jueves, 7 de agosto de 2025

Las brechas del sistema que permiten casos como el de Montoro

 

Las brechas del sistema que permiten casos como el de Montoro

 

Por Rebelion / España

06/08/2025 



Fuentes: Civio

Sin una Ley de transparencia de los lobbies valiente, que establezca controles independientes, un régimen sancionador robusto y la transparencia de todo el proceso de creación de las normas, es imposible evitar que el BOE acabe siendo dictado por —y para el beneficio de— grandes intereses corporativos.

“Captura del Estado” es una expresión común en el ámbito de la lucha anticorrupción y el activismo. Describe situaciones en las que los intereses privados determinan de forma sistemática las decisiones de gobierno, actuando en detrimento del interés general. La expresión es perfecta para describir los presuntos hechos que narra el sumario en el que se imputa al exministro Cristóbal Montoro y otras 27 personas, muchas de ellas altos cargos, y que estamos conociendo estos días.

Según narra el sumario, los acusados presuntamente redactaron normas y diseñaron ayudas a medida para empresas de sectores como el gasístico, las energías renovables o el juego. El vehículo para esta influencia era, presuntamente, Equipo Económico, la consultora fundada por el exministro y por la que han pasado, a menudo en un claro ejemplo de puertas giratorias, varios de sus antiguos subordinados, como ya contamos en Civio en 2013. Es fundamental subrayar que este entramado se descubre de forma casi fortuita, en el marco de otra investigación. Un síntoma inequívoco de que las medidas de control sobre puertas giratorias y los lobbies son porosas o, directamente, inexistentes.

Una vigilancia real de puertas giratorias y conflictos de interés

La Ley 3/2015, reguladora del ejercicio del alto cargo, ya establece un sistema de control de puertas giratorias. Por norma general, los altos cargos no pueden tomar decisiones que les beneficien, ni a ellos ni a empresas en las que hayan trabajado en los últimos dos años o con las que tengan intereses. Y, en los dos años siguientes al cese, no pueden ser contratados por entidades sobre las que hayan tomado decisiones directas. A menudo, el debate se centra en ampliar ese “periodo de enfriamiento”. Sin embargo, el problema no es tanto la duración como la aplicación real de la ley. Esta se elude sistemáticamente a través de mecanismos como fichajes por filiales del grupo empresarial o por consultoras que actúen de intermediarias. Tanto el control como las consecuencias de incumplir esta ley son, siendo generosos, bastante laxos.

Aquí reside uno de los agujeros clave del sistema: la Oficina de Conflictos de Intereses (OCI), organismo encargado de esta supervisión, carece de la independencia orgánica y los recursos necesarios para ejercer su labor con eficacia. Si a esto sumamos que la OCI es la única instancia con acceso a toda la documentación, como las declaraciones completas de bienes y actividades de los altos cargos, obtenemos el escenario perfecto para que la corrupción se cuele discretamente: no hay suficientes ojos vigilando.

Por ello, insistimos en la necesidad de publicar las declaraciones completas de bienes, derechos, obligaciones y actividades de todos los altos cargos en todos los niveles de la administración, no los resúmenes que se publican actualmente. Además, deberían ser públicas no solo las autorizaciones de compatibilidad, sino también las denegaciones y sus motivaciones, junto a un informe anual de actividad de la OCI para el control de estos posibles conflictos. Para eso justo sirve la transparencia, para que más ojos miren. Aumentar las sanciones por incumplimiento es el otro pilar indispensable. Todo esto no lo decimos solo en Civio. Son las Recomendaciones VII, VIII Y IX de la 5ª ronda de evaluación del Grupo de Estados contra la Corrupción del Consejo de Europa (GRECO) a España. Y que, seis años después, el Gobierno sigue sin cumplir.

