sábado, 23 de mayo de 2015

VIENTOS DEL PUEBLO

ECONOMÍA, POLÍTICA Y DESARROLLO HUMANO

LA TRAYECTORIA ACADÉMICA Y LAS APORTACIONES CIENTIFICAS DE JOSÉ MANUEL NAREDO

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Sociología Crítica
19.05.2015

Naredo ha insistido asimismo en la trascendencia que tienen las “reglas del juego económico”, que utiliza el razonamiento monetario como guía suprema de la gestión: “con lo cual resalta la dimensión creadora de valor y utilidad del proceso económico, pero cierra los ojos al análisis de los deterioros que dicho proceso inflinge en su entorno físico y social”. Según él, “las reglas del juego económico-financiero en vigor refuerzan un orden territorial crecientemente polarizado en núcleos atractores de recursos, capitales y población y áreas de abastecimiento y vertido que, como hemos indicado, se despliegan tanto a escala global como regional y local”.
Por otra parte, estima que “el instrumental mencionado no sólo reduce la toma de información a una única dimensión, la monetaria, sino que registra solamente el coste de extracción y manejo de los recursos naturales, pero no el de reposición, favoreciendo así el creciente deterioro del patrimonio natural, que no se tiene en consideración en el proceso cuantificador”. Finalmente, considera que el sistema financiero es fuente de nuevas desigualdades y, citando al ecólogo Ramón Margaleff, recuerda que “el dinero tiene la propiedad de llevar la desigualdad en las sociedades humanas mucho más lejos de lo que la territorialidad y la jerarquía permiten en las sociedades animales”.
Para Naredo, las raíces económico-financieras de la crisis ambiental son “un tema tabú de nuestros tiempos” (2003). Para él, sin embargo, el juego económico “sigue impulsando la extracción y deterioro de recursos frente a la obtención y uso renovable de los mismos, con el consiguiente deterioro del conjunto. A escala agregada, este modelo de gestión parasitaria nos arrastra hacia estados de mayor entropía planetaria”.
Concluye que “cuando la práctica totalidad del Planeta ha sido ya apropiado, el problema ecológico no estriba tanto en socializar o redistribuir esa propiedad, como en establecer una reglas del juego que faciliten la conservación de patrimonio natural, con independencia de su titularidad, en vez de su acelerada explotación-destrucción practicada hoy tanto por particulares, empresas o administraciones de índole diversa”.
Desde fines de los años 1980 José Manuel Naredo empezó a preocuparse por las ciudades, espacios esenciales en el funcionamiento del ecosistema terrestre y en continuada y rápida expansión desde el siglo XIX. Le interesaron especialmente la creciente ocupación urbana de los suelos de mayor calidad agronómica y el funcionamiento de los flujos de agua, de energía, materiales e información en las áreas urbanas. La medida de dichos flujos y de su incidencia territorial se convirtió en otra línea de investigación, realizando, ante todo, estudios concretos que trataban de medirlos en la Comunidad de Madrid. Esa nueva línea se dejó sentir en el libro Los flujos de agua, energía, materiales e información en la Comunidad de Madrid y sus contrapartidas monetarias (con J. Frías 1988), así como en otros que trataban de describir la “anatomía y fisiología de la conurbación madrileña”. Madrid ha sido en los últimos años objeto de su atención, aunque su objetivo es llegar a conclusiones de carácter más general. Durante varios años ha dedicado trabajos al crecimiento de la ciudad y el medio ambiente, al funcionamiento de las ciudades y su incidencia en el territorio, al metabolismo económico de la conurbación madrileña. La vinculación de sus preocupaciones sobre la sostenibilidad y las que tenía sobre el desarrollo urbano fue rápida. Se reflejó en su texto Sobre la insostenibilidad de las actuales conurbaciones y el modo de paliarla (1996) y en otros estudios dedicados a los instrumentos y estrategias dirigidos a reducir los problemas existentes en los sistemas urbanos, “sistemas abiertos que se nutren de los recursos de fuera y envían los residuos fuera, con la salvedad de que el modelo de la conurbación difusa es mucho más exigente en recursos y residuos por habitante que los anteriores”. El estudio de la evolución del metabolismo urbano madrileño le ha servido para ejemplicar sus tesis de forma significativa.
