacionales de cada república eran mucho más libres para realizar esa reconversión social. En el marco de esa operación, que abría enormes perspectivas de enriquecimiento y de poder, la elite rusa sacrificó, momentáneamente, casi todo lo demás: la geografía humana rusa, los enormes espacios de las repúblicas socialistas soviéticas de Kazajstán y Ucrania, poblados por rusos y mayoritariamente rusoparlantes, la suerte de millones de rusos que vivían fuera de las fronteras de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR), cuyos estatutos y derechos se dejaron de lado, la identidad de gran potencia en el mundo, etc, etc. Todo eso la elite rusa lo dejó de lado para concentrarse en lo principal: el asalto al supermercado nacional, que la URSS definía como “propiedad de todo el pueblo”, y su apropiación privada vía la privatización. En ese contexto, cuando en diciembre de 1991 la URSS fue disuelta a iniciativa rusa y con la aquiescencia seguidista de Ucrania y Bielorrusia, los dirigentes rusos ni siquiera pensaron en que el sur y el este de Ucrania, la franja que va desde Jarkov hasta Odesa pasando por el Donbas y Odesa, eran mucho más Rusia que Ucrania desde todos los puntos de vista. Aún menos pensaron en la parte occidental de Kazajstán. La mentalidad de saqueo era lo que verdaderamente importaba y lo demás era accesorio. Después de todo, pensaban, Ucrania, es una “casi Rusia”, siempre será un solícito satélite ruso, por no hablar de Kazajstán. No contaron con que las elites dirigentes ucranianas, como las de las otras repúblicas, fundamentalmente cuadros ex comunistas rápidamente reciclados en adalides de la “economía de mercado”, necesitaran consolidar ideológicamente su nuevo poder, no ya sobre la “eterna amistad entre los pueblos de la URSS” sino desarrollando su propio particular nacionalismo, lo que determinaba muchas colisiones con Rusia. Otro proceso fundamental es que al mismo tiempo, los dirigentes rusos estaban convencidos de que Occidente les iba a dejar entrar en la globalización capitalista como socios “libres e iguales”. Habían olvidado todo aquello por lo que sus abuelos hicieron la revolución en busca de una solución al problema del desigual desarrollo capitalista que empujaba al Imperio Ruso de principios del siglo XX a convertirse en una especie de gran potencia colonizada. Consideraban que con la URSS su país se había apartado de la “civilización” a la que ahora regresaban. Moscú quería ser Nueva York, París o Londres, pero lo que la globalización capitalista les ofrecía era un estatuto subalterno en el que la ”Tercera Roma” debía renunciar a su identidad y realidad de gran potencia, con su nueva burguesía en el papel de intermediaria (compradora) en el comercio de materias primas. El resultado fue aquellos años noventa con enormes posibilidades de enriquecimiento privado para unos pocos, miseria y colapso demográfico para los más, humillación e impotencia en el ámbito internacional, con la sucesiva ampliación de la OTAN, apoyo occidental al secesionismo en Rusia y hasta planes para disolver Rusia en toda una serie de repúblicas manejadas por Occidente. Realizada con éxito la reconversión social de la casta dirigente, con Putin comenzó el restablecimiento de la potencia rusa y con ello el choque con el “capitalismo realmente existente”. La elite rusa cayó del caballo y comenzó a elaborar un plan para hacerse respetar por Occidente, que nunca entendió los procesos internos de Rusia. En eso estamos. Con esta guerra, Rusia pretende “hacerse respetar”, es decir que Occidente reconozca sus intereses, zonas de influencia, etc. Como no lo ha conseguido se reorienta hacia la pujante Asia, de ahí el renacimiento del euroasianismo, el “somos una civilización diferente” y todo eso… Es decir: no ha sido la “ideología” del régimen la que ha desencadenado un cambio de actitud en Moscú. Lo que ocurrió es que el desengaño de la elite rusa con Occidente, por no ser aceptada en la general rapiña en las condiciones “libres e iguales” que imaginaba, y por recibir una clara y creciente hostilidad a su relativa consolidación como potencia y al ejercicio de su soberanía en la esfera internacional, determinó la búsqueda de nuevas ideologías y discursos conservadores.

Respecto a Ucrania, treinta años de caótico gobierno nacional provocaron muchos desastres sociales pero también el hecho de que aquella “casi Rusia” fuera cada vez “más Ucrania”. Tras una generación viviendo en una Ucrania “soberana e independiente”, incluso en el este del país, cultural e idiomáticamente muy ruso, avanzó claramente una identidad ucraniana plural. El nacionalismo étnico de las regiones de Ucrania Occidental que nunca pertenecieron al Imperio Ruso y a su cristianismo, un nacionalismo furibundamente antiruso y excluyente hacia los grandes sectores rusófilos y rusoparlantes de la nación, con narrativas históricas de extrema derecha, que era minoritario en el grueso del país, fue ganando influencia y terreno a un nacionalismo patriótico capaz de integrar la diversidad identitaria de la nación. En 2014 ese nacionalismo étnico se impuso definitivamente con una mezcla de revuelta social y golpe de estado que contó con el decidido apoyo occidental y que fue rechazado en el Este y el Sur del país. En ese contexto, Rusia se anexionó Crimea, con el beneplácito de la inmensa mayoría de la población de la península y en el Donbas arrancó una revuelta armada, inicialmente sin apoyo ruso. Comenzó así una guerra civil. El nuevo gobierno de Kíev apoyado por Occidente la planteó desde el principio como “operación antiterrorista” inspirada por Rusia cuya solución era doblegar a los que denominaba “nedoukraintsy”, es decir “gente no suficientemente ucraniana”. Según el propio secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, la guerra comenzó en 2014 y no en 2022, y produjo unos 14.000 muertos antes de la invasión rusa, la mitad de ellos civiles y la mayoría de estos civiles pobladores de localidades rusófilas víctimas del ejército ucraniano entonces compuesto por milicias de extrema derecha. Desde entonces Occidente comenzó a dar miles de millones a Ucrania y a armar y modernizar a su ejército para que luchara contra Rusia, cuyo desafío con la limpia anexión de Crimea era un mal ejemplo global que había que escarmentar militarmente. Las negociaciones de paz de los Acuerdos de Minsk, con supuesta participación “mediadora” de Francia y Alemania fueron mascaradas para “ganar tiempo y preparar a Ucrania” para la guerra, según han admitido la ex canciller alemana Angela Merkel y el ex presidente francés François Hollande. En marzo de 2021 los ucranianos aprobaron planes para reconquistar Crimea militarmente con ayuda de Estados Unidos. La invasión rusa se produjo en un claro contexto de incremento de los bombardeos ucranianos sobre las regiones rusofilas del Donbas…

