jueves, 20 de febrero de 2025

La larga crisis de la UE

 

¿Por qué las clases dirigentes europeas se han convertido en entusiastas de una estrategia político-militar que perjudica gravemente sus países? He ahí un misterio que Monereo analiza en profundidad. El futuro pinta mal.

TOPOEXPRESS

La larga crisis de la UE

Manolo Monereo

El Viejo Topo

20 febrero, 2025 



LA LARGA CRISIS DE LA UNIÓN EUROPEA: EL FRACASO DE LA SOLUCIÓN POLÍTICO MILITAR

Los tiempos son difíciles, los que se avecinan serán aún peores. Habría que exigir hablar con claridad y evitar el lenguaje falsario. La voladura, el 26 de septiembre de 2022, del Nord Stream 1 y el Nord Stream 2 puso fin a cualquier debate serio sobre la supuesta autonomía estratégica de la Unión Europea y mostró hasta qué punto está sometida a la lógica de poder y a los intereses estratégicos de los EEUU. El Presidente Biden se lo dijo, en vivo y en directo, al canciller Olaf Sholz: Alemania tiene que suspender inmediatamente las obras del gaseoducto Nord Stream 2 y dejar de recibir gas y petróleo de Rusia. Unos meses después –en pleno conflicto armado en Ucrania– ambos gaseoductos fueron dinamitados.

Todos sabemos quién estaba por delante y quién estaba por detrás; tampoco se oculta demasiado, solo silencio y bulos que, dependiendo de los días, señalan pistas falsas para eludir la responsabilidad de los “primos americanos”, como diría John Le Carré. La vejación no pudo ser mayor: aliados de la OTAN sabotean una construcción estratégica, vital, de Alemania y no pasa nada. Es más, nadie denuncia, nadie investiga en serio, nadie dimite y, lo que es peor, el alineamiento del país germánico, del conjunto de la UE con la Administración Biden se hizo más estrecho, más férreo. Dicho a lo Vito Corleone: le hicieron una oferta que no pudieron rechazar. Este dato pone de manifiesto la determinación, la importancia decisiva que la guerra programada contra Rusia tenía para los EEUU y la necesidad imperiosa de contar con unos aliados europeos disciplinados y comprometidos, costara lo que costara. Lo que no esperaban era que Trump volviera a ganar las elecciones y que el escenario pudiese cambiar tan rápidamente. Es el problema de ser aliado subalterno de una gran potencia en declive y en plena mutación política, social y cultural. Ahora toca rasgarse las vestiduras, denunciar la ingratitud del malvado Trump e ir recomponiendo la figura para lo que viene, a saber: cambiar de opinión sin que se note mucho.

La pregunta hay que hacerla:

¿Por qué las clases dirigentes de los países de la UE se han convertido en actores entusiastas y fervorosos de una estrategia político-militar que perjudica gravemente su economía, la hace comercial y tecnológicamente más dependiente y la convierte de nuevo en zona de guerra, campo de batalla entre dos grandes potencias?

Una primera respuesta pondría el acento en que, una vez más, las cosas no han salido como se esperaba. La idea era someter a Rusia a una guerra de desgaste comercial, financiera y militar que provocara una crisis económica especialmente grave, malestar social, división del equipo dirigente y la caída de Putin. Lo que se puede decir, a tres años del comienzo de la intervención militar rusa, es que el plan no ha funcionado y que el consenso en torno a Putin se ha hecho más fuerte y sólido. La economía rusa crece por encima de la media europea; su política de sustitución de importaciones está siendo exitosa; su complejo militar, científico e industrial se desarrolla eficazmente y la producción de materias primas vegetales y minerales tienen un dinamismo difícil de negar. Es más, Europa hoy sigue dependiendo del gas y del petróleo ruso a pesar de los esfuerzos de los norteamericanos.

Lo más notable es que en el frente militar la situación de las fuerzas ucranianas es extremadamente difícil y que la guerra se decanta en favor de las fuerzas armadas rusas. Si se ahonda un poco aparece siempre, siempre, el desprecio de las elites europeas a una Rusia bárbara, atrasada e insoportable tapón geopolítico. Los dirigentes polacos lo dicen cada día: no debería existir un Estado así. En esto no hay que equivocarse, los planificadores de la OTAN sabían perfectamente que Ucrania nunca ganaría esta guerra; simplemente, sería el instrumento (pondrían los muertos y las riquezas del país) para infligir una derrota estratégica a la potencia euroasiática y debilitar a China, que era el verdadero objetivo del viejo equipo de Hillary Clinton, del que formaba parte Biden.

Una segunda respuesta daría prioridad a la historia, a lo que podríamos llamar la “venganza de la historia”. Lo políticamente correcto lo contamina todo e impide ver y contar lo que tenemos delante de nuestros ojos. Si se observa con cierta atención la sofisticada política de alianzas de los EEUU, se verá cómo esta se organiza en círculos concéntricos. Primero, el anglosajón, con el Reino Unido y Australia en el núcleo duro. Es el AUKUS, al que siempre hay que añadir a Nueva Zelanda. El segundo, lo componen los tres protectorados político-militares de los EEUU, Estados militarmente ocupados, nuclearizados y estructuralmente alineados con los intereses estratégicos de la Administración norteamericana. Nos referimos a Alemania, Japón y Corea del Sur, y, en muchos sentidos, Italia. Es decir, países con soberanía limitada, imposibilitados para definir sus prioridades nacionales y obligados a externalizar su política de seguridad y defensa. Habría un tercero y hasta un cuarto círculo. En el centro de todo, la OTAN y su control sobre la península europea.

