martes, 13 de febrero de 2024

En plena crisis climática, la revuelta de los tractores llega al Estado español

 

En plena crisis climática, la revuelta de los tractores llega al Estado español

 




Por Corriente Roja

KAOSENLARED

13 de febrero de 2024 /

 

Como un reguero de pólvora, las movilizaciones de agricultores y ganaderos se fueron extendiendo desde principios de año por distintos países de la UE hasta llegar al Estado español. Unas protestas que no son nuevas pero que esta vez han sorprendido por la rápida extensión de las convocatorias y la virulencia de sus métodos. Esto se ha traducido en cortes de calles y carreteras en varias ciudades y comunidades autónomas, y en intentos de bloquear puertos y centros logísticos que se han saldado con algunas detenciones junto a posibles sanciones administrativas.

Hablamos de un sector que, al igual que en otros sectores de la economía en la fase de capitalismo imperialista en la que nos encontramos, se ha ido centralizando y concentrando en cada vez menos manos, mientras la agricultura familiar era condenada a la ruina. Mientras la producción ha ido aumentando de forma constante, avalada por el desarrollo de la agroindustria que gobiernos y UE han favorecido, el número de granjas europeas ha pasado de quince a diez millones en los últimos veinte años y en los próximos 15 años desaparecerán otros 6,4 millones, según el estudio The Future of the European Farming Model del Parlamento Europeo.

¿Cuáles son las principales demandas?

Salvando las particularidades en cada país, hay quejas compartidas: Los bajos precios a los que les compran las grandes cadenas de distribución el producto en origen, el aumento del precio del combustible fósil a la par que varios países retiraron las subvenciones, el aumento del precio de las semillas -cuyas patentes están en propiedad de grandes empresas multinacionales y de los químicos como fertilizantes y fitosanitarios-, la lentitud a la hora de recibir los pagos de las ayudas de la PAC (Política Agrícola Común) o los temores ante la firma de nuevos acuerdos comerciales con terceros países de los que exigen el freno, como Mercosur. A esto se suma la denuncia de las consecuencias de la peor sequía en los últimos años, que ha supuesto un duro golpe para el campo.

La respuesta del nuevo gobierno “progresista” es más de lo mismo

En respuesta a sus demandas, Pedro Sánchez, que no quiere molestar demasiado a las patronales agrarias cuyas reivindicaciones considera “legítimas”, ya ha dicho que se compromete a reforzar los controles para garantizar el cumplimiento de la Ley de la Cadena Alimentaria, por la que los operadores e industrias agroalimentarias tienen la obligación de pagar a agricultores y ganaderos unos precios que supongan al menos los costes de producción. El ministro Planas, por su parte, ha avalado a Von der Leyen en el desmonte de la supresión progresiva de los pesticidas.

También ha prometido simplificar la burocracia relacionada con la Política Agraria Común (PAC) y redoblar los esfuerzos para que la UE adopte en sus acuerdos comerciales las llamadas cláusulas espejo en las importaciones agroalimentarias que fijan las mismas condiciones y requisitos a las producciones de terceros países y países de la UE. Promesa barata porque para su aprobación se requiere una unanimidad que ahora mismo no existe en Europa.

Como decíamos en 2020, “si el nuevo gobierno sigue mirando de rodillas a la Unión Europea y gobernando sin querer enfrentarse a las multinacionales agroalimentarias y a los latifundistas, acabará por lograr el repudio de todo el campo y abriendo un pasillo por el que entre hasta la cocina la derecha franquista”.

La desfachatez de la derecha y ultraderecha y su agenda negacionista del cambio climático

No hace falta ser muy avezada para ver que no se pueden separar estas protestas, que en los últimos años vienen siendo recurrentes, del contexto de elecciones europeas en la que nos encontramos y en la que las encuestas auguran un ascenso importante de la derecha y la extrema derecha.

La sequía como expresión del cambio climático, es consecuencia de la catástrofe ambiental que estamos viviendo, a la que se suman otras como la pérdida de biodiversidad o la contaminación de los suelos y los acuíferos, que son resultado directo de la extensión del agronegocio. Según diferentes estudios, actualmente el 80% de los hábitats en Europa están en mal estado y el 70% de los suelos, en un estado poco saludable.  A pesar de esta realidad tan evidente, un sector de los agricultores y ganaderos medianos y pequeños, obligados a producir de forma cada vez más competitiva y en situación cada vez más precaria, dan crédito al discurso negacionista de la extrema derecha y reaccionan con virulencia a la implementación de las nuevas normativas de la UE para una supuesta transición verde, que catalogan como una excesiva burocracia.

