martes, 2 de julio de 2024

RIESGO CRÍTICO PARA UCRANIA: EL GOLPE DE RUSIA FUE PEOR DE LO ESPERADO

Carta a los jóvenes

 

Los jóvenes: la carne de cañón en el conflicto que nos dicen que se avecina. Nos lo dicen políticos sonrientes y bien alimentados como quien lanza un aviso amistoso. Y hablan de la posible guerra nuclear con toda naturalidad. La política está plagada de canallas.


Carta a los jóvenes


Boaventura de Sousa Santos

El Viejo Topo

2 julio, 2024 

 



Carta abierta a los jóvenes sobre la Tercera Guerra Mundial

Me dirijo a los jóvenes como alguien que, por su edad, no luchará en la próxima guerra mundial (la Tercera Guerra Mundial) y tal vez ni siquiera la vea comenzar. Sólo quería transmitir las siguientes ideas, que considero fundadas: estoy convencido de que se aproxima una Tercera Guerra Mundial; a diferencia de las anteriores, el campo de batalla será todo el planeta y, por primera vez, incluirá territorio estadounidense; por muy sofisticada que sea la tecnología militar y la Inteligencia Artificial que la sustenta, se necesitarán soldados sobre el terreno que morirán por millones, junto con poblaciones civiles inocentes más que en ninguna guerra anterior; estos soldados serán jóvenes y no los señores de la guerra, ya sean políticos (que nunca someterán a referéndum la decisión de hacer la guerra) o empresarios y accionistas de las empresas del complejo militar-industrial; la única certeza que tenemos sobre la guerra es que sabemos cuándo empieza, pero no cuándo termina; la especificidad de la Tercera Guerra Mundial es que cuando termine (todas las guerras terminan), por primera vez estará en riesgo no sólo la supervivencia de la especie humana, sino la vida no humana del planeta. Es una predicción distópica, pero lo suficientemente realista como para que hoy proliferen las religiones centradas en la idea del apocalipsis. A diferencia de ellas, mi mensaje es espinoziano, es decir, se basa en la dialéctica del miedo y la esperanza.

Sé que cuando la mayoría de los jóvenes miran al futuro, tienen mucho miedo y poca esperanza. Si quieren tener más esperanza, tienen que estar preparados para infundir miedo a los poderosos de este mundo, que aparentemente han dejado de tener miedo de sus enemigos y viven en una orgía de esperanza. Antes de seguir adelante, quiero decir a los jóvenes que, aunque nací en Europa, hablo desde el Sur global a través de la lente de las epistemologías del Sur. Y por esta razón, lo que he dicho arriba es sólo una verdad a medias. Vista desde el Sur global, la Tercera Guerra Mundial ya ha comenzado (basta con recordar Irak, Afganistán, Libia y Siria). Cuando hablo de la futura Tercera Guerra Mundial, sólo quiero decir que la escala de la guerra existente aumentará exponencialmente y que alcanzará también a los países del Norte global, condición sine-qua-non para que algo se convierta en global, sea una guerra o una pandemia.

 

El interés en promover la guerra

En todas las guerras hay un país o imperio especialmente interesado en promover la guerra. En la Primera Guerra Mundial, el más agresivo fue el imperio alemán; en la Segunda, la Alemania de Hitler. Nadie en el Sur global cree que Rusia o China estén interesadas en promover la guerra. Los imperios en ascenso prefieren las relaciones de suma positiva a las de suma cero (como la guerra). Su ascenso y aumento de influencia se basa en proporcionar ventajas reales a los nuevos aliados, aunque estén sujetos a condiciones de subordinación. Por eso favorecen la diplomacia y el multilateralismo.

Puede parecer extraño decir que Rusia no está interesada en la guerra, cuando fue Rusia quien invadió Ucrania en 2022. Todos los activistas por la paz, incluido yo mismo, condenamos esa invasión, aunque desde el principio dijeron (lo que se confirmó más tarde) que la invasión fue provocada por Estados Unidos con preparativos que se remontan al final de la Unión Soviética en 1991. El objetivo desde el principio era debilitar a Rusia y provocar su desmembramiento. En 1997, el político estadounidense de origen polaco Zbigniew Brzezinski propuso dividir Rusia en tres grandes secciones. Fue la misma lógica del debilitamiento a través del desmembramiento la que condujo al bombardeo de Yugoslavia (o Serbia), aliada de Rusia, en 1999, haciendo posible la instalación de una enorme base militar de Estados Unidos y la OTAN en Kosovo. En los círculos estratégicos se ha discutido mucho sobre la llamada trampa afgana (Afghan trap), es decir, los medios utilizados por Estados Unidos (de nuevo, en la época de Brzezinski) para inducir una invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética en diciembre de 1979 con el objetivo de debilitarla. Los detalles no importan para este texto, pero basándose en ellos es posible sospechar que la invasión rusa de Ucrania fue una nueva versión de la trampa afgana, la trampa ucraniana, con los mismos propósitos, aunque el resultado pueda ser muy diferente.

