sábado, 7 de septiembre de 2024

Adolescentes que comen mal o no comen: España ha «renunciado» al comedor escolar en secundaria

 

Adolescentes que comen mal o no comen: España ha «renunciado» al comedor escolar en secundaria

 

Por Ariadna Martínez | 07/09/2024 | España

Fuentes: El Diario

Solo uno de cada seis institutos tiene servicio de comedor, según el último informe de la ONG Educo; además, el 63,7% de los hogares que necesitan una beca comedor y la solicitan no reciben esta ayuda.

Vivian es una madre soltera a cargo de una hija de 13 años. Ambas viven juntas en una misma habitación en un piso compartido de Madrid. El día a día de Vivian consiste en salir de casa a las siete de la mañana y no regresar hasta las ocho y media de la noche. Trabaja realizando diferentes servicios de limpieza a lo largo del día y, nada más cruzar el umbral de la puerta, va directa a prepararle la cena a su hija, además de la comida del día siguiente. La joven, recién entrada en la adolescencia, comerá en soledad al día siguiente. Y al siguiente. Y al siguiente. “Yo le preparo la comida de tal forma que solo tenga que calentarla en el microondas y comer, pero ni así. Hay veces que no come o que dice que se le pasa la hora… Entonces tienes que estar el doble de pendiente de ella en ese sentido”, asegura.

Cuando estuvo en el colegio la beca comedor de Educo fue su “tabla de salvamento”, pero ahora ha pasado al instituto y allí no hay comedor. Este no es un caso aislado: el 83,3% de los centros de secundaria españoles no tienen este servicio, según el último informe publicado por la ONG Educo Vuelta al cole, ¿vuelta al comedor? Un inicio de curso difícil para la infancia más vulnerable y sus familias, que recuerda que la escasez de comedores escolares se da, además, bajo un contexto muy complicado: la cesta de la compra ha subido casi un 40% en los últimos 3 años.

El 54% de las familias tiene dificultades para llegar a fin de mes

Las familias que tienen dificultades para llegar a final de mes han aumentado el último año hasta llegar al 54% de los hogares con hijos e hijas menores de edad, de las cuales el 28% reconoce tener “ciertas dificultades” y el 26% complicaciones severas. Casi un 10% más de familias respecto al año pasado se encuentran en esta situación de “asfixia”, sostiene la ONG.

Vivian y su hija llevan dos años sin comer pescado porque no se lo pueden permitir, pero no son la excepción: más de 550.000 niños, niñas y adolescentes y más de 333.000 hogares con hijos o hijas menores de 18 años no pueden costearse comer carne, pollo o pescado (o sus equivalentes proteicos) cada dos días. Se trata del valor más alto desde hace dos décadas.

La habitación que comparten Vivian y su hija.


“Una de las mamás de la Asociación Solidaridad Madres Solteras, pobrecita, fue al pediatra y él le dijo que su hijo tenía sobrepeso y que qué le daba de comer. Ella se lo explicó y él le dijo que ‘eso no, que eso es comida chatarra’, que no podía darle de desayunar, por ejemplo, una magdalena y dijo la mamá llorando: ‘¿y qué hago, si es lo único que me puede compensar para comprar en paquetes y no pasar hambre?’”, cuenta Vivian. Otra madre de la asociación, explica, tiene que sacar a su niño del colegio a la hora de comer, darle en la calle “cualquier cosa”, y esperar a la hora de entrada para volverlo a dejar e irse corriendo a trabajar.

Para las familias más pobres, con dos hijos o hijas menores de 14 años, el coste del comedor escolar supone al menos el 16% (una sexta parte) de sus ingresos, subraya Educo. Tan solo uno de cada tres solicitantes de beca, la recibe. Es decir, el 63,7 % de quienes la necesitan y la solicitan no reciben esta ayuda.


Los impactos en los niños y adolescentes

Pilar Orenes, directora de Educo, explica que el comedor escolar no sólo garantiza una comida saludable al día, sino que es también un entorno de protección y de desarrollo, donde los niños y niñas resuelven conflictos, y donde se relacionan con adultos de otra manera. “Es el comedor escolar y todo lo que ocurre a su alrededor. Esa es nuestra demanda: que sea considerado como parte de la educación, como parte del proyecto de centro. Y, como es clave, tiene que estar garantizado para todos y, en especial, en aquellos que están en riesgo de pobreza y exclusión”, añade.

