miércoles, 29 de julio de 2015

GRECIA: EL ESPEJO PARA VOTAR NO AL PP, PSOE, NARANJITOS DE ALBERT RIVERA Y DEMÁS CONCOMITANTES


Por qué he votado primero No y después Sí

Rebelión
28.07.2015


Me decidí a participar en política por una razón: para apoyar a Alexis Tsipras en su lucha contra la servidumbre de la deuda. Por su parte, Alexis Tsipras me honró al reclutarme por una razón: una comprensión particular de la crisis basada en el rechazo del dogma de Papakonstantinos; a saber, la idea de que, si hay que elegir entre una quiebra anárquica y unos préstamos tóxicos, estos últimos son siempre preferibles.

Es un dogma que rechacé porque es una amenaza permanente, que ayuda a aplicar políticas que garantizan la quiebra permanente y, finalmente, conducen a la servidumbre de la deuda. La noche del miércoles, se me pidió en el Parlamento que eligiese entre (a) la defensa de dicho dogma votando a favor del documento que nuestros "socios" habían impuesto a Alexis Tsipras en la Cumbre del Euro por medios golpistas y una agresión inimaginable, o (b ) decir "no" a mi Primer Ministro.

El primer ministro nos preguntó: "¿es el chantaje real o un farol?", planteando el dilema horrible que todos teníamos en nuestras conciencias – la suya también. Claramente, el chantaje era real. Esa "realidad" me golpeó por primera vez cuando el 30 de enero J.Dissjenbloem me visitó en mi oficina para presentar el dilema "memorándum o bancos cerrados". Sabíamos desde el principio hasta qué punto serían despiadados los prestamistas. Y sin embargo, decidimos hacer lo que nos seguíamos repitiendo unos a otros durante las largas noches y días en la sede del gobierno: "Vamos a hacer todo lo posible para conseguir un acuerdo viable financieramente. Llegaremos a acuerdos, pero no nos dejaremos chantajear. Solo cederemos lo imprescindible para asegurar un acuerdo dentro de la Eurozona. Sin embargo, si somos derrotados por las políticas catastróficas del memorándum, dimitiremos y cederemos el poder a aquellos que creen en tales medidas; que sean ellos los que las apliquen: nosotros volveremos a las calles".

El primer ministro preguntó el miércoles "¿Hay alguna alternativa?" Creí que sí, que la había. Pero no voy a detenerme en eso ahora. No es el momento apropiado. Lo importante es que la noche del referéndum, el Primer Ministro llegó a la conclusión que no había alternativa.

Y por eso dimití, para facilitar su viaje a Bruselas y que pudiese volver con las mejores condiciones que pudiese conseguir. Pero eso no quiere decir que estuviésemos comprometidos automáticamente con la aplicación de esas medidas, ¡sin importan cuales fueran!

El presidente del Gobierno, en la reunión parlamentaria del miércoles, nos pidió decidir juntos, compartir la responsabilidad. Vale. Pero ¿cómo? Una forma sería actuar, todos juntos, como habíamos dicho una y otra vez que haríamos en caso de derrota. Declararíamos que habíamos sido derrotados, anunciaríamos que en teníamos nuestras manos un acuerdo que consideramos inviable y pediríamos a todos aquellos políticos que creyesen el acuerdo era aún potencialmente viable, independientemente de a que partido perteneciesen, que formasen un gobierno y lo aplicasen.

La otra opción sería hacer lo que el primer ministro sugirió: proteger al primer gobierno de izquierda, aunque fuese aplicando el acuerdo - producto del chantaje - que el propio Primer Ministro consideraba inviable.

Ambos aspectos del dilema eran igualmente despiadados. Como Alexis Tsipras anunció con razón, nadie tiene el derecho a pretender que el dilema tortura más su propia conciencia que la de los demás - ya sea primer ministro o miembro del gobierno. En consecuencia, esto de ninguna manera implica que los que decidieron que el gobierno debía aplicar el acuerdo "inviable" lo hicieran por tener un mayor sentido de la responsabilidad que aquellos de nosotros que defendíamos que debíamos dimitir y dejar la aplicación de las medidas a aquellos políticos que creían que el acuerdo era viable.