Una ley de grupos de interés urgente, integral y sin excepciones

Lo decimos desde hace más de un década: la transparencia real no consiste en saber cuánto cobra un ministro, sino en conocer cómo funciona lo público. Incluso si no queremos fijarnos en lo importante -la democracia- y simplificamos el impacto de los casos de corrupción en cuánto nos cuesta. Y siempre poníamos el mismo ejemplo: tiene mucho más impacto económico una reforma energética que el sueldo de todos los trabajadores públicos juntos. Ese ejemplo no era casual, pero es iluminador lo preciso que se ha demostrado con los años.

La Ley de transparencia e integridad de los lobbies es una promesa incumplida legislatura tras legislatura. En Civio hemos participado en sucesivas consultas públicas intentando aportar nuestra experiencia (en 2014en 2021 y en 2022). El proyecto de ley que actualmente se debate en el Congreso, si no se enmienda de forma sustancial, corre el riesgo de convertirse en una medida de escaparate con escasa efectividad, como hemos avisado a todos los grupos políticos.

En Civio vamos a insistir todas las veces que haga falta: una ley eficaz debe regular una práctica legítima y necesaria —la participación de la sociedad civil y el sector privado en la creación de políticas—, pero que, amparada por la opacidad, deriva en captura del estado. ¿Qué requisitos debe cumplir un registro público de lobbies?

  • Sin excepciones: Debe registrarse toda persona u organización que intente influir en la aprobación de normas y políticas públicas, sin las excepciones profesionales que contempla el proyecto de ley actual.
  • Todas las interacciones: No solo reuniones presenciales. Correos electrónicos, llamadas o videoconferencias con el objetivo de influir deben quedar registrados
  • Quién quiere influir, sin intermediarios. Si el lobby se ejerce a través de una consultora o despacho, como en el caso de Equipo Económico, se debe identificar para qué cliente o empresa final se actúa en cada contacto.
  • Sobre qué se quiere influir, sin alusiones genéricas. El motivo de la reunión debe ser claro y explícito, detallando sobre qué iniciativa normativa o política pública concreta se pretende influir, sin admitir alusiones genéricas a sectores.
  • Los documentos, públicos. Cualquier documento aportado en esas reuniones o contactos —informes, propuestas de enmiendas, borradores de articulado— debe ser público y accesible para toda la ciudadanía.
  • La huella legislativa, completa. El registro de reuniones debe vincularse a la publicación de la huella normativa de cada ley: desde la memoria de análisis de impacto, los borradores, los informes externos, la identidad de los expertos consultados y el contenido de sus aportaciones, hasta el texto final. El Gobierno se había comprometido a hacer esto en el Plan de Gobierno Abierto de 2020-2024. No solo se ha incumplido, es peor: se ha excluido esta medida del siguiente plan.

Todo esto, al igual que ocurre con los conflictos de interés, es inútil sin un régimen sancionador exigente y un organismo supervisor independiente que garantice el cumplimiento. El proyecto de ley actual falla en ambos aspectos, al otorgar de nuevo la supervisión a la Oficina de Conflictos de Intereses. Una vez más, tenemos una administración que se controla a sí misma. Y esto contraviene las recomendaciones explícitas del GRECO y la OCDE, que insisten en la necesidad de un control independiente del poder ejecutivo.

Estas no son reclamaciones surgidas al calor del caso Montoro. Llevamos más de una década exigiendo estas reformas de transparencia y anticorrupción. Hasta ahora, la respuesta de sucesivos gobiernos ha sido el silencio o la dilación. Ignorar o retrasar las medidas hasta el infinito con debates que nunca llegan a algo tangible. El coste de esta inacción es evidente. Una reforma tímida o, peor aún, el inmovilismo, solo garantiza que dentro de unos años volvamos a descubrir un caso similar. Es hora de romper el ciclo y cerrar las brechas del sistema.

