miércoles, 13 de mayo de 2015

OCCIDENTE. CUANDO NO HAY GUERRA SE PREPARA LA GUERRA



El interesante documental de Arte que podría pasar desapercibido

El Gladio sueco

Rebelión
La Vanguardia
13.05.2015


Ahora que regresamos a una segunda edición de guerra fría -en realidad nunca terminó- y aparecen signos de desafío en ciertos países europeos, resulta muy interesante ver documentales como los que el canal Arte ofreció el pasado 5 de mayo, y que se volverá a divulgar el martes 12 y el lunes 18, naturalmente a las 8,55… de la mañana.

http://www.tv-replay.fr/redirection/05-05-15/le-grand-bluff-de-ronald-reagan-arte-11061776.html

Quienes llevamos algunos años en estos asuntos ya conocemos la sustancia de la guerra fría. Sabemos, por ejemplo, que el imperio occidental fue siempre el más agresivo y temerario, creando armas de destrucción masiva y protagonizando situaciones de enorme peligro nuclear, pero la generación joven, que ahora parece despertar, suele ignorar muchas cosas esenciales, que el conflicto de Ucrania -y en general la creciente tensión militar del Imperio del Caos con los llamados BRICs, las potencias emergentes- pone de suma actualidad.

Por ejemplo: los precios del petróleo están ahora muy bajos y vuelven a aparecer submarinos rusos junto a las costas de Suecia y Finlandia (repasen la prensa de octubre del año pasado y de abril y mayo de este año). Todo eso ya pasó con Reagan: utilizando a los saudíes se forzó la bajada de precios contra la URSS, igual que ahora se hace contra Rusia (y Venezuela). Respecto a los submarinos, el referido documental es interesante porque demuestra como una de las democracias más robustas del mundo, de la que estamos a varias galaxias de distancia, funcionó como una república bananera; con sus militares y sus poderes fácticos conspirando por cuenta de Washington contra su primer ministro electo, el magnífico Olof Palme, al que acabaron asesinando en 1986.

El documental no hace sino confirmar una de mis más asentadas convicciones, a saber; que en asuntos de Estado y muy especialmente de Estados imperiales, uno siempre se queda corto cuando piensa mal: la realidad siempre acaba siendo bastante peor y superando lo que los cretinos denominan “teorías de la conspiración” y que frecuentemente no son más que prudentes reservas y sanos escepticismos.

Las fuentes de este documental son, por orden de aparición; Thomas C. Reed, ex consejero de seguridad nacional de Estados Unidos, Herbert Meyer, consejero del jefe de la CIA, John F. Lehman, ex secretario de la Navy, Ingemar Engman, asistente del secretario de defensa sueco, Ola Frithofson, ex secretario de las juventudes socialistas suecas, Olof Franstedt, ex jefe de los servicios secretos suecos, Boris Pankin, ex embajador soviético en Estocolmo y último ministro de exteriores de la URSS, Caspar Weiberger, ex secretario de Defensa de Estados Unidos, Egon Bahr el ayudante de Willy Brandt que inventó la Ostpolitik, o James “Ace” Lyons, adjunto del jefe de operaciones de la Navy, además de algunos expertos suecos y noruegos.

El documental narra como con Reagan se formó en la Casa Blanca un nuevo sanedrín de “seguridad nacional” para radicalizar la tensión con Moscú a cuyo frente estaba Bill Casey, director de la CIA, ex banquero de Wall Street y director de la campaña electoral de Reagan. Eran amigos y entraba en su despacho sin llamar, por así decirlo. Ese nuevo Comité de Operaciones restableció las operaciones militares más provocadoras desde los años cincuenta en las fronteras más sensibles de la URSS, en la península de Kola, donde Moscú tenía, y tiene, una buena parte de su apuesta nuclear estratégica, tanto submarina como terrestre, recreando ataques inminentes que volvían locos a los rusos. Pero lo más interesante, como se ha dicho, es lo que se hizo contra la amenaza que representaba Olof Palme, el gran socialdemócrata que deseaba construir un sistema de seguridad integrado entre el Este y el Oeste, algo cuyo defecto explica, ahora, tantos años después del fin oficial de la guerra fría, que se haya llegado a situaciones como las de Ucrania.

Para evitar aquella distensión que Palme propugnaba con gran inteligencia, el establishment sueco, el ejército, los servicios secretos, la gran burguesía y lo que hay alrededor de su institución monárquica, naturalmente con la enorme ayuda de la prensa corporativa, logró sembrar la histeria en el país. Para ello bastó con pasear varios “submarinos soviéticos” con el periscopio al alza –lo que es del todo absurdo- por delante de bases militares suecas e incluso frente al palacio real en Estocolmo y algunas residencias secundarias del monarca. Pero los submarinos no eran soviéticos, sino americanos, británicos y en algunos casos italianos usados por los americanos. La finalidad era desenmascarar la política antibelicista de Palme, a quien los propios servicios secretos suecos consideraban un “traidor”, explica Olof Franstedt, su ex director. Los americanos se encargaban de susurrarles al oído a los almirantes y generales que aquel hombre era un “agente de influencia” del KGB. En ese susurro era muy activo el jefe del contraespionaje americano, James Jesus Angleston, explica Franstedt.