En lo que respecta a Ucrania, su tragedia es que sus dirigentes han contribuido a la perpetuación del conflicto. No habrá paz ni integridad territorial del país mientras Ucrania no vuelva a reconocer su pluralismo interno. Y eso parece más difícil que un escenario en el que Rusia se anexiona gran parte de su territorio del Sur y del Este, lo que tampoco nos llevará a una situación estable. ¿Por qué una “victoria” rusa no será estable? Imaginemos que aplastan militarmente a Ucrania y se quedan no solo con las cuatro regiones incompletas que ya han incorporado constitucionalmente a la Federación Rusa, además de Crimea, sino con toda la franja culturalmente rusófila del país, desde Járkov hasta Odesa, privando al país de su salida al mar y convirtiéndolo en un reducto rusófobo revachista e impotente, con una linea divisoria no reconocida internacionalmente. Por poca resistencia local armada que actuara contra la ocupación en todo ese territorio, eso obligará a establecer allí administraciones rusófilas férreas y muy militarizadas, con toda la panoplia “antiterrorista” (tortura, desaparecidos, represión) y predominio de la policía de estado. Lo más probable es que lo que quede de Ucrania, y también sus padrinos europeos apoyen decididamente tal “resistencia”. Para Rusia será un cáncer. Y Rusia es un país muy frágil. El “incidente Prigozhin” lo ha recordado con toda claridad: un motín militar en plena guerra animado por un personaje que, seguramente, se veía amenazado por sus rivales del Ministerio de Defensa. Y no es lo único inaudito que se puede esperar en Rusia. La oposición a Putin, hoy mayormente irrelevante, tiende a venderse a la OTAN y a hacerle el juego a todo lo que vaya contra su propio país porque uno de los dramas de la autocracia es que, por falta física de espacio de protesta, crea oposiciones condenadas a practicar el derribo total de una estructura apenas reformable, como he explicado en mi texto “La maldición de la autocracia”. En Rusia la oposición está condenada a ser irresponsable, porque nunca ha tenido responsabilidades de gobierno. Toda su energía se dirige al derribo sin muchas mas consideraciones. Es verdad que si las cosas le siguen yendo militarmente tan mal a Ucrania como le están yendo ahora, veremos cosas parecidas en Kíev contra Zelensky, pero hay que ser consciente de que el régimen ruso tiene defectos estructurales que solo se resuelven con convulsiones. Uno de ellos es el relevo del líder autocrático. Es sumamente complejo. A falta de mecanismos y normas claras consensuadas e institucionalizadas de sucesión, los relevos en el grupo dirigente siempre son peligrosos. Contienen el riesgo de purgas, ajustes de cuentas y peleas entre dirigentes que se resuelven por la fuerza. En China eso ocurrió en cuatro de las seis operaciones de relevo de dirigentes ocurridos desde la muerte de Mao en 1976. Y en China hay un Partido de Estado que gobierna, con ciertas normas internas, mecanismos de ascenso, una tradición secular de meritocracia etc. Es mucho más difícil que aparezca un Prigozhin. En Rusia todo está mucho más abierto a esos riesgos…

Kalewche: Tú y otros analistas habéis señalado que la dirigencia europea actual parece especialmente incompetente, y que ha interiorizado unas representaciones hollywoodenses de la política internacional que está deviniendo no solo en análisis ultra-simplistas, sino en una actuación contraria a los intereses europeos. ¿Qué ejemplos podrías ofrecer que ilustren tal incompetencia? ¿Y cómo se explica la actitud política de las autoridades europeas? Porque incluso aunque fuera pura y simple incompetencia, cuando la misma alcanza cotas tan elevadas exige una explicación. ¿Tienes alguna?