La extrema derecha trata de influenciar el movimiento aprovechando la desesperación de los pequeños y medianos agricultores y ganaderos, su desconfianza hacia los sindicatos agrarios mayoritarios y las iniciativas autónomas de movilización. Es el caso de la llamada “Plataforma 6 de febrero”, supuestamente apartidista, pero detrás de la cual es fácil encontrar la mano de Vox.

Cuando hablan de una excesiva burocracia, apuntan contra medidas como la obligación de dejar en barbecho -tiempo de espera sin cultivar para que la tierra recupere nutrientes- una determinada extensión de terreno de cultivo. También están en contra de la tibia Ley de restauración de la naturaleza, colocada en el punto de mira ante posibles futuras reducciones de la superficie cultivable[1] y de la regulación de los fertilizantes.[2]. Esta ley ha sido recién paralizada por la Comisión Europea como respuesta a las protestas del sector. En particular han suspendido el plan de reducción del uso de los pesticidas, que es una de las piezas clave del “Pacto Verde” (Green New Deal). También arremeten contra la Ley de Biodiversidad o incluso contra la Ley estatal del Bienestar animal.

Desde algunos de estos grupos influenciados por la extrema derecha se exige la derogación de toda legislación promulgada en los últimos años relacionada con las políticas verdes procedentes de la Unión Europea, que se permita cultivar en tierras que se declaren zonas protegidas y un plan hidrológico nacional con las obras hidráulicas necesarias para que no falte el agua de riego.

Conviene “separar la paja del trigo”

Cuando hablamos de los agricultores y ganaderos, no se trata en absoluto de un colectivo homogéneo, sino que abarca desde las explotaciones familiares abocadas a la ruina hasta los grandes empresarios de la agroindustria (sin olvidar las grandes corporaciones de la industria alimentaria, las grandes cadenas de distribución, los grandes oligopolios químicos y de semillas, así como los sectores financieros asociados). No es igual un agricultor familiar ecológico de verduras y frutas que vende en el mercado local, que las macrogranjas de cerdo y los megainvernaderos del sur de Andalucía. No existe una única realidad que afecte de forma homogénea a los agricultores y ganaderos de los países que registran movilizaciones o han llamado a ellas, si bien es cierto que sí comparten retos y amenazas.

También en el Estado español, grandes terratenientes del campo que se llevan la mayoría de las subvenciones del Estado y de la UE, como los fondos de la PAC buscan intencionadamente aparecer asociados con pequeños agricultores y ganaderos, algunos de ellos cooperativistas, cuando son sus enemigos. Mientras los primeros son responsables de mantener en condiciones casi de esclavitud a la mano de obra en el campo, negándose a aplicar incluso las irrisorias subidas del Salario Mínimo Interprofesional, los segundos están cada vez más condenados a desaparecer ante un modelo de producción y distribución, cuya lógica socava las bases materiales de su existencia.

La “agricultura industrial” y las “macrogranjas”, ecológicamente insostenibles, devastan los territorios mientras las provincias del interior se vacían. Disminuyen las explotaciones agrícolas y ganaderas, pero aumentan su tamaño, al tiempo que la agricultura y la ganadería se vuelven “industriales” y aparecen las llamadas “empresas integradoras” (vinculadas a fondos de inversión y de capital riesgo). Es el resultado de la lógica capitalista de concentración de la riqueza, en la que la cadena agroalimentaria (insumos, producción, distribución, comercialización) va quedando en manos de grandes grupos capitalistas, entre ellos Mercadona, Carrefour, Lidl, Eroski, Ebro o Nestlé. Mientras tanto, la UE y los gobiernos liberalizan el comercio en relación a Mercosur, Marruecos o Sudáfrica, poniendo en competencia directa a los agricultores y ganaderos familiares con los agronegocios de otros países en condiciones muy diferentes de regulación y costes.

El pacto verde europeo o la farsa de la transición energética

En palabras de la UE, el Pacto verde europeo (Green New Deal) sería una “hoja de ruta» que da respuesta a la «emergencia climática» declarada en noviembre de 2019 por el Parlamento Europeo.

