Aquí Antonio Santamaría
proporciona las claves para explicar el éxito de dos ofertas de extrema derecha
en Catalunya: Vox y Aliança Catalana. Una dualidad que revela la profunda
segmentación identitaria de la sociedad catalana.
Las dos extremas derechas catalanas
Antonio
Santamaría
El Viejo Topo
16 octubre, 2025
La Vanguardia, decano de la prensa catalana, fundada en 1881 por los condes de Godó,
resulta una especie de sismógrafo de las tribulaciones de los poderes fácticos
de la sociedad catalana. Un diario que ha demostrado una camaleónica capacidad
de adaptación a los cambios políticos de la convulsa historia del país:
monarquía alfonsina, Segunda República, a la dictadura franquista, transición,
pujolismo, ascenso del independentismo, vuelta al orden constitucional… Eso sí,
siempre con una línea editorial conservadora y combativa contra las izquierdas,
como demostraron sus implacables e incansables campañas contra el tripartito de
izquierdas de Maragall y Montilla o más recientemente contra la alcaldesa de
Barcelona Ada Colau.
El pasado
domingo 21 de septiembre publicó una encuesta de intención de voto que disparó
las alarmas en los estados mayores de los partidos políticos catalanes, al
atribuir un crecimiento espectacular a dos formaciones de ultraderecha Aliança
Catalana (AC) y en menor medida a Vox. AC pasaría de dos a 19 diputados,
mientras Junts bajaría de 35 a 21 escaños. Además, sería primera fuerza
política en las circunscripciones de Girona y Lleida. Vox subiría de los 11 a
los 16 diputados, mientras que el PP descendería de los 15 a los 13 escaños.
Según este sondeo, el PSC continuaría siendo la fuerza más votada, aunque
experimentaría un notable retroceso, de 42 a 36 diputados, de manera que la
eventual fórmula tripartita con ERC y Comunes no alcanzaría la mayoría absoluta
para garantizar la gobernabilidad.
Las elecciones
catalanas del 12 de mayo de 2024 significaron un cambio de ciclo político que,
con la investidura del socialista Salvador Illa, vino a cerrar la década
procesista de mayorías absolutas en el Parlament de Catalunya y de gobiernos
independistas en la Generalitat. La segunda novedad del escrutinio, además de
la pérdida de la mayoría absoluta independentista, radicó en la representación
dual de la extrema derecha en Catalunya con la entrada de dos diputados de
Aliança Catalana.
El precedente
de Plataforma per Catalunya
Desde la década
de los 90 se asiste a un movimiento migratorio de trabajadores procedente, por
este orden, de Marruecos, África subsahariana y América Latina. El primer
síntoma que en Catalunya existía un terreno abonado para la extrema derecha
xenófoba e islamófoba se produjo en Vic donde surgió en 2002 Plataforma per
Catalunya (PxC). Una ciudad de la Catalunya profunda que entonces contaba con
un 22% de población extranjera, la mayoría musulmana que trabajaba en las
explotaciones de una próspera industria agropecuaria, especialmente de la
cabaña porcina. Su fundador, Josep Anglada Rius, provenía de la extrema derecha
franquista de Fuerza Nueva de Blas Piñar, pero se recicló con un discurso
identitario e islamófobo en sintonía con la extrema derecha francesa de los Le
Pen.
En las
municipales de 2003, PxC entró con un regidor en los ayuntamientos de Vic,
Manlleu, Cervera y El Vendrell. Unos resultados que duplicó en las locales del
2007 con 17 ediles en Catalunya. En las municipales del 2011 logró, con 66 mil
votos, representación en numerosos ayuntamientos, tanto de la Catalunya metropolitana
(Mataró, l’Hospitalet, Santa Coloma, Sant Boi de Llobregat, Sant Adrià del
Besos, Badia del Vallès…) como en la Catalunya profunda (Igualada, Ripoll,
Amposta, Tàrrega, Tortosa…) Todas ellas con elevados porcentajes de inmigración
musulmana.