Mientras Palme convocaba al embajador Boris Pankin para darle la bronca por aquello y éste le aseguraba que no había ningún submarino (al final, desesperado de que no le creyera, le dijo que bombardeara de una puñetera vez aquellas naves misteriosas), todos estaban en el secreto. Cuando más tarde Pankin fue nombrado (último) ministro de exteriores de la URSS, en agosto de 1991, como no las tenía todas consigo (entonces los diplomáticos soviéticos desconfiaban del KGB y de sus militares como del diablo), pidió a sus amigos Vadim Bakatin y Evgeni Sháposhnikov, hombres de Gorbachov y amigos suyos puestos al frente del KGB y del Ministerio de Defensa, respectivamente, que buscaran en los archivos de sus agencias si había documentos sobre todos aquellos incidentes de submarinos de los años ochenta: no los había. Cero. En el documental, James “Ace” Lyons, el adjunto de la Navy, admite que todo fue un montaje. El resultado fue excelente: Antes de la operación el porcentaje de suecos que se declaraba “amenazado” por la URSS era del 27%, después de la operación eran el 83% (minuto 37 del documental).

Pero es que luego, el 28 de febrero de 1986, Palme fue asesinado, en un caso aun no resuelto, como las bombas de Luxemburgo de la OTAN y tantos otros crímenes de la red Gladio de la OTAN durante la guerra fría. En 1986, Gorbachov ya estaba en el Kremlin y la política de paz de Palme, disponía de un formidable nuevo factor a su favor: la extraordinaria disposición hacia ella del líder soviético. A Palme lo mataron tres semanas antes de que viajara a Moscú. Para Gorbachov, “no hay duda de que fue un asesinato político, porque amenazaba intereses muy poderosos partidarios de mantener el estado de cosas”.

Suecia creó una comisión de investigación por lo de los submarinos (también por lo de Palme, naturalmente sin resultado). Un miembro de esa comisión recuerda como desaparecían los documentos. “Un grupo de individuos que actuaba fuera del cuadro democrático sueco, no quería que su propio gobierno supiera lo que había pasado en realidad”, dice. Una manera muy nórdica de decir que en determinadas situaciones, la democracia con más solera de Europa, importa una higa. Imagínense la nuestra.

Bueno, últimamente los europeos vamos comprendiendo mucho de todo eso en propia carne. Los griegos, por ejemplo, ya son doctores en esa ciencia. Algunas consignas del 15-M incluso lo reflejaron con gran acierto. Pero cuando leo los periódicos y veo a todos esos nuevos jóvenes actores esperanzadores que aparecen en el horizonte, me pregunto si saben lo que significa, realmente, plantarle cara a una oligarquía, los riesgos que conlleva y el nivel de juego sucio al que se enfrentan cuando se intenta reformar lo verdaderamente esencial, trátense de un sistema de seguridad internacional, o de los intereses financieros de la cleptocracia local. 


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OCCIDENTE ENTRE LA GUERRA Y LA GUERRA



Un desastre a punto de ocurrir

La extensión a otros países de la guerra liderada por Estados Unidos contra ISIS

Rebelión
Middle East Eye
13.05.2015

Traducción para Rebelión de Loles Oliván.


Según la información publicada el 29 de abril en The New York Times, en las próximas semanas se reunirán los dirigentes de la coalición liderada por Estados Unidos en guerra contra el Estado Islámico en Iraq y Siria (ISIS) para evaluar la ampliación de la misión a otros países. 

De momento, el gobierno de Obama intenta que el Congreso apoye una medida que autorizaría extender la guerra a naciones como Argelia, Egipto, Líbano, Libia, Túnez y Yemen. Ampliar las operaciones militares dirigidas por Estados Unidos sería desastroso y hay que oponerse a ello. 

Que Occidente intervenga militarmente no es la manera de resolver el ascenso de ISIS. Hasta el momento los logros que se han obtenido contra el grupo son escasos; ISIS sigue mostrando su fortaleza a pesar de que la coalición esté en guerra contra el grupo desde que Estados Unidos iniciase el lanzamiento de ataques aéreos en agosto del año pasado. La coalición ha lanzado más de 3.700 bombardeos en Iraq y Siria y sin embargo, ISIS sigue manteniendo el control de importantes territorios como Mosul en Iraq y Deir Ezzor en Siria. 

ISIS ha avanzado recientemente hacia Damasco y ha atacado Ramadi, capital de la provincia iraquí de Anbar, y Baiyi, la mayor refinería de petróleo de Iraq. Asimismo se ha documentado en los últimos meses el incremento del número de personas que viajan desde Europa para unirse a ISIS. Entretanto tanto, hay signos de que ISIS y Jabhat al-Nusra operan juntos en el campamento de refugiados palestinos de Yarmuk, en Siria, lo que mueve a pensar que los bombardeos de la coalición han facilitado la cooperación entre ISIS y al-Nusra, tal y como señalaron ya algunos informes anteriores. 