Fuente: https://civio.es/novedades/2025/07/24/mas-alla-del-caso-montoro-las-brechas-que-permiten-la-captura-del-estado/

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Marx y Mariátegui: entre trabajadores e indígenas

 

Marx y Mariátegui: entre trabajadores e indígenas

 

Por Juan J. Paz-y-Miño Cepeda

Rebelion

05/08/2025 



Fuentes: Rebelión

La revolución de independencia de los Estados Unidos (1776) y, ante todo, la Revolución Francesa de 1789, han sido consideradas como hechos que marcan el inicio del capitalismo y de la democracia burguesa. Karl Marx (1818-1883) estudió a fondo ese nuevo modo de producción, que se extendió por los principales países de Europa. A partir de estos procesos y del análisis que hizo de la Comuna de París de 1871, comprendió que el proletariado era la clase conductora de la revolución que acabaría con el capitalismo para dar inicio a una nueva sociedad. Consideró que las condiciones materiales (económicas) y sociales para ese cambio revolucionario estaban maduras en países como Inglaterra y Alemania. Pero en la última fase de su vida, cuando se dedicó a los estudios sobre Rusia y el colonialismo, observó que los procesos revolucionarios igualmente podrían producirse en cualquier país, al madurar las condiciones históricas de su lucha de clases.

Sin embargo, los estudios de Marx sobre América Latina fueron escasos, por más que visualizó su situación colonial y de dependencia. Prácticamente nada llegó a conocer sobre la vida de las poblaciones indígenas de su tiempo, aunque estudió el mundo azteca e inca; y tampoco se adentró en las clases trabajadoras de la región. Esto no invalida sus geniales descubrimientos de las leyes que rigen al capitalismo, los criterios acerca de las democracias burguesas y las posibilidades de la revolución proletaria.

En América Latina fue el peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930) el primero en extender la teoría marxista a la comprensión de las condiciones específicas del desarrollo económico y social de la región y, en particular, en países andinos como Perú, con enorme presencia de población indígena. Mariátegui sostuvo que el socialismo peruano no debía ser “ni calco ni copia sino creación heroica” y abogó por un “socialismo indoamericano”. Sus conceptos derivaban del profundo estudio de la historia y las realidades peruanas en el marco del capitalismo de su época, comprendiendo que el marxismo no tenía fórmulas absolutas ni acabadas, sino que era, ante todo, una teoría y un método para estudiar la realidad, como claramente lo había subrayado Marx en su prólogo a El Capital. Esa visión también fue cultivada mientras permaneció exiliado en Italia, donde encontró un marxismo muy creativo, una serie de paralelismos entre la región meridional italiana y la sierra peruana, quedó impactado por el ambiente cultural y político del país, asistió a la fundación del Partido Comunista de Italia (1920) y se empapó con las ideas de Antonio Gramsci (1891-1937).    

Al regresar a su país (1923) Mariátegui organizó el Partido Socialista del Perú (1928, después P. Comunista). Tenía claras sus concepciones y las expuso en su obra magna 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana (https://t.ly/E4YLO). Las relaciones semi feudales, todavía vigentes en el naciente capitalismo, determinaban la vía específica del socialismo para su país y el potencial revolucionario de los indígenas, cuyo problema no era el de una “etnia oprimida”. Los indígenas formaban parte del proletariado rural junto a los campesinos y era vital su reivindicación sobre las tierras para dar fin a la propiedad latifundista de origen colonial. En las comunidades indígenas radicaba una raíz ancestral: “El comunismo no es para el indio una teoría exótica. Es una reminiscencia, una tradición”. Sin embargo, cabe entender que ese “comunismo” visualizado por Mariátegui no arrastra ni puede implantarse sobre el resto de la sociedad, ya que solo tiene una matriz histórica indígena. En todo caso, fueron tesis que le ocasionaron problemas con la III Internacional Comunista (Komintern, 1919) de Rusia, que solo admitía la lucha de clases con “dictadura del proletariado”. Sin embargo, Mariátegui coincidió con Marx quien igualmente advirtió las potencialidades revolucionarias de la comunidad rural rusa, como lo señaló en la carta a Vera Zasulich (1881), un asunto que también fundamentó las tesis del genial ideólogo peruano (https://t.ly/mkQ9-).