Albert Arcarons, sociólogo y ex director de la Oficina del Alto Comisionado para la lucha contra la Pobreza Infantil (organismo que dejó de existir en noviembre del año pasado, con la creación del nuevo Ministerio de Juventud e Infancia), explica que los efectos de una política de comedores escolares van mucho más allá de la alimentación. La buena o mala alimentación tiene consecuencias en el rendimiento académico, que se manifiestan en la capacidad para concentrarse, para memorizar, para razonar, hasta en el comportamiento y el habla.

La ampliación del servicio de comedores en la secundaria podría prevenir un sinfín de situaciones de riesgo relacionadas con la adolescencia: “Sabemos que cuando los niños o adolescentes no acuden al comedor pasan más tiempo en su casa y no siempre todas estas casas tienen esta garantía de protección: a veces comen mal, poco, o en soledad. Hay más posibilidades de que, en vez de estar relacionándose con personas de su edad, pasen más tiempo con las pantallas. Se reducen sus posibilidades de socialización”, afirman desde Educo.

Un solo año de diferencia, el que transcurre entre que un niño o niña pasa de sexto a primero de secundaria, puede bastar para poner patas arriba la vida de una familia: “En el colegio estaba segura de que estaba comiendo variado, de que la estaban viendo comer, y de que se aseguraban de que comiese lo que tenía que comer. Pero la adolescencia no la estamos llevando nada bien. Estos meses que ha pasado comiendo en casa he estado sintiendo muchísimo el cambio. Es el doble de trabajo”, lamenta Vivian. Se siente frustrada y antes no podía hablar de ello sin llorar en el intento. “Mi miedo es que yo estoy sola y que se me descarrile totalmente sería…”, comenta pavorosa.

Lidia Folgar, dietista-nutricionista especializada en psiconutrición y nutrición pediátrica, expone otros beneficios del comedor: “El efecto del grupo, de los iguales, es muy beneficioso a la hora de adquirir patrones dietéticos. Si hay una comida establecida y todas las personas comen lo mismo, es la mejor manera de asumirlo como una normalidad y no como una imposición”. El comedor también cobra un papel muy importante a la hora de detectar casos de TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria): “El personal puede identificar comportamientos alterados con la comida en adolescentes, algo que no ocurre en casa si comen solos o a una hora diferente que el resto de la familia, ya que se pueden esconder con más facilidad. Pueden identificar señales de alarma que permitan una intervención precoz con los trastornos alimentarios”, afirma la experta. Sólo un 3% de los adolescentes españoles, señala el estudio, disfrutan a día de hoy de un servicio de comedor escolar en sus institutos.

El primer paso: garantizar las becas a quien las necesite

Desde Educo hablan de mirar a largo plazo sin descuidar el corto. Señalan como destino final un modelo de comedor universal y gratuito (algo que ya se realiza en países europeos como Suecia y Finlandia), pero el primer escalón, el que más urgencia y atención requiere, es otro: piden como medida indispensable que los Presupuestos Generales del Estado para 2025 incluyan de manera urgente una nueva línea de transferencia a las comunidades autónomas para ayudas de comedor de 468 millones de euros que, cofinanciadas por las comunidades autónomas, garanticen el acceso al comedor escolar gratuito a todos los niños y las niñas bajo el umbral de la pobreza, acordando este umbral estatal como la mínima renta para acceder a estas ayudas.

Arcarons, a título personal, insiste en esto: “Se han dado varios pasos importantes en España, pero que todos los niños en situación de pobreza o exclusión social tengan acceso gratuito a los comedores escolares es algo que debería estar ocurriendo ya. Lo deberían estar garantizando ya las autonomías. Es lo que dice la Garantía Infantil Europea”.

Orenes (Educo) apunta que uno de los primeros pasos a dar es asegurar que haya estos servicios en todos los centros (tanto de primaria como de secundaria), ya que el 15% de los centros escolares de primaria en España ni siquiera tienen comedor.

Un modelo universal y gratuito

En una entrevista para elDiario.es Donald Bundy, uno de los grandes expertos mundiales en nutrición escolar, aseguraba que “el comedor escolar gratuito universal no es una idea ni tan loca ni tan ambiciosa”, ya que “la mayoría de este tipo de comidas se dan en países de ingresos bajos o medios bajos”. Entre otras cosas, la aplicación de este modelo, asegura Arcorons, reduce la inseguridad alimentaria en la población infantil ante crisis económicas o de inflación, además de en situaciones de guerra.

