jueves, 9 de junio de 2016

ELECCIONES GENERALES EN ESPAÑA EL 26J: PP (JEFATONES) Y NARANJOS (Que son lo que sean) SE PREOCUPAN MÁS POR VENEZUELA QUE ES UN "BARRIO" DE BILBAO, POR LO QUE ES IMPRESCINDIBLE MANTENER LA SAGRADA UNIDAD DE ESPAÑA, QUE POR LAS LUCHAS DE LOS TRABAJADORES EN FRANCIA, QUE FORMA PARTE COMO TODO EL MUNDO SABE DEL CONTINENTE LATINO-AFRO-MÉXICANO, DONDE TAMBIÉN COMO SE SABE, IMPERA LA POLÍTICA DE PODEMOS O NO PODEMOS A MANOS LLENAS CON EL CONTUBERNIO DE A LO MEJOR LA IZQUIERDA SE UNE (Más que nada por joder) CON EL MASOCO-LENILINGUISTA DE CARLOS CUESTA EN 13 tv, DIOS MEDIANTE



SOBRE LAS LUCHAS EN FRANCIA CONTRA LOI TRAVAIL


Pedro A. García Bilbao
Sociología Crítica
2016/06/08

La Ley de relaciones laborales francesa o #LoiTravail representa la aplicación en ese país del plan de demoliciones neoliberal que funciona en toda Europa. En España el proceso está mucho más avanzado y la degradación del sindicalismo de clase que sufrimos empezó su pendiente con los pactos de la Moncloa y vive sus momentos más grotescos en la actualidad. Las comparaciones con la situación en Francia nos permiten tomar la medida de cuan bajo hemos llegado en España. La batalla no es española ni francesa, es de toda Europa aunque tal vez Francia era la última zona de resistencia. Esta Ley Valls, o Macrón o como quieran llamarla es una carga de demolición contra todo lo que quedaba del modelo de capitalismo con rostro humano también llamado Welfare State. El sistema ya no necesita caretas y busca incluso rescindir alquileres y sobres a los que colaboraron estos años. Es otra fase.

Esta Ley francesa significa, entre otras lindezas, el fin de la negociación colectiva y de los convenios por sectores; solamente con esto, la capacidad de lucha de un sindicato se diluye, pasando a convertirse en algo residual, donde lo único que les resta es hacer de comparsas y negociar sus propios finiquitos. La lucha de la CGT es por tanto, una lucha de supervivencia, en un punto clave donde el enemigo muestra que no desea otra cosa que destruir la capacidad de lucha organizada de los trabajadores; no se puede ceder en esto. Pero con todo, lo peor no es que la patronal busque destruir el sindicato como tal, sino las condiciones en las que la lucha se está dando. La CGT, y no sólo ellos, todos los sindicatos que se han adherido que son varios, se encuentran contra la pared, rodeados de altos muros: mediáticos,. sociales, políticos, sin referentes políticos con los que coordinarse. Cierto es que el PCF está jugando un gran papel, su militancia de base está entregada de lleno, pero las direcciones del PCF se ven afectadas por las mismas autolimitaciones fruto de tantos años de renuncias que afectan a los partidos y sindicatos en toda Europa. Es preciso saber si asistimos a un acto reflejo de lucha o si el cuerpo resistente tiene aún capaz de alzarse.

La lucha en Francia se está llevando a cabo al borde del abismo, no se puede retroceder. El plan de demoliciones neoliberal avanza sin cesar por todas partes y la barricada francesa puede ser batida por los cañones del sistema, informativos, económicos, laborales, represivos. Las cajas de resistencia se cuentan en Francia por docenas, los sindicatos locales y regionales se han organizado para una lucha larga, ¿Cuanto van a poder aguantar? Sería un detalle que los sindicatos españoles ayudaran a esas cajas de resistencia. Pueden hacerlo. No lo hacen. Y el aislamiento arma a la patronal francesa y europea. Huelen a la presa, la saben sola, herida tal vez y no tienen prisa. La lucha de los franceses es la nuestra, está claro, pero miro a la sección sindical de mi centro de trabajo y no veo nada. Una vez más miramos alrededor y lo que vemos es que quien tiene la posibilidad de coordinar y organizar -y algunos hasta cobran por ello- no lo hace.

Lo que se ve con claridad es que asistimos a una ofensiva general del imperio neoliberal -¿por qué neo me dicen algunos? – y lo de los trabajadores de Francia es una batalla de resistencia que les honra. Presentaron batalla en 1996 y lograron retrasar al enemigo, pero no hubo correlato de avances políticos, él descontento sólo alimentó a la bestia lepenista, pues la izquierda y las direcciones sindicales habían renunciado hacía décadas a luchar por la hegemonía y, en el fondo habían interiorizado límites sistémicos.

Veinte años después, el enemigo no está a las puertas, sino que ha nombrado incluso al Ministro de Hacienda de los socialistas -por llamarles de alguna forma- y fozado una Ley anti-obrera y antisindical que destruye todo el modelo de relaciones laborales posterior a junio de 1936, cuando el Frente Popular logró avances importantes. Pero Francia el laboratorio revolucionario de Europa, la vanguardia, ya desde el s. XVIII, desde el s. XIX donde avances y derrotas brutales marcaron la historia de todo el movimiento obrero del siglo entero, da de nuevo la sorpresa y los trabajadores salen a la calle a hacer frente a tal dictado.