La historia cuenta. Las élites europeas llevan años intentando vivir al margen de ella, como si los Estados, las naciones y pueblos fuesen el obstáculo fundamental para la construcción de una Europa con voluntad de superpotencia. Que el Estado dominante europeo sea un protectorado político-militar de EEUU dice mucho sobre el tipo de Unión que se ha ido definiendo en estos años. El Tratado de Maastricht fue la señal de un cambio decisivo en la correlación de fuerzas, marcado por tres hechos: la unidad alemana, la desintegración de la Unión Soviética y la ampliación acelerada hacia el Este de la Unión. La “nueva Europa” que surgía se incorporaba al Nuevo Orden Internacional dictado por la potencia vencedora (EEUU) y constitucionalizaba el neoliberalismo como fundamento de su construcción, con el euro como objetivo. OTAN y ampliación hacia el Este se complementaban funcionalmente definiendo espacios y cercando a Rusia. Primero, los países del antiguo Pacto de Varsovia y luego, las antiguas repúblicas soviéticas: Ucrania, Georgia, Moldavia. La UE y los EEUU siempre fueron de la mano. La estrategia, la misma en todas partes, a saber, promover la oposición a Rusia, organizar a las fuerzas nacionalistas y crear una línea de demarcación de masas entre supuestos europeístas y los partidarios de un Moscú siempre al acecho.

La implicación euroamericana y atlantista para ir sitiando a Rusia es conocida y cada vez más documentada. Los “papeles” que vamos conociendo de la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) dan pistas sobre los dispositivos empleados por las agencias de inteligencia y demás organismos especializados en la desinformación, “Revoluciones Coloreadas”, impulso de las oposiciones nacionalistas y pro UE. Todo ello financiado con generosidad a través de ONGs creadas al efecto. Se dirá que los “otros” hacen lo mismo, es verdad, pero habría que reconocer que hay una asimetría de recursos, medios y coberturas mediáticas notable, sobre todo, cuando la UE y los EEUU trabajan al unísono. El dato más sobresaliente, a mi juicio, es la promoción de nuevas élites políticas formadas en Occidente, fervientes partidarias del atlantismo, desnacionalizadas e intercambiables entre sí. Estas agencias e instituciones no paran nunca, siempre han estado ahí: contra la URRS, contra Yeltsin /Primakov, contra Putin.

Está siendo duro, muy duro, para las élites europeas, para los publicistas que han justificado hasta la saciedad las políticas atlantistas y que ahora se muestran comprensivos ante las “masacres” (la palabra genocidio está prohibida) perpetradas por las fuerzas armadas israelitas contra la población palestina, adaptarse a la nueva administración norteamericana. Las instituciones europeas, sus representantes más caracterizados se han ido convirtiendo en el ala más belicista de la coalición internacional contra Rusia. Conforme más se acercaba el momento de la toma de posesión de Trump más fuertemente han reivindicado la continuidad de la guerra y el apoyo a un Zelenski en sus horas más bajas. Cegados por el mito americano, no quisieron entender que algo grave y hondo estaba pasando en la sociedad estadounidense; que la reelección en diferido de una persona como Trump era la señal de una reacción política que viene de lejos y que, con él y sin él, cambiará sustancialmente las relaciones del Estado norteamericano con aliados, adversarios y enemigos. Lo advirtió Kissinger: ser enemigo de EEUU es peligroso; ser amigo puede ser fatal.

Cuando uno lo fía todo al servicio de una gran potencia, debe saber que eso tiene sus costes y uno de ellos, frecuente por lo demás, es que suelen cambiar de prioridades y de clase dirigente. Von der Layen, Borrell, Sánchez, Scholz, Macron tienen ahora la ingrata tarea de recomponer la figura y volver a un discurso aceptable para la nueva administración norteamericana. Ahora toca rasgarse las vestiduras y gritar.

Hay un tema que vuelve y que ilumina mucho la realidad política europea. Me refiero al retorno cada vez más evidente de los Estados nacionales. El discurso dominante se ha ido convirtiendo en un sentido común políticamente construido: para sobrevivir en un mundo globalizado hace falta ceder soberanía a la Unión Europea. Se insinuaba que las competencias que se perdían por “abajo” se recuperarían por “arriba” en la larga marcha hacia los Estados Unidos de Europa, una nueva superpotencia, un “imperio-jardín” liberal, que tenía que vérselas con una “jungla” internacional donde imperaba el Estado de naturaleza. ¿Qué competencias se cedieron? La política monetaria y, derivadamente, la política fiscal, el control y la regulación de los mercados (es decir, de los grandes poderes económicos, empezando por los financieros), las políticas comerciales… ¿Se recuperaron por arriba? Solo aquellas que cuidadosa y sistemáticamente desmantelaban el Estado Social y lo hacían económica y financieramente inviable.

