miércoles, 17 de abril de 2019

CINCO LOBITOS TIENE LA LOBA, PERO NI LA LOBA NI SUS CINCO LOBITOS PUEDEN DECIDIR COMO TIENE QUE SER LA VIDA DE TODOS LOS ESPAÑOLES, Y ESPECIALMENTE, LA DE LOS TRABAJADORES ESPAÑOLES, INCLUIDOS LOS MOROS DE LA MORERIA,QUE EN RABAJANDO SON TRABAJADORES



Tribuna viento sur

Entre el interregno sanchista y las contrarreformas del tripartito



11/04/2019 | Jaime Pastor 

La reciente encuesta del CIS, con la incógnita sobre cuál será la opción final del alto porcentaje de personas indecisas sobre el partido al que pueden ir a votar (hasta un 42%), ha venido a confirmar el creciente índice de volatilidad entre el electorado y la enorme dificultad de hacer un pronóstico sobre los resultados de las elecciones generales del 28 de abril. Con todo, parece evidente que nos vamos a encontrar con un sistema pentapartidista imperfecto, relativamente polarizado entre dos bloques, que hará difícil el pacto –y, sobre todo, la estabilidad- para la formación de un nuevo gobierno, ya sea de un signo u otro. Con mayor motivo cuando el 26 de mayo habrá elecciones municipales, europeas y autonómicas –éstas en 12 Comunidades-, por lo que los partidos perdedores de esta primera ronda crucial tratarán de recuperar posiciones en esa nueva jornada electoral antes de formalizar sus acuerdos con quienes estén en mejores condiciones para encabezar el nuevo gobierno.

Si ése es el escenario probable, ni las anunciadas y provocadoras contrarreformas del tripartito reaccionario ni la apertura de una, aunque sea tímida, vía hacia el diálogo en torno al conflicto catalán (a la espera, además, de la sentencia sobre el juicio al procés en otoño) parece que vayan a contar con los apoyos suficientes para abordar la superación de la crisis de régimen en uno u otro sentido. Un régimen cuyas cloacas vuelven a salir a la luz sin vergüenza alguna a raíz de la guerra sucia contra Podemos, pero que vienen de muy lejos, como nos ha recordado, entre otros, David Fernández. A este nuevo escándalo se suma el testimonio del exdirector de El Mundo, David Jiménez, en un libro recientemente publicado, en donde viene a confirmar lo que era un secreto a voces: las servidumbres que los principales medios de comunicación mantienen ante un viejo entramado político, financiero y policial que no tiene reparo alguno en recurrir a los peores métodos para tratar de protegerse frente a cualquier ataque, o para calumniar y difundir mentiras contra cualquier amenaza al sistema, como ha ocurrido en los últimos años con el independentismo catalán o Podemos. Como bien decía un excomisario de la policía en el excelente documental Las cloacas de interior, “el sistema está tan corrupto que expulsa a los decentes”.

Pocas dudas pueden quedar sobre la gravedad de esa grieta, que se suma a las ya abiertas desde hace tiempo no sólo en el plano nacional-territorial o en el que afecta a una clase política corrupta –incluida la monarquía-, sino también en el socioeconómico. Porque ése es el verdadero trasfondo de la desafección ciudadana hacia unas elites políticas y económicas que no hacen más que ahondar las desigualdades sociales y de todo tipo –recordemos el reciente clamor de la España vaciada- en esa carrera hacia el sálvese quien pueda que se extiende por el planeta ante la nueva crisis sistémica que se anuncia.

Nuevo ciclo

Llegamos a este momento después de que, por desgracia, la indignación popular que irrumpió a partir del 15M de 2011 frente a la nueva vuelta de tuerca neoliberal no llegara luego a reflejarse, pese a las ilusiones generadas por Podemos, en la materialización de un proyecto rupturista a la altura del desafío que suponían los gritos de “no nos representan” y “no queremos ser mercancía de políticos y banqueros”. Tampoco, si bien giraban en torno a ejes de conflicto distintos, se produjo la confluencia de ese movimiento con el bloque plural que en Catalunya se fue extendiendo a partir, sobre todo, de 2012 a favor del derecho a decidir su futuro y que tuvo en las jornadas del 1 y el 3 de octubre de 2017 su máxima expresión, seguida luego por la represión y la judicialización del conflicto.

