sábado, 27 de noviembre de 2021

La transición energética contra el Sur de Europa y los límites renovables. [Un momento, por favor. Permítame un momento, hombre, bueno, y mujer. Esto…, mire que le digo: la intelectualitis izquierditis y los partiditis izquierditis (Los de centritis y reformistis por sus derechitis quedan aquí descartaditis) cuando se van a enterar que la crisis de 2008 representa el inicio histórico del fin del capitalismo y que por muchas manitas de pintura de color verde que le demos no tiene solución. Pero que si se pinta de color café con leche tampoco tiene solución, y que mientras más se alargue en el tiempo eso de mantenerlo en pie a base de dicharachos más y más se profundizarán y extenderá el sufrimiento humano. Que el capitalismo no tiene solución. Que el capitalismo ya ha cumplido la función histórica que tenía encomendada cual fue la de desarrollar todas las fuerzas productivas. Que llegados a este punto tiene que ser sustituido por un modo de producción más perfecto y desarrollado, tal que el socialismo. No, que no me he confundido, el socialismo y, que nada hombre, que esto es lo que le quería decir, perdóneme por este chupinazo que le acabo de endosar sin eco y sin leches. Chupinazo, a palo seco. Muchas gracias]

 

COMISIÓN EUROPEA


 La transición energética contra el Sur de Europa y los límites renovables

 

ALIENTE

VIENTOSUR

26 NOVIEMBRE 2021



 
Detalle del cable subterráneo de interconexión eléctrica entre Francia y España. https://elperiodicodelaenergia.com/

El pasado viernes la Comisión Europea (CE) presentaba la 5ª lista de Proyectos de Interés Común (PIC), el hardware para la futura Unión de la Energía Europea, siendo el Plan Juncker el software financiero para su construcción. Mediante este ambicioso plan de interconexión energética entre los Estados miembros, se planea ir integrando, gradualmente, los sistemas energéticos estatales bajo el supuesto de que esto permitirá aumentar la potencia renovableasegurar el suministro y reducir los costes del sistema. Así, bajo el supuesto bien común, se abre una serie de ventajas para las promotoras de estos proyectos, que van desde una agilización de trámites y plazos, hasta la financiación parcial de la ejecución de los mismos.

El nuevo listado confirma todos nuestros miedos, pues consolida 3 proyectos de interconexión eléctrica entre España y Francia: tres grandes autopistas eléctricas o líneas de Muy Alta Tensión (400 kV) para la evacuación de la ingente cantidad de energía renovable que se espera generar en el territorio peninsular en su nuevo rol de principal productora renovable para Europa. En concreto, dicha lista incluye el proyecto de interconexión eléctrica submarina a través del Golfo de Bizkaia junto a otros dos que atravesarían los Pirineos, uno por Aragón y otro por Navarra. Y confirma nuestros miedos porque, si bien los argumentos que esgrime la Comisión Europea podrían parecer incontestables en un escenario de crisis climática y energética, veremos, a poco que rasquemos, que tras ellos hay mucho más discurso que realidad contrastable.

Del mismo modo que el diámetro de una tubería nos habla de la cantidad de líquido que esta puede desplazar, la capacidad de las redes eléctricas establece la cantidad de energía que puede transportar. Así, las interconexiones incrementarían la capacidad de la red para absorber la nueva producción renovable generada en la península y, al conectar los sistemas eléctricos de distintos estados, darían acceso a los productores a los mercados europeos. Sin embargo, la CE, en vez de establecer un determinado objetivo de capacidad de interconexión entre estados acorde con las necesidades y capacidades de cada uno, ha impuesto arbitrariamente que esta capacidad debe alcanzar en todos los casos el 15 % de la potencia instalada en cada uno de ellos. De esta perversa manera, lejos de limitarse la producción energética al consumo de un determinado territorio, todo aumento de la potencia exigirá el correspondiente aumento de la capacidad de interconexión, un auténtico círculo vicioso que amenaza con no parar nunca y que resulta contrario a los principios de anteponer la eficiencia energética y reducir el consumo y el despilfarro de energía que hipócritamente pregona la UE.