Euclides Tsakalotos resumió perfectamente la realidad cuando se dirigió al Parlamento; dijo que aquellos que creían que el gobierno de Syriza no debía cargar con la tarea de hacer cumplir este acuerdo tenían argumentos tan fuertes como los que creían que el gobierno de Syriza está moralmente obligado ante la gente a aplicar este mal acuerdo para evitar una quiebra caótica.

Ninguno de nosotros es más "anti-memorándum", pero tampoco más "responsable". Simplemente, cuando te encuentras ante semejante encrucijada, bajo la presión de una alianza poco santa de potencias internacionales, es aceptable que unos compañeros elijan una opción y otros la contraria. En estas circunstancias, sería criminal que unos calificasen a los otros de "vendidos" y los otros a los primeros de "irresponsables".

Ahora, en medio de estas disputas de fondo, la unidad de Syriza y la gente que creyó en nosotros, que le otorgaron el 61,5% en el referéndum, la unidad es la prioridad. Y la única manera de asegurar esto es comprender los argumentos de cada uno, teniendo en cuenta como un axioma que el lado contrario se mueve por intenciones que son igual de buenas, responsables y revolucionarias que las nuestras.

Dicho esto, la razón por la que he votado "NO" el miércoles pasado es simple: deberíamos haber entregado el poder, como habíamos dicho que haríamos, a quienes pueden mirar en los ojos a la gente y decir lo que nosotros no podemos: "El acuerdo es duro, pero se puede cumplir de tal manera que haya espacio para la esperanza de que podemos recuperarnos y superar la catástrofe humanitaria".

El gobierno de la izquierda no puede prometer a Europa lo que sabe que no puede conseguir. El activo fundamental que el gobierno de Syriza necesita proteger es la promesa que repetidamente hemos hecho en nuestras visitas a las capitales europeas: a diferencia de los otros, no prometemos lo que no podemos cumplir (por ejemplo, un cierto superávit primario). Por otra parte, el gobierno de la izquierda no tiene derecho a saquear más a las víctimas de una crisis que dura ya más de cinco año sin ser capaz, por lo menos, de responder afirmativamente a la pregunta: "¿Por lo menos se han recuperado de las políticas recesivas? "
Muchos de mis colegas preguntan: "¿No es mejor que seamos nosotros quienes gobernemos? Nosotros, que nos preocupamos por la gente y queremos luchar contra la corrupción y la oligarquía". Sí, es mejor. Pero, ¿qué instrumentos tenemos para ello? La decisión de la Cumbre del Euro consagra y amplia la completa falta de control social sobre los bancos, mientras que la sociedad deberá pagar más entre10 y 25 mil millones de deuda para apoyarlos.

Y para empeorar las cosas, la creación de un súper-HRADF (Fondo de Desarrollo de Activos de la República Helénica) que tomará el control total de todos los activos públicos, privando a la República Helénica de todos los beneficios de gestión. Y ¿cómo vamos a controlar la austeridad cuando la troika, con todos los datos de la ELSTAT (Autoridad Helénica de Estadística) -cuyo control cedimos de este miércoles- decida unilateralmente cual debe ser el superávit primario?

Y cuando la dura realidad de los resultados de esta nueva austeridad aflijan a la sociedad, cuando los jóvenes y los viejos, por igual, salgan a las calles o se queden en casa pudriéndose de desesperación ante esas medidas, esa gente - las personas en cuyo nombre hemos hablado hasta ahora- ¿quién las representará políticamente? ¿El mismo partido que planteó esas mismas medidas ante el Parlamento? Las medidas que los ministros bienintencionados se ven obligados a defender ante el parlamento y los medios de comunicación, mientras son ridiculizados por la oposición anti- memorándum?

