viernes, 31 de mayo de 2024

MISILAZO AL PORTAVIONES FAVORITO DE EEUU | RUSIA APUNTA NUCLEARMENTE A U...

Entrevista con Ilan Pappé

 

Amy Goddman entrevistó a Ilan Pappé para Democracy Now! tras la llegada de este a EEUU, donde fue interrogado durante dos horas en el aeropuerto debido a sus opiniones sobre el sionismo y lo que está ocurriendo en Gaza. Aquí se recogen sus declaraciones.


Entrevista con Ilan Pappé


Ilan Pappe

El Viejo Topo

31 mayo, 2024 



Hablamos con el célebre historiador israelí Ilan Pappé sobre su reciente viaje a Estados Unidos, cuando fue interrogado durante dos horas por agentes federales a su llegada al aeropuerto de Detroit acerca de sus opiniones políticas sobre Gaza, Hamás e Israel, además de exigirle saber a quién conocía en las comunidades musulmana, árabe y palestina de Estados Unidos. A Pappé sólo se le permitió entrar en el país después de que los agentes copiaran el contenido de su teléfono. «Se negaron a decirme por qué me detuvieron», afirma Pappé, autor de La limpieza étnica de Palestina, qjuien habla también de la Nakba, del creciente apoyo a los derechos de los palestinos y de por qué cree inminente «el colapso del proyecto sionista».

Transcripción

AMY GOODMAN: Soy Amy Goodman, con Juan González, en nuestra conversación con el renombrado historiador israelí Ilan Pappé, profesor de historia y director del Centro Europeo de Estudios Palestinos de la Universidad de Exeter. Se une a nosotros desde Doha, Qatar. Y hay un largo retraso cuando responde a una pregunta:

—Quiero preguntarle, profesor Pappé, sobre el viaje que hizo recientemente a Estados Unidos. Cuando llegó al aeropuerto de Detroit, fue interrogado durante dos horas por agentes federales sobre Gaza, Hamás y otras cuestiones; los agentes estadounidenses sólo le permitieron entrar en el país después de copiar el contenido de su teléfono. ¿Puede explicarnos lo que ocurrió?

ILAN PAPPÉ: Sí, lo haré, Amy, pero si se me permite, y creo que conecta con nuestra conversación anterior, sólo quiero decir que aquí hay algo más grande que la mera cuestión de la CPI y de que Israel la acate o no. Creo que es el momento de la verdad para los tribunales internacionales, como la CPI y la CIJ, porque se enfrentarían a gobiernos que probablemente no aplicarían las sentencias, porque Israel sigue teniendo aliados muy fuertes. Y creo que el resto del mundo, especialmente el Sur Global, observaría si los términos «universal» e «internacional» significan realmente algo. Por tanto, creo que Palestina es sólo un caso de muchos en los que ahora tenemos una verdadera lucha por definir, de nuevo, qué es universal, qué son los valores universales y qué es la justicia internacional. Y creo que por eso es un momento histórico tan importante.

Ahora, volviendo a mi calvario, que no fue tan grande, pero que creo que es parte de un cuadro más amplio, llegué a Detroit después de ocho horas de vuelo desde Londres y fui llevado inmediatamente a una sala lateral por dos agentes federales. Y tenían dos grupos de preguntas para mí. Una era sobre mis opiniones, mis opiniones sobre Hamás, mis opiniones sobre lo que está ocurriendo en Gaza. ¿Clasifico lo ocurrido en Gaza como genocidio? Querían saber mi reacción al lema «Palestina debe ser libre del río al mar». Se negaron a decirme por qué me detuvieron, por qué tenía que responder a estas preguntas. Y luego otra serie de preguntas tenían que ver con a quién conozco entre la comunidad musulmana estadounidense, la comunidad árabe estadounidense y la comunidad palestina en Estados Unidos. Y a continuación me quitaron el teléfono durante un largo periodo de tiempo, copiaron todo lo que había en él y me hicieron esperar otro rato para hablar por teléfono antes de dejarme entrar en el país.

Amy Goodman: ¿Puedo preguntarle exactamente, profesor Pappé, qué les respondió cuando le preguntaron sobre si se estaba cometiendo genocidio en Gaza, etc.?