La trampa ucraniana comenzó a construirse poco después del fin de la Unión Soviética, con la permanencia de la OTAN tras el fin del Pacto de Varsovia y el proyecto de incluir a Ucrania en la OTAN, junto a otros países que servirían de escudo contra la base naval rusa en Crimea. Además de Turquía, que era miembro de la OTAN desde 1952, Rumanía y Bulgaria se incorporaron a la alianza (2004), faltando solo Georgia, que primero tendrá que pasar por la estrategia de cambio de régimen (regime change), la misma que se utilizó en Ucrania en 2014.

Quienes promueven la guerra no quieren verdaderas negociaciones de paz, sino montar sucesivos espectáculos de propuestas de paz sin la participación de una de las partes beligerantes, para que el peso de continuar la guerra recaiga sobre esta última y se alimente la guerra propagandística. Así es como Estados Unidos impidió la única negociación de paz auténtica entre Rusia y Ucrania, que tuvo lugar dos meses después del inicio de la guerra. El entonces primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, cuyo inconsciente imperial aún debe de estar atormentado por la guerra de Crimea contra Rusia (1853-56), se movilizó fácilmente con este fin. En contraste con esta actitud, desde 2008 Rusia ha presentado cinco propuestas serias de paz y seguridad para la región, todas ellas rechazadas por Estados Unidos.

Ahora sabemos que el gran rival de EEUU no es Rusia, sino China. Los tres principales escenarios bélicos en los que EEUU está implicado actualmente, Ucrania, Palestina (y Oriente Medio en general) y el Mar de China, persiguen el mismo objetivo: aislar a China e impedir el acceso de China a Europa y a las zonas de influencia de EEUU. La guerra es siempre el último recurso, a menudo precedido por la desestabilización del cambio de régimen (regime change), es decir, la interferencia activa en la vida interna de los países objetivo para provocar cambios políticos que permitan crear distancia y hostilidad hacia China.

Si tenemos en cuenta que China es ahora el país dominante en las alianzas internacionales que buscan cierto margen de independencia del imperialismo estadounidense (BRICS+, Organización de Cooperación de Shanghai), es de esperar que las democracias que forman parte de estas alianzas sean objetivos de desestabilización política, especialmente Brasil. El cambio de régimen es una estrategia desarrollada desde la Guerra Fría y bien documentada en el libro de Lindsey O’Rourke: Covert Regime Change: America’s Secret Cold War (Cornell, 2018).  De hecho, el cambio de régimen es sólo una de las estrategias utilizadas por el imperio para interferir en la vida interna de los Estados sometidos, como ilustra el libro del experiodista del Financial Times Matt Kennard The Racket, A Rogue Reporter vs The American Empire (nueva edición, Bloombury, 2024).

 

Los signos de la preparación para la guerra

En 1931, poca gente creía que habría una nueva guerra quince años después de que hubiera terminado la anterior. Pero el fascismo y el nazismo crecían en los países y en las conciencias de los europeos, y con ellos la lógica de la guerra como solución radical a los conflictos. En 1936 comenzó la Guerra Civil española y al final de esta (1939), con el triunfo del fascismo franquista, parecía inevitable una guerra más amplia. Lo mismo puede decirse de la Segunda Guerra Sino-Japonesa, librada entre la República de China y el Imperio de Japón de 1937 a 1945.

La preparación para la guerra comienza en la mente de los ciudadanos. De repente, los principales políticos de la «comunidad internacional» (es decir, Estados Unidos y la Unión Europea) empiezan a sugerir la idea de que la guerra es inevitable para defender los valores de la civilización occidental. No se cuestiona cuáles son esos valores ni en qué consiste la amenaza, pero la solemnidad de los discursos sugiere que la amenaza es seria y que es necesario actuar con rapidez. Un ministro alemán dijo recientemente que Europa volvería a estar en guerra en pocos años. Todo esto se dice con un tono de normalidad que trivializa los 78 millones de muertos en las dos últimas guerras mundiales y los muchos millones que han muerto en todas las guerras que se han sucedido en distintas partes del mundo, y siempre con la intervención activa de EEUU y sus aliados: Corea, Vietnam, Indonesia, Centroamérica, Argelia, Angola, Mozambique, Irak, Afganistán, Libia, Siria, Yemen, Sudán y Palestina.

