Trabajador; Experto Universitario en Antropología y Ética, 2023; Master en Cooperación Internacional y Desarrollo de los Pueblos, 2022; Diplomado en Sociología, 2021; Químico industrial; asesor de inversiones y financiación; Gerente de empresas Cooperativas; Comunidades Europeas por la Universidad Politécnica de Madrid (CEPADE).( y cazador de forajidos, atracadores de Estados y ex-presidentes vivos de gobiernos Españoles )
Solo uno de cada seis
institutos tiene servicio de comedor, según el último informe de la ONG Educo;
además, el 63,7% de los hogares que necesitan una beca comedor y la solicitan
no reciben esta ayuda.
Vivian es una madre
soltera a cargo de una hija de 13 años. Ambas viven juntas en una misma
habitación en un piso compartido de Madrid. El día a día de Vivian consiste en
salir de casa a las siete de la mañana y no regresar hasta las ocho y media de
la noche. Trabaja realizando diferentes servicios de limpieza a lo largo del
día y, nada más cruzar el umbral de la puerta, va directa a prepararle la cena
a su hija, además de la comida del día siguiente. La joven, recién entrada en
la adolescencia, comerá en soledad al día siguiente. Y al siguiente. Y al
siguiente. “Yo le preparo la comida de tal forma que solo tenga que calentarla
en el microondas y comer, pero ni así. Hay veces que no come o que dice que se
le pasa la hora… Entonces tienes que estar el doble de pendiente de ella en ese
sentido”, asegura.
Cuando estuvo en el
colegio la beca comedor de Educo fue su “tabla de salvamento”, pero ahora ha
pasado al instituto y allí no hay comedor. Este no es un caso aislado: el 83,3%
de los centros de secundaria españoles no tienen este servicio, según el último
informe publicado por la ONG Educo Vuelta al cole, ¿vuelta al comedor? Un
inicio de curso difícil para la infancia más vulnerable y sus familias, que
recuerda que la escasez de comedores escolares se da, además, bajo un contexto
muy complicado: la cesta de la compra ha subido casi un 40% en los últimos 3
años.
El 54% de las familias tiene dificultades para llegar a fin de mes
Las familias que tienen
dificultades para llegar a final de mes han aumentado el último año hasta
llegar al 54% de los hogares con hijos e hijas menores de edad, de las cuales
el 28% reconoce tener “ciertas dificultades” y el 26% complicaciones severas.
Casi un 10% más de familias respecto al año pasado se encuentran en esta
situación de “asfixia”, sostiene la ONG.
Vivian y su hija llevan
dos años sin comer pescado porque no se lo pueden permitir, pero no son la
excepción: más de 550.000 niños, niñas y adolescentes y más de 333.000 hogares
con hijos o hijas menores de 18 años no pueden costearse comer carne, pollo o pescado
(o sus equivalentes proteicos) cada dos días. Se trata del valor más alto desde
hace dos décadas.
La habitación que
comparten Vivian y su hija.
“Una de las mamás de la Asociación Solidaridad Madres Solteras, pobrecita,
fue al pediatra y él le dijo que su hijo tenía sobrepeso y que qué le daba de
comer. Ella se lo explicó y él le dijo que ‘eso no, que eso es comida
chatarra’, que no podía darle de desayunar, por ejemplo, una magdalena y dijo
la mamá llorando: ‘¿y qué hago, si es lo único que me puede compensar para
comprar en paquetes y no pasar hambre?’”, cuenta Vivian. Otra madre de la
asociación, explica, tiene que sacar a su niño del colegio a la hora de comer,
darle en la calle “cualquier cosa”, y esperar a la hora de entrada para
volverlo a dejar e irse corriendo a trabajar.
Para las familias más
pobres, con dos hijos o hijas menores de 14 años, el coste del comedor escolar
supone al menos el 16% (una sexta parte) de sus ingresos, subraya Educo. Tan
solo uno de cada tres solicitantes de beca, la recibe. Es decir, el 63,7 % de
quienes la necesitan y la solicitan no reciben esta ayuda.