Lo que consiguió esta estrategia “hayekiana” de integración europea fue desconectar “cuestión social” de la “cuestión democrática”, imponiendo –era lo fundamental– un conjunto de políticas neoliberales obligatorias para cada uno de los Estados individualmente considerados. Las democracias, autodefinidas como socialmente avanzadas, sólo decidían cómo se aplicaban las directivas que venían de la cúpula de la Unión o los márgenes (siempre estrechos) para otras políticas que respondieran a las demandas de una ciudadanía cada vez más indignada. Dicho de otra forma, la soberanía popular perdió poder real, la democracia como deliberación/elección entre distintos modelos socio-económicos se limitó estructuralmente, la diferenciación derecha/izquierda se fue diluyendo como definición entre clases e intereses sociales contrapuestos y lo que fue quedando es un espacio político-cultural cada vez más colonizado por la cultura dominante neoliberal; donde la derecha era cada vez más de extrema derecha y la izquierda, débil y sin proyecto, se posicionaba en función de ella y en los márgenes particularistas e identitarios permitidos por los que mandan.

Las consecuencias se conocen desde hace mucho tiempo. Wolfgang Streeck, Sergio Cesaratto y yo mismo, venimos hablado de “momento Polanyi” desde hace más de una década. La contraposición entre una coalición globalista de ganadores y una mayoría social y territorial que la soporta y la sufre, se hace más aguda, más visible. El dato más significativo es que estos sectores populares, insisto, mayoritarios, han sido abandonados por las izquierdas y han terminado por caer baja la influencia de las fuerzas populistas de derecha en nombre, tremenda paradoja, de un soberanismo sin pueblo y sin Estado. La vida política y cultural se polariza y degrada; la desigualdad y la involución social se acentúa, los grandes poderes económicos determinan la agenda política y se imponen en una esfera pública uniformizada y de espaldas a las demandas populares.

Una clase política cada vez más cerrada, políticamente homogénea y dependiente de los que toman las decisiones fundamentales al margen de la soberanía popular. Las élites políticas se han ido convertido en “funcionarios del capital”, en agentes de las grandes empresas financieras-empresariales, de los grandes fondos de inversión; dedicados a la vieja tarea de mandar; especializados en el arte de legitimar y hacer pasar como buenas políticas que perjudican a las mayorías sociales, a los jóvenes, a los mayores, eso sí, siempre con la ayuda directa de la industria de manipulación de las consciencias, en manos de una estrecha coalición de grandes bancos y empresas.

Estas clases dirigentes han construido una Unión Europea funcional y conscientemente dependiente de los intereses estratégicos norteamericanos. No son capaces de concebir otra Europa posible, dotada de capacidades para definir autónomamente sus prioridades, en un mundo, además, que cambia aceleradamente. Basta ver, hace unos días, al Presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, Christoph Heusgen, quejarse amargamente y llorar –sí, llorar en público– ante el cambio de prioridades de la nueva Administración norteamericana. Se trata de algo más que servidumbre voluntaria, es una clara y nítida cooptación por la potencia imperial. ¿Dónde está lo nuevo? ¿El dato fundamental? Que las políticas de Trump ponen de manifiesto el carácter subalterno de estas élites; el papel central de la OTAN en la definición de la política exterior y de defensa europeas y, sobre todo, la naturaleza real de las estructuras de poder de la Unión.

La crisis de la Unión Europea seguía estando ahí, al menos desde el 2008, latente unas veces, abiertas otras. El conflicto ucraniano ofrecía una posibilidad y fue aprovechada: unirse, fortalecerse frente a un enemigo creíble: Putin. Los viejos atavismos culturales frente al mundo eslavo-asiático, el recuerdo de la sombra amenazante de la URSS, la reconstrucción acelerada de un poder ruso y, lo peor, que trenzaba alianzas cada vez más estrechas con China e Irán, generaban las condiciones para justificar un nuevo impulso en la integración de la UE, esta vez basada en las políticas de seguridad, de defensa. La situación era propicia. Las mayorías sociales habían venido interiorizando inseguridad, miedo, temor al futuro. La pandemia agravó aún más viejos problemas relacionados con la precariedad, los recortes sociales, el incremento de las desigualdades y la inseguridad cultural. El miedo se ha ido convirtiendo en una segunda piel.

La maniobra ha sido, hay que reconocerlo, de grandes dimensiones: desplazar la atención de los problemas sociales, económicos y culturales creados por las políticas neoliberales impulsadas, precisamente, por la Unión Europea, hacia el enemigo externo; transformar las demandas de orden, justicia, seguridad de las poblaciones en miedo organizado y dirigido, concretado en un mal absoluto (Rusia) que pone en peligro nuestros derechos, libertades, nuestras vidas. El discurso es disciplinario: demoniza al crítico y criminaliza al disidente. No hay debate posible: o se está con el bien (Occidente) o se está con el mal (la Rusia de Putin). Biden fue la gran oportunidad. Derrotado, por poco, pero derrotado (¡por fin!) el primer Trump, llegaba un nuevo Presidente con las ideas claras: defender el Orden Internacional y sus normas; fortalecer la OTAN y propiciar el alineamiento férreo de los aliados europeos. La historia es conocida. Ahora, de nuevo, Trump. Lo dicho, toca resituarse, crear un nuevo relato y ver cómo, poco a poco, una clase política es sustituida por otra más cercana a la nueva Administración norteamericana. En los imperios pasan estas cosas.