Rafael Poch: El asunto viene de muy lejos. Con el fin de la guerra fría y la disolución del Pacto de Varsovia y de la URSS, los americanos se deberían haber ido de Europa y la OTAN debería haberse disuelto. Si no ocurrió fue por la voluntad de Estados Unidos, perfectamente documentada y conocida, de no marcharse para no perder su control político-militar sobre el viejo continente que le habría restado mucho poder global. Para eso exacerbaron las ansiedades de Rusia, creando artificialmente las tensiones que la propia ampliación de la OTAN provocaba y utilizando las propias ansiedades de antiguos vasallos soviéticos y del Pacto de Varsovia. En todo esto, la gran responsabilidad fue de Alemania y Francia, que se negaron a asumir responsabilidades autónomas en materia de seguridad continental y acción internacional, prefiriendo seguir la estela de Estados Unidos a costa de sus propios intereses. Desde el fin de la guerra fría, la Unión Europea ha sido el ayudante del sheriff americano en todas las barbaridades que éste ha cometido, desde Afganistán hasta Irak, con el resultado de más de tres millones de muertos y casi cuarenta millones de desplazados según el estudio “Costs of War” de la Universidad Brown de Estados Unidos, y la destrucción de estados y sociedades enteras. En Libia, incluso el protagonismo fue más europeo que estadounidense… Si recordamos que en los años sesenta y setenta del siglo XX ni siquiera Inglaterra, el perrito faldero de Washington, participó en la guerra de Vietnam, la comparación con la situación actual requiere un análisis en profundidad sobre lo que ha ocurrido en Europa en los últimos treinta años. Y lo que ha ocurrido es, entre otras cosas, que Europa se ha “agringado” profundamente. Incluso países como Francia, con una tradición de soberanía nacional muy fuerte, se han transformado culturalmente en satélites y vasallos de Estados Unidos. Regís Debray dice que hemos pasado de un cuadro en el que había una civilización europea a la que pertenecía la cultura norteamericana a otro en el que hay una civilización norteamericana de la que la cultura europea forma parte. Curiosamente eso ha ocurrido mientras el poder mundial de Estados Unidos decrecía en el mundo. Hoy el gran vector que la guerra de Ucrania nos confirma es el de la inequívoca incorporación de la Unión Europea al conflicto de Occidente con las potencias emergentes, lideradas por China. La miseria política europea es extraordinaria. Basta comparar a los políticos alemanes post reunificación con los Willy Brandt, Helmuth Schmidt, Hans-Dietrich Gensher, a los franceses con sus antecesores, los italianos con aquella gran tradición de izquierdas del “compromiso histórico” que han llevado al poder a personajes como Silvio Berlusconi, etc. La decadencia es extraordinaria y, obviamente, no es una mera cuestión de personas, sino de procesos de fondo que tienen que ver con la propia arquitectura neoliberal de los fundamentos de la Unión Europea. La concertación europea es tan necesaria y clara como la necesidad de la propia concertación internacional global, pero no basta con la necesidad: ahí tenemos el caso de la Sociedad de Naciones (1919-1946) la antecesora de la ONU que acabó siendo completamente irrelevante al ser incapaz de afrontar los retos que llevaron a la Segunda Guerra Mundial. Hoy la UE avanza a pasos agigantados hacia su irrelevancia, lo que debería ser estudiado con miras a su completa refundación sobre bases nuevas. ¿Muestras de esa incompetencia? No solo el conflicto con Rusia, sin cuya integración no se puede hablar de “Europa” con propiedad, sino más en concreto la política energética, la aberración de comprar gas licuado a Estados Unidos a cuatro veces el precio del gas ruso y eso después de que Estados Unidos reventara con un atentado los gaseoductos de sus aliados europeos sin que estos no solo no se atrevan a protestar, sino que participen en la maniobra para disimular esa barbaridad. Tenemos también la demolición del consenso antifascista de posguerra sustituido por la narrativa reaccionaria de la derecha polaca y alemana que pone el signo de igualdad sobre nazismo y estalinismo, la política de sanciones contra Rusia que sustituye a la diplomacia y está dañando más a la UE que a Rusia… La lista es larga.

Kalewche: Más allá de las declaraciones de Trump y otros políticos, militares e intelectuales republicanos (en el sentido de que sería China, no tanto Rusia, el gran enemigo geoestratégico de Estados Unidos y sus aliados), lo cierto es que habría evidencias de que, entre las presidencias de Obama y Biden, los EE.UU. siguieron contribuyendo –con sigilo, pero no el suficiente para que el Kremlin ignorara la situación– al rearme de Ucrania: asesoramiento militar, financiamiento y provisión de armamento, entrenamiento de tropas, información de inteligencia, etc. ¿Qué piensas de todo esto? ¿Qué hizo el trumpismo con el conflicto ruso-ucraniano cuando fue gobierno? ¿Se puede marcar alguna diferencia entre demócratas y republicanos?

Rafael Poch: Trump decía querer dejar en paz a Rusia para concentrarse contra China, pero no le dejaron. Culturalmente, si se puede usar ese término al referirse a tal personaje, Trump estaba más próximo al neoconservadurismo ruso, con su hostilidad manifiesta al liberalismo de los demócratas en materia de “moral y costumbres”, género, comunitarismo de minorías, etc, que tanto desagrada al tradicionalismo en todo el mundo. Pero todo eso quedó en nada porque la línea de los neocons en materia de intervención mundial es común a republicanos y demócratas. Eso viene de lejos, de la llamada “doctrina Wolfowitz”, divulgada por la prensa de Estados Unidos en marzo de 1992, y está contenida en el documento del Pentágono titulado “Defense Planning Guidance 1994-1998”. En el se lee que “nuestro primer objetivo es impedir el resurgir de un nuevo rival, en el territorio de la ex URSS o en otra parte, que represente una amenaza del tipo de la que antes representaba la Unión Soviética”. Sobre Europa, el documento señalaba: “al tiempo que Estados Unidos apoyan el objetivo de la integración europea, tenemos que impedir el surgimiento de acuerdos de seguridad exclusivamente europeos que puedan debilitar a la OTAN y en particular la estructura de mando integrado de la Alianza”. Y en un plano más general, el propósito de la hegemonía mundial en solitario exige relativizar el derecho internacional: “ya no podemos permitir que nuestros intereses fundamentales dependan únicamente de mecanismos internacionales que pueden ser bloqueados por países cuyos intereses pueden ser muy diferentes a los nuestros”. De ahí el concepto “orden internacional basado en (nuestras) reglas”, como alternativa al orden basado en el derecho internacional. Todo esto es común a republicanos y demócratas. De hecho los personajes que dirigen la política exterior de Biden son neocons, pensemos en Victoria Nuland, Sullivan o Blinken.

