viernes, 5 de noviembre de 2021

El Narrador

 

Tal día como hoy de 1926 nacía en Londres John Berger, novelista, pintor, uno de los grandes escritores y críticos de arte. Rebelde, solidario, profundamente humano, además de lúcido y comprometido observador de nuestro tiempo.


El Narrador



John Berger

El Viejo Topo

5 noviembre, 2021

 

Mientras desciende, puedo escuchar su voz en el silencio. Retumba en el valle de un lado al otro. La emite sin esfuerzo y, como el eco, viaja como un lazo. Retorna luego de haber unido al escucha con el grito. Sitúa a quien grita en el centro. Sus vacas responden a esa voz tanto como su perro. Una tarde faltaban dos vacas siendo que las habíamos atado en el establo. Salió y llamó. La segunda vez, las vacas contestaron desde lo profundo del bosque, y pocos minutos después estaban ahí, en la puerta del establo, justo al caer la noche.

El día anterior, trajo todo el hato desde el valle, como a las dos de la tarde –gritándole a las vacas, y a mí para que abriera las puertas del establo. Muguet estaba por parir –ya se asomaban las patas delanteras. El único modo de traerla era con toda la manada. Sus manos le temblaron mientras ataba con una cuerda las patas del becerro. Dos minutos de tironear y salió completo. Se lo dio a Muguet para que lo lamiera. Ella mugió, con un sonido que no se escucha en otras ocasiones –ni siquiera cuando le dan los dolores. Era un sonido agudo, penetrante, enloquecido. Un sonido más fuerte que la queja, más urgente que un saludo. Un tanto como el bramido del elefante. Apiló paja para hacerle una cama al becerro. Para él estos momentos son momentos de triunfo: momentos de verdadera riqueza: momentos que unen a este viejo zorro de setenta años, criador de vacas, ambicioso, duro, infatigable, con el universo que lo rodea.

Después de laborar por la mañana solíamos beber café  juntos y me hablaba de la gente del pueblo. Recordaba la fecha y el día de la semana de todo desastre. Podía rastrear las relaciones familiares de sus personajes al nivel de los primos segundos por matrimonio. De vez en vez yo captaba una expresión en sus ojos, una cierta mirada de complicidad. En torno a qué. A algo que compartíamos pese a las obvias diferencias. Algo que nos unía pero que nunca se nombraba directamente. No tenía que ver con el trabajo que yo le hacía. Me tuvo perplejo un tiempo y de pronto entendí. Era que reconocía en mí una inteligencia semejante. Ambos somos historiadores de nuestro tiempo. Ambos buscamos cómo embonan los sucesos.

Para ambos, hay orgullo y tristeza en ese saber. Por eso la expresión que descubría en sus ojos era brillante y plena de consuelo. Era la mirada de un narrador a otro.

Escribo páginas que él no habrá de leer. Después de alimentar a su perro, este viejo se sienta en un rincón de la cocina y algunas veces platica antes de irse a dormir. Se acuesta temprano, después de la última taza de café. Casi no estoy ahí, a menos que me cuente personalmente algo que de todos modos no entenderé pues habla en lengua. No obstante, la complicidad se mantiene.

Nunca he pensado que escribir sea una profesión. Es una actividad solitaria e independiente cuya práctica no confiere señorío. Por fortuna cualquiera puede hacerlo. Sea que escriba por motivos políticos o personales, tan pronto empiezo la escritura se vuelve una lucha por dar sentido a la experiencia. Toda profesión tiene límites a su competencia, pero tiene territorio propio. Escribir, como yo lo entiendo, no tiene territorio propio. El acto de escribir no es nada, excepto aproximarse a la experiencia de la que uno escribe. Así también, espero, leer un texto es un acto comparable de aproximación.

Aproximarnos a la experiencia, sin embargo, no es como aproximarnos a una casa. La experiencia es indivisible y continua, al menos dentro del lapso de vida propio, y tal vez a lo largo de muchas vidas. Nunca tengo la impresión de que mi experiencia sea totalmente mía, y a veces pienso que me precede. En cualquier caso la experiencia se pliega en sí misma, se refiere a sí misma, hacia atrás y hacia adelante, mediante la esperanza y el miedo y, usando la metáfora, situada en el origen del lenguaje, continuamente compara lo afín con lo disímil, lo pequeño con lo grande, lo cercano y lo distante. Así, el acto de aproximarnos a un momento dado de la experiencia implica escrutinio (cercanía) y la capacidad de conectar (distancia). El movimiento de escribir semeja el de un reguilete: se aproxima y se retira, mira de cerca y toma distancia. A diferencia del reguilete, no está fija en un marco estático. Conforme el acto de escribir se repite, su cercanía, su intimidad con la experiencia, aumenta. Finalmente, si uno es afortunado, de esta intimidad nace un fruto: el sentido.