Hay un debate de fondo siempre eludido, impensable, prohibido: ¿Coinciden los intereses estratégicos de Europa con los de Estados Unidos? Para clarificar aún más esta cuestión, habría que plantear una segunda pregunta: ¿cuál será el papel de Europa en el Nuevo Orden Internacional Multipolar?  ¿Tendrá alguno? ¿El que decidan los EEUU? El perspicaz lector habrá observado que hablo de Europa y no de la Unión Europea. No las confundo. La UE es un modo, a mi juicio fracasado, de construir Europa desde los intereses de los grandes poderes económicos, y subalterna a los EEUU. Pensar y construir una Europa europea, exigiría un cambio de orientación fundamental, otras prioridades económicas, políticas, sociales y, lo fundamental, unas nuevas clases dirigentes comprometidas con la justicia social, la democracia sustancial, la paz y la solidaridad internacional.

Termino como comencé, citando al viejo socialdemócrata alemán:

“Si queremos una Europa pacífica y mantenernos al margen de los conflictos entre las potencias nucleares, necesitamos la liberación de Europa de la tutela militar de los Estados Unidos mediante una política europea independiente de seguridad y defensa. Este objetivo debería ser nuestra máxima prioridad”

Oskar Lafontaine escribió esto hace algo más de dos años. Ahora, es mucho más urgente tener en cuenta sus reflexiones. Aparentemente, sus argumentos pueden parecer similares o parecidos a otros que políticos y publicistas despechados gritan hoy entre lágrimas. No hay que confundirse. Si Europa quiere ser un sujeto activo, independiente y con autonomía política en el Nuevo Orden Internacional en gestación, debe comenzar por apostar por un tratado de paz, cooperación y desarrollo con Rusia, como condición para definir soberanamente sus prioridades estratégicas. Todo lo demás es seguir siendo protectorado político-militar estadounidense. En palabras de Chevènement: Europa habría salido ya de la historia.

El debate no ha hecho otra cosa que empezar. Continuará.

FuenteNortes

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Sorprende que sorprenda el papel segundón de la Unión Europea

 

Sorprende que sorprenda el papel segundón de la Unión Europea

 

INSURGENTE.ORG / 20.02.2025

 

Los capos de la U.E comprobaron en sus dos últimas reuniones que la U.E es lo que sembraron: un espacio no unitario donde los intereses capitalistas no están, ni mucho menos, unificados. Es, por otra parte, lógico, dado que el sistema que padecemos en los territorios que administra invita, obligatoriamente, a asumir su ideario, esto es, individualismo recalcitrante, competitividad salvaje, saqueo indiscriminado…, en una palabra, el célebre y popular «cada uno a lo suyo», y esto es aplicable a los respectivos países en puja con el de al lado. Por si faltara algo al cóctel aparece, en no pocos gobiernos de la «Unión», la presencia de la extrema derecha para recordarnos que ellos forman parte también del sistema capitalista. Son sus connaturales.

En estas horas, los dirigentes de la U.E andan pidiendo de rodillas una silla en la negociación Rusia-EE.UU para que su opinión pública no visualice la realidad del papel secundario (por se optimistas) que le ha tocado en el final del conflicto bélico. Y eso que viene de perdonar que le hayan explotado el gaseoducto Nord Stream para que las empresas gaseras de EE.UU sustituyan (con pingües beneficios) al gas procedente de Rusia, o que hayan ordenado al gobierno fascista de Ucrania a cortar el paso del gas que llegaba a Hungría y Eslovaquia para que esas mismas empresas obtengan réditos en las Bolsas.

Es por todo ello que a Rusia le da igual que Ucrania pertenezca a una institución moribunda como la Unión Europea, y centre sus fuerzas en avisar que estar dentro de la OTAN si conllevaría una amenaza real como se demuestra -por ejemplo- con las actuales maniobras militares (la más grande en número de soldados) en un espacio cercano a Rusia.

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La barbarie arrecia

 

La barbarie arrecia

 

DIARIO OCTUBRE / febrero 20, 2025

 

Artículo publicado en la revista n.º 5 Con-Ciencia de Clase.



A medida que la crisis se intensifica, la dictadura de la burguesía se calza la bota militar para llevar a cabo sus planes de barbarie y destrucción. La rápida sucesión de acontecimientos profundiza las tendencias fundamentales de las políticas con las que la oligarquía imperialista intenta gobernar la crisis agónica del capitalismo. La comprensión de las diferentes manifestaciones de la realidad como un todo integral, es más necesaria que nunca en estos tiempos en los que nos acercamos a situaciones límite en las que la burguesía imperialista despliega sus armas más agresivas, tanto económicas como mediáticas o militares, para mantener las riendas del poder.