Respecto al Pentágono, en 2019 un extenso documento de la RAND Corporation, el principal think tank del Pentágono, titulado “Overextending and Unbalancing Russia” (“Sobrepasar su capacidad y desestabilizar a Rusia”), proponía un detallado catálogo para estresar a Moscú, cuyo primer y principal escenario era el de “suministrar una ayuda letal a Ucrania”, cosa que se venía haciendo desde 2014. Para cuando se publicó aquel documento, dirigentes ucranianos como el sobrado y elocuente consejero presidencial Aleksei Arestovich, ya decía en público que “el precio para que Ucrania ingrese en la OTAN es una guerra contra Rusia y la derrota de ésta”, escenario “ineludible” que fechaba para “2021 o 2022”. https://youtu.be/1xNHmHpERH8

Kalewche: En tu último artículo hemos notado una preocupación por el curso de los acontecimientos que parece ser incluso mayor que en intervenciones anteriores. El riesgo de una escalada (incluso nuclear, posibilidad que siempre consideraste) o la intervención directa de otros beligerantes, ¿te parece ahora aún más posible? Y en tal caso, ¿qué razones tienes para pensar así?

Rafael Poch: Me parece más probable porque así se deduce de la evolución del conflicto. Cuanto más se aleja la posibilidad de una victoria militar ucraniana y de una derrota de Rusia, tanto más medios ponen los occidentales. Recordemos que Biden dijo en marzo de 2022 que no se podía suministrar armas pesadas a Ucrania “porque eso equivalía a una tercera guerra mundial”. Ahora se suministra de todo: tanques, misiles de largo alcance capaces de golpear territorio ruso; se bendicen atentados personales contra funcionarios ucranianos “colaboracionistas” en la parte ocupada de Ucrania así como contra periodistas rusos en Moscú, San Peterburgo y Nizhni Nóvgorod; se ha atacado el Kremlin con drones y hasta dos bases de la aviación nuclear rusa en Riazán y Sarátov, se ha aprobado el suministro de aviones modernos… Y a pesar de todo eso no parece que se pueda derrotar a Rusia. El siguiente paso es una participación del ejército polaco y de los bálticos, lo que llaman una “coalición de voluntarios”, algo que ya ha mencionado el ex secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen… Kiev continua con el objetivo de reconquistar Crimea, algo imposible sin implicación directa de la OTAN. Moscú dice que cuanto mas presionen, más extenderá geográficamente su conquista y que si los aviones que se usen contra Rusia tienen base fuera de Ucrania, léase en Polonia y Rumanía, esas bases serán atacadas. Por otro lado, si el ejército ruso se desmoronara, el uso de armas nucleares para evitar “riesgos existenciales” es algo contemplado por la doctrina militar rusa. Así que la perspectiva de escalada es bastante clara.

Kalewche: El Maidán, así como la anexión rusa de Crimea y el estallido de la guerra civil en el Donbás, se produjeron durante el gobierno demócrata de Obama. Por otro lado, la “Operación especial” del Kremlin comenzó y escaló durante la presidencia –también demócrata– de Biden. Pareciera que el interregno republicano de 2017-2021 hubiera sido menos antirruso y más dialoguista. Más de una vez Trump se ha jactado de ser más aislacionista y menos belicista que sus adversarios del Partido Demócrata, y de tener una muy buena relación personal y cierta sintonía ideológica con Putin. Ambos son líderes carismáticos de derechas, que combinan la defensa y promoción del capitalismo –neoliberal o neokeynesiano– en lo económico, con un populismo nacionalista y neoconservador en lo político y cultural. Si los republicanos –con o sin Trump de candidato presidencial– ganaran las elecciones de 2024, ¿habría todavía alguna posibilidad de que la guerra de Ucrania desescalara o se enfriara, y se reflotaran los acuerdos de paz de Minsk?

Rafael Poch: No lo sé. Desconozco las interioridades de la política de Estados Unidos. Constato que allí hay tensiones internas muy fuertes, tanto populares como en el establishment, que la situación económica es sumamente inestable y que en Moscú siempre –ya en tiempos soviéticos era así– se han sentido más cómodos con administraciones republicanas, por considerarlas mas comprensibles y previsibles. Claro que algún día la guerra terminará, pero eso dependerá de cómo evolucionen sus tres causas. Primera: la estrategia de Estados Unidos en Europa y su reiterado e ignorado rechazo de los intereses rusos; una seguridad europea primero sin Rusia y luego contra Rusia, cuya última etapa es el ingreso de la OTAN en Ucrania, independientemente de que esta forme parte de la Alianza o no. El fin último de esta estrategia es impedir la integración euroasiática animada por China con participación de Rusia que dejaría fuera a Estados Unidos de la gran masa continental. Segunda: La negativa de Rusia a aceptar dicha estrategia americana, que acabó con la inicial ilusión de la elite capitalista rusa de ser considerada en pie de igualdad por sus homólogos occidentales, y la voluntad del Kremlin de romperla, de “hacerse respetar”, contando en ello con la comprensión de China y de gran parte del mundo no occidental históricamente sometido. Tercera: el no reconocimiento del gobierno de Kiev surgido de la revuelta / golpe de estado apoyado por Occidente del invierno de 2014, de la diversidad identitaria interna de los ucranianos en sus diferentes regiones, que provocó revueltas tanto civiles como armadas en el sur y este de Ucrania, así como la anexión rusa de Crimea, sin todo lo cual la invasión militar rusa de 2022 habría sido muy difícil, sino imposible. Estas tres causas están interrelacionadas y habrá que observar su evolución.