Para el viejo, el sentido de sus historias es más cierto, pero no menos misterioso. De hecho, asume más plenamente el misterio. Trataré de explicar lo que quiero decir.

Todos los poblados cuentan historias. Historias del pasado, incluso si éste es distante. Mientras caminaba con otro amigo de setenta años por la base de un alto risco me contó que una muchacha había caído y hallado la muerte ahí, mientras segaba paja en la altura. ¿Fue antes de la guerra?, le pregunté. Por ahí de 1800 (no es errata), dijo. Me contó también historias del día que platicamos.

Casi todo lo que ocurre en el día es narrado por alguien antes del nuevo amanecer. Los relatos son factuales, se basan en la observación o en el recuento de alguien más. Eso que le llaman chisme pueblerino no es sino la combinación de las más agudas observaciones surgidas al rememorar sucesos y encuentros diarios, y de las mutuas familiaridades de toda una vida. Algunas veces los relatos entrañan juicios morales, pero cualquier juicio –justo o injusto– es sólo un detalle: el relato íntegro asume cierta tolerancia porque involucra a alguien con quien el narrador y el escucha tendrán que seguir viviendo.

Muy pocas historias se narran por idealizar o condenar; más bien atestiguan el casi sorprendente rango de lo posible. Son cuentos de misterio aunque aborden sucesos cotidianos. Cómo fue que C, tan puntilloso con su trabajo, volteó su carretilla. Por qué L jode tanto a J, su amante, por todo, y como es que J, que no se deja de nadie, le permite a L que lo trate así.

Un relato nos invita a comentarlo. Crea el comentario, pues aun el silencio total puede entenderse como respuesta. Un comentario puede ser sesgado o rencoroso, pero si lo es, se torna también objeto de un relato y es digno de comentarse. Por qué F no deja pasar oportunidad alguna de maldecir a su hermano. A la luz de una historia oída, es muy común que el comentario se tome como respuesta personal del comentarista ante el enigma de la existencia, por añadirle algo al relato. Toda narración permite que cada quién se defina.

La función de estos relatos –que de hecho son historia cotidiana, oral y cercana– es permitir que un poblado completo se defina a sí mismo. La vida de una comunidad, lo que la distingue de sus meros atributos físicos y geográficos, es la suma de todas las relaciones sociales y personales que existen en ella, más las relaciones económicas –comúnmente de opresión– que vinculan a una comunidad con el resto del mundo. Pero uno podría decir algo semejante de la vida de un pueblo grande. Incluso de algunas ciudades. Lo que distingue la vida de una comunidad es que también es un retrato vivo de sí misma: un retrato comunitario, donde todo mundo retrata y es retratado por todos. Al igual que en los relieves en los capiteles de una iglesia romanesca, hay una identidad de espíritu entre lo mostrado y cómo se muestra –cual si los retratados fueran también los que esculpen. El retrato de sí mismos está construido, no de piedra sino de palabras. Plática y recuerdos: opiniones, historias, testimonios, leyendas, comentarios, rumores. Y es un retrato continuo; su trabajo nunca para.

Hasta hace poco el único material disponible para que un poblado y sus habitantes se definieran a sí mismos eran sus partes habladas. Un retrato propio –aparte de los logros físicos de su trabajo– era la única reflexión en torno al significado de su existencia. Nada ni nadie más reconocía tal significado. Sin un retrato así –y sin el chisme que es su materia prima– el poblado se hubiera visto forzado a dudar de su propia existencia. Cada historia, y los comentarios que suscita –que prueban que la historia se escuchó— contribuyen al retrato y confirman la existencia del conglomerado.

Este retrato continuo, a diferencia de casi todos los otros, es muy realista, informal y sin poses. Como todo el mundo, y tal vez más por la inseguridad de sus vidas, los campesinos buscan formalidad y ésta se expresa en ceremonias y rituales, pero al tejer su propio retrato comunitario son informales porque tal informalidad corresponde más con la verdad: una verdad que la ceremonia y el ritual pueden acotar sólo parcialmente. Todas las bodas son semejantes pero cada matrimonio es diferente. La muerte nos llega a todos pero uno se duele a solas. Esa es la verdad.