Naredo defiende que las mejoras que se han obtenido en las condiciones de salubridad y habitabilidad de las ciudades, y que posibilitaron su enorme crecimiento, “se consiguieron generalmente a costa de acentuar la explotación y el deterioro de otros territorios”. Pero cree que este crecimiento “no solo se revela globalmente insostenible, sino que pone también en peligro los logros en salubridad y habitabilidad”. También considera que para enjuiciar la sostenibilidad de las ciudades desde una perspectiva global es preciso tener en cuenta no sólo las actividades que en ellas tienen lugar, sino también aquellas otras de las que dependen aunque se operen e incidan en territorios alejados: “desde esta perspectiva, enjuiciar la sostenibilidad de las ciudades nos conduce por fuerza a enjuiciar la sostenibilidad (o más bien la insostenibilidad) del núcleo principal del comportamiento de la civilización industrial; es decir, incluyendo la propia agricultura y las actividades extractivas e industriales que abastecen a las ciudades y a los procesos que en ellas tienen lugar”. En realidad, estima, “el principal problema reside en que la sostenibilidad local de las ciudades se ha venido apoyando en una creciente insostenibilidad global de los procesos de apropiación y vertido de los que dependen”. A partir de esas posiciones teóricas Naredo ha analizado los instrumentos económicos que pueden ser utilizados para paliar la insostenibilidad de los sistemas urbanos (2003), y ha tratado de hacer operativo el concepto de buenas prácticas para hacer la ciudad sostenible.
Otra línea de investigación de Naredo en relación con la ciudad ha sido la que se refiere al mercado inmobiliario. En los años 90 empezó a preocuparse por los problemas que planteaba el peso creciente del negocio inmobiliario en el desarrollo económico español . Tras diversos artículos sobre el tema en revistas como Economía y Sociedad, Catastro y Alfoz y de amplios capítulos sobre la composición y distribución de la riqueza, publicados distintos volúmenes de la Fundación Argentaria y la Fundación BBV, en 1996 publicó ya un importante libro sobre La burbuja inmobiliario-financiera en la coyuntura económica reciente (1985-1995). En los años siguientes siguió investigando sobre el tema produciendo otro libro notable: Composición y valor del patrimonio inmobiliario en España 1990-1997(publicado por el Ministerio de Fomento, 2000).
Siempre ha insistido en que todo ese crecimiento tiene unas razones económicas y sociales, que no se trata de procesos inscritos en la naturaleza: “el trepidante crecimiento de la urbanización viene espoleado, más allá de la demografía, por el insaciable afán de lucro de promotores y compradores, animado por un marco institucional que privilegia la adquisición de viviendas como inversión, que ha situado a nuestro país a la cabeza de Europa en porcentaje de viviendas secundarias y desocupadas”. Al extenderse por toda la población el virus de la especulación inmobiliaria, se está construyendo un patrimonio inmobiliario sobredimensionado de escasa calidad y se está originando una burbuja especulativa cuyas dimensiones resultan cada vez más amenazantes” (Naredo, Carpintero y Marcos, 2004).
Últimamente ha abordado, en colaboración con el economista Oscar Carpintero y la estadística Carmen Marcos, cuestiones importantes del papel del negocio inmobiliario en la economía española (Patrimonio inmobiliario y Balance Nacional de la economía Española entre 1984 y 2004) y las características de la burbuja inmobiliario-financiera en la coyuntura económica española, en investigaciones que han visto la luz en las revistas y publicaciones de la Fundación de las Cajas de Ahorro Confederadas, o en las revistas Bolsa de Madrid e Información Comercial Española.
En lo que concierne a la ocupación del suelo por usos urbano-industriales, ha podido constatar mediante fotointerpretación que, en el caso de la provincia de Madrid, “entre 1957 y 1980 se duplicó el requerimiento total de suelo por habitante (excluyendo el suelo de uso agrícola), volviendo a duplicarse entre 1980 y 1999, a la vez que aumentaron espectacularmente las exigencias per capita de energía y materiales. La mayor ocupación de suelo por habitante se debe básicamente al aumento de la segunda residencia y de los usos indirectos (vertederos, actividades extractivas, embalses, viario, suelo en promoción, etc.) que conlleva el fenómeno de la conurbación difusa y de la continua construcción-destrucción de infraestructuras e inmuebles, a la vez que crece la proporción de viviendas y locales desocupados. Así, el presente modelo de urbanización se revela, en Madrid, mucho más consumidor de suelo, energía y materiales que el antiguo”. Naredo ha continuado trabajando sobre la “anatomía” y “fisiología” de la conurbación madrileña habiendo actualizado sus trabajos anteriores sobre la ocupación del suelo y el metabolismo urbanos en investigaciones todavía pendientes de publicación.
Sus cálculos sobre el patrimonio inmobiliario le han permitido afirmar que “más de la mitad del parque de viviendas existentes en 1950 han desaparecido por demolición o ruina en nuestro país, que cuenta con menor porcentaje de viviendas anteriores a 1940 que Alemania, que quedó destruida por la Guerra Mundial, haciendo que el crecimiento económico fuera más destructivo del patrimonio inmobiliario en España de lo que, en proporción, lo fue la Guerra Mundial en Alemania”.
