lunes, 14 de febrero de 2022

Testimonios de esperanza

 

Hoy hace cuatro años fallecía nuestro querido amigo Jaume Botey. Teólogo, antropólogo, filósofo, comunista y activista solidario y comprometido con la reflexión sobre el diálogo intercultural y entre religiones, lo recordamos con este lúcido texto.


Testimonios de esperanza

Jaume Botey

El Viejo Topo

14 febrero, 2022 

 


A menudo, para entender el significado de algunas formulaciones sobre el sentido de la vida, el mejor camino es la biografía. Ninguna teoría, filosofía o análisis tiene la fuerza de una vida. El “relato vivo” directo que expresa la fuerza de los sentimientos éticos primordiales y que supusieron esfuerzo o rebelión ante un adversario potente, son el inicio de la resistencia y dan fuerza a la esperanza. Los valores y actitudes que los sustentan trascienden lo inmediato, las circunstancias, las edades o las ideologías. También los cuatro evangelios no son más que un relato.

Intentaremos acercarnos a la vida y pensamiento de cuatro figuras de una extraordinaria significación ideológica, ética y biográfica. Se trata de personalidades ya muy conocidas, Charles Péguy, Walter Benjamin,  Simone Weil y Dietrich Bonhoeffer. Podía haber escogido otras muchas, Rosa Luxemburgo, Teresa de Lisieux, Gandhi, Unamuno, Ana Frank, Bernanos, Camus, Merton, Samuel Ruiz, Xirinacs… o Sandino, Martí, Mariátegui, Lumumba, Dubceck… Todos tenemos nuestro santoral particular y los escogidos ocupan un lugar preferente en el mío.

Los cuatro murieron muy jóvenes: Péguy en 1914 a los 41 años, en los primeros días de la 1ª guerra mundial Benjamin en 1940 a los 48, Weil en 1943 a los 34 y Bonhoeffer en 1945 a los 39. Los tres, vivieron y fueron víctimas de la oscura noche del nazismo. En el intento de un diálogo con un mundo difícil  de  entender  y  desde diferentes “fronteras” confesionales, los cuatro se formulan preguntas fundamentales para la espiritualidad del siglo xx.

Charles Péguy. La “pequeña” esperanza

Péguy y su itinerario vital ejemplifican las contradicciones del paso del s. XX hacia el mundo moderno, de la Europa y la Francia rurales impregnadas de los valores sagrados del amor al hogar, del sentido del deber, rigor, dignidad de la pobreza, trabajo y paciencia, amor a la tierra. Estos valores serán patrimonializados por una nueva derecha política y social que pone el valor tribu y raza en primer lugar y que a partir de 1894 se manifestará en el caso Dreyfus y posteriormente en la Action Francaise de Maurras, Gobineau o Sorel. Pero también una Francia abierta a la modernidad, definitivamente decantada hacia la supremacía de la libertad individual y el laicismo, representada en el socialismo de Jean Jaurés, al que Péguy se acerca en un primer momento.

El itinerario de Péguy se mantiene siempre a la vez cercano y crítico delante de cualquier institución política o religiosa. Su acercamiento al socialismo se verá definitivamente truncado por problemas éticos. Extraño entre los suyos, se revuelve contra el socialismo acomodado de los dirigentes. Se siente libertario ante el socialismo burgués y parlamentario. De manera parecida con la Iglesia. En 1907 confiesa a Maritain que ha recobrado la fe católica. Diez años antes, en 1897 había escrito una primera versión de Juana de Arco en la que ésta representa la ingenuidad y simpleza del campo, es la muchacha dócil. Pero en 1910 escribe una segunda versión Le mystère de la charité de Jeanne d’Arc, en la que Juana es la figura no-resignada ni ante el poder político ni el de la Iglesia. Maritanin y otros muchos reaccionan duramente y en contra, pero Péguy no podía estar de acuerdo con la visión triunfalista de la fe ni del Vaticano de Pío X.

Esta misma es la fe y la esperanza de Le mystère des Sains Innocents y de Le porche du mystère de la deuxième vertu, el gran cántico a la segunda virtud, la “pequeña” esperanza frente a la Fe y a la Caridad. La “pequeña” esperanza no es fácil, no es “pegajosa” ni una nostalgia del pasado. Péguy ha explorado las contradicciones fundamentales de la persona, le invade el sentimiento de fracaso, se siente solo. Confiesa que escribió “El pórtico de la esperanza” para salvarse de la desesperación. Conoce la debilidad en sí mismo…

El “Pórtico” termina con una alabanza a la noche. Pero en Péguy hay dos imágenes de la noche. Una, que representa la angustia, desconcierto, vacío, el Jardín de los Olivos y el Gólgota, la desesperación. El pasado y sobre todo el futuro del ser humano peden ser vividos como noche. La otra es la noche del reposo, de la bondad de Dios, la que conduce a los orígenes de los tiempos en el gran silencio antes de la creación. En Péguy estas dos noches conviven cotidianamente. La paradoja es que la esperanza nace precisamente en medio de la noche de la desesperación. Sus grandes figuras literarias, la figura de Eva, la señora Gervasia, pero sobre todo Juana de Arco, representan esta paradoja.