En una comunidad, la diferencia entre lo que sabemos y no sabemos de una persona es muy sutil. Puede haber algunos secretos muy bien guardados pero en general el engaño es raro, si no imposible. Así, hay muy poca manía de preguntar, pues no hay gran necesidad de ello. Ser metiche es un rasgo de los conserjes de las ciudades, que pueden lograr algún podercito o reconocimiento por decirle a X lo que no sabe de Y. En un poblado, X ya lo sabe. Tampoco hay mucha representación entonces; los campesinos no asumen roles como los personajes urbanos.

Esto no implica que sean «simples» o más honestos o carentes de malicia. Lo que ocurre es que el espacio entre lo que se sabe y lo que no se sabe de una persona es muy pequeño –no hay mucho espacio para la representación. Cuando los campesinos hacen bromas, son concretas.

Así ocurrió un domingo, cuando el pueblo estaba en misa. Cuatro hombres se llevaron todas las carretillas usadas para limpiar los establos y las alinearon a la entrada de la iglesia de tal modo que quienes iban saliendo se vieran en la necesidad de hallar su carretilla y llevársela, en ropa dominguera, por la calle principal.

El retrato continuo de una comunidad es mordaz, franco y a veces exagerado pero casi nunca idealiza ni es hipócrita. La hipocresía y las idealizaciones cierran preguntas, el realismo las deja abiertas.

Hay dos formas de realismo. El profesional y el tradicional. El realismo profesional es un método elegido por un artista o escritor y conlleva conciencia política; su fin es desmenuzar alguna parte opaca de la ideología dominante por la cual es normal que se distorsione o niegue consistentemente algún aspecto de la realidad. El realismo tradicional, siempre popular en sus orígenes, es en cierto sentido más científico que político. Al asumir un fondo de experiencia y saber empírico, nos enfrenta con el enigma de lo desconocido. Cómo fue que… A diferencia de la ciencia puede vivir sin respuestas. Pero experimentarlo es tan grande que no puede ignorar la pregunta.

Contrariamente a lo que se dice, los campesinos sí se interesan por el mundo situado más allá de su comunidad. Sin embargo es raro que un campesino que sigue siendo campesino tenga facilidad para moverse. No tiene mucha opción de localidad. Su lugar le fue conferido en el momento mismo de la concepción. Y si considera su comunidad como centro del mundo no es tanto una cuestión de parroquialismo como de verdad fenomenológica. Su mundo tiene un centro (el mío no). Considera que lo que ocurre en su comunidad es típico de la experiencia humana. Esta consideración es ingenua sólo si uno la interpreta en términos tecnológicos u organizativos. El campesino la interpreta en términos de la especie humana. Lo que lo fascina es la tipología de los personajes humanos en todas sus variantes, y el destino común de nacimiento y muerte que todos compartimos. Entonces el primer plano del retrato comunitario vivo es extremadamente específico, mientras el fondo lo conforman las preguntas más abiertas y generales, que no siempre tienen respuesta. Asumirlas es afrontar el misterio.

El viejo de quien hablo sabe que yo sé esto tan agudamente como él.

Fuente: The Sense of Sight. Traducción de Ramón Vera Herrera para Ojarasca, suplemento de La Jornada, abril de 2004.

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El fútbol femenino se rebela contra los abusos y el acoso sexual.

 

El fútbol femenino se rebela contra los abusos y el acoso sexual

 

Por Ricardo Uribarri  / Feminismos

Rebelion

05.11.2021


Fuentes: CTXT [Imagen: Jugadoras del OL Reign protestan contra los abusos sexuales. TWITTER OL REIGN]


Las denuncias de jugadoras de distintos países sobre los comportamientos inadecuados que han sufrido en los últimos años revelan la impunidad en la que se han movido los acusados y el fallo en los controles para evitar estas situaciones

Hace unos años fue en Colombia. Después ocurrió en Haití. También en Afganistán. Ahora se han conocido casos en Venezuela, Estados Unidos y Australia. El problema de los abusos a las mujeres futbolistas, ya sean sexuales o verbales, por parte, en el mayor número de casos, de los entrenadores de los equipos o de las selecciones, sigue bien presente, como hemos comprobado con las denuncias realizadas por varias jugadoras en las últimas semanas. Los organismos responsables de velar por la seguridad de las deportistas dicen estar tomando desde hace tiempo medidas para evitar que se den nuevos casos, pero no parece que estén dando resultados. Es más, la propia FIFA reconoce que se teme que las últimas acusaciones no sean más que “la punta del iceberg”.