Pero si hay algo que podamos decir de las medidas que contiene el Pacto Verde europeo además de su tibieza y su falta de financiación, es que son una farsa y una hipocresía absoluta, también en lo que se refiere al campo.

Es una ilusión pensar que manteniendo el actual modelo agro ganadero productivista, todas las granjas podrán hacer una transición pacífica a la agroecología, una vez que cada agricultor se convenza de que es un contaminador. La completa liberalización del mercado, la mundialización de los cultivos y la búsqueda ciega de beneficios del agrobusiness que la UE y sus gobiernos protegen son los responsables de la crisis actual.

En cuanto a la PAC, es un fraude completo en todos los terrenos, excepto en los generosos beneficios que reciben los grandes empresarios agrícolas. En su inicio, la PAC estableció medidas efectivas de protección mediante una fuerte regulación y durante mucho tiempo no hubo necesidad de subvenciones ni ayudas directas a los agricultores. Pero a partir de 1992coincidiendo con el Tratado de Maastricht fue sustituida por una política neoliberal, que instituyó las ayudas por hectárea (independientemente de la producción) y ninguna condicionalidad en favor de una agricultura sostenible ni del medio ambiente, pues iba contra del libre mercado y comenzó con los tratados de libre comercio en beneficio de los oligopolios industriales y los grandes empresarios agrícolas.

Medidas para una transición a una agricultura y ganadería justa y en equilibrio con el medio ambiente

Desde Corriente Roja pensamos que es imposible disociar la lucha social de la cuestión medioambiental. Desde las organizaciones políticas y sindicales de clase y combativas, es preciso organizarse y luchar, buscando la alianza con las explotaciones familiares, por medidas de transición hacia una agricultura y ganadería menos consumidora de petróleo, fertilizantes, herbicidas y fitotóxicos, respetuosa con los animales y en equilibrio con la naturaleza. Hay que poner en marcha un plan para clausurar las macrogranjas, limitar la agricultura industrial, reorientarla hacia una agricultura sostenible y de proximidad y recuperar el cultivo de tierras fértiles abandonadas.

Esto, al tiempo que se garantizan salarios y condiciones laborales justas y alimentos saludables al alcance de todas y todos. Eliminar productos químicos y disminuir máquinas supondría además crear empleo, porque el número de trabajadores agrícolas tendría que aumentar drásticamente.

Hay que exigir la regularización de la población migrante que trabaja en el campo, el castigo efectivo a la patronal que no cumpla con los convenios colectivos, así como a quienes no coticen por sus empleados/as, en vez de castigar a estos últimos como ocurrió en el caso de Baena Franco y Agrícola Espino en Andalucía.

Compartimos la exigencia de un precio justo para los productos agrícolas y ganaderos que cubran los precios de coste y permitan un nivel de vida digno a las explotaciones familiares acabando con la desorbitante diferencia entre los precios que se pagan en origen y los que se cobran a los consumidores, que en su gran mayoría somos clase trabajadora. Una diferencia que es el resultado del dominio que ejercen los oligopolios de la industria alimentaria y de la distribución y comercialización de los productos agrícolas y ganaderos.

Hay que prohibir y castigar severamente la venta a pérdidas que las grandes cadenas de distribución imponen a pequeños y medianos agricultores. Hay que establecer un organismo público que garantice el monopolio estatal de la distribución, fijando los precios de origen y finales. Dicho organismo debe estar bajo control de la clase trabajadora del campo, pequeños productores y consumidores.

No se puede dar respuesta a la crisis del campo sin arremeter contra los latifundistas, las “empresas integradoras”, las grandes empresas de ganadería industrial, los oligopolios comerciales, las grandes corporaciones químicas y de semillas y la UE que los protege. Hay que acabar con el escandaloso reparto de las ayudas de la PAC comunitaria, al servicio de la gran propiedad y la gran industria agroalimentaria donde la cuantía de las ayudas agrícolas está basada en el tamaño de la propiedad y no en los cultivos.  