Menos abandono educativo temprano, una mayor probabilidad de realizar estudios universitarios, y un aumento de sus ingresos en la vida adulta.

Debido a que países como Suecia o Finlandia llevan muchos años aplicando este sistema, hay datos suficientes que arrojan luz al asunto sacados de estudios que midieron el impacto a largo plazo en la vida de los niños: menos abandono educativo temprano, una mayor probabilidad de realizar estudios universitarios, y un aumento de sus ingresos en la vida adulta.

Según un estudio de Educo de 2022, si el comedor fuera gratuito, la asistencia sería del 77,38% a nivel estatal. Desde la ONG afirman que para cumplir todos estos objetivos sólo hace falta una concienciación real por parte de la sociedad y voluntad política: “Hay que asegurar que tengamos claro el aporte que da el comedor escolar para la infancia. Se trataría de un cambio casi cultural que tendría que acompañar a los cambios más prácticos y operativos”.

Si se transicionase a un modelo más holístico, señala el exdirector del Alto Comisariado para la Pobreza Infantil, se generaría un cambio sistémico también a otros niveles, como la inclusión social, la salud pública, la igualdad de género, la conciliación mercado laboral-vida familiar, y también se materializaría en un posible impulso hacia la transformación hacia un sistema agroalimentario más sostenible (poniendo en valor una producción Km 0, local, sostenible).

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¿Hay «abuso mental» en la instrucción religiosa infantil?

 

¿Hay «abuso mental» en la instrucción religiosa infantil?

 

 

Juan Antonio Aguilera Mochón

Rebelion / España

07/09/2024 

 


Fuentes: Rebelión


Hablo con cierta frecuencia del «abuso mental» que desde las religiones se ejerce sobre los menores de edad. Varias personas, algunas de ellas próximas ideológicamente, me han reprochado el cargar las tintas en exceso, el exagerar; eso me ha llevado a dudar y a volver a reflexionar sobre el asunto, e incluso a escribir un libro de próxima aparición.

Ahora que comienza un nuevo curso, quiero resumir aquí en qué creo que consiste ese tipo de abuso, que en mi opinión suele perpetrarse tanto en la catequesis parroquial (sobre todo en la preparación de la primera comunión) como en la catequesis escolar (es decir, en las clases de religión), además de en la familia. Recordemos que toda la instrucción católica se fundamenta en el Catecismo de la Iglesia, que contiene, actualizada, la doctrina de ésta, y que por ello es una referencia principal para lo que sigue.

En estos contextos religiosos, abusar mentalmente de un menor de edad consiste en aprovecharse, desde una posición de autoridad y poder, de su vulnerabilidad –debida a la etapa temprana de su desarrollo– para inducirlo a aceptar acríticamente ciertas creencias (palmariamente erróneas, a menudo absurdas) sobre el mundo y la existencia, y, en base a estas, coaccionarlo para que lleve a cabo determinados tipos de conductas y rechace otros. El abuso se realiza por tanto, según mi punto de vista, mediante la transmisión a los menores de graves engaños de diversa índole que pueden perjudicar en mayor o menor grado su desarrollo intelectual, afectivo, social y moral, lo que además puede tener una repercusión negativa sobre la sociedad. Además, usualmente hay un abuso complementario mediante el acoso a la intimidad de sus conciencias.

En mi opinión, los principales componentes –algunos, entrelazados– del abuso mental religioso sobre la infancia son los siguientes:

• Engaño intelectual. Según lo que conocemos gracias a los avances científicos y a la mera racionalidad, se engaña gravemente a los niños acerca de cómo es la realidad: de lo que existe y no existe, de cómo funciona el mundo, y de la propia identidad y expectativas vitales. De especial relevancia es que se hace creer a los menores que hay un Dios-Creador al que deben su propia existencia y que, por esa razón, es su dueño y señor. No olvidemos que el creacionismo, contrario al evolucionismo, está totalmente desacreditado por anticientífico.

También hay engaños cuando se afirma la existencia de más entes sobrenaturales (ángeles y otros seres celestiales, infernales o purgatoriales) que, además, intervienen en el mundo real y llevan a cabo milagros (opuestos radicalmente a la ciencia). Y un engaño clave es el que se refiere a la existencia de las almas inmateriales e inmortales, que nos permiten una vida celestial (o infernal) después de la muerte del cuerpo.

