lunes, 16 de abril de 2012

UNA EVANGÉLICA

Mis amados hermanos y demás feligresía: el elefante sea con vosotros (poneos de pie) Y con mi espíritu.
Negro lo tienen los ricos, amantísimos lectores, porque para encontrar la paz del Señor han de pasar por el ojo de una aguja (pasar por Hacienda para pagar lo del César no es obligatorio).
Y siendo esto así, mis queridos y amadísimos hermanos…, ¿no será mucho mas difícil que pase un elefante por el susodicho ojo de aguja, con los pedazos de orejas que tienen?. ¿Será tan tonto el elefante de ni tan siquiera intentarlo?
Más yo os digo, mis sufridos lectores… Si, a más a más, Don Juan Carlos I y más que posiblemente, Último de España, de por si ya es voluminoso, rico y mata elefantes, ¡no le valdría más que en vez de encabezonarse en meterse por el ojo la aguja, cogiera el petate y saliera de España a toda hostia y con toda su familia, que lo podría hacer por cualquiera de los cuatro puntos cardinales sin el inconveniente ese que supone la pequeñez del ojo de la aguja? Pues a eso iba yo.
Daos ahora fraternalmente la mano, que pa luego es tarde, salid corriendo a toda leche por la dirección que os plazca, pero corred, por amor de Dios no os estéis quietos, moveos cual garbanzo duro en la boca de un viejo, y corred sin volver la vista atrás que podéis tropezar. En el nombre de Dios, po favó po favó sus lo pido, ni habéis leído esto, ni yo he escrito nada de nada, ni nos conocemos, ni nos hemos visto en la puta vida. Por los siglos de los siglos, Amén, y hasta más ver. Que Díos reparta suerte que hambre no ha de faltar.

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