El 1 de agosto de 1914 Péguy es movilizado. El 3 inicia la 1ª.Guerra Mundial. El día 15 asiste, como soldado, por primera y última vez a misa. El 5 de septiembre muere en Lorena de una bala perdida en la cabeza.

Walter Benjamin. El sufrimiento de las víctimas y el progreso visto desde un ángel

Benjamin era ya un filósofo reconocido, especialmente por sus trabajos acerca del arte y del romanticismo alemán, pero hoy es conocido sobre todo por su última obra, unos apuntes, Tesis sobre el concepto de historia, que llevaba consigo cuando la policía franquista le detuvo en su intento de pasar los pirineos huyendo de la persecución nazi. Las autoridades españolas le habían negado el visado. Al regresar a Portbou se quitó la vida. Adorno y Horkheimer le habían insistido que se refugiara en Jerusalén. Su amigo Gershom Shölem, que reside en Jerusalén le insiste igualmente. También Bertold Brecht desde Dinamarca. No acepta ninguna sugerencia.

Ya en su crítica literaria al barroco y en sus comentarios a la poesía de Brecht, Benjamin contrapone la “historia del sufrimiento”, a la idea del “progreso indefinido”. Pretender un progreso que olvide el sufrimiento es perder la propia identidad de clase oprimida y convertirse en juguete de la clase dominante. De ahí la necesidad de desenterrar las voces de las víctimas cuyo espectro pone en crisis y “deconstruye” la versión triunfalista del tiempo y de la historia.

Benjamin, judío y marxista por influencia de Brecht, rechaza la concepción unilineal y triunfal –razón, progreso, futuro– que la modernidad, incluida la filosofía marxista, tienen del tiempo y del desarrollo como si el paraíso de la felicidad utópica no fuera más que la prolongación del presente y anuncia proféticamente que este progreso material es deshumanizador y conduce irremediablemente a la destrucción y a la muerte. El cuadro del Angelus Novus de Klee le inspira la horrible imagen de una humanidad con progreso técnico desvinculado del progreso moral: el ángel ha visto más que nosotros. Donde nosotros vemos desarrollo, para el ángel es el final y la ruina.

Se acerca a la concepción judía del tiempo que entiende que éste puede ser interrumpido bruscamente en cualquier momento. Y en esto coincide con Bloch. La salvación no vendrá del crecimiento del continuum histórico sino del cumplimiento de la promesa de Dios al pueblo. Un hecho de estas características solo puede producirse por una intervención mesiánica o por una revolución de las clases oprimidas. En este sentido Derrida, también judío, afirmaba que “la deconstrucción es la justicia” cuando revisión del pasado y mesianismo, presencia de las víctimas y escatología, negación del presente y esperanza, se dan la mano.

Por eso en el concepto mesianismo-salvación, propio de la teología judeocristiana, encuentra la clave para una interpretación de la historia contraria a la concepción hegeliana del triunfo final. Paradójicamente, el Bejamin agnóstico y que profesa el materialismo dialéctico encuentra en conceptos como fracasoculpa-redención y en el concepto bíblico de mesianismo como interrupción y como posibilidad de salvación, la posibilidad de superar el sin-sentido de la historia, el fracaso del progreso y la necesaria primacía de los derrotados para poder construir otra historia.

Benjamin y Bloch han encontrado en la estructura teológica de encarnación del cristianismo como religión el fundamento de su esperanza. Porque no se trata de una ideología sino de una historia, no es una filosofía sino una praxis “dirigida hacia”.

 Simone Weil. Encarnación con el sufrimiento “a la espera de Dios”

Nace en París en 1909 en el seno de una familia acomodada, judía pero agnóstica. Intelectual de sorprendente lucidez, crítica social, conocedora de los clásicos griegos, filósofa y mística. El enigma de su radical y corta vida está en su aguda conciencia y voluntaria solidaridad con los oprimidos. Luchó contra dos fuerzas del mal: la opresión obrera y la locura fascista. El rigor consigo mismo y su inenarrable experiencia mística lo lleva a encarnarse con la clase obrera. En 1931, es profesora de filosofía en el liceo femenino de Le Puy. Del sueldo que recibe vive sólo con la parte equivalente al sueldo de un peón, el resto lo reparte. Asiste a manifestaciones de parados. Las autoridades educativas, como sanción, la trasladan a Auxerre y después a Ruan. Sigue participando en manifestaciones y organizaciones obreras.

