sábado, 13 de junio de 2020

El crimen de guerra que Estados Unidos intentó ocultar

Qué fue primero, ¿El huevo o la gallina? Lo primero fue el trabajo, que es lo que más huevos tiene, sin el cual no podría existir la gallina de los huevos de oro con los que se enriquecen unos cuantos

 

Priorizar la vida o la economía dictará los rumbos urbanos pospandemia


Fuentes: IPS 
 
Lo primero es salvar vidas, exigió la pandemia covid-19, en un esfuerzo con que se evitó, además, que las pérdidas económicas fuesen aún más demoledoras si no se hubieran impuesto duros aislamientos. Pero esa prioridad puede invertirse tras la crisis y desecharse lecciones que abrirían caminos para modelar mejores ciudades.

“La pandemia sirvió a la toma de conciencia sobre la necesidad de cambiar el paradigma urbano”, a la vez que despertó “una solidaridad espontanea de ciudadanos en red, muchos ayudando a vecinos que antes ignoraban”, apuntó Carmen Santana, una urbanista chilena que vive entre París y la ciudad española de Barcelona.

La desigualdad social, bien conocida en América Latina, se hizo más trágica ahora que se convierte en epicentro de la pandemia y cobra su precio en vidas, así como la precariedad de los servicios de salud, la mala nutrición que se refleja en subalimentación y en obesidad que se reveló un factor de vulnerabilidad a la covid-19.

Queda la interrogante de si las ciudades, especialmente las grandes metrópolis que sufrieron el ataque más brutal del coronavirus, enderezarán su desarrollo hacia necesidades humanas o seguirán en sus dinámicas dictadas por intereses económicos que les impusieron disfuncionalidades, según dijeron arquitectos-urbanistas, a los que IPS entrevistó por teléfono, desde sus distintas urbes.

Es muy temprano para prever que transformaciones urbanas ocurrirán, porque ellas dependen del tiempo que durará el aislamiento y el distanciamiento físico, advirtió Nabil Bonduki, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la brasileña Universidad de São Paulo (FAU-USP).

Si la epidemia pierde fuerza o es controlada por una vacuna o medicamentos a corto plazo, las urbes volverán a la normalidad con sus contradicciones anteriores, pero si se prolongan las actuales rígidas medidas contra aglomeraciones en las calles, espectáculos y comercio, habrá cambios que aún son imprevisibles, evaluó.

“Ya es inevitable un fuerte incremento de las actividades virtuales, como las reuniones empresariales, que se comprobaron muy productivas, el trabajo remoto y la enseñanza a distancia”, reconoció, desde São Paulo.

Bonduki, quien encabezó la elaboración del Plan Director de São Paulo como concejal en 2013-2014, no cree que haya un retroceso en la búsqueda de ciudades más densas, con “ocupación de vacios urbanos y áreas subutilizadas, y quizás apartamientos más grandes”, para incluir una oficina.

De todos modos, es el poder político que determinará los rumbos, aunque es previsible una fuerte presión de la sociedad por mayores inversiones en salud y reducción de la pobreza, vaticinó.

Su colega en la FAU-USP, Raquel Rolnik, quien fue relatora especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho Humano a una Vivienda Adecuada, de 2008 a 2014, rechaza la creencia difundida de una correlación entre densidad urbana y propagación del coronavirus.

“Metrópolis súper, megadensas como Singapur, Hong Kong y Seúl no sufrieron ninguna hecatombe, sino una cantidad relativamente baja de víctimas. En Nueva York, (el distrito de) Manhattan, muy denso, no tuvo más muertos que Staten Island, menos denso”, ejemplificó.

Acotó que “en São Paulo y Río de Janeiro, hay favelas donde la covid-19 plagó y en otras no”, para negar el “estigma” que se pretende pegar a esos barrios hacinados.

“En Brasil y en el mundo se nota que el mayor contagio tiene más que ver con el flujo de circulación de personas, que con la densidad”, prosiguió Rolnik desde São Paulo.

“Ciudades que atraen mucha gente venida de muchos países, de circulación global en gran escala, como Londres, Nueva York y São Paulo, se hicieron focos de la pandemia”, destacó en una lista de urbes a las que pueden sumarse otras como Milán o Madrid, de los dos países que fueron epicentros de la pandemia en Europa.