Ilan Pappé: Sí. Bueno, a las preguntas de «¿Defino a Hamás como una organización terrorista?» a eso, me negué a responder. Y les sugerí que fueran a escuchar mis charlas en la zona de Michigan, donde trataré esta cuestión. En cuanto a la cuestión del genocidio, dije lacónicamente que sí, que enmarco las acciones israelíes en Gaza como genocidio. Pero, de nuevo, sugerí que si quieren un análisis más detallado de por qué lo enmarco así, son bienvenidos tanto a leer mis artículos como a venir a las conferencias en la zona de Michigan.

En cuanto a la pregunta: «¿Cómo respondo al lema “Palestina debería ser libre desde el río hasta el mar”?». Dije que en cualquier lugar donde haya un río y haya un mar y gente viviendo entre ellos, deberían ser libres, lo que fue un momento un poco irónico o cómico, cuando uno de ellos intentó demostrarme sus conocimientos geográficos, y dijo: «Entonces, ¿qué pasa con Arabia Saudí?». Así que corregí mi frase y dije: «Bueno, en cualquier lugar donde haya países entre dos fuentes de agua, la gente debería ser libre», lo que pareció satisfacerles en ese momento concreto.

Tengo que decir que fueron educados. No quiero describirlo como un calvario. Fueron educados. Pero lo que realmente me molesta es: ¿Por qué tienen derecho a preguntarme y cuál es el verdadero trasfondo de todo este asunto? Y tengo mi propia interpretación de ello, aunque no tengo todos los hechos ante mí.

Juan González: Y, profesor, usted ha estado hablando ante grandes multitudes de jóvenes en todo el mundo y en muchas de las protestas, estudiantes que protestan por el apoyo de Estados Unidos a la guerra contra Gaza. Uno de sus libros,“La limpieza étnica de Palestina”, ha sido muy leído en los últimos meses. ¿Podría hablarnos de él? La Nakba o limpieza de Palestina no ocurrió sólo en 1948, sino que ha habido un proceso de limpieza étnica que se remonta incluso al periodo del Mandato Británico, cuando los británicos reprimieron la revuelta árabe de 1936 contra el dominio británico.

Ilan Pappé: Sí, efectivamente. La Nakba es un término un poco engañoso, porque significa, en árabe, una «catástrofe». Pero en realidad lo que sufrieron los palestinos no fue una catástrofe real, sino una limpieza étnica, que es una política clara motivada por una ideología clara. Y esa política formaba parte, parte integral, del programa sionista para Palestina desde la misma creación del movimiento a finales del siglo XIX. Por supuesto, muy al principio, no tenían la capacidad de limpiar étnicamente a los palestinos de su tierra natal. Pero ya a mediados de la década de 1920, cuando la comunidad sionista en Palestina era todavía muy pequeña, fue capaz, mediante la compra de tierras, en las que había muchos pueblos palestinos, de convencer al poder británico de que desalojara 13 pueblos palestinos, y eso fue entre 1925 y 1926. Y entonces, lentamente, este proceso de compra de tierras y desalojo de la gente que vivía ahí durante cientos de años llevó al movimiento sionista a un momento en el que compró al menos el 6% de la tierra de Palestina, lo que, por supuesto, no era suficiente. Y entonces fueron a la gran limpieza étnica de 1948.

Pero como sabemos, no se detuvo en 1948. Israel siguió expulsando pueblos palestinos entre el 48 y el 67 entre la minoría palestina en Israel, que supuestamente eran ciudadanos de Israel. Israel expulsó a 300.000 palestinos durante la Guerra de los Seis Días, en junio de 1967. Y desde junio de 1967 hasta hoy, unos 600.000 palestinos, de un modo u otro, fueron dislocados y desarraigados por Israel. Y, por supuesto, ahora tenemos una magnitud de limpieza étnica que incluso supera la magnitud de la limpieza étnica de 1948. Por lo tanto, no hay un solo momento en la historia de los palestinos en Palestina, desde la llegada del sionismo a Palestina, en el que los palestinos no estén potencialmente en peligro de perder su hogar, sus campos, sus negocios y su patria.

Amy Goodman: Por último, Ilan Pappé, como usted había expresado, en los últimos meses han sido asesinados más palestinos que en ningún otro momento de los últimos 76 años. Más palestinos se han visto obligados a desplazarse, han sido desplazados, más de lo que sucedió en la Nakba en el momento de la fundación de Israel. ¿Qué le da esperanza? Usted es un historiador israelí, estimado en todo el mundo. Tiene menos de un minuto.