Sorprende también que la amenaza nuclear, que durante décadas fue el gran elemento disuasorio de la guerra por el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki y la inmensa catástrofe que supondría, empiece a verse ahora como una posibilidad realista en los círculos militares. Annie Jacobsen (la misma periodista que reveló la Operación Paperclip, el programa de los servicios secretos que llevó científicos nazis a Estados Unidos) acaba de publicar un libro muy revelador de lo que acabo de escribir: Nuclear War: A Scenario (Dutton, 2024).

La escalada bélica está en pleno apogeo y eso es lo que me lleva a advertir a los jóvenes de que la Tercera Guerra Mundial está a la vuelta de la esquina. Dos indicadores justifican mi advertencia. Por un lado, se acaba de dar luz verde al uso de misiles y otro armamento, en gran parte suministrado por países de la OTAN, para atacar objetivos en territorio ruso. Esto significa convertir la guerra en una guerra entre Rusia y la OTAN, es decir, una guerra entre potencias nucleares. Por otra parte, el entonces Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo en junio que la OTAN tenía 500.000 soldados disponibles en alta disponibilidad para la guerra en Ucrania[1]. Además, varios países, entre ellos Estados Unidos, están tomando medidas para hacer obligatorio el servicio militar o para facilitar que los jóvenes decidan alistarse en las fuerzas armadas[2].

 

Retórica para promover la guerra

La retórica para promover la guerra pasa por varias fases. Los señores de la guerra siempre empiezan promoviendo la guerra en nombre de la preservación de la paz. Agravan las situaciones de conflicto, justificándolas como medidas para impedir que se extiendan. Adoptan medidas ofensivas mientras afirman que son defensivas. Esta retórica sirve para adormecer las conciencias de los activistas por la paz. Cuando este objetivo se consigue en gran medida, comienza una nueva fase: la demonización y persecución de quienes se mantienen firmes en la lucha por la paz. De repente son desacreditados como si estuvieran al servicio del enemigo, financiados por el enemigo, traidores a la causa patriótica del noble esfuerzo bélico para preservar la paz y la civilización occidental. Al descrédito le sigue la persecución activa. Por otra parte, los beneficios exponenciales de las empresas armamentísticas se saludan ahora como signos de la fortaleza de la economía, mientras que antes se les consideraba peyorativamente «los mercaderes de la muerte» o «los especuladores de la guerra».

En el caso de EEUU, el país que desde la Segunda Guerra Mundial más ha insistido en hacer residir su poder en la potencia militar, más que en la preparación para la guerra, asistimos a una política de guerra limitada pero permanente sustentada en cuatro pilares: las sucesivas derrotas en las guerras en las que han intervenido (Sudeste Asiático, y Oriente Medio) se transforman en victorias mediante una guerra de propaganda masiva; la prioridad del bienestar de las poblaciones se sustituye progresivamente por la prioridad de la seguridad nacional, que, por cierto, tiene tanto una dimensión exterior como interior (EEUU tiene el 25% de los prisioneros del mundo a pesar de tener sólo el 5% de la población mundial); los presupuestos militares crecen exponencialmente y nunca se cuestiona su crecimiento; por último, los procesos electorales se manipulan para que los promotores del militarismo ganen siempre las elecciones.

Los intereses detrás de la promoción de la guerra

La guerra está al servicio del capitalismo y del colonialismo de muchas formas. Entre las principales, podemos distinguir las empresas productoras de armas de guerra (la industria militar estadounidense controla el 45% del comercio mundial de armas y sus beneficios han aumentado exponencialmente con las guerras en Ucrania y en Gaza)[3]; el capital financiero (Ucrania es actualmente el tercer mayor deudor del FMI); el acceso a los recursos naturales (alrededor del 30% de los 33 millones de hectáreas de la rica tierra cultivable de Ucrania, considerada el granero de Europa, ya es propiedad de diez grandes empresas agroindustriales extranjeras)[4].