• Actividades supersticiosas y mágicas. Se hace creer que podemos controlar hasta cierto punto a los seres de ultratumba (Dios, ángeles, santos, la Virgen), o ganarnos el favor de sus poderes sobrenaturales, mediante palabras, acciones, o participación en ritos (misas…) dirigidos a ellos, o con gestos de cariz mágico (como el santiguarse). Piénsese en los rezos o plegarias, desde el Padrenuestro o el Ave María, hasta los específicos infantiles como el «Jesusito de mi vida…» o el «Cuatro ángeles tiene mi cama…», que tendrían efectos beneficiosos en el mundo real (mediante la concesión de los mencionados milagros). La enorme confusión de relaciones causa-efecto es la base de la superstición y la pseudociencia.

• “Pensamiento” dogmático. Se enseña a los niños un modo dogmático de acceder al conocimiento, por el que deben creer lo que les dicen unas personas con autoridad o unos libros sagrados, sin prueba alguna, e incluso contra todo tipo de evidencias. Este “pensamiento” y este modo de adquirir conocimientos se opone a la racionalidad, la duda, la objetividad, el pensamiento crítico, y la exigencia de pruebas, característicos de la ciencia, que van parejos a la posibilidad de profundización o rectificación de los conocimientos adquiridos. Con todo ello crece el peligro de que se incentive el fanatismo integrista y el fundamentalismo.

• Moralidad heterónoma. Se imponen unas normas morales que se supone que provienen de Dios, y están dictadas por unas autoridades personales o unos textos sagrados, eliminando la posibilidad de la autonomía moral. No hace falta leer a Kant para entender que ir contra esta autonomía equivale a negar la libertad personal y es un atentado contra la dignidad humana.

En consecuencia, se enseña a responder en sociedad ante Dios más que ante los demás (por ejemplo, cuando se jura un cargo).

• Normas morales contra derechos fundamentales. Las normas morales que trata de imponer la religión, en buena parte van contra los derechos humanos, sobre todo los de las mujeres, homosexuales, y personas LGTBI. Es pues una moralidad machista, homófoba y LGTBIfoba,… que lleva a negar derechos y libertades fundamentales, como el disponer libremente del propio cuerpo y de la propia vida, y el respetar estos derechos de los demás. Hay un rechazo explícito del derecho al aborto, a la eutanasia, a los anticonceptivos, a la homosexualidad y a otras formas de sexualidad (al sexo libre).

• Ejemplaridad anómala. Se le presenta a la infancia, como modelos de rectos comportamientos, los de personajes reales o ficticios que ejemplifican valores religiosos a menudo contrarios a la libertad de conciencia y a la dignidad humana. Baste como ejemplo (especialmente nocivo para las niñas) el de la «Virgen María», modelo de docilidad y sumisión a la autoridad religiosa, a entes ultramundanos y a los varones, y de renuncia, extrema hasta el absurdo, a los goces sexuales y a sus intereses personales. Repárese también en los más de 1.500 nuevos beatos proclamados por el papa Francisco y predecesores por ser «mártires de la guerra civil española», todos, curiosamente, del bando fascista.

En un ámbito más próximo, se consideran personas ejemplares cotidianas las autoridades de la Iglesia (desde curas hasta el papa), todas ellas varones (lo que refuerza un modelo machista de sociedad y conducta), y las o los catequistas, subordinados a ellos. Además, el conocido dicho «haz lo que yo diga pero no lo que yo haga» suele aplicarse con especial acierto para describir la frecuente hipocresía de la casta sacerdotal y de los beatos, una “virtud” que quizás no se enseñe formalmente, pero que parece que se aprende con facilidad.

• Supremacismo machista. La moralidad y la mencionada «ejemplaridad» religiosa incluyen estereotipos machistas de género que perjudican a los dos sexos, al verse ambos apremiados a satisfacer ciertas expectativas muy limitantes y frustrantes (chicos duros, mujeres dóciles…). Pero dañan, sobre todo, a las mujeres, homosexuales y LGTBI, pues se pretende que se consideren inferiores a los hombres heterosexuales; estos se creen, en consonancia, superiores y merecedores de privilegios. Este supremacismo puede llegar a favorecer reacciones violentas por parte de los segundos cuando ven peligrar su superioridad y privilegios sobre las primeras. En otras palabras, todo ello puede servir para justificar o promover la violencia machista, así como la vicaria sobre los menores.

El supremacismo machista de la Iglesia católica y otras organizaciones religiosas es tan extremo que para formar parte de la jerarquía es imprescindible tener pene. Al margen de que no entiendo que esa discriminación sea legal –y tolerada social y políticamente–, me parece abominable que líderes y gobiernos que alardean de feministas le mantengan a tan hipermachistas entidades extraordinarias prerrogativas educativas.