Los problemas de la distribución de la renta en España, tanto a escala social, como territorial le han seguido preocupando durante toda su vida investigadora. El amplio conocimiento de las fuentes estadísticas y el tratamiento riguroso de las mismas le ha permitido publicar trabajos de gran relieve sobre la elaboración de las series históricas sobre la renta. Así en “Crítica y revisión de las series históricas de Renta Nacional de la posguerra”, (1991) mostró la inconsistencia dichas series en el periodo de la posguerra, que podían llevar a subestimar el ingreso nacional posterior. Según Naredo, las cifras oficiales de Renta Nacional están infravaloradas durante la posguerra por haber magnificado la caída de la renta producida por la guerra civil, por el manejo de índices de producción obsoletos y por la ocultación de productos vinculados al “mercado negro” durante la autarquía franquista. Como consecuencia de ello, propuso una revisión de las estimaciones cuyo comportamiento mostraba productividades y elasticidades más razonables.
La composición y distribución de la riqueza de los hogares españoles y los cambios que se han producido en la riqueza personal y familiar, son temas de investigación que enlazan con sus antiguas preocupaciones. Naturalmente esa línea de investigación sobre la renta tenía que reflejarse igualmente en el estudio de los patrimonios inmobiliarios de los hogares españoles y su distribución regional.
José Manuel Naredo ha dedicado asimismo atención a las cuestiones éticas, y en especial a la construcción de lo que califica como “una sociedad civil global”, y a establecer las bases sociopolíticas para el desarrollo de una ética ecológica y solidaria. En la misma línea ha criticado el énfasis en la competitividad (las “patologías competitivas”) frente a las formas de solidaridad y colaboración. Ha estudiado asimismo el problema del paro y ha reflexionado sobre las alternativas, defendido la solidaridad, a la vez que insistía en la importancia de la cooperación libre e igualitaria como remedio frente al desempleo y al trabajo dependiente.
Naredo ha sido muy consciente del significado del territorio y ha insistido en la necesidad de considerarlo para resolver los problemas ambientales. Lo que le ha conducido directamente a los temas de ordenación del territorio, desde hace tiempo (cuenta ya con un texto importante sobre el tema publicado por el Colegio de Arquitectos de Madrid en 1984) . Por esta razón ha seguido atentamente el desarrollo de la geografía, una disciplina que ha valorado repetidamente, aunque no dejara de criticar a los geógrafos el olvido de ciertos temas. Así hizo cuando en 2003 organizó en Lanzarote con el apoyo de la Fundación César Manrique, un seminario sobre La incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra, 1955-2005, que se situaba explícitamente en la estela de dos congresos que tuvieron una gran repercusión: el que impulsaron Carl Sauer, Clarence Glacken y Lewis Mumford sobre el tema Man’Role in Chainging te Face of the Earth, celebrado en Princeton en 1955, y el que tuvo lugar en 1987 sobre The Earth as Trasnformed by Human Action. Global and Regional Changes over the Past 300 Years, organizado en la Clark University por el geógrafo Bill Turner II, con la colaboración de Robert W. Kates y Gilbert F. White. El seminario de Lanzarote dio lugar a un libro publicado en 2005, la colección “Economía vs Naturaleza”, con el título La incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra (1955-2005) para conmemorar el 50 aniversario del mencionado Simposio de Princeton.
En la convocatoria del simposio de Lanzarote, Naredo criticaba que a medida que se han ido agravando los problemas ecológico-ambientales, y aumentaban los estudios y los congresos dedicados a ello, se ha ido desplazando el interés desde el territorio hacia el clima. Es el uso de la Tierra y de sus recursos la causa del deterioro ambiental y del cambio climático. Y criticaba a los geógrafos por haber olvidado los análisis sobre la incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra. Naredo estima que es preciso prestar atención a cuestiones que se trataron en el simposio de 1955, desde los recursos, las características diferenciales del territorio y las estrategias de actuación sobre el mismo, hasta los residuos y las múltiples consecuencias que tienen, una de las cuales es la que se refiere a las alteraciones del clima. Señala la gran paradoja de que mientras en 1955 los geógrafos prestaba gran atención a la fotografía aérea del territorio, el simposio de 1990 no sacó partido de las imágenes de satélite ya disponibles, a la vez que los análisis se parcelaban y no se presentaron trabajos sobre problemas globales ni hubo preocupación por los aspectos políticos y económicos que inciden en la transformación de la Tierra.
Falta todavía, señala Naredo, lo que Mumford ya planteaba en 1955, “una filosofía común del desarrollo humano que revise críticamente todas nuestras formulaciones históricas parciales, incluidas las ideas de sistema político democrático y de sistema económico mercantil sobre las que implícitamente reposa la idea hoy hegemónica de sociedad, con sus metas e instituciones”.
Al concederle el Premio Internacional Geocrítica 2008 el jurado desea destacar su esfuerzo por recuperar esos ideales, su contribución al examen crítico de los efectos de la acción humana sobre el planeta y su animosa búsqueda para establecer las bases de una nueva filosofía y economía del desarrollo humano.

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