Desde Marx y Mariátegui, el capitalismo de los siglos XX y XXI ha adquirido nuevas características. El proletariado y las clases medias están ampliamente diversificadas. Los indígenas latinoamericanos han alcanzado indudable presencia reivindicando la identidad de sus nacionalidades y pueblos. Tienen organizaciones sólidas y con evidente fuerza política. Las Constituciones de 2008 en Ecuador y 2009 en Bolivia reconocen Estados plurinacionales. Varios líderes indígenas han triunfado en elecciones para gobiernos seccionales y en Bolivia Evo Morales ocupó la presidencia (2006-2019). Hay sectores que se identifican como “mariateguistas” y reivindican al movimiento indígena como una fuerza de izquierda. Pero también existe una “burguesía indígena”, como en Ecuador.

Pero este posicionamiento no ha implicado una misma vía histórica. Destaco el ejemplo de Ecuador. El movimiento de los trabajadores, otrora dividido, logró constituir el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), que libró importantes huelgas nacionales, con amplio apoyo general, durante la década de 1980. Su repliegue se acentuó desde los 90. En cambio, tomó fuerza el movimiento indígena encabezado por la CONAIE (1986) y su partido Pachakutik (1995), que adquirieron notable presencia e importancia al enfrentar las políticas neoliberales y realizar contundentes movilizaciones con respaldo social. Sin embargo, tras romper con el progresista gobierno de Rafael Correa (2007-2017), varios líderes de las centrales sindicales y del movimiento indígena asumieron las posiciones del anticorreísmo inculcado por las derechas políticas. Lastimosamente, desde 2018 también amplias “bases” de las dos fuerzas sociales más importantes de Ecuador fueron influidas por ese posicionamiento, respaldando al gobierno de Lenín Moreno (2017-2021) e incluso dando su voto electoral a favor de G. Lasso (2021-2023) y D. Noboa (2023-hoy). Los tres mandatarios restauraron el modelo neoliberal empresarial-oligárquico, consolidando la segunda época plutocrática del país. De modo que, en el presente, el movimiento obrero carece de fuerza social y representatividad política y el movimiento indígena ha sido seriamente afectado en su antiguo prestigio. Se ha alimentado un retroceso conservador, sin perspectivas de solución en corto tiempo.

El problema planteado obliga a volver sobre Marx y Mariátegui. El fundador del marxismo observó el papel revolucionario del proletariado. Pero hoy toca considerar que los trabajadores son una fuerza social que no se resume en el proletariado industrial sino en múltiples actividades económicas basadas en el trabajo asalariado. Y, de su lado, Mariátegui nunca privilegió al sector indígena como única fuerza revolucionaria, sino que tuvo en claro que el socialismo peruano tendría que unir al proletariado y a los indígenas, abogando por la convergencia entre el campo y la ciudad. Precisamente en 1929 fundó la Confederación General de Trabajadores del Perú contando como base a los proletarios industriales, la fuerza que en el marxismo clásico es central para la superación definitiva del capitalismo, pero sin dejar de considerar a los indígenas.

En el presente histórico es evidente que trabajadores e indígenas tienen el desafío de unir fuerzas para hacer viable un proyecto de cambio social. La revolución, como la previeron Marx y Mariátegui, es un proceso en construcción y que requiere de la conciencia política de las clases llamadas a impulsarla. Marx siempre estuvo muy claro: “La emancipación de las clases obreras debe conquistarse por las clases obreras mismas”. Así lo escribió en el Preámbulo a las Reglas de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) fundada en 1864. Nadie puede hacer transformaciones a nombre de otros. O dicho al estilo latinoamericano: “solo el pueblo salva al pueblo”.

