viernes, 19 de mayo de 2017

MOCIÓN DE CENSURA A LA CORRUPCIÓN DEL GOBIERNO DE RAJOY. SU SUSTITUTO NI TIENE QUE SER NECESARIAMENTE PABLO IGLESIAS, SINO QUE PODRÍA SER ALGUNA PERSONA CERCANA AL PSOE Y NEGOCIADA CON ESTE PARTIDO. ELECTORES SOCIALISTAS EN LAS PRIMARIAS CONSIDERAR ESTO)



Por qué la moción de censura al gobierno Rajoy es necesaria

Rebelion
Público.es
19.05.2017


Dos de los eslóganes del movimiento 15-M (conocido también como el Movimiento de los Indignados) contaron con gran aprobación por parte de la mayoría de la población española. Uno fue “no hay pan para tanto chorizo”, y el otro “no nos representan”. Estos dos eslóganes, que tuvieron un amplio apoyo popular, reflejan muy bien lo que ha estado ocurriendo en este país. La evidencia de la abundancia de casos de corrupción en el partido gobernante de este país es abrumadora, una corrupción que ha llegado a un nivel que debería escandalizar a cualquier persona con sensibilidad democrática. Más de un analista español y extranjero ha señalado que el PP es uno de los partidos que existen hoy en Europa occidental donde se han dado más casos de corrupción. La evidencia muestra que ha habido una captura del Estado por parte de dirigentes que lo han estado utilizando para su propio enriquecimiento. Y aunque también sea cierto que tal corrupción se ha dado en otros partidos que han gobernado, ya sea en el Estado central, autonómico o local, el hecho es que el nivel de corrupción de muchos de los máximos dirigentes del PP y de otras derechas (en las que incluyo a CiU en Catalunya, que ha gobernado en aquella Comunidad Autónoma durante la mayor parte del periodo democrático) ha sido mucho mayor que el que se ha encontrado entre dirigentes de los partidos de izquierdas. La evidencia es clara para todo el que quiera verlo. Por mucho que los mayores medios intenten establecer un equilibrio e igualdad en los dos lados del espectro político, equilibrio que presentan como parte de su deseo de aparecer neutrales y equilibrados, los datos muestran que la corrupción en partidos políticos es más fuerte entre las derechas que entre las izquierdas. Quisiera aclarar que creo que la mayoría de personas militantes del PP no son corruptas, pero es sorprendente su tolerancia hacia aquellos de sus dirigentes que han estado parasitando el Estado durante tanto tiempo.

¿A qué se debe tanta corrupción?

El hecho de que el partido gobernante en España, el PP, cuente con tantos casos de corrupción es comprensible, pues el Estado actual no significó una ruptura con el Estado dictatorial (en el que la corrupción era la característica de aquel Estado, dirigido por uno de los dictadores que, como ha documentado el historiador Ángel Viñas en su detallado libro La otra cara del caudillo – y en contra de lo que se ha estado ocultando durante muchos años–, ha sido de los más corruptos que hayan existido en la Unión Europea), sino una modificación en la que muchos de los herederos de los que habían controlado y/o se habían beneficiado de aquel Estado continuaron dominándolo. Ni que decir tiene que la transición de la dictadura a la democracia fue un paso enormemente importante y fue una victoria significativa para las fuerzas democráticas, resultado de las grandes movilizaciones (sobre todo del movimiento obrero) que forzaron aquel cambio. Pero la fuerza de tales movilizaciones no fue suficiente para conseguir una ruptura con el Estado dictatorial, lo que explica que las fuerzas conservadoras continuaran ejerciendo una enorme influencia y un comportamiento clientelar y parasitario dentro del Estado.

A la luz de estos hechos, definir aquella transición como modélica es un profundo error, pues da la impresión de que el producto de aquella transición –la democracia española– fue modélico, lo cual es fácil de demostrar que no fue así. La democracia es muy limitada (de ahí el éxito del eslogan “no nos representan”), y la corrupción continúa siendo rampante en los partidos gobernantes, y muy en especial en los de derechas (lo que explica el apoyo popular a esta denuncia utilizando el eslogan “no hay pan para tanto chorizo”). En esta cultura de tolerancia hacia la corrupción no es de extrañar que nada menos que el mismísimo presidente del gobierno, el Sr. Mariano Rajoy, que lo es también del PP, diera ánimos al ex tesorero del PP, que terminó en la cárcel por corrupción.