El imperialismo, el sionismo y el fascismo son expresiones de un mismo proceso determinado por una crisis de la que la oligarquía se propone salir mediante la aniquilación programada de buena parte de la estructura productiva. Su sustitución por la producción intensiva de armamento, recortando drásticamente el gasto en servicios públicos, se acompaña necesariamente de medidas inéditas de control social y de reforzamiento represivo decididamente encaminadas hacia la militarización social.

En el artículo destinado a la economía de guerra se analiza la destrucción de la economía de la UE, sobre todo de la industria y la pequeña y mediana empresa agrícola y ganadera, fundamentalmente debido a la agudización de la crisis, pero también a decisiones políticas que contribuyen decisivamente a acelerarla en una especie de voladura controlada.

En el texto que trata sobre el desarrollo desigual del capitalismo en la crisis se explica, desde el análisis marxista, por qué el hundimiento de la economía de los países centrales del imperialismo coexiste y se relaciona íntimamente con el florecimiento de países periféricos. La clarificación que el texto aporta permite entender procesos que afectan a países de los BRICS y que han creado no poca confusión en medios de la izquierda.

El incremento de la explotación de la clase obrera, con la precariedad laboral reflejada de forma siniestra en el aumento de las muertes por accidentes laborales, tiene ahora una nueva vuelta de tuerca. El gobierno PSOE-Sumar, la patronal y CC.OO y UGT, pretenden, como ya señalábamos en el número anterior, introducir Planes de Pensiones Privados en todos los Convenios Marco (ya lo han hecho en el de la Construcción), de forma obligatoria y a espaldas de la clase obrera. Además en este número se analiza el crimen contra la salud de los trabajadores que supone que las mutuas patronales – eso son en realidad – controlen las incapacidades laborales.

En la OTAN y en los gobiernos de la UE, descartando a priori posibles negociaciones en Ucrania, se habla abiertamente de los preparativos de guerra contra Rusia, se anuncian grandes incrementos del gasto militar y se habla sin tapujos de la introducción del servicio militar obligatorio. Todo ello, a pesar de que Rusia está mostrando al mundo en qué medida, aun a pesar del hundimiento de la URSS, la memoria antifascista de su pueblo le está permitiendo ganar una guerra feroz contra la OTAN, el brazo armado del imperialismo.

El sio-imperialismo ha incorporado un trofeo más, Siria, a la siniestra lista de países devastados. El procedimiento ha sido muy parecido al que emplearon en Iraq: un embargo asfixiante, la traición del ejército y el desmembramiento del país, en este caso, a manos de Israel y Turquía. Todo ello ha ocurrido sin que ni siquiera se convocara el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que muestra una vez más que no queda resquicio alguno para el derecho internacional. El más fuerte y el que menos escrúpulos tiene impone su ley con total impunidad1.

En Palestina y Líbano, el genocidio israelí – el más salvaje y cruel que ha conocido la historia reciente – es enfrentado por una Resistencia heroica cuyos orígenes y desarrollo, así como los últimos acontecimientos en Siria, se analizan en una nueva entrevista a Leila Ghanem.

El camino hacia el precipicio al que se dirigen las sociedades occidentales, especialmente las europeas, plagado de destrucciones de empresas y del hundimiento de las condiciones de vida, con la guerra en el horizonte, está permitiendo cada vez a más trabajadoras y trabajadores entender la irracionalidad criminal sobre la que se erige el capitalismo. La riada del País Valenciá, un cóctel asesino en el que las causas naturales fueron las menos importantes, mostró descarnadamente el esperpento de una sociedad regida por el lucro privado y gobernada por políticos sin escrúpulos. Una vez más se mostró que “sólo el pueblo salva al pueblo”, pero que sin el poder en sus manos, la solidaridad es sólo un destello efímero de humanidad aplastado por la ley de hierro del beneficio2.

Nuestra tarea es ayudar a desvelar el secreto mejor guardado por el sistema: que la propiedad privada de los medios de producción sólo se mantiene mediante la violencia. A medida que la crisis se profundiza, la violencia que necesita poner en juego la burguesía para sostenerse es mayor; las máscaras se caen y con toda crudeza se planteará: o ellos o nosotros.

Prepararse y preparar a la clase obrera para esa cita con la historia en la que la guerra es la expresión más dura de la lucha de clases, es la tarea fundamental de las organizaciones comunistas. Y esta tarea es incompatible con planteamientos oportunistas de un pacifismo tramposo, que, afortunadamente, la Resistencia palestina ha permitido arrumbar; nos ha recordado, no sólo que hay guerras legítimas sino que la paz sólo es posible enfrentando el imperialismo criminal que lleva la guerra en su código genético.

1 El Comunicado de CNC referente a los acontecimientos de Siria se puede consultar aquí. “La lección de Siria. En la guerra rige la ley del más fuerte”. https://cncomunistas.org/?p=1883

El Comunicado de CNC Valencia, ¿mai més? Puede consultarse aquí: https://cncomunistas.org/?p=1826

Fuente: Coordinación Núcleos Comunistas

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Adiós USAID, esa “bola de zurdos”

 


Adiós USAID, esa “bola de zurdos”


Marcelo Colussi

KAOSENLARED

19.02.2025

Todos sabemos que Estados Unidos es quien decide las cosas en Centroamérica”. [Extensivo a toda Latinoamérica].
Salvador Nasralla, ex candidato presidencial en Honduras

“Crear dos, tres, muchos Vietnam” [para oponerse al imperialismo estadounidense].
Che Guevara

“La desaparición de Estados Unidos como principal potencia mundial podría llegar mucho más rápido de lo que nadie imagina.”
Alfred W. McCoy, historiador estadounidense.