En el Estado español nunca se realizó una verdadera reforma agraria que modificara sustancialmente la estructura de propiedad de la tierra y la pusiera al servicio de quienes la trabajan. Actualmente, el 6,10% de propietarios controlan el 57,83% de las tierras (13 millones de ha.). Las sociedades mercantiles poseen ya el 14% de las tierras agrícolas. Entre 1999 y 2020 desaparecieron un total de 49 fincas diarias, vaciándose los campos. Una de las primeras medidas de esa reforma agraria pendiente debe ser expropiar los grandes latifundios para que pasen a ser explotados colectivamente por la clase trabajadora agrícola, bajo criterios de sostenibilidad ambiental.

Hay que acabar con el uso disparatado e irracional de los recursos hídricos. Reequilibrar profundamente la relación entre las grandes ciudades -verdaderos agujeros negros medioambientales- y el medio rural, cada vez más contaminado, desatendido y despoblado. No puede haber una sociedad ecológicamente sana sin resolver este enorme problema provocado por el capitalismo.


[1]. La Ley de Restauración de la Naturaleza propone incluir en las tierras “elementos paisajísticos de gran diversidad”, como setos, hileras de árboles, acequias o estanques. En estos espacios pueden vivir animales polinizadores y otras especies que puedan llevar a cabo también el control biológico de plagas y se reduzca la necesidad de pesticidas. Los partidos conservadores europeos afirmaron que la legislación “obligará a los agricultores a abandonar algunos de sus campos, pondrá en peligro las cadenas de suministro europeas o que disparará los precios de los alimentos”. Así, entre los mensajes que han circulado en España por redes sociales, algunos aseguran que si esta ley sale adelante, los agricultores españoles “deberán abandonar el 40% de sus tierras”.

[2]. Esta ley establece objetivos concretos como reducir a la mitad el uso de plaguicidas de aquí a 2030, reducir los fertilizantes en al menos un 20%, aumentar la superficie agrícola dedicada a la agricultura ecológica hasta el 25% y reducir en un 50% los antimicrobianos utilizados en los animales de granja. También la normativa europea les obliga a reducir la densidad de animales en las granjas, eliminar las jaulas o restringir el uso de fertilizantes y plaguicidas

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La dialéctica de la ecología/3

 

Tercera y última parte del importante ensayo de John Bellamy Foster procedente del número de enero de la Monthly Review. Finalmente, Bellamy plantea la necesidad urgente de una nueva y revolucionaria dialéctica de la ecología.


La dialéctica de la ecología/3

 

John Bellamy Foster

El Viejo Topo

13 febrero, 2024 

 


Ecosocialismo y dialéctica de la ecología


El 18 de octubre de 1827, en un diálogo sobre dialéctica con Hegel, Johann Wolfgang von Goethe dijo: «Estoy seguro de que muchos de los que enferman a causa de la dialéctica se recuperarían mediante el estudio de la naturaleza». La afirmación de Goethe sólo tiene sentido si se considera la dialéctica simplemente como algo separado de la naturaleza, como el mero «espíritu de contradicción hecho sistema que cada uno de nosotros posee en su interior», como lo denominó Hegel en su momento[1]. Sin embargo, en la concepción idealista hegeliana -como en la materialista clásica marxiana- no puede haber una separación estricta entre una dialéctica de la sociedad y una dialéctica de la naturaleza. Las nociones de dialéctica de la naturaleza y de formas organicistas de materialismo son milenariamente anteriores al marxismo (no sólo en la obra de los antiguos griegos, sino también en la filosofía china, a partir del Periodo de los Estados Combatientes durante la dinastía Zhou)[2]. Sin embargo, el marxismo fue capaz de desarrollar nuevas herramientas de análisis dialéctico para descifrar la sociedad humana como una forma emergente de la naturaleza que, en su forma alienada actual, se dirige hacia su propia aniquilación.

La crítica y la autocrítica son esenciales para el desarrollo de la ciencia. En el caso del marxismo, esto requiere que las contradicciones y divisiones que surgen con respecto a la dialéctica de la naturaleza -contradicciones y divisiones que provienen en gran medida de las realidades políticas- sean sanadas dentro de una nueva síntesis de teoría y práctica. El ecosocialismo, que surgió por primera vez como movimiento teórico y político definido en la década de 1980, ha madurado en este siglo en gran parte gracias a la recuperación de la teoría de Marx de la división metabólica, que ha hecho posible una comprensión más exhaustiva de las crisis ecológicas de nuestro tiempo. Pero el materialismo ecológico no puede progresar únicamente sobre la base del ya famoso análisis del metabolismo de Marx. Requiere la recuperación y reconstrucción de la noción de naturalismo dialéctico del marxismo clásico, que constituyó el segundo fundamento del marxismo y desempeñó un papel crucial en el desarrollo de la ecología crítica desde finales de la década de 1990 y principios de la de 2000 hasta nuestros días. Esto significa superar las escisiones que se desarrollaron dentro del marxismo, en las que tanto el marxismo soviético como el occidental redujeron la naturaleza al positivismo por negación de la negación.