Kalewche: Piensas que el declive de la hegemonía norteamericana está desembocando en un militarismo que deja sociedades devastadas allí donde interviene. Por contraste, pareces ver en China una potencia hegemónica pacífica. Pero, ¿qué hay del autoritarismo interno del régimen chino? Y ese «pacifismo» chino, ¿no podría ser consecuencia de su actual debilidad relativa, antes que de causas más profundas? ¿No nos hallamos ante la posibilidad de un capitalismo iliberal o no liberal, autoritario, gestado por diferentes vías tanto en Oriente como en Occidente? De hecho, las pujas hegemónicas actuales se están librando en un contexto en el que ninguno de los actores decisivos impulsa (e incluso no parece capaz de imaginar) una alternativa a la sociedad capitalista. A lo sumo, lo que parece estar en juego son variantes (más o menos autoritarias, más o menos proclives a la participación estatal) de una misma economía capitalista. ¿Estás de acuerdo? ¿Y de ser así, cómo influye esto en los acontecimientos? Sobre todo, teniendo en cuenta los desafíos ecológicos y lo difícil que parece imaginar un capitalismo ecológicamente sustentable que no sea, a la vez, una sociedad de pesadilla.

Rafael Poch: Es la pregunta más complicada: ¿qué podemos esperar de China? Complicada porque como ha dicho Walden Bello (2019) el jurado que debe dictaminar el asunto aún está reunido y deliberando. Su sistema es diferente al capitalismo occidental en el hecho crucial de que lo político domina sobre lo económico y financiero. El reparto y la nivelación social son mucho más factibles en tal sistema, que tiene miserias internas bien conocidas. Hace menos de treinta años que China “salió al mundo” y, desde luego, no hemos visto en ella una repetición de la conducta de los últimos trescientos años de las potencias occidentales. Sus relaciones comerciales con el sur global no han sido impuestas por la fuerza. Su no injerencia en los asuntos internos de sus socios no ha fortalecido, endurecido o hecho peores a sus regímenes políticos. En eso hay una diferencia con, por ejemplo, las condiciones “neoliberales” adjuntas a los créditos occidentales al sur global, causantes de tantos desastres. En general, China no es vista en el sur global como una potencia imperial o neocolonial. Una de sus ventajas para el mundo de hoy es su menor predisposición a la violencia y el conflicto, la no exportación de un “chinesse way of life”, su relativo desinterés en la carrera armamentística, la ausencia de un “complejo militar-industrial” capaz de influir e incluso determinar la política exterior, como ocurre en Estados Unidos, y su doctrina nuclear, la menos demencial entre las de los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. En los últimos treinta años, en los que Occidente se ha metido en un sinfín de desastrosas guerras, China no ha conocido conflictos externos. Los que tuvo antes, la intervención en la guerra de Corea, los incidentes con India y la malograda operación de castigo contra Vietnam de 1979 que tan mal le salió, no fueron en absoluto intervenciones de cariz expansionista. China mantiene una política mucho más defensiva que ofensiva y eso no es así ahora, cuando tiene enfrente a rivales mucho más poderosos militarmente que ella, sino que ha sido siempre así. Su actual rearme, incomparable con el de Estados Unidos, es una clara reacción al hecho de que Washington haya pasado de considerar a China un “socio” a “la mayor amenaza existencial contra Estados Unidos”. La actitud defensiva de China queda plasmada en uno de sus símbolos nacionales, la Gran Muralla. Se trataba no tanto de expandirse violentamente hacia fuera, sino de impedir que los bárbaros amenazaran su orden… Todo eso es una buena noticia pero no es en absoluto una garantía para la integración planetaria, más horizontal, equitativa y menos injusta, que necesitamos para afrontar los retos del siglo.

El ascenso chino ocurre en una época de crisis de civilización. Los presupuestos del desarrollo y el crecimiento se revelan caducos. China llega tarde a un modelo de progreso caduco y en crisis del que el cambio climático antropocénico es pauta y espejo. En esta situación el sentido común receta el decrecimiento a las sociedades obesas y permite a los más pobres seguir creciendo. China, país pujante y a la vez aún en desarrollo, está en una situación intermedia. Eso determina cierta esquizofrenia: por un lado debe crecer para generar prosperidad, por el otro debe dejar de hacerlo para generar estabilidad ambiental y sostenibilidad.