Tres años después, deja la docencia para incorporarse a la clase obrera. Primero, en la fábrica Alsthom de París en la cadena de montaje, después a la Carnaud de Billancourt y después a la Renault de París. Desde entonces escribe Cahiers, núcleo de sus numerosos ensayos.

Con el estallido de la guerra civil en España decide venir a combatir contra el fascismo. Se incorpora a las Brigadas Internacionales en la columna Durruti, al frente de Aragón. Debe dejarlo debido a un accidente fortuito.

En un viaje posterior a Italia, en Asís se siente impulsada arrodillarse y a rezar. Pasa la semana santa de 1939 en Solesmes fuertemente impresionada por la Pasión de Cristo. Comienza un camino personal y de difícil seguimiento de Jesucristo que le lleva a interesarse por San Juan de la Cruz, por los Upanisads, por el Bhagavad Gita. Considera que todas las religiones son sólo iniciaciones al espíritu divino y universal. Con el comienzo de la II guerra mundial profundiza su búsqueda espiritual, su radicalidad desconcertante y su componente místico.

Ante su delicado estado de salud y huyendo sobre todo de la persecución nazi, su familia se trastada a Nueva York, pero inmediatamente ella siente que debe regresar para incorporarse a la resistencia. Pronto le diagnostican tuberculosis. Por solidaridad con los que pasan hambre por la guerra se niega a alimentarse.

Debido a la consideración de la grandeza del acto de creer y a la pobreza espiritual que siente de sí misma, “por coherencia” y “a la espera de Dios” se niega a recibir el bautismo. Muere el 24 de agosto de 1943.

Su profunda reflexión filosófica y religiosa parte de su experiencia mística. Sus consideraciones acerca de la presencia de la gracia de Dios en el mundo se fundamentan en la identificación con los vencidos.

Dietrich Bonhoeffer. Vivir en el mundo sin la hipótesis de trabajo Dios

En 1945, Bonhoeffer, pastor luterano, poco antes de ser ahorcado en Flossenburg por haber participado en un complot contra Hitler, se pregunta desde la fe ante este mundo moderno difícil de entender ¿y si tuviéramos que existir en este mundo como si Dios no existiera? ¿y si realmente Dios tuviera algo que decir a este mundo que definitivamente ya no cree en él? Se hace estas preguntas en sus cartas desde la prisión, publicadas bajo el título Resistencia y sumisión, su obra más divulgada. Se trata de un documento impresionante escrito entre bombardeos y sirenas, sobre la actuación del cristiano en un mundo definitivamente irreligioso.

La actitud inicial de Bonhoeffer respecto de la fe es diametralmente opuesta a la de Bloch y Benjamin. Bonhoeffer parte de su ser creyente, pero como un creyente que debe vivir su fe y manifestarse de forma irreligiosa ante el mundo. “Dios nos obliga a vivir en un mundo sin la hipótesis de trabajo Dios”. Se trata de vivir en el mundo sin Dios y sin los sucedáneos de Dios que para cubrir esta ausencia podría conseguir desde una cierta seudo-religiosidad. “Ser cristiano no significa una determinada manera de ser hombre sino que significa, simplemente, ser hombre”. En consecuencia, la iglesia no tiene como misión crear espacios o instituciones propias y diferenciadas. La de Bonhoeffer es una llamada al seguimiento radical de Jesús fuera ya del contexto cultural de la religión.

¿En qué consiste para Bonhoeffer este “seguimiento”? En el reconocimiento de la opresión, en la conciencia del sufrimiento humano y en situar la esperanza del cristiano en la superación de estas esclavitudes y sufrimientos. El cristiano, a diferencia del que no lo es “ha sumido su deber de participar en los sufrimientos de los hombres”. Además de la oración, la función del cristiano es “la construcción de la justicia en un mundo en el que Dios ya no está presente”. La redención, concepto central en su pensamiento, no es sólo un concepto escatológico sino, y sobre todo, la realización intrahistórica de la justicia y la verdad. No hay islas o espacios reservados en el mundo para un trabajo realizado desde la fe. El cristiano actúa, como cualquier otra persona, en la sociedad, en la universidad, en el partido, en el sindicato. Y será o no será trabajo cristiano en la medida que sea un trabajo que impulse la justicia y la dignidad, no en la medida que sea un trabajo de un bautizado o de una institución religiosa. No es la ideología la que determina los valores utópicos de la experiencia, sino los valores profundos que la sustentan.

Apartado 4º del texto de Jaume Botey Construir la esperanza, Cuaderno nº 154 de Cristianisme i Justícia, mayo 2008.

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