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La hipocresía es la hipocresía. Punto. La desfachatez es la desfachatez. Otro punto más, que no sea por falta de puntos. Y el mondongueo es el mondongueo… Ahí va otro punto más.
Martín Villa, un derechón franquista reconvertido a la democracia por la UCD de Súarez para seguir enriqueciéndose a través de la política, fue uno de los primeros elegidos pertenecientes a la derecha para loar la figura de Marcelino Camacho.
Ahora acomete otro derechón, José Atarés Martinez, ex acalde de Zaragoza, premiado con un puesto en el Senado, apelando a los Pactos de la Moncloa y a la figura de Marcelino Camacho como ejemplo de hombre responsable y de sentido nacional, olvidando lo que no conviene olvidar, que Marcelino Camacho no hacía buenas migas con la derecha, y que era la derecha la que lo encarcelaba por el delito de querer organizar a las clases trabajadoras para que se defendieran de la explotación del capital, de cuya organización todavía hoy carecemos los trabajadores (a ver cuando se nos aparece otro Marcelino Camacho y podemos organizar con él otras Comisiones Obreras como las que él contribuyó a organizar en su día, de las que hoy solo quedan su sombra y el nombre).
Era la derecha también, contra la que luchó Marcelino Camacho a través del sindicalismo, la que hizo que millones de personas tuvieran que abandonar sus pueblos para ir en busca del coscurro a otras tierras que no siempre recibieron bien a los forasteros que llegábamos en busca de comida, y si era posible, y las costillas aguantaban, después de trabajar, estudiar.
Fue también aquella derecha la que haciendo lo que sabía y sabe hacer: comprar, compró voluntades, la del PSOE y la del PC de Santiago Carrillo a través de los Pactos de la Moncloa (contra los que estuvimos los izquierdosillos de izquierdas sin muchos calificativos) a resultas de los cuales se desgraciaron las esencias del sindicalismo, legando a la situación actual en que la derecha les exige a lso trabajadores clara y abiertamente que tienen que trabajar más, ganar menos y peores condiciones de trabajo.
Y, era en suma aquella derecha la que fusilaba, y de aquella derecha que fusilaba toda vía hoy tiene el PP una insigne figura, muy honorificada y laureada, que era ministro de Franco y estuvo presente en los Consejos de ministro que condenó a muerte.
Con esto yo no pretendo meter el dedo en la llaga ni reclamar venganza alguna contra nadie, sino de desenmascarar a los hipócritas de la derecha que como las moscas se alimentan de la mierda y exigir que no utilicen el nombre de Marcelino Camacho, salvo para pedirle disculpas a sus familiares y amigos por el daño intencionado causado.
FRAGMENTO RELATIVO A LOS ULTIMOS FUSILAMIENTOS REALIZADOS POR EL REGIMEN DE FRANCO EN 1975 (Wikipedia, la Enciclopedia libre):
Las ejecuciones de las penas de muerte no indultadas se realizaron por fusilamiento el sábado 27 de septiembre. En Barcelona, fue ejecutado Juan Paredes Manot, Txiqui, de 21 años,[7] y en Burgos, Ángel Otaegui, de 33, ambos militantes de ETA. En Hoyo de Manzanares (Madrid), José Luis Sánchez Bravo, de 22 años, Ramón García Sanz, de 27, y José Humberto Baena Alonso, de 24, miembros del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP).[6] [8]
En Hoyo de Manzanares los fusilamientos lo hicieron tres pelotones compuestos cada uno por diez guardias civiles o policías, un sargento y un teniente, todos voluntarios. A la 9.10, los policías fusilaron a Ramón García Sanz. A los 20 minutos, a José Luis Sánchez Bravo y poco después a Humberto Baena. A las 10.05 todo había concluido. No pudo asistir ningún familiar de los condenados, pese a ser «ejecución pública», según marcaba la ley.[6] El único paisano que pudo asistir fue el párroco de la localidad, que relato después la ejecución:
Además de los policías y guardias civiles que participaron en los piquetes, había otros que llegaron en autobuses para jalear las ejecuciones. Muchos estaban borrachos. Cuando fui a dar la extremaunción a uno de los fusilados, aún respiraba. Se acercó el teniente que mandaba el pelotón y le dio el tiro de gracia, sin darme tiempo a separarme del cuerpo caído. La sangre me salpicó.
[6]
Los cadáveres de los tres miembros del FRAP fueron enterrados la misma mañana de su ejecución en Hoyo de Manzanares. Los restos de Sánchez Bravo serían trasladados, posteriormente, a Murcia, y los de Ramón García Sanz, al cementerio civil de Madrid.[6]
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