Los impactos en los niños y adolescentes
Pilar Orenes, directora
de Educo, explica que el comedor escolar no sólo garantiza una comida saludable
al día, sino que es también un entorno de protección y de desarrollo, donde los
niños y niñas resuelven conflictos, y donde se relacionan con adultos de otra
manera. “Es el comedor escolar y todo lo que ocurre a su alrededor. Esa es
nuestra demanda: que sea considerado como parte de la educación, como parte del
proyecto de centro. Y, como es clave, tiene que estar garantizado para todos y,
en especial, en aquellos que están en riesgo de pobreza y exclusión”, añade.
Albert Arcarons,
sociólogo y ex director de la Oficina del Alto Comisionado para la lucha contra
la Pobreza Infantil (organismo que dejó de existir en noviembre del año pasado,
con la creación del nuevo Ministerio de Juventud e Infancia), explica que los
efectos de una política de comedores escolares van mucho más allá de la
alimentación. La buena o mala alimentación tiene consecuencias en el
rendimiento académico, que se manifiestan en la capacidad para concentrarse,
para memorizar, para razonar, hasta en el comportamiento y el habla.
La ampliación del
servicio de comedores en la secundaria podría prevenir un sinfín de situaciones
de riesgo relacionadas con la adolescencia: “Sabemos que cuando los niños o
adolescentes no acuden al comedor pasan más tiempo en su casa y no siempre
todas estas casas tienen esta garantía de protección: a veces comen mal, poco,
o en soledad. Hay más posibilidades de que, en vez de estar relacionándose con
personas de su edad, pasen más tiempo con las pantallas. Se reducen sus
posibilidades de socialización”, afirman desde Educo.
Un solo año de
diferencia, el que transcurre entre que un niño o niña pasa de sexto a primero
de secundaria, puede bastar para poner patas arriba la vida de una familia: “En
el colegio estaba segura de que estaba comiendo variado, de que la estaban
viendo comer, y de que se aseguraban de que comiese lo que tenía que comer.
Pero la adolescencia no la estamos llevando nada bien. Estos meses que ha
pasado comiendo en casa he estado sintiendo muchísimo el cambio. Es el doble de
trabajo”, lamenta Vivian. Se siente frustrada y antes no podía hablar de ello
sin llorar en el intento. “Mi miedo es que yo estoy sola y que se me descarrile
totalmente sería…”, comenta pavorosa.
Lidia Folgar,
dietista-nutricionista especializada en psiconutrición y nutrición
pediátrica, expone otros beneficios del comedor: “El efecto del grupo, de los
iguales, es muy beneficioso a la hora de adquirir patrones dietéticos. Si hay
una comida establecida y todas las personas comen lo mismo, es la mejor manera
de asumirlo como una normalidad y no como una imposición”. El comedor también
cobra un papel muy importante a la hora de detectar casos de TCA (Trastornos de
la Conducta Alimentaria): “El personal puede identificar comportamientos
alterados con la comida en adolescentes, algo que no ocurre en casa si comen
solos o a una hora diferente que el resto de la familia, ya que se pueden
esconder con más facilidad. Pueden identificar señales de alarma que permitan
una intervención precoz con los trastornos alimentarios”, afirma la experta.
Sólo un 3% de los adolescentes españoles, señala el estudio, disfrutan a día de
hoy de un servicio de comedor escolar en sus institutos.
El primer paso:
garantizar las becas a quien las necesite
Desde Educo hablan de
mirar a largo plazo sin descuidar el corto. Señalan como destino final un
modelo de comedor universal y gratuito (algo que ya se realiza en países
europeos como Suecia y Finlandia), pero el primer escalón, el que más urgencia
y atención requiere, es otro: piden como medida indispensable que los
Presupuestos Generales del Estado para 2025 incluyan de manera urgente una
nueva línea de transferencia a las comunidades autónomas para ayudas de comedor
de 468 millones de euros que, cofinanciadas por las comunidades autónomas,
garanticen el acceso al comedor escolar gratuito a todos los niños y las niñas
bajo el umbral de la pobreza, acordando este umbral estatal como la mínima
renta para acceder a estas ayudas.