Ilan Pappé: Sí. Yo diría que lo que me da esperanza es que creo que al proyecto sionista en Israel y Palestina, tal como lo vemos hoy, no le queda mucho tiempo de vida, de existencia. Creo que estamos viendo procesos, procesos importantes, que están llevando al colapso del proyecto sionista. Ojalá que el movimiento nacional palestino y todos los demás implicados en Israel y Palestina sean capaces de sustituir este Estado de apartheid, este régimen opresor, por otro democrático para todos los que viven entre el río y el mar y para todos los palestinos que fueron expulsados de allí desde 1948 hasta hoy. Creo que este proceso histórico ha comenzado. Por desgracia, llevará tiempo, y los próximos uno o dos años son muy precarios y muy peligrosos. Pero a largo plazo, tengo muchas esperanzas de que habrá un tipo de vida diferente tanto para los judíos como para los árabes entre el río y el mar, en una Palestina democrática y libre.

https://www.youtube.com/watch?

 

Artículo seleccionado por Carlos Valmaseda para la página Miscelánea de Salvador López Arnal

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¡Detrás del Volga no hay nada! Patriotismo e internacionalismo en Stalingrado

 

¡Detrás del Volga no hay nada! Patriotismo e internacionalismo en Stalingrado

 


DIARIO OCTUBRE / mayo 31, 2024

 



Fermin Santxez Agurruza (Unidad y Lucha).— El 22 de junio de 1941, el III Reich nazi y sus aliados fascistas (Rumanía, Hungría, Italia, Finlandia, Eslovaquia y Croacia, —sin olvidar la inestimable kollaboration de Francia, España, Noruega, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Grecia, Bulgaria, Chequia, Suecia y otros estados menores—) comenzaron la invasión de la URSS. La gigantesca ofensiva en un frente de casi tres mil kilómetros hizo contener la respiración a miles y miles de obreros y campesinos de todo el mundo. La destrucción de la URSS hubiera supuesto un cataclismo terrorífico para toda la Humanidad Trabajadora, como lo fue en su día la derrota de la Comuna de París, en 1871. El exterminio de toda una generación de revolucionarios y posiblemente la total destrucción del Movimiento Comunista.

Mientras tanto, la oligarquía imperialista británica y el resto de burguesías liberales se frotaban las manos. Habían conseguido desviar el golpe de las potencias fascistas hacia la destrucción de la URSS, su máximo objetivo desde octubre de 1917. Habían ganado tiempo para la entrada en la guerra de la fuerza ascendente en el seno del Capitalismo, los Estados Unidos de América. Se trataba ahora de que los fascistas, lacayos rebeldes, insumisos y respondones del Imperialismo, su padre fundador, culminaran el trabajo que no se pudo terminar en los años de la «guerra civil rusa», en realidad la intervención imperialista contrarrevolucionaria de más de una docena de estados capitalistas en los años 1917-1923. Este era el objetivo para el cual fueron creados los movimientos fascistas: exterminar a los bolcheviques y hacer desaparecer la Dictadura del Proletariado de la faz de la Tierra. Y simultáneamente, el objetivo de los ingleses era que los nazifascistas se debilitaran al extremo en esa lucha titánica contra la URSS. El Imperio Británico se encargaría luego de recoger los fragmentos dispersos de los contendientes y de que todo volviera al «buen orden anglosajón» en el planeta que gobernaban en solitario desde 1815: «Rule, Britannia!»

¿Cómo se llegó a esta situación? Esto es lo que vamos a ver a continuación.

1.- 1911-1941: 30 años vertiginosos.