La continuación de la cultura franquista

Pero otra característica de la inmodélica Transición ha sido la continuación de la cultura franquista, que transmite y reproduce esta enorme tolerancia hacia la corrupción. La ciudadanía acepta que tal práctica es intrínseca al Estado y a sus instrumentos. La desaprueban, pero la toleran. Y ahí está uno de los mayores problemas de la democracia: la inmunidad de la corrupción basada en la continuación de la cultura franquista.

Pero esta tolerancia se está acabando, pues nuevos hechos están siendo presentados. Uno de ellos es que el nivel de corrupción que se ha estado mostrando ha alcanzado unos niveles que no se habían visto antes. Ello no quiere decir que no existieran, pero ahora son conocidos. Permanecer callados es una situación que afecta a la dignidad democrática del país, y no es bueno para su salud democrática. No puede tolerarse que España continúe siendo gobernada por un partido en el que haya existido (y se tolere tanto) la corrupción, tan extensa como los recientes hechos van documentando.

El PSOE tiene que dejar de apoyar a ese partido

Pero otro hecho nuevo es que, por primera vez en la democracia, el PSOE es el primer defensor de dicho gobierno. Esto nunca había ocurrido antes. Y ello sucede porque el PSOE no quiso enfrentarse con otras elecciones que lo hubieran dejado en tercer lugar en las Cortes Españolas. Quería desesperadamente mantener el bipartidismo, considerando a Podemos como su mayor adversario (en realidad, por la agresividad expresada, se podría decir su enemigo). Y así lo han indicado sus dirigentes.

Soy consciente de que un argumento que ha calado en amplios sectores de la intelectualidad española es que Unidos Podemos (UP) no es coherente al pedir la moción de censura para expulsar al PP del gobierno, pues podía haberlo expulsado hace un año y no lo hizo. Se dice que entonces Podemos podría haber sustituido a Rajoy por Pedro Sánchez. La pregunta que se hacen es: ¿si no lo hicieron entonces, por qué lo hacen ahora? Tengo amigos a los que tengo estima y respeto que así piensan. Pero este argumento ignora o desconoce que fue el propio aparato del PSOE el que se opuso a tal alianza con Podemos. Incluso el candidato a la presidencia, Pedro Sánchez, así lo admitió en el programa Salvados. Y las condiciones puestas a Podemos por parte del PSOE estaban hechas precisamente para hacer imposible tal alianza. Lean la excelente respuesta de Nacho Álvarez, la persona que dirigió el programa económico de Unidos Podemos, al libro de Jordi Sevilla, con el mismo cargo en el PSOE (ver “Para muestra, un botón”, en eldiario.es, 16.04.17). Y tal oposición persiste. Es el aparato del PSOE el que no puede ver ni en pintura a Unidos Podemos. Y ahí está el gran problema de las izquierdas en España: que el aparato del PSOE (en contra del deseo de su militancia y de su electorado) no desea y se opone a una alianza entre este partido y Unidos Podemos. Y, de nuevo, el argumento promovido por el establishment político-mediático del país acaba imponiéndose: el argumento que se repite continuamente es que la coalición Unidos Podemos y sus aliados es una coalición inmadura, oportunista, deseosa de ocupar sillones, y dirigida por un líder errático, e incluso peligroso, Pablo Iglesias.

La realidad, sin embargo es otra. Es público que UP ha invitado a que, frente a tanta corrupción, las bases del PSOE, así como de todos los partidos, incluyendo los de derechas, se movilicen para exigir a todas las fuerzas políticas representadas en las Cortes que apoyaran una moción de censura al gobierno Rajoy, mostrando que la situación actual no es tolerable. Y para mostrar la falsedad del argumento del oportunismo, Unidos Podemos incluso ha ofrecido la candidatura que encabezaría la moción de censura a un miembro o simpatizante del PSOE, si así pudiera pactarse. Por desgracia, sería imposible que lo contrario –que el PSOE aceptara un candidato propuesto por UP- ocurriera. Y ahí está la raíz del problema que se intenta evitar en los constantes reproches a UP por parte del PSOE.