El agotamiento de ambos ciclos de movilización y las limitaciones de sus exponentes políticos y electorales respectivos se han visto seguidos por una radicalización de PP y Cs, acelerada ahora bajo la presión derivada del ascenso de Vox que anuncian las encuestas tras las elecciones andaluzas. La competencia entre estas fuerzas por encabezar ese bloque reaccionario no impide constatar que comparten un mismo proyecto: proceder a una serie de contrarreformas que, mediante una combinación en mayor o menor grado de nacionalismo español recentralizador y uniformizador, neoconservadurismo patriarcal y xenófobo y neoliberalismo austeritario, aspiran a imponer un nuevo modelo de dominación que tendría poco que envidiar a esas democracias iliberales tan denostadas del Este. Este giro ultraautoritario tendría en el independentismo su primer objetivo a derrotar (mediante el estado de excepción permanente en Catalunya), pero, como ya hemos podido comprobar con los ataques a libertades y derechos fundamentales, en caso de llegar a la Moncloa, no cejaría en su empeño por acabar con la gran mayoría de las conquistas democráticas y sociales alcanzadas a lo largo de estos 40 años; y, por si hiciera falta añadirlo, contra las que están ahora por llegar, como el derecho a una muerte digna que nos han vuelto a reclamar hace pocos días María José y su compañero Ángel, sometido ahora, por cierto, a una escandalosa investigación judicial bajo la sospecha de “violencia de género”.

Sólo el movimiento feminista está demostrando su capacidad de resistir el reflujo del ciclo 15M-Podemos y de contrarrestar esta nueva ola reaccionaria con un discurso alternativo y antisistémico, sin por ello menospreciar el papel que están jugando otros movimientos como el de pensionistas o las nuevas formas de sindicalismo social. Paralelamente, pese a la crisis de orientación que afecta a las formaciones políticas independentistas catalanas, manifestaciones como la del pasado 16 de marzo en Madrid, pese a la débil participación procedente de otros lugares, han venido a recordarnos que la capacidad movilizadora de organizaciones sociales como la ANC y Ómnium Cultural no se ha visto debilitada.

Con todo, es ahora el terreno electoral el que pasa a primer plano. No puede sorprender por eso que ante la amenaza que supone el tripartito reaccionario retorne con fuerza la presión por el voto útil al PSOE entre las gentes de izquierda, a la vista del descenso que las encuestas avanzan para Unidas Podemos (UP) y de que esta coalición se ha convertido en los últimos tiempos en fuerza subalterna del gobierno y ha sufrido una profunda crisis interna. Una opción, la del voto al PSOE, que choca una vez más con la disposición de este partido a priorizar la búsqueda de un futuro acuerdo de gobierno con Ciudadanos para cumplir lo que sigue siendo su objetivo principal: asegurar la gobernabilidad del régimen, la “unidad de España” y la fidelidad a las políticas austeritarias de la Unión Europea. Una coalición de gobierno que, si llegara a ponerse en pie, acabaría siendo un corto interregno que facilitaría el camino hacia la hegemonía del bloque de derechas.

Basta leer los “110 compromisos con la España que quieres” del programa electoral del PSOE para comprobar, más allá de la retórica, la ambigüedad y la indefinición en temas fundamentales de la mayoría de sus puntos. Por no hablar de los que faltan en torno a cuestiones fundamentales, como la relativa a Catalunya, ni siquiera mencionada, dando así un nuevo paso atrás respecto a la propuesta defendida en el pasado de caminar hacia un Estado federal y plurinacional.

La tentación gobernista, de nuevo

Es cierto que UP reaparece ahora con un programa de cambio en el que, apoyándose en artículos de la Constitución que reconocen retóricamente derechos sociales básicos, reivindica medidas en el plano socioeconómico, ecológico y feminista que habían sido relegadas a un segundo plano o, simplemente, abandonadas en los últimos tiempos por Podemos. Aun así, las ausencias también son flagrantes: nada, por ejemplo, sobre la exigencia cada vez más extendida de un referéndum sobre la forma de Estado, sobre Catalunya o, al menos, sobre la reforma del Senado basada en un federalismo plurinacional o, en fin, sobre la necesaria derogación de los Acuerdos con la Iglesia católica de 1979. Se reclaman artículos de la Constitución que se han visto vaciados de contenido desde hace ya largo tiempo en el marco de la UE neoliberal, mientras no se tocan otros que siguen sustentando los pilares fundamentales del régimen.