Pueden vencer o solamente retrasar la derrota. El hecho es que faltan elementos para vencer, como por ejemplo un plan de acción estratégico de alcance. ¿Qué busca la lucha? ¿La caída de Valls, el primer ministro? ¿la retirada de la Ley? El secretario de la CGT, Martínez, ya dejó claro que esto no es un problema de casting, aludiendo que no se trata de quemar un ministro y cambiarlo por otro. Un sindicato es un sindicato y debe saber establecer prioridades, quemar un ministro, retirar o negociar un artículo especialmente sangrante, salvar la cara, han sido en los años del consenso de postguerra, objetivos clásicos aceptables para mantener el equilibrio del sistema. Pero hay que tener claro que el poder ya no quiere jugar a eso, que ese equilibrio no volverá. Lo que pasa es que interiorizar que el sistema ha cambiado y que nos quieren imponer un profundo cambio sistémico es algo que muy difícil de asumir por parte de algunos. La lucha de clases es una realidad dura, y estamos inmersos en una nueva fase lo queramos o no. Esto lo saben de sobra los militantes, los piquetes, los que se juegan su trabajo, su salud, su libertad, su salario en todos y cada uno de los miles de puntos de choque en toda Francia. Asistimos a la épica de una lucha con cientos de ejemplos., pero no debemos cegarnos con ella. ¿Cómo va la batalla? ¿Saben lo que se cuece en el Cuartel general?

La Huelga Francesa, que no es una sino muchas y escalonadas sabiamente en sectores clave. lo lleva muy bien en lo táctico, pero si faltan aliados políticos, si están aislados políticamente, si no hay nadie que pueda convertir en acción política esa lucha, el poder político seguirá dominado en exclusiva por los representantes de la clase dirigente francesa. Y no parece que haya nadie, ningún sujeto político que se atreva a asumir la lucha de los trabajadores. Aspirantes a Syriza, a Tsipras hay muchos, pero la coordinación de trabajo organizado y política organizada con un frente claro asusta a muchos. Aquí, en Europa, los únicos que realmente están organizados y con correas de transmisión en el poder político y en todos los aparatos de reproducción cultural y el sistema mediático son las diversas facciones liberales o expresiones del poder económico dominante.

La cuestión es si de estas luchas, del interior del sindicato o en su entorno, de las masas en lucha, se podría forjar un sujeto político capaz de aglutinar toda esa “colere du peuple”, pero incluso la CGT ha renunciado a eso, o por lo menos lleva renunciando a eso desde 1945. La CGT actual es fruto del consenso burgués de postguerra y esta lucha de ahora se debate entre el objetivo de volver a un pasado imposible o dar un salto adelante: los sindicatos de clase renunciaron tras 1945 a la acción política sobre la base tácita de que la acción política respetaría entonces algunos avances sociales. Ese consenso se rompió tras la caída de la URSS. Ya no se respeta. Ahora cualquier avance social y laboral es «comunista», «radical», «populista», «insostenible» y la palabra «reforma» esconde la demolición de los derechos laborales y sociales. Liquidados los partidos de izquierda en tanto que tales, absorbidos los socialistas, paralizados los comunistas, desaparecido el republicanismo radical, quedan populismos de derecha, los partidos del sistema (social-liberales de Hollande y los «republicanos» de Sarko) y la propuesta incoherente de la izquierda “creativa”. La lucha de la CGT y todo el movimiento sindical debe dar un salto adelante o perecerá. No se arregla esto cambiando a Valls, o logrando un retraso en la aplicación de la ley. Eso es el viejo modelo.

La situación no se saldará con victoria alguna si de este movimiento no se saca una línea de acción nueva que reúna la fuerza de la movilización, la conciencia obrera y la acción política. La patronal francesa ha lanzado el desafío de la Loi Travail porque les sabe aislados políticamente a los sindicatos, ve débil al trabajo organizado; los partidos de izquierda ya están vencidos, sin lucha, por otra parte, quedaba el sindicato. Esto puede parecer raro en España donde los sindicatos son precisamente lo más conservador de la izquierda y fueron “normalizados” ya en 1977.

En Francia, la patronal y los bancos tienen a Macrón, el ministro de Hacienda, y un esbirro como Valls, intercambiable con otros muchos. ¿A quien tiene la CGT en la Asamblea Nacional? ¿Donde los planes de reconstrucción de la izquierda sobre la base y los líderes salidos de la lucha? Cuando se comparan los slogan de «rebélate» de Izquierda Unida en España, con las acciones de las movilizaciones en Francia se aprecia la diferencia entre la realidad de la lucha y las estupideces postmodernas en las que se han convertido las organizaciones de izquierda. Y en Francia también. Los piquetes y las direcciones locales, regionales y parte de la nacional están en la acción de forma ejemplar, pero la victoria exige romper el tabú de disputar el espacio político a las direcciones caducas de los partidos del sistema o adocenados por este. Es significativo que la solidaridad activa de la Confederación Europea de Sindicatos haya sido inexistente. Que en España nadie, ni el PCE, ese mismo que saca su campaña en tweter de «somos comunistas» se haya atrevido a decir nada, resulta sencillamente terrorífico; es un clamor el silencio de CC.OO y de UGT su brutal indiferencia ante la lucha en Francia. ¿Unidos Podemos? ¿El qué?

Se lucha en Francia como lo hicieron los mineros contra Margaret Thatcher, son la última barrera, pero si su lucha no alcanza a romper los tabúes y los límites del finiquitado consenso del welfare state —que la patronal hace ya dos décadas que no respeta— acabaran igual de derrotados.

Y si son derrotados los obreros franceses, tened claro que nosotros lo seremos tambien. La derrota de la lucha obrera en Francia abriría perspectivas terribles. La precariedad, el malestar socal, la miseria, los enfrentamientos no cesaran, y si el movimiento obrero cae, el fascismo ampliará su base social.