La otra cara de la moción

El dominio de las fuerzas conservadoras sobre el Estado ha tenido otras consecuencias (además de la corrupción) para el bienestar de las clases populares. España no es solo el país donde la corrupción es mayor, sino que es el país (en la Europa occidental) donde la democracia es más limitada, donde el Estado del Bienestar está menos desarrollado, donde la pobreza infantil es mayor y donde las desigualdades son más acentuadas. Todo ello está íntimamente relacionado, como he documentado en mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y Consecuencias. Ni que decir tiene que mucho se ha hecho y avanzado durante los años de democracia (más cuando han gobernado las izquierdas que cuando lo han hecho las derechas). Pero los límites de la transición han quedado claros en estos años de Gran Recesión, cuando los dos partidos mayoritarios han estado aplicando políticas neoliberales que han afectado muy negativamente a la calidad de vida y al bienestar de la población, y muy en particular de las clases populares. Y tales políticas fueron impuestas indicando que no había otras alternativas posibles, argumentario que Juan Torres, Alberto Garzón y yo mostramos con datos que no era cierto (ver nuestro libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España).

Sí que había alternativas, y continúa habiéndolas. Si España tuviera uno de cada cinco adultos trabajando en los servicios públicos del Estado del Bienestar como ocurre en Suecia, en lugar de uno de cada diez, se habría terminado con una parte muy significativa del paro. Y tal cambio se puede financiar; hay datos fácilmente accesibles que así lo demuestran. De ahí la enorme importancia de romper con las políticas neoliberales que dominan hoy la UE y que transmiten las políticas económicas del PP, del PSOE y de Ciudadanos, políticas que es más que probable que los votantes de tales partidos desaprobaran si supieran de las posibles alternativas, lo cual no es fácil debido al enorme control de los medios, sesgados hacia posturas conservadoras y liberales.

Se necesita una segunda transición

Y estas políticas se han acentuado de una manera muy marcada durante los años de gobierno del PP. Desde 2008 hemos estado viendo una avalancha de políticas que han estado causando un enorme daño a la población en España. Durante los años de gobierno de un partido con tantos casos de corrupción hemos visto un gran deterioro del mercado laboral, con un enorme incremento de la precariedad, de la temporalidad y de la desocupación, además de una gran bajada de los salarios. Hemos visto también un gran deterioro del escasamente financiado Estado del Bienestar, a la vez que se ha producido un gran debilitamiento de los derechos laborales y sociales, con políticas orientadas a debilitar a los sindicatos y los movimientos sociales reivindicativos y contestatarios, con un aumento de la represión (con tintes franquistas) frente a la protesta y un control abusivo de los medios, tanto públicos como privados, a fin de “demonizar” a las fuerzas de oposición contestataria, hartas de tanta corrupción, tanta austeridad y tantas reformas reaccionarias, reprimiéndose a la vez cualquier redefinición de España que permitiera la expresión de su plurinacionalidad. De ahí que sea urgente que todas las fuerzas democráticas, sean del color que sean, se movilicen y protesten –en defensa de la dignidad democrática– frente a un partido en el que amplios sectores de su dirección han captado el Estado para su usufructo personal y partidista. La salud de la democracia requiere tal cambio.

Una última observación de tipo personal. A raíz de una falsa noticia (que era yo el candidato propuesto por UP para la moción de censura), facilitada por uno de los medios de información de España, he sido invadido por notas, mensajes de apoyo y felicitaciones (y también, predeciblemente, insultos) que no son merecidos, pues tal noticia es falsa, lo cual en España ocurre con excesiva frecuencia, y que explica la falta de credibilidad de los medios. No soy el candidato, aunque tengo mi propio candidato, que espero que lo sea, pero, como siempre, esta personalización de lo político (que caracteriza la cultura mediática del país) no es lo más importante. Lo que sí lo es es la movilización a favor de que se sume el máximo número de personas, movimientos sociales y partidos políticos, de todos los colores, en la defensa de la dignidad democrática, y que digan: ¡Basta ya! Así lo espero.