• Ideología (ultra)derechista. Cabe añadir que, desde el punto de vista político, la religión suele educar en un tipo de valores (los mencionados y otros relacionados) defendidos por la derecha extrema, de modo que cabe esperar que se incentive un apego por esta ideología política (por descontado, no tanto como en el franquismo), lo cual creo que tiene repercusiones sociales, en mi opinión muy negativas. No olvidemos la complicidad total y criminal de la Iglesia católica española con el franquismo (y el apoyo actual a la derecha ultramontana); los desorbitados privilegios de la Iglesia en España demuestran que siguen existiendo gravísimas secuelas económicas, políticas, y educativas (las aquí denunciadas) del nacionalcatolicismo franquista. No habrá verdadera «memoria democrática» mientras no se extingan.

• Segregación por creencias. En la instrucción religiosa infantil se separa a los adoctrinados en cada creencia de los adoctrinados en otras, y de los no catequizados. A veces ocurre en el mismo centro –temporalmente, durante las clases de religión–, otras en centros diferentes. Por cierto, me parece inaceptable que existan centros educativos (concertados o privados) con un «ideario» religioso o de otra ideología dogmática, en los que además hay una segregación por clases sociales. La escuela laica, como el respeto a la infancia, debe ser universal, y no es de recibo eso de que «quien quiera religión escolar para sus hijos que la pague», pues deben prevalecer los derechos humanos de todos los niños.

Por otra parte, se hace creer y sentir a los creyentes de cada tipo que son superiores al resto, pues ellos poseen la Verdad absoluta, pero también se sienten temerosos con los diferentes. Esas creencias que excluyen, temen y menosprecian a los no correligionarios sirven de fundamento, coartada o refuerzo para la desconfianza y para avivar conflictos entre individuos o entre grupos. Alientan el supremacismo xenófobo, con sus componentes de recelo y de odio. A nivel mundial, a menudo esos conflictos son armados (guerras incluidas).

• Invasión y acoso de la intimidad mental. Especialmente durante el «sacramento» dela confesión, necesario para la comunión (otro sacramento) y para alcanzar la «salvación», se obliga a los niños a «confesar» sus pensamientos y sentimientos más íntimos. No se trata solo de una intromisión en la intimidad del menor (invasión), sino de que esta es examinada, juzgada y manipulada (acoso). Se viola así gravemente el derecho fundamental a la intimidad recogido en la Constitución española (art. 18) y varias Declaraciones de Derechos.

La aceptación de una intromisión en la intimidad acaso facilite la posterior tolerancia frente a las intrusiones que se ejercen mediante las nuevas tecnologías, con las que se vulnera lo que hoy se considera un «neuroderecho» fundamental.

No solo eso; además, se hace creer a los menores que sus mentes (así como sus acciones) están continuamente vigiladas, es decir, que alguien conoce (y eventualmente premiará, o castigará como pecados) sus pensamientos, sentimientos y deseos. Me parece algo abyecto y perverso, pero no suele juzgarse así supongo que por la fuerza de la costumbre. Entre los vigilantes ultramundanos está Dios en primer lugar, y seres de apariencia bondadosa como los Reyes Magos.

• Culpabilización desproporcionada. Se introducen sentimientos desmedidos de culpa (pecado) y de necesidad de redención y castigo, según las normas de la moral heterónoma impuesta. Se acompaña de sentimientos de vergüenza, temor, inferioridad y dependencia de la aprobación y el perdón por parte de las autoridades religiosas.

• Represión de goces espirituales y físicos. La moralidad heterónoma represora y la culpabilización impiden o dificultan el goce del propio cuerpo y de las relaciones sexuales y afectivas libres con los demás.

• Miedo. Se introducen sentimientos de miedo ante los castigos en «esta vida» (físicos y sobre todo psicológicos) y en «la otra», es decir, después de la muerte (una condena eterna en el infierno, o temporal en el purgatorio). Como dijo Spinoza, el miedo promueve la superstición; y también la violencia.

• Chantaje. Hay chantajes de tipo positivo con la promesa de goces espirituales y materiales, de nuevo en esta vida (por ejemplo, alabanzas y consideración, regalos, festejos…) o en la otra (la «salvación» que niega la muerte y lleva a la «gloria» eterna). Y de tipo negativo, sobre todopor el mencionado miedo a los castigos, o de verse privados de los goces prometidos.

