Adiós
USAID, esa “bola de zurdos”
KAOSENLARED
19.02.2025
“Todos sabemos que Estados Unidos es quien decide
las cosas en Centroamérica”. [Extensivo a toda Latinoamérica].
Salvador Nasralla, ex candidato presidencial en Honduras
“Crear dos,
tres, muchos Vietnam” [para oponerse al imperialismo estadounidense].
Che Guevara
“La
desaparición de Estados Unidos como principal potencia mundial podría llegar
mucho más rápido de lo que nadie imagina.”
Alfred W. McCoy, historiador estadounidense.
Estados
Unidos de América, la principal potencia capitalista, ha comenzado su lento
-pero pareciera que indetenible- declive. Otras fuerzas aparecen en el panorama
internacional haciéndole sombra. Básicamente, China y Rusia. Pero decae no por
el auge de estas otras potencias, sino porque su dinámica interna alcanzó su
tope.
El economista neokeynesiano
y Premio Nobel Joseph Stiglitz, refiriéndose a su país, dijo que “En Estados
Unidos, alrededor de 16 por ciento (https://bit.ly/4h8JPvB) de los niños crecen
en la pobreza, el desempeño (https://bit.ly/3EbKTAt) global en las
evaluaciones educativas internacionales es mediocre, la malnutrición (https://bit.ly/42vtD38)
y la falta de vivienda se han generalizado y la expectativa de vida (https://bit.ly/3PQcFFe)
es la más baja entre las principales economías avanzadas. El único remedio es
más y mejor gasto público [el subrayado es nuestro]. Sin embargo, Trump y su
equipo de oligarcas están empeñados en recortar el presupuesto todo lo que
puedan. Hacerlo dejaría a Estados Unidos aún más dependiente de la mano de obra
extranjera. Pero los inmigrantes, incluso los altamente calificados, son un
anatema (https://bit.ly/4hm7lVM)
para los seguidores del MAGA [Make America Great Again] de Trump.”
Para intentar detener esa
caída, inexorable según parece, “El único remedio es más y mejor gasto
público”, expresó enfático el connotado referente económico. Pero curiosamente,
la nueva administración parece ir en el más radical sentido contrario. Con un
planteo ultra neoliberal, con una visión absolutamente empresarial de la vida
(¡la franja de Gaza puede ser considera un lote de tierra a vender para
construir lujosos hoteles!, -sic- dijo Trump en una más de sus bravuconadas),
la Casa Blanca está desarmando la estructura estatal del país. Con una
motosierra que supera ampliamente a la implementada por Milei en Argentina, el
presidente-monarca de Estados Unidos se ha dado a la tarea de destruir el
aparato de Estado, supuestamente para tornarlo más eficiente. A tales efectos
creó el Departamento de Eficiencia Gubernamental, dirigido por el
archimillonario sudafricano Elon Musk, devenido pieza clave en el actual
gobierno estadounidense (curiosamente, llamando fuertemente la atención e
incidiendo sobre la inmigración, a la que criminaliza, siendo
él mismo uno más de esos migrantes). Hasta el Papa Francisco criticó esta
política: “Exhorto a todos los fieles de la Iglesia católica (…) a no ceder a
narrativas que discriminan y causan sufrimiento innecesario a nuestros hermanos
y hermanas migrantes y refugiados”.
En esa serie interminable
de recortes y reacomodos que está teniendo lugar -en su mayoría relacionados
con diversidad sexual, equidad e inclusión (DEI)- ya ha habido víctimas, como
la Oficina de Protección Financiera del Consumidor -CFPB, por sus siglas en
inglés- y, fundamentalmente, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional, habitualmente conocida por su sigla inglesa: USAID. Están en la
mira ahora el Pentágono, la CIA, y una serie de instancias gubernamentales -al
menos 20-, cuestionadas por el Ejecutivo por ser, según su parecer, burócratas
acomodados, corruptos en muchos casos, despilfarradores y un cáncer dentro del
Estado. ¿Esa sería la causa del declive de la potencia, al igual que los
inmigrantes indocumentados? Puros chivos expiatorios, obviamente. Se omite así
la realidad: crisis del sistema capitalista global, crisis de la gran
superpotencia porque llegó a su techo de crecimiento y gasta mucho más de lo
que produce. Las motosierras solo crean más problemas sociales, no solucionan
nada. O, si a alguien benefician, es a los grandes capitales privados,
minúsculas élites en el mar humano.