Artículo publicado en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 18 de mayo de 2017.Fuente: http://www.vnavarro.org/?p=14095

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SOBRE VENEZUELA




VENEZUELA ATRAPADA EN UNA ESPIRAL DESCENDENTE

Rebelion
nacla.org
19.05.2017

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo


Las noticias sobre Venezuela parecen empeorar día a día. 
 
El 29 de marzo, el Tribunal Supremo disolvió la Asamblea Nacional. Aunque días después esta decisión fue parcialmente revocada, ello no evitó el estallido de una nueva oleada de protestas letales a comienzos de abril. Ya son treinta el número de víctimas mortales [1] y la cifra aumenta a diario. Entre ellas hay tanto simpatizantes del gobierno como de la oposición. Varias oficinas gubernamentales han sufrido saqueos y han sido incendiadas. También han muerto funcionarios. Y lo peor de todo es que no se ve el final de esta escalada de violencia.

La Organización de los Estados Americanos (OEA) tiene previsto celebrar una nueva reunión de emergencia de primeros ministros para discutir la crisis venezolana. Venezuela, por su parte, ha iniciado el proceso para abandonar este organismo, posiblemente para evitar ser expulsada del mismo. En opinión de muchos, esta opción aumentará su condición de nación paria.

No hay signos aparentes de que la profunda crisis económica y social que atraviesa el país vaya a remitir, sino que probablemente empeorará en medio del caos y la violencia que destruyen el país. La oposición ha demostrado su deseo de sacrificar las posibilidades de recuperación económica con el fin de lograr la meta de expulsar al presidente Nicolás Maduro de su cargo. Por su parte, la agencia de noticias Associated Press informa de que el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, ha realizado contactos con más de una docena de los principales bancos internacionales para instarles a que interrumpan sus negocios con Venezuela. El gobierno, por su parte, cada vez se enfrenta a más críticas por su aparente incapacidad total para resolver, o incluso admitir, la gravedad de la crisis socioeconómica de la nación y lo que muchos consideran una deriva autoritaria.

¿Cómo dar un sentido a toda esta situación?

En el momento presente circulan dos narrativas contrapuestas sobre la crisis de Venezuela. La primera, que predomina en los medios de comunicación mayoritarios occidentales, pinta al gobierno como un régimen dictatorial que reprime de forma despiadada a una oposición heroica que pretende pacíficamente recuperar la democracia. La segunda, desarrollada por el gobierno y algunos sectores de la pequeña (y menguante) comunidad de solidaridad internacional, muestra a un gobierno democráticamente elegido acosado por una oposición violenta y perturbada que (a) representa a una pequeña minoría de élites acomodadas; (b) goza del total apoyo del imperio estadounidense; y (c) no se detendrá antes de lograr un cambio de régimen, sin importarle la legalidad o moralidad de sus acciones.

Ambas narrativas contienen elementos de verdad, pero ninguna de ellas hace justicia a la crisis venezolana.

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La idea de que Venezuela es autoritaria ha sido repetida hasta la saciedad durante prácticamente los dieciocho años de gobierno chavista, que se inició cuando Hugo Chávez fue elegido presidente en 1998. Hasta hace poco, era relativamente fácil rebatir esta afirmación, que ignora el hecho de que el partido gobernante de Venezuela ha sido una y otra vez reafirmado en las urnas, ganando en 12 de las 15 grandes elecciones celebradas entre 1998 y 2015 y admitiendo la derrota en las tres ocasiones en las que perdió (diciembre 2007, septiembre 2010 y diciembre 2015). Las cinco ocasiones en que Chávez compitió por la presidencia de la nación entre 1998 y 2012 ganó con márgenes sustanciales (el más pequeño fue de 55-44% en 2012 y el mayor de 63-37% en 2006). El actual presidente venezolano, Nicolás Maduro, también fue elegido democráticamente. Las repetidas acusaciones de fraude electoral carecen de base, pues el fraude resulta totalmente imposible con el sistema electoral venezolano, calificado por Jimmy Carter como “el mejor del mundo”.

