jueves, 31 de marzo de 2022

“Estamos ante una nueva crisis que tendrá un efecto demoledor sobre la clase trabajadora del Estado español” [La inflación no es ni más ni menos que un instrumento más en manos del capital para drenar los bolsillos de los trabajadores, o si se prefiere, que el trabajador tenga que trabajar más por el mismo dinero para conseguir lo mismo. Pero bueno, si hay que seguir pagando 14.000.000.000 (catorce mil millones de euros) de euros para los gastos de guerra de la OTAN, pues se siguen pagando y, si hace falta más, pues se pagan más que total eso solo es el 1,5% del valor de la riqueza creada por los trabajadores en España en un año (que ya saben, España es muy una; muy grande y muy libre y además, sin contar a Santiago Abascal como trabajador porque no ha trabajado en su vida). Lo bueno que tiene la OTAN es que al ser un procedimiento abreviado para mandar almas al cielo Dios nos lo premiará. Y por esta y otras razones del mismo peso hace falta que los trabajadores como los primeros interesados empecemos a preguntar el qué del qué del esto y lo otro]

 


“Estamos ante una nueva crisis que tendrá un efecto demoledor sobre la clase trabajadora del Estado español”

Estas conclusiones están contenidas en  La Brecha, “Inflación, poder adquisitivo y pacto de rentas”, el último estudio publicado por la Secretaría de Formación Confederal de la CGT. Encontrarás el mismo publicado al final de esta nota.

A partir de este trabajo, la organización anarcosindicalista denuncia que la contención salarial ante el aumento de los precios tendrá un efecto demoledor sobre la clase trabajadora del Estado español

El pacto entre Gobierno y sindicatos del régimen sobre el control salarial sin control de los beneficios conllevará a un aumento de la pobreza y la desigualdad

El último estudio publicado por la Secretaría de Formación, ha analizado la devaluación salarial que viene arrastrando el Estado español desde el año 1979 y que se ha agudizado mucho más desde el año 2010.  En este sentido, la CGT ha señalado que la ausencia de medidas eficaces ante el efecto de la inflación el año pasado supuso la mayor pérdida de poder adquisitivo para personas trabajadoras y pensionistas desde hace 20 años.

El estudio presentado por el gabinete de estudios de los anarcosindicalistas viene a decir que, si bien la inestabilidad de la invasión de Ucrania ha supuesto un importante acicate para la tensión inflacionaria, la presión alcista sobre los precios es previa a este conflicto bélico, estando originada por una batalla por los precios de la energía debido a las mínimas reservas de gas, la dependencia energética, la creciente demanda de materias primas –algunas de ellas escasas-, y la disrupción productiva de la oferta.

Tras las causas que han determinado la subida de los precios existe un factor estructural, como el crecimiento de los beneficios en detrimento de los salarios desde la crisis del año 2008, y otro factor de tipo coyuntural, como está siendo la guerra de los precios energéticos que a su vez está teniendo efectos muy negativos en todos los sectores económicos y en la capacidad adquisitiva de la clase trabajadora.

De este modo, un ejemplo real para explicar esta situación, como es que en 2021 el aumento del IPC en un 6’5 % significó una pérdida importante de poder adquisitivo, dando lugar a un aumento de la pobreza energética, o dicho de otro modo, teniendo en España a más de 4’5 millones de personas que se veían incapaces de poder afrontar la subida del 70 % del precio de su factura eléctrica.

CGT vuelve a realizar un llamamiento al conjunto de la sociedad, especialmente a la clase trabajadora, para que sea consciente de la situación a la que unos pocos –gobernantes y organizaciones sindicales conniventes con los poderes político y económico- están conduciéndonos con sus pactos vergonzosos.



Inflación, poder adquisitivo y pacto de rentas

Por La Brecha

No cabe duda de que la inflación se ha convertido en una de las principales preocupaciones en estos últimos meses.
Aunque ésta se define como la subida generalizada de precios, lo cierto es que las causas y los factores que la determinan son los aspectos más relevantes a la hora de entender la situación y los escenarios futuros que nos esperan. Cabe decir que la presencia de inflación no supone un escenario negativo per se, siempre y cuando sea un síntoma de activación de la economía y la creación de empleo, que pueda dar lugar a subidas salariales y aumentos en la demanda.

El problema es cuando ésta no se traduce en incrementos salariales y es causante de nuestra pérdida de poder adquisitivo.