Todo iba de maravilla en el mejor de los mundos cuando el 18 de septiembre de 1911 fue ejecutado en Kiev Piotr Stolypin, primer ministro del zar y represor implacable del movimiento revolucionario ruso. Para dar una idea de su celo exterminador, durante los años 1906-1911, en el Imperio Ruso a la horca se le llamó en aquella época «la corbata de Stolypin». Eran los temblores tectónicos que anunciaban la acumulación de contradicciones antagónicas en el seno del sistema capitalista mundial. En 1905 había estallado la Primera Revolución Rusa, a causa de la derrota del Imperio del Zar en la guerra con Japón. La lucha de clases en Rusia no desapareció a pesar de la terrible represión desatada, al contrario, se agudizó bajo la dirección del Partido Bolchevique, cuyo líder y máximo estratega era Lenin. Se preparaban las revoluciones de febrero y octubre de 1917…

Ese mismo año de 1911 fue testigo de la crisis de Agadir, el incidente que enfrentó a Francia con el II Reich del káiser Guillermo II. Crisis cuyos antecedentes se remontaban a 1905, cuando Guillermo II visitó Tánger y defendió los intereses alemanes en Marruecos, en detrimento de Francia y España, potencias colonizadoras. La unificación de Alemania, proclamada en Versalles en 1871, cambió la geopolítica de Europa. El Imperio Británico dejó de aislar y enfrentarse a Francia, y se puso manos a la obra para derrotar a su nuevo competidor, el II Reich Alemán.

La doctrina geopolítica del Reino Unido siempre ha sido que en Europa continental jamás debe existir una potencia que pueda cuestionar el dominio británico del mundo. Esta estrategia de hegemonía mundial condena a los Pueblos de Europa a constantes guerras que desgasten a los estados que puedan amenazar el poder anglosajón. Tras vencer al Imperio Español con la firma de la paz de Westfalia en 1648, Inglaterra se sumergió en una larga lucha para derrotar a Francia, la nueva potencia continental, hasta que lo consiguió de forma definitiva en 1815, en la batalla de Waterloo. Durante casi cien años, el Imperio Británico dominó en solitario el mundo. Para mantener y conservar esa hegemonía se desencadenó en gran medida la I Guerra Mundial.

Todo se torció cuando en octubre del 1917 los bolcheviques tomaron el poder en Rusia y desbancaron a los lacayos de los aliados que querían proseguir la guerra en beneficio de Francia e Inglaterra. Ahora el tablero geopolítico había cambiado una vez más radicalmente, pues una nueva potencia había surgido: la Rusia Soviética. A lograr su destrucción se aplicaron a partir de entonces todos los estados capitalistas, incluída la vencida Alemania. «El orden reina en Berlín».

El Imperialismo sacó las lecciones pertinentes de su fracaso en la guerra civil rusa y de su intervención militar en ella: el costo humano y económico de aplastar a la Unión Soviética era enormemente elevado, y sólo una sociedad industrial extremadamente fanatizada y militarizada podría lograrlo. No era posible conseguirlo con regímenes de democracia parlamentaria liberal, monarquías constitucionales o repúblicas burguesas. Había que crear algo radicalmente nuevo y eficaz. Un régimen capaz de atacar al coloso soviético y destruirlo al coste que fuese necesario.

Ese monstruo ya había nacido en 1922 en Italia, de la mano de Benito Mussolini, y se había mostrado muy eficaz en la derrota de la Revolución Socialista en Europa Occidental. El fascismo italiano fue calurosamente acogido entre las élites del Imperio Británico, con Winston Churchill a la cabeza. Recordemos que en 1919, siendo secretario de estado para la Guerra y Aire, este paladín de la democracia liberal declaró: «Hay que ahogar en sangre al bebé bolchevique en su misma cuna.»

Esta es la gran partida de ajedrez que explica en parte el surgimiento del nazismo y sobre todo el ascenso y triunfo de Hitler. Por fin el Imperialismo tenía un instrumento (que ellos entonces creían fácil de manipular) para destruir de una vez por todas a la Unión Soviética y el Movimiento Comunista. Es esta estrategia la que explica la total pasividad de las potencias imperialistas frente al ascenso y la agresividad del III Reich y su complicidad mal disimulada con Hitler. El objetivo era evidente para todos en aquella época: la Alemania nazi era el puño de hierro que el Imperialismo necesitaba para aplastar a sangre y fuego al Comunismo y muy especialmente a la Unión Soviética. Es por eso que Stalin declaró, en 1931: «Estamos 50 o 100 años detrás de los países avanzados. Debemos acortar esa distancia en 10 años. O lo hacemos, o ellos nos aplastarán.»