El pasado y
comportamiento fascista de Anglada, las disputas internas y escisiones marcaron
su declive tras fracasar, por un puñado de votos, en su objetivo de entrar en
el Parlament de Catalunya en las autonómicas del 2010 y 2012, cuando con 75 mil
votos (2,4%) se quedaron a escasas décimas de conseguir representación
parlamentaria. Todo lo cual condujo a la desaparición del partido. No obstante,
Anglada, con diferentes siglas, ha mantenido su acta de regidor por Vic, en las
municipales del 2023 con la formación Som Identitaris (SOMI)
Los éxitos
electores de PxC demostraron que existía un terreno abonado para este tipo de
ofertas políticas que, basadas en el racismo, la islamofobia y el rechazo a la
inmigración, mantenía la ambigüedad respecto a la identidad nacional
española/catalana, en línea divisoria entre el ellos y el nosotros. Algo
imposible de sostener actualmente con la máxima polarización identitaria
generada en los años del procés.
Vox o la
extrema derecha españolista
Vox, liderado
por Ignacio Garriga Vaz da Conceição, había entrado con fuerza en el Parlament
de Catalunya en las anteriores autonómicas, celebradas el 14 de febrero de
2021, con 11 diputados 218.121 votos (7,6%) con un discurso islamófobo y
ultraespañolista. Garriga, nacido en Sant Cugat el 1987, odontólogo de
profesión, es hijo de padre catalán y madre de la excolonia española de Guinea
Ecuatorial. Por ello, se le conoce con el apodo del mulato o el negro de Vox.
Miembro supernumerario del Opus Dei, se afilió al PP en 2005, al cumplir los 18
años, que abandonó en 2015 para ingresar en Vox.
Vox revalidó
estos registros en las catalanas del 12 de marzo de 2024 con los mismos
diputados, 251.096 votos (7,9%) en un contexto de recomposición postprocesista
de la centroderecha españolista en Catalunya tras el hundimiento de Ciudadanos
(Cs). Esta formación, liderada por Albert Rivera e Inés Arrimadas, que
concentró en los años del procés el voto útil
antiindependentista, pasó en esos comicios de los 36 diputados y 1,1 millones
de votos a los seis diputados y unos 150 mil votos. Ciertamente, el desafío a
la unidad nacional española planteado por proceso independentista fue uno de
los factores desencadenantes –no el único– del ascenso de Vox en España. En
Catalunya, parte de ese millón votos perdidos por Cs fue a parar a Vox, otra
volvió al PP que pasó de los tres a 15 diputados y otra al PSC.
Vox obtuvo sus
mejores resultados en los barrios periféricos del Área Metropolitana de
Barcelona como Santa Coloma de Gramanet, l’Hospitalet o Gavà, en torno al 10%
de los votos. Se trata de municipios habitados por trabajadores de lengua castellana
de segunda o tercera generación de la emigración meridional española de los
años 60 del franquismo, ahora con elevados porcentajes de inmigración
extracomunitaria. Aquí, Aliança Catalana, apenas alcanza el 1% de los votos.
También Vox obtiene buenos resultados en Tarragona (11,4%) o Reus (12,4%).
Aliança
Catalana o la extrema derecha independentista
Esta formación,
liderada por Sílvia Orriols, alcaldesa de Ripoll, concurría por primera vez a
las elecciones al Parlament de Catalunya el 12 de marzo. La formación cosechó
un gran éxito al obtener dos diputados, uno por Girona y otro por Lleida, con
119.149 votos (3,7%). Por escasas décimas, no logró a superar la barrera del 3%
de los sufragios en la circunscripción de Barcelona que le hubieran reportado tres
escaños más y grupo parlamentario.
Aliança
Catalana cosechó sus mejores registros en los municipios de la provincia de
Girona como Ripoll (33%), Capdevànol (26%) Olot (15%); de la Catalunya Central
como Berga (10,5%) o Vic (8,5%); de Lleida como Balaguer (10%) o Tàrrega
(10,7%). Es decir, en las comarcas de la Catalunya profunda donde la extinta
Convergència de Jordi Pujol obtenía sus mejores resultados y que en el siglo
XIX fueron feudos del carlismo. Se trata, a diferencia de los votantes de Vox,
de ciudadanos de lengua catalana y clase media, muchas de las cuales se
implicaron a fondo en las movilizaciones del proceso soberanista. Por otro
lado, en la ciudad de Girona, Vox y AC empatan con el 6,3% de los sufragios y
en la de Lleida se reparten el electorado xenófobo entre Vox (9,4%) y AC
(6,7%).