Antes de la llegada de la COVID-19 y durante la primera fase de la pandemia, la evolución de los precios no era preocupante. De hecho, durante los primeros meses de confinamiento, los precios, y en concreto los precios del petróleo y del gas, registraban una bajada histórica entre marzo y abril de 2020 a raíz de las fuertes restricciones que se implantaron con la llegada de la COVID.

Sin embargo, y en contra del relato que achaca toda la espiral inflacionaria a las consecuencias de la guerra, en el año 2021 los precios comenzaron a subir, superando en abril de ese mismo año el nivel previo a la pandemia. Aunque las causas son muy variadas, una parte muy significativa de la inflación puede explicarse analizando los recios de la energía, y, en concreto, de la electricidad.

Tal es así, que del 3% de la inflación que se sufría en julio de 2021, un 90% podría explicarse por el aumento del precio de la energía, siendo la electricidad responsable de un 50% del mismo (cuando representa tan sólo un 3% del IPC) .
¿Cómo podemos explicar esto?

Para julio de 2021, las importaciones europeas de gas ruso se encontraban en niveles mínimos. Ello ocasionó que los almacenes de gas en la UE se mantuvieran por debajo de los mínimos históricos de reserva desde esa misma fecha.

Los efectos ya los empezamos a notar en el pasado otoño, cuando la pobreza energética comenzó a normalizarse.
España se convirtió en uno de los países con la electricidad más cara de Europa.

Más de 4 millones y medio de españoles se veían incapaces de afrontar la subida del 70% de la factura eléctrica y a pesar de ello, el gobierno recurrió a la disminución de impuestos como forma de reducir la factura de los hogares.

La situación que acabamos de exponer es doblemente grave:

Todo esto, sumado a la crisis de Argelia y Marruecos, además del corte de uno de los gasoductos más grandes con España, supuso que el coste de la electricidad pasara de unos 50€/MWh en Mayo a más de 380€/MWh en el pico de diciembre, y vislumbraron la fuerte dependencia energética, así como la debilidad del modelo.

Asimismo, la economía digital, fuertemente impulsada por las consecuencias de la pandemia y la transición energética, demanda un enorme consumo de materias primas, algunas muy escasas y también con problemas en la oferta por las disrupciones productivas originadas por la emergencia sanitaria. Como resultado, los precios de
éstas se han incrementado a un ritmo creciente y constante.

Por un lado, más del 70% de la producción eléctrica española se produce mediante fuentes renovables y nucleares, por lo que no alberga relación con los precios del gas u otros combustibles fósiles, principales causantes de la inflación. Esta situación ahonda en la injusta relación entre precios del gas y precios eléctricos que vivimos en España, debido a la laxa regulación del mercado eléctrico y al aprovechamiento por parte de las eléctricas de estos precios disparados; por otro lado, las bajadas impositivas para bienes cuya oferta es inelástica (es decir, bienes como el gas que habrán de seguir siendo consumidos independientemente del precio) sólo favorecen a los productores -en este caso, Rusia- sin ayudar en absoluto a mejorar la situación de los consumidores ni rebajar la inflación, como bien se ha venido comprobando a lo largo de estos meses.

Un parche más que evidencia la incapacidad y la falta de voluntad política del Gobierno para atajar la tremenda injusticia que se deriva de las subastas de fijación de precios de las eléctricas.

Después de las turbulencias y la incertidumbre derivada de la pandemia comenzó una rápida recuperación de la demanda gracias a la vacunación. Un aumento masivo del consumo, acompañado de problemas de abastecimiento en sectores como semiconductores, productos químicos, plásticos, madera y metales industriales, que dieron lugar a tensiones inflacionistas. A su vez, el transporte marítimo y el transporte de las mercancías se vio encarecido, tanto por el aumento del precio del transporte de los buques contenedores como por accidentes imprevistos como el bloqueo del canal de Suez. Esta crisis de abastecimiento fue responsable del cierre de numerosas fábricas industriales ante la falta de partes y componentes. En especial, por la falta de semiconductores y sus efectos en las ensambladoras automotrices a nivel estatal.

Todo este cúmulo de circunstancias causó que 2021 terminara con una inflación del 6.5%, la más alta en los últimos 10 años  (según datos del INE).

En el comienzo del 2022 siguió estando latente la preocupación por la evolución de los precios y la pérdida de poder adquisitivo.