Arcarons, a título personal,
insiste en esto: “Se han dado varios pasos importantes en España, pero que
todos los niños en situación de pobreza o exclusión social tengan acceso
gratuito a los comedores escolares es algo que debería estar ocurriendo ya. Lo
deberían estar garantizando ya las autonomías. Es lo que dice la Garantía Infantil
Europea”.
Orenes (Educo) apunta
que uno de los primeros pasos a dar es asegurar que haya estos servicios en
todos los centros (tanto de primaria como de secundaria), ya que el 15% de los
centros escolares de primaria en España ni siquiera tienen comedor.
Un modelo universal y
gratuito
En una entrevista para
elDiario.es Donald Bundy, uno de los grandes expertos mundiales
en nutrición escolar, aseguraba que “el comedor escolar gratuito universal no
es una idea ni tan loca ni tan ambiciosa”, ya que “la mayoría de este tipo de
comidas se dan en países de ingresos bajos o medios bajos”. Entre otras cosas,
la aplicación de este modelo, asegura Arcorons, reduce la inseguridad alimentaria
en la población infantil ante crisis económicas o de inflación, además de en
situaciones de guerra.
Menos abandono educativo
temprano, una mayor probabilidad de realizar estudios universitarios, y un
aumento de sus ingresos en la vida adulta.
Debido a que países como
Suecia o Finlandia llevan muchos años aplicando este sistema, hay datos
suficientes que arrojan luz al asunto sacados de estudios que midieron el
impacto a largo plazo en la vida de los niños: menos abandono educativo
temprano, una mayor probabilidad de realizar estudios universitarios, y un
aumento de sus ingresos en la vida adulta.
Según un estudio de
Educo de 2022, si el comedor fuera gratuito, la asistencia sería del 77,38% a
nivel estatal. Desde la ONG afirman que para cumplir todos estos objetivos sólo
hace falta una concienciación real por parte de la sociedad y voluntad
política: “Hay que asegurar que tengamos claro el aporte que da el comedor
escolar para la infancia. Se trataría de un cambio casi cultural que tendría
que acompañar a los cambios más prácticos y operativos”.
Si se transicionase a un
modelo más holístico, señala el exdirector del Alto Comisariado para la Pobreza
Infantil, se generaría un cambio sistémico también a otros niveles, como la
inclusión social, la salud pública, la igualdad de género, la conciliación
mercado laboral-vida familiar, y también se materializaría en un posible
impulso hacia la transformación hacia un sistema agroalimentario más sostenible
(poniendo en valor una producción Km 0, local, sostenible).
Hablo con cierta frecuencia del «abuso mental» que desde las religiones se
ejerce sobre los menores de edad. Varias personas, algunas de ellas próximas
ideológicamente, me han reprochado el cargar las tintas en exceso, el exagerar;
eso me ha llevado a dudar y a volver a reflexionar sobre el asunto, e incluso a
escribir un libro de próxima aparición.
Ahora que
comienza un nuevo curso, quiero resumir aquí en qué creo que consiste ese tipo
de abuso, que en mi opinión suele perpetrarse tanto en la catequesis
parroquial (sobre todo en la preparación de la primera comunión) como
en la catequesis escolar (es decir, en las clases de
religión), además de en la familia. Recordemos que toda la instrucción católica
se fundamenta en el Catecismo de la Iglesia, que
contiene, actualizada, la doctrina de ésta, y que por ello es una referencia
principal para lo que sigue.