Sin responsabilidades históricas en el calentamiento global ­–responsabilidades que son occidentales– ya es el mayor contaminador del planeta y al mismo tiempo el mayor usuario de energías renovables. Líder en la quema de carbón y en la fabricación de vehículos eléctricos y de placas solares y fotovoltaicas. Es el país que mejor representa y encarna las cuestiones existenciales a las que se enfrenta la humanidad en este siglo. Desde ese punto de vista deberemos observar, juzgar y calificar la Belt and Road Initiative (B&RI) la estrategia que presenta como de pacífica integración mundial y alternativa al “Imperio del Caos” y los imperios combatientes, es decir al escenario de grandes potencias en declive con tendencia a la violencia. Conocida como “Nueva Ruta de la Seda”, la BRI tiene un bonito nombre, pero es una plataforma para exportar las sobrecapacidades de la economía china y con ella su contaminación. En sus proyectos de conectividad hay muchas presas hidroeléctricas, muchas centrales térmicas de carbón y mucho extractivismo. ¿Es ese neodesarrollismo del Siglo XX una concepción válida para el siglo XXI? Y aquí hay que recordar que en materia de dominio colonial-imperialista ha habido dos secuencias a lo largo de la historia. Una es la conquista militar, seguida del dominio económico (trade follows flag). Otra es el poder político como consecuencia del comercio y la inversión (flag follows trade). El occidente colonial e imperialista, que no imagina otro mundo que no sea jerárquico y desigual (“piensa el ladrón que todos son de su misma condición”, dice el refrán), afirma que China sigue el segundo modelo: a su expansión comercial e inversora, seguirá un dominio político. En mi opinión este es un escenario que en absoluto se puede desdeñar. Por eso, al mismo tiempo que saludamos su ascenso y su papel de contrapeso, sin el cual el relativo declive occidental al que asistimos sería aún más peligroso, hay que ser crítico y vigilante con China.

Qué China afirme que no quiere ser hegemon, conductor, guía, dominador, es algo que no pasará de ser una declaración de buenas intenciones, si su proyección mundial se basa en un comercio económica y ecológicamente desigual como el que tenemos en el mundo de hoy entre los países ricos y dominantes, y los pobres y dependientes. Esa declaración puede ser tan irrelevante como la de los europeos llevando “la civilización” a los “salvajes” en el siglo XIX, o los estadounidenses promoviendo la “democracia y los derechos humanos” a punta de guerras y masacres en el siglo XX hasta el día de hoy. Con la explotación de materias primas en las últimas vetas mundiales, China está adquiriendo un gran protagonismo en este tipo de intercambio que la puede instalar en una nueva fase de dominio imperialista, bien a pesar de las declaraciones e intenciones de sus líderes. Su demanda y su comercio están desforestando Gabón y Mozambique, creando una devastadora agricultura de monocultivo de soja en Brasil, Argentina y Paraguay. Seguramente China no hace nada que no hagan otros, o que otros han hecho antes en esos u otros países, pero eso cambia poco la situación. Como consecuencia, e independientemente de la intensa campaña mediático-propagandística occidental, la imagen del país ha empeorado en prácticamente todos los continentes, incluidos aquellos como África y América Latina, bien predispuestos hacia ella por razones de la empatía que una antigua y lejana nación históricamente sometida y colonizada genera en otras en situación similar.

Finalmente una consideración de índole general: el “ascenso pacifico chino” no es retórica. Es un hecho que entrará en los manuales de historia. La historia no conoce un caso de un país tan grande e importante que haya pasado de la miseria a la prosperidad en tan poco tiempo y sin violencia exterior. Y ese proceso de llegada a los primeros puestos mundiales no es un ascenso, sino sobre todo un regreso: hasta hace tres o cuatro siglos, y durante algunos milenios, China ya fue primera potencia mundial. Ascenso y regreso son experiencias muy diferentes. El ascenso lleva consigo la mentalidad de “somos los mejores y por eso ganamos”. El regreso es otra cosa. El país conoció el descenso hasta lo más bajo, una decadencia extraordinaria con dominio y crucifixión  (la palabra que utiliza el gran sinólogo Jacques Gernet) bajo las potencias extranjeras. Esa es una experiencia que muy pocos tienen y de la que se extraen enseñanzas que advierten contra aquel “somos los mejores”. De la continuidad histórica de China, de su gran cultura milenaria, se desprende una capacidad de supervivencia extremadamente valiosa y actual para una humanidad amenazada que necesita urgentemente lecciones de supervivencia en el callejón sin salida al que nos ha llevado la civilización capitalista industrial. De su senectud, de su gran experiencia de gloria y derrota, China desprende cierta sabiduría y cierta prudencia. Esos son rasgos muy necesarios en el mundo en que vivimos, rodeado de amenazas existenciales como el calentamiento global y la capacidad de destrucción masiva. Rasgos que están completamente ausentes en la sicología y en la breve experiencia histórica del adolescente europeo-norteamericano. De todo eso extraigo cierta esperanza del ascenso y posible relevo mundial de China y de Asia en general.

Fuente: Semanario Kalewche.

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Mientras Europa teme, en Nuestra América el pasado reaparece como futuro

 

Mientras Europa teme, en Nuestra América el pasado reaparece como futuro

 

Por Juan Guahán

Rebelion

 | 11/07/2023 | 

 

Fuentes: CLAE - Imagen: "El grito de los excluídos", Pavel Égüez


Algunos sucesos de estos días ponen en evidencia las semejanzas y diferencias entre lo que conocemos como la Vieja Europa y Nuestra América. Allá y aquí son cuestionados varios aspectos del sistema de poder. De todos modos, es difícil entender esas diferentes problemáticas si no tenemos en cuenta lo acontecido cinco siglos atrás con la llegada de los europeos a estas tierras. Aquella Europa vino, conquistó y colonizó estas tierras. Sometió a los pueblos originarios, que en ellas habitaban. Con las riquezas que estaban en las entrañas de estas tierras financió gran parte del despliegue industrial que colocó a Europa en la cúspide del poder mundial. 