Sin embargo, todo empeoró cuando el pasado 20 de febrero comenzó la guerra entre Rusia y Ucrania. Más allá de los efectos devastadores y destructivos que se derivan de una guerra sobre el terreno, lo cierto es que este conflicto será determinante en muchos aspectos económicos, políticos y sociales a nivel mundial. Entre otros, se ha puesto de manifiesto la debilidad del modelo energético ante la fuerte dependencia de importaciones de gas ruso por parte de Europa. Como resultado, los precios se han disparado, alcanzando una inflación del 7,6% en el mes de febrero.

Y mientras tanto, la clase trabajadora se encuentra ante una situación en la que la pérdida de salarios y poder adquisitivo se consolida e institucionaliza. El gobierno ha iniciado conversaciones con otros agentes sociales -patronal y sindicatos mayoritarios para llevar a cabo el denominado “pacto de rentas”. Un pacto cuyo propósito consiste en congelar los salarios para evitar aumentos mayores de la inflación. No solo nos vemos afectadxs por la subida del precio de la luz, el gas y la gasolina, sino que vemos que la moderación salarial va a ser la protagonista en los próximos años.

Este pacto se presenta como una herramienta antiinflacionista, muy difundida por los recetarios conservadores. Esta herramienta, por supuesto, establece un control salarial, pero ninguna política de control sobre los beneficios.

El gobierno busca un salvavidas para que no se produzca una espiral inflacionista en la que el alza de los salarios estimule un alza en los precios para compensar beneficios y viceversa, pero como el control se establece sólo desde un lado de la balanza, los resultados son claros: pérdida de poder adquisitivo a corto, medio y largo plazo.

Pero ¿Es efectivo un pacto de rentas para parar la inflación? No, no lo es. Los ajustes vía salarial sólo tienen sentido como políticas transitorias para evitar crecimientos endógenos abultados de inflación en el caso de que se espere que esta remita en un lapso corto de tiempo, pero todo nos hace pensar lo contrario: no sólo venimos de una situación inflacionaria desde hace un año, sino que, como ya hemos dicho, la guerra y sus consecuencias pueden agravarla.

Tradicionalmente en España el ajuste salarial ha sido una herramienta muy utilizada para mejorar la productividad y ganar competitividad vía costes. Las consecuencias han dado lugar a una reducción de los salarios reales. El pacto de rentas no hace otra cosa sino consolidar una tendencia que lleva dándose en España desde hace años, ya que se ha sufrido una pérdida del poder adquisitivo del 10% desde el comienzo de la crisis de 2010 (datos del INE). Pero ya hemos explicado que no son los salarios los causantes de esta inflación, sino otros elementos asociados a los precios internacionales, las guerras o el deficiente y tramposo mercado energético. Por mucho pacto de rentas que haya, los precios seguirán subiendo.

La única consecuencia plausible de estos acuerdos organizados entre gobierno, CEOE y sindicatos mayoritarios será un aumento de la pobreza y de la desigualdad.

Asimismo, además de esta política de pacto de rentas, el BCE ha anunciado otra política antiinflacionista: una subida de los tipos de interés para controlar la masa monetaria. La medida no es baladí, pues podría derivar en una subida de las hipotecas. Una medida más que ahoga y asfixia a una parte importante de la clase trabajadora que está endeudada y teme no poder hacer frente al pago de sus cuotas, lo que implicaría el aumento de los desahucios -de nuevo-, que se siguen permitiendo aún sin tener una alternativa habitacional.

Estamos ante una nueva crisis, y una vez más, tendrá un efecto demoledor sobre la clase trabajadora. No sabemos cuánto durará la guerra entre Rusia y Ucrania, pero lo que sí sabemos es que estamos ante un nuevo escenario muy parecido a la crisis del petróleo de finales de la década de los 70.

Esto implica una pérdida en la correlación de fuerzas entre capital y trabajo, y las consecuencias a corto, medio y largo plazo serán muy duras. La destrucción de empleo, la subida del coste de la vida, el estancamiento de los salarios y la pérdida de poder de negociación nos abocan a un escenario muy complicado. Sólo nos queda la lucha en las calles, reivindicando lo público, lo nuestro. Luchando por nuestros derechos y tratando de no perder aquellos logros que tanto costaron alcanzar.

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Newton

 

Tal día como hoy de 1727 fallecía en Londres el gran

 astrónomo, físico y matemático Isaac Newton. Su

 contribución más significativa a la teoría atómica está

 relacionada con su logro más importante: la ley de la

 gravitación universal.