Por otro lado, el escándalo del espionaje a Podemos ha permitido a su líder recurrir a un discurso crítico contra el establishment, dirigido a recuperar a una parte del electorado que le ha ido abandonando en los últimos años. Su credibilidad se ve, sin embargo, mermada por su insistencia en querer cogobernar con el PSOE, sea cual sea la relación de fuerzas entre ambos partidos. Una opción que, de llevarse a cabo y teniendo en cuenta que es descartable una mayoría de UP el 28 de abril, sería suicida para esta formación, (des)vertebrada por un Podemos convertido en un equipo electoral crecientemente burocratizado y monolítico que se vería fácilmente fagocitado por las mismas fuerzas del establishment a las que vuelve a atacar ahora.

La experiencia de Portugal está suficientemente cerca para extraer lecciones y optar por otras fórmulas que, contribuyendo a impedir un gobierno de las derechas, no por ello renuncien a la autonomía de un proyecto político que debería ser alternativo al que continúa representando el PSOE de Pedro Sánchez. Porque, como muy bien se dice en el Manifiesto de un feminismo para el 99%, el camino que deberíamos seguir es el que “nos enfrenta directamente a las dos opciones políticas principales que el capital ofrece ahora. Rechazamos no sólo el populismo reaccionario, sino también el neoliberalismo progresista”.
Sólo desde la autonomía estratégica y táctica se podrá garantizar la entrada en una nueva fase de recomposición de una izquierda que, como se proponía en una reciente declaración de Anticapitalistas, apueste por “elaborar nuevos discursos pero, sobre todo, nuevas estrategias políticas de calado capaces de reorganizar las filas populares, dotarlas de instrumentos de lucha y generar nuevas ilusiones en pos de un proyecto de sociedad soberana”. A lo que me permito añadir, recordando a Javier Muguerza, fallecido este 10 de abril, que entre esos instrumentos el derecho al disenso y, por tanto, a la desobediencia frente a leyes y sentencias injustas, deberá ser, ahora más que nunca, de obligado cumplimiento ético en más de una ocasión.

Todo este panorama a escala estatal se desarrolla en un contexto más general en el que la incertidumbre sobre cuándo llegará la próxima gran recesión sigue caracterizando el impasse en que se encuentra un capitalismo financiarizado en plena “desaceleración sincronizada”, con palabras de la directora del FMI. Una institución que, como siempre, sólo está empeñada en imponer los dictados de una deudocracia que en nuestro caso insiste en exigir una mayor “disciplina presupuestaria” (léase: más contrarreformas de pensiones y laborales). Un escenario al que en el caso europeo hay que sumar el interminable Brexit y el estancamiento del motor alemán en medio de una mayor competencia comercial entre grandes potencias mientras el Sur global sigue empobreciéndose y desangrándose. Procesos todos ellos que no nos pueden hacer olvidar la principal amenaza para la sostenibilidad de la vida en el planeta que supone el cambio climático, reconocido ahora por el propio Banco Mundial únicamente como “el riesgo clave que podría rebajar la potencial producción global en el medio plazo”. Porque, como siempre, la preocupación de la plutocracia global no es la vida, amenazada por el depredador productivismo capitalista, como acertadamente denuncia el nuevo movimiento estudiantil emergente en Europa con sus viernes por el clima, sino el fin del mito del crecimiento.

Jaime Pastor es politólogo y editor de viento sur

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CLASES MEDIAS, MEDIAS CLASES Y CLASES ENTERAS



Las “clases medias” (y las menos medias) en un editorial de El País

17.04.2019

"Ninguna sociedad puede florecer y ser feliz si una gran parte de sus miembros son pobres y miserables. Es simplemente una cuestión de equidad que aquellos que alimentan, visten y construyen viviendas para toda la población deberían acceder a una parte de lo que producen con su propio trabajo como para estar ellos también tolerablemente bien alimentados, vestidos y alojados". 




Les doy al final la referencia de la cita inicial. Mientras tanto... ¿de quién puede ser? 
No leo desde hace años los editoriales de El País. Me ponían de los nervios. Mi compañera, en cambio, no por masoquismo sino por “conocer los argumentos de adversario”, los lee con toda la atención del mundo. Toma notas... y me los recomienda en ocasiones. 

Hace unos días me pasó uno de estos “sesudos editoriales”, junto con una nota suya: “un ejemplo de la cosmovisión del que se decía diario independiente. A pesar de ello, ¡no están ciegos!”. Por aquello, añadió, “del análisis concreto de la situación concreta”. Ella siempre ha sido muy leninista (a su manera desde luego).