No obstante, aunque las acusaciones anteriores de autoritarismo no merecían crédito alguno, esto ha dejado de ser así. Desde comienzos de 2016, el gobierno ha adoptado una serie de decisiones que hacen cada vez más difícil refutar que Venezuela avance en una dirección autoritaria. En primer lugar, durante 2016 el Tribunal Supremo, que está clara y abiertamente supeditado al brazo ejecutivo, bloqueó a la Asamblea Nacional controlada por la oposición, que consiguió una mayoría legislativa en diciembre de 2015, evitando que aprobara leyes importantes. En ciertos casos, la Asamblea intentaba actuar más allá de su propia autoridad, por ejemplo cuando pretendió amnistiar a presos como Leopoldo López [2]. No obstante, el bloqueo sistemático ejercido por el tribunal Supremo a la Asamblea Nacional anuló el poder de la nueva mayoría legislativa de la oposición –y con ello los resultados de las elecciones de diciembre 2015. En segundo lugar, tras meses de demora, en octubre de 2016 el gobierno canceló un referéndum revocatorio autorizado por la ley. En tercer lugar, el gobierno pospuso indefinidamente las elecciones municipales y regionales que deberían haberse celebrado en 2016 según la constitución (aunque recientemente Maduro anunció una fecha para ellas). En cuarto lugar, como se ha señalado, en marzo el Tribunal Supremo emitió una resolución disolviendo la Asamblea Nacional, revirtiendo parcialmente la decisión días después, cuando Maduro solicitó al Tribunal Supremo que revisaran su decisión. Maduro se vio obligado a ello cuando su propia fiscal general, Luisa Ortega, dio un paso sin precedentes condenando públicamente la decisión del máximo tribunal al considerarlo “una ruptura del orden constitucional”. En quinto lugar, en abril de 2017 Henrique Capriles, una destacada figura opositora y candidato presidencial en dos ocasiones (2012 y 2013), fue inhabilitado para participar en política durante quince años, por motivos bastante cuestionables [3].

Al cancelar el referéndum revocatorio, suspender elecciones e impedir que políticos opositores se presenten a elecciones, el gobierno venezolano está bloqueando sistemáticamente la posibilidad de que el pueblo venezolano se exprese por medios electorales. Es difícil no considerar esta actuación como un progresivo autoritarismo. Pero también es difícil aceptar que Venezuela sea un régimen autoritario a gran escala, teniendo en cuenta el acceso significativo de la oposición a los medios de comunicación tradicionales y sociales y la libertad para participar en protestas antigubernamentales a pesar de determinadas restricciones (muchas de las cuales, si no todas, parecen justificadas, como por ejemplo limitar el acceso de los manifestantes a ciertas partes de Caracas, lo cual resulta razonable dado los repetidos episodios de destrucción de propiedad pública por parte de estos).

El gobierno es merecedor de fuertes críticas por sus actos autoritarios y su continua incapacidad para tomar decisiones significativas que resuelvan la crisis socioeconómica del país. Sin embargo, la oposición no es en absoluto la víctima inocente que nos describen a menudo las noticias de los medios mayoritarios. Un ejemplo especialmente notorio de lavado de imagen del pasado y presente violento de la oposición que proporcionan estos medios mayoritarios lo tenemos en un artículo del 19 de abril del New York Times , que transforma milagrosamente el violento golpe de Estado militar de 2002 que derrocó a Hugo Chávez en un “movimiento de protesta” aparentemente pacífico: “Mientras antiguos movimientos de protesta de la oposición intentaban derribar al gobierno de izquierdas –uno de ellos, en 2002, consiguió incluso deponer brevemente al entonces presidente Hugo Chávez…”

Existen numerosas pruebas de que la disposición de la oposición para utilizar la violencia y los medios inconstitucionales contra el gobierno no se limitó al golpe de Estado de 2002, sino que continúa hasta el día de hoy, tal y como he argumentado en otros artículos. En abril de 2013, la oposición se negó a reconocer la victoria de Maduro, a pesar de no contar con prueba alguna de fraude, y participó en protestas violentas que provocaron la muerte de al menos siete civiles. Otros 41 murieron en una nueva ola de violencia promovida por la oposición entre febrero y abril de 2014. Por lo general, se acepta que estas muertes fueron resultado de acciones tanto de activistas opositores como de fuerzas de seguridad del Estado, y algunos informes indican que cada parte fue responsable de aproximadamente la mitad de las muertes, aunque resulta difícil recoger suficiente información fiable sobre este tema controvertido.