Dado que la crisis ecológica ha puesto en primer plano la cuestión de la dialéctica de la ecología, es significativo que uno de los fundamentos de los que parte la crítica ecológica ecosocialista/marxista actual sea la ciencia natural. Esto es particularmente evidente en el trabajo de figuras como Levins, Lewontin y Stephen Jay Gould, que persiguieron una crítica dialéctica de la ciencia reduccionista en el contexto del desarrollo de la catastrófica relación entre capitalismo y medio ambiente. A ello se sumaba la conciencia del debilitamiento de gran parte de la teoría marxiana debido al abandono de la dialéctica de la naturaleza. Levins se inspiró desde muy joven en figuras como Marx, Engels, Lenin, Bernal, Needham, Haldane, Caudwell, Oparin, Šmalgauzen y Waddington. Habló abiertamente del fracaso de la tradición marxista occidental a la hora de unificar su análisis con el de los «científicos rojos» y, por tanto, de su incapacidad para desarrollar un análisis significativo de la crisis ecológica[3]. En su artículo «A Science of Our Own» («Una ciencia propia»), publicado en la revista Monthly Review de 1986, afirmaba que:

“En busca de respetabilidad, muchos marxistas de Europa occidental, especialmente entre los eurocomunistas, intentan reducir los objetivos del marxismo a la formulación de un programa económico progresista. En consecuencia, rechazan como ‘estalinismo’ la idea de que el materialismo dialéctico tenga algo que decir sobre la ciencia natural más allá de una crítica de su mal uso y monopolización […]. Tanto los críticos eurocomunistas del materialismo dialéctico como los dogmáticos [los que reducen el materialismo dialéctico a mero formalismo], aceptan una descripción idealizada de la ciencia»[4].

Un enfoque marxista de la ciencia, argumentaba Levins, requiere el reconocimiento de la importancia del materialismo dialéctico crítico para combatir el reduccionismo y el positivismo, así como prestar atención a cómo la propia ciencia había sido a menudo corrompida por el capitalismo, dañando la relación del hombre con la tierra. Levins y Lewontin publicaron su obra fundamental, The Dialectical Biologist, en 1985, recuperando el materialismo dialéctico como base de una crítica al reduccionismo en biología, ecología y sociedad. Le siguió en 2007 Biology under the influence, que proponía una ecología dialéctica de sistemas. Uno de los puntos clave era que «las contradicciones entre fuerzas están en todas partes en la naturaleza, no sólo en las instituciones sociales humanas»[5].

Gould, al igual que Levins y Lewontin, empleó conscientemente el método dialéctico a lo largo de toda su obra sobre la teoría evolutiva, centrándose en particular en 1) la «emergencia, o entrada, de nuevas reglas explicativas dentro de sistemas complejos, leyes que surgen de interacciones ‘no lineales’ o ‘no adaptativas’ entre las partes constituyentes y que, por tanto, en principio, no pueden descubrirse a partir de las propiedades de las partes consideradas por separado»; y 2) contingencia, que significa que los fenómenos de la naturaleza, en particular los de niveles emergentes superiores, deben examinarse históricamente.[6] Gould advirtió que la Tierra, como morada de las especies, se recuperaría en cientos de millones de años de las peores consecuencias de una guerra termonuclear global (o cambio climático) producida por la humanidad, pero la propia humanidad no sería capaz de ello.[7] Levins, Lewontin y Gould rechazaron algunas de las torpezas del diamat [materialismo dialéctico] oficial elaborado por el pensamiento soviético, tratando de rescatar la dialéctica de la naturaleza porque era crucial no sólo para la crítica marxiana, sino para una orientación teórico-práctica del mundo en su conjunto. Otros biólogos dialécticos, como John Vandermeer y Stuard A. Newman, siguieron la misma tradición[8].