Al tiempo que denunciamos el genocidio de Gaza, no debemos olvidar el proyecto del Canal Ben Gurion, propuesto en los años sesenta y de nuevo en la agenda de los señores de la guerra, un canal alternativo al Canal de Suez y gestionado por Israel y sus aliados. Este canal uniría el golfo de Aqaba, en el mar Rojo, con el mar Mediterráneo. Más largo, pero con más capacidad que el Canal de Suez y también fuera del control egipcio (que en el pasado ha bloqueado repetidamente el paso de barcos hacia o desde Israel), este canal podría ser una alternativa a la nueva Ruta de la Seda de China. Inicialmente previsto para desembocar en el Mediterráneo en un puerto al norte de la Franja de Gaza, se ha especulado recientemente con que la limpieza étnica en curso podría, entre otras «ventajas» para Israel, despejar el terreno y acortar la longitud del canal, atravesando lo que hoy es la Franja de Gaza[5].

Me dirijo a los jóvenes porque ellos serán la carne de cañón de la Tercera Guerra Mundial, por muy sofisticada que sea la alta tecnología, el uso de perros robot y la Inteligencia Artificial. Leyendo el diario de guerra de Curzio Malaparte, Kaputt, en el frente de Alemania Oriental y del Norte en la Segunda Guerra Mundial, una de las cosas que más me impactó fue la descripción de los exuberantes banquetes de los generales de Hitler y los políticos aliados, con los manjares más exóticos, los mejores vinos y las mujeres más elegantes, mientras en el frente los jóvenes alemanes y sus enemigos morían a millares, desertaban o enloquecían, vagaban por los bosques sin destino ni futuro o sólo esperaban una bala misericordiosa.

Para evitar el estallido de la Tercera Guerra Mundial y dar esperanza a quienes tienen miedo de ella, es necesario infundir miedo a quienes la promueven. El movimiento pacifista, ahora renovado por la lucha contra el genocidio de los palestinos en Gaza, es un signo de esperanza, pero no basta. La guerra es siempre el resultado de una manipulación masiva del miedo y de la creación de condiciones de vulnerabilidad, privación, precariedad y erosión de los derechos sociales que afectan a poblaciones cada vez más numerosas. Sobre todo, es el resultado de la fragmentación de las luchas que se resisten a todo esto. Cuanto mayor es la fragmentación, más invisibles se vuelven el poder y la dominación y mayor es el riesgo de que las víctimas se levanten contra otras víctimas aún más victimizadas, de que los condenados de la tierra luchen contra otros grupos aún más condenados de la tierra.

La articulación de las luchas sociales contra las tres principales dominaciones modernas –capitalismo, colonialismo y heteropatriarcado– es, por tanto, la condición necesaria para la reconstrucción de alternativas de paz, paz que esta vez exigen tanto los seres humanos como la naturaleza. La condición suficiente es que refundemos el conocimiento y las políticas educativas para que revelen lo que yo llamo la sociología de las ausencias, el conjunto de alternativas anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales que proliferan en el mundo. No necesitamos alternativas, necesitamos un pensamiento alternativo sobre las alternativas.

Traducción de Bryan Vargas Reyes

Notas

[1] https://news.antiwar.com/2024/06/16/nato-500000-troops-on-high-readiness-for-war-with-russia/

[2] https://www.antiwar.com/blog/2024/06/15/congress-moves-toward-stepped-up-registration-for-a-military-draft/

[3] https://responsiblestatecraft.org/military-industrial-complex-ukraine-israel/

[4] https://www.oaklandinstitute.org/sites/oaklandinstitute.org/files/takeover-ukraine-agricultural-land.pdf

[5] https://www.newarab.com/news/what-israels-ben-gurion-canal-plan-and-why-gaza-matters

 

Fuente: Diario 16

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La extrema derecha vence a un Frente Popular que no lo era… ni lo parecía

 

La extrema derecha vence a un Frente Popular que no lo era… ni lo parecía

 

INSURGENTE.ORG / 02.07.2024 



Mal haríamos si simplificáramos lo sucedido ayer en la primera vuelta de las legislativas en Francia a una mera reedición del combate histórico entre la extrema derecha y la extrema izquierda. En esa primera vuelta, el Rassemblement National (RN), heredero del Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen, obtuvo el primer puesto con un 33% de sufragios seguido del Nuevo Frente Popular (NFP) con un 28%. 