Estados Unidos de América, la principal potencia capitalista, ha comenzado su lento -pero pareciera que indetenible- declive. Otras fuerzas aparecen en el panorama internacional haciéndole sombra. Básicamente, China y Rusia. Pero decae no por el auge de estas otras potencias, sino porque su dinámica interna alcanzó su tope.

El economista neokeynesiano y Premio Nobel Joseph Stiglitz, refiriéndose a su país, dijo que “En Estados Unidos, alrededor de 16 por ciento (https://bit.ly/4h8JPvB) de los niños crecen en la pobreza, el desempeño (https://bit.ly/3EbKTAt) global en las evaluaciones educativas internacionales es mediocre, la malnutrición (https://bit.ly/42vtD38) y la falta de vivienda se han generalizado y la expectativa de vida (https://bit.ly/3PQcFFe) es la más baja entre las principales economías avanzadas. El único remedio es más y mejor gasto público [el subrayado es nuestro]. Sin embargo, Trump y su equipo de oligarcas están empeñados en recortar el presupuesto todo lo que puedan. Hacerlo dejaría a Estados Unidos aún más dependiente de la mano de obra extranjera. Pero los inmigrantes, incluso los altamente calificados, son un anatema (https://bit.ly/4hm7lVM) para los seguidores del MAGA [Make America Great Again] de Trump.”

Para intentar detener esa caída, inexorable según parece, “El único remedio es más y mejor gasto público”, expresó enfático el connotado referente económico. Pero curiosamente, la nueva administración parece ir en el más radical sentido contrario. Con un planteo ultra neoliberal, con una visión absolutamente empresarial de la vida (¡la franja de Gaza puede ser considera un lote de tierra a vender para construir lujosos hoteles!, -sic- dijo Trump en una más de sus bravuconadas), la Casa Blanca está desarmando la estructura estatal del país. Con una motosierra que supera ampliamente a la implementada por Milei en Argentina, el presidente-monarca de Estados Unidos se ha dado a la tarea de destruir el aparato de Estado, supuestamente para tornarlo más eficiente. A tales efectos creó el Departamento de Eficiencia Gubernamental, dirigido por el archimillonario sudafricano Elon Musk, devenido pieza clave en el actual gobierno estadounidense (curiosamente, llamando fuertemente la atención e incidiendo sobre la inmigración, a la que criminaliza, siendo él mismo uno más de esos migrantes). Hasta el Papa Francisco criticó esta política: “Exhorto a todos los fieles de la Iglesia católica (…) a no ceder a narrativas que discriminan y causan sufrimiento innecesario a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados”.

En esa serie interminable de recortes y reacomodos que está teniendo lugar -en su mayoría relacionados con diversidad sexual, equidad e inclusión (DEI)- ya ha habido víctimas, como la Oficina de Protección Financiera del Consumidor -CFPB, por sus siglas en inglés- y, fundamentalmente, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, habitualmente conocida por su sigla inglesa: USAID. Están en la mira ahora el Pentágono, la CIA, y una serie de instancias gubernamentales -al menos 20-, cuestionadas por el Ejecutivo por ser, según su parecer, burócratas acomodados, corruptos en muchos casos, despilfarradores y un cáncer dentro del Estado. ¿Esa sería la causa del declive de la potencia, al igual que los inmigrantes indocumentados? Puros chivos expiatorios, obviamente. Se omite así la realidad: crisis del sistema capitalista global, crisis de la gran superpotencia porque llegó a su techo de crecimiento y gasta mucho más de lo que produce. Las motosierras solo crean más problemas sociales, no solucionan nada. O, si a alguien benefician, es a los grandes capitales privados, minúsculas élites en el mar humano.

De todos modos, como ya lo han indicado diversas voces autorizadas dentro de Estados Unidos, estos sangrientos recortes sin anestesia, que dejarán miles de desocupados, más la expulsión de inmigrantes indocumentados, que hará que falte mano de obra básica en ciertos rubros como agro, servicios y construcción, lo único que conseguirá será más problemas sociales domésticos, más pobreza, más empantamiento para la economía nacional. A lo que debería sumarse el aumento de precios que traerán los alocados aranceles que se está colocando a los productos provenientes de muchos países, lo cual solo generará más inflación dentro del país, que deberá pagar la ciudadanía.

¿Qué sucederá si esto trae un gran aumento del malestar social en la población estadounidense? Como sucede en todo país capitalista, el Estado -siempre favorable a la clase dominante- no dudará en reprimir la protesta popular. Como bien lo expresa el Pulitzer Chris Hedges: “El arsenal de herramientas utilizadas para la dominación global -vigilancia a gran escala; desmembramiento de las libertades civiles (incluyendo el debido proceso, la tortura, la policía militarizada, el sistema penitenciario masivo, los drones y satélites militarizados)- se emplearán contra una población nerviosa y enfurecida”. Lo cierto es que, como en cualquier país donde se introdujeron las drásticas políticas neoliberales con achicamiento del Estado, en todos lados los únicos beneficiarios son las empresas capitalistas, que como buenos buitres carroñeros se apropiaron de los despojos estatales, privatizando todo lo privatizable. ¿La CIA privada? Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras.