La creación de esta gran red continental facilita que los severos impactos asociados a estos mega proyectos tengan que ser asumidos por territorios muy alejados de aquellos que motivan su construcción y que se beneficiarán de la energía transportada. Toda una actualización verde de las clásicas prácticas extractivistas que, en un doble tirabuzón hacia delante, implementan un nuevo ciclo extractivista sin precedentes. Y no solo por la cantidad de minerales que requiere la futura infraestructura renovable, sino por el proceso de especialización territorial que da alas a una falsa transición energética que no contempla límite alguno a los deseos de consumo que impone a la ciudadanía. Vemos así como el providencial sol y el impetuoso viento de algunas zonas se convierte en una condena para sus habitantes, recordándonos a esa niña iraquí que rezaba aquello de que «ojalá no tuviéramos petróleo». Pero no olvidemos que las interconexiones lo mismo llevan que traen electricidad, que la interconexión proyectada a través del Golfo de Bizkaia tiene como destino la central nuclear de Blayais y que Francia acaba de anunciar la construcción de nuevas centrales nucleares: más que de una condena, deberíamos hablar sin ambages de una auténtica estafa.

Por si fuera poco, este modelo de transición energética, basado en la ominosa figura del megaproyecto, desata un ataque a la biodiversidad sin precedentes justo en un momento en el que esta se erige como garante de adaptación al cambio climático. Y así, mientras las ciudades, verdaderos sumideros de consumo energético, desoyen su responsabilidad en esta transición, mega centrales eólicas y solares aterrizan como una tormenta perfecta sobre el mundo rural. Tal planteamiento levanta un verdadero muro entre el consumidor y el entorno, invisibilizando las profundas implicaciones geopolíticas de unos niveles de consumo imposibles de satisfacer mediante fuentes renovables, tal como apuntan cada vez más voces expertas. Es decir, que, bajo la lógica del ojos que no ven, corazón que no siente, se genera la base material para que la ciudadanía consuma todo lo que le plazca para mayor gloria del capital privado, que hace tiempo que convirtió la energía en una mercancía y que se empeña, frente a todas las señales de naufragio, en que la orquesta siga tocando bien fuerte.

Resulta paradójico, además, que, para asegurar el suministro, la apuesta de la CE sea la construcción de unos pocos cables de gran potencia, cuando la experiencia nos dice que las redes basadas en grandes líneas de transporte eléctrico son poco resilientes —especialmente en un contexto de crisis climática y energética— y pueden generar apagones de dimensiones internacionales. La propia ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico descartaba, en unas recientes declaraciones, la posibilidad de un gran apagón eléctrico en el Estado español precisamente por la naturaleza del sistema eléctrico ibérico, menos interconectado con Europa que el de otros estados, aunque, paradójicamente y al mismo tiempo lamentase que la interconexión fuese inferior a la deseada por el Gobierno. Pero si el objetivo que se busca es aumentar la resiliencia de los sistemas eléctricos, la consecuencia obvia que debería extraerse es que tiene mucho más sentido apostar por un mallado de la red distribuido que acerque la nueva generación renovable a los verdaderos sumideros de consumo del mundo urbano. Este modelo, contrario al centralizado que pretenden imponernos, resultaría más eficiente y aprovecharía las virtudes inherentes a las energías renovables, entre ellas, la posibilidad de devolver la energía a las personas como un bien común y un derecho humano, y no como una mercancía sometida a la lógica del mercado.

Cabría preguntarse si esta integración de sistemas eléctricos permitiría verdaderamente reducir los costes de la electricidad, y en caso afirmativo, cómo se repartiría esta potencial reducción. Tal como indicábamos anteriormente, las interconexiones permiten una mayor integración de renovables a nivel europeo. De este modo, podrían reducir el coste de la electricidad si logran sustituir la operación de fuentes más caras, como lo son actualmente las plantas de gas natural, causantes del elevado precio de la electricidad. Esta potencial reducción de costes en el continente arroja, sin embargo, efectos bien distintos cuando analizamos la realidad local de estas zonas de producción renovable.