La simplificación del tema interesa a grupos que construyen, por ejemplo, condominios de lujo en las afueras de la ciudad, que intentarían seducir compradores con el alejamiento de la ciudad y la posibilidad del teletrabajo, acusó.

Son los mismos intereses financieros que impulsan ciudades “poco resilientes”, que acumulan problemas como “viviendas cada vez más caras y más pequeñas” y la contaminación del aire por automóviles en proliferación, destacó Santana, quien dice tener “alma chilena, espíritu francés y corazón catalán”.

Los “especuladores inmobiliarios” son los que tratan de confundir las aglomeraciones humanas que favorecen el contagio con la densidad urbana, que puede ser “saludable y sensible”, con más humanos y menos coches, dijo desde Barcelona, capital de la región  de Cataluña y la segunda ciudad española en población.

Los vehículos ocupan 50 a 60 por ciento del espacio de las ciudades, lamentó.

Las cuestiones urbanas son complejas y sus soluciones no se encuentran en el “pensamiento piramidal y lineal, sino en el circular”, resumió Santana, socia de la empresa Archikubik, que se presenta como un “ecosistema de arquitectura, urbanismo y paisaje urbano”.

Sus propuestas para reurbanización, que espera sean mejor acogidas tras el “frenazo” de la pandemia, comprenden espacios públicos verdes, barrios productivos, incluso con agricultura urbana, sitios de la dignidad humana con alojamiento y baños públicos para acoger refugiados y gente de la calle y la “renaturalización” de las ciudades.

“Los animales reaparecieron en las ciudades cuando se salieron los coches (automóviles), generando una nueva ecología urbana y acercando las personas a la naturaleza”, celebró.

La pandemia fomenta una reflexión sobre cómo invertir “la proximidad física y distancia social” de muchos en la ciudad. “Lo que se necesita es una densidad razonable, denso por la multifuncionalidad, con vivienda, trabajo, comercio, esparcimiento, cultura, servicios, todo en una mezcla local”, razonó Carlos Moreno, profesor de la Universidad Paris I Pantheón-Sorbonne.

Este urbanista y científico francés de origen colombiano, experto en ciudades inteligentes, innovación tecnológica y sistemas complejos, prefiere denominar “intensidad social” a la “densidad razonable”, con locales que combinan las dimensiones económicas, ecológicas y sociales.

Hay que promover el “encuentro urbano-humano” en que las personas dejen de ser “fantasmas digitales socialmente desconectados”, dijo desde París.

El posible mayor uso de automóviles constituiría un “triple retroceso”, porque  emiten contaminantes, como el dióxido de nitrógeno y partículas finas, que agravan la letalidad de la covid-19, según varios estudios, el aire interior es viciado y el vehículo somete sus usuarios al “anonimato ciudadano”, observó Moreno.

El espacio urbano es de convivencia, generador de vínculos, pero “el auto no genera ni actividad económica ni vínculos sociales”, refleja egoísmo y hoy ni siquiera representa estatus social, concluyó.

Son temas urbanos cuyo debate debe intensificarse hasta que se realice el 27 Congreso Mundial de Arquitectos que se aplazó de este año para entre el 18 y el 22 de junio de 2021, a causa de la pandemia. Se espera a cerca de 15 000 participantes  en su sede, Río de Janeiro.

El aplazamiento tiene la ventaja de preparar mejor el encuentro de la Unión Internacional de Arquitectos y ampliar las discusiones incluso con los efectos ya conocidos del coronavirus en las ciudades, sostuvo Sergio Magalhães, arquitecto y urbanista que preside el Comité Organizador.

Río de Janeiro, designada Capital Mundial de la Arquitectura por la Unesco (Organización de Naciones Unidos para la Educación, la Ciencia y la Cultura), exhibirá su centro histórico de casi cinco siglos y las consecuencias de la pandemia en una ciudad turística.

Brasil destacará también con ciudades muy maltratadas por los gobiernos locales y por el nacional, según Magalhães, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro y reconocido por la urbanización de unas 150 favelas de la ciudad en el proyecto Favela-Barrio en los años 90.