El editorial en cuestión se titula así: “Caen las clases medias”. La entradilla que incorpora: “Quizá lo más grave del informe de la OCDE es el impacto que tendrá la automatización sobre el empleo.” [1]. Abre del modo siguiente:
Un reciente informe de la OCDE -Bajo presión, la clase media exprimida- ha corroborado lo que ya venía observándose por otros estudios, la disminución de las clases medias en todos los países ricos. Por tal se entienden aquellos cuyos ingresos medios están entre el 75% y el 200% de la renta nacional. Sigue siendo el grueso de la población, pero su número se estrecha, y -este es quizá el aspecto más preocupante- no se aprecian indicios de un movimiento en dirección contraria.  
El concepto usado de “clase social” nada que tiene que ver con la noción marxista o afines. Se clasifica a la ciudadanía por remuneraciones y, más o menos arbitrariamente, se habla de “clase media” cuando el ingreso está en la horquilla indicada (entre las ¾ partes y el doble de la renta nacional media). Las clases “altas” son las que ingresan por encima del doble de la renta nacional. Las clases “bajas” (también subdividas) por debajo de ese 75%.

Lo de no se aprecian indicios de un “movimiento en dirección contraria” debe ser una broma del editorialista. ¡Pues claro! Como recordamos, la concentración de la riqueza en pocas manos se acelera y las bolsas de pobreza (por debajo del estrechamiento de las clases medias, en absoluto comparable con esas bolsas) se van incrementando. Los datos que corroboran lo apuntado son abrumadores.
El editorial prosigue:
Es más, sus salarios permanecen casi iguales desde hace varias décadas, con el agravante de que deben hacer frente a un considerable aumento en los costes de vivienda y educación. El sector de salarios más altos, por el contrario, no ha dejado de crecer, creándose así una asimetría creciente entre los ricos, la clase media, y un cada vez más amplio sector que está por debajo del 50% de los ingresos medios, el grupo de los “pobres”.
Habría que sumar, en algunos casos, a los costes de la vivienda y educación, los de salud.
El grupo de los pobres a los que alude El País está formado, fundamentalmente, por amplios sectores de las clases trabajadoras (incluidas las condenadas estructuralmente al paro), especialmente los trabajadores más jóvenes, las mujeres trabajadoras y las personas que sufren contratos temporales y en condiciones precarias o muy precarias. También muchos jubiladas (más que jubilados) o con pensiones de viudedad.
Sigamos con el editorial:
En uno de los países más afectados por esta tendencia, los Estados Unidos, el sector de clase media no supera ya el 50% de la población, y tiene los grupos de ricos y de pobres más extensos de la OCDE. Algo parecido ocurre en España, con un porcentaje de ricos similar al del Reino Unido, pero con el también más amplio grupo de pobres entre los países de nuestro entorno. Y, lo que es preocupante, los datos sobre nuestro país se parecen ya más a los de Estados Unidos que a los de otros países vecinos como Francia, Holanda, Alemania e incluso Italia.
No es que los datos de Francia, Holanda, Alemania e Italia impulsen a tirar cohetes pero no es cualquier cosa, cuando se habla de recuperación, de que vivimos en el mejor de los mundos posibles o de que “España vuelve a ir bien”, eso de tener los grupos ricos y pobres más extensos de la OCDE. El sector más castigado, una vez más: las clases trabajadoras en peores condiciones; más en concreto, las mujeres trabajadoras, incluidas (como decía) las que reciben pensiones bajas o muy bajas. La pobreza, no es ningún eslogan, tiene rostro de mujer. De mujer trabajadora, no de mujer ejecutiva como la señora Botín.
Las consecuencias de este estado de cosas están a la vista, señala el editorial con pegote culto-aristotélico incluido.
Al menos desde Aristóteles sabemos que la existencia de amplias clases medias hacen de tampón entre los ricos y los más menesterosos y favorecen la estabilidad política. Las clases medias son la espina dorsal de la cohesión social, moderan el extremismo y la polarización política y garantizan el buen funcionamiento de los sistemas democráticos. Los datos recogidos en el informe de la OCDE abonarían, pues, la conexión que viene estableciéndose entre la frustración de expectativas vitales y la percepción de injusticia social y el reverdecimiento del populismo. Puede que no sea la única variable, pero no cabe duda de que hay una correlación directa entre desestabilización democrática y malestar económico. Hasta el punto de que, si persisten las desigualdades, podrían producirse estallidos sociales.
La mirada poliética del paso roza el insulto. Si las clases medias no perdieran fuerza y sus intereses no quedaran disminuidos, no habría que preocuparse. ¿Y las “clases bajas”? ¿Y los pobres? ¿Y los sectores trabajadores que no alcanzan, incluso trabajando 8 horas diarias o más? ¿Es esencial que sean el 35 o el 28% de la población? ¿No tendríamos que preocuparnos si fueran sólo el 28% porque la “cohesión social” quedaría garantizada, y se evitaría la polarización política y el sistema iría tirando, sin que los “populismos” (¿no habría que distinguir entre unos y otros señor editorialista?) incrementara su base? ¿Qué es eso del “buen funcionamiento” de los sistemas democráticos ubicando en el sector de “pobres” a un cuarto o más de la ciudadanía?
El editorial concluye así:
Esto afecta asimismo a ese intangible llamado “miedo al futuro” que tan bien saben explotar los populistas. Quizá lo más grave del informe de la OCDE, al menos para España, es el impacto que tendrá la automatización sobre el empleo. Nuestro país será uno de los más afectados, recayendo la amenaza de su pérdida sobre el sector más débil, aunque en todas las categorías salariales estamos muy por encima de la media de la OCDE. Mientras tanto, nuestros políticos en campaña siguen con sus inercias: prefieren dañar al adversario que ocuparse de lo común.
De nuevo los populistas en plural y sin matices. Todo vale para golpear a la izquierda cuando conviene.