Newton

Bernard Pullman

El Viejo Topo

31 marzo, 2022 


Si digo: la electricidad viene de Dios, estoy a la vez en lo cierto y equivocado. Busco una causa en el campo mismo de lo condicionado. Si mi respuesta es ‘Dios’, he dicho demasiado. Él es efectivamente la causa de todo, pero yo quiero descubrir una conexión causal, una relación específica con este fenómeno; la respuesta ‘Dios’ es excesivamente general.
G.W.F.HEGEL

 “Me parece muy probable que al principio Dios crease la materia en forma de partículas sólidas, pesadas, duras, impenetrables, móviles, con determinado grosor, figura y otras propiedades, y en tal número y proporción respecto al espacio como mejor convenía al objetivo que se había propuesto; y por el hecho mismo de que estas partículas primitivas son tan sólidas e incomparablemente más duras que ninguno de los cuerpos compuestos de ellas, tan duras de hecho que no se rompen ni se desgastan jamás, nada –ningún poder ordinario– es capaz de dividir lo que fue originariamente unido por Dios. Mientras estas partículas continúen enteras, podrán formar cuerpos de la misma esencia y contextura. Pero si llegasen a romperse o a desgastarse, la esencia de las cosas, que depende de la estructura primitiva de estas partículas, cambiaría indefectiblemente. Un agua y una tierra compuestas de viejas partículas gastadas o de fragmentos de partículas, ya no serían el agua y la tierra primitivamente compuestas de partículas enteras. Para que el orden de las cosas pueda ser constante, la alteración de los cuerpos no debe, pues, consistir más que en separaciones, nuevas combinaciones y movimientos de estas partículas, pues si los cuerpos se rompen, no es porque lo hagan las partículas sólidas que los forman, que son inalterables, sino porque estas se separan en los lugares de su unión, donde solamente se tocan en unos cuantos puntos.”

Estas hermosas palabras, a menudo citadas de Isaac Newton (1642-1727, nacido el mismo año en que murió Galileo), sacadas de la Pregunta nº 31, libro III, de su Óptica, definen la posición de atomismo cristiano de su autor. Las propiedades esenciales que atribuye específicamente a las partículas elementales son las mismas que les asignaban los atomistas antiguos. Él las completa, sin embargo, con una propiedad intrínseca nueva, la inercia, en el sentido naturalmente “newtoniano” del término, es decir, de “perseverancia en el movimiento o en el reposo”.

Newton también suscribe el segundo principio de la teoría atómica antigua, a saber, la existencia del vacío. Admite, es cierto, que los espacios interestelares podrían estar llenos de un éter muy enrarecido, pero que también tendría una estructura granular, con el vacío entre sus finísimas partículas. Es interesante mencionar que si bien Newton se pronuncia a favor del vacío sobre la base de argumentos físicos –en particular el que utiliza Demócrito sobre la imposibilidad del movimiento en un medio totalmente lleno–, sus discusiones con los adversarios del vacío, sobre todo con Descartes y Leibniz, pondrán igualmente en juego argumentos teológicos que giran en torno a la concepción que estos autores se hacen de la “perfección de la obra de Dios”. Ahora bien, según Newton, “resulta muy presuntuoso imaginar que un ser tan pequeño y tan débil como el hombre, pueda conocer con seguridad lo que Dios podría hacer mejor”. Para él, considerar imposible la existencia del vacío equivale a limitar el poder de Dios, imponer una barrera a su libertad de acción, someterle a una necesidad. Esta argumentación adquiere todo su interés frente a la de los atomistas citados más arriba.

Pero aunque Newton adopte los dos principios de los atomistas de la Antigüedad –la estructura corpuscular de la materia y la existencia del vacío–, rechaza, en cambio, una imagen puramente mecanicista del mundo, en particular el papel determinante que Demócrito y Epicuro atribuyen al azar en su estructuración y su evolución. Según la concepción newtoniana, Dios no se limita a crear el universo con su notable regularidad y su orden inteligible, sino que dirige constantemente su funcionamiento. En su libro más célebre, Philosophiae naturalis principia mathematica, escribe: “Se ven de este modo llevados a caer en las impiedades de la más despreciable de todas las sectas, la de los que son lo bastante estúpidos como para creer que todo se hace al azar y no por una Providencia soberanamente inteligente; la de estos hombres que se imaginan que la materia ha existido siempre necesariamente y en todo lugar, que es infinita y eterna.” Es más, el Creador no solamente garantiza el funcionamiento del mundo, sino que también se ocupa, mediante una intervención correctiva constante, de su buena marcha. Imaginar que Dios haya podido constituir y poner en marcha el mundo como quien construye y pone en marcha una máquina, por ejemplo un reloj, y que luego se haya acantonado en una pura contemplación de su obra, es, según Newton, una idea que “introduce el materialismo y la fatalidad y que […] tiende a desterrar del mundo la Providencia y el gobierno de Dios”. Esta concepción de la presencia y de la acción continua de Dios será, como veremos, igualmente combatida por los antiatomistas, todos ellos cristianos, por lo demás.