En estos
contextos religiosos, abusar mentalmente de un menor de edad consiste en
aprovecharse, desde una posición de autoridad y poder, de su vulnerabilidad –debida
a la etapa temprana de su desarrollo– para inducirlo a aceptar
acríticamente ciertascreencias (palmariamente erróneas, a
menudo absurdas) sobre el mundo y la existencia, y, en base a estas, coaccionarlo para
que lleve a cabo determinados tipos de conductas y rechace
otros. El abuso se realiza por tanto, según mi punto de vista, mediante la
transmisión a los menores de graves engaños de diversa índole
que pueden perjudicar en mayor o menor grado su desarrollo
intelectual, afectivo, social y moral, lo que además puede tener una
repercusión negativa sobre la sociedad. Además, usualmente hay un abuso
complementario mediante el acoso a la intimidad de sus conciencias.
En mi opinión, los principales componentes –algunos, entrelazados– del
abuso mental religioso sobre la infancia son los siguientes:
• Engaño
intelectual. Según lo que conocemos gracias a los avances científicos
y a la mera racionalidad, se engaña gravemente a los niños acerca de
cómo es la realidad: de lo que existe y no existe, de cómo funciona el
mundo, y de la propia identidad y expectativas vitales. De especial relevancia
es que se hace creer a los menores que hay un Dios-Creador al
que deben su propia existencia y que, por esa razón, es su dueño y
señor. No olvidemos que el creacionismo, contrario al evolucionismo, está
totalmente desacreditado por anticientífico.
También hay engaños
cuando se afirma la existencia de más entes sobrenaturales (ángeles
y otros seres celestiales, infernales o purgatoriales) que,
además, intervienen en el mundo real y llevan a cabo milagros (opuestos
radicalmente a la ciencia). Y un engaño clave es el que se refiere a la
existencia de las almas inmateriales e inmortales, que nos permiten
una vida celestial (o infernal) después de la muerte del cuerpo.
• Actividades
supersticiosas y mágicas. Se hace creer que podemos controlar
hasta cierto punto a los seres de ultratumba (Dios, ángeles, santos,
la Virgen), o ganarnos el favor de sus poderes sobrenaturales, mediante
palabras, acciones, o participación en ritos (misas…) dirigidos a ellos, o con
gestos de cariz mágico (como el santiguarse). Piénsese en los rezos o
plegarias, desde el Padrenuestro o el Ave María, hasta los específicos
infantiles como el «Jesusito de mi vida…» o el «Cuatro ángeles tiene mi cama…»,
que tendrían efectos beneficiosos en el mundo real (mediante la concesión de
los mencionados milagros). La enorme confusión de relaciones causa-efecto es la
base de la superstición y la pseudociencia.
• “Pensamiento”
dogmático. Se enseña a los niños un modo dogmático de acceder
al conocimiento, por el que deben creer lo que les dicen unas personas con
autoridad o unos libros sagrados, sin prueba alguna, e incluso contra todo tipo
de evidencias. Este “pensamiento” y este modo de adquirir conocimientos se
opone a la racionalidad, la duda, la objetividad, el pensamiento crítico, y la
exigencia de pruebas, característicos de la ciencia, que van parejos a la
posibilidad de profundización o rectificación de los conocimientos adquiridos.
Con todo ello crece el peligro de que se incentive el fanatismo
integrista y el fundamentalismo.
• Moralidad
heterónoma. Se imponen unas normas morales que se supone que provienen
de Dios, y están dictadas por unas autoridades personales o unos textos
sagrados, eliminando la posibilidad de la autonomía moral. No hace falta leer a
Kant para entender que ir contra esta autonomía equivale a negar la
libertad personal y es un atentado contra la dignidad humana.
En
consecuencia, se enseña a responder en sociedad ante Dios más que ante
los demás (por ejemplo, cuando se jura un cargo).
• Normas
morales contra derechos fundamentales. Las normas morales que trata de
imponer la religión, en buena parte van contra los derechos humanos, sobre todo
los de las mujeres, homosexuales, y personas LGTBI. Es pues una
moralidad machista, homófoba y LGTBIfoba,… que lleva a negar derechos y libertades
fundamentales, como el disponer libremente del propio cuerpo y de la propia
vida, y el respetar estos derechos de los demás. Hay un rechazo explícito
del derecho al aborto, a la eutanasia, a los anticonceptivos, a la
homosexualidad y a otras formas de sexualidad (al sexo libre).