El análisis de las dos obras más importantes del corpus intelectual de Marx, hasta ahora inéditas, dio lugar a importantes desarrollos de la dialéctica materialista en los dos ensayos pioneros de István Mészáros, La teoría de la alienación de Marx (1971) y Más allá de El Capital (1995). Mészáros había sido un estrecho colaborador de Lukács antes de la invasión soviética de Hungría en 1956, que le obligó a huir del país. En Teoría de la alienación de Marx, Mészáros demostró que la concepción ontológica de Marx en los Manuscritos económico-filosóficos abarcaba tanto la alienación del trabajo como la alienación de la naturaleza, unidas en la noción ontológica de Marx de los seres humanos como «seres de la naturaleza que se automedian» y su autoalienación en el capitalismo[9].[En Más allá del capital, inspirado en los Grundrisse de Marx, argumentó que la crisis ecológica planetaria es producto de la incapacidad del capitalismo para aceptar incluso los límites de la propia Tierra como límites a la acumulación incontrolada, y que la crisis ecológica es, por tanto, un aspecto central de la crisis estructural del capital[10]. Utilizando el concepto marxiano de metabolismo, Mészáros presentó el capital como una forma alienada de reproducción social metabólica, basada en la mediación de segundo orden entre el trabajo y la naturaleza. Este análisis desempeñó un papel importante en el desarrollo del marxismo ecológico, desafiando las rígidas concepciones de Marx sobre la dialéctica y proporcionando una teoría de sistemas enraizada en Marx que tendía un puente entre lo ecológico y lo social y ayudaba a reunificar la teoría y la práctica revolucionarias, influyendo en Hugo Chávez y en la revolución bolivariana de Venezuela[11].

Otro avance fundamental en el pensamiento dialéctico que tendió un puente entre el crudo formalismo del pensamiento soviético oficial y el marxismo occidental lo proporcionó la filosofía dialéctica crítico-realista de Bhaskar, que pretendía renovar la ontología sobre una base materialista/realista reintegrando la cuestión del naturalismo en la filosofía marxiana y desarrollando finalmente un realismo crítico dialéctico. Representaba un ataque total tanto al dualismo neokantiano, junto con el dualismo de dos mundos en general, como a lo que Bhaskar llamó «la falacia epistémica», que había subsumido la ontología (la teoría de la naturaleza del ser) dentro de la epistemología (la teoría del conocimiento). Estas tesis iban de la mano con el rechazo de Bhaskar de la «falacia antrópica», es decir, la «definición del ser en términos de ser humano»[12].

La obra de Bhaskar partió de una base naturalista, realista y materialista y, a partir de ahí, desarrolló sistemáticamente una ontología dialéctica orientada a una praxis transformadora. En Dialéctica: el pulso de la libertad, esto condujo a un realismo crítico dialéctico que incorporó los tres principios ontológicos de Engels de la transformación de la cantidad en cualidad y viceversa, la unidad de los opuestos y la negación de la negación en varios niveles. En el análisis de Bhaskar, el primero de estos principios está representado por la dialéctica de la emergencia, el segundo por la dialéctica de las relaciones internas, y el tercero por lo que Bhaskar llamaría la ausencia de la ausencia, incorporando la realidad de las potencialidades y posibilidades pasadas, presentes y futuras a la comprensión de la dialéctica de la continuidad y el cambio[13].

El naturalismo de Bhaskar, como el de Marx y Engels, le llevó finalmente a interesarse por la crisis ecológica. Como explicó Bhaskar, «la limitación del intercambio material con la naturaleza» -el metabolismo social de Marx- «proviene del hecho de que los seres humanos son seres naturales. La naturaleza no está separada de nosotros; formamos parte de ella. La destrucción de la naturaleza no es sólo un asesinato, sino un suicidio, y debe tratarse como tal». De ello se deduce que «existe un teorema de la doble imposibilidad: no es posible [en esta etapa] tener crecimiento y vitalidad ecológica, y puesto que el capitalismo no es posible sin crecimiento, tampoco es posible tener vitalidad ecológica con el capitalismo»[14]. De ello se desprende que «a nivel de las transacciones materiales con la naturaleza… es absolutamente indiscutible que lo que necesitamos, desde el punto de vista del clima en su conjunto, es menos crecimiento, es decir, decrecimiento, y decrecimiento acompañado de una redistribución radical de la renta. … Esta idea de decrecimiento iría asociada a la idea de una simplificación de la existencia social»[15] Para Bhaskar, nunca hubo dudas sobre la necesidad de una concepción dialéctica de la naturaleza, sino sólo sobre las concepciones actuales, lo que le llevó a desarrollar su razonamiento dialéctico crítico y a abogar finalmente por una práctica revolucionaria del decrecimiento.