Voceros de la extrema dictadura oligarca de la Unión Europea, como Le Monde y El País, se alarman y llaman a una unión sagrada en torno a los valores republicanos. Valores republicanos que mancillan, haciéndolos coincidir con más poder para la aristocracia financiera de la Comisión Europea y más guerra otanista en Ucrania. Particularmente en lo que se refiere a esto último, la apuesta histérica de Macron por la guerra contra los rusos tiene mucho que ver con la descomposición de su patio trasero (neo)colonial en África, de la que principalmente culpa al Kremlin. Una apuesta histérica belicista, la de Macron, que es tremendamente antipopular en el país galo; lo que ha sido utilizado por Marine le Pen, a quien se le ha llegado a acusar de aliada de Putin. Como se ve, no por trágica, la situación en el país vecino no deja de tener muchos tintes de comedia… nada seria. 

Efectivamente, ya Jean-Luc Mélenchon, de la Francia Insumisa (grupo central del nuevo Frente Popular), ha declarado que se retirarán en la segunda vuelta allí donde no quedaron segundos porque lo urgente es parar a la extrema derecha en las urnas, aunque sean elegidos los odiados macronistas. Pero es de temer que, pase lo que pase el domingo que viene, se requerirá mucho más que votar para parar un fenómeno que hunde sus raíces en la degradación de un sistema que necesita de antisistemas pero que, de momento, son los de Marine le Pen quienes demagógicamente “actúan” más en tanto que tales. 

Sin duda que hay un base social de “clase media inferior” (como la tildan no pocos analistas franceses) que ha visto sus condiciones materiales deterioradas y que ha ligado ese deterioro al propio de la grandeur de la France. Solo hay que ver cómo en muchos departamentos de la Francia profunda -por ejemplo, en todos los de la Bretaña- se ha impuesto el RN. En gran medida, esos votantes culpan a la inmigración de la descomposición del país, al que ven amenazado en su propia existencia. A ese sector atrasado se ha llegado a sumar parte de la clase obrera francofrancesa de zonas industriales que están en franca decadencia en el marco del “neoliberalismo” mundialista. Esa adición obrera, que nos puede parecer contra natura, ha sido facilitada por la debacle ideológica y organizativa de los comunistas, que décadas atrás mantenían un fuerte ascendente en los barrios de trabajadores, lo cual incluyó mucha labor de integración entre las clases obreras nativa y extranjera. Todo ese trabajo de integración ha desaparecido en un país que oficialmente cuenta con un 30% de inmigración distribuida en varias generaciones y donde millones se hacinan en las llamadas banlieues. Sufrieron la colonización francesa y hoy sufren la intracolonización. Son víctimas de la grandeur imperialista francesa y hoy tienen que aguantar que sean acusados de que esa grandeur sea ya tan ridícula. 

Solo un discurso antioligárquico y antifinanciero, en un país que tiene una deuda y un déficit desbocados provocador de recortes sociolaborales, que consagra la marginación más extrema en parte de la inmigración, produciendo desestabilización social y constantes enfrentamientos con la policía, todo ello, en un sistema decadente que necesita materialmente de la inmigración, pero marginándola políticamente para evitar la verdadera unidad popular y combativa, solo ese discurso antioligárquico, antiimperialista y de amplia unidad popular podrá ajustar cuentas con la extrema dictadura “neoliberal” y su costra de la extrema derecha. 

Sin embargo, la coalición electoral del nuevo Frente Popular incluye defensores de la dictadura oligárquica europea, del imperialismo francés venido a menos, de la agresión y de la guerra otanista en Ucrania, del ente sionista,… Sí, porque todo eso es lo que defienden los “socialistas” Hollande, Glucksmann, totalmente alejados de la degradación económica y social en muchos pueblos y odiados por sus habitantes. Los grandes medios llaman a hacer bloque contra la extrema derecha cuando, en realidad, no poca gente ha votado contra una «clase politiquera» que no tiene ninguna empatía con sus problemas y sus miedos, miedos que son utilizados torticeramente por Marine Le Pen y sus secuaces.

Todo indica que el (auténtico) Frente Popular tendrá que esperar a que se haga desde la calle y, de momento, no se parecerá en nada a esas alianzas «republicanas » que se negociarán esta semana. Así que al Nuevo Frente Popular le queda mucho aún por estar a la altura de su honorable precedente. Ayer salieron miles de verdaderos antifascistas a plazas como las de la República en París. En gran medida hacen coincidir su alarma con los anuncios mediáticos de los escrutinios. Pero igual van a tener que sacar (de nuevo) los chalecos amarillos y multiplicarlos en el día a día. Todo se andará.

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