martes, 19 de junio de 2018

ENTRE EL G-7 Y LA OCS


Explicando el mismo final de dos cuentos




Otra vez el alfa y el omega, el principio y el fin. El otro día no tuve tiempo de explicarlo, así que lo hago ahora con un cierto detenimiento. La Organización de Cooperación de Shanghái no es que sea el futuro, es que es el presente. El G-7 no es que sea el presente, es que es el pasado. Así de sencillo.
La cumbre del G-7 fue un desastre, la de la OCS fue todo un éxito. Las dos no hicieron otra cosa que presentar la realidad, algo que también reconocen las propias estructuras en las que se asienta el G-7 como el Fondo Monetario Internacional. Este gráfico es de abril y es mucho más clarificador que cualquier palabra.
Cuando se vive de sueños coloniales cuesta asumir la realidad. Pero es la que es y al igual que no se pueden poner puertas al campo, tampoco se puede evitar la decadencia. Occidente sabe que la eterna juventud no existe, aunque lleva unos cuantos años intentando resistirse a la idea. La hegemonía occidental es humo y en geopolítica tiene fecha de caducidad: el 2025. Todo lo que se está haciendo, por una parte y por otra, va en esa dirección. Unos, para acelerarlo; otros, para evitarlo. En el 2025 estará operativa la práctica totalidad de la Nueva Ruta de la Seda, con todo lo que eso conlleva y, especialmente, la desdolarización de la economía mundial. Ese es el fin de Occidente.
Los documentos que se aprobaron en las cumbres son totalmente antagónicos.
El G-7 (G-6, puesto que no firmó EEUU) es la reiteración de más de lo mismo: Rusia amenaza la seguridad del mundo, tiene que dejar de apoyar al gobierno sirio, tiene que dejar de apoyar al Donbás ucraniano…”Si sus acciones lo hacen necesario, también estamos dispuestos a tomar nuevas medidas restrictivas para aumentar el costo de Rusia”, se dice textualmente. Es decir, sanciones pese a que son ilegales según el derecho internacional si no son impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU. Corea del Norte es mala, China “está impidiendo la libertad de navegación en el Mar de China” (sic), “el programa de misiles balísticos de Irán es una amenaza para la paz y la seguridad internacionales” (sic), “condenamos todo apoyo financiero para el terrorismo, incluidos los grupos terroristas financiados por Irán” (sic), y así casi hasta el infinito. Son los viejos tics coloniales que ya a nadie interesan ni asustan. No valen ni el papel en el que están impresos.
Por el contrario en la declaración de la OCS no hay ni una sola amenaza o condena a nadie, aunque sí hay un toque de atención: “la OCS se afirma como una autoridad única, influyente y autorizada de organización regional” cuyas tareas “se desarrollarán en la estrategia de desarrollo descrita hasta el año 2025”. Es decir, la fecha emblemática para el fin de la hegemonía occidental. Y, al contrario que el G-7, con o sin EEUU, hay una firme apuesta por el derecho internacional: “La OCS defiende sistemáticamente la solución de las crisis en Afganistán, Siria, Oriente Medio y la península de Corea, así como otros conflictos regionales, en el marco de las normas y principios generalmente aceptados del derecho internacional”. Nada de sanciones ni injerencias ni cosas parecidas.
Se firmaron 20 documentos conjuntos entre los asistentes. Para la gente profana diré que la OCS tiene 8 miembros de pleno derecho, 4 países observadores, 6 socios de diálogo, 5 invitados y 5 interesados (aquí merece la pena mencionar que, aunque sea el último escalón, pertenecen a esta categoría Siria, Egipto y Palestina, así como otro país problemático para India, como Bangladés, y Serbia). Entre esos documentos hay uno vital: el Plan de Acción para el 2018-2022 que implementará el Tratado de Vecindad a Largo Plazo, Amistad y Cooperación entre los Estados Miembros de la OCS. Esto va a ayudar a resolver el histórico enfrentamiento entre India y Pakistán, ahora los dos miembros de la OCS.
Es lo que los chinos llaman “las cuatro ces”: confianza, comunicación, coherencia y no coacción. Comparad eso con el G-7 o G-6.
Tal vez lo más importante es la certificación de que la OCS se ha convertido en la “capa protectora” (sic) del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII), que está en plena expansión, y se da “prioridad” a la Nueva Ruta de la Seda (el nombre oficial es “Un cinturón, una carretera”). Ante las reticencias de India, como os dije, para los días 25 y 26 de este mes se ha previsto una reunión del BAII (del que India es el segundo país en aportación de capital, después de China) en la ciudad de Mumbai.
Es por eso que el documento final de la OCS “hace un llamamiento a todos los países para que abandonen la obsoleta mentalidad de buscar alianza o confrontación, actuar según la tendencia de los tiempos, tratarse mutuamente como iguales, valorar las consultas y el entendimiento mutuo y explotar alianzas incluyentes y constructivas en lugar de enfocarse en un imaginado enemigo”.
El G-7 sólo es otra prolongación de EEUU. Ninguno de los otros países que lo integran es soberano, son simples vasallos de EEUU. Si el patrón se enfada, nada de lo que allí se diga tiene relieve alguno. Ni siquiera aunque aparezca en documentos. Y si se quieren muestras, está el tema de los aranceles, y el de Irán, y el de… la OTAN.

No es posible convencer por las buenas a los colonizadores de que su tiempo ha terminado, y me temo que tampoco a los colonizados que se niegan a descolonizarse o tienen miedo a esa descolonización. Como es el caso de la práctica totalidad de los pueblos europeos. La UE está muerta. Su rusofobia (la de los políticos, que no la de los empresarios: ejemplo, los alemanes con el gasoducto Corriente del Norte 2 que ha obligado a Merkel a aceptarlo) casi supera a la de EEUU. Ahí está el caso de la absoluta estupidez española acusando a Rusia de alentar el fenómeno independentista en Catalunya.
Por el contrario, la OCS es una suma de intereses y lo más importante: de estados soberanos. Tal vez se pueda discutir esta apreciación con Tayikistán, Uzbekistán o Kirguistán, y relativamente, pero no con el resto. Sobre todo porque tienen armas nucleares y eso es una garantía de casi todo. Rusia es un problema para la UE y para EEUU porque insiste en su soberanía. China, no digamos.
Hay dos puntualizaciones que hacer sobre lo que dijo Trump de que Rusia tenía que estar dentro del G-7 otra vez y si Rusia quiere o no estar en él. Ahora mismo, a Rusia le da igual. Putin, en su discurso en la OCS no hizo mención alguna al G-7, algo que hay que hacer notar. Dijo que las principales áreas de trabajo de Rusia son la ONU, la OCS, los BRICS y el G-20 (sic). El orden es importante.
Los pro-occidentales del Kremlin claro que quieren volver al redil (palabra que utilizo conscientemente, lugar donde se acoge al rebaño), pero no los euroasiáticos. Aunque lo interesante será ver cómo, por una parte, Trump quiere romper la alianza ruso-china (y por eso dice que Rusia tiene que volver al G-7, lo que da alas a los pro-occidentales) y cómo, por otra, los euroasiáticos del Kremlin dan cuerda a los pro-occidentales para intentar romper la alianza de la UE con EEUU.
Esto da para otra entrega, sin duda. Porque el problema aquí reside en la fantasiosa idea yeltsiniana de que Rusia necesita a Occidente para sobrevivir. Y servirá para dar entrada a una explicación del neoliberalismo imperante en el Kremlin y apoyado por Putin.
El Lince

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