La oposición ha participado en numerosos actos de violencia durante la actual ola de protestas. En un informe redactado sobre el terreno en Venezuela el 23 de abril, Rachel Boothroyd Rojas escribió:

“El repertorio de violencia de los últimos 18 días es estremecedor: escuelas saqueadas, un edificio del Tribunal Supremo incendiado, el asalto a una base aérea, además de una amplia destrucción de vehículos de transporte público y de instalaciones de salud y veterinarias. Han muerto al menos 23 personas y muchas más han sufrido heridas. En uno de los casos más sobrecogedores de la violencia perpetrada por la extrema derecha, que tuvo lugar el 20 de abril en torno a las 10 de la noche, mujeres, niños y más de 50 bebés recién nacidos tuvieron que ser evacuados por el gobierno de un hospital maternal público, que fue asaltado por bandas de la oposición”.

Una de las muertes recientes más trágicas ocurrió el domingo 23 de abril, cuando Almelina Carrillo, “una enfermera de 47 años iba de camino a su turno de tarde cuando se cruzó con una marcha chavista [en el centro de Caracas] y fue gravemente herida por una botella congelada, presumiblemente arrojada [desde una torre de apartamentos] por un simpatizante de la oposición”.

No está claro cuándo, o cómo, la espiral descendente de Venezuela tendrá fin. Ante esta tesitura, cualquier persona a quien le importe Venezuela, y particularmente los activistas, intelectuales y periodistas de izquierdas que han celebrado y documentado los abundantes e importantes logros de la “Revolución Bolivariana” se enfrentan a una triple tarea.

En primer lugar, contar la verdad. Ello, claro está, significa documentar y hacer público el brutal y letal uso de la violencia por parte de la oposición contra funcionarios del gobierno, chavistas de base e inocentes transeúntes. Este tema merece una atención mucho mayor de la que recibe en las informaciones dominantes sobre Venezuela. Pero, al mismo tiempo, la izquierda no puede cerrar los ojos ante la deriva autoritaria del gobierno ni ante sus políticas ineptas. Y esto no debe hacerse movidos por una fe ciega e injustificada en la democracia liberal representativa, sino porque el gobierno autoritario es incompatible con el bello aunque contradictorio e imperfecto proyecto destinado a construir una “democracia participativa y protagónica” que el chavismo contribuyó a potenciar.

En segundo lugar, rechazar todos y cada uno de los llamamientos a una intervención imperialista destinada a “salvar” a Venezuela. Las tentativas destinadas a tal fin no solo fracasarán, sino que probablemente convertirían en trágica una situación de por sí difícil, como demuestran demasiado bien los horrores de Irak y Afganistán.

En tercer lugar, solidarizarse con la mayoría de venezolanos que sufren en manos de una oposición vengativa e insensata y de un gobierno incompetente y falto de responsabilidad. Si hay un eslogan que capta el sentimiento generalizado de las clases populares que viven en los barrios pobres y en las aldeas de Venezuela, probablemente sea este: “Que se vallan todos”.

Notas del traductor:

[1] Este artículo fue publicado el 4 de mayo. Dos semanas más tarde, la cifra supera ya los 40 muertos.
[2] Político opositor venezolano, ex alcalde de Cachao (municipio de Caracas), condenado en 2015 a 13 años de prisión por incitación pública a la violencia en las manifestaciones de 2014 que se saldaron con más de 40 muertos y cientos de heridos.
[3] La Contraloría General de Venezuela basó su inhabilitación en hechos de corrupción durante su gestión como gobernador en los años 2011-2013, por haber actuado de manera negligente al no presentar el proyecto de Ley de Presupuesto para el ejercicio fiscal del año 2013 ante el Consejo Legislativo de Miranda, además de firmar convenios de cooperación con embajadas de Polonia y Gran Bretaña sin la autorización legal, omitiendo el procedimiento de selección de contratistas.