De todos modos, como ya lo
han indicado diversas voces autorizadas dentro de Estados Unidos, estos
sangrientos recortes sin anestesia, que dejarán miles de desocupados, más la
expulsión de inmigrantes indocumentados, que hará que falte mano de obra básica
en ciertos rubros como agro, servicios y construcción, lo único que conseguirá
será más problemas sociales domésticos, más pobreza, más empantamiento para la
economía nacional. A lo que debería sumarse el aumento de precios que traerán
los alocados aranceles que se está colocando a los productos provenientes de
muchos países, lo cual solo generará más inflación dentro del país, que deberá
pagar la ciudadanía.
¿Qué sucederá si esto trae un gran aumento del
malestar social en la población estadounidense? Como sucede en todo país
capitalista, el Estado -siempre favorable a la clase dominante- no dudará en
reprimir la protesta popular. Como bien lo expresa el Pulitzer Chris Hedges:
“El arsenal de herramientas utilizadas para la dominación global -vigilancia a
gran escala; desmembramiento de las libertades civiles (incluyendo el debido
proceso, la tortura, la policía militarizada, el sistema penitenciario masivo,
los drones y satélites militarizados)- se emplearán contra una población
nerviosa y enfurecida”. Lo cierto es que, como en cualquier país donde se
introdujeron las drásticas políticas neoliberales con achicamiento del Estado,
en todos lados los únicos beneficiarios son las empresas capitalistas, que como
buenos buitres carroñeros se apropiaron de los despojos estatales, privatizando
todo lo privatizable. ¿La CIA privada? Cosas veredes, Sancho, que
farán fablar las piedras.
Según el presidente, y
también el Departamento de Eficiencia Gubernamental, en total sintonía por el
jefe de Estado, el gobierno estadounidense está dilapidando demasiado dinero en
muchas oficinas innecesarias, por lo que se vienen enormes recortes de personal
y de presupuesto. Por lo pronto en la USAID, según lo anunciado por su virtual
interventor, el Secretario de Estado cubano-estadounidense Marco Rubio,
quedarían solo 294 empleados de los 10,000 que había hasta el momento. Parece
que la motosierra está de moda, y muy operativa.
Curiosamente también -más
curiosamente que lo anterior- es que para Musk (¿un neonazi confeso?) esta
agencia, oficialmente dedicada a la ayuda humanitaria, es una “bola de zurdos
con políticas que van en contra de Estados Unidos”. Por cierto, Trump estimula
generosamente esa motosierra dándole un total espaldarazo a su virtual
“co-presidente”.
La USAID una “bola de
zurdos”, “un nido de víboras marxistas de izquierda radical que odian a Estados
Unidos” (sic): ¿chiste de mal gusto?, ¿un delirio esquizofrénico?, ¿nos
volvimos todos locos? o, lo que parece más comprensible, una venganza política
del mandatario -y su grupo de fanáticos seguidores- contra el partido
Demócrata. Históricamente la USAID funcionó siempre como punta de lanza de la
política exterior de Washington, más adversada por los republicanos, más
estimulada por los demócratas. Según la periodista de investigación Mairead
Elordi, durante las elecciones de 2024 los empleados de USAID donaron, a nivel
individual, 377,000 dólares al partido Demócrata y solo 12,700 dólares al
Republicano. Pero siempre, con cualquiera de las dos tradicionales
administraciones de la Casa Blanca, esa agencia “humanitaria” fue la cara
“amable” de la injerencia estadounidense en toda la faz del planeta, preparando
golpes de Estado cuando le fue necesario, dividiendo la protesta popular,
captando información sensible para las agencias de espionaje de Washington.