• Ejemplaridad
anómala. Se le presenta a la infancia, como modelos de rectos
comportamientos, los de personajes reales o ficticios que ejemplifican valores
religiosos a menudo contrarios a la libertad de conciencia y a la
dignidad humana. Baste como ejemplo (especialmente nocivo para las
niñas) el de la «Virgen María», modelo de docilidad y sumisión a
la autoridad religiosa, a entes ultramundanos y a los varones, y de renuncia,
extrema hasta el absurdo, a los goces sexuales y a sus intereses personales.
Repárese también en los más de 1.500 nuevos beatos proclamados por el
papa Francisco y predecesores por ser «mártires de la guerra civil
española», todos, curiosamente, del bando fascista.
En un ámbito
más próximo, se consideran personas ejemplares cotidianas las autoridades
de la Iglesia (desde curas hasta el papa), todas ellas varones (lo
que refuerza un modelo machista de sociedad y conducta), y las
o los catequistas, subordinados a ellos. Además, el conocido dicho «haz lo que
yo diga pero no lo que yo haga» suele aplicarse con especial acierto para
describir la frecuente hipocresía de la casta sacerdotal y de
los beatos, una “virtud” que quizás no se enseñe formalmente,
pero que parece que se aprende con facilidad.
• Supremacismo
machista. La moralidad y la mencionada «ejemplaridad» religiosa
incluyen estereotipos machistas de género que perjudican a los dos
sexos, al verse ambos apremiados a satisfacer ciertas expectativas muy
limitantes y frustrantes (chicos duros, mujeres dóciles…). Pero dañan, sobre
todo, a las mujeres, homosexuales y LGTBI, pues se pretende que se
consideren inferiores a los hombres heterosexuales; estos se creen, en
consonancia, superiores y merecedores de privilegios. Este supremacismo puede
llegar a favorecer reacciones violentas por parte de los segundos cuando ven
peligrar su superioridad y privilegios sobre las primeras. En otras palabras,
todo ello puede servir para justificar o promover la violencia
machista, así como la vicaria sobre los menores.
El supremacismo
machista de la Iglesia católica y otras organizaciones religiosas es tan
extremo que para formar parte de la jerarquía es imprescindible tener pene. Al
margen de que no entiendo que esa discriminación sea legal –y tolerada social
y políticamente–, me parece abominable que líderes ygobiernos
que alardean de feministas le mantengan a tan hipermachistas entidades extraordinarias
prerrogativas educativas.
• Ideología
(ultra)derechista. Cabe añadir que, desde el punto de vista político,
la religión suele educar en un tipo de valores (los mencionados y otros
relacionados) defendidos por la derecha extrema, de modo que cabe
esperar que se incentive un apego por esta ideología política (por descontado,
no tanto como en el franquismo), lo cual creo que tiene repercusiones sociales,
en mi opinión muy negativas. No olvidemos la complicidad total y criminal de la
Iglesia católica española con el franquismo (y el apoyo actual a la derecha
ultramontana); los desorbitados privilegios de la Iglesia en España demuestran
que siguen existiendo gravísimas secuelas económicas, políticas, y
educativas (las aquí denunciadas) del nacionalcatolicismo franquista. No
habrá verdadera «memoria democrática» mientras no se extingan.
• Segregación
por creencias. En la instrucción religiosa infantil se separa a los
adoctrinados en cada creencia de los adoctrinados en otras, y de los no
catequizados. A veces ocurre en el mismo centro –temporalmente, durante las
clases de religión–, otras en centros diferentes. Por cierto, me parece inaceptable
que existan centros educativos (concertados o privados) con un «ideario»
religiosoo de otra ideología dogmática, en los que además
hay una segregación por clases sociales. La escuela laica, como el respeto a la
infancia, debe ser universal, y no es de recibo eso de que «quien quiera
religión escolar para sus hijos que la pague», pues deben prevalecer los
derechos humanos de todos los niños.