Según el presidente, y también el Departamento de Eficiencia Gubernamental, en total sintonía por el jefe de Estado, el gobierno estadounidense está dilapidando demasiado dinero en muchas oficinas innecesarias, por lo que se vienen enormes recortes de personal y de presupuesto. Por lo pronto en la USAID, según lo anunciado por su virtual interventor, el Secretario de Estado cubano-estadounidense Marco Rubio, quedarían solo 294 empleados de los 10,000 que había hasta el momento. Parece que la motosierra está de moda, y muy operativa.

Curiosamente también -más curiosamente que lo anterior- es que para Musk (¿un neonazi confeso?) esta agencia, oficialmente dedicada a la ayuda humanitaria, es una “bola de zurdos con políticas que van en contra de Estados Unidos”. Por cierto, Trump estimula generosamente esa motosierra dándole un total espaldarazo a su virtual “co-presidente”.

La USAID una “bola de zurdos”, “un nido de víboras marxistas de izquierda radical que odian a Estados Unidos” (sic): ¿chiste de mal gusto?, ¿un delirio esquizofrénico?, ¿nos volvimos todos locos? o, lo que parece más comprensible, una venganza política del mandatario -y su grupo de fanáticos seguidores- contra el partido Demócrata. Históricamente la USAID funcionó siempre como punta de lanza de la política exterior de Washington, más adversada por los republicanos, más estimulada por los demócratas. Según la periodista de investigación Mairead Elordi, durante las elecciones de 2024 los empleados de USAID donaron, a nivel individual, 377,000 dólares al partido Demócrata y solo 12,700 dólares al Republicano. Pero siempre, con cualquiera de las dos tradicionales administraciones de la Casa Blanca, esa agencia “humanitaria” fue la cara “amable” de la injerencia estadounidense en toda la faz del planeta, preparando golpes de Estado cuando le fue necesario, dividiendo la protesta popular, captando información sensible para las agencias de espionaje de Washington. Como se ha dicho en reiteradas ocasiones: “detrás de la USAID viene la CIA”, y detrás de ellas, las multinacionales estadounidenses haciendo sus negocios, arrasando los países donde entran. Y cuando es necesario: las tropas armadas hasta los dientes, salvadoras del american way of life.

La USAID, al igual que la Alianza para el Progreso, o el Cuerpo de Paz, constituyen iniciativas del gobierno estadounidense surgidas inmediatamente después de la Revolución Cubana de 1959 -estas tres instituciones aparecen en 1961, bajo la presidencia de John Kennedy- para poner paños de agua fría en la siempre postergada -y convulsa- región latinoamericana, buscando que el ejemplo cubano no cundiera en el hemisferio. En otros términos, y tal como lo presenta un manual de inteligencia de Estados Unidos, estas iniciativas son “estrategias contrainsurgentes no armadas”. Para las armadas, ahí estuvo por años la Escuela de las Américas preparando militares golpistas de Latinoamérica, furiosamente anticomunistas, instruidos en la Doctrina de Seguridad Nacional y combate al enemigo interno. Su supuesta asistencia humanitaria y fomento al desarrollo son solo vacuas palabras que sirven para encubrir lo que en realidad representan: armas de control político-social, estableciendo una desvergonzada injerencia en los asuntos internos de los países donde actúa, siempre en función del proyecto imperial de la Casa Blanca, promoviendo el libre comercio y el beneficio de sus compañías privadas.

Iniciada por Estados Unidos, seguida luego por Europa Occidental, la llamada “cooperación internacional” lo que menos tiene es, precisamente, cooperación. Es un sutil mecanismo de neocolonialismo, de sujeción político-ideológica impuesta a los países del Sur global. Si a alguien sirve, no es a los supuestos beneficiarios de las regiones más empobrecidas del planeta -más allá de alguna eventual ayuda humanitaria de emergencia- sino a las estrategias imperiales de dominación que impone el Norte próspero y desarrollado. Junto a esa presunta “cooperación”, donde los “donantes” imponen las agendas, priviene el saqueo, y en muchos casos, prepara condiciones para las intervenciones militares, encubiertas o descarnadamente abiertas: ayer, golpes de Estado sangrientos; hoy, golpes suaves, “civiles”, guerra jurídica.

Al respecto, con mucha claridad la define el italiano Luciano Carrino: “La cooperación para el desarrollo humano persigue objetivos oficialmente declarados, pero sistemáticamente traicionados (…) Los datos sobre el uso global de los financiamientos de la cooperación parecen demostrar que menos del 7% total de las sumas disponibles es orientado hacia la ayuda a dominios prioritarios del desarrollo humano. El resto sirve para objetivos comerciales y políticos que van en el sentido contrario”.