Puede que esta situación cambie y que la coalición liderada por Occidente contribuya a dispersar a ISIS de los territorios que controla. No obstante, a menos que se aborden las condiciones subyacentes que han permitido la aparición de un grupo como ISIS, otra organización igualmente sanguinaria ocupará su lugar. 

Además, es absurdo confiar en que la acción militar liderada por Estados Unidos pondrá fin a las matanzas y la opresión de ISIS o de cualquier otro actor, porque está claro que el objetivo estadounidense en Oriente Próximo no es acabar con la tiranía y la violencia, como tampoco lo es el de sus aliados. 

Objetivos de la política estadounidense: ir detrás el dinero 
Como han escrito los académicos canadienses Greg Albo y Jerome Klassen en Empire's Ally, tres son los objetivos que han guiado durante mucho tiempo la estrategia de Estados Unidos en la región: “1) liberalizar el espacio económico de Oriente Próximo a través del Consejo de Cooperación del Golfo y de la normalización de Israel; 2) acceder y regular la distribución del suministro de petróleo frente a la cada vez mayor competencia de Europa y Asia; 3) implantar bases militares con el objetivo de estabilizar la región bajo la hegemonía estadounidense”. Estos objetivos son incompatibles con la paz y la justicia que, de hecho, las debilitan aún más. 

No hay razón alguna para considerar que los políticos estadounidenses se hayan distanciado de estos objetivos desde que el poder de ISIS ascendiera. Las pruebas disponibles sugieren, por el contrario, que Estados Unidos mantiene esas prioridades. El enriquecimiento de los fabricantes de armas estadounidenses en los mercados de Oriente Próximo es una característica de las relaciones a largo plazo entre Estados Unidos y la región. 

Lo mismo ocurre en el contexto de la guerra de la coalición contra ISIS. The New York Times informa de que la venta de armamento estadounidense alimenta la guerra en “un boom para los contratistas de defensa estadounidenses a la caza de negocios en el extranjero”: Arabia Saudí gastó 80 mil millones de dólares en armas en 2014 y Qatar firmó un acuerdo de 11 mil millones de dólares en Estados Unidos en ese mismo año. 

Los Emiratos Árabes Unidos están utilizando F-16 estadounidense para bombardear Yemen y Siria y quieren comprar aviones no tripulados Predatorfabricados en Estados Unidos; paralelamente, representantes de la industria de defensa han informado al Congreso de que esperan una solicitud de compra de armamento de otros “aliados árabes que combaten al Estado Islámico”, como Bahrein, Egipto y Jordania. 

Abordar las causas fundamentales 
Según señala el artículo de The New York Times, los fabricantes de armas estadounidenses van “detrás del dinero”: desde 2011 tanto Boeing como Lockheed Martin han abierto delegaciones en Doha (Qatar). En diciembre, por otra parte, la Agencia de Cooperación de Seguridad de Defensa de Estados Unidos informó al Congreso de que planeaba vender al gobierno iraquí casi 3 mil millones de dólares en armamento. Al sembrar la región de armamento y aprovisionar a las dictaduras, los políticos estadounidenses están demostrando que su preocupación es sacar provecho de la guerra y de la represión en lugar de combatirlas. 

En última instancia, la única manera de poner fin a las campañas de violaciones, explotación, sectarismo, torturas y asesinatos, es abordar sus causas profundas. En el epicentro de todas ellas se encuentra la política occidental hacia Oriente Próximo y el Norte de África como ha quedado demostrado claramente en el caso de Libia, destruida por la OTAN por razones políticas y económicas creando con ello las condiciones que han permitido que ISIS emerja en ese país. En Iraq, de manera similar, Estados Unidos y sus aliados han matado más personas que ISIS (durante la invasión y ocupación brutal del país, origen y causa del nacimiento de este mismo grupo). 

SI la guerra contra ISIS se extiende a más países llevando a las mismas fuerzas occidentales que han ejecutado repetidamente matanzas con fines de lucro y que han creado las condiciones para que las élites locales esclavicen, maten, aterroricen y practiquen la limpieza étnica, las consecuencias serán atroces. Teniendo en cuenta que los intereses de la élite de Estados Unidos en Oriente Próximo están lejos de ser humanitarios, y dado que el poderío de ISIS no retrocede, hay que ser muy cándido para creerse que los muchos civiles muertos por la coalición de Estados Unidos en Iraq y Siria son el coste necesario para derrotar a ISIS. 

Como escribe Sarah Lazare, periodista independiente, para que la gente de Oriente Próximo tenga un futuro más esperanzador, “el gobierno de Estados Unidos debe retirarse y desmilitarizar su fallida guerra contra el terrorismo, no sólo retirando sus propias fuerzas de Oriente Próximo, sino apagando los fuegos que ha avivado con guerras subrogadas y con un política exterior hipócrita, lo que incluye sus alianzas con gobiernos que apoyan directa e indirectamente a ISIS, como Arabia Saudí y Turquía”. Para que esto suceda tienen que revitalizarse los movimientos contra la guerra y por la justicia social de Estados Unidos y de los Estados aliados. 

Gregory Shupak es escritor y activista que enseña Estudios de Medios de Comunicación en la Universidad de Guelph, Canadá. 


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