Esta es la clave que nos permite comprender los vertiginosos acontecimientos de los años 1931 – 1941. El Imperialismo buscaba a todo precio que el III Reich cumpliese la misión para que la que fue creado: la destrucción de la Unión Soviética. Para evitar su exterminio, ésta tuvo que colectivizar su agricultura e industrializarse a marchas forzadas, de una forma implacable, pues lo que estaba en juego era el destino de centenares de millones de ciudadanos soviéticos, y de toda la Humanidad Trabajadora. No había ningún margen para el error, era una lucha a muerte contra reloj.

Así podemos comprender por qué el Imperialismo negoció con las potencias fascistas el destino de Checoslovaquia (que ni tan siquiera estuvo presente en Munich en 1938) o por qué se abandonó a su suerte a la II República Española, permitiendo la participación militar masiva de Alemania e Italia a favor de Franco, mientras se defendía la «no intervención» de las potencias liberales. Esto también explica el Pacto Ribbentrop-Molotov de agosto de 1939, en un intento por parte de la Unión Soviética de ganar tiempo para preparar la guerra y desviar hacia el oeste el primer zarpazo del III Reich. Y también el tan cacareado y misterioso «milagro de Dunkerke»…

2.- 1942: la URSS al borde del exterminio.

Esto es lo que estaba en juego en junio de 1941: la posiblidad de destruir a la Unión Soviética en una sola campaña de guerra relámpago «blitzkrieg», alcanzando la línea Arkangelsk – Astrakan y provocado el colapso de la Dictadura del Proletariado. Pero la Unión Soviética, bajo la dirección del Partido Comunista Bolchevique y de su secretario general, Stalin, no sólo resistió la embestida de la mayor máquina militar de guerra de todos los tiempos, sino que fue capaz de contraatacar en el frente de Moscú, en diciembre de 1941, y hacer retroceder a las hordas nazifascistas. El III Reich había fracasado en su ofensiva, y quizás había perdido la guerra.

Esta hazaña heroica fue realizada a un costo humano terrible, varios millones de muertos civiles y militares, y trajo como consecuencia la decisión nazi de exterminar a todos los judíos de Europa, no sólo a los judíos soviéticos, cuyo genocidio ya había comenzado en junio de 1941.

La Conferencia de Wansee se celebró el 20 de enero de 1942. La Solución Final de la Cuestón Judía era la venganza nazi ante el fracaso de la guerra relámpago en la URSS y fue anunciada por Hitler en un discurso ante el Reichstag el 30 de enero de 1939 cuando dijo:

Muchas veces en mi vida he sido profeta y la mayoría de las veces he sido ridiculizado. En el momento de mi lucha por el poder, fue en primer lugar el pueblo judío el que sólo recibió con risas mis profecías de que algún día asumiría la dirección del Estado y de todo el pueblo de Alemania y luego, entre otras cosas, también llevar el problema judío a su solución. Creo que esta risa hueca de los judíos en Alemania ya se les ha quedado atascada en la garganta. Hoy quiero volver a ser profeta: si la judería financiera internacional dentro y fuera de Europa logran hundir a las naciones una vez más en un mundo de guerra, el resultado no será la bolchevización de la tierra y, por tanto, la victoria de los judíos, sino la aniquilación de la raza judía en Europa.

Hitler volvió a aludir a su «profecía» el 8 de noviembre de 1942, en la reunión anual de viejos camaradas nazis en la cervecería Löwenbräukeller de Munich, y en el mismo discurso anunció la victoria nazi en Stalingrado. Pero esto no era verdad, el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos seguía resistiendo heroicamente metro a metro en las ruinas de la ciudad del Volga.

Pero no sólo se trataba de la «aniquilación de la raza judía», el plan nazi de conquista del «espacio vital» en el este de Europa también incluía el exterminio por hambre de los eslavos en aquellos territorios. Se trataba de asesinar unos 30 millones de ciudadanos de la Unión Soviética. Este aspecto de la planificación estratégica del III Reich es menos conocido, por razones políticas obvias y de grandísima actualidad, por lo que voy a dar un poco más de información al respecto.