Me preguntan: "Pero ¿no están ayudando a los planes de Schauble cuando votan contra el acuerdo?". Y yo respondo con otra pregunta: "¿Está seguro de que el acuerdo a estas medidas no es parte del plan de Schauble?"
Observe lo siguiente:
  • El último informe del FMI que calcula que la deuda supone más del 200% del PIB, lo que en esencia prohíbe al FMI conceder nuevos préstamos.
  • La petición del ESM, bajo la batuta de Schauble, de que haya nuevos préstamos del FMI a Grecia.
  • Un gobierno griego que aplica reformas en las que no cree, pero que además considera abiertamente resultado de chantaje.
  • Un gobierno alemán que hace aprobar al Bundestag un acuerdo para Grecia, a cuyo gobierno considera de entrada indigno de confianza y fracasado.

¿No considera, querido lector, que estos hechos son poderosos aliados de Schauble? ¿Hay realmente otra forma más seguro para el país sea excluido de la zona euro que este acuerdo inviable que otorga tiempo y razones al ministro alemán de finanzas para planificar el Grexit que tanto desea?

Basta ya de argumentos. Mi conciencia me hizo votar en contra del actual acuerdo, creyendo, como todavía creo, que el dogma de Papakonstantinos debe ser rechazado. Por otra parte, respeto totalmente mis colegas que opinan lo contrario. Ni soy el más revolucionario / ético, ni ellos los más responsables. Hoy se nos juzga por nuestra capacidad para proteger con todas nuestras fuerzas nuestra unidad, el compañerismo y el colectivo, manteniendo nuestro derecho a divergir.

Para concluir, permítaseme señalar un matiz filosófico del dilema que grava la conciencia de cada uno de nosotros; ¿Cuándo está más allá del utilitarismo la idea de que ciertas cosas no se deben hacer en nuestro nombre? ¿Ha llegado ese momento?

No hay respuestas correctas. Sólo la intención honesta de respetar las respuestas de nuestros compañeros, incluso si no están de acuerdo con la nuestra.

¿Por qué he votado “SI” esta noche?

En la decisión del Eurogrupo de 20 de febrero conseguimos que la palabra Memorándum (MoU) no apareciese en ninguna parte.

En su lugar, como requisito previo para la evaluación positiva de nuestro progreso, hay una lista de reformas, que debíamos preparar y proponer en los próximos tres días. La lista sería inmediatamente aceptada por las "instituciones".

De hecho, el 23 de febrero, la lista fue presentada con mi firma. Durante el fin de semana del 20 al 23 de febrero se trabajó febrilmente. Naturalmente, estábamos en contacto permanente con los representantes de las instituciones con el fin de garantizar que no se plantearía ningún problema, y que nuestra propuesta sería apoyada por ellas en la teleconferencia del Eurogrupo del 24 de febrero que, a su vez, la aprobó.

La lista definitiva, que envié a las instituciones a altas horas de la noche el 23 de febrero, incluia nuestra prioridades (por ejemplo, superación de la crisis humanitaria, la reintroducción de la negociación colectiva, cambio de la política de gestión de los bienes públicos, no reducción de las pensiones complementarias, etc.). También incluyó algunas de sus exigencias.

Había acordado incluir algunas de sus exigencias en un quid pro quo para la inclusión de nuestros principales objetivos. Las exigencias que habíamos aceptado son las que se someten hoy a votación del Parlamento griego: a) reformas en el Código Civil (CC), y b) la inclusión del mandato de la UE 2014/59 relativo a la "consolidación" de los bancos y otras entidades de crédito (BRRD).

Incluso entonces, sabía que las reformas en el CC estaban llenas de amenazas para los derechos humanos de las partes más débiles en la quiebra de las empresas u hogares. Por otra parte, lo mejor que se puede decir de las relativas a las BRRD es que son puro aire, ya que se supone que debía ofrecer garantías legales a los depósitos bancarios sin haber obtenido ningún tipo de financiación para el fondo que debía garantizarlos. Además de saber todo eso, calculé que en un acuerdo honesto, para garantizar nuestras "líneas rojas" (por ejemplo, que los superávit primarios fuesen entre el 1% y el 1,5% como máximo, que se protegiesen los derechos laborales y un IVA bajo), las reformas del CC y las BRRD supondrían una pequeña concesión. Esa es la razón por la cual incluí esas exigencias en nuestra lista.