Historia y Presente – blog
www.historiaypresente.com  

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80 años de mentiras: Estados Unidos finalmente admite que sabía que no necesitaba bombardear Hiroshima y Nagasaki

 

80 años de mentiras: Estados Unidos finalmente admite que sabía que no necesitaba bombardear Hiroshima y Nagasaki

 

Alan MacLeod / Mentiras y medios

Rebelion

07/08/2025  


Fuentes: Mint Press News. Foto Foto destacada | Un hombre observa las ruinas que dejó la explosión de la bomba atómica el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima, Japón. Unas 140.000 personas murieron allí inmediatamente. Foto | AP.


Traducido del inglés por Marwan Pérez para Rebelión.

Mientras conmemoramos el 80º aniversario de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, el mundo se está acercando a otra confrontación nuclear como nunca antes en décadas.

Con los ataques israelíes y estadounidenses a las instalaciones de energía nuclear de Irán, la entrada en guerra de India y Pakistán en mayo y la creciente violencia entre Rusia y las fuerzas apoyadas por la OTAN en Ucrania, la sombra de otra guerra nuclear se cierne sobre la vida cotidiana.

Ochenta años de mentiras

Estados Unidos sigue siendo el único país que ha lanzado una bomba atómica en un acto de ira. Si bien las fechas del 6 y el 9 de agosto de 1945 están grabadas a fuego en la conciencia popular de todos los japoneses, esos días tienen mucha menos relevancia en la sociedad estadounidense.

Cuando se discute sobre este oscuro capítulo de la historia de la humanidad en Estados Unidos, suele presentarse como un mal necesario, o incluso como un día de liberación: un acontecimiento que salvó cientos de miles de vidas, evitó la necesidad de una invasión de Japón y puso fin a la Segunda Guerra Mundial de forma anticipada. Sin embargo, esto está totalmente lejos de la realidad.

Los generales y estrategas de guerra estadounidenses coincidieron en que Japón estaba al borde del colapso y, durante semanas, habían intentado negociar una rendición. La decisión de incinerar a cientos de miles de civiles japoneses se tomó, pues, para proyectar el poder estadounidense en todo el mundo y frenar el ascenso de la Unión Soviética.

Siempre nos pareció que, con bomba atómica o sin ella, los japoneses ya estaban al borde del colapso”, escribió el general Henry Arnold, comandante general de las Fuerzas Aéreas del Ejército de Estados Unidos en 1945, en sus memorias de 1949.

Arnold no era el único en esta apreciación. De hecho, el almirante de flota estadounidense, William Leahy, el oficial de mayor rango de la Armada durante la Segunda Guerra Mundial, condenó duramente a Estados Unidos por su decisión y comparó a su propio país con los regímenes más brutales de la historia mundial.

Como escribió en 1950:

En mi opinión, el uso de esta arma bárbara en Hiroshima y Nagasaki no fue de ninguna ayuda en nuestra guerra contra Japón. Los japoneses ya estaban derrotados y listos para rendirse. Mi impresión fue que, al ser los primeros en usarla, adoptamos una ética común a los bárbaros de la Edad Media.


Una columna de humo se eleva más de 60.000 pies en el aire después de que la segunda bomba atómica jamás utilizada explotara sobre Nagasaki, el 9 de agosto de 1945. Foto | AP

En 1945 Japón se encontraba militar y económicamente agotado. Tras perder a aliados clave, Italia en 1943 y Alemania en mayo de 1945, y ante la perspectiva inmediata de una invasión soviética total de Japón, los líderes del país buscaban frenéticamente negociaciones de paz. Su única condición real parecía ser que deseaban mantener al emperador como figura decorativa, una posición que, según algunos relatos, data de hace más de 2.600 años.

Estoy convencido”, escribió el expresidente Herbert Hoover a su sucesor, Harry S. Truman, “si usted, como presidente,sondea al pueblo de Japón diciéndoles que pueden tener a su emperador si se rinden, que no significará una rendición incondicional excepto para los militaristas— obtendrá la paz en Japón; y ambas guerras terminarán”.