El hecho que el
epicentro de Aliança Catalana sea Ripoll, con una población de unos 10.000
habitantes, merece una explicación adicional. Este municipio, famoso por su
monasterio románico, está connotado simbólicamente al ser considerado por la
historiografía romántica catalanista como uno de los centros donde se forjó la
milenaria nación catalana. Justamente, aquí se originó la célula yihadista
autora de los atentados de Barcelona y Cambrils en agosto de 2017, en las
vísperas del referéndum del 1 de octubre. Unos atentados que el movimiento
independentista atribuyó a la complicidad de los servicios secretos del Estado,
por la condición de confidente del CNI del imán de Ripoll, que desembocaron en
la comisión de investigación parlamentaria en Madrid. Esta fue otra de las
condiciones exigidas por Junts para dar luz verde a la investidura de Pedro
Sánchez. Unas negociaciones protagonizadas entonces por Santos Cerdán,
actualmente en prisión, cuyo relevo ha tomado el expresidente José Luis
Rodríguez Zapatero.
Sílvia Orriols
Serra, nacida en Vic en 1984, tras un fugaz paso por las juventudes de ERC,
militó en pequeños partidos independentistas con una fuerte carga identitaria
como Estat Català y Front Nacional de Catalunya. Muy activa en las
movilizaciones independentistas en Ripoll, fundó en 2020, bajo el impacto de
los atentados islamistas, Aliança Catalana que fue la fuerza más votada de
Ripoll con seis concejales, en las municipales de 2023. Sin mayoría absoluta,
ERC propuso un cordón sanitario para impedir que accediese a la alcaldía. La
ejecutiva de Junts, regida con mano de hierro por Puigdemont, desautorizó desde
Waterloo a su sección local y permitió con su abstención la investidura de
Orriols. Un primer indicio de la delicada relación de Junts respecto a AC,
semejante a la del PP con Vox, cuando ambas formaciones perciben el trasvase de
votos hacia la extrema derecha. Una palanca que le sirvió para dar el salto a
la política nacional y su elección como diputada en la cámara legislativa
catalana.
Por otro lado,
Lluís Llach, cantautor y presidente de la Assemblea Nacional de Catalunya
(ANC), levantó el veto a la presencia de AC en la manifestación de la última
Diada, rompiendo el cordón sanitario y reconociendo implícitamente su carácter
de formación independentista legítima.
El caso de
Badalona
No podemos
completar este periplo por las extremas derechas en Catalunya sin mencionar el
caso de Badalona. Mientras en Ripoll, en el corazón de la Catalunya catalana,
la extrema derecha se hacía con la alcaldía, Xavier García Albiol del PP, se
aposentaba en la alcaldía de Badalona con una aplastante mayoría absoluta de 18
sobre 27 concejales. Un municipio de 227 mil habitantes, donde nació Joan Manel
Serrat, y el mayor gobernado por el PP en Catalunya.
García Albiol,
nacido en Badalona en 1967, es hijo de inmigrante almeriense y madre
barcelonesa. Presidente del PP catalán en los años álgidos del procés,
accedió a la alcaldía de Badalona entre 2011 y 2015 con un peculiar estilo
populista, antinmigración y antiocupa, con el lema “limpiar Badalona”.
En las municipales del 2015 fue la fuerza más votada, pero con mayoría simple
fue sometido a un cordón sanitario por parte del resto de partidos del
Consistorio, destruido ahora por su amplia mayoría absoluta.
Aquí, a
diferencia de otros municipios del Área Metropolitana de Barcelona, Vox no
obtuvo representación. Al igual que Isabel Díaz Ayuso en Madrid, Albiol ha
asumido con éxito gran parte del discurso de la extrema derecha en materia de
inmigración y seguridad ciudadana.
Ultranacionalismos
antagónicos
Uno de los
elementos comunes de los municipios donde Vox y AC obtienen sus mejores
resultados radica en el elevado porcentaje de trabajadores extranjeros. Sin
embargo, mientras Vox expresa el rechazo a la inmigración en los barrios
obreros de las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona; AC lo manifiesta
en los municipios de la Catalunya profunda de Girona i Lleida.
El proceso
independentista actuó como un acumulador de fuerzas para ambas formaciones,
pero en sentido contrario. Vox creció en los años de ascenso del procés que
activó los registros del ultranacionalismo español en defensa de la unidad de
la patria amenazada por los separatistas catalanes. Aliança Catalana es un
producto del declive del procés, de la frustración provocada en
amplios sectores del movimiento independentista por las falsas promesas, la
desunión de los partidos y la falta de perspectivas, de una hoja de ruta, para
avanzar hacia la secesión.