Con el mismo criterio, si el aumento de la producción renovable en el Estado español buscase satisfacer su propia demanda eléctrica, podría teóricamente abaratarse el precio de la electricidad. Y decimos teóricamente porque las habituales prácticas del oligopolio nunca han permitido que ningún aumento de la potencia renovable resulte en una bajada del precio de la luz, sino más bien en un sostenido incremento de sus beneficios anuales. Pero incluso quedándonos en la teoría, si el desarrollo renovable en el Estado español va acompañado de la construcción de un gran mercado energético europeo, el aumento de producción renovable vendrá acompañado de un aumento mucho mayor del número de consumidores conectados a esa nueva producción. Y aquí la ley de la oferta y la demanda es implacable: los costes de la electricidad se verían reducidos para las zonas importadoras, mientras que se aumentaría la factura de la luz de las zonas exportadoras. Y todo esto sin hablar de la otra cara de la moneda, de la capacidad de las interconexiones para repartir por toda Europa electricidad sucia proveniente del carbón. De hecho, ya hay estudios que avisan de que un aumento de las interconexiones solo serviría para aumentar las emisiones de la Unión.

Por añadidura, la inversión necesaria para la construcción de estas autopistas eléctricas ha de ser afrontada por los estados que las alojan, en nuestro caso y como bien sabemos, vía factura de la luz. Así que olvidémonos definitivamente del abaratamiento de los costes del sistema, que incluso José Folgado, entonces Presidente de REE, reconocía en abril de 2015, al ser preguntado sobre si las interconexiones eléctricas abaratarían la factura de la luz, que estas facilitarían «precios competitivos», pero advirtiendo que esto no supondría obligatoriamente que los precios de la luz bajasen, sino «que sus costes en España no se diferencien tanto de cómo evolucionan los del resto de los países europeos» —un buen ejemplo de cómo los vendedores no usan las mismas palabras cuando se dirigen a sus clientes que cuando explican el negocio a sus accionistas.

La actual agenda europea pone en serio peligro la oportunidad de una transición energética justa que dé respuesta a los retos ecosociales que tenemos delante. Haciendo oídos sordos a los límites que entraña necesariamente una transición a fuentes renovables, se ha decidido sacrificar el Sur del continente para intentar saciar, doblemente, el hambre ilimitado de energía barata por parte del mundo urbano y de beneficios por parte del capital. Es de urgencia instar al Parlamento Europeo a rechazar este 5º listado de PIC y a iniciar, cuanto antes, un plan de transición energética que, tal como prometía la UE a través del Paquete de Invierno, priorice la reducción del consumo, el uso eficiente de la energía, el autoconsumo energético y que —añadimos nosotras— destine el dinero público a que la energía vuelva a ser un bien común.

25/11/2021

Grupo de Trabajo de Modelo Energético del colectivo ALIENTE (Alianza Energía y Territorio)

 

Cádiz: el futuro del pasado. [Todos con los trabajadores de Cádiz que se juegan el pescuezo en defensa de sus derechos, que es tanto como decir que se lo juegan por los trabajadores de Bilbao que es un barrio de cada trabajador de Cádiz o de cada trabajador de Quemeseyotunstanigran, que junto a todos los demás es un barrio de mi pueblo, Isla Mayor, cerca de Cádiz. He dicho y digo: todos los trabajadores con los trabajadores de Cádiz y no con la mogollonera cantidubidubidá de tertulianos tertulativos y representantes de la representatividad que viven a costa del trabajo de los trabajadores. He dicho, y digo, por si las moscas, no sea que me deje por decir lo que digo.]

 

El conflicto del metal en Cádiz puede ser la señal de un reencuentro entre el mundo del trabajo y la izquierda política. La centralidad de la clase trabajadora se construye social y políticamente. La democracia, la de verdad, se juega en estas cosas.


Cádiz: el futuro del pasado

 

Manolo Monereo

El Viejo Topo

27.11.2021


©Fotografía de Alex Zapico.