* Gabriel Hetland es profesor adjunto de estudios latinoamericanos en la Universidad de Albany. Su campo de investigación es la participación, la política y las protestas en América Latina y Estados Unidos.
Este artículo puede reproducirse libremente siempre que se respete su totalidad y se nombre a su autor, su traductor y a Rebelión como fuente del mismo

1917 REVOLUCIÓN FINLANDENSA (RUSIA)


1917

La revolución finlandesa



Eric Blanc

Viento Sur

16.05.2017

 

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Durante el siglo pasado, los trabajos históricos de la revolución de 1917 se han centrado normalmente en Petrogrado y en los socialistas rusos. Pero el Imperio ruso estaba compuesto predominantemente por no-rusos, y las convulsiones en la periferia del imperio eran habitualmente tan explosivas como las del centro.

El derrocamiento del zarismo en febrero de 1917 desencadenó una ola revolucionaria que inmediatamente inundó toda Rusia. Quizá la más excepcional de estas insurrecciones fuera la revolución finlandesa que un académico llamó “la guerra de clases más claramente definida del siglo XX”.

La excepción finlandesa

Los finlandeses eran distintos a cualquier otra nación bajo el mando zarista. Anexionada de Suecia en 1809, a Finlandia se le permitía gozar de autonomía gubernamental, libertad política y, llegado el momento, incluso de su propio parlamento democráticamente elegido. Aunque el zar trataba de limitar su autonomía, la vida política en Helsinki se parecía más a Berlín que a Petrogrado.

En un periodo en que los socialistas del resto de la Rusia imperial estaban obligados a organizarse en partidos clandestinos y eran perseguidos por la policía secreta, el Partido Socialdemócrata de Finlandia (SDP) operaba abierta y legalmente. Como la socialdemocracia alemana, los finlandeses construyeron de 1899 en adelante un partido obrero de masas y una densa cultura socialista con sus propias salas de reuniones, grupos de mujeres obreras, coros y ligas deportivas.

Políticamente, el movimiento obrero finlandés estaba embarcado en una estrategia de orientación parlamentaria y de paciente educación y organización de los obreros. Su política era en principio moderada: era raro hablar de la revolución y la colaboración con los liberales era habitual.

Pero el SDP se distinguía de los partidos socialistas de masas legales en Europa en que se volvió más combativo en los años previos a la I Guerra Mundial. Si Finlandia no hubiera formado parte del Imperio ruso es probable que se hubiera desarrollado por el camino de moderación de la mayoría de partidos socialistas de Europa occidental, en el cual los radicales fueron cada vez más marginados por la integración parlamentaria y la burocratización.

Pero la participación de Finlandia en la revolución de 1905 escoró el partido a la izquierda. En la huelga general de noviembre de 1905, un líder socialista finlandés se maravillaba ante el levantamiento popular: “Vivimos en una época maravillosa […] Gente humilde y satisfecha de cargar con el peso de la esclavitud se ha sacudido de repente su yugo. Grupos que hasta ahora comían cortezas de pino piden ahora pan”.

Tras la revolución de 1905, los diputados parlamentarios moderados, los líderes sindicales y los funcionarios se encontraron en minoría en el SDP. Tratando de aplicar la orientación elaborada por el teórico marxista alemán Karl Kautsky, desde 1906 en adelante la mayoría del partido dotó a la táctica de la legalidad y al enfoque parlamentario una política nítida de lucha de clases. “El odio de clase ha de ser bienvenido, pues es una virtud”, decía una publicación del partido.

El partido anunció que sólo un movimiento obrero independiente podría promover los intereses de los obreros, defender y aumentar la autonomía finlandesa de Rusia y conquistar una democracia política completa. La revolución socialista se convertiría con el tiempo en la tarea principal, pero hasta entonces el partido debería acumular pacientemente sus fuerzas y evitar cualquier choque prematuro con la clase dominante.

Esta estrategia de la socialdemocracia revolucionaria —con su mensaje militante y métodos “sin prisa pero sin pausa”— fue espectacularmente exitosa en Finlandia. Para 1907, se habían unido al partido cerca de 100.000 obreros, convirtiéndolo en la mayor organización socialista per capita del mundo. Y, en julio de 1916, la socialdemocracia finlandesa hizo historia al convertirse en el primer partido socialista de cualquier país en alcanzar una mayoría parlamentaria. Sin embargo, debido a la rusificación zarista de los últimos años, la mayor parte del poder estatal finlandés estaba para entonces bajo administración rusa. Sólo en 1917 pudo el SDP afrontar los desafíos de ostentar una mayoría parlamentaria socialista en una sociedad capitalista.