Sin embargo, la contribución potencialmente más significativa de Newton a la teoría atómica está relacionada con su logro más importante, el que consolidó para siempre la unificación del mundo celeste y del mundo terrestre, del macrocosmos y del microcosmos, a saber, la ley de la gravitación universal, según la cual dos cuerpos cualesquiera se atraen con una fuerza proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa. En efecto, de acuerdo con este enunciado, se entiende que esta ley se aplica a la escala entera de masas, desde lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande.

Aquí nos limitaremos a examinar únicamente la significación que tiene esta ley para la problemática que nos ocupa. Es evidente, por su contenido, que el campo en el que podían esperarse las incidencias más significativas es el de las interacciones entre los corpúsculos elementales, interacciones que son las responsables de su agregación en cuerpos observables. En lenguaje moderno, diríamos que son responsables de la formación del enlace químico y, por tanto, de la constitución de las moléculas. En este sentido, diversas características de esta ley, frecuentemente ignoradas incluso por quienes son capaces de recitar su fórmula, merecen ser subrayadas:

  • Newton no considera la gravedad –aunque esté omnipresente en el universo– como una propiedad innata, intrínseca de los cuerpos o de las partículas, al mismo nivel, por ejemplo, que su extensión, su forma o su La posibilidad, para un cuerpo material, de actuar por sí mismo sobre otro cuerpo situado a una cierta distancia y a través del vacío, “sin ningún tipo de emanaciones o efluvios, o sin otros medios corpóreos”, sino gracias a una de sus propiedades innatas, le parece una absurdidad inaceptable. Esta acción no puede y no debe atribuirse más que al efecto de una o de varias fuerzas extrínsecas que no pueden existir y actuar más que por la voluntad de la potencia divina. En cuanto a la naturaleza de estas fuerzas, Newton admite que la desconoce, y es en este contexto en el que formula su famoso adagio: “Hypotheses non fingo” [Yo no forjo hipótesis]. Este físico, uno de los más grandes que ha dado el mundo, no cree que la atracción universal que ha descubierto se deba a fuerzas “físicas” reales. Ve en ella más bien la manifestación de unas fuerzas sobrenaturales, transmateriales, espirituales, en el mejor de los casos matemáticas. Para él, “la gravitación es el espíritu de Dios que impregna la materia”.
  • Si la ley de la gravitación describe de una forma satisfactoria el comportamiento del mundo a nivel macroscópico, Newton no está seguro de que sea igualmente aplicable en el campo de los corpúsculos elementales. Aunque supone que es una ley del mismo tipo la que opera entre estos corpúsculos, admite que las fuerzas que están en juego, aunque análogas, pueden no ser idénticas. Concibe, explícitamente, junto al componente gravitacional, unos componentes eléctricos y magnéticos, así como la entrada en juego de unas fuerzas repulsivas. Así, por ejemplo, afirma (Libro III de la Óptica, pregunta nº 31): “En todos los casos, la marcha de la Naturaleza es pues muy simple y conforme consigo misma: ya que ella produce todos los grandes movimientos de los cuerpos celestes por la gravitación o la atracción recíproca de estos cuerpos; y casi todos los pequeños movimientos de las partículas de los cuerpos por otras fuerzas atractivas y repulsivas, recíprocas entre estas partículas […]. ¿No tienen las pequeñas partículas de los cuerpos ciertas potencias, virtudes o fuerzas por medio de las cuales actúan a distancia […] unas sobre otras para producir una gran parte de los fenómenos de la naturaleza? Pues es bien sabido que los cuerpos actúan unos sobre otros por las atracciones de la gravedad, del magnetismo y de la electricidad; y estas instancias muestran la trama y el curso de la naturaleza. No es improbable que haya otras instancias atractivas además de estas. Pues la naturaleza es muy consecuente y muy conforme consigo misma.”