Hoy, obviamente, las cosas son completamente diferentes.
Hoy nuestra lista de reformas, dentro de los límites de un acuerdo honesto, no existe.
Hoy la única lista es la que la Troika ha impuesto en su totalidad.
Hoy estamos ante las secuelas de un golpe humillante en lugar de un acuerdo honesto.
En febrero sacrificamos las reformas del CC y las BRRD con el fin de obtener concesiones importantes.

Ahora estamos regalando las reformas del CC y las BRRD y nos exigirán reformas aún más venenosas en unas cuantas semanas.

Por otra parte, en el documento que envié a las instituciones, estaba simplemente aceptando la responsabilidad de un "nuevo Código Civil" y no desde luego el que dictasen ellos. Tampoco imaginé nunca que nuestro gobierno (bajo la supervisión de la Troika) aceptaría someter todos esos cambios al Parlamento bajo la etiqueta de "urgentes", lo que constriñe todos los debates y niega la función del Parlamento.

El miércoles pasado no tuve más remedio que votar con un NO atronador. El mío se situó junto al NO que el 61,5% de nuestros compatriotas emitió para evitar una capitulación a la infame TINA (no hay alternativa). Me he negado a ello los últimos 35 años en los 4 continentes donde he vivido. Hoy en día, esta noche, esas dos medidas, que yo mismo había propuesto en febrero, se presentan ante el Parlamento griego de una manera que nunca había imaginado; de una manera que no honran al gobierno de Syriza.

Mi desacuerdo con la forma en que se han conducido las negociaciones después del referéndum es de fondo. Y, sin embargo, mi objetivo principal es proteger la unidad de Syriza, apoyar a A.Tsipras, y a E.Takalotos. Ya he explicado todo lo que había que explicar antes. En consecuencia, hoy voy a votar SÍ, a las dos medidas que yo mismo había propuesto, aunque en condiciones y con requisitos radicalmente diferentes.

Desafortunadamente, estoy seguro que mi voto no será de ninguna ayuda al gobierno para alcanzar nuestros objetivos comunes. Y es porque las "acciones previas" de la Cumbre del Euro fueron diseñadas para fracasar. Sin embargo, formularé mi voto con la esperanza de que mis compañeros ganen un poco de tiempo y que nosotros, todos nosotros, unidos, planearemos una nueva resistencia a la autocracia, la misantropía y la (impulsada) aceleración y profundización de la crisis.

(I) Esta mañana, cuando participé en el Comité de Finanzas del Parlamento, me cercioré de que ningún colega mío, ni siquiera el ministro de Justicia, estaba de acuerdo con el nuevo código civil. Fue un triste espectáculo.

Yanis Varufakis, exministro de finanzas del gobierno griego de Syriza, es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Fue recientemente profesor invitado en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su libro El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, fue publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.

Traducción para www.sinpermiso.info: Gustavo Buster
Textos originales en inglés aquí y aquí.

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CLASES SOCIALES


Lucha sin clases: ¿por qué el proletariado no resurge en el proceso de crisis capitalista?

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Autor(es): Trenkle, Norbert 
Herramienta.com.ar
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Trenkle, Norbert . Miembro de la redacción de la revista alemana krisis, publicación de teoría crítica que existe desde 1986. Tuvo una activa participación en las jornadas del Tercer Coloquio Internacional Teoría Crítica y Marxismo Occidental “La crisis del trabajo abstracto”, realizado en Buenos Aires los días 5 a 7 de noviembre de 2007, organizado por Herramienta en colaboración con la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y el IADE. 
De la lucha de clases al desclasamiento 
I. Mientras avanza la precarización de la vida junto con las condiciones de trabajo y son perjudicados sectores cada vez mayores de la población, retorna con fuerza el discurso sobre la lucha de clases, el que en las últimas dos décadas casi había desaparecido. En un primer momento esto puede parecer plausible, dada la creciente polarización social. Sin embargo, como suele suceder cuando se recurre a modelos interpretativos y explicativos del pasado, éstos no sirven para esclarecer el presente. Al contrario de lo que parecería a primera vista, las categorías del antagonismo de clase no explican adecuadamente la creciente desigualdad social. Tampoco los conflictos de intereses resultantes de esa desigualdad coinciden con lo que, históricamente, se designó como lucha de clases.