Lo de automatización es otra cosa. De efectos desconocidos por el momento pero con escenarios posibles nada humanos y mucho menos justos. Que nuestro país sea uno de los más afectados, es otra grave señal de alarma.

Lo de los políticos en campaña exigiría algún matiz. No todo es uno y lo mismo; no todos los partidos son variantes del mismo esquema. 

En síntesis: la pulsión poliética del editorial es bastante pobre (por decirlo generosamente). Se observan las “clases sociales” y a la ciudadanía-trabajadora desde un punto de vista funcional al sistema. Si la situación permite la cohesión, el no ubicar a mucha gente en posiciones radicales (es decir, en este caso, en reclamaciones de justicia e igualdad), adelante, no hay problema; si hay riesgos de inestabilidad, hay que llamar la atención del lector sin alarmale. Por si las moscas. En cualquier caso, incluso el editorial de El País toma conciencia (a su modo) de la situación real de millones de personas en nuestros país. De clase media y, sobre todo, de clase menos media. Y en aumento.

El global-neoliberal es incapaz de señalar la raíz de la situación, se mueve en esas coordenadas: las formas de actuación, su praxis, y avance del capitalismo realmente existente.

La cita inicial (como tal vez hayan conjeturado) es de Adam Smith, La riqueza de las naciones. Mi fuente (libro que de paso les recomiendo): Atilio A. Boron, El hechicero de la tribu. Mario Vargas Llosa y el liberalismo en América Latina, Madrid, Akal, 2019, p. 62 [2].

Me olvidaba: si tienen ocasión, no se pierdan la película Las invisibles. Enseña mucho más que los editoriales de El País sobre estos asuntos. Incluso cuando están en la línea de este que hemos comentado.

Notas:

(1) https://elpais.com/elpais/2019/04/12/opinion/1555093151_808379.html

(2) Otro dato de interés de la misma fuente (p. 93): 1. Estados Unidos, 1945: tasa de afiliación sindical: 33,4%; el 10% más rico se apropiaba del 32% del ingreso nacional. Estados Unidos, 2015: tasa de afiliación sindical: 11,1%; el 10% más rico se apropiaba del 47,5% del ingreso nacional. La lucha de clases cuenta y como decía aquel representante del capital cuyo nombre prefiero no citar: ¡la ganan ellos y por goleada!

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DIARIO EL PAÍS: HOMBRE, INFORMAR, INFORMAR...



Lo que El País oculta

16.04.2019

En Colombia, cada 48 horas es asesinado un activista. Esto lo tiene que saber El País, porque la cadena líder de radio colombiana, Radio Caracol, es de su mismo grupo y también una cadena de televisión. Es curioso que con tanto aparato informativo en este país, apenas informa sobre él.

El diario de PRISA está tan centrado en defender los intentos de golpe de Estado norteamericano en Venezuela y en demonizar a su Gobierno, que no tiene espacio para hablar de Colombia.

Según cifras de la ONU durante 2018 fueron asesinados 113 líderes sociales en el país, mientras que en lo que va de 2019 se han denunciado 29 homicidios. (Público 13/04/19)
A PRISA le van bien los negocios en Colombia y, a pesar de que en este país llevan muchos años de conflictos e injusticias sociales, El País raramente las menciona porque le interesa llevarse bien con sus gobiernos.

Así es el periodismo de los medios privados: primero el negocio, después la verdad.


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