Las ciudades brasileñas son precarias porque 80 por ciento de sus viviendas fueron construidas por la propia población, sin ningún financiamiento o apoyo. De 1950 a 2010 cerca 60 millones de domicilios urbanos asi nacieron en el país, una hazaña popular.

Otros 40 millones se construirán hasta 2030, aunque la población casi no crecerá, porque las familias están disminuyendo en miembros, explicó Magalhães.

Una causa de los graves problemas urbanos es su expansión territorial, con baja densidad, dificultando el saneamiento y los servicios urbanos. Río de Janeiro creció territorialmente tres veces más que su población desde 1960, ejemplificó.


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De cuando no había comunistas para echarles la culpa



Las raíces estadounidenses del nazismo

Rebelión
08/06/2020

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Fuentes: Rebelión - Foto: Grupo asociado al Ku Klux Klan en Alemania. 

Las ideas de superioridad de la raza blanca para explicar y justificar el imperialismo moderno fueron moneda común durante el siglo XIX en ambos lados del Atlántico, generaciones antes que apareciera la excusa del comunismo. En Estados Unidos las justificaciones científicas eran necesarias para mantener oprimida a su numerosa población negra. 
Si eres rubio, perteneces a la mejor gente de este mundo. Pero todo se terminará contigo. Tus antepasados han cometido el pecado de mezclarse con las razas inferiores del sur. Como resultado, las mejores cualidades de los rubios, pertenecientes a la raza creadora de la mejor cultura, se ha ido corrompiendo, sobre todo aquí, en Estados Unidos”.
Así comienza el New York Times su artículo destacado del 22 de octubre de 1916 basado en el nuevo libro de Madison Grant The Passing of the Great Race (El final de la Gran Raza) quien, “en palabras mucho más científicas”, alerta del fin de la raza rubia a manos de los blancos de pelo castaño y, peor, de los de pelo castaño de piel oscura. Según el autor, el problema de los nórdicos era que no disfrutaban del frío y preferían el calor y la calidez soleada del sur, pero sólo podían subsistir en estas regiones tropicales como dueños de las tierras sin tener que trabajarlas. Los habitantes de India hablan la lengua aria pero su sangre ha perdido la calidad del conquistador. El autor, en una de sus conclusiones más moderadas, descubre que la solución está en las prácticas del pasado. “Ninguna conquista puede ser completa si no se extermina a las razas inferiores y los vencedores llevan a sus mujeres con ellosPor estas razones, los países al sur del cinturón negro de Estados Unidos, y hasta los estados al sur de Mississippi deben ser abandonados, es decir, libres, dejados a la suerte de los negros”. 
Las ideas de superioridad de la raza blanca para explicar y justificar el imperialismo moderno fueron moneda común durante el siglo XIX en ambos lados del Atlántico, generaciones antes que apareciera la excusa del comunismo. En Estados Unidos, las justificaciones científicas eran necesarias para mantener a su numerosa población negra (primero como esclavos y luego como ciudadanos segregados) en el lugar que supuestamente les correspondía según las reglas del orden, la civilización y el progreso. 
Ya avanzado el siglo XX, los memorandos y los  informes de diferentes políticos, senadores y embajadores continuaron con esa tradición. El jefe para América Latina y eventual embajador, Francis White, durante décadas escribió reportes y dio conferencias a futuros diplomáticos explicando que “con algunas excepciones, los gobiernos de América latina, sobre todo aquellos en los trópicos, poseen muy poca sangre blanca pura y mucha deshonestidad”. Para White, Ecuador era un país retrógrado porque tenía “apenas cinco por ciento de sangre blanca; el resto son indios o mestizos”. Su consejo a los futuros cónsules y embajadores que lo escuchaban en una conferencia en 1922 fue: si les toca un país de indios, sepan que “la estabilidad política está en proporción directa a la cantidad de blancos puros que ese país posea”.