La teoría de la fractura metabólica de Marx, o su teoría de la crisis ecológica, sólo se ha recuperado plenamente en el siglo XXI[16]. Su importancia deriva de la concepción materialista dialéctica del metabolismo alienado de la naturaleza y la sociedad bajo el capitalismo, un sistema que ahora está explotando a la población mundial como nunca antes, al tiempo que expropia la tierra de la que depende la humanidad. Esta es la única perspectiva crítica que comprende plenamente tanto la dimensión social como la extrahumana de la crisis ecológica, considerando las contradicciones de clase y ecológicas del capitalismo como dos caras de la misma dinámica. El metabolismo social representado por la producción mediatiza la relación material de la humanidad con los sistemas ecológicos, desde los ecosistemas locales hasta el sistema Tierra.

Esto está en consonancia con la propia ciencia del sistema Tierra, que se centra en la destrucción del metabolismo del sistema Tierra, que produce una fractura antropogénica en los ciclos biogeoquímicos del planeta, creando la actual crisis de habitabilidad. El resultado de esta recuperación de la teoría de la fractura metabólica de Marx ha sido una formidable serie de exploraciones de las dimensiones sociales de la crisis del sistema Tierra, que van desde el metabolismo del suelo al clima, pasando por el análisis del sistema Tierra[17]. Sin embargo, la concepción de la fractura metabólica de Marx sólo es verdaderamente útil en la medida en que nos proporciona una comprensión más eficaz del metabolismo social de los seres humanos y de la Tierra en toda su complejidad, como parte de una dialéctica materialista global. Para ello, son necesarias tanto una dialéctica de la sociedad como una dialéctica de la naturaleza, que constituyan la base de una nueva praxis medioambiental global.

En la actualidad, el mundo se enfrenta a dos tendencias opuestas. Una es el intento de aceleración del capital mediante la financiarización de la naturaleza basada en las fuerzas del mercado y asociada a los procesos de la llamada descarbonización y desmaterialización. El objetivo es subsumir el mundo en la lógica abstracta del dinero como sustituto de la existencia real, una lógica alienada que sólo puede conducir al desastre total, a la negación estéril de la propia humanidad. La otra es la lucha emergente por el decrecimiento planificado y el desarrollo humano sostenible, que pretende trasladar el poder del capital global a los trabajadores y sus comunidades en todo el planeta, representando el nuevo poder potencial de un proletariado medioambiental emergente. Esto requiere la fusión de las luchas económicas y medioambientales de los pueblos explotados y desposeídos de todo el mundo en una nueva y más amplia forma de cooperación. Las personas que se encuentran en la base de este sistema se ven impulsadas a defender no sólo sus puestos de trabajo, sino también sus entornos y comunidades y, de hecho, la habitabilidad del propio planeta, concebido como un hogar para la humanidad y todas las demás especies. Pero para ello necesitamos una nueva y revolucionaria dialéctica de la ecología.

Notas

[1] Johann Wolfgang von Goethe y G. W. F. Hegel, citados en Johann Peter Eckermann, Conversations with Goethe, Penguin, Londres, 2022, p. 559-60.

[2] Joseph Needham, Within Four Seas: The Dialogue of East and West, University of Toronto Press, Toronto, 1969, pp. 27, 97.

[3] Richard Levins, «Touch Red», en Red Diapers: Growing Up in the Communist Left, Judy Kaplan y Linn Shapiro University of Illinois Press, Urbana, 1998, p. 264; Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, pp. 366-67.

[4] Richard Levins, «Science of Our Own: Marxism and Nature«, Monthly Review 38, nº 3, julio-agosto de 1986, p. 5.

[5] Levins y Lewontin, The Dialectical Biologist, p. 279; Lewontin y Levins, Biology Under the Influence.

[6] Stephen Jay Gould, The Hedgehog, the Fox, and the Magister’s Pox, Harmony, Nueva York, 2003, pp. 201-3; Richard York y Brett Clark, The Science and Humanism of Stephen Jay Gould, Monthly Review Press, Nueva York, 2011, pp. 95-96.