Como corresponde a cualquier conquistador que se precie de tal, sin olvidar las polémicas existentes, el tiempo ha demostrado que la Europa conquistadora consideró como propios los bienes de los pueblos conquistados y los utilizó en su exclusivo beneficio. En gran parte, pasaron de la España conquistadora a los empresarios industriales británicos. 

Más allá de la “independencia” proclamada de esos territorios ellos continuaron siendo una especie de “reserva” de los países conocidos como “centrales”. Una constante emigración hacia los mismos formó parte de su espíritu colonizador. Esa ocupación territorial le dio a Europa la posibilidad de utilizar la vastedad de estos territorios para que ellos sirvieran como “granja” de las necesidades alimenticias de su desarrollo industrial.  

Pensando en nuestro país, no se puede dejar de señalar de qué modo, en los finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, nuestro territorio recibió millones de inmigrantes europeos que huían del hambre y la guerra. Según los datos del Censo Nacional de Población de 1914, el 29,9% de la población de nuestro territorio era de origen europeo. Tamaña relación con Europa terminó determinando el fuerte carácter eurocéntrico de toda nuestra cultura y –consecuentemente- de nuestro modo de pensar. Muchas de esas características se mantienen hasta la actualidad. 

En la búsqueda de las respuestas a las cuestiones señaladas es bueno penetrar en algunas razones y modalidades de lo que está pasando en Europa, con el incendio social iniciado en Francia y los propios acontecimientos que tienen como protagonistas a los pueblos originarios en Jujuy, Chaco y la Patagonia de nuestro país. 

Europa teme que se propague el incendio que arde en Francia

El asesinato de Nahel M, un joven argelino de 17 años, está conmoviendo a Francia y otros países europeos, como Bélgica y Suiza. Temen que las chispas de esos fuegos incendien las praderas de la licuada tranquilidad europea. Todo empezó con un incidente de tránsito y un vehículo que no se detuvo en un control policial. Iniciada la persecución, rodeado el vehículo, uno de los uniformados del móvil policial hace disparos a quemarropa sobre el joven. Ellos ponen fin a la vida de Nahel M, residente en Nanterre, uno de los suburbios de París. 

Da la impresión que Francia no quiere aprender la lección de historias bastante recientes. No lo hace respecto de la evolución de la situación económico social. Pero tampoco es capaz de disolver el muro, prácticamente insalvable, que esas políticas han construido. 

En el 2005 los adolescentes de las barriadas de las grandes ciudades francesas salieron a las calles. Gobernaba Nicolas Sarkozi quien, haciendo gala de su racismo, hablaba de gentuza que habría que expulsar. A los hechos que motivaron la protesta y a ese exceso verbal le siguieron cerca de 20 noches con más de 8 mil vehículos quemados y cerca de 3 mil adolescentes detenidos. La desigualdad reinante, la falta de oportunidades, la ceguera de la derecha en el gobierno y la calle, la falta de ideas en la llamada izquierda política, constituyen una parte del caldo de cultivo en el que crece y se desarrolla esta gigantesca bronca colectiva. Después de esos sucesos el gobierno pensó que una mejora en la situación material de las barriadas sería la solución. Se invirtieron 50 mil millones de euros en viviendas y arreglos. Buena parte de esos lugares ardieron en estas noches. 

La nación francesa tiene un Estado, el Estado francés cargado de historias y derechos. Allí habitan los franceses de pura cepa. Pero hay otro agrupamiento humano, muy grande. Son los inmigrantes o sus descendientes, muchos de ellos pertenecen a la segunda o tercera o cuarta generación de vivir en Francia. La mayoría de ellos nacieron en Francia, habitan en Francia, van a escuelas francesas, tienen documentos franceses, pero no se sienten franceses. Muchos son argelinos, su vieja colonia, la mayoría musulmanes, en menor proporción de otras religiones o procedencias. Para éstos no rigen el Estado de derecho, la democracia. En Francia se impuso el muro cultural. De un lado los que son franceses, se sienten y piensan como tales; del otro los franceses que no quieren serlo. 

Por eso va cambiando el sentido de la lucha. Antes era por recuperar el Estado de Bienestar; ahora -cada día más- es contra el Estado francés. Por eso, fracasada la integración, combatirlos es tan difícil. 

El gobierno y la mayoría de las fuerzas políticas no sabe cómo responder, más allá de la represión. La derecha más dura va definiendo su política: Proponen deportaciones masivas. Claro está que –por ahora- tienen una dificultad, las personas a expulsar tienen la nacionalidad francesa. El racismo de quienes sostienen esas ideas sostiene que la integración es imposible dado que “esos inmigrantes provienen de lugares culturales incompatibles con Europa”. Por si estas consideraciones se consideren exageradas cabe recordar que para distintos analistas hay ciudades europeas, donde el Estado ha perdido el control territorial, que ha pasado a manos de mafias del narcotráfico. Esa es la situación actual del importante puerto de Marsella, donde el Estado tiene control sobre menos de la mitad del territorio y su población. Allí reside aproximadamente un millón de personas, repartido por mitades entre franceses de origen e inmigrantes o descendientes de los mismos, provenientes de Argelia y Túnez. 

Desde el 27 de junio, cuando Nahel M fuera asesinado, pasaron varios días. La situación tiende a aflojar, pero existe la convicción que la situación -en los términos actuales- no tiene una solución a la vista y que sus esquirlas pueden herir a otras sociedades europeas. Un gobierno sin rumbo no encuentra las soluciones. Ahora Emmanuel Macron propone bloquear las redes sociales para evitar nuevos disturbios. Para muchos observadores el conflicto actual es superior al vivido hace 18 años atrás.  