Por otra parte,
se hace creer y sentir a los creyentes de cada tipo que son superiores
al resto, pues ellos poseen la Verdad absoluta, pero también se
sienten temerosos con los diferentes. Esas creencias que excluyen, temen y menosprecian
a los no correligionarios sirven de fundamento, coartada o refuerzo para la
desconfianza y para avivar conflictos entre individuos o entre grupos. Alientan
el supremacismo xenófobo, con sus componentes de recelo y de odio.
A nivel mundial, a menudo esos conflictos son armados (guerras incluidas).
• Invasión
y acoso de la intimidad mental. Especialmente durante el «sacramento»
dela confesión, necesario para la comunión (otro sacramento) y para alcanzar la
«salvación», se obliga a los niños a «confesar» sus pensamientos y
sentimientos más íntimos. No se trata solo de una intromisión en la
intimidad del menor (invasión), sino de que esta es examinada, juzgada
y manipulada (acoso). Se viola así gravemente el derecho fundamental a
la intimidad recogido en la Constitución española (art. 18) y varias
Declaraciones de Derechos.
La aceptación
de una intromisión en la intimidad acaso facilite la posterior tolerancia
frente a las intrusiones que se ejercen mediante las nuevas tecnologías, con
las que se vulnera lo que hoy se considera un «neuroderecho»
fundamental.
No solo eso;
además, se hace creer a los menores que sus mentes (así como sus acciones)
están continuamente vigiladas, es decir, que alguien conoce (y
eventualmente premiará, o castigará como pecados) sus pensamientos,
sentimientos y deseos. Me parece algo abyecto y perverso, pero no suele
juzgarse así supongo que por la fuerza de la costumbre. Entre los vigilantes
ultramundanos está Dios en primer lugar, y seres de apariencia bondadosa como
los Reyes Magos.
• Culpabilización
desproporcionada. Se introducen sentimientos desmedidos de culpa (pecado)
y de necesidad de redención y castigo, según las normas de la moral heterónoma
impuesta. Se acompaña de sentimientos de vergüenza, temor, inferioridad
y dependencia de la aprobación y el perdón por parte de las
autoridades religiosas.
• Represión
de goces espirituales y físicos. La moralidad heterónoma represora y
la culpabilización impiden o dificultan el goce del propio cuerpo y de las
relaciones sexuales y afectivas libres con los demás.
• Miedo. Se
introducen sentimientos de miedo ante los castigos en «esta
vida» (físicos y sobre todo psicológicos) y en «la otra», es decir, después de
la muerte (una condena eterna en el infierno, o temporal en el purgatorio).
Como dijo Spinoza, el miedo promueve la superstición; y también la violencia.
• Chantaje. Hay
chantajes de tipo positivo con la promesa de goces
espirituales y materiales, de nuevo en esta vida (por ejemplo,
alabanzas y consideración, regalos, festejos…) o en la otra (la
«salvación» que niega la muerte y lleva a la «gloria» eterna). Y de tipo negativo, sobre
todopor el mencionado miedo a los castigos, o de verse privados de los goces
prometidos.
• Inducción
al proselitismo. Al estar en posesión de la Verdad absoluta, tanto
intelectual como moral, se incita a los niños a transmitirla, a defenderla, y
hasta a imponerla sobre los demás (aquí conectamos con los aspectos sociales y
políticos).
• Afiliación
involuntaria a una organización. Generalmente, a los pocos meses de nacer,
es decir, cuando el menor no tiene la más mínima consciencia de lo que se hace
con él, se le afilia en una organización religiosa (según los creyentes, de por
vida). Ahí no hay aún, estrictamente, abuso mental, pero la afiliación
involuntaria ya es un abuso en sí misma, y además se realiza con el
compromiso de los adultos implicados de imbuirle al menor las doctrinas religiosas
correspondientes. Normalmente, ese menor, antes de que pueda decidir, será
catequizado (adoctrinado) en la escuela, la parroquia y la familia, será
sometido a confesión, hará la primera comunión, etc.