Aquí radica la
explicación del fenómeno de la existencia de dos ofertas políticas de extrema
derecha en Catalunya. El ultranacionalismo y la xenofobia son dos de los
principales ejes ideológicos de las extremas derechas occidentales. Los
trabajadores inmigrantes, especialmente los musulmanes, son considerados como
una amenaza para la identidad nacional/cultural y una competencia en el acceso
a los servicios públicos y prestaciones sociales. Vox y AC coinciden, tanto en
el discurso racista como en sus propuestas de medidas legislativas punitivas contra
la inmigración, pero discrepan radicalmente en la cuestión de la identidad
nacional. Vox es la expresión del ultranacionalismo español en España y
Catalunya y AC del ultranacionalismo catalán. El anticatalanismo resulta uno de
los elementos estructurales del nacionalismo reaccionario español, al igual que
el antiespañolismo lo es para el nacionalismo identitario catalán. Los
nacionalismos necesitan de enemigos internos y externos como factores
esenciales para la cohesión del movimiento. Así, el anticatalanismo ejerce esa
función en el españolismo y viceversa. Eso sí, con una gran diferencia: el
nacionalismo español dispone de un Estado -el templo de la Nación- mientras que
el catalán aspira a tenerlo.
Esa dialéctica
nacionalitaria impide por ahora los pactos entre PP y Junts, muy próximos en el
eje ideológico derecha/izquierda como se ha comprobado en el tema de la
reducción de la jornada laboral. Además, ambas formaciones se enfrentan a
la fuga de votos por su derecha que representan Vox y Aliança Catalana. Así,
evidenció con la reunión de los barones del PP en Murcia, escenario de los
graves incidentes en Torre Pachecho, donde se difundieron sus polémicas
propuestas sobre la inmigración o los argumentos xenófobos de Junts en defensa
de la transferencia de las competencias en la materia pactadas con el PSOE.
En otro orden
de cosas, tanto Vox como AC, difunden su mensaje incansablemente y con gran
habilidad a través de las redes sociales y menosprecian el papel de los medios
de comunicación tradicionales. El éxito electoral en las elecciones europeas de
Se Acabó la Fiesta de Alvise Pérez demostró la eficacia de las extremas
derechas en el manejo de las redes sociales como nuevas formas de comunicación
y movilización política.
Duplicación de
los espacios políticos
Ciertamente, el
ascenso de las extremas derechas en Occidente es un fenómeno global con muy
diversas concreciones y particularidades nacionales. La singularidad del caso
catalán radica en la consolidación de dos formaciones que comparten un discurso
antiinmigración, islamófobo y sionista, pero que militan en ultranacionalismos
antagónicos. Además, representan una base identitaria, territorial y social muy
distinta que puede resumirse esquemáticamente en las antinomias: lengua
castellana/catalana, clase trabajadora/clase media, Catalunya
metropolitana/interior.
Desde el punto
de vista ideológico, Vox no ha roto amarras con el nacionalcatolicismo
franquista cuyos símbolos y memoria reivindica. Por el contrario, los
referentes históricos de AC son fascistas catalanes de los años 30 como Daniel
Cardona de Nosaltres Sols o los hermanos Badia de Estat Català.
Respecto al
factor generacional, tanto Vox como AC obtienen elevados apoyos electorales
entre la juventud; aunque, en el caso de AC sus perfiles sean más
transversales.
La
consolidación de Vox y AC expresa, como en un espejo oscuro, la profunda
segmentación de la sociedad catalana que no afecta únicamente a la extrema
derecha. El caso de García Albiol en Badalona, donde concluyen ambos perfiles
sociológicos, podría ser la excepción que confirma la regla. El procés ha
acelerado la duplicación del espectro político en función de la adscripción
nacional: dos formaciones de derecha “tradicional” (PP y Junts), dos partidos
socialdemócratas (PSC y ERC) y dos coaliciones izquierdistas (Comunes y CUP).
En este paisaje
político, Salvador Illa aspira a ocupar la centralidad en los dos ejes,
nacional y social, como practicó con éxito en tiempos pasados Jordi Pujol,
aunque sin su carisma.
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