Nos vamos acostumbrando a la muerte lenta de la clase obrera gaditana. Periódicamente asistimos a huelgas especialmente duras, a escenas de violencia policial y de respuesta a la brava de trabajadores que cada vez tienen menos que perder. Se junta todo: desindustrialización, pérdida de derechos, precariedad generalizada, salarios a la baja y sobreexplotación. El contexto, una Andalucía que está cambiando de clase política y que progresivamente pierde el norte de la industrialización, de la transición energética-productiva y del nuevo paradigma tecnológico-territorial.

Se ha pasado quedamente de aspirar a ser la California de España a competir con solvencia con nuestro vecino Marruecos. El Partido Popular y su aliado Vox negociarán con los que mandan y aceptarán lo que se les dé. La única condición que ponen es que ellos gestionen el poder; mejor dicho, lo que quede de él. Eso sí, a cambio garantizarán el orden y la tranquilidad de las tanquetas; el PSOE enseñó y enseña el camino.

Cádiz siempre ha sido microcosmos. En primer lugar, del tipo de relaciones laborales que predominan en esta etapa posfordista. En su centro, las grandes empresas de construcción naval y aeronáutica (Navantia, Airbus, Dragados…) y en torno a ellas, una tupida red de pequeños y medianos establecimientos auxiliares y subcontratados. Este tipo de procesos productivos se ha construido redistribuyendo sistemáticamente los riesgos económicos y empresariales del capital hacia las clases trabajadoras. Se configuran dos tipos de relaciones laborales, la de las grandes fábricas en las que predomina el empleo estable, presencia sindical significativa y cumplimiento razonable de lo estipulado en los convenios; el otro, el de una pequeña y mediana empresa con un alto nivel de precariedad laboral, represión sindical y, lo que es más importante, sin una legislación laboral protectora; es decir, los convenios vigentes no se aplicaban y el poder empresarial devino en omnímodo.

Lo característico de esta huelga es que afecta en su mayoría a los trabajadores de pequeñas y medianas empresas que viven en condiciones de extrema debilidad contractual tanto en lo que tiene que ver con los salarios como como con el pago de horas extraordinarias, en los ritmos productivos, la jornada y, sobre todo, la inestabilidad laboral. Así se entiende muy bien las (contra)reformas laborales del PSOE -de la que no se habla hoy- y la del PP. El derecho laboral ya no protege al trabajador y lo encadena a procesos productivos y a formas de gestión de la fuerza de trabajo que lleva a un tipo específico de servidumbre, asalariados dependientes sin derechos. La dureza de la respuesta obrera expresa la rabia de una clase trabajadora que, día a día, ve perder conquistas, condiciones de trabajo y salario. Estamos hablando de poder. Las reformas laborales aprobadas por los distintos gobiernos han tenido siempre como objetivo debilitar el poder contractual de la clase trabajadora y someterla a la lógica de un modelo productivo basado en la precariedad y en los bajos salarios.

La otra gran cuestión tiene que ver con la empresa y el territorio. Más allá de las moderadas reivindicaciones salariales y laborales de los huelguistas en lucha, lo que existe es una reivindicación de un lugar de vida como espacio también de trabajo y como un futuro unido una identidad geográficamente identificada e identificable. Reivindicar la defensa de las industrias existentes y de una reindustrialización territorialmente arraigada tiene que ver con conservar modos de vida, tradiciones, relaciones laborales en un entorno habitable por seres humanos libres e iguales. La traición de las élites a Andalucía -y específicamente a Cádiz- tiene que ver con la sumisa aceptación de una división europea del trabajo que convierte al sur de España en un lugar para turistas, para especuladores inmobiliarios y refugio para capitales financieros opacos. Aquí modo de vida, trabajo y espacio se enlazan en una identidad abierta y portadora de futuro. En su centro, una clase trabajadora que se niega desaparecer sin lucha.