[7] Stephen Jay Gould entrevistado por Wim Kayzer, A Glorious Accident, W. H. Freeman, Nueva York, 1997, pp. 83, 99-100, 104.

[8] John Vandermeer e Ivette Perfecto, Ecological Complexity and Agroecology, Routledge, Londres, 2018; John Vandermeer, «Ecology on the Heels of the Darwinian Revolution: Historical Reflections on the Dialectics of Ecology», en Science with Passion and a Moral Compass: A Symposium Honoring John Vandermeer, Publication no. 1, Ecology and Evolutionary Biology, University of Michigan, Ann Arbor, 2020; John Vandermeer, «Objects of Intellectual Interest Have Real Impacts: The Ecology (and More) of Richard Levins», en The Truth Is the Whole: Essays in Honor of Richard Levins, Tamara Awerbuch, Maynard S. Clark y Peter J. Taylor, Pumping Station, Arlington, Massachusetts, 2018, pp. 1-7; Stuart A. Newman, «Marxism and the New Materialism», Marxism and the Sciences 1, n.º 2, verano de 2022, pp. 1-12.

[9] Mészáros, Teoría de la alienación de Marx, pp. 162-64.

[10] István Mészáros, Más allá del capital, Monthly Review Press, Nueva York, 1995, pp. 170-77, 874-77.

[11] István Mészáros, The Necessity of Social Control, Monthly Review Press, Nueva York, 2015; John Bellamy Foster, «Mészáros and Chávez: ‘The Point from Which to Move the World Today‘», Monthly Review 74, nº 2, junio de 2022, pp. 26-31.

[12] Roy Bhaskar, Plato Etc., Verso, Londres, 1994, pp. 251, 253.

[13] Roy Bhaskar, Dialectic: The Pulse of Freedom, Verso, Londres, 1993, pp. 150-52.

[14] Roy Bhaskar, «Critical Realism in Resonance with Nordic Ecophilosophy», en Ecophilosophy in a World of Crisis, Roy Bhaskar, Karl Georg Hoyer y Peter Naess, Routledge, Londres, 2012, pp. 21-22.

[15] Roy Bhaskar, El orden de la necesidad natural, Gary Hawke, 2017, p. 146.

[16] Los dos artículos que iniciaron este análisis se publicaron en 1999: Paul Burkett, Marx and Nature, Haymarket, Chicago, 1999, 2014; John Bellamy Foster, «Marx’s Theory of Metabolic Rift», American Journal of Sociology 105, nº 2, septiembre de 1999, pp. 366-405.

[17] Las principales aportaciones de la teoría de la fractura metabólica son demasiado numerosas para enumerarlas aquí. Entre las obras más importantes, relacionadas principalmente con la dialéctica de la naturaleza, se encuentran: John Bellamy Foster, Marx’s Ecology, Monthly Review Press, Nueva York, 2000); John Bellamy Foster, Brett Clark y Richard York, The Ecological Rift. Monthly Review Press, Nueva York, 2010; Ian Angus, Facing the Anthropocene, Monthly Review Press, Nueva York, 2016, trad. it.Anthropocene. Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth System, Asterios, Trieste, Italia, 2020; John Bellamy Foster y Paul Burkett, Marx and the Earth, Haymarket, Chicago, 2016; Kohei Saito, Karl Marx‘s Ecosocialism, Monthly Review Press, Nueva York, 2017, trad. it. Karl Marx’s Ecosocialism, Castelvecchi, Roma, 2023; Fred Magdoff y Chris Williams, Creating an Ecological Society, Monthly Review Press, Nueva York, 2017; Stefano Longo, Rebecca Clausen y Brett Clark, The Tragedy of the Commodity: Oceans, Fisheries, and Aquaculture, Rutgers University Press, New Brunswick, Nueva Jersey, 2015; Carles Soriano, «Capitalocene, Anthropocene, and Other’-Cenes‘», Monthly Review 74, no. 6, noviembre de 2022, pp. 1-29; trad. it. Anthropocene, Capitalocene, and Other ‘-Cenes,’ Anthropocene.org, 04.12.2022; y Foster y Clark, The Robbery of NatureCapitalism and the Ecological Rift, Monthly Review Press, Nueva York, 2020.

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