• Inducción al proselitismo. Al estar en posesión de la Verdad absoluta, tanto intelectual como moral, se incita a los niños a transmitirla, a defenderla, y hasta a imponerla sobre los demás (aquí conectamos con los aspectos sociales y políticos).

• Afiliación involuntaria a una organización. Generalmente, a los pocos meses de nacer, es decir, cuando el menor no tiene la más mínima consciencia de lo que se hace con él, se le afilia en una organización religiosa (según los creyentes, de por vida). Ahí no hay aún, estrictamente, abuso mental, pero la afiliación involuntaria ya es un abuso en sí misma, y además se realiza con el compromiso de los adultos implicados de imbuirle al menor las doctrinas religiosas correspondientes. Normalmente, ese menor, antes de que pueda decidir, será catequizado (adoctrinado) en la escuela, la parroquia y la familia, será sometido a confesión, hará la primera comunión, etc.

Todo lo expuesto, y probablemente más, puede tener mayor o menor importancia, producir más o menos daño en las niñas y niños. Cuando hay menos perjuicio es porque el adoctrinamiento es más torpe, menos acorde con los dogmas católicos (o los que correspondan), o se ve contrarrestado por influencias emancipadoras. Pero cuanto más calen las creencias religiosas en las mentes infantiles, más grave será el menoscabo que pueda causar a los propios niños, y a los demás, todo lo dicho anteriormente. No se me ocurre ningún efecto positivo serio que compense significativamente todo lo advertido, aunque algunas personas aducen que han quedado «vacunadas» contra los fraudes religiosos y contra otros engaños y abusos mentales. Sin embargo, parece más habitual que las víctimas del adoctrinamiento religioso, es decir, del “pensamiento” irracional y de la desinformación probablemente más exitosa de la historia de la humanidad, sean más proclives a dejarse embaucar por otros engaños irracionales o pseudocientíficos, religiosos o no; en definitiva, por otros tipos de desinformación. Y a aceptar dócilmente otras fuentes de desigualdad social, especialmente el neoliberalismo.

Otro aspecto que considerar es el enorme número de niñas y niños afectados: cada curso, más de tres millones reciben catequesis escolar (no tengo datos sobre la parroquial), es decir, algo más de la mitad del total. A quienes me dicen que el 99 % de los niños adoctrinados salen indemnes de todo lo que argumento, les pido que echen cuentas del impacto bruto que supone, incluso con esa estimación tan optimista e inverosímil.

Por último, no se olvide, de una parte, que el abuso mental a veces va de la mano o es la antesala de abusos sexuales por parte de sacerdotes u otros miembros de la Iglesia a quienes se concede autoridad e intimidad sobre los niños. Así que, padres y madres: más vale ser muy precavidos y no fiarse. Y, por otra parte, que todo lo dicho vale igualmente para otras religiones, como el judaísmo, el evangelismo, el islamismo… Los abusos mentales y físicos que fundamentándose en este último se perpetran sobre las niñas y las mujeres en general son hoy día especialmente extremos y dramáticos en varios países.

El abuso mental religioso sobre la infancia es antónimo del respeto y la promoción del desarrollo de la conciencia libre, de la emancipación y la dignidad humanas. En nombre de ese respeto a las niñas y niños, me atrevo a pedir a los padres, madres y tutores que reflexionen sobre todo lo aquí expuesto, sobre lo que está en juego si los alistan y adoctrinan religiosamente (o de otra manera); en particular, si los apuntan a la catequesis parroquial o escolar (o a lo equivalente en cualquier religión o ideología dogmática). Les recuerdo que, si en este mismo momento ya están apuntados, tienen todo el derecho a sacarlos y liberarlos. E, incluso en casa, tengamos presente que no somos dueños, sino responsables, de nuestros hijos e hijas.

Es obvio que hacen falta además cambios legislativos y otras medidas políticas contra el abuso aquí denunciado, en particular para acabar con todo adoctrinamiento escolar (público y privado) y, por descontado, con toda ayuda pública (los llamados «conciertos») a centros adoctrinadores. No hablo de ellas aquí, pero quiero añadir, con gran pesar, que en la actualidad no espero gran cosa de los grupos políticos autoproclamados «progresistas» que se supone que comparten buena parte de lo aquí defendido, si no todo, pues no hay expectativas de que actúen mientras no encaje en sus cálculos electorales. Es deplorable que estén siendo cómplices de la grave agresión, aquí denunciada, sobre la infancia.

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