II. El gran conflicto social que moldeó la sociedad capitalista de manera decisiva durante todo el período histórico de su conformación y establecimiento fue, como se sabe, el conflicto entre capital y trabajo. En este conflicto se expresa la oposición de intereses entre dos categorías inmanentes a la sociedad productora de mercancías: < entre los representantes del capital que comandan y organizan el proceso de producción con el objeto de lograr la valorización del capital y los asalariados que con su trabajo “generan” el plusvalor necesario para eso. Como tal se trata de un conflicto interno al sistema capitalista en torno a las condiciones de cómo el valor es producido (condiciones de trabajo, horas de trabajo, etc.) y el modo de su distribución (salarios, ganancias, prestaciones sociales, etc.). Este conflicto de intereses se expresó históricamente como lucha de clases debido a que, en base a determinadas condiciones históricas, los asalariados se constituyeron como un sujeto colectivo. En la defensa de sus intereses desarrollaron una identidad y subjetividad colectiva de “clase obrera” y, como tal, lograron ser reconocidos como ciudadanos y sujetos de mercado, a saber: como propietarios y vendedores de una mercancía muy específica, la mercancía fuerza de trabajo.

III. Ahora bien, si en la segunda mitad del siglo XX la lucha de clases fue perdiendo cada vez más su dinámica, esto no fue, obviamente, porque la sociedad capitalista prescindiera de la producción de plusvalor. La contradicción objetiva entre las categorías funcionales de capital y  trabajo sigue vigente, aún cuando haya cambiado su fisonomía concreta en el curso del desarrollo capitalista. Sin embargo los asalariados perdieron su carácter de clase, en la medida en que fueron integrados al universo de la sociedad capitalista como ciudadanos y sujetos de mercado. Es decir: a medida que la existencia social basada en el trabajo abstracto se generalizaba y prácticamente todos los miembros de la sociedad se convirtieron en propietarios y vendedores de  fuerza de trabajo, se diluyó la idea de que los asalariados representaran un sujeto revolucionario.

IV.Esta transformación del conflicto entre capital y trabajo, que alguna vez pareciera ser un antagonismo irreductible, se refleja en el hecho, de que hoy en día los conflictos laborales mayormente ya no se llevan a cabo bajo la premisa de una confrontación fundamental, de una incompatibilidad objetiva entre los intereses del vendedor de la fuerza de trabajo con los del capital. Más bien se enfatiza, en general, la base común de intereses opuestos tales como el reforzar la demanda interna en el mercado nacional o elevar la productividad empresarial por medio de mejores condiciones de trabajo. No se critica el lucro como tal, sino más bien las “ganancias exorbitantes”, la “innecesaria relocalización fabril” o lo que se designa como “los buitres del capital financiero”. Esto no es de sorprender, porque los sujetos modernos saben que su bienestar en la sociedad productora de mercancías, aunque sea precario, depende de que sigan en marcha los procesos de valorizar el capital, incrementar la productividad y crecimiento forzado.

V. Esta percepción se debe por cierto al hecho de que la sociedad productora de mercancías se ha impuesto de una forma casi total, ganando la apariencia de una ley natural irrevocable. A la vez, las modificaciones en la relación capital-trabajo introducidas en la época post-fordista contribuyeron a establecer una extrema polarización social, que sin embargo no forma la base para una nueva constitución de clases sino más bien para un proceso general de “desclasamiento” que se expresa por lo menos en cuatro tendencias.