La USAID mueve una gran suma de dinero; su misión oficial es pretendidamente altruista, ayudando con distintos proyectos en, al menos, 100 países de bajos recursos, en los campos de salud, educación, promoción de la democracia y los derechos humanos. Para el año 2023 manejó un presupuesto de 40,000 millones de dólares -el 42% de la ayuda humanitaria que se dio en el mundo, según datos de la ONU-, con una plantilla de 10,000 empleados (buena parte de ella destinada a Ucrania). Lo importante a destacar es que tras esa aparente imagen de solidaridad anida la penetración estadounidense en favor de su proyecto geo-hegemónico. Como se ha repetido hasta el cansancio: Estados Unidos no tiene amigos; tiene solo intereses. La USAID cumple perfectamente sus objetivos de penetración e injerencia en el resto del mundo, siempre a favor de las megaempresas norteamericanas, levantando el lema -hipócrita hasta los tuétanos- de la libertad y la democracia.

Pero lo más curioso de todo este asunto es que se está recortando sin piedad una enorme cantidad de puestos públicos en nombre de la eficiencia y la transparencia, atacando de raíz la corrupción y el derroche (en forma de pomposa declaración, no más que eso) -que, por supuesto, como en todo país capitalista del mundo los habrá-, pero quienes están llevando a cabo esta presunta cruzada moralizante son los personajes más corruptos del actual elenco gobernante de la gran potencia.

Empezando por el presidente, Donald Trump, quien técnicamente es un reo convicto, juzgado y sentenciado por más de 20 ilícitos, incluyendo dos delitos federales muy graves: intento de golpe de Estado en 2021 y manejo ilegal de documentos oficiales secretos de seguridad nacional, por los que, apelando a nada transparentes manipulaciones jurídicas, no cumplió pena alguna y, pese a ello, pudo asumir la presidencia en el país que se jacta de ser el paladín universal de la democracia, la libertad y la no-corrupción. Valga agregar que todos los agentes judiciales que llevaron adelante esos juicios contra Trump (del partido Demócrata, en general), hoy están siendo cesanteados. ¿Y la democracia y la libertad? ¿Dónde está la lucha contra la corrupción y la impunidad?

Elon Musk, quien la emprende contra inmigrantes siendo él también uno de ellos, con un oscuro pasado en que saltó normas migratorias, se llena la boca hablando de combate a la corrupción y eficientizar la gestión pública a través de sangrientos recortes, mientras sus seis empresas -beneficiadas en todos los casos por no muy transparentes apoyos gubernamentales- (SpaceX, Tesla Inc., Tesla Energy, Neuralink, The Boring Company, X -ex Twitter-) se encuentran bajo investigaciones federales, por distintos tipos de quejas y violaciones cometidas, mientras once agencias federales mantienen medidas regulatorias sobre ellas, agencias que, “curiosamente”, habrán de serán investigados por el Departamento de Eficiencia Gubernamental para recortar su personal, con lo que las investigaciones y los casos en curso contra el anti-corrupto Musk y sus empresas podrán ser desestimadas. ¡Vaya lucha contra la corrupción!

Marco Rubio, Secretario de Estado ahora hablando de lucha contra la corrupción, fue acusado en numerosas ocasiones de recibir cuantiosos sobornos -como todos los “gusanos” de Miami, que hacen de la política un botín personal, llenándose la boca de democracia y atacando impiadosamente la Revolución Cubana-, y se le relaciona directamente con las corruptas ayudas prestadas a su cuñado, Orlando Cicilia, acusado de narcotráfico (al igual que la hermana de Marco, Bárbara Rubio), en nada transparentes negocios aprovechando su anterior posición de senador.

Mauricio Claver-Carone, otro cubano-estadounidense y visceral enemigo de Cuba y Venezuela, a las que acusa de “dictaduras corruptas”, hoy titular del Departamento de Estado para América Latina, expulsado del Banco Interamericano de Desarrollo -BID- en 2022 (donde había sido impuesto por Donald Trump en su primer mandato, contrariando las normas vigentes que exigen un presidente latinoamericano, siendo él ciudadano estadounidense) por groseros actos de corrupción (aumentando en forma obscena el sueldo de su amante, también contratada en la institución, contraviniendo los reglamentos internos).

No quedan dudas que el cierre -quizá temporal- de la USAID responde absolutamente a pugnas internas en la gran potencia, y no a una política de terminar el injerencismo en otros países. ¿Podrá ser todo ello preámbulo de enormes convulsiones domésticas que pueden llevar a severos enfrentamientos civiles en Estados Unidos? Por lo pronto, más allá de este cierre, que puede alegrar en cierto modo, porque se retira la presencia estadounidense descarada, los pueblos del mundo no pueden esperar el fin de la injerencia del Tío Sam. Si no es USAID, esa descarada intrusión tomará otro nombre, pero su esencia no ha de variar. ¿Podría acaso remotamente pensarse que un neonazi como Trump, convencido de la, según él, natural y predeterminada supremacía y excepcionalidad estadounidense, dejaría el campo expedito a sus rivales chinos y rusos retirando sus garras de todo el mundo quitando la “ayuda” de USAID? ¡Impensable!

Marcelo Colussi

Imagen: PDM 1.0

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