Todo lo
expuesto, y probablemente más, puede tener mayor o menor importancia, producir
más o menos daño en las niñas y niños. Cuando hay menos perjuicio es porque el
adoctrinamiento es más torpe, menos acorde con los dogmas católicos (o los que
correspondan), o se ve contrarrestado por influencias emancipadoras. Pero cuanto
más calen las creencias religiosas en las mentes infantiles, más grave será el
menoscabo que pueda causar a los propios niños, y a los demás, todo lo
dicho anteriormente. No se me ocurre ningún efecto positivo serio que compense
significativamente todo lo advertido, aunque algunas personas aducen que han
quedado «vacunadas» contra los fraudes religiosos y contra otros engaños y
abusos mentales. Sin embargo, parece más habitual que las víctimas del
adoctrinamiento religioso, es decir, del “pensamiento” irracional y de la
desinformación probablemente más exitosa de la historia de la humanidad,
sean más proclives a dejarse embaucar por otros engaños irracionales o
pseudocientíficos, religiosos o no; en definitiva, por otros tipos de
desinformación. Y a aceptar dócilmente otras fuentes de desigualdad social,
especialmente el neoliberalismo.
Otro aspecto
que considerar es el enorme número de niñas y niños afectados: cada
curso, más de tres millones reciben catequesis escolar (no tengo datos
sobre la parroquial), es decir, algo más de la mitad del total. A quienes me
dicen que el 99 % de los niños adoctrinados salen indemnes de todo lo que
argumento, les pido que echen cuentas del impacto bruto que supone, incluso con
esa estimación tan optimista e inverosímil.
Por último, no
se olvide, de una parte, que el abuso mental a veces va de la mano o es
la antesala de abusos sexuales por parte de sacerdotes u otros
miembros de la Iglesia a quienes se concede autoridad e intimidad sobre los
niños. Así que, padres y madres: más vale ser muy precavidos y no fiarse. Y,
por otra parte, que todo lo dicho vale igualmente para otras religiones,
como el judaísmo, el evangelismo, el islamismo… Los abusos
mentales y físicos que fundamentándose en este último se perpetran sobre las
niñas y las mujeres en general son hoy día especialmente extremos y
dramáticos en varios países.
El abuso mental
religioso sobre la infancia es antónimo del respeto y la
promoción del desarrollo de la conciencia libre, de la emancipación y la
dignidad humanas. En nombre de ese respeto a las niñas y niños, me atrevo a
pedir a los padres, madres y tutores que reflexionen sobre
todo lo aquí expuesto, sobre lo que está en juego si los alistan y adoctrinan
religiosamente (o de otra manera); en particular, si los apuntan a la
catequesis parroquial o escolar (o a lo equivalente en cualquier religión o
ideología dogmática). Les recuerdo que, si en este mismo momento ya están
apuntados, tienen todo el derecho a sacarlos y liberarlos. E,
incluso en casa, tengamos presente que no somos dueños, sino
responsables, de nuestros hijos e hijas.
Es obvio que
hacen falta además cambios legislativos y otras medidas políticas contra
el abuso aquí denunciado, en particular para acabar con todo adoctrinamiento
escolar (público y privado) y, por descontado, con toda ayuda pública (los
llamados «conciertos») a centros adoctrinadores. No hablo de ellas aquí, pero
quiero añadir, con gran pesar, que en la actualidad no espero gran cosa de los
grupos políticos autoproclamados «progresistas» que se supone que comparten
buena parte de lo aquí defendido, si no todo, pues no hay expectativas de que
actúen mientras no encaje en sus cálculos electorales. Es deplorable que estén
siendo cómplices de la grave agresión, aquí denunciada, sobre la
infancia.