Como se ha dicho en reiteradas ocasiones: “detrás de la USAID viene la CIA”, y
detrás de ellas, las multinacionales estadounidenses haciendo sus negocios,
arrasando los países donde entran. Y cuando es necesario: las tropas armadas
hasta los dientes, salvadoras del american way of life.
La USAID, al igual que la
Alianza para el Progreso, o el Cuerpo de Paz, constituyen iniciativas del gobierno
estadounidense surgidas inmediatamente después de la Revolución Cubana de 1959
-estas tres instituciones aparecen en 1961, bajo la presidencia de John
Kennedy- para poner paños de agua fría en la siempre postergada -y convulsa-
región latinoamericana, buscando que el ejemplo cubano no cundiera en el
hemisferio. En otros términos, y tal como lo presenta un manual de inteligencia
de Estados Unidos, estas iniciativas son “estrategias contrainsurgentes no
armadas”. Para las armadas, ahí estuvo por años la Escuela de las Américas
preparando militares golpistas de Latinoamérica, furiosamente anticomunistas,
instruidos en la Doctrina de Seguridad Nacional y combate al enemigo interno.
Su supuesta asistencia humanitaria y fomento al desarrollo son solo vacuas palabras
que sirven para encubrir lo que en realidad representan: armas de control
político-social, estableciendo una desvergonzada injerencia en los asuntos
internos de los países donde actúa, siempre en función del proyecto imperial de
la Casa Blanca, promoviendo el libre comercio y el beneficio de sus compañías
privadas.
Iniciada por Estados
Unidos, seguida luego por Europa Occidental, la llamada “cooperación
internacional” lo que menos tiene es, precisamente, cooperación. Es un sutil
mecanismo de neocolonialismo, de sujeción político-ideológica impuesta a los
países del Sur global. Si a alguien sirve, no es a los supuestos beneficiarios
de las regiones más empobrecidas del planeta -más allá de alguna eventual ayuda
humanitaria de emergencia- sino a las estrategias imperiales de dominación que
impone el Norte próspero y desarrollado. Junto a esa presunta “cooperación”,
donde los “donantes” imponen las agendas, priviene el saqueo, y en muchos
casos, prepara condiciones para las intervenciones militares, encubiertas o
descarnadamente abiertas: ayer, golpes de Estado sangrientos; hoy, golpes
suaves, “civiles”, guerra jurídica.
Al respecto, con mucha
claridad la define el italiano Luciano Carrino: “La cooperación para el
desarrollo humano persigue objetivos oficialmente declarados, pero
sistemáticamente traicionados (…) Los datos sobre el uso global de los
financiamientos de la cooperación parecen demostrar que menos del 7% total de
las sumas disponibles es orientado hacia la ayuda a dominios prioritarios del desarrollo
humano. El resto sirve para objetivos comerciales y políticos que van en el
sentido contrario”.
La USAID mueve una gran
suma de dinero; su misión oficial es pretendidamente altruista, ayudando con
distintos proyectos en, al menos, 100 países de bajos recursos, en los campos
de salud, educación, promoción de la democracia y los derechos humanos. Para el
año 2023 manejó un presupuesto de 40,000 millones de dólares -el 42% de la
ayuda humanitaria que se dio en el mundo, según datos de la ONU-, con una plantilla
de 10,000 empleados (buena parte de ella destinada a Ucrania). Lo importante a
destacar es que tras esa aparente imagen de solidaridad anida la penetración
estadounidense en favor de su proyecto geo-hegemónico. Como se ha repetido
hasta el cansancio: Estados Unidos no tiene amigos; tiene solo intereses. La
USAID cumple perfectamente sus objetivos de penetración e injerencia en el
resto del mundo, siempre a favor de las megaempresas norteamericanas,
levantando el lema -hipócrita hasta los tuétanos- de la libertad y la
democracia.
Pero lo más curioso de todo
este asunto es que se está recortando sin piedad una enorme cantidad de puestos
públicos en nombre de la eficiencia y la transparencia, atacando de raíz la
corrupción y el derroche (en forma de pomposa declaración, no más que eso)
-que, por supuesto, como en todo país capitalista del mundo los habrá-, pero
quienes están llevando a cabo esta presunta cruzada moralizante son los
personajes más corruptos del actual elenco gobernante de la gran potencia.