Según Grant, y según muchos otros, la raza blanca ha sobrevivido en Canadá, en Argentina y en Australia gracias a que ha exterminado a las razas nativas. Si la raza superior no extermina a la inferior, la inferior vencerá. “Por mucho tiempo, América se ha beneficiado de la inmigración de la raza nórdica, pero lamentablemente, en los últimos tiempos también ha recibido gente de las razas débiles y corruptas del sur de Europa. Estos nuevos inmigrantes ahora hablan el idioma de la raza nórdica, usan la misma ropa, han robado sus nombres y hasta comienzan a aprovecharse de nuestras mujeres, aunque apenas entienden nuestra religión y nuestras ideas.
The Passing of the Great Race no se convirtió en un best seller inmediato, pero sí en uno de los clásicos del racismo científico del siglo XX que encontrará eco fácil en las élites económicas y en sus aspirantes pobres de raza blanca. Entre sus ávidos lectores se contarán Theodore Roosevelt y Henry Ford, futuro admirador y colaborador de Adolf Hitler, a quien se lo recomendará. The Boston Transcript publicará que todas las personas pensantes (es decir, blancas) deberían leerlo. El libro produjo un fuerte impacto en la clase dirigente y ayudó a definir las categorías que los elegidos usaron luego para redactar las leyes de inmigración en Estados Unidos en 1924: arriba se ubica la raza nórdica, más abajo los judíos, españoles, italianos e irlandeses y, aún más abajo, todo el resto de apariencia oscura. Según el autor, “la capacidad intelectual de las razas varía como varían los aspectos físicos de cada una… A los estadounidenses les ha llevado cincuenta años para comprender que hablar inglés, usar buena ropa, asistir a la escuela y a la iglesia no transforma a un negro en un blanco”. 
El autor no aclara si los racistas procedentes de las razas superiores no son las inevitables excepciones a la regla, ya que es bien sabido que entre los blancos también existen los integrantes con aguda discapacidad mental que, por obvias razones, no se consideran como tal y son los primeros en adoptar esta teoría de la superioridad por asociación que no requiere méritos individuales. 
Unos años después, en 1924, del otro lado del Atlántico, un soldado en su celda llamado Adolf Hitler leerá con pasión el libro de Madison Grant y comenzará a escribir Mi lucha. Hitler reconocerá The Passing of the Great Race como su biblia. Cuando Hitler se convierta en el líder de la Alemania nazi, su ministro de propaganda, Joseph Goebbels, leerá con la misma pasión el libro Propaganda, del estadounidense judío, doble sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays. Berneys no inventará las fake news pero las elevará a la categoría de ciencia. Diferente a su tío Freud, probará que estaba en lo cierto cuando, en 1954, por pedido de la CIA, logre hacer creer al mundo que el nuevo presidente de Guatemala no era un demócrata sino un comunista. Como consecuencia de esta manipulación mediática, cientos de miles de muertos alfombrarán los suelos de Guatemala en las siguientes décadas. 
El soldado Adolf Hitler no tenía ideas radicales. Tampoco era un pensador radical, sino todo lo contrario: sus ideas y su pensamiento eran de uso común en su época, sobre todo del otro lado del Atlántico. En Estados Unidos, la idea de una gloriosa raza teutónica y aria amenazada de extinción por las razas inferiores eran moneda en curso durante el siglo XIX, desde los encapuchados del Ku Klux Klan hasta para presidentes como Theodore Roosevelt, pasando por marines y voluntarios que cazaban negros por deporte, violaban a sus mujeres y se divertían justifiando las violaciones como forma de mejorar la raza de las islas tropicales. Es muy probable que el nazismo hunda algunas de sus raíces en el sur de Estados Unidos, mucho antes de perder la memoria durante la Segunda guerra mundial.
Diez años más tarde el zoólogo de la Universidad de Berkeley Samuel Holmes propondrá la esterilización forzada de los mexicanos en Estados Unidos (de la misma forma que se había esterilizado a diez mil «idiotas» sólo en California) para resolver el serio problema racial que significaba disminuir la calidad de la raza estadounidense. “Los hijos de los trabajadores de hoy serán ciudadanos mañana”, afirmaba Holmes. En artículos sucesivos, repetirá la advertencia hecha por Theodore Roosevelt sobre el “suicidio racial” que encontrará eco no sólo en los miembros del Ku Klux Klan sino en una vasta masa de ciudadanos anglosajones, la que derivará, durante la Gran Depresión, en la persecusión de mexicanos y en la deportación de medio millón de ciudadanos estadounidenses con aspecto de mestizos.

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