Muchos de los asesores más cercanos de Truman le dijeron lo mismo. «Estoy absolutamente convencido de que si hubiéramos dicho que podían quedarse con el emperador, junto con la amenaza de una bomba atómica, habrían aceptado, y nunca habríamos tenido que lanzar la bomba», declaró John McCloy, subsecretario de Guerra de Truman.

Sin embargo, Truman inicialmente adoptó una postura absolutista, negándose a escuchar cualquier advertencia negociadora japonesa. Esta postura, según el general Douglas MacArthur, comandante de las Fuerzas Aliadas en el Pacífico, de hecho prolongó la guerra. «La guerra podría haber terminado semanas antes», dijo, «si Estados Unidos hubiera aceptado, como finalmente lo hizo, mantener la institución del emperador». Truman, sin embargo, lanzó dos bombas y luego revirtió su postura sobre el emperador para evitar el desmoronamiento de la sociedad japonesa.

Sin embargo, en ese momento de la guerra, Estados Unidos se perfilaba como la única superpotencia mundial y disfrutaba de una influencia sin precedentes. El lanzamiento de la bomba atómica sobre Japón lo puso de manifiesto; fue una maniobra de poder destinada a infundir miedo en los líderes mundiales, especialmente en la Unión Soviética y China.

Primero Japón, luego el mundo

Hiroshima y Nagasaki frenaron drásticamente las ambiciones de la URSS en Japón. Las fuerzas de Iósif Stalin habían invadido y anexado permanentemente la isla de Sajalín en 1945 y planeaban ocupar Hokkaido, la segunda isla más grande de Japón. Esta medida probablemente impidió que la nación insular cayera bajo la esfera de influencia soviética.

Hasta el día de hoy, Japón mantiene un profundo vínculo con Estados Unidos, tanto económica como política y militarmente. Hay alrededor de 60.000 soldados estadounidenses en Japón, distribuidos en 120 bases militares.

Muchos en la administración de Truman también deseaban usar la bomba atómica contra la Unión Soviética. Sin embargo, al presidente Truman le preocupaba que la destrucción de Moscú llevara al Ejército Rojo a invadir y destruir Europa Occidental como respuesta. Por ello, decidió esperar hasta que Estados Unidos tuviera suficientes ojivas para destruir por completo a la URSS y su ejército de un solo golpe.

Los planificadores de guerra estimaron esta cifra en alrededor de 400 ojivas. Para ello, Truman ordenó el aumento inmediato de la producción. Un ataque así, ahora sabemos, habría provocado un invierno nuclear que habría acabado definitivamente con toda vida organizada en la Tierra.

La decisión de destruir Rusia se topó con una férrea oposición en la comunidad científica estadounidense. Actualmente, se cree ampliamente que los científicos del Proyecto Manhattan, incluido el propio Robert J. Oppenheimer , transmitieron secretos nucleares a Moscú para acelerar su proyecto nuclear y desarrollar un elemento disuasorio que frenara este escenario catastrófico. Sin embargo, esta parte de la historia quedó fuera de la película biográfica de 2023.

En 1949, la URSS fue capaz de producir una disuasión nuclear creíble antes de que Estados Unidos hubiera producido cantidades suficientes para un ataque total, poniendo así fin a la amenaza y llevando al mundo a una era de destrucción mutua asegurada.

“Ciertamente, antes del 31 de diciembre de 1945, y con toda probabilidad antes del 1 de noviembre de 1945, Japón se habría rendido incluso si no se hubieran lanzado las bombas atómicas, incluso si Rusia no hubiera entrado en la guerra, e incluso si no se hubiera planeado o contemplado ninguna invasión”, concluyó un informe de 1946 del US Strategic Bombing Survey.