Empezando por el
presidente, Donald Trump, quien técnicamente es un reo convicto, juzgado y
sentenciado por más de 20 ilícitos, incluyendo dos delitos federales muy
graves: intento de golpe de Estado en 2021 y manejo ilegal de documentos
oficiales secretos de seguridad nacional, por los que, apelando a nada
transparentes manipulaciones jurídicas, no cumplió pena alguna y, pese a ello,
pudo asumir la presidencia en el país que se jacta de ser el paladín universal
de la democracia, la libertad y la no-corrupción. Valga agregar que todos los
agentes judiciales que llevaron adelante esos juicios contra Trump (del partido
Demócrata, en general), hoy están siendo cesanteados. ¿Y la democracia y la
libertad? ¿Dónde está la lucha contra la corrupción y la impunidad?
Elon Musk, quien la
emprende contra inmigrantes siendo él también uno de ellos, con un oscuro
pasado en que saltó normas migratorias, se llena la boca hablando de combate a
la corrupción y eficientizar la gestión pública a través de sangrientos
recortes, mientras sus seis empresas -beneficiadas en todos los casos por no
muy transparentes apoyos gubernamentales- (SpaceX, Tesla Inc., Tesla Energy,
Neuralink, The Boring Company, X -ex Twitter-) se encuentran bajo
investigaciones federales, por distintos tipos de quejas y violaciones
cometidas, mientras once agencias federales mantienen medidas regulatorias
sobre ellas, agencias que, “curiosamente”, habrán de serán investigados por el
Departamento de Eficiencia Gubernamental para recortar su personal, con lo que
las investigaciones y los casos en curso contra el anti-corrupto Musk y sus
empresas podrán ser desestimadas. ¡Vaya lucha contra la corrupción!
Marco Rubio, Secretario de
Estado ahora hablando de lucha contra la corrupción, fue acusado en numerosas
ocasiones de recibir cuantiosos sobornos -como todos los “gusanos” de Miami,
que hacen de la política un botín personal, llenándose la boca de democracia y
atacando impiadosamente la Revolución Cubana-, y se le relaciona directamente
con las corruptas ayudas prestadas a su cuñado, Orlando Cicilia, acusado de narcotráfico (al
igual que la hermana de Marco, Bárbara Rubio), en nada transparentes negocios
aprovechando su anterior posición de senador.
Mauricio Claver-Carone, otro cubano-estadounidense y
visceral enemigo de Cuba y Venezuela, a las que acusa de “dictaduras
corruptas”, hoy titular del Departamento de Estado para América Latina,
expulsado del Banco Interamericano de Desarrollo -BID- en 2022 (donde había
sido impuesto por Donald Trump en su primer mandato, contrariando las normas
vigentes que exigen un presidente latinoamericano, siendo él ciudadano
estadounidense) por groseros actos de corrupción (aumentando en forma obscena
el sueldo de su amante, también contratada en la institución, contraviniendo
los reglamentos internos).
No quedan dudas que el cierre -quizá temporal- de la
USAID responde absolutamente a pugnas internas en la gran potencia, y no a una
política de terminar el injerencismo en otros países. ¿Podrá ser todo ello
preámbulo de enormes convulsiones domésticas que pueden llevar a severos
enfrentamientos civiles en Estados Unidos? Por lo pronto, más allá de este
cierre, que puede alegrar en cierto modo, porque se retira la presencia
estadounidense descarada, los pueblos del mundo no pueden esperar el fin de la
injerencia del Tío Sam. Si no es USAID, esa descarada intrusión tomará otro
nombre, pero su esencia no ha de variar. ¿Podría acaso remotamente pensarse que
un neonazi como Trump, convencido de la, según él, natural y predeterminada
supremacía y excepcionalidad estadounidense, dejaría el campo expedito a sus
rivales chinos y rusos retirando sus garras de todo el mundo quitando la
“ayuda” de USAID? ¡Impensable!
Marcelo
Colussi
Imagen: PDM 1.0
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