El “partido del trabajo”, más allá de siglas y experimentos organizativos, se construye en estas dramáticas luchas protagonizadas por hombres y mujeres de carne y hueso que producen país con sus sufrimientos de cada día. La política, la de verdad, se organiza aquí. Sin una “Constitución del trabajo” efectiva no habrá democracia; sin derechos laborales y sindicales plenos no será posible un nuevo modelo productivo sostenible y territorialmente enraizado. Así se construye patria, ciudades habitables y seguras. Así se lucha contra una España desarticulada territorialmente, vaciada de tradición, de cultura; de espaldas a la historia vivida de las clases subalternas.

La centralidad de la clase trabajadora se construye social y políticamente. La huelga de Cádiz muestra que los asalariados necesitan la “ayuda” de la política para mejorar las condiciones de vida y de trabajo. La patronal enseña mucho: cuando desde el gobierno se imponen contrarreformas sin consenso, la apoyan decididamente. Cuando se trata de revertirlas, de recuperar derechos perdidos por los trabajadores, exigen consenso; es decir, su derecho a impedirlo. Se habla de que una parte sustancial de las clases trabajadoras votan a las fuerzas populistas de derechas. Es más, las encuestas anuncian que en Andalucía volvería a ganar el PP con el apoyo de Vox.

El conflicto de Cádiz puede ser la señal de un reencuentro entre el mundo del trabajo y la izquierda política. El gobierno no puede ser neutral. La democracia, la de verdad, se juega en estas cosas.

Artículo publicado originalmente en Nortes.

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¿Realmente ha acabado la huelga del metal en Cádiz?

 

¿Realmente ha acabado la huelga del metal en Cádiz?


INSURGENTE.ORG / 26 noviembre 2021

 

No todos los trabajadores celebran el fin de la huelga del metal en Cádiz anunciado ayer por los sindicatos mayoritarios UGT y las Comisiones Obreras. Aparte de considerarlos insuficientes, hay denuncias de que la aceptación de los acuerdos de dio bajo presión.

Sindicatos autónomos como la Coordinadora de Trabajadores del Metal (CMT) denuncian que muchas de las votaciones en los centros de trabajo se dieron en presencia de la directiva.  Tal es el caso del Tincasur Balber, donde los trabajadores que no estuvieron de acuerdo fueron abordados por los jefes y el dueño de la empresa para ser “convencidos”.

Han obligado a la gente a votar y currar, y se han amañado las votaciones.

En PINE de Puerto Real han falsificado las actas. El Comité afirma que se aprueba el preacuerdo, la realidad es que la mayoría de trabajadores ha votado en contra. Aquí el acta.#HuelgaDelMetal pic.twitter.com/s6ypVnmiK4

— Alejandro Manuel 🔻 (@AleM1917) November 25, 2021

Migajas y “papel mojado”

Los sindicatos lograron en papel una subida del 2% del salario en los tres años (2021-2023), algo que representa, en el caso de los peones del metal, un incremento de 40 euros brutos.

“Los convenios no se cumplen  aparte de que son insuficientes” señala Manuel de las CMT, quien agrega que tampoco recuperaron un plus de 160 euros por labores en sitios peligrosos que se les quitó en 2012 y se les prometió se recuperaría, de forma verbal, en 2016.

“Traen un mojón y los buscan vender como el gran acuerdo” señala, y agrega que  estos acuerdos son “papel mojado” pues uno de los grandes problemas de la industria del metal es la precariedad laboral, donde no valen los contratos.

La miseria como método de presión

Cádiz es la segunda provincia con más paro de España, un 23,16% frente al 14,57% de media del país. Esta situación es la aprovechada por la patronal para imponer sus condiciones a los trabajadores que llevan más de 30 años reclamando mejoras.

Sindicatos autónomos señalan que existen compañeros con jornadas que llegan a las 20 horas, con salarios por debajo del contrato y varias irregularidades más.

Resistencia

Varios trabajadores convocaron para las 11 am de este sábado 27 de noviembre, una Asamblea Abierta para los Trabajadores y el pueblo en la Plaza San Juan de Dios en Cádiz, donde someteran el acuerdo a valoración.

elbaluarte

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