La última luz de alarma se encendió hace unas semanas, cuando las jugadoras estadounidenses Sinead Farrelly y Meleana “Mana” Shim, reconocieron al medio digital The Athletic que habían sido objeto de abusos sexuales por parte del entrenador Paul Riley. Farrelly los empezó a sufrir en 2011, cuando estaba en el Philadelphia Independence. Después volvió a vivir la misma situación en 2014 en el Portland Thorns, donde también jugaba Shim. “Me sentí bajo su control”, ha reconocido Farrelly, que debido a la ansiedad y la presión que sentía llegó a desmayarse en medio de un partido. Ambas acusan a Riley de coaccionarlas para tener relaciones sexuales con él, de obligarlas a besarse entre ellas a cambio de no realizar algunos ejercicios físicos, de enviarles fotos de carácter sexual no solicitadas, y de menospreciarlas y someterlas a abusos verbales. Según el relato de Farrelly, Riley le dijo: “Esto nos lo llevamos a la tumba”.

El técnico niega estos hechos, aunque el Portland Thorns ha reconocido en un comunicado que decidió no renovar su contrato por encontrar “claras violaciones de las políticas de la compañía”. El dueño de la entidad, Merritt Paulson, ha sido más explícito. “Hicimos un anuncio opaco sobre la no renovación del contrato de Riley en lugar de anunciar explícitamente su rescisión, guiados por lo que, en ese momento, pensamos que era lo correcto, el respeto a la privacidad de las jugadoras. Lamento profundamente nuestro papel en lo que claramente es un fallo sistémico en el fútbol profesional femenino. En última instancia, podríamos haber hecho más. Pido disculpas a Mana, Sinead y todas las demás que están sufriendo como resultado”.

Los organismos responsables de velar por la seguridad de las deportistas dicen estar tomando desde hace tiempo medidas para evitar nuevos casos, pero no parece que dé resultados

El equipo notificó a la Liga Nacional de Fútbol Americana (NWSL) el resultado de su investigación y la propia Farrelly intercambió correos al respecto de este asunto durante este año con la comisionada de la NWSL, Lisa Baird, pero la institución no tomó ninguna decisión. Esa inacción le ha costado el puesto tanto a Baird como a la abogada general del organismo, Lisa Levine. A raíz de la publicación de estas acusaciones y a la espera de conocerse el resultado de varias investigaciones puestas en marcha, la NWSL ha suspendido la licencia de Riley, mientras que el equipo al que entrenaba, el North Carolina Courage, ha decidido prescindir de él. El escándalo provocado hizo que la jornada correspondiente al 2 y 3 de octubre se suspendiera y que unos días después, todos los partidos se pararan en el minuto 6, en reconocimiento a los seis años que tardaron en conocerse los actos denunciados por Farrelly y Shim. 

No ha sido el único problema de este tipo que ha vivido la competición estadounidense en las últimas fechas. Richie Burke, técnico de los Washington Spirit, fue denunciado hace unos meses y una investigación ha determinado que “acosó y abusó verbalmente de sus jugadoras, violando la política anti-acoso de la liga”. Además, la junta de gobernadores de la NWSL ha sancionado al club por permitir que las futbolistas se sintieran marginadas y degradadas.

Un comentario en Twitter de la estrella del fútbol norteamericano Megan Rapinoe, en el que decía: “Hombres que protegen a hombres que abusan de las mujeres”, en referencia al mensaje de agradecimiento del director general de los Thorns hacia Riley cuando éste salió del equipo en 2015, sirvió para que, en otra parte del mundo, en Australia, la que fuera internacional del país y segunda máxima goleadora de la selección, Lisa De Vanna, ya retirada, contara su experiencia y ofreciera una perspectiva más. “Estoy de acuerdo con Megan, pero he sido testigo de: mujeres protectoras de mujeres que abusan de mujeres; jugadores que protegen a los jugadores mayores que abusan de los jugadores más jóvenes; organizaciones que protegen a los entrenadores/jugadores que abusan de los jugadores. El abuso es abuso. ¡El mal comportamiento es malo en todos los ámbitos!”.

En una entrevista con el Daily Telegraph de Sidney, De Vanna se mostró más clara sobre lo que vivió en sus años de carrera. “¿Me han acosado sexualmente? Sí. ¿Me han intimidado? Sí. ¿Ostracismo? Sí. ¿He visto cosas que me han incomodado? Sí. Creyeron que era divertido. Solo era una niña de Perth, no conocía nada diferente… Quería golpearlos. Como era una jugadora joven no sabía cómo etiquetar esto, pero sigue sucediendo en todos los niveles y es momento de alzar la voz”. La jugadora contó que sufrió estos hechos en los vestuarios y las duchas, donde fue tirada al suelo y algunas compañeras abusaron de ella. Lisa no ha sido la única jugadora australiana en reconocer en las últimas semanas haber sufrido este problema. Rhali Dobson, que dejó de jugar hace unos meses, también afirma haber sido objeto de abusos sexuales: “Es una cosa que todavía sucede, hasta en los más altos niveles, y hasta que no se aborde no va a cambiar nada”.

