miércoles, 19 de marzo de 2008

PERICLES Y ARISTOTELES

El día que me coja con los humos algo subidos, el Pericles este, que tenía más cabeza que un saco de cebollas, me va a oír. Se va enterar.
Me va a tener que explicar de pe a pa la cachondina esa de la democracia que él invento, ¡que y avale de esto y lo otro!
Aquí al lío, al meollo, cabezón, le voy a decir. Es más, como estaré acalorado, le diré que explique eso de demos = pueblo y cracia = poder, que son los componentes de la palabra democracia (poder del pueblo).
¿Esto qué es, cabezón? Qué es eso del poder del pueblo. Cómo se hace, le diré también, para cincharle un tanto y que se joda.
Y metido en harina, ya que me pongo, le daré un meno también al Aristóteles, ¡otro que tal!, griego como el otro.
¿Pues no pretendió el Aristóteles este de los cojones, que las plazas de los pueblos tuvieran unas dimensiones tales que, cualquier vecino del mismo, elevando el tono de voz pudiera ser oído por el vecino que más lejos se hallara en la plaza?
Pretendía con tal propósito Aristóteles que los asuntos públicos fueran discutidos en la plaza pública, donde cualquier vecino pudiera exponer su punto de vista y ser oído por cualquier otro, antes de la decisión final (voto cada cuatro años le llaman a hora a esa forma de decisión, no te digo).
De esa manera Aristóteles ponía en práctica el invento de la democracia de Pericles. Pero, vamos a ver. ¿Estos pardillos en qué están pensando, de qué siglos son? Que me entere yo de una vez.
Estos no se han enterado todavía que así no se puede ejercer la democracia. Que no podemos estar informados de viva voz en la plaza pública y que no podemos decidir nada votando cada cuatro años.
Es más, ni siquiera podemos estar informados por los denominados grandes medios de comunicación, que son lo que son y están a lo que están: a despistar al personal bajo el manto eufemístico de la “información”.
Podríamos estar informados cuando se invente la Cam y se coloque una en cada despacho oficial, para ver que se cuece en cada momento (como si fuera el Gran Hermano, pero en serio), y esto ser visto en una pantalla grande colocada en todas y cada una de las plazas de los pueblos, pero cuando se inventen esas pantallas, con muchos teclados, uno por barba, para que cada vecino viendo lo que decide su representante, le pueda decir: “macho – ó macha- que no, que no. Que para esa decisión no estabas autorizado, que no se te dijo eso. Que dejes el cargo representativo ahora mismo, y si quieres comer trabaja, y si no quieres trabajar vas a pasar más hambre que un caracol pegado a un espejo, tú verás, pero deja el cargo, anda”
Ni Pericles ni Aristóteles sabían ni saben nada de Internet. Eran y son unos simples. Eso les voy a decir en cuanto me los eche a la cara.
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ZOOLOGICAMENTE HABLANDO

El gato y el burro, por la inteligencia que muestran tener, son los dos animales que más me gustan, y por tanto, a los que más cercanos siento.
Al gato desde que le cayó el caldero de agua hirviendo por encima, cosa que le puede pasar al más pintado, no se acerca ya ni al agua fría. Vamos, que no se acerca ni atado, por si acaso.
El burro es algo más flexible. Es capaz de tropezar dos veces con la misma piedra, pero a la de tres, o sea, a la tercera, se ve que el burro piensa: “bueno está lo bueno, pero por tercera vez va a tropezar con la misma piedra quien quiera, que yo no.” Y no tropieza, lógico.
Y por estos dos apreciadísimos amigos míos, el gato y el burro, empieza mi gato-burro dilema, que no sé si adscribirme a la pandilla de uno u otro, para dejar de pertenecer a la banda esta de los ciudadanos libres y democráticos, cuando en realidad no soy otra cosa que un súbdito, en el mejor de los casos, con la panza medio llena, atado a los intereses y en función de la voluntad de cuatro cascarillas del capital, los que tienen sumidos en la miseria material a un tercio de la humanidad, y con el agua de la simpleza, la pobreza intelectual y la chabacanería social hasta los ojos a todo el planeta.
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