A la luz de las teorías modernas sobre la naturaleza del enlace químico, estas frases de Newton denotan una notable presciencia de la realidad. En efecto, sabemos hoy que el rol de la gravedad es totalmente insignificante al nivel de las partículas elementales, tanto por lo que respecta a su estructura interna como a sus interacciones mutuas, ya que estas son regidas esencialmente por fuerzas electromagnéticas. La diferenciación presentida por Newton se ve, pues, confirmada.

  • La introducción de una fuerza atractiva, en particular de carácter transfísico, en el campo micro-corpuscular tiende a eliminar determinadas representaciones excesivamente materiales del origen de las interacciones interatómicas preconizadas por los atomistas antiguos e incluso por otros mucho más Es bien conocido el rol atribuido por Demócrito y Epicuro en estas interacciones a los ganchos, púas, anzuelos y otras asperezas presentes en la superficie de los átomos. Estos conceptos serán retomados por Gassendi y también, como veremos en la siguiente sección, por Robert Boyle, contemporáneo de Newton y principal defensor de la teoría atómica en Inglaterra. Este punto de vista relativamente primitivo es rechazado por Newton: “Las partes de todos los cuerpos duros homogéneos que están en contacto se mantienen fuertemente unidas. Y para explicar cómo es esto posible, algunos se han inventado la idea de que hay átomos ganchudos, lo que es una forma de presuponer la respuesta a la pregunta; otros dicen que los cuerpos están unidos por el reposo, es decir, por una cualidad oculta, o más bien por nada; y otros que lo están en virtud de unos movimientos conspirativos, es decir, por un reposo relativo entre ellos. Yo preferiría inferir de su cohesión que sus partículas se atraen unas a otras por medio de alguna fuerza, que, cuando el contacto es inmediato, es sumamente fuerte, y que a pequeñas distancias produce las operaciones químicas antes mencionadas […] y que no llega mucho más allá de las partículas.”

Ahora bien, si la hipótesis de los ganchos y las púas puede parecer simplista, su supresión tampoco resuelve el problema. En particular, la ley de Newton (o una ley del mismo tipo, como él conjeturó) sugería una solución al aspecto global, masivo de las atracciones entre corpúsculos (o entre aglomerados) y representaba por tanto una contribución innovadora de trascendentales consecuencias. No explicaba, sin embargo, una de las características esenciales de estas interacciones, a saber, su selectividad o especificidad, responsable de la formación del gran número de cuerpos diferentes de los que está hecho el mundo. Una de las razones al menos de esta deficiencia es fácil de discernir: en efecto, si bien Newton tuvo el mérito de identificar la cantidad de materia con la masa –lo que era esencial para la formulación de su ley de atracción–, descuidó, en cambio, el problema de la diversidad de los volúmenes y de las formas de las partículas y de las sustancias, que era la única manera de dar cuenta de la diversidad y de la variedad de sus asociaciones. El alcance práctico de la ley se vio así limitado, singularmente en el campo de la química. J.Merleau-Ponty pudo decir en este sentido que “la gravitación era tanto un problema como una solución”.51 El problema era tanto más difícil cuanto que la cuestión de la forma al nivel corpuscular parecía fuera del alcance de las técnicas disponibles. Incluso a comienzos del siglo XIX, Laplace (1749-1827), defensor entusiasta de la teoría newtoniana, afirmará:52 “Las afinidades dependerían entonces de la forma de las moléculas53 en asociación y de sus posiciones respectivas, y a través de la variedad de estas formas sería posible explicar todas las variedades de las fuerzas atractivas, y reducir de este modo a una sola ley general todos los fenómenos de la física y de la astronomía. Pero la imposibilidad de conocer las formas de las moléculas y sus distancias mutuas hace que estas explicaciones sean vagas e inútiles para el progreso de las ciencias.” Es sorprendente observar cuántos pensadores y científicos, incluso muy eminentes, han utilizado, desafortunadamente y a fin de cuentas erróneamente, la palabra “imposible”. A menudo, como dijo el químico Ch.Weizmann (1874-1952), “lo imposible es lo que tarda un poco más”, afirmación que adquiere toda su fuerza en el campo de las estructuras atómicas y moleculares.

Fuente: Apartado 2ª del capítulo 12 del libro de Bernard Pullman El átomo en la

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