Dwight D. Eisenhower, Comandante Supremo Aliado en Europa y futuro presidente, era de la misma opinión, afirmando que:

Japón ya estaba derrotado y lanzar la bomba era completamente innecesario… ya no era obligatorio como medida para salvar vidas estadounidenses. Creía que Japón, en ese preciso momento, buscaba la manera de rendirse con el mínimo desprestigio.

Sin embargo, tanto Truman como Eisenhower consideraron públicamente la idea de usar armas nucleares contra China para frenar el auge del comunismo y defender su régimen títere en Taiwán. Fue solo el desarrollo de una ojiva nuclear china en 1964 lo que puso fin al peligro y, en última instancia, a la era de distensión de buenas relaciones entre las dos potencias, que perduró hasta el Pivote hacia Asia del presidente Obama .

En última instancia, el pueblo japonés fue el daño colateral de un gigantesco intento estadounidense de proyectar su poder a nivel mundial. Como escribió el general de brigada Carer Clarke, jefe de la inteligencia estadounidense en Japón: «Cuando no necesitábamos hacerlo, y sabíamos que no necesitábamos hacerlo, y ellos sabían que nosotros sabíamos que no necesitábamos hacerlo, los usamos [a los ciudadanos japoneses] como experimento para dos bombas atómicas».

De puntillas acercándose al Armagedón

El peligro de las armas nucleares está lejos de terminar. Hoy, Israel y Estados Unidos —dos naciones con armamento atómico— atacan las instalaciones nucleares iraníes. Sin embargo, sus continuas e hiperagresivas acciones contra sus enemigos solo sugieren a otros países que, a menos que ellos también posean armas de destrucción masiva, no estarán a salvo de un ataque. Corea del Norte, un país con una disuasión convencional y nuclear, no se enfrenta a tales ataques aéreos por parte de Estados Unidos o sus aliados. Por lo tanto, es probable que estas acciones provoquen que más naciones persigan ambiciones nucleares.

A principios de este año, India y Pakistán (dos estados con armas nucleares más) entraron en un conflicto abierto debido a disputas sobre terrorismo y Jammu y Cachemira. Muchas personas influyentes a ambos lados de la frontera exigían que sus respectivos bandos lanzaran sus armas nucleares, una decisión que también podría significar el fin de la vida humana organizada. Afortunadamente, prevaleció la serenidad.

Mientras tanto, la guerra en Ucrania continúa, y las fuerzas de la OTAN instan al presidente Zelenski a intensificar sus ataques. A principios de este mes, se informó que el propio presidente Trump animó al líder ucraniano a usar sus armas de fabricación occidental para atacar Moscú.

Son precisamente acciones como estas las que llevaron al Boletín de Científicos Atómicos a mover su famoso Reloj del Juicio Final a 89 segundos antes de la medianoche, lo más cerca que el mundo ha estado alguna vez de una catástrofe.

La guerra en Ucrania, que ya lleva tres años, se cierne sobre el mundo; el conflicto podría volverse nuclear en cualquier momento debido a una decisión precipitada, un accidente o un error de cálculo”, escribieron en su explicación, añadiendo que los conflictos en Asia podrían descontrolarse y convertirse en una guerra más amplia en cualquier momento, y que las potencias nucleares están actualizando y ampliando sus arsenales.

El Pentágono también está reclutando a Elon Musk para que le ayude a construir lo que denomina una Cúpula de Hierro estadounidense. Si bien esta medida se presenta en un lenguaje defensivo, dicho sistema, de tener éxito, otorgaría a Estados Unidos la capacidad de lanzar ataques nucleares en cualquier parte del mundo sin tener que preocuparse por las consecuencias de una respuesta similar.

Así, cuando recordamos los horrores de Hiroshima y Nagasaki hace 80 años, debemos entender que no sólo eran totalmente evitables, sino que ahora estamos más cerca de una confrontación nuclear catastrófica de lo que mucha gente cree.

Fuente original: https://www.mintpressnews.com/hiroshima-nagasaki-us-nuclear-lies/290336/

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