El Plan Hambre, en Alemán, «Hungerplan» fue un plan económico genocida de la Alemania nazi ideado en 1941 para ser aplicado en la Unión Soviética tras su invasión y ocupación. Preveía que la Wehrmacht se alimentara sobre el terreno y que la producción soviética se destinara a abastecer Alemania, a costa de la población civil y de los prisioneros de guerra soviéticos a los que se dejaría morir de hambre. Se calculaba que morirían treinta millones de personas, haciendo así posible la aplicación del Plan General del Este que preveía constituir un Gran Imperio Alemán que llegaría hasta los montes Urales. El colonialismo genocida aplicado en la misma Europa.

La historia de la II Guerra Mundial ha sido reescrita según los intereses del Imperialismo, por lo que no hay que sorprenderse si estos datos históricos plenamente documentados nos son desconocidos. Esta ignorancia ha sido socialmente construida por los aparatos culturales imperialistas y es funcional a sus intereses. Pero en aquellos terribles años, todo el mundo en la URSS era consciente de lo que estaba en juego, y en primer lugar, el Partido Comunista Bolchevique. Lo habían anunciado diez años antes. Y se habían preparado a conciencia.

La Unión Soviética había resistido el primer zarpazo de la bestia nazi, pero en el verano de 1942 la pregunta era si podría soportar el segundo. Cuando el 28 de junio de 1942 comenzó la «Operación Azul», la dirección político-militar de la URSS, con Stalin a la cabeza, comprende que el objetivo esta vez no es Kiev, Leningrado o Moscú, sino los pozos de petróleo del Cáucaso y la mayor arteria fluvial de la Unión Soviética: el Volga. El 23 de agosto de 1942, la Wehrmacht llegó al gran río, y a una ciudad: Stalingrado. Comenzaba la batalla que iba a decidir el destino de la guerra, y de todo el planeta. Si el III Reich conquistaba el Cáucaso, lograba tres objetivos a la vez: conseguir su petróleo y sus otras materias primas, cortar la vía terrestre de suministros de los Aliados vía Irán, y estrangular a la URSS impidiendo el enorme tráfico fluvial a través del Volga.

3.- ¡Detrás del Volga no hay nada!

No es el objetivo de este escrito describir en detalle la batalla de Stalingrado, sino ofrecer una reflexión y un análisis sobre la manera en que el Partido Comunista Bolchevique de la URSS articuló el patriotismo, el internacionalismo y la defensa de la Revolución Socialista en un esfuerzo total de guerra, que llevó a la victoria al Ejército Rojo de Obreros y Campesinos, desde Stalingrado a Berlín. La síntesis entre la defensa de la patria socialista y el internacionalismo proletario.

Algunos marxistas perezosos, que no estudian ni leen a Marx y alimentan su marxismo de citas cortas y descontextualizadas, nos han repetido durante décadas que los obreros no tienen patria. «¡Lo dice el Manifiesto Comunista!». Estos marxistas se «olvidan» de leer el texto de Marx y Engels en su totalidad:

Se acusa también a los comunistas de querer abolir la patria, la nacionalidad. Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Pero, por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el Poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués. (…) En la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro, será abolida la explotación de una nación por otra. Al mismo tiempo que el antagonismo de las clases en el interior de las naciones, desaparecerá la hostilidad de las naciones entre sí.

Esta es la gran lección de la Gran Guerra Patria que desarrolló la URSS entre 1941 y 1945: el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos y todos los Pueblos Soviéticos estaban defendiendo con uñas y dientes su Patria Socialista frente a un enemigo bestial y genocida que no sólo quería destruir el Socialismo y la Dictadura del Proletariado, sino también aniquilar y exterminar las naciones de la URSS, especialmente las eslavas. El patriotismo socialista y revolucionario se fundía con el internacionalismo proletario, pues en las calles de Stalingrado se estaba jugando el destino de toda la Humanidad Trabajadora. Es éste el sentido profundo del título de este escrito: «¡Detrás del Volga no hay nada!», expresión de la absoluta determinación de los combatientes del Ejército Rojo de no ceder ni un milímetro más de tierra soviética al enemigo fascista, de no rendirse, de no retroceder, de dar hasta la última gota de su sangre en defensa de la Madre Patria.

4.- El roble de Rubén.