Del eurocentrismo actual al estado plurinacional del futuro

Europa está confundida y perdida en los laberintos del sistema colonial que practicó, le dio mucho poder y por varios siglos. Por el contrario, en Nuestra América, los pueblos originarios van emergiendo, luego de haber sido invisibilizados durante la conquista y colonización. Ahora, con todas sus contradicciones, se visualiza la posibilidad de orientar la lucha inmediata en los debates y la reivindicación de un Estado Plurinacional que los pueda contener junto a las demás expresiones culturales, que habitan nuestro suelo. Las respuestas del pueblo kolla en Jujuy, la alianza -de hecho- de los pueblos originarios con los docentes en el actual conflicto y la generación de una fuerza multisectorial, aparecen como preludio de nuevas y esperanzadoras respuestas. 

Estos siglos de dominación europea dejaron dos fuertes saldos negativos que habrá que ir corrigiendo. Por un lado, ese predominio europeo -en muchos casos cargado de racismo- se construyó sobre un genocidio destinados a aniquilar a los pueblos primitivos. Esa actitud, con el desprecio que ella encierra, llega hasta nuestros días. 

Por otro lado, esa misma idea de supremacía de la cultura europea se desparramó sobe la sociedad generando el eurocentrismo, como forma de pensar. Ella se instaló entre nosotros y tiene a Europa como el centro cultural del mundo y guía del pensamiento y la cultura universal. 

Ambos pensamientos, el desprecio a los pueblos originales y esa sobrevaloración de los europeos lleva –entre nosotros- no menos de un siglo y medio de construcción. De profundizarse corremos el riesgo que ella construya insalvables cercos, muros y paredones, como lo han hecho en Francia. Es bueno mirarse en ese espejo, no para seguir la cultura retrógrada que genera el eurocentrismo, sino para tener presente el rumbo hacia el cual se inclina el occidente, reivindicado por gran parte de nuestra dirigencia.

Ante esta perspectiva aparece la necesidad de construir una realidad diferente, que pueden ser los avances hacia el Estado plurinacional. 

El Estado plurinacional no es una revolución, ni el fin de un montón de contradicciones e injusticias. Pero sí, es un gran paso adelante, en la medida que se constituya como alternativa a la actual concepción del Estado Nación. Pero… ¿Cuál es la diferencia?

Esa idea del Estado Nación es hija de la crisis del feudalismo y nace hacia los siglos XV y XVI. En su construcción y evolución Europa ocupa un lugar dominante. La Constitución de los EEUU (1776) y la Revolución Francesa (1789) le dan aplicabilidad histórica y gran parte de las instituciones en boga, la mayoría de las nuestras entre ellas, está hecha sobre esas bases. Nuestra propia Constitución de 1853 –que sigue rigiendo- es una copia de la estadounidense de 1776, esos textos fueron traídos, incorporados y escritos por Juan Bautista Alberdi. 

En esta concepción, la nación -organizada de este modo- está asentada sobre “principios y valores universales” que valen y son obligatorios para todos. Olvidaron que esa “razón universal” no era de todos, ni para todos. Quienes lo sostuvieron no dijeron que esa propuesta formaba parte constitutiva de la cultura europea y que representaba sus valores, experiencias e historia, pero tenía poco que ver con otras culturas, como por ejemplo la nuestro-americana, que fue sometida y obligada adecuarse a esos valores. 

Dentro de este paquete vinieron ideas que frenan el avance y la organización de nuestros pueblos. De ese modo creció la idea de una superioridad étnica del blanco; vino el patriarcado que tanto pesa en la sociedad; vino la idea del progreso indefinido que explica que, en nombre de ese progreso destruyamos la naturaleza (como si fuéramos “dueños” absolutos y no meros “cuidadores” de la misma). Todo ello olvidando que aquí, -en estas tierras- hubo miles de años de vida anterior. 

Todo ese paquete que –fuéramos o no- nos hizo “occidentales” se incorporó como algo “natural” y se integró a esas “universalidades” que sostienen a este Estado Nación. Todos nosotros nos criamos en un mundo regidos por estos “Estados” de allí algunas de las dificultades para imaginar situaciones distintas. Pero la realidad de la vida cotidiana, el fracaso social de este modelo, la miseria que desparraman entre millones de compatriotas indican el camino de su inutilidad para nuestro futuro. 

Su forzada uniformidad hizo que el mundo indígena quedara afuera. Según esa apreciación, sus diferencias –como dicen hoy algunos franceses- son incompatibles desde de punto de vista cultural.  Por eso los pueblos originarios quedaron formando parte del “atraso” que no se lograba integrar al mundo europeo. El paso de los años demostró que, sin embargo, ese mundo existía. 

Ahora, cinco siglos después de la llegada de los conquistadores, ese mundo “atrasado” empieza a reaparecer. El conflicto jujeño, con su “Tercer Malón de la Paz” como estandarte, ¡allá va…! Ya cumple un mes de rebeldía. Su futuro de lucha es incierto, pero difícilmente será ignorado. Las hijas e hijos de Bartolina Sisa y Tupac Katari, nominados por su pueblo como Virreyes de Tupac Amarú, avisaron que están vivos y vuelven por sus derechos. 

Nuestra sociedad tiene que aventurarse a mirar “el lado oscuro de la luna”. Allí -tal vez- encontremos señales de un futuro, distinto al que hoy tenemos, al cual ni siquiera podemos imaginar. 

*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente: https://estrategia.la/2023/07/10/mientras-europa-teme-en-nuestra-america-el-pasado-reaparece-como-futuro/

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