De Vanna ha pedido que se sancione a los responsables de esta conducta y la Federación Australiana de Fútbol ha contestado que mantiene tolerancia cero y ha pedido a las denunciantes que presenten sus quejas de manera formal “para proceder a investigar a fondo”.

Pocos días después de conocerse el caso de Farrelly y Shim, salió a la luz un comunicado de 24 internacionales de Venezuela en el que denunciaban situaciones de abuso y acoso físico, psicológico y sexual ocasionadas por el entrenador panameño Kenneth Zseremeta durante el tiempo que estuvo al frente de la selección, entre 2013 y 2017. En el escrito explican que, a causa de eso, “muchas de nosotras seguimos con traumas y heridas mentales que nos acompañan en nuestro día a día”. Las jugadoras explican que, en 2020, una compañera les contó que “había sido abusada sexualmente desde los 14 años por Zseremeta”, una situación en la que tenía la complicidad de su ayudante Williams Pino. Afirman que esta compañera es una “sobreviviente a un monstruo que no solamente abusaba de ella a nivel sexual. Emocionalmente vivía en un constante asedio en el que ella no prefería ser convocada más”, a pesar de ser el sustento de su casa en muchas ocasiones.

A raíz de esta confesión, otras jugadoras reconocieron haber tenido “experiencias de acoso, tanto telefónico como preguntas e invitaciones indebidas, sobornos para mantenerse dentro de la selección, regalos fuera de contexto, masajes y diferentes situaciones que definitivamente no eran normales”. También relatan que las jugadoras de la comunidad LGTBI eran constantemente cuestionadas por su orientación sexual. “Existían amenazas y manipulaciones de decirles a los padres de las jugadoras su orientación sexual si no tenían disciplina. Las insinuaciones sexuales eran temas del día a día, al igual que los comentarios hacia el atractivo físico de muchas jugadoras”. Los dos técnicos han hecho públicas unas notas en las que niegan las acusaciones, afirmando Zseremeta que “me acojo constitucionalmente a la presunción de mi inocencia hasta que se pruebe lo contrario”. La justicia venezolana ha dictado una orden de arresto contra ambos, que ya no se encuentran en el país desde hace años.

Después de hacerse públicas las denuncias de las futbolistas estadounidenses, la FIFA emitió un comunicado en el que afirmaba que “debido a la gravedad de las acusaciones de las jugadoras, podemos confirmar que los órganos judiciales de la FIFA están investigando activamente el asunto y han abierto una investigación preliminar”, al mismo tiempo que reafirmaba su postura de que “cualquier persona declarada culpable de mala conducta y abuso en el fútbol será procesada, sancionada y expulsada del juego”. 

Es cierto que el organismo que rige el fútbol mundial ha tomado medidas contundentes en los últimos años contra el presidente de la Federación Haitiana de Fútbol, Yves Jean-Bart y el presidente de la Federación de Fútbol de Afganistán, Keramuudin Karim, a los que ha sancionado de por vida tras ser investigados por acoso y abusos sexuales y físicos, pero también que, a la vista de los acontecimientos, aún hay mucho que mejorar en la prevención de este tipo de actitudes. No se trata solo de sancionar a posteriori sino de impedir que estos hechos ocurran. Y los casos que se están conociendo demuestran la impunidad en la que se han movido los acosadores y cómo han fallado los controles. Da miedo pensar cuantos episodios de este tipo seguirán ocultos, pero al mismo tiempo resulta alentador ver que cada vez más afectadas se deciden a denunciar. 

Urge poner coto a esto porque el fútbol femenino no se puede permitir perder en todo el mundo a chicas a las que les gustaría jugar, pero que es posible que tanto ellas como sus familias se echen para atrás al conocer este riesgo. Por eso, para que se tomen medidas efectivas y ninguna otra jugadora tenga que sufrir algo así en el futuro, es importante que las afectadas tengan la valentía de contar lo que pasa y que las instituciones les ofrezcan medios adecuados y seguros para que puedan hacerlo. Y es que, como decía la jugadora estadounidense Sarah Gorden en un mensaje directo a los entrenadores en las redes sociales: “Les prometo que pueden ser duros y mantener los estándares sin ser abusivos, tóxicos o manipuladores”.

Ricardo UribarriPeriodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.

Fuente: https://ctxt.es/es/20211101/Deportes/37674/abuso-acoso-sexual-denuncia-futbol-femenino.htm

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