Un ejemplo luminoso de esa síntesis revolucionaria entre internacionalismo proletario y patriotismo revolucionario es la vida de mi compatriota vasco, Rubén Ruiz Ibárruri, nacido en Somorrostro, Bizkaia, el 9 de enero de 1920 y muerto en combate en Stalingrado el 3 de septiembre de 1942. Rubén es mucho más que simplemente «el hijo de la Pasionaria». Es un militante comunista que nos mostró el camino a todos los revolucionarios del mundo. Luchando en defensa de la Patria Soviética, estaba luchando por su Patria Vasca, y por la libertad del resto de los Pueblos de lo que entonces se llamaba España y actualmente llamamos, con mayor precisión terminológica, Estado Español. Pues España es una de las varias naciones que componen este estado plurinacional.

De esto eran muy conscientes los revolucionarios españoles ya en la década de los años 30, cuando se lanzó la consigna de Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas. Y ésta no era sólo una consigna de la III Internacional y del Partido Comunista de España, el derecho de las naciones oprimidas por el Estado Español a acceder a la independencia mediante el ejercicio del derecho de autodeterminación era defendido también por el ala revolucionaria del PSOE, liderada por Largo Caballero, e incluso en otros sectores del Frente Popular. Esto ha sido ocultado por el nacionalismo españolista, que siempre ha negado la existencia de otras naciones que no sean la suya.

Traigo aquí las palabras de José Díaz, secretario general del PCE en su discurso del 9 de febrero de 1936:

Queremos que las nacionalidades de nuestro país, —Cataluña, Euzkadi, Galicia— puedan disponer libremente de sus destinos. ¿Por qué no? Y que tengan relaciones cordiales con toda la España popular. Si ellos quieren librarse del yugo del imperialismo español, representado por el Poder central, tendrán nuestra ayuda. Un pueblo que oprima a otros pueblos no se puede considerar libre. Y nosotros queremos una España libre.

Como dijo el comunista vasco Jesús Larrañaga, respondiendo a la frase del fascista Calvo Sotelo: «Una España roja es una España rota». Una España que acepta fraternalmente la existencia de otras naciones hermanas.

En Stalingrado, el comunista internacionalista Rubén Ruiz Ibárruri estaba luchando en defensa de la Unión Soviética, de la Madre Patria socialista, y al mismo tiempo luchaba por la República Socialista Vasca, y las Repúblicas Socialistas Catalana, Gallega y Española. Por la Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas. No había contradicción entre patriotismo revolucionario e internacionalismo proletario, por que «al mismo tiempo que el antagonismo de las clases en el interior de las naciones, desaparecerá la hostilidad de las naciones entre sí.»

Es por eso que algún día, cuando Stalingrado vuelva llamarse por su glorioso nombre, como Leningrado por el suyo, los comunistas revolucionarios vascos plantaremos un retoño del árbol de Gernika a lado de la lápida erigida allí en honor de Rubén Ruiz Ibárruri. El roble de Rubén, símbolo de la unidad indisoluble de la independencia y el socialismo para nuestro país y para todos los países del mundo. Pues la independencia socialista de las naciones es su unión fraternal y solidaria.

5.- De Stalingrado a Gaza, 1943-2023.

Han pasado 80 años de la victoria en Stalingrado, y su luz nos sigue iluminando en todas nuestras luchas. En estos cruciales momentos de la Historia de la Humanidad, cuando el choque frontal entre el Imperialismo anglo-yanki-sionista y el Frente Multipolar se agudiza y estalla en los campos de batalla de Ucrania y Palestina, debemos retomar la consigna del Ejército Rojo: «Detrás del Volga no hay nada». No podemos ceder ni un milímetro frente al Imperialismo, y debemos tomar ejemplo del coraje de los combatientes palestinos en la defensa de su patria dividida y colonizada. Y aprender de la firmeza de los patriotas rusos y ucranianos que luchan hombro con hombro contra el régimen neonazi de Kiev impuesto por la OTAN. Y de todos los Pueblos que luchan por su Liberación, que para nosotros se llama Socialismo, pues no puede haber una patria verdaderamente libre mientras en su seno existan clases sociales y explotación capitalista. La Liberación Nacional y la Liberación Social son dos aspectos del mismo proceso revolucionario global, cuyo último objetivo es el Comunismo.

Todos sabemos que será un largo camino, pero contaremos siempre con la brújula inmortal que nos legaron los combatientes de Stalingrado.

¡DETRÁS DEL VOLGA NO HAY NADA! 

FUENTE: unidadylucha.es

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