Los primeros meses

Las noticias de la insurrección de febrero en la cercana Petrogrado llegaron como una sorpresa a Finlandia. Pero una vez confirmados los rumores, los soldados rusos emplazados en Helsinki se amotinaron contra sus oficiales, como describió un testigo: “Por la mañana los soldados y marineros marcharon con banderas rojas por las calles, en parte desfilando cantando la Marsellesa, en parte en grupos separados, repartiendo lazos y trozos de tela rojos. Patrullas armadas de marinos de tropa deambulaban por toda la ciudad desarmando a los oficiales que a la menor resistencia o al no aceptar el distintivo rojo eran fusilados y abandonados ahí mismo”.

Los gobernantes rusos fueron expulsados, los soldados rusos emplazados en Finlandia declararon su fidelidad al Soviet de Petrogrado y la policía finlandesa fue destruida desde abajo. La narración de primera mano en 1918 del escritor conservador Henning Söderhjelm —expresión inmejorable del punto de vista de las élites finlandesas— lloraba la pérdida del monopolio de la violencia del Estado: “Era política expresa del SDP finlandés destruir completamente la policía. La fuerza policial, que había sido disuelta por los soldados rusos al comienzo mismo de la revolución, no volvió a existir jamás. El pueblo no tenía confianza en esta institución y en su lugar se estableció una milicia en unidades locales para el mantenimiento del orden, cuyos hombres pertenecían al Partido Obrero”

¿Qué debería reemplazar el viejo gobierno local ruso? Algunos radicales impulsaron un gobierno rojo, pero estaban en minoría. Como en el resto del imperio, Finlandia se encontraba en marzo envuelta en la llamada “unidad nacional”. Esperando ganar mayor autonomía del nuevo gobierno provisional ruso, un ala de líderes moderados del SDP rompió con la inveterada posición del partido y se unió a un gobierno de coalición con los liberales finlandeses. Varios socialistas radicales denunciaron esta maniobra como una “traición” y una flagrante violación de los principios marxistas del SDP. Otros líderes del partido, sin embargo, aceptaron la entrada en el gobierno para evitar una división en el partido.

La luna de miel política de Finlandia duró poco. El nuevo gobierno de coalición se vio rápidamente atrapado en el fuego cruzado de la lucha de clases, cuando se desplegó una combatividad sin precedentes desde los centros de trabajo, las calles y las áreas rurales de Finlandia. Algunos socialistas finlandeses centraron sus esfuerzos en construir milicias armadas de obreros. Otros impulsaron huelgas, el sindicalismo militante y el activismo fabril. Söderhjelm describía la dinámica: “El proletariado ya no rogaba ni rezaba, sino que exigía y reclamaba. Nunca, supongo, ha estado el obrero, pero especialmente el bruto, tan hinchado de poder como en el año 1917 en Finlandia”

La élite de Finlandia esperaba al principio que la entrada de los socialistas moderados en el gobierno de coalición obligara al SDP a abandonar su línea de lucha de clases. Söderhjelm se lamentaba de que estas esperanzas se desvanecieran: “Se desarrolló el puro mando de la turba a una velocidad inesperada. […] Antes que nada, [hay que culpar] a la táctica del Partido Obrero. […] Incluso si el Partido Obrero actuaba con una cierta dignidad en su conducta más oficial, proseguía su política de agitación contra la burguesía con incansable celo”.

Mientras que los socialistas moderados del nuevo gobierno, así como sus líderes obreros aliados, trataban de atenuar la insurgencia popular, la extrema izquierda del partido llamaba sistemáticamente a una ruptura con la burguesía. Oscilando entre estos polos socialistas se situaba una tendencia centrista amorfa que daba un apoyo limitado al nuevo gobierno. Y aunque la mayoría de líderes del SDP por lo general seguían dando prioridad a la esfera parlamentaria, la mayoría apoyaba —o al menos aceptaba— el levantamiento desde abajo.

A la luz de la imprevista oleada de resistencia, la burguesía finlandesa se volvió cada vez más beligerante e intransigente. El historiador Maurice Carrez señala que las clases altas finlandesas nunca aceptaron ni se resignaron a “compartir el poder con una formación política a la que veían como la encarnación del demonio”.
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