VI. En primer lugar, ya en la fase final del fordismo, el trabajo directo sobre el producto cedió lugar a las funciones de supervisión y control así como a las tareas de la pre y la postproducción. En. Esto implicó no sólo que la mano de obra industrial productora de valor, que siempre se había considerado como el núcleo de la clase obrera, perdiera en importancia frente a las otras categorías de asalariados, como los trabajadores ocupados en la circulación, en el aparato estatal y en los diversos “sectores de servicios”. A la vez, una parte significativa de las funciones directivas y de control a bajo y mediano nivel fueron integradas en las actividades laborales; de este modo la contradicción entre trabajo y capital fue transferida directamente al interior de los individuos (que eufemísticamente se designó como “responsabilidad personal”, “enriquecimiento del trabajo”, “horizontalidad jerárquica”, etc.). Esta tendencia se vio agravada por la presión creciente de la competencia y por la precarización generalizada de las condiciones de trabajo. El caso más obvio es el de los “cuentapropistas”, que están obligados a realizar el mismo trabajo que un empleado a cuenta y riesgo propio. Pero incluso dentro de las empresas mismas se agudiza la tendencia de organizar las tareas de tal manera que los empleados sean “gestores” de sí mismos y de su área de trabajo (por ejemplo con la instalación de los llamados “centros de utilidades”). Y por último, la administración estatal del desempleo elogia a la “autogestión” y a la “responsabilidad personal” tanto más que queda en evidencia la incapacidad del mercado de trabajo para reabsorber a todos los expulsados.

VII. En segundo lugar, se suma la flexibilización forzada  en el mercado de trabajo. Como es bien sabido, hoy día el peor pecado contra la ley capitalista es seguir adherido a una determinada función o actividad laboral. Para  sobrevivir uno debe estar dispuesto a alterar constantemente entre diferentes actividades y categorías de trabajo asalariado y autónomo (e incluso formas de trabajo no remuneradas como las pasantías o el “trabajo a prueba”) sin identificarse con ninguna de ellas, según el vaivén de oferta y demanda. Esto claramente fomenta una competitividad generalizada y socava las bases para una solidaridad laboral.

VIII. Tercero, las nuevas jerarquías y divisiones sociales no son marcadas por las delimitaciones entre las categorías capital y trabajo, sino que se superponen con ellas. Dicho más específicamente: entre los mismos asalariados las diferencias sociales son tan abismales como en el conjunto de la sociedad. Esto ya se puede observar al interior de las propias empresas, donde el personal de planta estable (en disminución) incluso asegurado por convenio colectivo de trabajo, realiza las mismas tareas junto a un creciente número de trabajadores contratados, temporales y cuentapropistas en condiciones laborales precarizadas. Aun mayores son las diferencias entre los distintos rubros industriales, segmentos de producción y sedes regionales. Y por último las discrepancias en términos de ingresos y condiciones de trabajo entre los  diferentes países  y regiones que compiten en el mercado global, son enormes.

IX. En cuarto y último lugar, el desclasamiento significa que a nivel mundial un número creciente de personas son excluidas en el sentido de que no hay más lugar para ellas en el sistema productor de mercancías que cada vez tiene menos capacidad para integrar fuerza de trabajo productiva. Deben confrontarse con la situación de ser no sólo sustituibles en cualquier momento, sino también “superfluos” en grado creciente en el capitalismo. Los “privilegiados” hoy en día son aquellos que aún son requeridos para cumplir alguna función sistémica. Pero desde que estas mismas funciones se han tornado precarias, mantenerse incluido es un equilibro sobre la cuerda floja y cada vez más difícil. A medida que las estructuras funcionales se desintegran, también se incrementa el número de individuos excluidos. La cantidad de ellos difiere según el lugar que ocupa un país o una región en la escala de la competencia global pero, sobre todos cierne la amenaza de caer en la nada social.  La tendencia es clara e inequívoca: a nivel mundial se ha ido conformando un segmento creciente de nuevas clases bajas sin tener algo en común con el viejo proletariado, porque ni objetivamente (por su función o posición en el proceso de producción) ni en lo subjetivo (por su conciencia) forman un nuevo sujeto social. En relación a la valorización del capital este segmento social es netamente negativo, porque como fuerza de trabajo es superflua. Esto impone reformular la cuestión de un posible movimiento emancipatorio de manera totalmente nueva.

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